MARÍA VERA Y MARUJA

 

     

 

Después de este encuentro, el huerto de Maria Vera,  se me abrió, como una granada madura. Los árboles frutales se dibujaban aquí y allá, inundándolo todo de una fragancia mágica, desnuda, atemporal… Ahora tocaba un peral, luego un manzano, al lado un árbol de deseados membrillos ásperos e irisaciones de cobre; y junto a ellos, los sabrosos nísperos esperándonos en sus racimos como si fuesen nidos; y  más escondida, como soñando un sueño de otro tiempo pretérito, se dejaba ver una higuera verde y voluptuosa con su frutos morados a rebosar…

 

     

 

    Mas cerca de la casa, una parra verde dejaba ver unos racimos enormes –casi bíblicos- de unas uvas que casi transparentaban el dulzor de sus jugos.  ¡Uvas para soñar con ellas! ¡Uvas para degustar con queso, como decía mi abuelo Joaquín…! Uvas del recuerdo, uvas de la niñez…uvas que ya no tienen tiempo, y sin embargo, aún siento, enervado, su gusto cuando las robé de la parra del huerto de Maria Vera.

 

 

     

    Y en medio  del huerto, como un oasis de frescor, como una verdadera fuente de vida,  se hallaba el pozo del huerto, con su agua fresca y clara, con su brocal, su garrucha y su cubo de zinc para arrojar al fondo de sus entrañas y ser izado, al momento, para verter su transparencia de nubes.

 

 

 

     

    En  el brocal, beben los pájaros, y algunos, los más atrevidos;  se arrojan al cubo para remojarse; los gorriones tienen aquí su pequeño edén: entran y salen de árbol en árbol, de tejado en tejado, de fruta en fruta… Sí, es verdad, los gorriones tienen aquí, lo sabemos, porque no decirlo, su pequeño edén… Los gorriones han encontrado   paraíso perdido que todos buscamos…

 

     

    ¡Oh, huerto de María Vera!, yo quisiera gritar a la tarde, a esta tarde en que he ido a robar las mejores frutas y la flores más bellas! ¡Yo quisiera transfigurarme en pozo, en nube, en parra, en higuera… En naranjo, en limonar, en platanera… En aquellas tomateras  rojas como las amapolas, en aquel granado con sus “granas” abiertas y heridas de sangre…

 

     

     

¡Maruja, que esplendor en la yerba, en el limonar, en la higuera, en los naranjos...¡Maruja, como dijera Miguel Hernández, la sonrisa de tu niño te ha dado alas para vivir la vida con plenitud, con libertad....soñando, quizás, los mismos sueños que tu pequeño...!

Maruja, "Ceuta en el corazón", te rinde un pequeño homenaje por tu entrega, por tus desvelos, por tu amor de madre ...Y así también, a Maria Vera, a Luís Pérez, a sus hijos...

     

   

¡Oh, huerto de Maria vera, yo quisiera transfigurarme en esta tarde única en que aún mis años podían ser contados… ¡Oh, huerto de Maria vera, yo quisiera volver al tiempo,  en que fui  a robarte tus mejores rosas y tus jazmines blancos… ¡Oh, huerto de Maria Vera, conmigo vas, en mi corazón te tengo…

 

     

Y el color volvió a las cosas creadas,

que en el fondo de los sueños,
permanecia dormido...

 

Y la higuerra, el granado, los gorriones, los naranjos, las uvas... se quedarán, aunque ya no estén, para siempre en nuestra memoría. Y en agosto, cuando la calor ponga su momento más alto, nosotros pensaremos en el cubo de zinc cayendo al fondo del pozo blanco del huerto de Maria Vera... Despues, en un sueño de realidad, izado el cubo al brocal, sentiremos como el agua clara, copiando el azul del cielo, refresca nuestra boca sedienta...

 

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