|  | Sueños y Relatos |  | 
    
    
      |   -1.La calumnia -2.Cuento del Dragón  -3.La noche de San Juan - 4.La superación - 6.La margarita - 7.Una historia de mi padre - 8.La Polinesia - 9. Fantasia - 10.Amor incondicional - -11.La sensibilidad - 12.El verdadero amor - 13.La hija perdida - 14. La paloma y la espantapájaros - 15. Sueños en las estrellas - 16. El encuentro - 17.Cuento de Navidad - 18. La buena acción - - 19. Tristeza - 20. Pecados Capitales - 21. La mujer del camino - 22. El horror de la violencia -   | 
    
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                     LA CALUMNIA       Me contaba mi  abuela, en esas largas noches de invierno algunas historias, que ella había  escuchado de sus padres. Había una que me dejó muy impresionada, y hoy todavía  la recuerdo, y cada vez que pienso en ella, comprendo que esta historia se  repite y se repetirá, mientras existan personas enloquecidas por la maldad.Había  una mujer que vivía en un pequeño pueblecito pesquero de la costa levantina.  Tenía una familia maravillosa, su esposo, patrón de un barco de pesca, pasaba  muchos días del año navegando y buscando las mejores zonas de África para  pescar. Eran padres de dos hijos: Una niña y un niño de 3 y 5 años. Dolores,  que así se llamaba esta mujer, pasaba mucho tiempo sola, debido al trabajo de  su esposo. Ella quería con locura a su familia, y solo vivía para cuidarlos y  atenderlos.
 Dolores,  era una gran mujer, pasaba parte del día   remendando redes, esa era una tarea muy habitual en aquella época y por  aquella zona. Este menester lo realizaba junto a otras mujeres del pueblo,  sirviéndole también de distracción. En el grupo había una mujer, llamada  Silvina, que le tenía muchos celos; la envidiaba y no soportaba la simpatía que  despertaba en el pueblo. No sabía como perjudicarla y hacerle daño, siempre que  podía la criticaba con el resto de las amigas, intentando hacerla quedar mal  delante de los demás. ¡Dolores!, -le dijo un día una señora del pueblo- ten  cuidado con Silvina, que siempre que puede, mete cizaña en tu contra. No te  preocupes mujer- contestó Dolores- ella es así, no tengo nada que ocultar, y no  le hago nada malo a nadie, ¿Qué puedo temer de ella? Yo solo te aviso- contestó  la vecina.
 Un día  de tormenta, llamaron a la puerta de Dolores, era un señor, un forastero que  había llegado al pueblo y debido a la lluvia, no pudo continuar el camino,  estaba empapado y parecía que no se encontraba bien de salud. Cuando Dolores  abrió la puerta y se encontró a este hombre en esta situación lo introdujo en  su casa, le ofreció ropa seca y le preparó un tazó de sopa caliente. El  aspecto  no era bueno, percatándose  Dolores que estaba ardiendo de fiebre, así que le ofreció su lecho para que  descansara y se recuperara de su estado febril. Este hombre, llamado Francisco,  tardó tres días en recuperarse, y durante este tiempo Dolores lo cuido con  esmero, esperando su restablecimiento. Al cuarto día, Francisco se dispuso a  partir agradeciéndole  a su bienhechora,  la gentileza y sus atenciones.
 Silvina,  que había oído que en casa de Dolores había un hombre, no dudó en inventar una  historia perversa, una historia con el único objeto de destruir a una buena  mujer. Se inventó que Dolores y este forastero tenían un romance a espalda del  marido. Esta historia rocambolesca la fue divulgando por todo el pueblo, no  dejó un sitio libre de estos comentarios, desde el casino, mercados, plazas,  parques. Y como ya se sabe, en los pueblos los chismes proliferan, por eso de  conocerse todos, y creerse la gente con derecho a opinar de los demás, esta  calumnia se instaló en las bocas de todos los lugareños de la zona.
 Dolores,  no daba crédito a lo que estaba ocurriendo. Notó que todo el mundo le daba de  lado, no había nadie que quisiera hablar con ella, le hicieron tal vació, que  la pobre mujer cada día que pasaba enfermaba de vergüenza, pero sobre todo de  impotencia de ver como su vida se estaba destruyendo y no podía hacer nada para  impedirlo. Incluso le hicieron vació a los hijos, ya nadie quería relación con  ellos. Estaban marcados por la injusticia de una lengua viperina. Fue tan grande  la pena que sintió; que el corazón se le rompió, no podía con este peso  injusto.
 La mujer  malvada que monto esta calumnia, estaba disfrutando el momento. Reía y reía  contando a las gentes del lugar la vida alegre de Dolores. No tenía compasión  ni siquiera de los pequeños, realmente se regocijaba en la pena de la pobre  mujer calumniada. ¡Es una cualquiera! ¡Es una cualquiera! Decía sin cesar, no  se merece el respeto de su esposo, el cual la debe de repudiar por indigna.  Estas manifestaciones eran constantes. ¡Al fin había conseguido su objetivo!  Destruir la reputación de una decente y honrada mujer.
 Cuando  el marido volvió de faenar por los mares del norte de África, se encontró a una  mujer moribunda, la pena la invadía, estaba en una situación agónica. A los  tres días de la llegada de su esposo, Dolores murió. Fue tan intenso el dolor  que sintió el esposo, no solo por la muerte de su amada, sino por la duda que  los comentarios le habían producido. Él sintió que el alma se le rompía en mil  pedazos. Cuando se disponía a enterrar el cuerpo de su mujer en solitario,  porque nadie del pueblo acudió al entierro; apareció por la entrada del pueblo  un gran coche de caballos, seguido por tres coches más. Francisco quedó parado  al comprobar que de ese coche majestuoso se bajaba un caballero, y dirigiéndose  a él le dijo: Perdone señor, vengo a visitar a una señora llamada Dolores, y  creo que usted es su marido, esta señora me mostró una foto en la cual estaba  usted, y ella me dijo que era su esposo. Francisco quedo atónito y preguntó:  ¿para que quiere usted visitar a mi esposa? Vengo desde la ciudad donde vivo,  expresamente con mi mujer mi familia y mis empleados, para que la conozcan.  Ella es una señora, ¡si una señora!, en mayúscula. Debido a un gran temporal mi  coche cayó por un precipicio y yo como pude llegué a la puerta de su casa, y  ella viéndome en tal estado, me cuido y curó mis heridas hasta que me  restablecí, Ahora en agradecimiento a que me salvó la vida vengo a ofreceros mi  gratitud y una fortuna para que nunca os falte nada a ustedes y a sus hijos.  Especialmente he querido traer a mi familia, para que conozcan a esta gran  mujer, que cuidó a un desconocido sin pedir nada a cambio. También quería  conocerlo a Usted para decirle la suerte que tiene de tener como esposa a una  mujer tan desinteresada y buena, que quiere tanto a sus hijos y a su marido, no  hacía más que hablar de usted y de todo el amor que le  procesaba,¡verdaderamente tiene usted suerte!.
 Al  escuchar estas palabras, Francisco se echo a llorar y se abrazó al ataúd que se  había quedado al lado del camino. El caballero quedo extrañado de esta actitud,  y preguntó: ¿Buen hombre que le pasa? ¿Por qué llora? ¡Dios mío, dios mío! ¡que  le han hecho a mi mujer! Señor, señor, ellos con sus malas lenguas la han  matado; ella ha muerto de pena, no ha podido soportar la injusticia, la  calumnia; ¡¡ellos la han matado!
 Cada vez se  iban congregando gente y más gentes alrededor de la escena, los cuales  comprendieron lo que estaba pasando, y ante la situación fueron en busca de la  mujer que había levantado semejante calumnia. Esta, estaba asomada a la ventana  cuando vio aparecer a tantas personas en su busca, sin saber lo que ocurría  salio a su encuentro, pero cuando vio las caras de pocos amigos de los allí  presente, preguntó que pasaba y estos les dijeron: mala mujer, calumniadora,  por tu culpa una mujer buena y honrada ha muerto, y ha dejado a su marido y a  sus hijos sin esposa y madre, desde este día, no te queremos en el  pueblo.¡Vete, vete recoge tus cosas, y no vuelvas por aquí! Tan grande era la  maldad de esta mujer, que intentó  aun  después de muerta, seguir manchando el nombre de Dolores. En esta ocasión no se  lo consintieron, la agarraron en volandas y la echaron del pueblo. Silvina  chillaba y chillaba, pero ya nada se podía remediar, ella estaba fuera del  pueblo y maldita a causa de su lengua viperina. Dolores la mujer buena, ya no  podría tener nunca más una noche de amor con su amado esposo, ni podría  disfrutar de los arrumacos de sus hijos.
 Después  del entierro, el gobernador con su familia, pasaron por la casa de Francisco  para darles sus condolencias, y para ofrecerle su apoyo y respeto, también le  hicieron entrega de una gran fortuna en agradecimiento a su esposa fallecida.  Francisco aceptó en nombre de sus hijos, para que estos tuvieran la vida  resulta.
 Él nunca más conoció el amor de otra mujer, en él  siguió vivo el amor a su esposa. Cuando los niños tuvieron edad de  desenvolverse por si mismo, el tomó la decisión de coger los hábitos, y se  encerró por vida en un monasterio de la zona. Hoy la leyenda cuenta, que entre  los montes de aquel lugar se escuchan los sollozos del monje, llorando por su  esposa pérdida a consecuencia de una infamia. También se cuenta que se ve por  aquellos bosques una sombra maligna que va errante sin saber donde, es la  sombra de la calumnia.
 MORALEJA: nunca se debe hablar de nadie y por supuesto  nunca jamás levantar una calumnia. Las personas que hacen eso, todo el mal que  puedan producir  a la persona calumniada,  le caerá a ella o a él como una loza. La calumnia es un delito muy grave, y  nunca quedará impune. Antes de abrir la boca para hablar de alguien mal, se  debe uno mirar el ombligo, contar hasta mil, cerrar bien la boca y pensar: ¿con  que objeto quiero hacer mal a alguien? ¿Esa persona me ha hecho a mí algún  daño? ¿Porqué soy tan dañina con los demás? ¡Piensa, piensa! No lo hagas, no  hagas sufrir gratuitamente, y si lo haces atente a las consecuencias
   Una historia para pensar…   
                    En Ceuta,  a 27  de junio de 2008 Fini Castillo Sempere   | 
    
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                                                     -CUENTOS  PARA LEER
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  --Laprincesa y el dragón— 
          Había una vez, una ciudad, la cual estaba  situada en la falda de una gran montaña, era tal su belleza, que los lugareños  no quería que llegaran forasteros, por miedo a ver invadidos, y que destruyeran  la belleza que caracterizaba aquel lugar. Por tal motivo hicieron un trato con  un mago muy malvado que vivía en una colina cercana, el trato consistía en convertir  en estatua de hielo a todos los que se atrevían a ir a aquel lugar.La historia de esta ciudad, llegó a  oídos de un rey muy avaro, que vivía muy lejos de aquellas tierras, pero era  tan grande su obsesión por conseguir riquezas, y sospechando que allí  encontraría grandes tesoros, no dudo en organizar un largo viaje, en contra de  todos sus súbditos que le aconsejaban que no fuera a esa ciudad fantasmagórica,  ya que temían que si emprendía esa aventura, jamás volvería a su reino.
 -Padre, no vayas a ese lugar, es peligroso  y nosotros tenemos muchas riquezas y no necesitamos más. -le dijo su hija  Yasmín.
 Ante esta petición el padre contestó:
 -soy   un rey poderoso y como tal, todos los de ese lugar caerán a mis pies  rendidos y me apoderaré de sus tesoros.
 -¡Si! Padre debes ir, -dijo  su hija pequeña- que era tan avara como su  padre.
 -Yo quiero el mejor collar de perlas que  consigas,¡padre!, quiero adornar mi lindo cuello y también quiero la mejor  diadema de brillantes y los mejores pendientes de esmeraldas.
 Y así continuó diciéndole a su padre todo  lo que quería que le trajese de aquella ciudad misteriosa.
 - ¿Y tú que quiere que te traiga Yasmín? -le  dijo el rey a su hija mayor
 - ¡Nada! -contestó-, sólo quiero que no  vayas, y no pongas tu vida en peligro…
 -¡Tonterías! -exclamó el rey-, a ti te  traeré el hijo del rey de aquellas tierras para que te cases con él, así mi  reino no tendrá comparación con otros, ¡ja ja ja…!, -rió el rey.
 La princesa Yasmín, se quedo muy triste  pensando en los peligros con los que se enfrenaría su padre, solo por la  ambición de tener más riquezas. A ella no le importaba nada, las cosas  materiales, se conformaba con lo que tenía, a diferencia de su hermana pequeña,  joven de extraordinaria belleza, pero con un corazón tan duro como el acero y  tan frío como el hielo. Recordó el día que un joven se cruzó con su hermana,  quedando prendado de tan extraordinaria belleza, y está por solo el hecho de  haberla mirado -según ella- con descaro, lo mandó a azotar sin compasión. A  Yasmín la sola idea de imaginar la escena le removió el estómago.
 Yasmín, tenía diecisiete años, era bella,  no tanto como su hermana, pero ella desprendía ráfagas de alegría, siempre  sonreía, y estaba dispuesta a ayudar a sus semejantes, aunque lo tuviera que  hacer a escondidas, porque no le permitían hablar con la servidumbre, y con  personas que estuvieran en un rango diferente al suyo. Su pelo era negro  azabache, cayéndole como una cascada sobre los hombros, los ojos negros y  rasgados le daban una chispa de rasgos asiáticos. Realmente era hermosa, pero  lo que más se podría destacar de ella era su carácter dulce y embriagador. Su  hermana llamada Silfis, era rubia como el trigo, sus cabellos tenían reflejos  de oro y con los rayos de sol, parecía una diosa, sus ojos eran dos esmeraldas,  su belleza no tenía rival, aunque   su  gesto agrio congelaba el aire, era avariciosa y malvada, y aun siendo más bella  que su hermana, la envidiaba con toda su alma.
 Una tarde, cuando Yasmín estaba en el  jardín de palacio ensimismada en sus pensamientos, escuchó un gran alboroto, al  preguntar que ocurría, descubrió que uno de los caballeros que escoltaban a su  padre, el rey, estaba tendido en el suelo de palacio, casi sin resuello; cuando  se recuperó habló y dijo:
 -A su majestad, el rey, lo han apresado  y  toda la expedición había sido muy mal  recibida por el rey de la ciudad fantasma, y todos habían quedado en el camino,  convertidos en estatua de hielo, excepto el rey que estaba cautivo en las  mazmorra del castillo, a la espera de que una de las hijas del rey se  intercambiara por él.
 -¡Que horror! -manifestó Yasmín, llorando  desesperada-.
 Las dos hermanas se reunieron, y Silfis  dijo de inmediato:
 -Yasmín, yo soy la pequeña, por tanto te  corresponde a ti sacrificarte y canjearte por nuestro padre.
 -No lo dudes -contesto Yasmín-, yo iré a  librar a nuestro padre, ¡el rey!  y el  volverá a casa, cueste lo que cueste.
 Dicho esto, Yasmin preparó la partida y a  la mañana siguiente, con los primeros rayos del sol, emprendió la marca, junto  con sus jinetes y caballeros que la protegerían del tortuoso viaje a lo  desconocido. Cuando llevaban días de viaje, descansaron en un lugar precioso,  donde había un gran lago de aguas tranquilas y azules, donde el cielo se  reflejaba. Yasmín decidió darse un baño en esas aguas apetecibles, Cuando  estaba disfrutando del baño, notó que debajo de ella algo se movía y ante de  darse cuenta, apareció ante ella un gran animal verde, éste, lanzaba un chorro  de fuego por la boca.
 -No te asustes, no te asustes, -exclamó- no  tengas miedo que no te voy a hacer ningún daño, sólo he venido a verte y hablar  contigo.     -Vaya susto me has dado -dijo  la princesa-. ¿Qué haces por estas tierras? ¿Quién eres?
 -Soy  un dragón, y muy pequeño, sólo tengo   cuatro años, mis padres hace tiempo que están cautivos por un rey muy  malvado que hay por estas tierras, mis padres me escondieron para que no me  encontraran, y desde entonces estoy solo.
 -¡Qué pena!- dijo la princesa-, si quieres  seremos amigos.
 -¡Si!, ¡si! Seremos amigos –dijo el dragón.
 La princesita le contó a su nuevo amigo  toda su historia, y este sin pensarlo dos veces se ofreció a ayudarla en la  aventura de rescatar al rey.
 -¿Cómo lo haremos para que no nos  descubran?, yo no me quiero quedar como rehén, pero si no hay más remedio,  estoy dispuesta a sacrificarme por mi padre, para que vuelva a nuestro reino,  ¡Él es el rey! y tiene que estar con su pueblo.
 -Tienes toda la razón Yasmín- dijo el  Dragón- vamos a pensar como podemos adentrarnos en el Castillo del rey malvado.  Ahora vamos a descansar un poco, y después ya veremos.
 La princesa no podía dormir y decidió  bañarse en el lago que habían encontrado en el camino. Cuando estaba dentro del  agua, se percató de que alguien la estaba observando, y cuando miró a la  dirección de esa mirada, se encontró con un joven, ella quedó petrificada, él  se acerco y le tendió el manto que Yasmín había dejado en la orilla.
 -¿Quién eres?- pregunto la princesa?
 -Soy Rodolfo,el hijo del rey.
 -Y tú, ¿que haces por estas tierras de mi  pertenencia? ¿quién eres y como te llamas?
 Ante  el descubrimiento de que era el hijo del rey, no se atrevió a decir que era la  princesa, la hija del rey cautivo por su padre. Yasmín se echo a llorar  desconsolada, en ese momento el dragón que se había despertado por los sollozos  de la princesa, salió a su defensa, y cogiendo al príncipe de los calzones  reales, lo levantó del suelo a gran velocidad. El Príncipe saco su espada para  defenderse, pero nada pudo hacer, el dragón tenía ventaja.
 -¡No!, no le hagas daño, es el príncipe de  estas tierras.
 - Con más motivo -dijo el dragón, ‘¡no, no,  por favor, bájalo!
 El dragón acató el ruego de la princesa y  lo puso en el suelo.
 Se me ocurre una idea -dijo el dragón-,  vamos a proponerle al rey el intercambio de rehenes.
 -Buena idea, buena idea, buena idea,  aplaudió la princesa.
 El  joven no entendía nada, no sabía de lo que estaban hablando.
 -¡Explicarme, que está pasando aquí! -dijo  el rehén-, y soltadme, que yo no he hecho nada malo.
 -La princesa se conmovió y le dijo al  dragón que lo soltara, y esté aunque no quedó muy convencido, lo soltó.
 -Quiero una explicación de los hechos -volvió  a exigir el príncipe.
 -Sí, creo que tienes derecho a saber el  porque de nuestro comportamiento.
 La princesa invitó al joven a sentarse y  empezó a contarle la historia de su padre, el rey, y todo lo acontecido hasta  el momento. El joven escuchó con mucha atención y después habló.
 -Es verdad parte de la historia, pero no  toda. En el camino hasta llegar al castillo, existe un sendero, donde hay  estatuas de hielo, esas estatuas eran unos malvados, unos hombres sin entrañas,  que solo hacían el mal: raptaban a jóvenes del reino y los vendían como  esclavos, robaban a las gentes humildes, extorsionaban y hacían miles de  crueldades, ante esta situación, mi padre, el rey, no sabía como actuar, hasta  que un mago amigo suyo, le dio la solución: convertir a estos bandidos en  estatua de hielo, no para siempre, sino hasta el momento que fueran  arrepintiéndose, y a medida de su arrepentimiento el corazón de estos bandidos  irían cogiendo calor hasta llegar a derretirse el hielo que los envolvía, y una  vez convertidos otra vez en personas, dejarían atrás las maldades, ya que por  ellos mismos habían decidido a través de su arrepentimiento encontrarse  nuevamente con el bien. Esa es la historia, mi padre es un rey bueno y justo.
 -¿Y entonces porque tiene prisionero a mi  padre?
 -No lo sé – dijo el príncipe- eso es lo  que ahora vamos a descubrir. Te invito, junto con tu amigo “el dragón” que por  cierto ¿como se llama?
 -¡Raimundo!-contestó el dragón, muy  contento, ¿me llevareis con vosotros?- preguntó.
 -¡Claro que sí! -Dijo la princesa-, a  partir de ahora tú serás mi fiel amigo.
 Emprendieron el viaje hacia el castillo,  el paisaje era fantástico, de tal colorido, que parecía casi irreal, las flores  adornaban con su belleza cada parte del camino, y la fragancia de mil olores  envolvía el ambiente, ¡que belleza exclamó la princesa! No había visto nunca  nada igual. Los animalitos del bosque corrían y saltaban a su paso dándoles la  bienvenida. Llegaron a un camino, donde el colorido quedó atrás, la princesa  sintió un escalofrió, e inmediatamente se dio cuenta de donde estaba, “en el  camino de los malvados”
 -¡Si princesa, este es el camino de los  malvados!- dijo el joven príncipe.
 También apreciaron que en el camino había  varios charcos de agua en el suelo, y eso era señal que algunos de aquellos  hombres, habían decidido cambiar y volver al reino para nunca más llevar a cabo  ninguna maldad. A estos malvados el mago les daba la oportunidad de  arrepentirse, y si lo hacían su corazón se volvía cálido, lo que provocaba que  el hielo se derritiera, así quedaban libres de la coraza de hielo y podía  volver, la vida les brindaba otra oportunidad.   Todos los que retornaban al reino después de esa experiencia, no solo no  volvían a hacer  maldades, sino que se  convertían en ciudadanos ejemplares.
 ¡Mirad! -dijo ella-, en el fondo las personas  son buenas, y todo el mundo se merece una segunda oportunidad.
 El joven príncipe, estaba prendado  de  Yasmín, la miraba de reojo, para que  ella no se percatara, pero se estaba enamorando locamente de ella, de su  figura, de su cara, pero sobretodo de su dulzura, su voz lo embriagaba de tal  forma, que creía enloquecer cuando ella se le acercaba. ¡Dios mío, que bella  es!, se decía. Si ella me aceptara como esposo, sería el hombre más feliz de la  tierra.
 
 El príncipe, decidió ir a ver al rey-su  padre- y contarle la historia de la princesa Yasmín, y sin pensarlo dos veces.  Emprendieron el camino hacía el reino del rey generoso. Llegaron al castillo a  son de trompetas, a recibirlos salio el rey; y al ver a su hijo y a la joven  que le acompañaba, se quedó extrañado, pero más aún al ver al animal que les  acompañaban- un dragón-. ¡Hijo mío! Que alegría me produce tu vuelta, ¿Quiénes  son tus acompañantes?- preguntó. Después de acomodaros en vuestros aposentos,  hablaremos de todo, ahora estaréis cansados del largo viaje, y tendréis ganas  de descansar, ya habrá tiempo de explicaciones más tarde. La princesa quedó  encantada de la generosidad del rey, y haciendo una reflexión comparó sin  querer a su padre con el rey, dándose cuenta de la diferencia tan abismal que  existía entre los dos monarca.
 ¡OH que alegría!,  pensó el rey, mi hijo ya está de vuelta, seguro que habrá encontrado en ese  largo viaje, a alguna princesa, ya era hora que su hijo  se casará, ya estoy mayor –pensó- y necesito  herederos, quiero tener a mi alrededor, mocosos jugueteando entre mis rodillas.  ¡Si! Eso quiero- se dijo
 Una  vez acomodada, la princesa en su aposento, se tumbo en la cama, y al pensar en  el joven, el corazón le dio un vuelco, su cara se encendió, cerró los ojos y  soñó. Se vio vestida con un traje blanco adornados con diminutas estrellas  plateadas, su pelo recogido con una gran diadema de flores silvestre, y en su  mano llevaba un ramillete de margaritas amarillas y blancas, y sobre todo, lo  más importante del sueño era que  de su  brazo iba cogido ¡El príncipe!, ese joven que hacía dos lunas que había  conocido, y que ya no podría vivir sin tenerlo cerca. Cundo su boca se iba a  fundir en un largo beso de amor, llamaron a la puerta y el sueño lindo se  desvaneció.- Princesa, el rey os espera-
 Dándose  toda la prisa que pudo, se vistió con un vestido color fresa, que le había  proporcionado una doncella, al mirase al espejo, tuvo que reconocer que estaba  realmente bella, cogió una flor que había en un jarrón, se la puso en el  cabello y aún  se vio más bonita; se  arreglo el vestido y salió corriendo por las escaleras hasta llegar al gran  salón, donde la esperaba el rey junto a su hijo. El príncipe, al verla,  comprendió que  indudablemente, ¡ella!  era la mujer de sus sueños, ¡si!, era ella.- pensó- ella será mi esposa, sino  moriré de amor. El rey la recibió con una sonrisa, diciéndole que se sintiera  como en su casa, y que era bien recibida. Ante estas palabras de buena acogida,  la princesa se sintió muy agradecida. Su majestad- dijo la princesa- le doy las  gracias de corazón
 Después del descanso y cuando se reunieron en el gran salón  para cenar, el príncipe comenzó a hablar y dijo:         Padre, voy a contarte la historia de la princesa  más bella y dulce que he conocido. Así que  inició  a contar  la historia de la princesa y de su padre, el  mismo que  estaba prisionero en el  castillo. ¡Vaya, vaya! El rey que tengo prisionero es tu padre, -comentó- ¡si!-  contestó la princesa echándose a llorar. Pues tengo que confesarte, que tu  padre quedó convertido en estatua de hielo, como cualquier bandido que viene a  hacer maldades a mis tierras, solo dependerá de él su libertad. ¡Por favor, por  favor, dejarme que vaya a verlo! Yo haré que mi padre se arrepienta de su  avaricia, y cuando esto ocurra, nos iremos de imendiato a nuestro reino, y  nunca más sabrás de nosotros. Al escuchar estas palabras el príncipe sintió una  gran punzada de pérdida- eso no lo puedo consentir, se dijo para sí el  príncipe.
 Padre- tener compasión de la princesa y dale la oportunidad  de ver a su padre, estoy seguro que él se arrepentirá de su avaricia. Padre,  también te pido una cosa, que para mi es muy importante -dijo el príncipe.  Habla, hijo mío- dijo el rey- quiero que le pidas al rey egoísta, la mano de su  hija Yasmín,  estoy enamorado de ella y  quiero que sea la madre de mis hijos, quiero convertirla en mi esposa...  El rey no se sorprendió de la petición de su  hijo, porque ya había sospechado que estaba enamorado de la princesa por su  forma de mirarla. Bien hijo mió, -contestó- así se hará, creo que es una buena  persona y sabrá llevar bien la responsabilidad del reino junto a ti, cuando tu  seas el rey.
 La princesa,  fue al sendero de las tinieblas, a visitar a su padre, allí estaba encerrado en  una mazmorra, se colocó delante de la estatua de hielo, que ella reconoció, y  arrodillándose delante de ella, comenzó a hablarle a su padre con tal cariño,  que el corazón de este comenzó a calentase, y a su vez se iba derritiendo el  hielo poco a poco, hasta quedar la figura del rey totalmente al descubierto.-  Levántate del suelo hija- dijo el padre- has venido a salvarme y no solo has  conseguido eso, sino que has hecho posible mi arrepentimiento, desde hoy seré  un rey bueno y generoso con mi pueblo, se acabaron los días negros en mi reino  a causa de mi egoísmo. Gracias hija mía, por ti he conocido la verdad de la  vida, y los buenos sentimientos.
 En ese momento llegó el rey con su cortejo, y el padre de  Yasmín se inclinó ante él pidiéndole perdón. Te perdono- contestó, pero con una  condición, y guiñándole el ojo a su hijo, continuó hablando; como condición a  mi perdón quiero pediros una cosa: la mano de su hija Yasmín, claro en el  supuesto que ella quiera casarse con mi hijo el príncipe. La princesa  sorprendida no salía de su asombro- eso era lo que ella deseaba desde el mismo  momento que lo conoció- se había enamorado locamente de él. ¡Si! Padre acepto-  dijo la princesa, y dirigiéndose al rey generoso le dijo: me gustaría que me  concedieras un deseo. – pide dijo el rey- quiero quedarme para mi, al dragón,  quiero que sea mi mascota más querida.Tambien me gustaría que buscáramos a sus  padres, que están prisionero en un castillo de la montaña de este reino, -Así  se hará, tus deseos están   concedido-  dijo el rey. El dragón que estaba cerca y escucho la petición de la princesa, y  la concesión de los deseos, brincó y salto de alegría, ya había por fin  encontrado su hogar- pensó.
 Como en todos los cuentos de príncipes y princesas, esta  historia acabó bien. Los príncipes se casaron y tuvieron muchos hijos, el  dragón, formó una linda familia con una dragoncito que le regalaron al rey  generoso, y este obsequió a La princesa Yasmín, con el objetivo de que se  enamorara del dragón, y así ocurrió. Los padres fueron liberados y todos  vivieron juntos en el castillo. El reino se vanagloriaba de sus lindos  dragones.
 El rey- padre de Yasmín, después de la celebración de la  boda de su hija con el príncipe, emprendió el regreso  a su reino. Arrepentido de todo el mal que  había hecho a su pueblo, y a la vez contento   de ver en las buenas manos que se había quedado su hija Yasmín. Después  del largo viaje, llegó a su castillo. Allí le estaba esperando su hija Silfis,  que nada más que verlo, se dirigió a él con su acostumbrada frialdad y le dijo:  ¡Por fin padre, ya has vuelto! Creí que no volverías nunca. ¿Has conseguidos  mis regalos? ¿Me has traído todo lo que te pedí?, ¡estoy impaciente por verlos!  –Exigió- El rey al ver la aptitud de su hija, comprendió que era su vivo  retrato de antaño, cuando él era una persona avara y cruel. ¡Dios mío!- se  dijo- he creado un monstruo a mi imagen y semejanza. Y sin poder remediar el  dolor tan profundo que sentía, se echó a llorar sin consuelo. La hija miraba a  su padre sin dar crédito a lo que veía: un hombre bonachón y sensible. Este  secándose las lagrimas, comenzó a hablar contándole  a su hija pequeña lo acontecido. Una vez  terminada la historia, la princesa se quedó muy pensativa y le dijo a su padre:  Padre necesito tres días para pensar en todo esto, sin en esos tres días me  convences de que debo cambiar así lo haré.El rey quedó muy pensativo, y se dijo: ¿Cómo voy a  convencer a mi hija  que cambia de  actitud en tres días?, ¡eso es imposible!, es demasiado avariciosa. En estos  pensamientos estaba el rey, cuando de pronto en un riñón del aposento se hizo  la luz y apareció el “alma del camino de las tinieblas”, en forma de hada. Su  cuerpo lo envolvía un tul blanco que casi se difuminaba con el color  blanquecino de su piel. ¡que deseáis- preguntó el rey- el hada contestó: por tu  arrepentimiento y por haberte convertido en un soberano bueno y justo, vengo a  ayudarte, le daremos a tu hija pequeña la oportunidad de arrepentirse de su  maldad, y para esto voy a hacer que durante tres días, viva las peores  pesadillas que se hayan soñado; si después de esto, no cambia de actitud estará  condenada a convertirse en estatua de hielo, porque ella misma irá sin remisión  al sendero de las tinieblas en busca de riquezas. Es la única posibilidad que  tiene –dijo el hada- el rey muy afligido aceptó, con la esperanza de que su  hija se salvara y que no fuera presa de su propio egoísmo.
 Durante tres días, se oyeron en el reino los gritos más  atroces que se habían oído jamás. Todos los que los oían quedaban aterrados de  miedo. ¡Era la lucha cuerpo a cuerpo con el propio diablo! Durante este tiempo,  el rey permaneció encerrado en sus habitaciones, sin querer ver a nadie, solo  se consolaba con el hada del sendero de las tinieblas, aunque esta no le daba  esperanza de que su hija desterrara de su cuerpo al demonio. La lucha entre el  bien y el mal iba a ser muy dura; solo quedaba esperar.
 En el último minuto del tercer día, se abrió una puerta y  detrás de ella apareció una figura de mujer iluminada por una la luz  de color dorado intenso, luz que se confundía  con la cascada de cabellos color trigo de esa mujer, que más parecía una diosa  del olimpo, que un ser humano. El semblante fascinaba a todos los que la  miraba, su gesto era angelical, y más parecía una niña que una mujer. ¡Hija  mía, hija mía”!- dijo el rey. ¡Si! Padre, soy yo, Silfis, -dijo la princesa- no  se que me ocurre padre, que todo lo veo de otro color, todo me parece más  bonito, hasta ahora no me había dado cuenta del color de las flores, lo bellos  que son los pájaros que revolotean por palacio, lo dóciles que son los perros  cuando los miro, antes ladraban sin cesar a mi paso, sin embargo ahora vienen a  mi y buscan  lamerme las manos. ¡OH  padre! Todo es diferente y hermoso. Todo lo de mi alrededor me gusta, ¡que  mujeres tan bellas hay en palacio! Padre a partir de ahora, quiero compartir  toda la belleza del reino con el pueblo, que todos puedan pasear y disfrutar de  este gran colorido, de la maravilla que Dios nos ha regalado con este paisaje,  ¡si! Quiero ser amiga de mi pueblo. Ante este cambio y esta explosión de  generosidad, el rey se arrodilló y mirando al cielo exclamó: ¡Gracias Dios mío,  gracias! Y a ti hada de las tinieblas, jamás tendré como pagarte, desde este día  este reino  también es tuyo, puedes  disponer de todo lo que quieras y como quieras. ¡Gracias!- contestó el hada- mi  mejor regalo es llevarme este recuerdo, el recuerdo de ver a la princesa como  una diosa de generosidad, con eso me doy por satisfecha, esa era mi misión y  afortunadamente la misión ha sido un éxito, a partir de este día reinará  siempre la felicidad en tu reino y no tardarás mucho tiempo en tener entre tus  rodillas a pequeños principitos, ¡no, no tardarás mucho!
 De pronto, se escuchó un rechinar de caballos, y al momento  apareció, un joven montando un corcel negro. ¡Rey de estos territorios!- dijo-  soy el príncipe Alexis, y he venido en busca de una princesa que he visto en  sueños,  en ese mismo sueño, he visto  este castillo que he reconocido al pasar por estos caminos. No había terminado  todavía de hablar, cuando miró hacia atrás y descubrió a una Diosa, -era la  princesa Silfis-. Las miradas se entrecruzaron quedando prendidas en un amor  eterno.
 Como todo cuento tiene un final, estos reyes, príncipes y  princesas, comieron muchas perdices y fueron infinitamente felices.
 
                  
                    
                      
                        
                          
                            
                                     FIN  En Ceuta,  21 de junio 2008.
 
                  
                     Finí Castillo Sempere.   MORALEJA: Siempre triunfará el bien sobre el mal, y el que  no lo tenga claro, sufrirá tarde o temprano. Hacer el mal solo traerá a la  larga sufrimientos para el que lo hace. Sin embargo el que hace el bien y mira  por su prójimo encontrará tarde o temprano la felicidad, y el reconocimiento de  las personas de bien.      | 
    
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 LA NOCHE DE SAN JUAN 
 Sentada con las piernas  recogidas y abrazándolas, como si tuviera miedo a salir corriendo, me  encontraba en un rincón de una playa de la zona mediterránea. Se oían voces  joviales que cantaban y bailaban alrededor de una gran fogata. Era el día  señalado, se estaba celebrado el solsticio de verano; el almanaque señalaba el  día 23 de Junio, día muy especial por esta zona, se celebraba  “La Noche de San Juan”. La noche era mágica, sobre la arena  de la playa se había preparado una gran hoguera, a base de ramas, troncos,  trozos de madera, muebles viejos, y todo lo que pudiera arder; de ese menester  se ocupaban los pequeños del lugar, con el beneplácito de los mayores. Las  mujeres, se encargaban de hacer el muñeco de tamaño igual al de un  hombre: rellenaban los pantalones y la  chaqueta de serrín y trapos viejos, se finalizaba con unos zapatos viejos o  alpargatas y una gorra, quedando el “Juan” listo para arder en la hoguera. Esa  misma noche los jóvenes se ocupaban de colgarlo en lo más alto de la pira que  posteriormente ardería. La tradición ancestral conmemora  esa noche muchas tradiciones: el fuego  simbolizaba el poder del sol, no era un día cualquiera de la estación más  esperada por muchos, es la noche  de “San  Juan” y hay que celebrarlo. También es la noche mágica de las hadas y brujas;  noche de pedir la fertilidad de la tierra por los campesinos; noche de  renovación de energías. De todos es sabido que el fuego simboliza la  purificación, es el momento de  romper  los hechizos realizados por las brujas, hadas y deidades de la naturaleza. ¡Qué  costumbre tan ancestral! El solsticio de verano, se celebra desde hace miles de  años, y prácticamente no ha cambiado nada;   ahí están ellos: niños, jóvenes, mayores, saltando y brincando delante  de ese fuego abrasador y chispeante. La locura del momento se trasmite a todos  los allí presentes; vueltas y más vueltas alrededor de la hoguera, los  chiquillos gritan, los más mayores pretenden saltar el fuego con la intención  de renovar sus energías para el año venidero. También es costumbre en esa noche  mágica, purificarse en el agua de la playa; después del calor sofocante, viene  muy bien remojarse, a la vez que se pide un deseo ¡Es maravilloso sentir la frescura  del agua rozando la piel acalorada! ¡Como me gustaría poder perderme entre  ellos, saltar y brincar hasta caer extenuada! ¡Oh Dios mío, como me gustaría!
 El cielo está rojo, y la luna en  todo su esplendor; parece bailar alrededor de las estrellas, participando de  buen grado con el alboroto de la playa; en ese momento, cae una lluvia de  estrella, haciendo la noche más mágica. Desde la distancia de mi rincón observo  la escena, me parece todo tan irreal, que me siento fuera del contexto. ¡Como  me gustaría poder disfrutar de ese momento! Cierro los ojos y me traslado a una  noche similar de hace veinte años. Mi madre estaba bailando alrededor de la  hoguera; parecía una diosa, con su vestido de grandes flores rojas, dejando ver  de manera insinuante el inicio de sus pechos; sus cabellos negro azabache caía  en una cascada de rizos recogidos con dos pasadores de pedrería, simulando unos  brillantes; estos, desprendían unos rayos luminosos, que se mezclaban con la  iluminación que irradiaban las chispas del fuego de la hoguera; su cara se  iluminaba, dibujando una  boca de labios  carnosos y sensuales. Ella, brincaba y brincaba sin pensar por un momento en el  peligro de que sus ropas se pudieran prender con el fuego, estaba tan  cerca  de las llamas, que tentaba sin ella  darse cuenta a la suerte de no sufrir ningún daño.
 También recuerdo a un hombre que se  le acercó y tomándola con fuerza, la atrajo hacía él, y con una locura  desenfrenada la besó, ella no puso la menor resistencia, reía y reía  devolviéndole los besos. El desconocido inició la marcha y ella se fue  caminando detrás de él hasta desaparecer. No habían pasado unos minutos, cuando  apareció mi padre y agarrándome con fuerza me pregunto por mi madre, yo sabía  que algo no iba bien, y no me atreví a contestar, solo indiqué que no sabía  donde estaba, levantando los hombros, con un gesto.  Estaba muy asustada, porque notaba a mi padre  muy alterado, estaba realmente enfadado, y buscando con desesperación a mi  madre; él también desapareció. Cogí a mi hermano pequeño que estaba sentado en  una manta en el suelo, y me retiré de la hoguera a esperar que mis padres  llegaran. Mi corazón de niña latía, como si de un caballo desbocado se tratara:  sentía miedo, sabía en mi interior que algo muy desagradable iba a ocurrir, solo  quedaba esperar y esa espera se me hizo una eternidad.
 La hoguera se consumía, el jaleo de  la noche se iba difuminando, todos los que estaban allí se fueron despidiendo.  Lentamente la playa quedó vacía, sólo estábamos mi hermano de apenas tres años  y yo. Miguel que así se llamaba mi hermano, empezó a llorar, llamaba a mi  madre, yo no sabía que hacer, porque hacía frío y estaba muy asustada,  agarrándolo con fuerza, levanté la manta de la arena y nos tapamos los dos. No  sé cuanto tiempo trascurrió hasta que empezó a clarear, abrí los ojos y  encontré a mi pequeño ángel dormido sobre mi pecho, lo abracé con fuerza como  si fuera la última vez que lo tendría entre mis brazos.
 Creí haber tenido un sueño muy raro, vi a una mujer  vestida de negro que me acercó su cara, aunque era bella, tenía una sonrisa  malévola, se reía con carcajadas muy fuertes, y decía: esta es mi noche, esta  es mi noche, y mi venganza ha recaído en la mujer más bella que se ha atrevido  a venir a mi fiesta y ser más bonita que yo. Sus risas retumbaban en mis oídos  hasta desaparecer. De igual manera se me vino otra imagen, de otra mujer; con  una belleza suave y resplandeciente, su pelo de color fuego, le caía en grandes  ondas sobre sus hombros y me decía:   pobre niña, la bruja de la noche de “San Juan” ha hecho un maleficio en  contra de tu madre, yo no puedo hacer nada para evitarlo, pero si te digo que a  lo largo de tu vida, ven a esta misma playa una noche de “San Juan” y aquí  encontrarás las respuestas a muchas preguntas, y quizás encuentres tu  felicidad, recuerda, te lo dice: “ La   Hada de la Noche de San Juan”. De pronto escuche unas voces, que me  hicieron volver al mundo real, no sabía si lo que había vivido momentos antes  había sido un sueño, o había sido fruto de mi imaginación. Miré hacia el lugar  de donde provenían las voces, y vi a dos hombres vestidos de uniformes que  venían en nuestra dirección. Me alegré de verlos, aunque en el fondo de mi  corazón sabía que traían malas noticias.
 -Vosotros sois los hijos de Lola y Jacinto-  me preguntaron
 -Si señor- respondí, ¿Dónde  está mi mamá y mi papá?-pregunté.
 -Ahora no es el momento de preguntas  -contestó uno de los hombres.
 -Venir con nosotros que tenemos que hacer  unas diligencias, ya os enterareis donde están vuestros padres en su momento.
 Mi hermano en ese instante se despertó, se  puso a llorar sin consuelo; tenía hambre, el quería su vasito de leche con un  trozo de pan migado, eso era el desayuno que todos los días le preparaba mi  madre. Yo como una madrecita, le dije al señor que el niño tenía hambre y que  le trajeran un poco de leche. Mi gesto hizo gracia a un guardia que había en  las oficinas de la policía; éste  se  levanto, cogió dos vasos y en ellos vertió un poco de leche, abrió un cajón y  saco una pieza  de pan, lo partió por la  mitad y me lo extendió con una sonrisa.
 -Muchas gracias, señor -le dije.
 Cogí el pan y una parte la desmenuce en uno  de los vasos, cogí una cucharita que me ofreció el mismo hombre, y me puse a  darle el alimento a mi hermano. Una vez hubo comido, me tomé yo el otro vaso de  leche y el trozo de pan que me había ofrecido el señor tan amablemente.  Aprovechando el buen humor del guardia que me había ofrecido la leche, me  dirigí hacia él, pidiéndole por favor que me indicara donde estaba el Waters,  tanto mi hermanito como yo, teníamos necesidad de usarlo. El pequeño estaba  intranquilo, y yo tan asustada que me di cuenta en ese momento que algo muy  grave había ocurrido; fue tanto el impacto de la sensación que sentí en ese  momento, que empecé a llorar sin consuelo, abrazando a mi pequeño con todas mis  fuerza; mi hermano a ver mi reacción también empezó a llorar.
 -Niña, ven aquí, ¿Cómo te llamas?- preguntó  uno de los policías.
 -Candela, señor, me llamo Candela, y mi  hermanito se llama Miguel.
 -bien, pequeña. Tus padres ya no van a  venir, estamos investigando si tenéis algún familiar que se pueda hacer cargo  de vosotros.
 -¿Donde están mis padres? ¿Dónde están mis  padres?-grité
 -Pequeña, tus padres han sufrido un  accidente y no pueden venir, ya nunca vendrán, porque están muerto.
 Esta afirmación del policía, me cayó como  un mazazo, la vista se me nubló, y en ese momento crecí, crecí tanto que  comprendí que mi mundo y el de mi hermano se había hundido, nos habíamos  quedado sin padres, ¡solos, completamente solos! ¿Qué sería de nosotros ahora?  ¿Qué les había ocurrido a mis padres?  Yo  quería saberlo, ¡no, no podían estar muerto!
 -¡Papa, mamá! Llamaba a mis padres con  desesperación, la única respuesta que tuve fue la del policía  amable que se acerco a mí, sacó un pañuelo de  su bolsillo, me secó las lágrimas y acariciándome la mejilla, me dijo:
 -Hija, no te aflijas tanto, la vida te ha  dado un golpe muy fuerte, eres muy pequeña para entenderlo, cuando seas mayor  entenderás lo que ha pasado con tus padres, ahora no podemos explicarte nada,  solo que ellos han muerto y ahora tu vida y la de tu hermano va a cambiar.  Iréis a un colegio, hasta encontrar algún familiar que se haga cargo de  vosotros; tienes que ser fuerte y saber que no hay otra solución. Allí estarás  bien, te educaran y harán de ti una mujercita, ya verás como todo va a ir bien.
 Ahora, cuando pienso en ese buen hombre y  en las palabras de aliento que me dedicó, recuerdo también como se humedecían  sus ojos. Durante mucho tiempo en la penumbra de mi dormitorio del colegio,  recordé esas palabras, esos ojos llorosos y   siempre agradecí haber encontrado a ese señor en aquel lugar tan  horrible y frío, su sonrisa fue como un bálsamo a mi desdicha.
 Pasada varias horas, apareció por la  oficina una mujer de unos cincuenta años aproximadamente, vestía un traje  sastre de un gris oscuro, su cabello se recogía en un moño bajo, a la altura de  la nuca; sus ojos enmarcados en unas gafas redondas, le daba una imagen sería,  recordándome a un búho, dirigiéndose al policía amable dijo:
 -Estos son los niños, que hay que llevar al  Hospicio.
 -Sí -contestó el policía.
 -¡Niños, niños, venid conmigo! -Dijo la  señora. Tenéis que acompañarme, os llevaré a un internado, esa será a partir de  ahora vuestra casa.
 -¿Dónde están mis padres? -pregunté  sollozando.
 -Ese tema lo resolveremos más adelante,  ahora obedecerme sin más.
 Cogiéndonos del brazo, salimos a la calle,  donde nos esperaba un vehículo, subimos a él, y ella con esa voz ronca y  desagradable, ordenó al conductor que nos llevara a algún lugar. Después de  recorrer  la ciudad, llegamos a un  edificio muy grande.
 Bajamos del coche y nos encontramos  delante de una gran puerta de madera; hacía la mitad y en el centro había un  picaporte dorado y reluciente, de grandes dimensiones. La señora con toda su  energía, alzó la mano y cogiéndolo con fuerza   golpeo la puerta varias veces. Ésta se abrió y detrás de ella apareció una  mujer regordeta, luciendo un uniforme negro, adornado con un delantal blanco  con pasamanerías, en la cabeza llevaba una cofia también blanca.
 -¡Buenos días señorita Rosaura! Dijo la  sirvienta.
 -Déjese  de cumplidos y disponga de la habitación de la niña.
 -¡Tu, niña!, despídete de tu hermano, él  tiene que ir a la otra parte del internado, donde están los más pequeños y los  varones.
 -¡No por favor, no se lleve a mi hermano!,  es muy pequeño y quiere estar conmigo, ¡por favor, por favor! Gritaba sin  parar.
 -¡Déjate de niñerías, como comprenderás  esto es un internado y no puedes estar con tu hermano! -manifestó con tono de  pocos amigos, y arrebatándole al crío de las manos se lo llevó a gran  velocidad.
 Candela, quedó desconsolada, se extendió en  la cama boca abajo, y extenuada se quedó dormida. Se despertó bruscamente al  escuchar voces, eran otras niñas, que volvían a sus habitaciones a descansar,  después de recibir las lecciones. La habitación la tendría que compartir con  tres compañeras más, pues había en ella cuatro camitas y un pequeño armario,  donde pondría sus pertenencias si algún día las tenía, porque en este momento  no tenía nada más que lo puesto.
 La puerta de la habitación se abrió, y  aparecieron tres niñas más o menos de su edad, Candela se frotó los ojos, le  escocían de tanto llorar, estaba a la defensiva, no sabía que clase de niñas  serían, se quedó mirándolas sin decir palabra.
 -¡Hola! Se  adelantó a decir una de ellas, soy María, y esta es Lucía y esta Julia.
 -¡Hola! Dije tímidamente.
 -¿Porqué estás aquí? -preguntó.
 -Todavía no lo se, yo estaba en la playa  con mis padres, y de pronto desaparecieron, ellos me han dicho que están muerto  y por eso me han traído aquí, pero yo no me lo creo, mis padres vendrán pronto  a recogerme a mi y a mi hermanito Miguel, es muy pequeño, sólo tiene tres  añitos -dije.
 Las niñas se fueron acercando a la cama de  Candela, ellas comprendían que lo que le había dicho la señorita Rosaura sería  cierto, y sintieron por esta niña recién llegada mucha pena, porque sabían que  una vez que entraban en el internado, sería muy difícil salir, ya que todas las  que estaban allí, eran niñas abandonadas a su suerte, por cualquier motivo, y a  esa edad era difícil conseguir una nueva familia; las personas que venía a  adoptar  niños, los preferían recién  nacidos o más pequeños.
 De pronto se abrió la puerta de la  habitación, introduciéndose en ella la señorita Rosaura, detrás de ella como un  perrito faldero apareció la sirvienta, la misma que abrió la puerta cuando  llegaron, Las niñas se quedaron petrificada con la presencia de esa mujer, y  eso era un indicador que la tal señora no se andaba por las ramas y con  expresión dura y firme, como si de un cuartel se tratara dijo:
 -Niñas, esta es vuestra nueva compañera, se  llama Candela, y está aquí porque no tiene padres que la cuiden, por tanto a  partir de ahora ésta será su habitación y la compartirá con vosotras. No quiero  peleas ni discusiones, sino, os la veréis conmigo, ¡entendido!
 -Si, señorita Rosaura -contestaron las tres  niñas, con un tono cantarín.
 -Y tu Candela, ve con la sirvienta que te  va a dar un baño, y te pondrá  un pijama,  aquí tienes este uniforme, que será el que utilices a partir de ahora.
 -Señorita Rosaura- dije con timidez,  quisiera saber como está mi hermano,
 -No te preocupes de tu hermano, él estará  bien, ya está descansando, el domingo podrás verlo un rato -contestó.
 Las voces, de los muchachos y muchachas que  bailaban alrededor de la hoguera, hizo que volviera al momento presente, noté  como por mis mejillas caían dos ríos de lágrimas, eran lágrimas de dolor, un  dolor intenso que partía mi alma cada vez que me trasladaba a los recuerdos de  una infancia ingrata, una infancia que quedó allí, porque esa noche de “San  Juan” de hacía veinte años, de un solo golpe me convertí en una niña adulta, en  una niña que dejó su niñez delante de una hoguera de “San Juan!, por culpa,  …¡Dios mío! ¿Quién tuvo la culpa de nuestra desgracia?, mi madre, o quizás mi  padre, tal vez fue el destino que ya nos tenía predestiladado ese dolor, sin  compadecerse de unos crios, de unos niños que no tenían culpa de nada, ni  siquiera de haber nacido. Nosotros pagamos con el dolor de seguir viviendo y  vosotros padres míos, pagasteis con vuestra vida.
 Inmersa en este pensamiento me encontraba  cuando de repente alguien me cogió bruscamente de la mano y me inserta como si  se tratara de una perla en un collar, en una rueda formada por gentes  desconocidas embriagadas por el frenesí de las llamas de la hoguera de “San  Juan”. Al principio, no me gustó la interrupción de ese desconocido, pero sin  darme cuenta, estaba disfrutando de la algarabía y de la alegría contagiosa de  esas personas, que en definitiva nada me unían a ellas. En uno de los brincos,  dí un traspié, y el mismo joven que me había incorporado a la rueda, me tendió  la mano ayudándome a levantarme.-
 -¿Te has hecho daño? -preguntó.
 -Un poco –contesté e intenté levantarme,  tarea que me fue muy dificultosa, porque el pié había sufrido un esguince.
 -Vaya, parece que el pie no lo puedes  apoyar, espera que traiga mi coche y te acerque al hospital más próximo.
 -No por favor, no te moleste -contesté.
 -No es molestia, aquí no te puedes quedar,  ese pié habrá que inmovilizarlo seguramente.
 -Bueno, acepto tu amable oferta, me llamo  Candela.
 -Eso está mejor, yo soy Jorge.
 Ambos se sonrieron, él la ayudó a  levantarse cogiéndola del brazo, Candela como pudo se apoyo en su salvador y  dando pasitos cortos intentaba andar con una sola pierna, Jorge sin pensarlo,  la cogió en brazos y la llevó al vehículo que estaba aparcado en la entrada de  la playa.
 Candela a sus veintisiete años era una  joven muy atractiva, su pelo agraciado y negro le caía sobre los hombros, en  ese momento descubiertos; su vestido de un rojo intenso contrastaba con su pelo  y piel tostada por el sol. Su ojos negros y grandes estaban adornados por unas  largas pestañas, ciertamente su cara se asemejaba a las bellezas andaluzas que  pintores como Romero de Torres, reflejaban en sus lienzos. Su cuerpo estilizado  y con formas, la hacia realmente bella.
 Jorge la ayudó a subir al coche, mientras  iban camino del hospital, este le dijo: ya sabes como me llamo, pero para tu  tranquilidad,  te diré que soy  periodista, reportero gráfico, y he venido a ver a mis tíos que viven aquí,  ellos me han criado desde que mis padres murieron en un accidente de aviación  hace bastantes años. Ellos se hicieron cargo de mí, y ahora prácticamente los  considero como si fueran mis padres, ¡ah! y mi hermanito que así le llamo, es  su hijo, un joven conquistador de apenas veintidós años; es un chico estupendo,  está en la universidad realizando los estudios de medicina, siempre ha querido  ser médico, mis tíos están muy orgullosos de él.
 -Que bien, tener una familia, esa suerte no  la he tenido yo, mis padres también murieron, y me quedé sola a los siete años,  con mi hermanito que solo tenía tres.
 -Que triste parece tu historia Candela,  ¿Qué pasó después?
 -Pasar, pasó de todo, desde llevarnos a un  colegio de niños y niñas huérfanos, hasta dar en adopción a mi hermano. Él  fue adoptado al ser  todavía pequeño; además de ser un cielo, una  preciosidad de niño, a mí me lo arrancaron a los pocos meses de entrar en ese  colegio. Fue adoptado con premura, y yo me quedé sin corazón; ahí fue cuando me  remataron de dolor. Recuerdo el momento en el que se llevaron a mi hermano, por  segunda vez ( la primera vez no tuve esa opción, se lo llevaron sin más, y creí  morir de pena)yo estaba detrás de la puerta que separaba nuestras habitaciones  y el hall de la entrada al colegio; esa puerta tenía un gran cristal, por donde  se podía ver todo lo que pasaba al otro lado, yo tenía apoyada mi carita de  niña sobre el cristal; mis ojos eran dos manantiales, pero mi garganta seca no  dejando que salieran las palabras que yo quería. Quería decirle a aquella  mujer, que llevaba a mi hermano en brazos, que no se lo podía llevar porque era  mi niño, mi hermano, y en caso que se lo llevara, que me adoptara a mi también,  que no nos separara, que eso era un acto de crueldad. La señora al pasar cerca  de la puerta y ver mi rostro, solo me regaló una sonrisa.
 La primera vez que fuimos con nuestros  padres, a la playa a ver la Noche de San Juan   fue hace veinte años atrás, cuando ellos murieron, en extrañas circunstancias,  una noche como la de hoy, aquí, en el mismo lugar donde me has conocido. Esta  noche he tenido el valor de venir, y estar en el mismo escenario de aquella  noche; quería pedirle a las hadas y brujas, que me  enseñaran el camino para descubrir la verdad  de lo que pasó ese día nefasto a mi familia,; porque todavía no lo se, y eso me  corroe el alma. Quiero saber la verdad de mi vida, mi vida ahora es un puzzle y  quiero ir encajando todas las piezas, aunque sea eso lo único que haga en mi  vida, ¡quiero descubrir donde está mi hermano! Tengo una deuda con él, quiero  decirle  que no pude hacer nada para  retenerlo a mi lado, que lo intenté pero no me dieron opción, era demasiado  pequeña para luchar por él. Hasta que no descubra la verdad, no podré descansar  y menos ser feliz.
 -Ya hemos llegado al Hospital, me gustaría  que me siguieras contando la historia de tu vida, si me lo permites quizás yo  pueda ayudarte, a descubrir junto a ti   la verdad de tu historia.
 -No quisiera aburrirte con mis cosas, ahora  vamos a ver este pie.
 Cuando estaban en urgencias esperando el  turno para ver al médico, apareció un joven y se fue directamente a saludar a  Jorge, al verlo sentí algo especial, su cara y facciones me parecían  familiares, ¡que joven tan guapo!  -pensé
 -Hola Jorge! – saludó, ¿que haces por aquí?
 -¡Que tal Michel! Estoy con una amiga, que  ha tenido un percance en el pié; mira esta es Candela, y él Michel, mi primo.
 -Candela saludó al joven y al acercarse  para darle un par de besos, sintió nuevamente una sensación inexplicable que le  aturdió.
 -¡Hola, que tal! -contestó Candela.
 -Me toca hoy  guardia en este hospital, ahora mismo pasaras a rayos a ver que tal está  este pié.
 -Inmediatamente apareció un enfermero con  una silla de ruedas, le ofreció a la paciente que se sentara, y sin más  desapareció pasillo adelante acompañada de mi primo.
 Pasada escasamente media hora, apareció  nuevamente Candela y mi primo Michel, ambos venían sonriendo.
 -Todo  solucionado, no ha sido nada grave, en unos días se encontrará bien, solo ha  sido una torcedura, estará una semana en reposo, meterá el pié en baños de agua  caliente dos veces al día y con unos antiinflamatorios, en nada estará curada.
 -¡Muchas gracias  Michel! Ha sido un placer conocerte, y espero que en un futuro, cuando termine  tu periodo de prácticas, te conviertas en un buen médico.
 -Si, eso espero,  esta profesión es mi vida, desde pequeño he querido ser médico, y gracias a mis  padres que me han apoyado siempre, ahora voy a ver mis sueños hechos realidad.
 Se despidieron de Michel, y se dirigieron  hacía el coche, ella iba apoyada en unas muletas que le había proporcionado  Michel. Una vez en el coche, Jorge le preguntó por la dirección de su casa, y  esta le dijo, que no vivía en esta ciudad, que estaba alojada en un hotel,  había venido expresamente a pasar la noche de “San Juan” en esta ciudad y en  esta playa, para ver si iba encajando las piezas del puzzle de su vida, y el  comienzo era esta noche y esa playa.
 -Candela, ahora  tienes que pensar en recuperarte, deja pasar unos días, y cuando estés  completamente restablecida, yo te ayudaré si quieres, sabes que soy periodista  y me será más fácil investigar lo que tu desees, ¿te parece bien mi oferta?.
 -Casi ni me  conoces, como puedes estar tan seguro que quieres ayudarme a encontrar mis  raíces.
 -En la playa,  llevaba un rato observándote, me dí cuenta que estabas absorta en tus  pensamientos, allí parecías una diosa, en ese momento me embrujaste con tu  misterio, por eso me acerqué a ti, solo deseaba conocerte, sabía que eras una  persona especial, y ahora que estoy a tu lado lo corroboro. Candela, quiero  conocerte, quiero que me dejes ayudarte, ¡por favor confía en mí! Ahora dime la  dirección del Hotel, te llevaré para que descanses y mañana será otro día,  mañana seguiremos hablando si te parece bien y así lo deseas.
 Se dirigieron al Hotel que ella le indicó,  le ayudó a subir, y una vez que estuvo instalada, ella le ofreció una copa;  copa que sirvió él, wiski con soda tomaron los dos. Permanecieron hablando un  rato, ella le contó que se dedicaba al mundo de la moda, era diseñadora de una  firma comercial de gran prestigio, pero que su vocación verdadera era escribir  novelas; había escrito un par de ellas y estaba pensando  buscar un editor para que valorase su trabajo  y si lo consideraban bueno, que se publicara. Le contó que había viajado mucho  por el extranjero para documentarse y poder escribir con el mayor de los realismos.  Jorge estaba entusiasmado con todo lo que le estaba contando y no pudo evitar  hacerle la siguiente pregunta:
 -Candela, ¿porqué hasta ahora no has  intentado saber la verdad de lo que pasó la noche de “San Juan” hace veinte  años?
 -No lo sé,  supongo que me daba miedo saber la verdad, sé que algo muy malo pasó y hasta el  día de hoy no he estado preparada para afrontarlo; ahora quiero sin perdida de  tiempo, descubrir la verdad, quiero saber quienes fueron mis padres y que les  pasó esa fatídica noche de comienzo de verano; un verano que se tornó amargo  como la hiel para mi, y también para mi hermano ¿Dios mío, que será de él?
 Jorge se dio cuenta que por esta noche  tenian que dejar el tema, por eso se levantó de un salto, se acercó a ella y  cogiéndole la mano le dijo:
 -Me marcho para  que descanse, mañana vendré a verte por la mañana, ¡ah, del desayuno no te  preocupes, je jeje, yo lo traeré! Mal empezamos esta relación ¡eh! Dijo entre  risas, ¡yo sirviéndote el primer desayuno! Se le acerco y le dio un beso en la  mejilla, ¡que descanses!
 Candela, quedó acostada en la cama, pero no  podía dormir, quería pensar en su nuevo amigo, pensó en él; lo visualizó como  un hombre atractivo, fuerte, sus brazos tenían fuerza, posiblemente iría a un  gimnasio, así lo demostraba su musculatura. Su pelo negro y lacio, cortado ni  poco ni mucho, enmarcaba su rostro dándole una belleza latina. Sus ojos rasgado  y de un negro profundo, le daba cierto aire de misterio, ¡si, realmente era  atractivo! ¿Podría enamorarme de ese hombre? -se preguntó- no sé, se dijo, el  tiempo tiene la respuesta a todos los misterios de la vida, ¡si, quizás me  enamore de él! Y con este pensamiento se quedó profundamente dormida. Soñó, que  paseaba por un lago de aguas cristalina, y al fondo había una hoguera, y de  ella salía una voz que la llamaba, no por su nombre, esa voz decía: ¡hermana,  hermana! ¡Búscame, búscame que estoy aquí, muy cerquita de ti! ¡Hermana,  hermana!............También soñó, con una mujer; la misma con la que soñó hace  veinte años, cuando su madre desapareció en la playa. La vio acercarse y con  una sonrisa le decía: pequeña, ya estas llegando a descubrir la verdad, sigue  buscando y encontrarás la felicidad. El hechizo de la malvada bruja de la noche  de “San Juan” tiene que desaparecer, pero eso depende solo de ti.
 A la  mañana siguiente, cuando se despertó, miró el reloj, eran las diez de la  mañana, Dios mío que tarde es, tengo que prepararme, inmediatamente se dio  cuenta, que estaba un poco limitada y debía mantenerse en reposo según le había  recomendado el médico. ¡Que fatalidad! Con la falta que me hace poder  levantarme, tengo tanto que descubrir- pensó- de pronto llamaron a la puerta,  era Jorge, que venía con una bolsa repleta de bollos y café caliente.
 -  ¿Qué tal se encuentra hoy la princesa? El día está esplendido, he traído una  silla de ruedas para que puedas pasear, solo tienes que dejarte llevar por tu  cuidador oficial, que soy yo.
 -  Está bien, me dejaré llevar y saldremos al mundo, hay muchas cosas que  descubrir.
 Desayunaron  tranquilamente, Candela se vistió con una falda larga de color azulón y una  camisa blanca, se recogió el pelo en una coleta, se dio un toque de polvos, una  pasada con la barra de carmín y ya estaba lista para empezar la odisea, tendría  que buscar todo lo referente al mes de junio de hacía veinte años; lo primero  sería  visitar una hemeroteca.
 Candela, se paró un  momento detrás de la puerta del baño, apoyó la espalda y la cabeza con fuerza,  cerró los ojos y visualizó a Jorge, estuvo parte de la noche intentando  recordar su cara y le fue casi imposible, y ahora lo tenía ahí, con las claras  del día, trayéndole  unos bollos para  desayunar, y ofreciéndole todas sus horas del día. No sabía que pensar, no  sabía lo que sentía, pero era verdad que con él se sentía muy a gusto, y hacía  a penas un día que lo conocía, ¡dios mío! ¿Como es posible? Además, sentía una  atracción especial, se turbaba cuando lo tenía cerca, esa sensación era nueva  para ella, y estaba desorientada. Antes de salir del baño, volvió a mirarse en  el espejo, quería estar bonita para él.
 Salieron del hotel, y se  dirigieron a la calle principal, camino de una hemeroteca que había en esa  zona, una vez allí entraron. Una señorita les atendió muy amablemente y les  indico donde tenían que buscar. Empezaron por buscar el año y después el mes,  no les costó mucho trabajo encontrar lo que buscaban. La noticia estaba en la  primera página y decía.: “Una mujer y su amante son asesinados a tiros por el  esposo celoso, posteriormente a estos hechos el homicida se suicida con un tiro  en la sien” Después de leer esto, Candela se tambalea, Jorge la toma entre sus  brazos para que no caiga al suelo.
 -No te encuentras bien Candela,  dejemos por hoy  de buscar, seguiremos  otro día.
 -no,  quiero seguir leyendo la noticia. Esta    decía:
 En la noche de San Juan y en la  playa de las sirenas, se ha cometido un atroz asesinato, un hombre ha matado a  tiros a su esposa y a su posible amante, al parecer cuando los amantes estaban  juntos, apareció el homicida portando una pistola, haciendo varios disparos,  resultando muertos la mujer, cuya identidad   era  Dolores Almanzor Fernández.  Del hombre asesinado no se sabe por el momento su identidad. Al finalizar los  disparos, el homicida se dispara un tiro en la   sien, muriendo en el acto; según lo ha dictaminado el juez que ha hecho  los levantamientos de los cadáveres.
 Candela,  lloraba sin consuelo, ella entendía ahora muchas cosas, tenía que seguir  buscando en las noticias de los día siguientes, a ver si encontraba algo nuevo.  No se equivocó, porque en la noticia de la semana siguiente a lo ocurrido,  venía un reportaje en el que se decía:
 El hombre asesinado a  manos de un esposo celoso, era don José María Silva de Morejón, un actor  argentino, que se encontraba en la ciudad por casualidad y quiso vivir la noche  de “San Juan” quería descubrir por si mismo las tradiciones del lugar, encontró  bailando a una bella mujer que no conocía de nada,  la tomó por la cintura y comenzó a bailar con  ella, en la locura del momento, este caballero abrazó a la mujer y la besó.  Unos conocidos llamaron al esposo alertándolo de lo que estaba ocurriendo, y  este sin pensarlo cogió una pistola y en un ataque de celos les disparo a los  dos, y cuando se dio cuenta de lo que había hecho, se pego un tiro quitándose  la vida.
 ¡Dios mío!, ¡Dios mío!  ahora lo recuerdo, vi a ese hombre bailar con mi madre, fue la última vez que  la vi, parecía una diosa, llevaba un vestido con flores rojas, ¡Oh Dios mío!  ¡Papá porque lo hiciste!, ¿Por qué arruinantes nuestras vidas? ¡Porqué, porqué!
 Candela no tenía consuelo, estuvo  más de una hora sin moverse del sitio, después levantó la cara y me dijo:
 -Jorge,  te agradecería que me dejaras en el hotel, necesito estar sola y pensar.
 -Está  bien, te dejaré en el hotel,  y mañana  será otro día.
 Una vez en el hotel,  Candela se despidió de su amigo; le agradeció todo lo que estaba haciendo por  ella, le besó en la mejilla dejándolo que se marchara sin más. Una vez estuvo  acostada, se sintió muy cansada, cerró los ojos y se trasladó al internado; el  día fatídico que apareció la señorita Rosaura diciendo:
 -Niña, despierta, que tienes que ir  a despedirte de tu hermano, hoy será el último día que lo veas, porque una  familia lo ha querido adoptar, no te preocupes por él, porque va a estar muy bien,  mejor que en este colegio, tienes que estar contenta de su suerte. Esas  palabras las tengo gravadas a fuego en mi cerebro, no hay un día que no las  recuerde; nadie sabe lo que significaron para mí, fue como si una garra, de un  solo golpe me arrancara el corazón, la sangre se heló en mis venas, mi  respiración se detuvo, creí morir.
 -¡no,  no! Mi hermano, mi hermanito no se puede ir de aquí, aquí estoy yo y quiero  tenerlo a mi lado.
 -No  seas necia, niña, dijo la señorita Rosaura, sin el menor sentimiento.
 -¡no,  no! Mi hermanito no se puede ir de aquí sin mi.
 -¡basta  ya niña estúpida! Y agradece que te vaya a permitir que te despidas de él,  ¡agradécelo!
 Me agarró de la mano y  de un tirón me llevó a una salita donde estaba la sirvienta con mi hermano en brazos,  lo cogí y lo abracé con todas mis fuerzas, y al oído le dije:
 -Miguel,  mi ángel, acuérdate que en el cuello llevas la medallita igual que la mía, que  mamá y papá nos pusieron el día que nacimos, son iguales, solo las diferencia  las iniciales, no permitas que nadie te la quite, esa será la única pista que  tendré para buscarte el día que salga de aquí, ¿me has entendido? Miguel me  sonreía y afirmaba con la cabeza. El sabia o intuía algo, porque me apretaba la  mano con mucha fuerza, y cuando la señorita Rosaura, me indicó que lo dejara y  me retirara, Miguel me echo los brazos y empezó a llorar desesperadamente. Yo  lo abracé, lo abracé tan fuerte que por un momento creí que lo iba a asfixiar,  lo dejé en el suelo y salí corriendo de esa habitación. Ese día quedaría  marcado en mí como el día peor de mi vida, junto con la desaparición de mis  padres.
 No había pasado una semana, cuando  apareció aquella mujer odiosa, y dirigiéndose a mí me dijo:
 
                    
                      Tu hermano está de vuelta, la familia ha  tenido un problema y no se puede hacer cargo de tu hermano, mañana podrás ir a  visitarlo; ese pequeñajo no para de llorar día y noche.   No podía creer lo que estaba oyendo, mi pequeño estaba de  vuelta y podría  verlo al día siguiente.  El niño de Dios había oído mis súplicas, ahora rezaría todos los días mucho  más; no podría definir con palabras como me sentía de feliz. Esa felicidad,  duró poco, porque a los meses, mi hermano fue nuevamente dado en adopción por  las monjas que se habían hecho cargo del colegio, y desde ese día, perdí  definitivamente la pista de él, en aquel instante,   mi corazón dejó de latir, metafóricamente  hablando.Al día siguiente visité a mi hermano, mi pequeño ángel.  Cuando me vio llegar vino hacía mí como una bala; lo abracé con todas mis  fuerzas, y deseaba que ese momento no pasara, no quería separarme de él, mi  única familia.
 La pierna me dolía mucho, pero no  tanto como el recuerdo de la última vez que estuve con  mi pequeño ¿Dónde estará Dios mío? ¿Qué habrá  sido de él? Daría mi vida por saber donde está y si es feliz. Me levanté y fui  a buscar un calmante, no tanto por el dolor de la pierna, sino para que su  efecto me hiciera dormir y quitarme de la mente por unas horas el recuerdo de  aquella despedida despiadada.
 A la mañana siguiente, cuando llegó  Jorge con el desayuno, ya estaba arreglada, me había levantado muy temprano, la  noticia de la muerte de mis padres me había impresionado mucho, y lo mas  que podía era dormir más de cinco horas seguida.  Ya sabía la tragedia  de mi vida, ahora  lo que me quedaba para finalizar el puzzle era encontrar a mi hermano y no  sabía como iniciar la búsqueda, tendría que ir pensando en la estrategia que  seguiría para no ir dando palo de ciego.
 Cuando estábamos  desayunando, Jorge me preguntó por mi vida en el internado, quería saber como  había sido mi estancia allí, en realidad quería saber muchas cosas mías; a mi  también me venía bien hablar de todo eso, era como liberarme de una gran carga,  ¡si! le contaría mi historia. Según iba contando, se reflejaba en su cara el  sufrimiento que sentía de ver todo lo que había pasado una niña desde su tierna  infancia. Le conté desde la noche del fuego, pasando por el internado, y lo  malvada que era la señorita Rosaura, que disfrutaba haciéndole daño a las pequeñas  huérfanas. También le conté lo alegre que nos pusimos, cuando se fue del  Colegio, mejor dicho, se la llevaron presa, por haber golpeado a una niña con  la mala suerte que le dio demasiado fuerte y la dejó en el suelo sin vida. La  marcha de esta mujer -aunque fue un episodio muy triste para nosotras, porque  perdimos a una compañera- fue como una brisa de aire fresco. Llegaron para  hacerse cargo del  a colegio, unas  monjitas, verdaderamente todo cambió, aunque  había normas y castigos para las niñas que no se portaban bien, también había  recompensas y cariño.
 Recuerdo a la hermana Amparo; mujer  regordeta, su cara redonda y adornada con dos círculos rojos en los  mofletes,  siempre con una sonrisa casi  permanente, era la cómplices de nuestras andadas, esto le trajo más que una  regañeta de la madre superiora  Un día,  mi compañera María y yo subimos al campanario, y sin pensarlo dos veces, cogí  la cuerda y empecé a tirar con fuerza de ella, de inmediato empezaron a sonar  las campana, así estuvimos casi dos minutos, después salimos corriendo escalera  abajo para escondernos, allí estaba la hermana Amparo que nos escondió detrás  de un armario, cuando la madre superiora llegó, seguida de cuatro hermanas muy  enfadadas y con la intención de descubrir a las causantes del estropicio, la  hermana Amparo dijo que no había visto nada; supongo que esa “mentirijilla  piadosa” se la confesaría al día siguiente al padre Ignacio, que era el cura  que ofrecía misa todos los días en la Capilla del colegio, y era el cura  encargado de los pecados de las hermanas. Ese día salvamos la piel, gracias a  la complicidad de la hermana Amparo, que después de cada faena, nos llamaba y  con cara sería aguantando la risa nos decía:
 -Esta es la última vez que os cubro, sois  unas bandidas, no, peor aún, unas bandoleras, me vais a buscar que me trasladen  de aquí….
 No todo fue malo, en el colegio hice  amigas muy entrañables, sobre todo a María, que para mí, se convirtió casi en  una hermana; siempre estábamos juntas y nos contábamos nuestros secretos. Hoy  vive en Barcelona, está casada y es madre de dos niñas, de tres y un año. Su  esposo es un abogado afamado y ella es profesora en un instituto. Nos  escribimos a menudo. Soy la ahijada de su hija Mayor, que en mi honor le  pusieron mi nombre. El día que yo tenga un hijo, ella será su madrina.
 Las hermanas que nos cuidaban, nos dieron  la oportunidad de ir a la universidad, mi amiga y yo, aprovechamos la ocasión y  realizamos  estudios, y ahora les  agradezco todo lo que hicieron por nosotras. El día que ellas llegaron al  internado nuestras vidas dieron un gran cambio, dejamos de ser las víctimas de  una mujer malvada. Un día leí en un periódico, que esa mujer, se había vuelto  loca e intentó incendiar la prisión donde estaba encerrada. Ahora no sé que  habrá sido de ella.
 -Pobre niña -dijo jorge-, cuanto habrás  sufrido hasta convertirte en lo que eres ahora, la vida te debe premiar con  algo bonito, ya has padecido bastante, ahora nos centraremos en buscar a tu  hermano, y así podrás descansar. Vamos a hacer un paréntesis, y cuando estés  recuperada de la torcedura del pié, empezaremos la búsqueda. Mi tía quiere  conocerte, nos ha invitado esta noche a cenar, también ira mi primo Michel, ¿te  apetece?
 -Que amable son tus tíos al invitarme,  estaré encantada de compartir la cena con tu familia; sois tan acogedores, ¿ a  qué hora me recoges?
 -Te parece bien a las ocho.
 -Sí, perfecto.
 Candela se quedó delante del armario, no  sabía que vestido ponerse para esa noche tan especial, iba a conocer a la  familia de Jorge y quería causar una buena impresión; ella no tenía familia,  y  quería comprobar que se sentía en una  cena familiar, aunque ella no perteneciera a esa familia quería sentir el calor  y el amor que Jorge sentía por los suyos. Definitivamente, me pondré este  vestido de color beis, adornado con pasamanería de color ocre. Este collar me  sentará bien, quiero estar bella. Sin darse cuenta, pensó de una forma muy  especial en Jorge, ¡si! quería estar bella para él.
 Se tumbó en la cama, cerró los ojos y  empezó a imaginar, se veía en un barco muy grande, apoyada en la barandilla; la  luna llena iluminaba la noche, las estrellas destellaban, lanzando ráfagas de  luz como si quisieran mandarle un mensaje,   me sentía la reina del universo en ese instante; de pronto alguien me  cogió por la cintura, me volvió hacía él, y me abrazó; cuando me separé de él  le vi, era Jorge, me miraba con una sonrisa; se acercó a mí rozándome los  labios suavemente, al sentir esa sensación, mil mariposillas me invadieron el  estomago iniciando una carrera loca que yo no pude soportar, en ese momento di  un salto de la cama, volviendo a la realidad.
 Que tarde es- pensó-, tengo que prepararme  para la cena en casa de los tíos de Jorge; se maquilló, el pelo lo dejo suelto,  se puso el vestido con mucha parsimonia, se miró al espejo y la imagen que vio  le devolvió un guiño, eso quería decir que se veía bonita; se retocó el carmín  y salio muy despacito, apoyada en unas muletas; llevaba diez minutos de  retraso.
 -Disculpa el retraso Jorge, me he quedado  dormida, y con este pié no he podido correr más.
 -No te preocupes, has llegado a tiempo,  ahora iremos a comprar unas flores para obsequiárselas a mi tía, ¿te parece  bien?
 -Me parece perfecto.
 Cuando llegaron a la casa la familia de  Jorge, la recibieron con mucho agrado. Candela, al ver a la señora, sintió una  sensación extraña, como si la conociera de algo -pensó para sí-; sí,  definitivamente me recuerda a alguien.   Se sentía cómoda hablando con ellos, eran unas personas encantadora, y  se reflejaba el cariño que les tenian a su hijo y a su sobrino; se pasaron  parte de la noche hablando de las correrías de ambos cuando eran pequeños. A  Candela, le llamaba la atención que el primo Michel, le resultara tan familiar,  los ojos le impresionaban, y no sabía por qué tenía esa sensación hacia  una persona que acababa de conocer, y por qué  le  comunicaba esas sensaciones tan  raras, era como si ya lo hubiera conocido antes. Lo habré conocido en mi otra  vida - pensó bromeando-. Esa mirada, esos ojos, me trasladan a algún lugar,  pero no se donde.
 Cuando estaban cenado, Michel manifestó que  hacía mucho calor, y se desabrochó un par de botones de la camisa, dejando al  descubierto parte de su pecho, en ese instante a Candela se le cayó la copa de  vino de la mano, a consecuencia del efecto que le había causado descubrir en el  pecho de Michel una medallita igual a la suya.
 -¿Que te ocurre, te sientes mal Candela?
 -No, no es nada ha sido un mareo, del calor  se me ha debido bajar la tensión arterial.
 -Dejadme a mí, que soy casi médico -dijo  Michel, quedando el pecho muy cerca de la cara de ella, pudiendo contemplar más  de cerca la medalla que la había turbado tanto.
 Indiscutiblemente la medalla era la misma  que la suya, podría ser casualidad, sólo le quedaba ver el reverso de la misma;  así podría comprobar la inscripción que habría en ella, y descubrir en su caso  porque Michel tenía esa medalla, que podría ser o no, de su hermano. Candela  estaba muy nerviosa, intentó serenarse para que los familiares no se  intranquilizaran por ella;
 -La cena ha estado estupenda, muchas  gracias por recibirme con tanto cariño y tan amablemente, ahora me marcho al  hotel porque no me encuentro muy bien, creo que estoy haciendo muchos esfuerzos  y la lesión del pie se resiente.
 -Ha  sido un placer conocerte, cuando quieras puede venir a visitarnos, esta es tu  casa, y nos agradaría mucho que volvieras.
 Cuando salieron a la calle, Candela se  apoyó en el coche, y cogiéndole las manos a Jorge le dijo:
 -Tu  primo lleva al cuello la misma medalla que mi madre me puso a mi cuando nací,  mi hermano tenía otra igual, ¿no te parece extraño?
 -No, ¿porque me va a parecer extraño?  Muchos niños llevan ese tipo de medallas al cuello.
 -No, esa medalla son especiales, en ella  lleva una inscripción que dice:
 “Yo soy   la Señora, María Madre, la Virgen de todos los pueblos”. También tiene  las iniciales de su nombre y la fecha de nacimiento..
 -Jorge, tienes que hacerme un gran favor,  tienes que descubrir el misterio de esa medalla, tiene que ver las  inscripciones y si coinciden con lo que te he dicho, tendremos a través de tu  primo una pista para encontrar a mi hermano. Tienes que ayudarme a encontrarlo,  ¡por favor, ayúdame!
 -Por supuesto que te ayudaré, en esto estoy  contigo, tú me importas mucho, tus problemas, tus alegrías quiero compartirlas  contigo, Candela, quiero que sepas que estoy locamente enamorado de ti, quiero  que lo sepas. No, ahora no me digas nada, tómate tu tiempo para responderme, yo  sabré esperar todo el tiempo que necesites.
 -Muchas gracias Jorge, no sabes como te  agradezco tu ayuda y sobre todo tu comprensión, si, yo también siento algo muy  especial por ti, pero antes quiero encontrar a mi hermano, en eso tengo que dedicar  ahora mi tiempo, después todo vendrá rodado, el destino ya está escrito; yo  creo mucho en el destino y a ti te han puesto en mi camino una noche de “San  Juan”; se que esta vez, no me pasará nada malo, porque me ha tocado con su  varita mágica “ La Hada de la noche de San Juan”, me lo ha dicho en un sueño  -dijo Candela sonriendo.
 -¡Que cosas tienes pequeña! Manifestó  sonriendo Jorge. Ahora descansa y mañana será otro día.
 Cuando Jorge, la dejó descansando, se  marchó a casa de sus tíos  y aprovechando  que Michel no se encontraba en ese momento en la casa les preguntó:
 -Tíos, quiero preguntaros algo, Michel  lleva al cuello una medallita, siempre me ha llamado la atención, pero ahora me  gustaría saber la procedencia de ella,  y  porque esa  Virgen en especial.
 No había  acabado de hablar, cuando Jorge notó que a su tía se le cambió la cara.
 -Que pasa tía, hay algo que me quieras  contar que yo no sepa, si es referente a la medallita dímelo, necesito saber la  procedencia de ella. Es muy importante para mí, Candela está buscando a su  hermano pequeño, él fue dado en adopción y la única pista que tiene es una  medalla igual que la que posee Jorge; es igual a la suya, se las pusieron sus  padres cuando eran muy pequeños. Ella se la ha visto a mi primo hoy, cuando él  se ha desabrochado la camisa, se ha quedado muy impresionada y preguntándose si  es casualidad o es la medalla de su hermano, y si es así, como está en poder de  él.
 -Clara, ante esta situación, debemos  decirle la verdad a nuestro sobrino, él tiene derecho a saberlo, además es  justo que esta pobre muchacha descanse y descubra el paradero de su hermano  -manifestó su tío.
 -Jorge, tu tío y yo nos casamos y nuestra  ilusión era tener un hijo, pasaron siete años de nuestra unión y no venían los  hijos, estábamos desesperados, porque queríamos ser padres y nuestro sueño no  se hacia realidad. Un día fui a recoger unos dulces que hacían unas monjitas en  un  colegio de la ciudad, allí hice  amistad con la madre superiora del colegio. Una tarde como de costumbre, fui al  colegio a visitar a mi amiga sor Ángeles, y hablando con ella, le conté lo  apesadumbrados que nos sentíamos mi esposo y yo al no poder tener hijos; fue  entonces cuando la reverenda madre me dijo la posibilidad de adoptar un niño, y  que allí mismo había un niño precioso que hacía poco tiempo que se había  quedado huérfano, y era darle una oportunidad de ser feliz a esa criatura;  porque así tendría la posibilidad de tener una familia, y a la vez, se vería  cumplido nuestro sueños de ser padres. La idea me gusto, y le dije a la monja  que lo consultaría con mi esposo y le daría una respuesta. Al dirigirme a la  puerta de salida, me encontré con una hermana que llevaba en brazos a un niño  precioso, me miró con unos ojitos que me cautivaron, le pregunté como se  llamaba y me dijo:  Miguel, le acaricié el pelo y aquel ángel me  echo los brazos, lo cogí y sentí su calor, verdaderamente me quedé prendada de  él.
 Cuando llegué a casa, llame a tu tío  enseguida y le conté todo lo que había pasado esa tarde, y que me gustaría  mucho poder cuidar a ese niño, ser una verdadera madre para él. Tu tío me vio  tan feliz y tan segura, que no dudó un momento en aceptar lo que le proponía y  me dijo: si tú quieres seremos unos padres para ese niño. A partir de ahí ya  sabes todo, tu te has criado con Miguel, tu primo, habéis sido como dos  hermanos, y nosotros os queremos a los dos con locura, sois mis hijos -dijo la  tía llorando.
 Para nosotros sería muy penoso que  ahora le tengamos que descubrir la verdad a Michel, él se va a sentir muy mal  sabiendo ahora la verdad, puede que nos reproche el no habérselo contado a su  debido tiempo, si ahora lo descubre va a ser muy desgraciado.
 -Tíos, yo tengo la obligación de contárselo  a Candela, creo que ella tiene todo el derecho del mundo de saberlo y poder  abrazar a su hermano, ella decidirá lo más conveniente para todos.
 -Por supuesto que si, hijo mío, ella tiene  ese derecho, y si Dios la ha puesto en nuestro camino, será por algo;  ella hará lo que tenga que hacer. Tanto tu  tía como yo, sabremos aceptar lo que ella decida.
 -Gracias por vuestra comprensión, sabéis  que Candela me importa mucho, creo que es la mujer de mi vida, y le voy a pedir  que sea mi esposa, es lo que más deseo en estos momentos.
 -Bien hijo mío, nosotros deseamos tu  felicidad, igual que la de Michel, y ella será para nosotros como una hija, si  ella acepta seremos una familia.
 Jorge se despidió de sus tíos, que aún  seguían abrumados por los acontecimientos de la noche, tendría que asimilar la  noticia, y salir del enredo lo mejor que se pudiera. Ya en su habitación pensó:  mañana será un día excitante para Candela, la noticia la va a alegrar mucho, le  pediré que haga las cosas con prudencia para no herir innecesariamente a mi primo  y a mis tíos; seguro que ella lo comprenderá y aceptará mi propuesta.
 Cuando fui a recogerla al hotel, la  encontré en la cafetería, estaba desayunando, me saludó con la mano y yo me  acerqué. No sabía como empezar a decirle lo que había descubierto, que dejara  ya de buscar a su hermano, porque lo había encontrado; absorto en este  pensamiento estaba cuando me dijo:
 -Jorge, sabes que he tenido un sueño  maravilloso, he visto envuelta en una nube. “Al Hada de la noche de San Juan” y  sonriendo me ha dicho: Candela, tu destino está escrito ya; yo me he encargado  de escribirlo para que seas feliz, y encuentres lo que andas buscando. De ti  depende, ver lo que tienes delante de los ojos y saber valorarlo, sólo depende  de ti.  Tienes que ser humilde, y apreciar  lo que la vida a partir de hoy te ofrecerá; valora a las personas que te  quieren, y con ellas, sé feliz, no te dejes llevar por malos impulsos: si haces  caso a lo que la vida te ofrece, a partir de hoy, tendrás días muy felices y,  sobre todo una familia que te quiera de verdad. Si alguna vez tienes una hija,  llámala Esperanza, es el nombre que define tu historia También tengo que  decirte, que esa noche fatídica donde tus padres murieron, fue culpa de una  bruja malvada que subió de lo más profundo de la tierra, surgió del fuego, pero  del fuego maligno que a veces destruye a la tierra y todo lo que cae  en sus manos. Afortunadamente, yo estaba  allí, y pude con un hechizo contrarrestar su maldad y me hice tu protectora  y de tu hermano. Él esta bien y muy cerca de  ti, pronto lo encontraras y lo podrás abrazar, pero no le hagas daño, piensa  mucho sobre lo que te estoy diciendo. También tengo otro mensaje: no busques el  amor lejos, lo tienes muy cerca. Diciendo estas palabras desapareció.
 Jorge quedó maravillado de lo que le estaba  contando, el no creía en brujas ni hadas, pero sin embargo ella, le estaba  diciendo que había soñado lo que él prácticamente le iba a contar, o al menos  parte, ¡Dios mío! que cosas pasan a veces tan inexplicables-
 -Candela tengo una noticia maravillosa para  ti, he estado hablando con mis tíos, referente a la medallita de mi primo, y  ellos me han confesado que mi primo fue adoptado, en el mismo colegio donde  estabais, y que coincide las iniciales y la inscripción de la medallita con la  de tu hermano; medallita que mis tíos respetaron siempre, y nunca se la  quitaron del cuello, él, no se sabe porqué,   siempre la protegía y no permitía que se la quitaran del cuello, según  me ha contado mi tía. Ellos han quedado muy sorprendido con la noticia, y que  tú seas aquella niña que mi tía vio detrás de una puerta, ella no sabía que  erais hermanos, sino te hubiera llevado a ti también; eso es lo que me ha  manifestado.
 Candela quedó perpleja con la noticia, no  tenía en ese momento capacidad de respuesta, solo decía: ¡!no es posible, ¡no  es posible, algo me decía que esos ojos, esos ojos, me trasmitían algo  especial, ¡Dios mío, Dios mío! se levantó de la silla y abrazó a Jorge con  todas sus fuerzas.
 -¡Gracias, muchas gracias por tu ayuda! Sin  ti nunca hubiera sido posible encontrar a mi hermano.
 -No seas injusta Candela, todo se lo debes  “Al Hada de la noche de San Juan”, después de estas palabras, jorge se quedó  pensativo, ¿por qué habría dicho eso si él no creía en esas cosas? Candela,  sabes lo que significa esto para mis tíos, y para tu propio hermano, debes  pensar en eso y si es conveniente descubrir la verdad, puede que eso le haga  mucho daño a Michel, le reprocharía a sus padres el que no le hubieran dicho la  verdad.
 -Sí, eso es verdad, tengo que pensar muy  bien lo que debo hacer al respecto, lo que yo menos quiero es hacer daño a mi  hermano y a tus tíos, tendré que pensar.
 -Bueno esta noticia merece  una buena cena, te propongo que esta noche  vayamos a cenar a un restaurante que conozco y después a bailar, tengo que  hacerte una proposición.- dijo Jorge.
 -Acepto encantada, hoy me dejaré llevar por  ti, a ver si me sorprende de nuevo. Jorge, no se como agradecerte todo lo que  has hecho por mi, eres increíble.
 Candela estaba muy nerviosa, las horas  pasaban muy lentas, tenía ganas de estar de nuevo con Jorge, se había dado  cuenta que lo necesitaba, quería estar con él todo el tiempo.
 -¡Dios mío, me he enamorado como una loca  de él!  -pensó.
 Llenó la bañera y echo en el agua unas  sales relajantes y perfumadas, se quedó más de medía hora sumergida hasta el  cuello en la bañera, después se frotó el cuerpo con una crema hidratante muy  perfumada, dejando un agradable olor en su piel.
 -Sí, seguro que mi piel le resultará  atractiva esta noche a mi amor -se decía.
 A la hora de vestirse, eligió un vestido  negro que -en honor a la verdad- le hacía una figura esbelta; recogió su pelo  en un moño italiano, dándole un toque muy sensual y elegante. Sus zapatos de  tacón y  charol negro, aún la hacían más  esbelta. Se miró al espejo, y se vio realmente bella. Esta noche conquistaré  definitivamente el corazón de mi amado, con este pensamiento, cogío el bolso y  el chal  y se  dirigió a la calle.
 Allí estaba esperándole Jorge, que salio  inmediatamente a su encuentro cuando la vio.
 -¡Jesús, que guapa estas, tesoro! Eres la  más bella de las mujeres.
 -Gracias, eres muy amable conmigo Jorge.
 Se dirigieron al restaurante que había  elegido especialmente para ella; el camarero los llevó a una mesa en un lugar  reservado, era un rincón muy acogedor. Cenaron y bebieron champán francés, y  con la copa en alto  Jorge dijo:  brindemos por el feliz reencuentro con tu hermano  y a la vez, por haber tenido también la  enorme fortuna de conocerte. De pronto Jorge sacó una pequeña cajita, la abrió  de  ella sacó un anillo, un brillante y  sentenció:
 -Mi amor, quiero ofrecerte este anillo,  como muestra del amor que siento por ti; si tú me aceptas, quisiera que fueras  mi esposa, es lo que más deseo en el mundo. Te amo locamente, desde el día que  te vi en la playa.
 -¡Oh, Jorge! Yo también te quiero, y deseo  con todas mis fuerzas ser tu esposa, ¡si! es lo que más deseo. En ese momento  se levantaron de la mesa, él la llevó a la pista de baile y allí se fundieron  en un abrazo de amor profundo; cuando cerró ella los ojos, se le apareció la  imagen sonriente de “La Hada de la Noche de San Juan”, fue sólo un instante,  pero se dio cuenta que  ella con esa  sonrisa, aceptaba de buen grado mi decisión. ¡Gracias mi querida protectora,  gracias de corazón por protegerme! –se dijo, desde el fondo de su corazón.
 Camino del hotel, Jorge le propuso que se  casaran lo más pronto posible, y ella acepto de buen grado.
 -Mañana mismo empezaremos los preparativo  de la boda, será una boda sencilla, y estarán todos nuestros amigos,  definitivamente mañana mismo empezaremos a prepararla.
 Esa noche, Candela pensó en su hermano,  tendría que decidir que haría, si decirle la verdad o dejar las cosas tal cual.  De todas maneras ella se casaría con Jorge, y para él, Michel era como un  hermano, por tanto yo sería también para él una hermana, y más sabiendo yo  quién es él; si dejara así las cosas, seguro que ninguno sufriría y sería un  gesto honorable de mi parte para  los  tíos de Jorge. En ese momento recordé el sueño que tuve con “La Hada de la  noche de San Juan”,  ella me envió un  mensaje, diciendo: que no me moviera por impulso y pensara bien mis decisiones,  para no herir a nadie. Definitivamente había tomado una decisión, Michel se  convertiría en mi hermano, cuando me casara con Jorge, y así quedaría todo el  puzzle perfecto y no se le haría daño gratuitamente a nadie. El puzzle de mi  vida había encajado perfectamente, ahora podría descansar tranquila.
 Al día siguiente, fui a ver a los tíos de  Jorge, hablé con ellos y le explique la decisión que había tomado. Ellos me  abrazaron y agradecieron mi decisión, y me dijeron: “que a partir de ese  momento, seriamos una familia, y yo para ellos sería como una hija.” Tanto  Jorge como yo, les propusimos  que fueran  los padrinos de nuestra boda y aceptaron encantados. Al momento llegó Michel  con su habitual sonrisa, Candela se levantó de inmediato se dirigió hacía él,  los abrazó y mientras lo hacía, visualizó las imágenes de sus padres que les  sonreían del más allá, no se sabe porque fuerza extraña, Michel, su hermano,  también se fundió en ese abrazo único, fue como si el tiempo se hubiera  paralizado de repente para los hermanos.
 -¡Enhorabuena a los dos!, ya me he enterado  de la noticia, y estoy encantado de tener a Candela como hermana, ahora lo que  necesito son sobrinitos –dijo, con una gran carcajada.
 Al cabo de dos meses, nos casamos, fue una  ceremonia muy bonita, donde estuvimos acompañados por nuestros amigos Mis  amigas del colegio también vinieron, y María me recordó que del  primer hijo seria ella la madrina.
 -Por supuesto le dije, y mi primo Michel  será el padrino.
 -Yo estaré encantado, prima Candela de ser  el padrino.
 Me sentía la mujer  más feliz del mundo, por haber encontrado a mi hermano, al hombre de mi vida, y  a una familia extraordinaria. No había trascurrido el año, cuando dí a luz a  una parejita: un niño moreno como su padre, y una niña de tez blanca, su pelo  tirando a pelirrojo, me recordaba la imagen bella de “La Hada, de la Noche de  San Juan”. Esa noche, abrí la ventana y bajo el cielo estrellado, cogí entre  mis brazos a la niña, la alcé y dije:
 -Mi buena amiga y  protectora, esta niña que tiene el color de tu pelo y en tu honor se llamará  Esperanza. Repetí la acción con mi hijo y dije:
 -Este es mi hijo,  tan parecido a su padre, se llamará Juan. ¡Protégemelos  a los dos, con todas tus fuerzas, querida  amiga!
 En ese momento  corrió una brisa suave que me rozó la mejilla y como si de un beso se tratará,  cerré los ojos y sentí su calor…
    En Ceuta, a 17 de  octubre de 2008
                                                                                          Fini  Castillo  Sempere 
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                _clip_image002.jpg) LA  SUPERACIÓN
                                                                                     Yo no pedí nacer,  pero nací; lo hice un día de septiembre. Aparentemente, fui bien recibido por  mi familia, aunque no fui un hijo buscado; más bien fui una equivocación. Mi  padre procedía de una familia modesta y mi madre de una medía alta. Ellos se  casaron dos años antes de mi nacimiento, se conocieron en la universidad cuando  ambos estudiaban la carrera. Mi padre se licenció en ciencias empresariales y  mi madre en historia.Como iba diciendo, en un principio,  la noticia del embarazo de mi madre, fue acogida sin grandes espavientos.  Ellos hubieran preferido esperar algún año  más antes de traer hijos al mundo, porque querían establecerse y tener una  situación más desahogada, pero como las cosas surgieron de esta manera, no quedó  más remedio que afrontarlo lo mejor que pudieron.
 Mi padre, encontró trabajo en una  empresa de automóviles, mientras, mi madre preparaba unas oposiciones, quería  conseguir una plaza en la administración. La economía no era mala, pero tampoco  muy boyante, ya que mis padres se habían comprado un piso y estaban pagando una  hipoteca.
 Mis abuelos maternos, no estaban  contento con la elección de mi madre con respecto a la boda con mi padre; ellos  querían para su hija un marido que tuviera un estatus familiar más acorde a su  situación económica, por tanto las relaciones no eran del todo cordiales, se  trataban pero no se tenían ningún cariño. Mi padre, nunca les perdonó el desprecio  y las negativas que tuvieron con él desde el primer momento de la relación; esta  situación trajo consigo una animadversión entre ellos que duró siempre.  A lo largo de mi infancia, comprobé este  hecho. En algunas ocasiones, mis abuelos maternos nos visitaban, no eran bien  recibidos por mi padre; esta hecho provocó situaciones violentas en muchas  ocasiones entre  mis padres. Las visitas  cada vez eran menos frecuentes, y fui creciendo con la ausencia de ellos.
 Mis abuelos paternos, vivían en un  pueblecito del norte, entre montañas, eran humildes y tenían poca, por no decir  ninguna relación con su hijo, éste, se avergonzaba de la condición humilde de  sus progenitores, de vez en cuando les mandaba un giro de dinero, y así hacía  descansar su conciencia.
 ¡Ah! Me voy a presentar: yo era un  recién nacido como todos, mi peso fue de tres kilos ochocientos gramos, mi pelo  era negro, al igual que mis ojos; como veis, todo normal como cualquier niño  recién nacido, hasta que a los tres meses, y en una revisión médica, el doctor  notó algo raro en mí, y después de hacerme varias pruebas, diagnostico una  enfermedad rara, que afectaba a las extremidades inferiores. Una vez seguro el  médico de la enfermedad; se lo comunicó a mis padres, estos quedaron muy  afligidos y decidieron visitar a otros médicos para tener varias opiniones.
 Mis padres visitaron varios  especialistas, incluso se trasladaron a otra ciudad en busca de solución y un  diagnostico menos dramático, la respuesta fue la misma: -“vuestro hijo padece  una enfermedad que afecta a las extremidades inferiores, no desarrollándose la  musculatura de las piernas, vuestro hijo no podrá andar, tendrá que hacer uso  de una silla de ruedas”.
 Esta situación desequilibró  la relación entre mis padres, les venía un  problema que  les superaba, y yo me  convertí para ellos en “un problema”y sobre todo en una carga. Fui creciendo y  según pasaba el tiempo notaba en mis padres mucha crispación, casi no hablaban,  y cuando lo hacían eran puros reproches. Yo me convertí en el protagonista,  siempre reñían por el mismo tema, y por desgracia el asunto a tratar   era  yo, discutían y discutían sobre quien tenia que cuidarme, ellos trabajaban y  era un problema tener que dedicarme a mi tanto tiempo. Yo me quedaba en mi  cuarto llorando, deseaba con todo mi corazón poder andar, ser como los demás  niños que enorgullecían tanto a sus padres; me consideraba una verdadera carga  para ellos. Cuando esta situación se daba y cada vez con más frecuencia,  cerraba los ojos con fuerza y le pedía a la virgencita, que me llevara con ella  al cielo, allí no importaría el estado de mis piernas. Sabía tanto de la  existencia del cielo, porque una chica de servicio que se llamaba Esperanza, a  veces se quedaba a cuidarme, era muy religiosa y me contaba cosas de la Virgen  María, y de su Hijo Jesús, a mi me entusiasmaba estas historias. Me regaló una  estampita de la Virgen y otra de Jesús, en la cual se veía en su pecho un  corazón resplandeciente; a mí en un principio, “la estampita” me impresionó,  pera ella me contó el significado del corazón y me quedé más tranquilo; desde  ese día las llevo  conmigo, y cuando  estoy triste las miro y me reconforta. Esperanza, dejó el trabajo a los pocos  meses porque se casaba y marchaba a otra ciudad. Yo sentí mucho su marcha,  porque ella con sus historias y su amabilidad llenaba horas de mi vida absurda.
 Un día mi padre se marchó de casa y  no volvió, entonces yo tenía siete años; me hubiera gustado que al menos se  hubiera despedido de mí, pero no lo hizo. Se fue a vivir con la mujer de un  antiguo amigo suyo, se trasladaron de ciudad, y estuve varios años sin saber de  él. No sé si ese día sentí tristeza o alivio; lo que es cierto es que, me  equivoqué, pensé que con la marcha de mi padre, mi madre me dedicaría más  tiempo,  pero fue lo contrario, ella se  alejó para siempre de mí, en su interior me culpaba del fracaso de su relación  y no tuvo piedad de mí, de eso me daría cuenta más tarde.
 Mi madre enloqueció de ira y rabia  al saber la noticia, pero creo que fue más, porque la dejaba sola con “el  problema” que por el amor que le profesaba. A partir de este momento tuvo que  afrontar sola mi educación, y los cuidados especiales que necesitaba. Ella por  sí de naturaleza, era una persona egoísta, solo pensaba en ella y poco en mí.  Consiguió sacar una plaza en la administración, impartía clases de historia en  un instituto de la ciudad; además se buscó otras actividades complementarias,  así estaba el menos tiempo posible en casa. Buscó a una señora que me cuidara y  esta mujer encantadora se convirtió en mi sombra, de ella recibía el cariño que  mis padres siempre me negaron,  ellos me  castigaron duramente por haber nacido con una discapacidad. ¿Qué culpa tenía yo  de haber nacido?
 Felisa, así se llamaba tenía cuarenta años, ella había sido  madre soltera y su bebé se le murió a los ocho meses de nacido, este hecho le  había marcado mucho; era una mujer muy sensible, era el cariño personificado,  mi madre sin darse cuenta había acertado con ella al contratarla para mis  cuidados; no solo cuidaba mis necesidades fisiológicas, sino también me  calmaban la sed de cariño que necesitaba y nunca tuve de mis padres.
 ¡Oh madre! Cuanto hubiera dado yo  por una caricia tuya, o un gesto de cariño, he deseado tanto ese beso de madre,  ese beso de buenas noches, he soñado día tras día, con el arrumaco que nunca  llegó. He llorado tantas veces en el silencio de la noche, mientras tú hablabas  por teléfono al otro lado de tu dormitorio. He soñado tantas veces que venias a  arroparme y a desearme buenas noches, ¡oh, madre!, no te reprocho nada madre,  porque nada tienes en tu corazón, lo tienes completamente vacío, tu también  eres una victima de tu propio egoísmo, me das pena madre, tienes sin saberlo  una gran “discapacidad”, y esa no tiene cura; estás realmente enferma, tu  enfermedad se llama “egoísmo” y es mortal porque mata el alma, lo seca, lo  destruye, ¡pobre mamá! Te tengo lástima. He rezado tantas veces, para que Dios  hiciera un milagro y te ablandara el corazón, ¡solo quería un beso madre!, un  beso de tus labios eso era suficiente para mí, ¡y nunca lo tuve!
 Un  profesor venía a impartirme clases en mi propia casa, mi madre decía que no  podía ir al colegio no quería -según ella- que fuera la burla de los demás  niños; Yo le decía que no me importaba, que solo no me funcionaban las piernas,  pero que de lo demás era completamente autónomo,  que yo me sabría defender  de los que quisieran, -si se daba el caso-  burlarse de  mi discapacidad. Ella sin  escucharme no cedía, pero creo que lo hacía más por ella que por mí, estoy  seguro que se avergonzaba de mí. Me sentía como una figura de porcelana, que se  cae al suelo y se rompe, quedando ya sin valor alguno, esa sensación de frustración  que sentía se la debía a la persona que un día me parió y dejó de quererme  cuando apreció que era diferente  a los  demás niños. ¡Que dureza de corazón, que frialdad! Tampoco me olvido de   él, ¡mi padre! Que me abandonó como si fuera  una “cosa inservible” ¡gracias padre!,¡gracias papá! En tu conciencia- si la  tienes- queda. ¡Ah!, para no ser injusto, recuerdo que un día llegó a casa un  paquete para mí, era de él, y contenía un libro y un portarretrato, en el cual  había una fotografía de mi padre; él llevaba en brazos un bebé, había una nota  que decía: Pablo, te mando el libro para que te distraigas, ya sé que pasas  muchas horas en casa sin salir,  el libro  te entretendrá; también te mando esta foto, te preguntaras quien es el niño que  posa conmigo, es mi hijo, y tu hermano de padre, algún día te lo presentaré, es  precioso y completamente sano,  se parece  mucho a mí. Cuídate, muchos besos. Tu padre. Después de leer la nota, cayeron varias  lágrimas por mis mejillas. Ese día odie también a mi padre, ¡como se atrevía a  pasarme por la cara  mi incapacidad!, no  sé si él, fue conciente del daño que me causó con aquella carta, fue como si me  clavaran un puñal a traición; era como si me dijera: “a ti no te quiero, porque  eres un ser inservible, aquí tengo otro hijo, por él merece la pena luchar”.  Sin querer sentí rencor por aquella criatura, que no tenía nada que ver en esta  historia. Mi madre, cuando llegó de trabajar entró en mi cuarto y al ver la  fotografía sobre la mesita de noche, la cogió con rabia, la tiró al suelo y la  pisó, haciéndose el cuadro mil añicos. La verdad que le agradecí ese gesto, que  yo no fui capaz de hacer.
 -Una y otra vez le decía a mi  madre:¡Mamá! No soy diferente, soy igual que los demás, solo no puedo andar,  pero eso yo lo superaré, por favor mamá déjame ir con los demás niños, ¡quiero  tener amigos! ¡Quiero jugar con ellos!
 -No puede ser Pablo, tu sabes que no puedes  jugar con los demás niños, no puedes correr, ni saltar, ni brincar como los  demás; estás impedido en esa silla, ¡no puedes!, no insistas más, por Dios, no  insistas más.
 -Pero mamá, sé hacer otras cosas, puedo  recitarles una poesía, puedo, puedo leerles los relatos que he escrito, puedo  tocar la guitarra con ellos, puedo jugar a   juegos de mesa, puedo hacer tantas cosas, ¡sí, mamá! Puedo contarles mis  sentimientos y ellos a mí, también me podrán contar los suyos,¡mamá, tengo  tanto que decirles, y tanto que aprender de ellos!¡Por favor mamá, déjame ir al  colegio, como los demás niños,!no quiero ser diferente!
 Año tras año, esta escena entre madre  e hijo se repetía continuamente, hasta que un día Pablo se cansó y dejó de  pedírselo a su madre, ésta sin más olvido el tema, y el profesor siguió acudiendo  a la casa a impartir sus clases. Yo, cada día estaba más triste, me encerré en  mi mundo casi no hablaba, digo casi, porque la única que me sacaba alguna  palabra era Felisa; cada día a la hora de comer era una lucha con ella, yo no  tenía apetito, y ella me obligaba a comer, y con toda la paciencia del mundo se  quedaba delante mía hasta que terminaba la comida; ahora se lo agradezco porque  si no hubiera sido por ella hubiera muerto de inanición.
 Mi madre, inició una relación con un compañero de trabajo  y esto distanció mas nuestra relación, pasaba mucho tiempo fuera de casa,  incluso viajaba muy a menudo, lo cual la veía con menos frecuencia. Un día  llegó a decirme que me llevaría interno a un colegio, fue tan rápida mi  respuesta que quedó consternada, la amenacé con tanta dureza, que ella creyó lo  que le dije, no quería tener en su conciencia mi muerte, y por eso  accedió   a  que me quedara allí.  Ese día lo recordaré mientras viva, fue el  día que sentí verdadero odio por ella y me dije:¡que nunca, nunca la  perdonaría! me sentía como un verdadero “discapacitado”, “discapacitado en el  amor” por ese único motivo me sentía diferente a las demás personas, ¡solo por  ese único motivo! no por no poder mover mis piernas, ya tenía mi cerebro y  sentimientos, con eso, si uno quería, se podían mover montañas; pero la falta  de amor, es insustituible, y hace a las personas muy desgraciadas. Me faltaba  lo más hermoso que un ser humano puede tener “el amor, cariño, dedicación de  sus padres” Hubiera preferido morir, si morir en el parto, no por mi  discapacidad, sino porque mis padres no me querían, ¡ellos, se avergonzaban de  mí!, me consideraban un inútil, y eso no era verdad, yo tenía sentimientos,  tenía necesidad de ser querido; solo era un niño y necesitaba ese amor que me  negaron. Mi corazón se revelaba ante tanta injusticia, pero de mi boca no salía  ningún reproche,¡cuanto daño se le puede hacer a un niño! Son tan vulnerables.
 Una de mis distracciones, era  asomarme al bacón de mi casa, éste daba a una calle, y al fondo de la misma  había una plazoleta, donde los niños jugaban a la pelota, a correr, y a todos  los juegos propios de la calle. Realmente para llevar estos juegos a cabo, se  necesitaban las piernas, y las mías no funcionaban, quizás mi madre tenga razón  -me dije- con la idea de suavizar sus crueles palabras.            Desde mi balcón, contemplaba a los chiquillos  de la calle, sentía mucha simpatía por ellos, y también, porque no decirlo,  cierta envidia; pero no era una envidia maligna, todo lo contrario, solo soñaba  con poder jugar con ellos y hasta me atrevía a poner en mis sueños unas piernas  sanas, y poder correr con ellos hasta quedar extenuado. Los gritos de los  niños, me devolvía de inmediato a mi realidad. Ya estaba acostumbrado a ver  desde la distancia el alboroto infantil y a soñar y a escribir todos mis  sentimientos. Sin darme cuenta, adquirí un dossier de todas mis vivencias,  éstas estaban reflejadas en papel, ¡sí! Algún día las publicaré y puede que me  haga famoso- pensé con una sonrisa.
 Un  día de otoño estaba sentado en mi balcón como de costumbre, pintaba a acuarela  un árbol que había en la plazoleta. Él, me contagia un sentimiento de tristeza;  parte de sus hojas ya estaban en el suelo, formado una alfombra de hojas  inservibles; ya han muerto-pensé- con la llegada del otoño; otras, en su  agonía, se adivinaba que su vida estaba llegando a su fin. El árbol me  trasmitió mucha tristeza y me compadecí de él; se me ocurrió la idea de  pintarlo y le hice caso  a mi  pensamiento, lo pintaría  en cada  estación del año, así podría contemplar como caían y renacían las hojas en cada  ciclo de la naturaleza. ¡Que suerte tienen los árboles, que nacen y mueren cada  año!-pensé-
 Con tantos momentos de soledad,  desarrolle unas aptitudes para la pintura y la escritura, ambas cosas me  distraían y hacían que las largas horas en solitario las pasara sumido en estas  dos actividades.  Ese día noté algo  extraño, miré hacía un lado de la calle y allí en un rincón como escondida, vi  a una niña que me miraba, su pelo estaba recogido en dos largas trenzas rubias,  y al final de ellas lucía unos lazos de color rojo, a juego con su vestido. Me  quedé mirándola y cuando ella se percató de mi mirada, retrocedió dando un  respingo, un paso hacía atrás, queriéndose esconder de mí.
 -¡No te vayas, no te vallas!, Acércate por  favor – le  dije,- quiero verte y hablar  contigo
 -Vale, -contestó la niña.
 -¿Qué hacías mirando? Eres una niña muy  curiosa.
 -No te enfades conmigo, yo solo quería ver  que hacías te veo todos los días, ahí sentado y nunca vienes a jugar con nosotros,  con los niños de la calle y me preguntaba por qué.
 -Niña, eres muy curiosa, no has pensado que  quizá a mí me moleste que me espíen.
 -Perdona si te he molestado, pero no era esa  mi intención, solo quería conocerte e invitarte a que vinieras a jugar con  nosotros.
 La  niña, después de decir estas palabras, quedó muy azorada y se echo a llorar.  Pablo se dio cuenta del mal momento que estaba pasando y le dijo:
 -Disculpa, no quería hacerte llorar, yo me  llamo Pablo ¿y tú?
 -Mercedes, mi nombre es Mercedes pero me  llaman Mercedita, y tengo casi diez años.
 -Yo tengo doce años, -dijo Pablo, y no puedo  ir a jugar con vosotros porque estoy enfermo.
 -Si, ¿qué enfermedad tienes?
 -Mis piernas, no puedo andar ellas no me  responden, es una enfermedad, nací con ella y así siempre será; nunca podré  caminar como los demás niños, pero eso ya lo tengo asumido, estoy acostumbrado.
 -Aun así, eso no es motivo para no salir,  o pasear con tus padres por los jardines y  calles de esta ciudad.
 -Si, tienes razón, pero mis padres no lo han  creído conveniente, no me dejan ir ni siquiera al colegio, por eso  tengo un profesor que viene a casa a  prepararme.
 -No me puedo creer que no sales nunca a la  calle, ni a pasear, ¡pobrecito!, que vida más aburrida.
 -No te compadezca de mí, por favor, solo por  tener las piernas sin movilidad, sé hacer otras cosas que igual tú no haces-  dijo Pablo a la defensiva.
 -No, no lo haré, si quieres puedo venir otro  día a hablar contigo, me gustaría ser tu amiga. ¿Me puedo acercar más al  balcón? me gustaría ver lo que estás pintando.
 -Si, acércate, te  enseñare mi cuadro.
 ¡Oh, que bonito! Es  precioso, parece increíble que esa preciosidad lo hayas hecho tú.
 -¿Por qué, no me  crees capacitado?
 -No,  no es eso, es que es tan perfecto y tú todavía eres pequeño para hacer una obra  de arte.
 -Ja, ja, - rió Pablo,  para que veas que se pueden hacer muchas cosas, aunque no tenga piernas sanas  como tu.
 -Ya me gustaría a mí  pintar así, no me canso de mirar el cuadro, me enseñaras otro día algunos más  que hayas hecho.
 -Por supuesto, cuando  quieras puedes venir a visitarme, me encantará hablar contigo, serás mi primera  amiga, también te dejaré que leas algunos relatos que he escrito, creo que te  gustaran.
 Cuándo la niña se  marchó, Pablo estaba pletórico, había conocido a una niña y quería ser su  amiga, ¡Dios mío, que suerte!,-pensó- bueno mejor será esperar a ver si volvía  otro día, o había sido solo un espejismo. Al día siguiente, Pablo estuvo  pendiente de la calle, a través de la ventana, vio pasar  a varios chiquillos, pero la niña; su amiga,  no dio señales. Se entristeció mucho, y cuando llegó Felisa con la intención de  llevarlo al dormitorio, le pidió que lo dejara un poco más en el bacón, a ver  si aparecía en cualquier momento.
 -Pablito, hijo, tienes que retirarte ya de  esa ventana, hace frío y no quisiera que te resfriara, mañana será otro día y  podrás volver a asomarte. Ahora tienes que descansar, ya es tarde y tienes que  cenar para irte a la cama, mañana temprano viene el profesor y tienes que estar  descansado para tus lecciones.
 -Esta bien Felisa, ya  me retiro, ¿Ha venido mi madre?
 -No, hijo, no; ha llamado para decir que no  preparara la cena para ella, que no vendría a dormir. Pobre niño, ¡que mujer  más desnaturalizada!, no he conocido nunca una madre, con un corazón tan duro  como el de ella –pensó- Lo que daría yo porque mi hijo viviera.
 Esa noche, cuando el niño se encontraba  como siempre, en la soledad de su habitación, no estaba tan triste como de  costumbre. Había conocido a una niña y era hermosa, se acordaba de sus largas  trenzas rubia y sus ojos verdes, parecían dos esmeraldas; ¡si era muy linda!, y  lo más importante era que se había acercado a su ventana para hablar con él.  ¿Volvería?, se hacía esa pregunta una y otra vez. Con este pensamiento se quedó  dormido, soñó que se encontraba en una pradera y en lo alto de una cima, estaba  ella, con los brazos extendidos hacía él, ella pronunciaba su nombre y lo  llamaba. Lo más curioso del sueño era que él, corría hacía ella, pero no fue  capaz de ver las piernas, corría sin piernas pero corría hacía ella.
 A la mañana siguiente cuando se despertó,  se quedó remoloneando en la cama, se subió la manta hasta el cuello, abrió los  ojos y mirando a un punto en el techo pensó nuevamente en la niña del pelo  dorado, vendrá otro día a hablar conmigo –se preguntó-- hoy voy a pintarla, si  la pintaré tengo gravada su carita en mi cabeza.
 -Felisa tráeme un lienzo y mis pinturas, hoy  voy a pintar un cuadro especial.
 -Bien, hijo me gusta verte contento y con  ilusión, ahora mismo te las traigo.
 Pablo terminó el cuadro, la imagen era de  una niña preciosa, su pelo se recogía en unas largas trenzas, realmente la  pintura coincidía con la carita de su pequeña amiga. La espero durante varios  días, pero ella no dio señales de vida, Pablo se entristeció y pensó que ella  no vendría más, se aburriría de visitar a un niño que no pudiera ir a jugar  como los demás niños.
 Habían  pasado quince días, cuando una tarde, se oyó un tic, tic, en el cristal del  balcón donde se sentaba Pablo, ese día lo tenía cerrado porque Felisa no le  había permitido que lo abriera, manifestando que hacía mucho frío y que se  podría resfriar . Abrí de inmediato la balconada y allí estaba ella, la niña de  mis sueños, ¡mi amiga!
 -Hola Pablo, como estás –preguntó-
 -Hola Mercedita, creí que nunca más  vendrías a visitarme.
 -No he podido venir porque he estado enferma,  he tenido un catarro muy fuerte y he tenido que   permanecer en cama casi dos semanas.
 -¿y  ya te encuentras bien?
 -Si, el médico le ha dicho a mi mama que  puedo salir e ir al colegio, hoy ha sido el primer día que he salido a la  calle, y he venido a verte enseguida. Tenía muchas ganas de visitarte y hablar  contigo, he pensado mucho en ti y en tus cuadros tan bonitos.
 -¡Ah! Hablando de cuadros, espera un  momento. ¡Felisa, Felisa! Abre la puerta y deja pasar a la niña que esta fuera,  al lado del balcón, dile que pase es mi amiga.
 -Bien pequeña, ven y pasa dentro, ahí fuera  hace mucho frío, Pablo te espera.
 -Muchas gracias, señora.
 -Ven Mercedes, mira lo que he pintado para  ti.
 -¡Esa soy yo, esa soy yo! Que cuadro más  bonito, ¿como me has podido pintar tan exacta?
 -Sabes porqué, porque has sido la única  persona que te has acercado a mi ventana a hablar conmigo, porque has sido la  única que has querido ser mi amiga;  tu  carita la he retenido en mi memoria, por eso la he podido pintar de esta forma  tan exacta. No sabes lo que es sentirse solo, no tener una sonrisa ni una  caricia de nadie, eso es muy doloroso. Bueno no puedo ser injusto, si es verdad  que Felisa se preocupa por mí, si no hubiera sido por ella, no se que habría  sido de mi.
 -¿Y tus padres?-  preguntó-
 -Mi padre, nos abandonó cuando yo era pequeño,  y mi madre está muy ocupada como para preocuparse de un hijo invalido, más bien  soy un estorbo para ella- manifestó con un gesto frío y gélido- Pero ya no importa,  estoy acostumbrado a que nadie me tenga en cuenta, yo tengo mi propio mundo, y  te aseguro que es inmensamente grande, porque me tengo a mi mismo, con mis  temores, mis esperanzas e ilusiones, ¡ah! Y en ese mundo te puedo incluir a ti,  si tú quieres; es bonito tener una amiga, una persona para poder hablar y  confiarle los sentimientos. ¿Quieres ser mi amiga del alma?
 -Si, si quiero ser tu amiga, vendré todos  los días a visitarte.
 Durante los tres años siguientes, los dos  amigos se vieron prácticamente todos los días, Mercedes consiguió después de  hablar con la madre de Pablo, y de la insistencia de este, que le permitiera  sacarlo a la calle, tuvo un gesto y lo permitió.
 Pasaron días estupendos, paseaban por  un jardín que había cerca de sus casas, disfrutaban muchos de esas horas de  charlas y confesiones mutuas; se habían acostumbrado a pasar muchas horas  juntos, eran inseparables. Esta situación provocó la risa de otros niños, que  no entendían la dedicación que Mercedes le prodigaba a Pablo. Llegaron a reírse  de ellos cuando ella lo llevaba a pasear en su silla de ruedas; un día cuando  iba camino del parque, se encontraron con un grupo de niños, empezaron a  rodearles y a burlarse de él de una forma despiadada. Mercedes, con toda su valentía  se enfrentó a los chavales, diciéndoles:
 -¡Es  verdad, a él le fallan las piernas, pero para eso estoy yo!, pero a vosotros os  falla el cerebro, y no tenéis corazón. Sin las piernas se puede vivir, pero sin  corazón ¡no! Prefiero mil veces a mi amigo, que a cualquiera de vosotros, ¡realmente  me dais pena!
 Cuando  los niños se marcharon, Mercedes apreció como a Pablo le caían lágrimas por las  mejillas, él quiso disimular con una sonrisa de agradecimiento la defensa, pero  vio la tristeza en el fondo de su corazón. Así será siempre- pensó Pablo- ella  no se merece estar atada a mi, es una joven y tiene que disfrutar de la vida en  toda su plenitud. Este pensamiento le dolía, le dolía tanto, que se dijo: “hoy  no es el momento pero tengo que pensar sobre este asunto con más detenimiento,  ella se merece algo mejor.”
 Cuando Pablo tenía dieciséis años, Felisa  sufrió un ataque cardiaco y murió. Pablo sufrió mucho la pérdida de la mujer  que se había preocupado de su cuidado desde pequeño. Él sabía que su vida iba a  dar un cambio radical, a los tres días del entierro, Elvira, que así se llamaba  la madre dijo: Pablo, te he buscado un internado en un pueblo a 200 kilómetros,  como ves, no hay mucha distancia de aquí, cuando pueda iré a visitarte. Pablo  quedó petrificado, no podía articular palabras, miró a su madre de tal manera,  que ésta no pudo soportar la presión de la mirada y dijo:
 -En el colegio, estarás muy bien allí podrás  conocer a otros jóvenes, seguro que estarás bien. Yo no puedo ocuparme de ti,  sabes que tengo mucho trabajo, además   tengo otra relación, ¡compréndelo, en este momento no puedo ocuparme de  ti! Dentro de dos días te llevaré al colegio.
 Esa noche, Pablo no pudo dormir, odió a su  madre con todas sus fuerzas, recordó todas las veces que le había pedido,  cuando era pequeño que lo llevara al colegio; entonces a ella no le interesaba,  sentía vergüenza de su propio hijo, y ahora, que él ya no quería porque había  hecho su vida, en esa casa y ahí tenia su mundo, ella de un plumazo quería  destruirlo; ¡eso no se lo perdonaría nunca!- se juró-
 Cuando pensó en su amiga, se le partió el  corazón, que iba a hacer él ahora, ya no podría verla, ni hablarle ni contarles  sus sentimientos .Esa idea le horrorizó y se puso a llorar sin consuelo, en ese  instante se dio cuenta que no podría soportar la vida sin tener a su lado a  Mercedes, ella se había convertido en la persona que le daba sentido a su vida,  como podría vivir sin sus ojos color esmeralda, sin su sonrisa.¡Oh, Dios mío,  como podré vivir sin tenerla cerca!
 Al día siguiente, cuando su amiga llegó  como cada tarde, le notó que su cara estaba pálida y sería, muy sería, cuando  le preguntó que le pasaba el contestó:
 Mercedes, mi madre ha decidido llevarme a  un internado, sabes que ella no puede ocuparse de mí, y a mí me parece una  buena idea, allí tendré la posibilidad de conocer a otros chicos   - mintió.
 -Bueno, si a ti te parece bien, pero  sentiré mucho que te vayas, ¿a que colegio vas?
 -Está a doscientos kilómetros de aquí-
 -¡Está muy lejos! No podré verte en mucho  tiempo.
 -Si, así será, pero nos escribiremos y nos  contaremos nuestras cosas; así tiene que ser, mi madre lo ha decidido, y yo no  puedo hacer otra cosa. Algún día, seré un pintor famoso, y entonces vendré a  buscarte, porque no solo eres mi amiga, lo eres todo para mí .Te quiero, te  quiero
 Mercedes cuando escuchó  esta declaración, se echo a sus brazos llorando.
 -Yo también te echaré mucho de menos y  estaré esperando tu vuelta, solo contigo me encuentro feliz, y me gustaría  estar siempre a tu lado, ser tu compañera, te escribiré todos los días, cuídate  mucho, y sigue pintando, no dejes nunca de pintar,
 Pablo,  llegó al colegio sin mediar palabra con su madre, ella no quería alargar la  despedida, y una vez estuvo instalado en la habitación, ella dirigiéndose hacía  él,  acercó  su boca a la frente de su hijo y le dio un  beso, Pablo, percibió el roce helado de los labios de su madre, y sin poder  evitarlo –pensó- ¡El beso de Judas! Ella se dirigió rápidamente a la puerta,  salió sin volver la cabeza; Pablo, sintió el golpe seco de la puerta al  cerrarse. En ese momento, notó que no podía llorar, ya no le quedaban lágrimas,  pensó en ese instante en la niña que había quedado doscientos Kilómetros atrás,  y ahí se le partió el alma.
 Después  de muchas noches de insomnio, Pablo decidió no escribir a Mercedes, comprendió  que ella merecía una vida mejor, que estar siempre cuidando a una persona como  él. Ella tendría que ser libre y conocer otras cosas, la quería liberar  de las ataduras, no quería que ella se viera  obligada a estar atada a él. Le daba miedo perderla, pero más miedo sentía el  pensar que se viera atada a él por lástima, eso no lo soportaría; por esa razón  decidió no escribirle.
 Mercedes,  esperó día a día las cartas de Pablo, estas nunca llegaron y ella padeció mucho  este silencio; no entendía como se había olvidado de ella tan rápido. Buscó la  dirección del colegio y le escribió durante unos meses casi todos los días, no  recibió respuesta por parte de él. Al final del primer año, dejó de escribir se  dio por vencida. Pensó que se había olvidado de ella al conocer a otras  personas, Mercedes se sintió engañada y abandonada por su amigo, ella lo quería  tanto y le había defraudado, le dolía, le dolía terriblemente.
 Pablo,  después de varios años en el colegio, su madre solo fue a visitarlo un año por  Navidad, tuvo el detalle de sacarlo del colegio un día 25 de diciembre, lo  llevó a comer a un restaurante, con su nueva pareja. Fue una comida fría y  desagradable, sintió pena por aquella mujer, ¡sí! Era ese sentimiento, ya ni  siquiera la odiaba, solo sentía pena por ella, para él era una extraña. No  volvió a visitarlo y él lo agradeció.
 Cuando  creció lo suficiente y se pudo mantener por si mismo, con la venta de sus  cuadros y  libros, le manifestó a su  madre que no necesitaba ya su ayuda económica, sintió una gran liberación al no  tener que depender  de su progenitora. Ahora  era el momento de ordenar su vida, tenía que salir al mundo, y para su  extrañeza, se dio cuenta que era lo que quería, quería volar como un pájaro y  formar su propio nido, con su dinero, sin depender de nadie, y menos de su  madre. Ahora se sentía completamente libre. En los años de internado había  desarrollado sus músculos, sobre todo de los brazos, y se movía con mucha más  facilidad que antes. Se trasladó a estados Unidos y allí, se puso en manos de  unos especialistas que con un tratamiento y unas   férulas, consiguieron que pudiera caminar  con unos bastones especiales, aunque no era lo ideal, si le daba cierta  movilidad, pudiendo dejar la silla de rueda.
 Un  día de Septiembre, recibió un telegrama del compañero de su madre, en el que  decía que habían sufrido un grave accidente de automóvil y que su madre murió  en el acto, y que el sepelio se llevaría a efecto al día siguiente. Cuando leyó  el telegrama, se quedo durante un rato pensando en su madre, y lo desgraciada  que había sido su vida, realmente había sido una víctima de su propio egoísmo,  y ahora había llegado su final sin pena ni gloría. La vida no le había dado la  oportunidad de arrepentirse de sus actos, indudablemente había sido una pobre  mujer; sentí pena por ella, no la odiaba, era mi madre. Iría a su funeral.
 Al cabo de los años, Pablo realizó  estudios de Bellas Artes, se consagró como un gran pintor, también era escritor  y reconocido. Él se trasladó a Paris y allí desarrollo con mucho éxito su carrera.  Preparaba una exposición, estaba eligiendo los cuadros y de pronto se encontró  con el cuadro que había pintado a Mercedes ¡Dios mío!   ¡Es ella!, aquella niña de trenzas doradas.  Este cuadro ella se lo devolvió  cuando  él se marchó al internado, se lo dio con la idea que la recordara, ¡si! Allí  estaba el cuadro, se topó con aquellos ojos color esmeraldas, y sintió un  escalofrió que le recorrió todo su ser. Dios mío –pensó- ¿dónde estará ella?
 El  destino a veces hace su juego y pacta con las estrellas y se realiza un milagro.  Mercedes estudió arqueología y en estos momentos habían viajado ella y una  expedición de jóvenes arqueólogos a estudiar unas excavaciones  a Francia. Esa noche ella decidió salir a  pasear sola, le hacía ilusión caminar por la “Ciudad del Amor” Ella no había  superado la pérdida de Pablo, lo recordaba continuamente;  se preguntaba   el por qué de su silencio, esa pregunta la atormentaba, y nunca tenía  respuesta.
 En el paseo, se encontró con algunos pintores callejeros,  ella se paró a dialogar con ellos,   comentaban que cerca a dos manzanas había una exposición de un gran  artista. Comentaban que valía la pena ir a verla, estos comentarios despertaron  la curiosidad de Mercedes, y se dirigió a la dirección indicada. La puerta  estaba semiabierta, la empujó y allí, a lo lejos vio un cuadro que le llamó la  atención de inmediato; el corazón le dio un vuelco y la sangre se le heló; como  un imán se dirigió directamente al cuadro, quedó inmóvil delante de él un buen  rato, de pronto alguien le habló a su espalda:
 -Señorita,  le gusta el cuadro, ¿a qué es preciosa? Ese cuadro lo pinté a la edad de doce  años y alguien me dijo que siguiera pintando, que algún día mi obra se  expondría y ya ves, señorita, no se equivocó; este es mi cuadro preferido, ¡es  mi obra maestra!
 -¿Qué precio tiene?-pregunto la joven.
 -No hay dinero en el mundo para pagar este  cuadro, además tiene dueña, algún día se lo devolveré.
 -¿Y porqué no ahora? Se volvió y dejó ver  sus ojos color esmeralda.
 -¡Dios mío, Dios mío! No puedes ser tú, no  puede ser
 Ella, se había convertido en una joven bellísima, su  pelo rubio le caía sobre los hombros, y sus ojos eran indescriptiblemente  bonitos, él se  paralizó al verla. Ella cuando se volvió, se  encontró a un hombre bien parecido, con mucha fortaleza y fuerza en su mirada;  era él, ¡si! Mi amor, ¡oh Dios mío, era él! El mundo se paró, los dos se  encontraron, no hubo reproches; se abrazaron, se besaron, los dos lloraron, no  había palabras solo amor y comprensión. De la garganta de Mercedes solo salió  un ruego:
 -Mi amor, nunca, nunca más me dejes, tu eres mi vida,  quiero compartir contigo todo, si tu lo quieres, me quedaré contigo para  siempre.
 -Te he querido siempre, he tenido miedo que ataras tu  vida a una persona condenada a una silla de ruedas, por eso no te he buscado.  Tú eres mi amor, y siempre lo serás, porque también eres mi vida, ¡te amo tanto!
 El milagro se produjo, las estrellas se hicieron  cómplices con el destino,  y de testigo  el Sena, que junto con las estrellas presenciaron  el encuentro mágico en “la ciudad del  amor”
 Ahora, con el paso del tiempo, reflexiono y miro a mis  hijos; los veo crecer y me enorgullezco de ellos, me siento el padre más feliz  del mundo. Mi hija Lucía, la primogénita es una preciosidad; se parece a mi  físicamente aunque tiene los ojos  color    de esmeralda de su madre, y la mezcla de ambos ha dado como resultado  una verdadera belleza,  es la dulzura  personificada; es un calco de su madre en el carácter, su alma es blanca y  transparente, Mis dos hijos gemelos, tienen una mezcla de nosotros dos, no sabría  definir el parecido. Sus mundos son el arte y la música. José se dedica a  la música, y Andrés es pintor como yo, ambos  son dos buenos hijos. Cuando nos reunimos toda la familia hablamos, nos reímos,  nos queremos y  disfrutamos mucho juntos.  Me aparto sin que se den cuenta, los miro, saco mis estampitas y les doy  gracias por haberme dado lo que tanto ansié, una familia que me quisiera, una  familia feliz; ahora puedo decir que soy un hombre pleno, ¡y porque no! ¡Un  hombre inmensamente feliz!
   En Ceuta, a 30   de octubre 2008                                                                                Fini Castillo Sempere.     | 
    
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                                                                   LA MARGARITA _clip_image002_0000.jpg) En un  país no muy lejano, vivía una Margarita, junto a sus padres y un ramillete de  hermanos y hermanas. Un día ella pensó: que vida más aburrida llevo en este  campo de flores silvestres; a mí me gustaría adornar, con mi belleza otros  paisajes, además así no estaría bajo la vigilancia de mis padres; podría  disfrutar de libertad y hacer lo que me viniera en ganas.                                                                                                             Una mañana, la  Margarita se levantó muy temprano, se vistió con su mejor vestido blanco y  adornándolo con un ancho cinturón amarillo, se miró en el río,  y cuando vio su figura reflejada, con gran  coquetería pensó: con esta belleza voy a conquistar el mundo, es una pena  desperdiciar mi hermosura en este valle, donde la vida es tan aburrida y  monótona. Se irguió, se sacudió el vestido e inicio el camino hacía el mundo  nuevo que quería descubrir por ella misma.
 No   había pasado ni una hora, cuando de pronto la Margarita vio que venían  hacía ella, una manada de cerdos, y en menos de un segundo se vio en medio de  esos animalitos, que lo menos que quería eran ser sus amigos. Se escondió  detrás de una gran piedra que por suerte del destino estaba cerca de ella. ¡Que  susto!-pensó-  Se levantó con mucho  cuidado, para ver si esos horribles animales se habían ido ya. -¡por fin se han  marchado! pensó, se miro su vestido y vio que ya no era de color blanco, estaba  sucio, - menos mal que mi madre no está aquí, si me viera el vestido de esta  guisa, me regañaría- Ahora lo mejor será que retome el camino y a mis aventuras  y sin pensarlo dos veces, se adentró en el bosque.                                                                                                                                                                    La  Margarita, notó que el sol se iba escondiendo detrás de las montañas, y el día  tan resplandeciente que le había acompañaba en su camino, se estaba apagando  poco a poco. Sintió una punzada de miedo, miró al cielo y en la lejanía,  descubrió que el sol le estaba dando pasó a la luna; estaban haciendo el  relevo  como buenos compañeros: al sol le  tocaba inaugurar el día con su luminosidad y resplandor, y a la luna le tocaba  iniciar  la noche con su tenue luz.  Margarita exclamo: ¡OH sol del día, no me dejes sola, no me dejes!, el sol, con  un suspiro le contestó: mi vida hoy se acabó, no obstante, mañana con mi buen  humor, abriré de nuevo el día, ¡hasta mañana pues!.
 Desolada  la Margarita, se sentó a descansar debajo de un árbol, se quedó dormida. Un  gruñido la despertó, cuando abrió los ojos se horrorizó: estaba entre sombras,  todo estaba oscuro y a su alrededor esas sombras la querían coger; miles de  ojos penetrantes la miraban, se quedó inmóvil, su cuerpecito se estremecía y un  helor le recorría todo su ser, esos ojos horribles, no dejaban de mirarla.  ¡Dios mío! ¿Dónde estoy?- se preguntaba- De pronto una voz sonó muy fuerte y le  dijo:
 - ¿Tú no querías aventuras?, ¿te has  parado a pensar, lo preocupados que estarán tus padres por tu ausencia?
 - ¿Quién eres tú -le preguntó aterrada la  Margarita-?, -Eso no importa le contestó la voz- Te diré, -hablaba la voz- que  esto no es nada, ahora vendrá a buscarte el fantasma de la noche, te escondas donde  te escondas, él te encontrará y te llevará a su castillo de tinieblas, y de ahí  nunca saldrás, ahí habrán acabado tus aventuras. ¡Ja, ja, ja,! reía la voz .
 La  Margarita, quedó exhausta del susto, por su cabeza pasaron mil historias de  cuando estaba con sus padres y hermanos en su casita, en su hogar. ¡Dios mío,  como me gustaría estar en mi casa! Al lado de mi mamá y mi papá y jugar con mis  hermanos. De pronto la margarita, entre sudores y estertores  rompió a llorar desconsolada, llamando a sus  padres: ¡papá, mamá! ¡Papá, mamá perdonarme, por favor, estoy muy arrepentida!  En ese momento, se encendió la luz, y la mamá de la Margarita la abrazó,  preguntándole que le pasaba, y ésta, aturdida abrazó a su madre diciéndole:  mamá, os quiero mucho, quiero mucho a toda mi familia, y ¡nunca, nunca os  dejaré!, mi vida está aquí con vosotros. La madre de la Margarita se quedó  sorprendida de la actitud de su hija, la abrazó, la arropó y apagó la luz para  que siguiera durmiendo. La Margarita en el silencio de la noche, comprendió que  había sido un mal sueño, y pensó: Esta pesadilla, me ha servido para valorar a  mi familia, y todo lo que me quieren ¡Nunca, jamás los abandonaré!, ¡este es mi  sitio! Con este pensamiento la Margarita se volvió a dormir, y en su sueño se  encontró en un prado verde, lleno de lindas flores y ella iba  vestida con el mejor traje blanco que tenía,  y de complemento su siempre cinturón de color amarillo. El sol la envolvía,  haciéndola más bella que nunca, ¡que orgullosa estaba de su tierra! Tierra que  desde ese día le entregó su corazón y siempre, siempre adornaría sus campos, y  los embriagaría al son del viento, con su perfume de flor.
   
                   Ceuta,  10 de Mayo           
                  
                     Fini Castillo Sempere.   | 
    
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                   UNA HISTORIA DE MI PADRE... _clip_image001_0000.jpg) 
     Mi padre era un hombre  de contar historias, a mi me gustaba mucho escucharlo, me quedaba embelesada y  esta que voy a contar hoy especialmente me entristecía. Un día me dijo: -Hija mía, te voy a  contar una historia que un día a mí, me contó mi padre; ya verás cuando la  oigas, como te va a dejar un mal  sabor de  boca. Esas fueron las palabras que utilizó; nunca se me olvidará la tristeza de  su voz al comenzar su relato:
 Un buen día, Le dijo  un hijo a su padre:
 -Padre, hoy vamos a  salir a dar un largo paseo. El padre, emocionado de que su hijo quisiera  dedicarle unas horas; se puso su chaqueta, descolgó su sombrero del perchero y  cogiendo el bastón salio a la calle junto a su hijo. ¡Que orgulloso estaba!,-  pensó. Su hijo querido lo acompañaba a dar un paseo. Caminaron y caminaron  dejando el pueblo atrás. El padre extrañado preguntó:
 -¿Hijo mío, nos  estamos alejando mucho del pueblo?, ¿no será mejor volver?, el hijo lo miró y  de esta manera respondió:
 -¡Padre!, ya no hay  vuelta atrás- respondió. Descansa sobre esa piedra, que todavía queda camino  por andar,
 -¿Cómo es eso, hijo  mío? Preguntó el padre.
 -El hijo contestó: ¡padre!,  tu eres mayor y nosotros no podemos cuidarte, eso dice mi mujer, yo trabajo  todo el día y tampoco te puedo atender; mis hijos no tienen tiempo y esclavos  de ti no pueden ser, por eso no nos queda más remedio que ingresarte en un  asilo; bastante tiempo has estado ya con nosotros, ¡allí vas a estar muy bien!
 -¡Hijo mío! no me  hagas esto,- exclamó el padre- que yo vivir contigo quiero, ¡no me hagas esto  hijo!, que sino de pena muero.
 -La decisión está  tomada, ¡en el asilo te quedarás!, algún día iré a verte para que me puedas  contar esas historias que repites y que mis hijos  de ellas cansados ya están.
 El padre, sentase en  esa piedra la vida ya le daba igual, descansó por un momento y se volvió a  levantar.
 -¡Caminemos!, ¡hijo  caminemos!  Y siguieron el sendero callado  y triste el abuelo, hasta la puerta llegar, del asilo destinado  por un mandato real. Se despidió de su  sangre, sin reproches ni lamentos y allí quedó solo el abuelo. Sus mejillas  estaban humedad,  miró al cielo y exclamó:
 -¡Dios mío! no le  tomes en cuenta esta infamia, desde ahora, ¡yo le perdono! y sólo quiero su  bien; su mujer a mi no me quiere y aquí es donde debo permanecer y esperar;     eso  si, ¡por Dios, cuanto antes  la muerte!
 El tiempo pasó y ese  hijo tan cruel, con su hijo un día a pasear salió, vio la piedra donde a su  padre invitó a sentar, el pánico le invadió y  a llorar al instante se echó.
 -¿Por qué lloras  padre?- El hijo le preguntó. Con la cabeza baja, este hombre contestó:
 -En esa misma  piedra mi padre se sentó, el día que al asilo a la fuerza lo ingresé, lo dejé  allí encerrado y, nunca  vivo  más lo vi. Me llamaron al poco tiempo, para el  responso final; lo enterraron ese día y, entonces comprendí que alguna vez, eso  mismo me pasaría a mi.  Ahora me tocará a  mí sentarme, para que descanse y puedas después llevarme  al mismo sitio que yo, llevé a mi padre.
 El hijo muy  pensativo mira al padre y le contesta:
 -¡No temas padre, no  temas!, que aquí la historia se parte, no quiero que ningún día esa piedra me  descanse, para emprender el camino donde ¡tú dejaste a tu padre! Quiero que  todos mis hijos me quieran y me respeten, por el único motivo que yo soy su  padre.
 Que historia tan  triste me  contó mi padre. El me decía:  esta historia me llena de tristeza y desasosiego, pero es una historia real  para algunas personas. ¡Qué pena debió sentir ese padre!, cuando su propio hijo  lo trató de esa manera. Seguro que se le partió el corazón en mil pedazos. Que  grandeza de corazón tuvo el hijo del hijo, que no siguió el ejemplo de su  padre; no quiso verse reflejado en el mismo espejo.
 Hay veces, que la vida  obliga a llevar a cabo ciertas acciones, pero nunca hay que perder la delicadeza,  el amor, las formas. Las cosas se pueden hacer y decir de muchas maneras para  no herir los sentimientos de los demás. Es tan fácil ser amable, es tan  sencillo tener una palabra de aliento para aquellas personas que lo requieran.  ¿Tan difícil es ofrecer una flor en primavera?, ¿una caricia en el momento  preciso?, ¿un soplo de aliento  cuando lo  necesitan?
 ¡Atendamos a  nuestros mayores como se merecen! Con amor, cariño, delicadeza, comprensión,  esmero, paciencia y sobre todo con mucho respeto. ¡Sí, con todo el respeto que  podamos entregarles!...
             Ceuta, 30 de  Enero 2008-01-31
 
                  
                    
                                              Fini Castillo Sempere.
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                                                        LA  POLINESIA       Esa tarde hacía un calor sofocante y  pegajoso.  Ella, se llamaba Hina en honor  a la diosa de la mujer y de la luna. Sus largos cabellos negros y ondulados  caían sobre su espalda casi desnuda. Su rostro de un tono bronce y bronceado desprendía  luminosidad; sus ojos almendrados, negros y rajados le daban a su cara ese aire  oriental propio de aquella zona. Sus labios carnosos y rojos hacían una  combinación perfecta. Ella parecía realmente una diosa, era tal su belleza, que  los nativos del poblado creían que era la propia diosa Hina, reencarnada en  ella, de ahí venía  su nombre. Hina, vivía junto a su padre y cinco hermanos en  Mangareva, una isla de la Polinesia Francesa, en el pacífico sur. Su madre  hacía cinco años que había muerto a consecuencia de una larga enfermedad, a  partir de entonces ella se hizo cargo de la atención de su padre y de sus  hermanos, más pequeños que ella. La isla era preciosa, la naturaleza  exuberante y la tierra muy fértil, propicia  para dar de sus entrañas,  árboles  frutales; especialmente los naranjos, grandes plantaciones de café y sobre todo  las flores silvestres. Las orquídeas se criaban por cualquier parte de la isla,  ellas adornaban los cabellos de las nativas con exquisita gracia. Una de las aficiones de los más jóvenes del lugar, era  subir a los montes Duff y Mokote, con el objeto de contemplar la belleza que  desde ahí se podía ver, la vista que desde allí se veía, era  increíble.   Ellos, competían con gran entusiasmo para ver quien llegaba ante a la  cima de los montes, a veces el premio consistía en conseguir a la más bella de  las bellas de la isla. Hina nunca se prestaba a ser el premio del ganador, ya  habían otras, que cedían gustosas. Una de las actividades más importante de aquella isla  era el cultivo de las perlas negras. Esta actividad ofrecía ingresos  importantes a los que se dedicaban a ello. Los hermanos de Hina, tenían dos  pequeñas embarcaciones  para ir en busca  de aquellos tesoros. Hina, desde muy pequeña, también salía a la búsqueda de las  perlas negras, aunque no estaba bien visto esta actividad, en  las mujeres, a ella no le importaba, y  discutía muy a menudo con su padre por esta cuestión, aunque éste ya, la había  dejado por imposible. El Padre de Hina de nombre Tairi, era una persona muy  querida en la isla, era el  jefe.  Estaba siempre muy ocupado, dejando todos los  asuntos de la casa en manos de la hija. Era una familia muy reconocida en la  isla, el padre, hombre justo  en sus  decisiones y en su gestión como responsable gubernamental. Todo el mundo lo  respetaba y le pedía consejo. Tairi adoraba a su hija, le recordaba a su esposa,  era el vivo retrato de ella. Estaba un poco  consentida por él y casi nunca le negaba nada. Él quería para ella lo mejor,  por ese motivo, le dijo un día que tenía que ir a Taití a cursar estudios  superiores, debía de ser una profesional y dejar de ir correteando la isla. Hina  ya tenia casi dieciocho  años, y un  sinfín de pretendientes. A ella le gustaba coquetear con los jóvenes, pero sin  ninguna pretensión porque todavía no tenía pensado casarse, aunque ya muchas de  sus amigas lo habían hecho con su edad. Su padre le decía continuamente que  tenía que asentar la cabeza y pensar en formarse, para más adelante crear su  propia familia. Esto lo decía con la boca chica, porque sentiría mucho el día  que se fuera de su casa, y eso ocurriría cuando ella se marchara a estudiar y se  casara. La familia de Hina era católica, aunque sus  antepasados eran politeístas, cuando los sacerdotes y pastores occidentales  llegaron a la polinesia y enseñaron sus doctrinas; los nativos no ofrecieron  mucha resistencia en abandonar a sus dioses y, practicar la nueva religión que  se les brindaba, de igual manera los tabúes propios de religiones politeístas  perdieron fuerza, aunque siempre quedaron algunos tan arraigados que era  imposible erradicarlos. Era el mes de Julio, en plena fiesta del Heiva, fiesta  donde se rememora las costumbres ancestrales de aquellas islas. Cada año se  lleva a cabo  un festival, donde se  presenta todo el folclore polinesio: carreras de piraguas, pruebas de tiro al  coco, y otras actividades propias del lugar. El espectáculo es increíble. Hina  la noche del 10 de Julio iba a interpretar una danza con un grupo de jóvenes;  ella sería la bailarina principal, le correspondía por rango.  Cuando se estaba preparando para el  espectáculo, estaba nerviosa, lo primero que hizo fue ir a la playa y, nadar  durante un rato en esas aguas cristalinas, eso la tranquilizaría. Dejó caer a  la arena, la falda de colores que llevaba sujeta a la cintura, se quitó la tira  de color verde que rodeaba sus pechos y se lanzó al mar; nadó durante un rato,  al salir no se percató que al otro lado de la orilla había una sombra. Al salir  del agua se quedó un rato parada esperando que su cuerpo escupiera las gotas de  agua, se sacudió el cabello con mucha gracia, al levantar la cabeza  vio la luminosidad de un cigarrillo y emitió  un grito. -¿Quién anda ahí?- dijo. - No te asustes, soy Fran, -¿Se puede saber quien es Fran? Dijo irritada. - Soy el invitado del Jefe, bueno soy el arquitecto  que han contratado para llevar a cabo el proyecto del nuevo Hotel. - Además se dedica usted a observar a jóvenes cuando  se dan un baño en la playa. - no, por dios, ha sido casualidad, he venido a dar un  paseo, solo eso. -Pues mire para otro lado, no ves que estoy desnuda. - Si ya me he percatado de ello, lo siento, no ha sido  mi intención ofenderla. - Por cierto es Usted preciosa. - Descarado. - Nuevamente le digo que lo siento. Fran se retiro de la playa y Hina pudo vestirse, de  inmediato se dirigío al poblado. Sus pensamientos estaban en aquel extranjero  atrevido. No puedo pensar en eso, me tengo que centrar en la danza- se dijo- La joven se introdujo en su casa a toda prisa, entró  en su habitación y encima de la cama estaba la falda hecha de cintas de colores  y ramas verdes, era una prenda diminuta, una vez puesta dejaba ver sus largas  piernas. En el torso, llevaba las mismas cintas y hojas verdes semejando un  sujetador, que tapaba sus senos, el vientre totalmente descubierto hasta la  altura de las caderas. El pelo lo adornaba con una diadema de flores;  principalmente orquídeas, dejando un reguero de fragancia exquisita al son de  sus movimientos. Salió de la casa y se incorporó a un grupo de jóvenes, ya era  la hora de representar su baile, danzarían al compás de una rítmica música  tocada por los jóvenes de la isla. Hina, apareció de pronto entre los árboles, iba a  representar un baile, inspirado en alguna leyenda de sus ancestros. Sus caderas  con una sincronización perfecta, se movían con un ritmo enloquecido, era un  espectáculo digno de verse. Allí estaba danzando aquella belleza, parecía  salida de otro mundo, cada vez el ritmo era más rápido y poco a poco se iba  suavizando para volver a brincar con más ímpetu   al son de los tambores de aquellos nativos, con casi todo el cuerpo  tatuado. Cayó al suelo casi extenuada; de pronto aparecieron otras jóvenes  danzando a su alrededor, hacían círculos,   dejándola a ella en el centro, giraban y giraban lentamente, más rápido  y de pronto Hina, alza los brazos y como una gacela da un brinco, corre de un  lado a otro, se para en el centro. Se paran los tambores, de pronto se hace de  nuevo el sonido de los instrumentos enloquecidos y con ritmos percusivos. Ella  danza y danza, mueve sus caderas con tanta gracia que deja enamorados a todos  los  que observan el espectáculo; no  importa la edad, ella y su belleza deja huella, esa noche de Julio en la  Polinesia. Este festival Heiva, se celebra cada año, y es ahí  cuando los enamorados se atreven a pedir   a los familiares la mano de sus amadas. Después del baile enloquecido y  sensual los jóvenes van a la playa a nadar bajo el manto de las estrellas, es  un ritual que se hace de generación en generación. También se enorgullecen de  sus cuerpos tatuados, con acciones de sus antiguos antepasados. Ellos se hacen  los tatuajes sobre la piel, utilizan  espinas de pescados; hay en las islas nativos  que se dedican a este menester, que se heredan de padres a hijos. Esta  costumbre esta muy arraigada en aquellas islas de la Polinesia, realizando  verdaderas obras de arte, sobre la piel   morena de los jóvenes. Esa noche Hina después del espectáculo  se dirigió a la playa lentamente. Observa  como otras jóvenes, van corriendo de la mano  de sus amados; corren por la playa descalzos para zambullirse en el agua calida  y cristalina, y así calmar de alguna manera los deseos carnales de una noche  llena de magia. A la mañana siguiente, esos jóvenes tienen que demostrar su  destreza en las carreras de canoas, por lo tanto  deben descansar y no poner en peligro su vigor  en la esperada competición. Los lugareños recibían a los extranjeros e invitados  con bailes;  las bellas mujeres de largos  cabellos, adornados con diademas de exquisitas   flores, les ofrecían collares hechos con sumo cuidado y ensartando  florecillas de vivos  colores... El día que Fran llegó a aquella  isla, se sintió conmovido y halagado por el recibimiento que le ofrecieron  aquellas personas encantadoras y agradables. Acto seguido un grupo de jóvenes  les invitaron a nadar en aquel mar transparente, y posteriormente lo llevaron  para que zambullera en una zona del mar, donde había    unas especies de tiburones, que al parecer,  ellos comentaban que eran inofensivos,  le denominaban tiburones amarillos. Fran se  asustó al verlos, pero no quiso demostrar el temor que le producían esos  animales, y se lanzó como uno de ellos a esa aventura. Las mujeres, viendo el  temor del joven se echaron a reír de manera disimulada, para que el invitado no  se sintiera avergonzado. Pero él notaba la bufa, sintiéndose ridículo. Antes de llegar a la playa Hina se sentó debajo de un  cocotero; enciende un cigarrillo, y lentamente despide el humo. Está pensando  en los jóvenes del lugar, no siente nada especial por ninguno, bueno hay uno  que le gusta más que los demás, pero cree que no está enamorada. No siente esa  sensación maravillosa, que describía un libro que estaba leyendo. El libro  hablaba de sensaciones increíbles entre dos enamorados; entre un hombre y una  mujer. Que pena -pensó- todavía no me he enamorado, quizás nunca me enamore.  Estaba en esos pensamientos cuando de pronto escuchó cerca de ella: - Un dólar por tus pensamientos. -¿Quién es?- dijo. - ¿no me conoces? Contestó. - No tengo el gusto-respondió. -pues yo a ti si, además en paños menores. - no me lo puedo creer, eres el de esta tarde en la  playa - el mismo. - Pues sigues igual de descarado - no te enfades, soy Fran como te dije esta tarde. - Bien yo me llamo Hina. -Ya se quien eres, como para no saberlo, eres la chica  más popular de la isla, además la hija de mi amigo Tairi. Puedo verte de cerca,  así comprobaré todo lo que se dice de ti. -Vuelves a ser muy descarado. - ya lo sé, pero quiero conocerte, me has dejado  extasiado con tu baile, eres maravillosa parecías una diosa, tienes un ritmo  increíble. - No tiene importancia, estos movimientos los da la  tierra- dijo en tono jocoso. - ¿Y esa belleza que tienes también la da la tierra?  ¿O es culpa de tus progenitores? Preguntó. - No es belleza lo que tú ves en mí, son rasgos  distintos a los que estás acostumbrado- manifestó. - Sea una cosa u otra, la única verdad es que eres la  divinidad personificada, eres bellísima, preciosa, no se que más decirte. Ahora,  me invitas a un cigarrillo- preguntó. - Por supuesto, ven y siéntate a mi lado así también  podré comprobar de cerca tu rostro para darte mi opinión- dijo de manera  descarada- Hina, se encontró con dos ojos color esmeraldas,  enmarcados en unas pestañas larguisimas, una nariz recta y  unos labios carnosos. Su pelo era negro y  peinado hacía atrás. Si, verdaderamente era atractivo; pero que diferente a los  chicos de la isla. -Si tu también eres preciosísimo -dijo de manera  irónica- tendrás muchas novias, allá donde esté tu hogar. ¿De donde eres?  Preguntó. Soy de Alabama, en el sur profundo de Estados Unidos,  soy de Birmingham, lugar de exquisitos músicos y donde está una de las mejores  orquestas sinfónicas del mundo. -Que interesante lugar, -exclamó Hina. - Mis padres se fueron a ese estado hace muchos años,  a trabajar en las minas de carbón. Desde entonces vivimos allí, bueno ellos,  porque yo ando de aquí para allá, debido a mi profesión y a mi afición a  recorrer mundo. Y sobre todo a conocer bellezas como tú, -dijo entre sonrisas- - Mañana hay una gran fiesta, si quieres puedes venir,  y así verás como pasan el tiempo los jóvenes del lugar. - Acepto encantado, pero ya me había invitado tu padre  a que almorzara con su familia, y por supuesto yo he aceptado. - Bien, mañana es un día muy importante para la isla,  habrá competición de piraguas y otras actividades. Fran, me dijiste que has  venido a la isla a llevar a cabo el proyecto del nuevo hotel, ¿es cierto? -Si, me han contratado para ello, y supongo que estaré  aquí una buena temporada. Y tu a que te dedicas- preguntó. - Bueno mi afición favorita es ir a la búsqueda de las  perlas negras, pero mi padre se ha empeñado que vaya a la universidad, y de  hacerlo, me gustaría estudiar medicina. - Ah, bonita profesión, pero es totalmente vocacional. - Si, quiero ser médico y ejercer aquí; en esta isla,  estamos escasos de profesionales de la medicina. Sin darse cuenta estuvieron un buen rato bajo el  amparo de  las estrellas, hablando  de sus preferencias. Hina le preguntaba  muchas cosas de los Estados unidos, quería conocer como se desarrollaba la vida  en aquel país, que ella consideraba tan interesante. Había oído hablar mucho de  América, siempre que venían invitados a la casa de su padre, preguntaba si conocían  aquel país tan interesante, y poco a poco se fue creando una imagen de como  sería. Algún día iré a visitarlo- pensó.- Al día siguiente, se encontraron en la playa, al  amanecer. Él no podía dormir y se fue a refrescarse con un baño en el mar,  cuando de pronto vio una barquita a lo lejos y en ella, iba subida la muchacha  más bella que jamás había visto; era ella, Hina, con un bikini floreado dejaba  ver sus esbelta figura; sus movimientos eran felinos y elegantes. A él le  recorrió una sensación extraña al verla, que se estremeció todo su cuerpo. ¡Que  bella es, que bella! –pensó. Durante varios días fueron inseparables, ella se  dedicaba a enseñarle la isla, y él aceptaba encantado. Henin, un muchacho que  estaba perdidamente enamorado de Hina, no veía de buen grado el acercamiento de  Fran hacía la muchacha, y estaba tremendamente celoso. Se acercó a ambos y con  malos modales, le dijo a Hina que fuera con él a dar un paseo, ésta le contestó  que ahora no podía, y él la agarró del brazo intimidándola, esto hizo que Fran  interviniera dándole un puñetazo en la mandíbula. La situación se violentó  cuando empezaron a pelear. Se formó un alboroto, acudiendo muchas de las  personas que estaban por los alrededores. En ese instante, apareció el padre de  Hina, y alzando la voz para que lo escucharan y se parara la pelea manifestó:          -No permitiré ninguna pelea en esta  isla, y menos con uno de mis invitados, nuestra costumbre es desde siempre,  atender con mucha cortesía a los forasteros e invitados, y así seguirá siendo,  al menos mientras yo viva- dijo enojado Tairi- - El joven Henin se levantó del suelo, e inclinándose  delante del jefe, se retiró de inmediato del lugar. -Hina, ya me explicarás lo ocurrido más tarde en casa,  ahora por favor, márchate y ayuda a organizar la comida, hoy tenemos invitados  a comer. - Pero padre, yo no he tenido la culpa de esta pelea,  ha sido Henin el que ha empezado, dejándome en ridículo delante de Fran. - Es cierto manifestó el arquitecto, él no ha tratado  con respeto a su hija, y eso no lo puedo consentir. - Bien, dejemos por hoy el tema zanjado- manifestó-  Hoy está usted invitado a sentarse en nuestra mesa. - Si, estaré en su casa a la hora indicada.  – y haciendo ademán de bajar la cabeza, se  retiró. Hina, se marchó muy malhumorada a su casa, como podía  su padre dejarla en ridículo delante de tanta gente. Él tenía que haber  recriminado a Henin, porque su actuación no estuvo bien, no entendía porque su  padre había actuado de esa manera. No importa –pensó-, lo importante es que  Fran me defendió, no consintió que ese estúpido se pasara conmigo, -que se  había creído-, ni que yo fuera de su propiedad, o no pudiera ir con quien  quisiera. Esa noche, ella tenía planeado llevar a  Fran a pasear en barca, le iba a enseñar la isla a la luz de la luna. Se  pondría uno de sus trajes de colores, los típicos de la isla, que la hacían  lucir tan bella; elegiría el mismo con el que bailó la noche que lo conoció, únicamente  cambiaría la falda corta, por una larga color naranja, esta tenía una abertura  muy grande, que le dejaba ver todas las piernas; con ella se veía muy  estilizada, si realmente estaría esplendida –pensó-  Quería enamorarlo definitivamente, porque ella  ya lo estaba; se había dado cuenta hacia días, que sentía una pasión desbordada  por él; cada vez que lo veía, su corazón se agitaba locamente, como si una  manada de caballos salvajes estuvieran dentro de su pecho. Se preparó con sumo cuidado, quería que esa noche  fuera especial. Sacó su maletín de maquillaje que se lo  habían mandado de Francia, unos amigos de su  padre.  Domiquik, era una mujer  encantadora y muy guapa. Me quedaba embelesada cuando la veía tan atractiva con  sus maquillajes, pinturas de labios y los perfumes franceses que usaba. Ella al  ver mi atracción  por la cosmética, me  prometió que a la vuelta a Francia, me mandaría un lote con todos aquellos  productos. Y así fue, al mes siguiente, recibió una caja, y dentro los  productos de belleza que  deseaba. Se  maquilló y se puso rojo de labios, realmente su belleza resaltaba aun más. Pasearon un largo rato en barca, se acercaron a orilla  de una extensa playa de arena muy fina, anduvieron paseando bajo la luz de las  estrellas, la luna era testigo en toda su plenitud de luna llena, de aquel  abrazo lleno de pasión que envolvió la noche, haciendo participes del momento a  toda aquella naturaleza salvaje. ¡Que bella eres, mi nativa! – le dijo al oído-  quisiera que este momento se quedara paralizado para siempre, eres tan joven, y  tienes tantos proyectos. Algún día vendrás conmigo a donde quiera que yo vaya-  le preguntó. -Que preguntas me haces, mi extranjero-  le contestó- pero ni siquiera me has dicho ni una sola vez que me quieres, como  pretende que me vaya algún día contigo. -Ah, no te lo he dicho, pues te lo  digo ahora, te quiero, te quiero, y mil veces que naciera, te querría.  Si, Hina me he enamorado locamente de ti, de  todo tu ser, eres una persona tan especial. -¡Oh! Fran, mis sentimientos son idénticos  a los tuyos, yo también te quiero, quiero estar contigo siempre, iré donde  quiera que tu estés. La noche los envolvió, y solo ella  y los enamorados fueron testigo de lo que en la playa ocurrió, bajo el techo  estrellado del firmamento. Los enamorados, ya no fingieron su  amor, Fran hablo con el jefe y le manifestó los sentimientos que tenia respecto  a su hija. Le solicitó permiso para poder ser oficialmente el novio de Hina. El  padre accedió, con la condición que tendrían que esperar que ella fuera a la  Universidad y se preparara. Su hija había elegido ser médico y así debía de  ser. Fran aceptó, porque comprendió que ella tenía derecho a cumplir sus sueños  y llevar a cabo su vocación. Aunque a ella le costo trabajo acceder, porque si  por ella hubiera sido, se hubiera casado de inmediato con él. El verano llegó a su fin, y ella se  Marchó a Taití a estudiar medicina, como estaba previsto. El día que se  separaron lo hicieron con mucho dolor, y con muchas promesas. Se verían en  Navidades, el cogería un vuelo desde Inglaterra, ya que le había salido un  contrato por Europa, y no quería desaprovecharlo. Se escribían muy a menudo, ella inició  su carrera con mucha ilusión, pero con un gran vacío; necesitaba estar con él,  sentirlo, tenerlo cerca, y sin embargo estaba a mucha distancia. Un par de  veces a la semana recibía sus cartas, en ellas le decía todo lo que la quería,  y lo difícil que se hacían los días sin estar a su lado. Necesitaba de sus  besos y caricias. Verdaderamente se echaban mucho de menos, se querían y lo  único que deseaban ambos, era estar juntos, el tiempo de la separación se les  haría insoportable. Un día de Noviembre, Fran estando  tumbado en la cama, en actitud pensativa, pensaba en lo bonita que era su  amada. La visualizaba riendo, y corriendo por la playa, echándole agua del mar,  para después revolcarse en la arena jugando; estando en estos pensamientos, se  levanto de un salto, se vistió y salió a la calle, iba a buscar el primer vuelo  que saliera para Taití. No aguantaba ni un minuto más sin verla; quería  estrecharla entre sus brazos y amarla, amarla con todas sus fuerzas, era lo que  más deseaba en este mundo. Volvió a la oficina, le comunico a su secretaria que iría  a Taití, una semana. Le indicó que, si llamaba Hina, preguntando por él, que no  le dijera nada, quería darle una sorpresa y no quería por nada del mundo que se  le chafara. Fue a su apartamento, hizo su equipaje y salio a la calle, pero  antes quería ir a una joyería, para comprarle una sortija, ese sería su regalo:  el anillo de compromiso. Una vez que llegó al aeropuerto, se dispuso de  inmediato en la cola de embarque, ya solo quedaban treinta minutos para el  despegue. Solo pensaba que en unas horas tendría entre sus brazos a la mujer  que él amaba y que amaría siempre. El avión salió desde el aeropuerto de Luton, a la hora  en punto, tendría que hacer varias escalas hasta llegar a Taití; no importaba,  solo quería que las horas pasaran rápidamente. Ya llevaba horas de vuelo,  quedaría poco para ir divisando esas maravillosas islas del pacífico. Me  acomodé en el asiento para intentar dormir un poco, pensando en los días  maravillosos que pasaría junto a ella; con estos pensamientos me adormecí.  Estaba entre sueños cuando de pronto noté una sacudida bastante grande, se  oyeron gritos; los pasajeros estaban histéricos, las azafatas procuraban calmar  a los pasajeros. De pronto se oyó una voz que procedía de la cabina, era el  comandante de vuelo diciendo que estaban en alerta y tendrían que hacer un  aterrizaje de emergencia, porque uno de los motores se había incendiado. Cundió  el pánico, las personas chillaban sin cesar. Sentí mucho miedo, miedo a perder  la vida en ese avión; por un instante visualice el rostro de Hina, y pensé que  jamás la volvería a ver, fue entonces cuando sentí un pánico atroz, estaba  seguro que mi vida al igual que la de los demás pasajeros había llegado a su  fin. Se hizo la oscuridad. Me sentía muy cansado y dolorido, abrí los ojos, y me  descubrí rodeado de personas desconocidas, en una especie de casa de madera. Me  encontraba tendido en el suelo en una estera confeccionada con hojas de palma;  la habitación carecía de cosas superfluas, mi cuerpo estaba desnudo desde la  cintura hacía arriba, lo cubrían con una manta de colores muy vivos. La cabeza  me ardía, la habitación me daba vueltas, ésta despedía un olor dulce, sentí  como el estomago se me encogía, y no pude evitar sentí  nauseas. El hombre que estaba a mi lado se  percató de la situación y me acercó con una sonrisa un recipiente, que utilice  de inmediato. No sabía donde estaba, ni quien era, no recordaba  nada. El nativo que estaba en el habitáculo desapareció. Al momento apareció de  nuevo con varios hombres y dos mujeres, se acercaron a mí, y me preguntaron en  un idioma que no entendí, como estaba y quien era, eso lo deduje por los  ademanes que hacían con sus manos. Me sentía mal y desorientado, descansé mi cabeza  en aquella dura estera, cerré los ojos, y mi mente se quedó de nuevo sumida en  la oscuridad. Llevaba varias semanas en aquella isla, que pertenecía  al archipiélago polinesio, su nombre era Moorea, junto con Tahití y Bora Bora,  presentaban un paisaje espectacular; sus playas eran de ensueño, y sus montañas  reflejaban la propia naturaleza en su estado natural, allí se respiraba  libertad. Las gentes de aquellos parajes, eran personas muy acogedoras, pero yo,  no me sentía en mi ambiente, aún sin saber de donde era y a donde  pertenecía. Mi mente se volvía oscura cuando  intentaba pensar y descubrir mi verdadera identidad. Habían pasado ya seis meses desde mi llegada a la  isla, ellos me dijeron que había sobrevivido milagrosamente a un accidente de  avión. Solo habían sobrevivido tres personas más, que una vez recuperados,  partieron a sus respectivos hogares. Fran sin embargo  al perder la memoria, no tenía hogar.  El caso de él era diferente, estuvo muy grave  y decidieron mantenerlo allí, hasta que mejorara y recuperar la memoria. Un  responsable de la compañía aérea, quiso llevarlo a Inglaterra, pero él no  aceptó, prefería- no sabía porque motivo-, permanecer en aquella tierra. Hina, llevaba varios días sin tener  noticia de él, que raro –pensó- llamaré a su despacho para verificar el motivo  de su silencio. Cuando habló con la secretaría, notó el nerviosismo de ella. -Buenos días Magi, se puede poner Fran,  hace días que no me llama. La secretaría quedó petrificada, iría Fran en aquel  vuelo, era raro que no hubiese llegado a su destino. Ella había oído lo del  accidente, pero no lo relacionó al vuelo de su jefe. Ella pensaba que Fran  estaría pasando unos días maravillosos junto a Hinan, y ahora, ella le llamaba  para preguntarle por él. ¡Dios mío! – pensó- -Contesta, Magi, que ocurre, donde está  Fran. ¿Por qué   no responde?,  ¡contesta!. - Señorita, Hina, Fran se marchó hace días a Taití,  fue a encontrarse contigo, no quería que te dijera nada para darte una  sorpresa, se marchó y no he sabido nada de él. - No, Magi, no puede ser, el no ha llegado aquí, estás  segura que venía a mi encuentro- preguntó muy nerviosa- - Si, estoy segura, pero también ese día hubo un  accidente de avión, se estrelló un avión cerca de aquella zona, pero no se me  pasó que él pudiera ir en él, porque su idea era salir de noche de Inglaterra,  y ese avión salió hacía el medio día. Lo que no sabía Magi  que, él, en su ansía de llegar cuanto antes,  había cambiado los billetes para un vuelo que había casi ocho horas antes, y ese  fue el vuelo donde tantas personas perdieron la vida, allá en la Polinesia. Hina, dejó caer el teléfono, no podría ser verdad, él  no podría estar muerto, no podía, no podía, se decía una y otra vez. Cayó al  suelo y la desesperación la embargo de tal manera que perdió el conocimiento,  fue una compañera del hospital quien la descubrió en el suelo; de inmediato dio  la voz de alarma y al instante aparecieron dos enfermeras y un doctor, que la  examinaron y dándoles unas palmaditas en la cara, intentaron reanimarla. Debe  ser una lipotimia, dijo el doctor. En ese momento Hina se despertó y lanzando  un grito de dolor rompió a llorar con desesperación. Los allí presenten no  sabían lo que ocurría, hasta que ella explicó la situación y el temor de que su  novio, hubiese muerto en el accidente de aviación de dos días atrás. Todas las gestiones que Hina realizó, fueron  infructuosas, nadie sabía nada de su paradero, dieron por hecho que esta  persona, habría fallecido en el accidente y que su cuerpo hubiera quedado  carbonizado y sin identificar. Ella pensó volverse loca de dolor y  desesperación. Sus amigas fueron su único consuelo y gracias a ellas, pudo ir  superando la pérdida poco a poco. Se volcó en sus estudios de medicina y así  pasaron los seis años siguiente, viviendo, pero en el fondo de su corazón  seguía recordando a Fran, y no había visto todavía el momento de volverse a  enamorar, no por falta de pretendientes, porque era una mujer bellísima, sino  porque su corazón todavía no estaba preparado para desocupar de él, a su  querido Fran. Habían pasado ya dos años desde el terrible accidente,  Fran seguía viviendo en la misma isla, que aquel fatídico día le llevó a ella.  Su cabeza estaba vacía de contenido, no recordaba nada de su vida anterior. Fue  acogido por una familia hasta su recuperación, y después se facilitó una cabaña  de madera; para evitar encontrarse en todo momento a Luiri, la hija mayor de  esta familia, al parecer ella quería mantener una relación amorosa con él, pero   él todavía no estaba preparado para  ello. Ella era una chica atractiva y muy simpática, pero él necesitaba saber  algo de su vida anterior, eso no lo dejaba descansar y menos empezar una  relación amorosa. Necesitaba descubrir cosas de su pasado, y hasta ese momento  no podría hacer nada que después pudiera arrepentirse. La casa, como casi todas las de la isla,  sus  cimientos se enclavaban en el  mar, dejándolos al descubierto. El techo  estaba confeccionado con ramas de los árboles.  Esa pequeña casa, que se dibujaba encima del mar, era espléndida. Por las  mañanas cuando me asomaba a la pequeña terraza, podía ver como los peces,  alborotaban debajo de aquel mar color azul turquesa. Estaba bien  físicamente,  pero le faltaba algo, tenía  la necesidad de saber quien era, y que hacía   en un lugar al cual no pertenecía, pero no sabía a donde ir, ni de donde  venia, por eso había decidido estar allí de momento. Los días pasaban, llevaba más de seis años en aquel  lugar, necesitaba hacer algo, y empecé a dibujar, eso se me daba muy bien.  Pintaba todo lo que se me ponía a tiro, aquellos atardeceres de ensueños, la  puesta de sol, aquellos paisajes maravillosos.   Lo que más me llamaba la atención era que, cuando quería pintar a las  nativas, a las mujeres, solo reflejaba una imagen, una nativa bellísima, que  jamás había visto. Esta imagen la tenía siempre presente, hasta tal punto que  pregunté a los del lugar si conocían a aquella mujer. La respuesta a esta  pregunta siempre fue negativa, no la conocían. Él llegó a pensar que solo estaría en su  imaginación, pero no obstante pintó varios cuadros de ella, y el más bonito se  lo regaló al jefe de la isla. Bari, que así se llamaba el representante  gubernamental, lo visitó en su casa una mañana, había hecho amistad con él  hacía tiempo, y al ver el cuadro se quedó extasiado. Llégatelo a tu casa, es  tuyo- le dijo-. Habían pasado seis años, Hina, ya había terminado la  carrera de medicina, y llevaba un tiempo trabajando en el Hospital de Taití. Le  gustaba mucho su profesión y pasaba muchas horas de consulta en consulta, sabía  que hacía falta y su vocación estaba por encima de muchas cosas; también lo  hacía para ocupar el tiempo, no dejaba de pensar en la felicidad truncada, y  eso la hacía muy infeliz; ojalá algún día pueda rehacer mi vida- pensó.     Aquella mañana, su padre le llamó por  teléfono y le pidió que viajara con él a Mooree, la isla donde estaba de jefe  su gran amigo de la infancia. Le había invitado y quería que ella lo  acompañara, para que la conociera, además el hijo estaba muy interesado en  conocerla, según le contó le había llegado muy buenas referencias de mi hija. -Pero papá exclamó Hima, como es eso, que quiere  conocerme el hijo de tu amigo, ni que fuera una moneda de cambio. Uf…¡Que cosas  tienes! El padre emitió una gran carcajada, consiguió que su  hija lo acompañara, saldrían al día siguiente, y pasarían la próxima semana,  disfrutando de  la acogedora invitación  de su amigo. También quería distraerla, porque la veía muy triste, y todavía no  había olvidado a aquel extranjero que un día fue a su isla y le robo el corazón  a su única hija. Aunque él hubiera preferido verla feliz, y tener algún que  otro sietecito entre sus rodillas, además aquel joven le caía muy bien, fue una  lástima su muerte- pensó- Llegaron a la preciosa mansión, una vez se acomodaron,  recibieron los honores del anfitrión de la casa que apareció acompañado de su  hijo, un joven muy atractivo y simpático, pero no era mi tipo, sabia que con  aquel joven nunca iniciaría una relación amorosa, por mucho que se empeñaran. Irus, que así se llamaba el joven, la invitó a dar un  paseo en lancha, y este sin más le confesó que su padre tenía mucho interés de  que se conocieran, y él acepto encantado, y ahora más al verla y reconocer su  extraordinaria belleza. Ella le dio las gracias por su sinceridad, y le dijo  que la verdadera belleza estaba en los corazones de las personas, y no en su  aspecto físico. También le dijo que su corazón estaba ocupado desde hacia  muchos años, y de momento no había cabida para ningún nuevo amor. Y como quiso  ser sincera con aquel muchacho de mirada tierna; le contó su historia con Fran,  le contó de sus sufrimientos al perderlo en aquel accidente de avión, y también  le confesó que por ahora, solo se quería centrar en su carrera, el tiempo  marcaría el destino de cada persona. Llego a la hora de la cena y de la recepción que  habían preparado para ella y su padre. El salón de la mansión estaba repleto de  colorido, las flores exóticas invadían la estancia, las mujeres vestían con  trajes largos y su cuello lo adornaban con grandes collares de guirnaldas de  distintos colores. El ambiente era muy agradable, la comida era abundante. Un  grupo de nativos tocaban una música que a ella le contrajo el corazón, era la  misma música, la misma que  ella bailó  aquel día, aquella danza enloquecida; aquella noche, fue la noche mágica donde  lo conoció. Estando en estos pensamientos, no se dio cuenta que su padre se  acercaba a ella y le pidió que bailara. Ella, no estaba preparada para ello,  pero por no desairar a su padre aceptó. Bailó sin fuerzas en un principio, pero  según la música tocaba más fuerte, sus movimientos rítmicos se hacían más  rápidos. Parecía una Diosa de la polinesia, su belleza en aquel baile  desenfrenado era increíble. Cuando la música se paró, ella calló al suelo exhausta,  levantándose salió corriendo en dirección a la playa. Pero esa noche él no  estaba esperándola en la playa, como aquel día donde empezó su historia de  amor. El no estaba, ¡está muerto! –gritó, echándose a llorar sobre la arena, y  bajo el mismo cielo estrellado que había sido testigo de sus noches de amor. Aunque Fran estaba invitado aquella noche a la fiesta de  su amigo, no le apetecía ir; prefería pasear por la playa, aquellas fiestas le traían  desasosiego, y no sabía porqué; esa noche decidió darse un baño a la luz de la  luna, mirar las estrellas y, preguntarles por su pasado, pero no obtuvo  respuesta alguna. Cogió una piragua, y se introdujo en el mar, necesitaba remar.  La luma estaba esplendorosa iluminando la noche, él se echó sobre la piragua y  se que dormido. El alba lo despertó, se incorporó recogió los remos y volvió a  su casa sin más. El destino ese día le jugó una mala pasada. Las estrellas en aquella ocasión no quisieron que Fran  e Hina se encontraran, habían estado tan cerca, y sin embargo sus caminos no se  unieron.  Hima junto a su padre emprendieron  el camino de vuelta hacia sus casas. Agradecieron al amigo su hospitalidad,  emplazándolo para a una visita a su isla. Había pasado un año, y un día por la mañana, Fran  despertó con un fuerte dolor de cabeza, fue en ese momento cuando comenzó a  tener flases de su vida, se veía en un despacho, en otra ciudad, fue entonces  cuando recordó su nombre y de donde precedía. Sin más premura preparó un viaje  a Londres, allí podría buscar lo que andaba buscando. Cuando llegó a Inglaterra, fue directamente a la  dirección que recordaba, allí no había ningún despacho de arquitecto. Preguntó  al  encargado del edificio, y este le  comentó que hubo un despacho de un arquitecto, pero que había fallecido en un  accidente de aviación, y desde entonces aquel despacho estaba cerrado. Fue  hasta la puerta de su antiguo despacho, sacó una pequeña navaja que guardaba en  el bolsillo, y violentó la cerradura. Una vez que entró, se encontró con su  pasado, allí estaba su mesa, sus archivos, y sobre la mesa descubrió con gran  sorpresa una foto, ¡Dios mío! – - se dijo- es la mujer, es ella; la mujer que  llevo gravada en mi mente, la que sin querer pinto una y otra vez. No sabía quien era aquella mujer, ni porque tenía la  foto encima de su mesa, lo que si sabía era que cuando la miraba algo en su  alma se movía, Tengo que averiguar quien es y donde está, hasta que no la  encuentre mi mente no estará curada. Fran, se puso en contacto con el colegio de  arquitecto, y no tuvo problemas para conseguir nuevamente un trabajo. Habían  pasado cuatro meses desde su llegada a Londres, y de pronto recibió un  telegrama de su antiguo amigo Bari, en él decía que venia a Inglaterra por  asuntos de negocio, y le gustaría mucho verlo. Fran le contestó que estaría  encantado de recibirlo, y se ofrecía para ser su cicerón. A la semana de recibir la misiva de su amigo, lo recibió  en su despacho, después de varias horas de charla, Bari centró su atención en  aquella foto, aquella mujer polinesia que estaba en el retrato era la misma  mujer del cuadro que le había regalado un día su amigo. Que raro pensó- como es  posible que Fran tuviera la foto de Hina, la hija de su amigo. En estos  pensamientos estaba cuando Fran le preguntó: -¿te gusta la foto, a que es una mujer bellísima? - Si que lo es, ¿Cómo ha llegado esta foto a tu  poder?- preguntó. - Eso mismo quisiera saber yo, pero he descubierto que  es la mujer de mis cuadros, - Por supuesto, es la mujer del cuadro que me  regalaste, y que con el tiempo descubrí quien era. -¿Cómo, sabes quien es? - Si, lo sé, es la hija de mi amigo Tairi, el jefe de  Mangovera. -Ellos vinieron a una fiesta que preparé en su honor,  fiesta que tú estabas invitado, y no acudiste, dejándome a mí en mal lugar;  pero lo entendí, debido a tus rarezas. Ahora que lo pienso, ella estaba muy  afectada porque su novio había muerto en un accidente de aviación. - Vaya que coincidencia, yo casi me mato en un  accidente similar. Que pena no haber acudido a tu fiesta, me perdí la ocasión de  conocer a semejante belleza, e incluso descubrir mi verdad. - Fran, porque no viaja conmigo, así tendrás la  posibilidad de conocer a esta mujer. -Para que, ella debe estar casada, igual a su esposo  no le parecería bien. - No, no está casada, de estarlo su padre, mi amigo me  hubiera invitado a la boda, es más; yo estaba interesado en que mi hijo la  conquistara, pero ella le dijo que su corazón estaba ocupado todavía con su  amor, el que falleció en el accidente. Eso es amor, digo yo, porque no es  normal que una chica tan guapa, esté todavía sola. - Pues, creo que acepto tu oferta, quiero descubrir  porque esa imagen me persigue, no solo en los sueños, sino también cuando estoy  despierto. Cuando llegaron a la isla de su amigo, Fran se acomodo  en una habitación del ala este, tenía una gran terraza que daba al mar; un mar  que parecía sacado de un cuadro, su color era turquesa, su playa de una arena  muy fina y de color casi dorada. ¡Que espectáculo tan divino, esas playas  fascinarían a cualquiera! – Pensó- iré a darme un baño en esas aguas  cristalina. Se cambió, se puso un traje de baño y saliendo desde la terraza  camino de la playa, se zambulló de golpe   en aquellas aguas tan apetecibles. En la cena, le dijo a su amigo, que al día siguiente iría  a Taití, quería buscar a aquella mujer con premura, necesitaba saber que significaba  en su vida, porque ese rostro lo atormentaba, deseaba en lo más profundo de su  ser recordar su vida en la totalidad, no de forma parcial como ahora ocurría. - No te preocupes, le dijo el amigo, podrás  encontrarla en el Hospital Central de Taití, allí trabaja como médico., su  nombre es Hina, recuérdalo. A la mañana siguiente se marchó en busca de respuesta.  A media tarde se encontraba de camino al Hospital, su estado era muy ansioso,  sabía en el fondo de su alma, que aquella mujer sería la pieza de puzzle que  necesitaba, para cerrar el episodio de su vida que no recordaba,- estaba seguro  de ello-. Se dirigió a información del Hospital para informarse de donde podría  encontrar al médico que estaba buscando. La señorita del mostrador le regaló  una agradable sonrisa, indicándole  que  la encontraría en la tercera planta, en pediatría. La vio  a lo  lejos, estaba echada sobre una camilla, en la cual había un niño, de su bracito  delgado salía un cable que estaba enganchado a una botella,  sería suero y medicinas, el pequeño no  hablaba, de su boca salía un leve quejido. - No tengas miedo, campeón, le decía ella con todo  amable y cariñoso. Al verla sentí una punzada muy fina en el corazón, es  ella me dije, es ella, la imagen que día a día me persigue. ¿Quien será esta  mujer que me obsesiona? No fue capaz de acercarse, se sentía muy abrumado, y  se veía ridículo, no sabía que le podría decir, sin que ella pensara que estaba  loco. Estuvo observándola, y en un momento se cruzaron por el pasillo; él se volvió,  y ella no pudo verlo. Nuevamente se cruzaron, pero sus vidas estaban separadas.  Fue a la cafetería, y se tomó un café. Más tarde salio por la puerta principal  del hospital para caminar un poco, iba tan abstraído que al cruzar la calle no vio  venir un automóvil que le embistió, dándole un fuerte golpe en la cabeza.,  dejándolo tumbado en el suelo inconsciente En ese momento Hina salía del hospital,  y presenció a lo lejos el accidente, corrió al lugar para socorrer al herido,  cuando llegó al lugar quedó atónita, no podía ser,  aquel hombre era la viva imagen de Fran, sin  poder evitarlo se desvaneció por unos instantes, hasta que nuevamente recobró  la conciencia. Al lado de aquel hombre, había varias personas intentando socorrerlo,  al momento llegó una ambulancia que lo traslado de inmediato al hospital. Ella quedó allí, sentada sobre sus piernas, no podía  ser él, estaba muerto desde hacía siete años. De pronto se levantó y se dirigió  corriendo hacía el hospital, tenia que verlo nuevamente y descubrir la verdad.  Cuando llegó entró directamente donde él estaba, todavía inconsciente en una  camilla, ella se le acercó le cogió la mano y lo llamó por su nombre, en ese  momento él abrió los ojos y le dijo: Hina mi amor, he venido a darte una sorpresa, ya no  podía estar ni un día más sin verte. En ese instante, ella se dio cuenta de la  realidad, lo abrazó con todas sus fuerzas, era él, y lo amaba con todo su  corazón, ya tendrían tiempo de poner las cosas en su sitio, tenían todo el  tiempo del mundo. 2 de Febrero 2009                  Fini Castillo Sempere
 
  
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                              FANTASIAS   Cuando se es niño, se ven las cosas  tan distintas. El mundo está envuelto en un hado de fantasías. Todo lo que  rodea a la niñez es juego y misterio, excepto  en los momentos de reprimendas, que imaginan a  los represores -que bien pueden ser los padres, o los maestros o cualquier  persona adulta que se crea con el derecho, y más diría yo, con la obligación de  reñir cualquier conducta torcida,- como los malos, de cualquier cuento de su  imaginación infantil.Yo, era una niña muy fantasiosa,  siempre me envolvía aquel misterio, o mejor diría, aquellas alegorías que se  narraban en los cuentos. Mi imaginación volaba por los aires cuando me subía en  aquella alfombra maravillosa de Aladín. Si, era fantástico cerrar los ojos y  descubrir aquel mundo lleno de fantasías. Un día tuve un sueño, -no recuerdo si  despierta o dormida- Me vi, en un gran bosque, la naturaleza era espléndida;  flores de mil colores adornaban aquel entorno, que me parecía precioso. Los árboles  en toda su plenitud, de sus ramas prendían pájaros que cantaban sin cesar; sus  plumas eran el mejor adorno de su belleza. Al lado izquierdo, un riachuelo de  agua cristalina daba de beber a los animalitos del bosque: ciervos, gacelas,  conejos… Me llamó la atención una música muy alegre, caminé buscando la  procedencia de aquella melodía y, me encontré con un grupo de ardillas que  cantaban y bailaban al son de aquella notas musicales  tan alegre. Yo las observaba.  Una de ellas, llevaba unas gafas redondas y  una batuta en la mano, se dirigió a mí y me dijo:
 
                  -Oye pequeña, que haces  en nuestro bosque, no sabes que los humanos no  pueden venir aquí. -Y yo, muy atrevida le pregunté ¿por qué? -¡Ah! No lo sabes, niña atrevida, pues,  porque aquí, vive un ogro muy perverso que se come a todos los humanos que  vienen a este bosque. ¿Cómo te has atrevido a venir a este cuento? 
          
            
              
                
                  Al oír estas palabras me puse a  temblar como una hoja de papel sacudida por el viento. Dios mío, pensé, como  podré salir de este bosque, sin que me vea el ogro.-Ardilla, -le pregunté-, porqué no me  dejas que os imite, y me agregue a vuestro grupo, como si fuera una de  vosotras,  así el ogro, no se dará cuenta  de mi presencia aquí.
 -Eso es imposible, él te reconocerá  por el olfato, huele a kilómetros de distancia la carne humana.
 -Dios mío, que haré ahora. Estaba  realmente  muy asustada y quería  despertar del sueño, pero, no podía abrir los ojos, y abandonar aquella  fantasía. De pronto escuché un ruido enorme; era el ogro que venía caminando  hacía mi. Lo vi a lo lejos, y me horroricé. Era enorme, y tenía un solo ojo, en  medio de una frente descomunal. Su gesto era de pocos amigos, y de su boca salía  un colmillo gigantesco. En la mano llevaba un garrote tan grande como podría  ser mi padre. Sentí tanto miedo que pensé desmayarme.
 En ese momento, sentí como si me  cayera a un gran vacío, dándome cuenta que, estaba sentada en mi  cama, mi cabellos los noté mojados de sudor.  Todavía sentía el miedo  y  llamé a mi madre a gritos. –
 -Otra vez las pesadillas- me dijo mi  madre- anda bebe un poco de agua y vuélvete a dormir, que es muy temprano. Si  no leyeras tantos cuentos, no tendrías tantas fantasías en la cabeza, además  sabes que los monstruos no existen – dijo- intentando quitarme el miedo que  sentía en aquellos momentos. Me arropó y dándome un beso, se alejó hacía su  dormitorio. Yo cerré los ojos, y mi mente voló nuevamente, ahora no recuerdo a  donde.
 Como agradecí que mi madre viniera de  nuevo a salvarme de aquel sueño desagradable, y sobre todo de aquel ogro, que  posiblemente, de no haber sido por ella, hubiera sido su almuerzo de aquel día.  Como siempre las madres nos defienden de todo, incluso de los malos sueños.
 No siempre los sueños son agradables,  aunque estén en el mundo de la fantasía. Nos asustamos mucho, cuando invaden  nuestro descanso nocturno los ogros, demonios, brujas… Sin embargo nos encantan  zambullirnos en  otros ya más agradables,  como soñar con: princesas y príncipes azules, las hadas protectoras, los genios  que regalan deseos, y un sinfín de buenos personajes. Todos ellos,  existen en las cabecitas de aquellos infantes,  de aquellos niños que en su inocencia limpia y cristalina, sueñan con un mundo,  donde siempre ganan los buenos.
 Ese mundo de sueños fantásticos, los  viví muy intensamente, y los disfruté tanto, que hoy con muchísimos años, de  vez en cuando, entro en aquellos lugares fantásticos a través de mis sueños de  niña. Siempre me gustaban los finales felices de los cuentos, y especialmente,  aquellos bailes maravillosos, donde la princesa, junto al príncipe azul,  sellaban su amor eterno. Eran geniales aquellos cuentos donde se decía: “Y  fueron felices y comieron perdices” aunque aquello de las perdices, yo no lo  entendía, pero tampoco me ocupaba demasiado.
            Ceuta 4 de Febrero 2009-02-04 
                    
                       Fini Castillo  Sempere.   | 
    
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                             AMOR INCONDICIONAL                         
 La calle se vestía  silenciosa, las horas pasaban lentamente, desde la ventana del primer piso de  aquel edificio enorme, se distinguía la silueta de una sombra de mujer. Ella  cada noche miraba a las estrellas, como esperando una respuesta; esperaba el  regreso de su amado esposo que un día salió un tanto misterioso y hasta la  fecha, después de trascurrido dos años no había vuelto.
 No sabía que pensar ni que  hacer, había ido a la policía a denunciar la desaparición de Eduardo; visitó  consulado, agencia de viajes, aeropuertos   y nadie le dio ninguna pista del paradero de este hombre. Llamo a todas  sus amistades para ver si ellos podrían   ayudarla a descifrar la incógnita de la desaparición tan misteriosa del  hombre que amaba.
 Rosa, era una mujer bellísima,  su cuerpo  casi perfecto, había sido  envidiado por muchas de sus amigas. Su talante era agradable y su personalidad  de un carisma muy especial, se destacaba por su sencillez y bondad. Se dedicaba  al mundo de la moda, había sido modelo de alta costura, y ahora se dedicaba al  diseño; hacía años que había dejado de pasar modelo. Le habían detestado una  rara enfermedad; los riñones no le funcionaban bien y necesitaba urgentemente  una operación de trasplante. Su vida estaba ahora sujeta a una máquina, y día a  día sus fuerzas se iban desvaneciendo, estaba muy grave.
 Desde que  detestaron la enfermedad a su esposa, la vida  de ambos cambió; ella necesitaba muchos cuidados, y Eduardo se pasaba las horas  al lado de su mujer, su estado de ánimo había cambiado, aunque delante de ella  se mostraba feliz, ella sabía que su enfermedad le había desbordado; lo sentía  en la oscuridad de la noche rezar y pedirle a Dios por su recuperación, incluso  lo sentía llorar de desesperación, aunque él en su presencia, intentaba  disimular su estado de angustia; no podía soportar ver a su mujer sufrir de  aquella manera.
 Eduardo había tomado una  decisión, le donaría un riñón a su querida esposa, no podía soportar la espera,  ¿y si no llegara a tiempo el trasplante?, él no podía arriesgarse a que eso  ocurriera. También sabía que su esposa nunca aceptaría su donación, por lo cual  decidió hacerlo a su espalda, ya habría tiempo de comunicárselo una vez todo  hubiese terminado y los dos se encontraran en el hogar, para llevar una vida  feliz y plena. Se sentó en su escritorio, y escribió:
 Mi querida Rosa, si lees esta  carta será señal que todo habrá pasado y estarás curada. Mi intención era que  todo saliera bien y haber podido estar a tu lado para siempre y que esta nota  nunca llegara a tus manos, me hubiera gustado estar contigo y decirte  personalmente todo lo acontecido, pero si no es así, no te aflijas, no ha  podido ser. Recuerda   que eres el amor  de mi vida, y sin ti, mi vida no tenía sentido, por eso te he ofrecido la  posibilidad de que vivas. He tenido que intentarlo, sino,  me lo hubiera reprochado toda la vida. Solo  te pido que nunca pienses en negativo, recuérdame siempre y guárdame en tu  corazón. Rehaz tu vida, eres muy joven y mereces ser feliz, así yo también lo  seré. ¡Te quiero!
 Esta carta la escribió para  entregársela al doctor que le haría la operación, y en el caso que algo saliera  mal,  la hiciera llegar  a la dirección que él había puesto en el  sobre. Esto solo sucedería en el caso que él, no superara la operación de la  extracción de un riñón.
 Eduardo, ingresó en el hospital  con la ilusión de poder salvar la vida de la mujer que amaba, iba a ofrecerle  parte de él para que viviera, así ambos podrían vivir muchos años si todo salía  bien; con un solo riñón vivían muchas personas. Tenía que salvarla, y lo haría,  a consta de cualquier cosa.
 Ella no entendía porque su  esposo, que le había demostrado un gran amor, la había abandonado en aquellos  duros momentos, cuando más lo necesitaba. Él sabía que ella estaba a la espera  de recibir un donante para poder trasplantarse, y lo necesitaba a su lado. Él  la abandonó en el peor momento, no tuvo compasión de ella. Rosa pensaba  continuamente  ¿Cómo es posible que me  haya hecho esto? Esta idea la carcomía, sufría intensamente el abandono de su  marido, al cual había querido tanto, y aun amaba a sabiendas del comportamiento  que había tenido de cobarde, al abandonarla en el peor de los momentos.
 El le dijo, que tenía que  resolver un asunto de trabajo y estaría alguna semana fuera del país, y que  volvería lo más rápido posible, y en caso de que la llamaran del hospital  porque se presentara un trasplante, que no dudara en acudir al hospital, y él  volvería de inmediato. Ella dijo que no aceptaría hasta que el no estuviera  presente. –
 -De  ninguna de las maneras -manifestó el esposo – no se puede perder la posibilidad  de salvar tu vida, porque yo no me encuentre presente en ese momento. Prométeme  que aceptarás si te llaman del hospital. Él se puso tan insistente, que Rosa  acepto a regañadientes.
 Al día siguiente Rosa recibió  del hospital una llamada urgente, donde la citaban para posible trasplante.  Ella aturdida llamó al móvil de su marido, y este se encontraba apagado. Ella  supuso que estaría volando al país de destino. Confiando en su amiga, le dejó  el recado que se pusiera en contacto con Eduardo y le explicara en la situación  en que se encontraba. También le dejo un mensaje en el contestador el cual  decía: “mi amor, siento no tenerte a mi lado en este instante tan duro para mí,  se que aunque no estés presente, tu corazón está conmigo, así lo siento, cuando  vuelvas ya seré una mujer nueva, y jamás nos separaremos, ¡te quiero!”.
 La vida o quizás la suerte, tal  vez la casualidad, juegan malas pasadas, Eduardo fue intervenido, y su donación  se acopló perfectamente a la receptora prevista.  Él tuvo una complicación en la mesa de  operaciones y no despertó, murió ese mismo día. El equipo de quirófano, sintió  mucho aquella muerte, porque fue un hombre que murió por una causa, que para él  era más que suficiente: salvar a su amada esposa de una muerte segura. El  doctor hizo el siguiente comentario: “que hombre más valeroso, hoy he aprendido  una lección magistral con su comportamiento, ha muerto por una causa que él  consideraba justa, intentar salvar una vida, aún exponiendo la suya.” Hoy mismo  mandaré la carta que le prometí entregar en caso que le sucediera, lo que por  desgracia ha ocurrido.
 Cuando el cartero llevó la  carta, no había nadie en la casa, y la devolvió, quedando olvidada en la  sección de cartas devueltas.
 Rosa, cada noche a la luz de la  luna, lloraba su soledad, su  abandono,  lloraba a su amor perdido, lloraba por ella misma, por su dolor y  desesperación. Esa noche cansada de mirar a las estrellas y no encontrar respuesta,  se quedó dormida y lo vio, allí, en el cielo, entre las estrellas de aquella  noche de invierno, entre aquellas estrellas, a las cuales tantas veces les  había preguntado por él. Lo vio sonriente, se acercó a ella, la cogió de la  mano y le dijo: “vida mía, no estés triste, vive nuestra vida, en ti yo viviré  siempre, porque sin ti, mi vida habría muerto, y ahora estoy vivo, y viviré  para siempre en tu corazón. Sed feliz, ese es mi regalo, vive y yo viviré en  ti, mi amor.”
 Ella abrió los ojos, se sentó de  golpe en la cama y lo comprendió todo, él había expuesto su vida por ella. Por  sus mejillas corrieron lágrimas de tristezas y agradecimiento y comprendió que  era las más dichosas de las mujeres, porque había sido premiada con un amor  verdadero, hasta el punto de entregar la vida por ella.
 Al día siguiente, Rosa, movida  por alguna fuerza extraña, se personó a la sección de cartas devueltas,  solicitó a la persona que la atendió que mirara si había alguna carta a su  nombre y dirección. Después de casi una hora rebuscando entre muchas cartas,  apareció un sobre donde venía su nombre, lo retiró, lo cogió con fuerza y se  dirigió a una iglesia cercana a su casa, entró, se arrodilló y abrió la carta,  en ella pudo leer el testimonio más duro y a la vez más hermoso de su amado  esposo. El corazón se le encogió y su rostro se humedeció, alzó los ojos y  dijo:
 “Seré feliz por ti, mi amor,  cada noche miraré al cielo y te veré en las estrellas, y tú sentirás mi ser, mi  calor y mi sentir, en mí vivirás siempre, y algún día nos encontraremos y la  eternidad será testigo de nuestro amor”.
 
 Ceuta, 18 de Marzo 2009
 Fini Castillo Sempere.
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                       LA  SENSIBILIDAD
                            El día  que Lucía nació, una noche de mayo; el cielo  tenía un resplandor especial, millones de estrellas con su luz parpadeante  iluminaba el firmamento; la luna rebosante en su plenitud irradiaba rayos de  misterios para todos aquellos que creen en brujas; la  intensidad era tal, que todos los habitantes  de la tierra que la contemplaron quedaron anonadados con tal fenómeno. Corría  el año 1955, un año muy especial, sobre todo para la familia de esta criatura,  nacida en el mes de las flores.Lucia, era morena, sus  ojos parecían dos luceros, profundos y negros, se dibujaban en su cara de forma  rasgada dándole una pizca de rasgos asiáticos. Su belleza resaltaba dado el  grado de exotismo que desprendía, no había nadie que al mirarla, no sintiera  una atracción especial hacía ella.
 Cuando Lucía cumplió cuatro  años, sus padres empezaron a notar un cambio de actitud en ella. Por las  noches, la escuchaban hablar, reír, cantar. Cuando iban a ver que pasaba, ella  decía:
 -Mama estoy jugando con  mi amiguito, él viene todas la noches a jugar conmigo, además me cuenta cuentos  del más allá, se llama Eduardo
 Al principio los padres no le  dieron mucha importancia, pero al ver que esta situación se hacía de forma  continuada, decidieron llevar a la niña al médico, para ver si tenía algún  padecimiento, y a consecuencia de este, tuviera algunas alucinaciones.
 El reconocimiento del  médico no dio luz a tal situación, ya que éste manifestó que la niña estaba  perfectamente de salud, y en todo caso que le dieran un purgante, solución muy  habitual de aquellos tiempos, cuando el médico no descubría ningún mal a los  pacientes.
 Lucía iba creciendo, su  vida interior era fantástica, su amigo invisible cada día le ocupaba más tiempo,  hasta llegar al punto que los padres no podían descansar, solo de ver en la  situación tan extraña que se desarrollaba su pequeña. A veces Lucía lloraba,  otras reían. Según contaba ella, su amigo se enfadaba mucho cuando tardaba en  llegar a casa del colegio. Los padres la llevaron a varios psicólogos pero  todos llegaban a la conclusión de que la niña tenia mucha imaginación y esta  manía se le iría pasando con el tiempo.
 A la edad de diez años, Lucía  dejo de recibir visitas de su amigo invisible,   desde entonces se relacionaba más con las niñas de su edad, y empezó a  ser feliz. Disfrutaba con el resto de sus compañeros de las actividades propias  de su edad, aunque a veces recordaba a su amigo invisible con una mezcla de  miedo y remordimiento, porque fue ella misma, quien le pidió que no volviera  más, después de una gran discusión. A ella ya no le hacía ninguna gracia, tener  que aguantar a ese joven malhumorado, que si bien era guapo, también era  tétrico. Él  siempre estaba enfadado con  ella, porque no quería que se relacionara con nadie, solo con  él. Lucia, al crecer, comprendió que esa  situación no era normal, y en cierta manera quería quitarse al visitante  nocturno de encima, por ese motivo, le pidió que se fuera y que no volviera  más; ya no quería seguir siendo su amiga, incluso le confesó que le tenía  miedo. A partir de ese día, el joven no volvió a molestarla.
 Llegó el día que esta  pequeña creciera, y se convirtiéndose en una linda joven. El día que cumplió  dieciocho años, las amigas y amigos le prepararon una gran fiesta de  cumpleaños, fue en ese momento cuando conoció a Roberto, un joven emparentado  de una de sus mejores amigas, este   fue  invitado al evento al encontrarse pasando unos días en casa de sus tíos. Cuando  los dos jóvenes se conocieron, salto una chispa entre los dos, y desde ese día  empezaron a salir juntos, y entre ellos nació el amor.
 A partir de entonces,  Lucía empezó a tener terribles dolores de cabeza, no podía conciliar el sueño,  y cuando podía echar una cabezadita, se despertaba horrorizada de las terribles  pesadillas que tenía. No sabía que le pasaba, pero lo cierto era que no se  encontraba nada bien.
 Un día, al salir de la  universidad iba a cruzar una calle, y de pronto como si alguien detrás de ella  la empujara, cayó en la carretera quedando a unos milímetros del coche, que  paró en seco delante  de ella
 -¡Que haces loca! ¡Que  haces, he podido matarte! ¿Por qué te has tirado debajo de mi coche?, ¡estás  loca, estas loca! Chillaba el hombre que estuvo a punto de atropellarla. La  muchacha   estaba totalmente aturdida y  dolorida.
 Al punto aparecieron  algunos viandantes que pasaban en ese momento por ese lugar, y no solo tuvieron  que atender a la muchacha, sino también al pobre conductor del vehículo, que  estaba blanco como el papel ¡Dios mío, he podido matarla!- gritaba el conductor  del vehículo-
 -No sé que me ha pasado  manifestó Lucia, sin darme cuenta me he encontrado casi debajo de este coche,  creo que me ha dado un mareo.
 Recogió su bolso, se puso los  zapatos y muy aturdida emprendió el camino de su casa
 Su madre al verla llegar en esas  condiciones, se alarmó mucho y nerviosa le preguntó:
 -Hija mía ¿Qué te ha  ocurrido, que vienes tan magullada?
 -Mamá, no te preocupes,  solo ha sido un mareo, ya me encuentro bien; se preparó un baño relajante, y  sin dejar de pensar en el accidente, se le cruzó una idea por la cabeza, empezó  a recordar a su antiguo amigo invisible. El vello se le erizó con la evocación  del joven.
 -Que raro, pensó, hace  años que no me acordaba de él. En ese momento los tarritos que había en la  repisa que estaba encima del lavabo, estallaron. Lucía quedó petrificada,  sintió una punzada de miedo en su interior. Se levantó de la bañera, cogió una  toalla y salio corriendo del cuanto de baño. Al entrar a su habitación, notó  una ráfaga de aire frío, sintió como si le derramaran una jarra de agua helada  sobre su espalda.
 -¡No!, no puedo tener  miedo de nada, ya no soy una niña, tengo que racionalizar todo esto y pensar  que lo de esta mañana ha sido un puro accidente y nada más. No había nadie  detrás de mí, habrá sido un desvanecimiento, ahora que no me encuentro nada  bien, igual estoy con un poco de anemia y esto me ha producido el mareo. En el  fondo de su alma, ella temía lo peor, sabía que algo muy desagradable le estaba  esperando, y no estaba preparada para ello.
 El fin de semana  próximo tenía pensado pasarlo con   Roberto, iban a alquilar una casita al borde de un lago  precioso que había cerquita de su pueblo.  Cuando emprendieron el viaje, todo iba perfecto, pararon en un “supermercado”  de la zona y compraron viandas para los dos días que disfrutarían en ese  maravilloso lago. Allí solos, tendrían la posibilidad de bañarse y pasárselo  muy bien, los dos juntos, sería un fin de semana inolvidable.
 Cuando llegaron a la  casa que habían alquilado, todo parecía perfecto; se cambiaron y fueron a  bañarse en el lago. Sus risas se oían  a  un kilómetro a la redonda, estaban felices. Lucia se distrajo un momento y miró  hacía un árbol que había cerquita de ellos, y le pareció que alguien los  observaba, se lo comentó a su acompañante, este fue enseguida a ver de que se  trataba, pero no había nadie.
 Lucía, sintió otra  punzada de miedo, y volvió a recordar a su antiguo amigo invisible.   -No sé por qué me acuerdo últimamente de él,  se dijo para sí, y haciendo un movimiento de cabeza se lo quiso quitar de la  mente. En ese momento Roberto la cogió en brazos y se dirigieron entre risas al  agua cristalina del lago. Al alzar la cabeza, ella vio nuevamente una sombra  amenazante, y volvió a sentir un escalofrió que le recorrió todo su ser.
 -Volvamos  a la casa, -dijo- prepararemos algo de comer,  tengo hambre, entraron en la casa cogido de la mano y se encontraron  todas las bolsas que habían llevado,  revueltas, como si alguien las hubiera trasteado.
 -Que raro, dijo Lucia,  todas mis cosas están revueltas y tiradas por el suelo, es como si hubiera  estado alguien por aquí.
 -No te preocupes, dijo  Roberto, ha debido  ser un perro que he  visto vagabundeando por aquí hace un rato, he dejado la puerta abierta cuando  hemos ido a nadar; ¡si! será eso, no hay otra explicación –manifestó-
 Lucia, ya no disfrutó  del fin de semana, estaba muy tensa, pero no le dijo nada a su novio, no quería  preocuparlo con esta historia. Ella tendría que solucionarlo sola, y lo  solucionaría, de eso estaba segura; costase lo que costase, no estaba dispuesta  a arruinar su vida, algo tendría que hacer y sin demora.
 Al marcharse de la  casita del lago, miró a la ventana y descubrió en ella el rostro enfadado de su  amigo invisible, sintió un desagradable sabor amargo en su boca, casi le  produjo una arcada. ¡Dios mío ayúdame a terminar con esto!-se dijo.
 Cuando llegó a su  casa, Lucia, entró en el baño para cambiarse de ropa, se lavó la cara y al  asomarse al espejo, quedó petrificada, no era su imagen la que se veía, sino la  de un muchacho, ¡si! Era la del amigo invisible. La muchacha se llevó un gran  sobresalto.
 -¿Qué quieres de mí?,  ¡ya te dije hace años que te fueras de mi vida, tu no entras dentro de mis  planes, no quiero que vengas, quiero que me dejes tranquila!. Cuando ella  estaba diciendo estas palabras, la cara del joven se distorsionó, y con una voz  muy aguda dijo:
 -¡Jamás te dejaré! Tu  me perteneces, ¡nunca, nunca te dejaré!
 -¡Yo no pertenezco a  nadie, soy libre!, además pronto voy a casarme, con la persona que quiero, tú  no entra dentro de mis planes, ¡quiero que me dejes en paz!
 -¡No! ¡No te dejaré!  Grito enloquecido el fantasma, tu vida está ligada a la mía, ¡jamás estarás  libre de mí!
 Los padres de Lucia al  escuchar los gritos de su hija, entraron en la habitación, encontrándola blanca  como el papel  y temblando como una  hoja  azotada por el viento.
 ¿Qué te pasa, hija mía? ¿Qué tienes, que no te deja descansar?  -Preguntaron los padres.
 -¡Oh, papá, mamá! me  pasa algo muy grave, tan grave que puede acabar con mi vida. Desde hace muchos  años, me ha visitado un fantasma, un joven. Yo cuando era pequeña creí que era  un amigo secreto, pero cuando he ido creciendo él, me ha acosado continuamente,  y ahora que sabe que tengo novio no deja de asustarme. Estoy muy confundida y  no se que hacer. ¿os acordáis que cuando era pequeña os decía que tenía un  amiguito secreto? y vosotros pensabais que era cosa de la imaginación de una  niña, pues no es así, es un fantasma que me acosa y me quiere destruir.
 - Hija mía, eso es imposible, los  fantasmas no existen, seguro que estas un poco nerviosa y lo estás imaginado.
 -¡No!, ¡no! Sabéis que desde pequeña,  habéis notado algo raro en mí, pero yo nunca os confesé lo que me pasaba, era  como un secreto con mi amigo invisible, pero él quiere ahora que me vaya con  él, y me dice que haga cosas horrible, quiere que me muera, para poder estar  con él. Yo al principio me lo tomé a broma, pero ahora sé que es verdad, él  quiere que muera y me vaya con él al más allá. ¡Mama! ¡Papa! Tengo mucho miedo.
 Los padres quedaron atónitos con la  confesión de su hija, no sabían que hacer, ni siquiera si era cierto o si sería  una alucinación de su hija. Lo cierto era que había un gran problema y no  sabían como solucionarlo.
 En ese momento, sonó el timbre de la  puerta, cuando abrieron descubrieron delante de la cancela a un amigo de Lucia  con la cara entre las manos y entre sollozos dijo:
 -Lucía, ha pasado una desgracia  horrible, Roberto se ha tirado a las vías del tren, estaba a mi lado, estábamos  hablando y de repente, sin más, se lanzó delante del tren, del tren que en ese  momento íbamos a coger para trasladarnos al centro de la ciudad. ¡Ha sido  horrible! No entiendo nada. Al escuchar Lucía estas palabras se desplomó  y perdió el conocimiento a consecuencia del  impacto.
 Al despertar, se dio cuenta que el  amigo no mentía, era realidad, solo al ver su semblante abotargado de tanto  llorar.
 -¡No puede ser verdad!, ¡no puede ser  verdad! Gritaba Lucía. En ese momento se dio cuenta que una sombra la estaba  mirando fijamente al otro lado de la habitación, también comprobó que ésta  sonreía. El efecto de este espectro enloqueció a la muchacha, de tal manera,  que tuvieron que trasladarla a una clínica sanitaria para tratar de calmarla.  Lucía había perdido la razón, decía cosas incongruentes que nadie entendía;  solo ella sabía que la desgracia que había ocurrido, era obra de su antiguo  amigo invisible, de ese ser que ahora detestaba tanto.
 Pasaron varios meses hasta que Lucia se recuperó de la crisis nerviosa  que había sufrido. Ella decidió ir a ver a un médium y contarle todo lo  ocurrido hasta el momento. Estuvo investigando para encontrar el mejor. Le  hablaron de un médium que vivía en una zona montañosa bastante alejada de su  ciudad, y sin pensarlo dos veces, se montó en su coche y se fue en su busca.
 Llegó a un pueblecito llamado Peñíscala, allí preguntó por esta  persona, y unos vecinos del lugar se ofrecieron a acompañarla ya que la casa estaba  un poco apartada del centro del pueblo. Cuando llamó a la puerta,  salio un hombre de unos 35 años de edad,  alto, de pelo moreno y rasgos muy marcado, era un hombre bastante atractivo  Lucía quedó impresionada por su belleza.
 -Qué desea señorita?
 -¡Buenas tardes! Me llamo Lucía, y he  venido a buscarlo porque me han hablado de usted, me han comentado que es un  buen médium, y yo necesito que me haga un trabajo; es muy urgente, mejor diría  yo, de vida o muerte. Lucia estaba muy nerviosa no sabía como convencer a este  hombre de que aceptara su caso, estaba desesperada y necesitaba ayuda urgente.
 -Tranquilícese, señorita, yo ya no  trabajo en esto, me he retirado, ahora me dedico a escribir; soy escritor. Esta  actividad de médium me ha traído muchos quebraderos de  cabeza y por eso decidí dejarlo.
 Al escuchar estas palabras, Lucía se  derrumbó, apoyó los brazos en la pared,   hundió en ello la cabeza y empezó a llorar desesperadamente mientras  decía: ¡no puedo, no puedo tirar yo sola de esto!, ¡no puedo!
 -Tranquilícese, por favor señorita,  pase usted dentro de la casa y tome un refresco, pero por Dios ¡tranquilícese!
 Lucia se dejo llevar por este hombre,  y entró en la casa, se sentó en una butaca mientras le servia un refresco frío  de la nevera.
 -Disculpe señorita, no me he  presentado, me llamo Alfonso. Siento que haya venido hasta aquí para nada, pero  es que ya le he comentado que no me dedico a esto desde hace un año. Tuve una  mala experiencia y decidí no jugar más con fuego. Pero dígame, si le parece,  cual es el motivo de su visita.
 Lucia, sin darse casi  cuenta, le contó a este hombre toda la historia, verdaderamente al contarla se  veía el sufrimiento que padecía desde muy pequeña. Aunque al principio no lo  vivió así. Para ella, fue un juego, hasta el día que se dio cuenta que su vida  no era solamente ese amigo secreto que la oprimía casi sin dejarla  respirar. Mientras contaba esta historia,  Alfonso la observaba detenidamente, y pensó: pobre criatura lo que estará  sufriendo por culpa de ese espectro, Tengo que hacer algo por ella, no puedo  dejarla marchar así. También le pasaba por la mente lo bella que era, parecía  una diosa de algún país exótico de cualquier parte del mundo;  se quedó fascinado de aquella mujer que  temblaba como una hoja cuando le azota el viento
 -Lucia, después de contarme tu  experiencia y ver todo lo que estas padeciendo, no puedo dejar de ayudarte; por  eso vamos a intentar solucionarlo. Quiero que me digas todo lo que sepas de él,  quienes fueron sus padres, a que edad murió, todo lo relacionado con su vida.  Así que intenta hablar de nuevo con él, y sácale toda la información que  puedas. Cuando tengas toda esa información que te he pedido vuelve, y entonces  pensaré en una estrategia para que este ser misterioso descanse en paz.
 Lucia quedó muy agradecida a este  hombre, que sin conocerla iba a hacer una excepción con ella e iba a ayudarla,  como podía agradecérselo- pensó-  Se  despidió de él, y se marcho a su casa para intentar recabar toda la información  solicitada por aquel hombre que le pareció tan atractivo e interesante. Me  alegro de volver a verlo, lo haré cuanto antes   -se dijo para si-
 Esa noche, lucia se  preparó para recibir a su amigo secreto, lo invocó varias veces, pero este no  aparecía. Estaba muy nerviosa, daba vueltas por toda la habitación, llegó a  maldecirlo una y otra vez. Ahora que necesitaba que viniera no lo hacía, estaba  harta de esta situación y quería acabar con ella de inmediato. Se fumó un par  de cigarrillo y se tumbó en la cama; en ese instante, recordó a su nuevo  conocido, Alfonso, y le dio un vuelco el corazón, sintió como si mariposas le  revolotearan en su interior. ¡Que guapo y atractivo es!-pensó.
 Inmersa en este  pensamiento se quedó dormida, y en el sueño se veía, paseando por un sendero  lleno de flores, bajo un cielo celeste adornado por algunas nubes blancas; su  pelo se balanceaba al son del viento agradable que soplaba acariciándole las  mejillas. De pronto esa brisa se torno fría, y despertó de un sobresalto, encontrándose  sobre su rostro unos labios fríos y gélidos.
 -Amor mío, Lucia, cuanto tiempo hacía que no me llamabas, aquí estoy  para lo que quieras, ¿donde has estado hoy?   has tardado tanto en volver. Lucia levantó la cabeza, y allí estaba él,  blanco como el hielo, casi transparente.
 -Te   vigilo, aunque tú no me veas, porque eres mi amor, eres mi vida, tarde o  temprano te darás cuentas y querrás venirte conmigo, ¡ese es tu destino!
 -De acuerdo, algún día me iré contigo,  pero antes me gustaría saber cosas de tu vida.
 -Eso me parece bien, ¿Qué quieres  saber de mí?
 -Todo, quiero saber todo, cuantos años  tienes, cual fue el motivo de tu marcha del mundo terrenal, quienes fueron tus  padres, y cualquier cosa que me haga conocerte mejor.
 -Empezaré diciendo que yo era un joven  muy feliz, mi edad era de diecinueve años, mis padres eran adorables, y yo  tenía una vida llena de ilusiones. Un día conocí a una joven muy hermosa y me  enamoré locamente de ella; nos comprometimos para casarnos. Habíamos decidido  casarnos el día 3 de octubre de 1845, todo estaba listo para el enlace, solo  quedaba un día. Recuerdo que ese día, fui a casa de mi prometida a verla y a  llevarle un camafeo que le había comprado. Cuando llegué a su casa, la doncella  me dijo que mis futuros suegros no estaban en ese momento, y que mi prometida  había ido a montar a caballo a la casita del bosque, propiedad de la familia.  Sin pensarlo dos veces cogí un caballo del establo y me dirigí a gran velocidad  a la casa, pensando encontrarme allí con mi prometida. La puerta estaba semi  abierta; entré despacito pensando darle una sorpresa. La sorpresa me la llevé  yo, cuando descubrí que estaba ella, pero no sola, estaba revolcándose en el  suelo con un hombre; estaban haciendo el amor. Me quedé frío, inmóvil, mis ojos  no daban crédito a lo que estaba viendo;   pero lo peor de todo fue al descubrir la identidad del hombre ¡Era mi  padre! Lancé un grito desesperado, en ese momento se volvieron hacía mí, ella  lanzó un grito desgarrador pronunciando mi nombre.  Salí corriendo de la casa, subí al caballo  obligándolo a que fuera a  gran  velocidad; iba ciego por las lágrimas y la impotencia,  y no pude ver un árbol que se presento de  pronto en mi camino. El golpe fue brutal, y allí quedé tendido en el suelo. Mi  padre vino detrás de mí, él fue el que me recogió y llevó a mi casa, mi corazón  se había parado, mi cuerpo no tenía vida.
 -Las desgracias se sucedieron, mi padre al  comprobar mi muerte, y sentirse culpable, entró en el despacho y se disparó un  tiro en la nuca. Mi madre no entendía lo que pasaba, pero tanto fue su dolor,  que se dejó morir, no habían pasado dos meses de la tragedia cuando su corazón  se paró y murió sola y abatida por el desconsuelo de la pérdida de sus dos  amores: su marido y su hijo.
 -¿Y que fue de tu  prometida pregunté?
 -¡Ah, esa zorra! Su  vida fue un infierno, se trasladó a Francia, a casa de unos familiares, un día  salió a dar un paseo en barca, y tanta fue su mala suerte, que su barca se  volcó, y ella quedó en el fondo del lago para siempre, ja ja ja ja ja.
 -Los periódicos  dijeron que posiblemente se tratara de un suicidio, porque el mar estaba  completamente en calma, y no había motivos para que la barca zozobrara, además  ella era una espléndida nadadora. ¡Ojala   se pudra en el infierno!
 - Ahora te he  encontrado a ti, y no voy a permitir, que nada ni nadie te aleje de mí. No  permitiré que seas de nadie, solo serás mía, lo entiendes ¡mía!
 Dicho estás  palabras, el espectro desapareció, quedando Lucía echada en la cama con la cara  entre las manos, llorando de desesperación y de rabia de no poder controlar la  situación. Mañana iré a ver al médium pensó, intentó dormir, pero una y otra  vez se le venía a la memoria la conversación que había mantenido con Alfonso.  ¡Sí! Definitivamente me gustaba, me parecía tan dulce y a la vez tan sensual,  que cualquier mujer se podría enamorar de él locamente. Mañana será otro día e  intentaré solucionar este problema se dijo así misma.
 Cuando amaneció el día,  Lucía llevaba varias horas despierta en la cama, dándole vueltas a la situación  que tendría que afrontar, sin pensarlo más, saltó de la cama, se ducho, arreglo  y perfumó y se dirigió sin más en busca de Alfonso, para afrontar entre ambos  el problema. Antes de salir de la casa, cogió unas margaritas de un jarrón de  la entrada, se las colocó en el pelo y con una sonrisa se miró en el espejo,  comprobando lo bonita que estaba, quería impresionar con su belleza al médium
 Al  llegar a la retirada casa del escritor, se  alegró mucho de encontrarlo en el pequeño jardín. Allí estaba, parecía una  estatua griega, ¡que guapo es!- pensó y sintió que le revoloteaban mariposas en  el estómago.
 -¡Hola ¡ exclamó  Lucía, saludándolo con la mano.
 -¡Hola! Contestó, se  te ve muy bella esta mañana, ¿ya tienes noticias de tu amigo?
 -Sí, anoche me  visitó y me amenazó, dice que soy suya y no puedo ser de otro. También me contó  la historia de su pasado, que fue bien triste y desgraciada, ahora comprendo muchas  cosas de su actitud. Él cree que yo soy su novia, y no va a dejar que sea de  otro hombre. Tenemos que hacer  algo para  que él se pueda retirar al más allá y descanse en paz, si no  yo no voy a tener posibilidad de vivir mi  propia vida.
 Lucía, le contó todo lo acontecido la noche anterior con su  amigo invisible, detalle a detalle, para ver si había posibilidad de llevar a  cabo alguna estrategia, y   acabar para  siempre con esta pesadilla.
 -Sí, verdaderamente  este ser, está aferrado a ti, él no quiere que se repita la infidelidad de su  verdadera novia, y ha quedado su espíritu prendado a ti desde pequeña, el te ha  visto crecer, y no va a permitir que ningún hombre se acerque a ti, además es  peligroso, porque hará todo lo posible para destruirlo, incluso le puede causar  la muerte.
 -Si, de eso estoy  segura, mi novio murió en extrañas circunstancias, y es muy posible que  estuviera la mano de ese espectro que se ha convertido en un espíritu cruel y  posesivo.
 -Mira Lucía, la  próxima vez que te visite, le vas a invitar a que se case contigo, en una  pequeña casa alejada del mundo, este será el lugar indicado, yo hablaré con un  amigo mío, que tiene una especie de castillo. Y le pediré el favor que me lo  preste, y ahí realizaremos una ceremonia nupcial, pero la que ira debajo del  velo, no serás tú, será ella, su verdadera prometida, así una vez terminada la  ceremonia se irán a descansar al más allá.
 -Ahora a mi me queda  una tarea difícil, invocar a este espíritu que está penando su traición.
 Alfonso pasó a la  habitación continua e intentó invocarla, ésta no apareció, solo se comunicó por  la voz, e iba contestando todo lo que el médium le preguntaba. ¡Pobre muchacha!  Cuanto sufrimiento ha padecido por culpa de un ser miserable.
 -Lucia, ya sé la  historia de esta mujer, ha sufrido mucho, -te explico:
 Ella se hace responsable de la muerte de su amado y de su padre.  Se entregó a ese hombre porque la chantajeó  con expropiar a toda la familia sino se le entregaba a él, antes de la boda.  Como ves, la crueldad de este hombre era grande; no respetó ni a su propio  hijo. Ella solo quiso con este gesto indecoroso proteger a su familia, por este  motivo tiene derecho ella y tu amigo invisible a una segunda oportunidad de  unir sus almas en el más allá.
 - Lucía no daba  crédito a lo que estaba oyendo, pero acepto sin más lo que le estaba  proponiendo Alfonso, quedando emplazado a otra reunión, una vez que se hubiera  puesto de acuerdo con la novia errante y esta cediera a la proposición.
 -Ella dijo:  ¿porque no pasas el día aquí? Te puedo enseñar el pueblo, es precioso, podemos  montar a caballo y  pasear por el valle,  luego almorzaremos en un restaurante donde ponen unas carnes muy sabrosas.
 .-Sí, me  encantará conocer estos lugares.-contestó
 -¡Ah! ¡Solo por  conocer estos lugares? Pensé que también te gustaba mi compañía, dijo en tono  jocoso.
 Lucia sonrió  sonrojándose.
 -Sí me gusta tu  compañía, estoy muy a gusto contigo, -manifestó.
 Pasaron un día  maravilloso, pasearon a caballo a lo largo de la mañana, se bañaron en un  riachuelo, rieron y disfrutaron de una comida espléndida, luego fueron a casa y  allí tomaron una copa, dejando en el olvido en esos momentos el problema que  los había unido.
 -A ver si te  gusta esta canción, dijo Alfonso.
 Alfonso la  cogió de la mano y estrechándola en sus brazos, comenzó a bailar con ella con  un ritmo acompasado, ella sintió que todo le daba vueltas, y esas mariposillas  ya no estaban  solo en su estómago, sino  en cada palmo de su piel, se estremeció del placer que le producía el contacto  de sus labios en su sien. Por un momento se dejó llevar, pero de inmediato,  pensó en el espectro, sintió tanto miedo a que éste descubriera la atracción  que tenía por Alfonso, y temió por su vida, eso la hizo reaccionar de  inmediato, rompiendo muy a su pesar la magia del momento
 -Tengo que marcharme  ya, he de ir hasta mi casa y hay un largo camino, además tienes que preparar  cuanto antes la estrategia de mi liberación.
 -Tienes razón, cuanto  antes hemos de acabar con esta situación, voy a intentar hoy mismo conectar con  la dama.
 Esa noche, Alfonso  invocó a la misteriosa novia. Ésta no acudió a la llamada. Así pasaron tres  noches más. Desesperado Alfonso se retiró a su dormitorio a descansar. Cuando  ya entrada la noche y en el primer sueño, se despertó de pronto al notar un  frío en todo su cuerpo, al abrir los ojos, descubrió una imagen espectral que  lo observaba. Esa imagen era el vivo retrato de Lucia, lo único que la  diferenciaba era la palidez de su rostro, y sus lánguidos movimientos.
 -Que quieres  otra vez  de mí, preguntó el espectro.
 Alfonso, con gran  calma, le dijo:
 -Vengo encomendado por  tu prometido,  él no ha podido venir a  verte,  desea con todo su ser, que se  celebre vuestra boda cuanto antes. Ya están todos los preparativos, y si lo  deseas, mañana mismo se pueden celebrar los esponsales; todo estará listo. Mira  en este armario y verás tu precioso traje de novia, está diseñado por el mejor  modisto de la comarca, y es para ti, para que lo luzcas mañana. Déjalo todo de  mi mano, y la ceremonia será preciosa.
 -¿Estás seguro que mi  prometido quiere casarse conmigo? Creí que no lo quería hacer.
 -No mujer, no digas  tonterías, él está loco de amor por ti, y es lo único que desea. Como te he  dicho, tú déjate llevar, y seréis inmensamente felices.
 -¡Si! deseo con todas mis fuerzas  casarme con Eduardo, ¡quiero ser su esposa!, mañana, será para mí, el día más  feliz de mi vida.
 Dicho estas  palabras, la imagen de Azucena, que así se llamaba, se desvaneció lentamente.  Acto seguido, Alfonso llamó por teléfono a Lucia, contándole los hecho. –
 -Lucia, tienes que  invocar a tu amigo, y hablarle de la boda, que se celebrará mañana en el  castillo de mi amigo.  Mañana vendrás  conmigo, e invocaremos a los dos espiritus para que allí se encuentren,  fingiremos que corre el año 1843, y que es el día 3 de octubre; ese fue el día  elegido para su boda  hace más de un  siglo, y ese será el día que se unirán para siempre, si todo sale bien.
 -Bien,-dijo Lúcia-  así lo haremos, rezaré para que todo salga bien. Mañana nos veremos pronto para  iniciar todo el montaje, ahora descansa.
 A la mañana  siguiente, Lúcia emprendió el camino hasta casa de Alfonso, y desde allí  partieron al Castillo. Prepararon la pequeña capilla, así como la entrada y el  camino por donde tenian que pasar los novios. Cuando todo estuvo preparado,  cada uno desde una parte del castillo invocaron a la pareja de ultratumba.  Trascurridos unos instantes apareció  la  novia, su palidez era extrema, casi transparente.
 - Azucena, aquí  está tu precioso vestido de novia, póntelo que queda poco tiempo para la  ceremonia, y Roberto ya está impaciente por hacerte su esposa.
 Azucena obedeció  de inmediato, se puso el precioso vestido que le habían conseguido de un  anticuario, su pelo lo adornó con una diadema, imitación de brillantes, también  conseguida en el mismo anticuario. El ramo de novia estaba hecho de margaritas  silvestre que esa misma mañana habían cogido por el camino. Realmente estaba  bella. ¡Dios mío que parecido tiene esta mujer con Lucía!,  esto es un misterio que tendré que descubrir-  pensó.
 En la Capilla del  castillo se encontraba un antiguo amigo de Alfonso, que se dedicaba a la  parapsicología, éste le había explicado la situación y le había pedido su  ayuda, lo cual el amigo aceptó de buen grado. Su compromiso  consistiría en  oficiar la supuesta ceremonia de los  contrayentes, la farsa sería perfecta para el descanso de esas dos almas  perdidas en el más allá.
 En la otra parte del  castillo, se encontraba el novio, un tanto nervioso, de igual manera que a la  novia, le habían buscado un traje de la época. Se vistió y preparó para la  ceremonia.
 Alfonso que nerviosa  estoy, manifestó Lucía.
 -Tranquilízate que  ya está todo preparado, voy a poner la marcha nupcial para que entren en la  capilla y por fin se den el si quiero.
 Acto seguido empezó  a sonar la música, el novio ya estaba esperando en el altar, mirando hacía la  entrada, esperando visualizar cuanto antes a la novia, De pronto apareció la  novia, con el velo sobre el rostro, sus pasos eran muy lentos y con la  languidez que la caracterizaba. Una  vez  se encontraron en el altar, comenzó la ceremonia.
 -Eduardo de la Cruz  ¿quiere tomar por esposa a Azucena de los Ciervos?
 -Sí quiero.
 -Azucena de los  Ciervos ¿quieres por esposo a Eduardo de la Cruz?
 -Si quiero.
 -Por el poder que la  Iglesia me ha otorgado os declaro marido y mujer….
 -Puede besar a la novia.
 Eduardo levantó el  velo de la novia y se fundieron en un eterno beso, en ese instante, la capilla  se ilumino a consecuencia de un relámpago, la lluvia golpeaba con fuerza los  cristales y justo en el momento de escucharse un ensordecedor trueno, los  eternos enamorados, ya por siempre, se desvanecieron. Solo quedaba  esparcido  por el suelo  de la capilla, un traje de otra época, junto  a otro traje de novia, un ramo de flores y una diadema imitación a brillante
 En ese momento, Alfonso  y Lucía también se fundieron en un abrazo, ella lloraba por la emoción del  momento y Alfonso la besaba, la estrechaba contra sí, y le decía al oído que  todo había acabado, que a partir de ese momento se vería libre de espectro que  la había atormentado casi toda su vida.
 Se despidieron del  amigo médium, el cual había quedado muy impresionado por la historia, y sobre  todo por el bonito desenlace. Alfonso y Lucía salieron del castillo en busca  del vehículo que los trasladaría al pueblo. El invitó a Lucía a pasar la noche  en su casa, debido a la hora tan avanzada de la noche y a la fuerte lluvia que  había en ese momento.
 -Te agradezco tu  invitación Alfonso, mañana regresaré a la ciudad, y pasado me marcharé un mes a  Francia, quiero desconectar de todo y poner mi cabeza en orden.
 - Bien –dijo  Alfonso- solo te pido que desde Francia me mandes una postal, eso será señal  que te acuerdas de mí-
 -Te la enviaré-  dijo sonriendo.
 Cuando llegaron a la casa, Alfonso prendió el fuego en la chimenea, le  trajo a Lúcia un batín de él para que se cambiara, estaba mojada a consecuencia  de la lluvia tan intensa. Cenaron unos huevos revueltos con beicon que  prepararon en un instante.
 Te apetece tomar una copa, le dijo a lucía, y esta con una sonrisa  embaucadora le dijo que si.
 Alfonso preparó dos copas de güisqui con soda, y una se la ofreció a  ella. Se sentaron delante del fuego de la chimenea y hablaron y hablaron de  todo lo acontecido, ella estaba rebozante de alegria, solo de pensar que su  pesadilla había acabado para siempre.
 -Gracias Alfonso, por ayudarme, sin ti nunca hubiera podido desprenderme  de esta pesadilla, te lo debo y no se como pagártelo
 -Lo tienes muy fácil, Lucía, esta deuda se  saldará con un beso, si a ti te parece bien.
 -Solo con un beso, de acuerdo, te  daré un beso y otro de regalo ¿te parece bien?
 -Perfecto, dijo sonriendo Alfonso.
 Sin pensarlo dos  veces, Alfonso la atrajo hacía él, y se fundieron en un largo beso, allí  estuvieron abrazados toda la noche, disfrutando del embrujo del crepúsculo, con  la compañía de la las estrellas y la luna como cómplices de ese amor que había  nacido entre ellos.
 Lucía se marchó muy temprano, dejándole una nota en su  escritorio que decía:
                Voy a estar fuera, en Europa, no  sé el tiempo que voy a necesitar para poner en orden mis ideas; déjame un  tiempo. Necesito reflexionar sobre mi vida, necesito pensar; creo que me estoy  enamoranda de ti, y me da miedo no ser correspondida. Si tenemos claros  nuestros sentimientos, nos emplazaremos dentro de un mes en la torre Eiffel, si  nos encontramos allí, nuestras vidas estarán unidas, sino es así, nos diremos  adiós para siempre.Siempre te recordaré como  mi salvador, y siempre te llevaré en el corazón, pase lo que pase.
 Lucia.
            Alfonso quedó un poco  desilusionado al leer la nota, le hubiera gustado despedirse de ella, y decirle  que no se fuera, que no necesitaban distancia, quería decirle que estaba  locamente enamorado de ella, no podría soportar ese mes  impuesto por ella. No tendría más remedio que  esperar, y darle su tiempo y mientras tanto él iba a descubrir el parecido que  tenía lucia con la dama espectral.Haciendo  investigaciones, Alfonso descubrió la veracidad de los hechos que habían  contado Azucena y Eduardo. Lo más interesante fue descubrir, que la dama había  sido la tatarabuela de Lucía. Ahora comprendía el parecido. Alfonso decidió no  contarle nada de este descubrimiento a Lucía, porque eso le haría daño;  sufriría al saber todo lo que le había ocurrido a  su tatarabuela. También descubrió, que  Azucena había tenido un hijo, fruto de la unión carnal con el padre de Alfonso,  y este hijo, la familia lo hizo desaparecer una vez nacido, para que el nombre  de la familia no se manchara. Lo entregaron a unas monjas para que lo criaran.  Por este hecho se supone que Azucena una vez nacido el hijo, se quitó la vida,  al no poder soportar ya tanto dolor.
 Trascurrido un mes,  Alfonso se trasladó a Paris, en busca de su amor, los días se le hicieron  interminables, no quería separarse ni un minuto más de ella. Estando el día  antes en el Hotel, por la noche, salió a la terraza a fumar un cigarrillo,  cuando de pronto, descubrió a una mujer en la terraza del piso de abajo, ¡es  ella!  Y sin pensarlo dos veces, salió de  la habitación, corrió escalera abajo, llegó a la puerta, se paró, respiró y  llamó a la puerta. El tiempo se hizo interminable, de pronto se abrió la puerta  y a pareció como una diosa la mujer que el quería. Ella se quedó perpleja por  un instante, hasta que reaccionó echándose en sus brazos.
 -Lucía, estaba en mi terraza y te he  visto, lo siento pero no he podido esperar hasta mañana, para decirte todo lo  que te quiero y significas en mi vida, ¿te quieres casar conmigo?
 -Es lo que más  deseo, contestó Lucia.
 Pasaron a la  habitación y ambos se fundieron en un amor para siempre, esa noche también  llovía, los relámpagos iluminaban la habitación, pero ellos ya no temían a nada  ni a nadie, se pertenecían y eso era suficiente para ser felices.
                  Ceuta, 20 septiembre  2008                                                                                             Fini  Castillo Sempere
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 EL VERDADERO AMOR   CAPÍTULO I       La desolación reinaba en aquella estancia,  ella, con un aspecto preocupante, se dejaba caer en la cama, su brazo le  colgaba hasta el suelo, de pronto y de manera refleja, levantó la mano y la  observo.  En el dedo  llevaba el anillo de bodas, que hacía trece  años le puso su amado esposo, en una ceremonia preciosa. Ahora al mirarlo, el  corazón se le partió, y no pudo evitar unas   arcadas, quizás provocadas por el exceso de bebida, o quizás por el  propio dolor que experimentó en aquel momento. Leonor recuperó la memoria a los seis meses  del accidente. Un día cuando paseaba por un jardín de la ciudad, vio a unos  pequeños que correteaban por el parque, fue en ese momento como un flash le  vino a su menoría la imagen de dos niños, sus hijos. De igual manera recordó  aquella fatídica noche, aquel horrible restaurante de carretera.
 Hacía ya casi siete meses  que Leonor había recibido la noticia, su  esposo la recogió aquella noche para ir a cenar a uno de los mejores restaurante  de la zona. Llevaban varias semanas que las cosas no iban muy bien entre ellos.  Él, últimamente llegaba a casa a altas horas de la madrugada, y ante los  reproches de ella, él siempre justificaba la tardanza con la cantidad de  trabajo que había en la oficina.  Alfredo  era arquitecto y de renombre, tenía un estudio en la ciudad, y en él,  trabajaban a su cargo un equipo de   profesionales. Hacía casi un año que se integró al equipo una joven  arquitecto, y desde ese día las cosas cambiaron en su hogar.
 Leonor, al recibir la llamada telefónica de  su esposo y la posterior invitación a una cena, pensó que le iba a pedir  disculpas por su desatención en los últimos días. Si será eso- se dijo- lo voy  a impresionar esta noche, me pondré el vestido negro que tanto le gusta,  después iremos a bailar. ¡Dios mío, cuanto le quiero!-pensó-
 Llamó  a la canguro para que se quedara con sus hijos, María de once años, y Andrés de  siete, los niños adoraban a su padre, si, realmente eran una familia feliz, y  esa felicidad habría que mantenerla por los siglos de los siglos- pensó-  Esa noche, ella se encargaría de hacerla  especial, le diría a su esposo que lo amaba con locura y que no quería seguir  viviendo como los últimos días; lo quería demasiado, tanto que haría cualquier  cosa para que su matrimonio se mantuviera como el primer día.
 Los pequeños, ya estaban preparados para  irse a la cama, ella les dio un beso y les deseo un descanso feliz; los besó  nuevamente y salió de la habitación dirigiéndose a su dormitorio; se arreglaría  para la ocasión. Leonor era una mujer muy hermosa, sus cabellos negros y lacios,  le caían en una melena que le rozaban los hombros. Sus ojos marrones y muy  grandes, los enmarcaban unas largas pestañas, realmente era bonita. Medía uno  setenta y su cuerpo era estilizado. Ella al mirarse al espejo guiñó un ojo,  como dando por buena la imagen que se proyectaba en él.  Miró el reloj, y se dio cuenta que iba muy  justa, su esposo la recogería en breves minutos, y seguro que se quedaría  impresionado al verla tan atractiva, al menos ella lo había intentado.
 Sonó el claxon del vehículo  en la puerta de la casa, ella recogió su  bolso y el chal, se dio la última mirada en el espejo que había en  el vestíbulo, y salió rápidamente en busca de  su amado esposo. Cuando entró en el coche, ella le acercó la cara para darle un  beso, y en ese instante notó algo extraño, notó un ambiente gélido que la  asustó.
 -¿Qué ocurre mi amor? Estás tenso, y hoy  quiero que volvamos a ser lo que siempre hemos sido, una pareja enamorada, con  una familia entrañable, dejemos atrás los malos entendidos, sé que he sido muy  exigente,  sólo quería estar contigo el  máximo tiempo posible, y no he entendido tu dedicación al trabajo. Perdóname  por mi incomprensión y por mi egoísmo.
 -Calla,  no digas eso, no hables ahora, no puedo contestarte en estos momentos, espera  que lleguemos al restaurante, y entonces hablaremos, ahora no, por favor.
 -Está bien, pero me asusta tu actitud.
 Leonor, calló, no entendía el  comportamiento de su esposo, no lo reconocía, y sintió una punzada de miedo que  le recorrió todo el cuerpo. Sus labios temblaban,  y sus manos empezaron a sudar, sintió un  presentimiento, ¡Dios mío!, espero equivocarme- pensó-.
 El trayecto se hizo interminable, de pronto  apareció un letrero luminoso, era el restaurante donde cenarían, ella se  extrañó, ese no era el restaurante donde solían ir, aquel era uno de carretera  un poco alejado de la ciudad. Cuando entraron había poca gente; él se dirigió a  un camarero y éste indicó que les siguieran. Abrió una puerta y era una especie  de reservado con una mesa redonda de ocho comensales.
 -Aquí estaremos bien- dijo Alfredo, por  favor que no moleste nadie.
 -¿Qué ocurre Al? ¿Por qué hemos venido a  este restaurante? ¿ y por qué
 esta  actitud hacia mí?  No entiendo nada, que  pretendes, me estás asustando.
 Leo, ante todo quiero decirte que me  perdones, te quiero muchísimo, pero he de decirte, y no sé  como ha ocurrido, que  me he enamorado de otra mujer y quiero  empezar una nueva vida con ella. ¡Entiéndelo, por favor!, quiero el divorcio,  no me lo pongas difícil, porque la decisión está tomada, y no hay vuelta atrás.  Realmente no sé como ha ocurrido, porque yo te quería, bueno te quiero. Yo no  quería que esto pasara, pero sin casi darme ha ocurrido,  me he enamorado  y quiero vivir con ella. ¡Por dios contesta,  di algo! Por favor no me lo pongas difícil con mis hijos, ellos no tienen nada que  ver en esto.
 -Es tu última palabra, es eso lo que  quieres, dejarme sin más e irte con otra mujer, y me pides que no te lo ponga  difícil. No sé qué decir, no tengo palabras en estos momentos; no puedo pensar,  mi cerebro se ha quedado seco, no le llega la sangre. en estos momentos no  puedo hablar porque estoy muerta, me has matado con tus palabras, no, no, no  puedo pensar,
 -Sólo quiero despertar de esta pesadilla,  dime, dime que esto es una pesadilla y voy a despertar, ¡dímelo! ¡dímelo!
 -¡Por dios Leonor, no te pongas así!  ¡Entiéndeme! Necesito que me comprendas, estoy enamorado de otra mujer, ya no  tiene sentido  seguir fingiendo, no  quiero seguir contigo, quiero vivir otra vida y en ella ya no estás tú,  ¡entiéndelo!
 Aquella mujer destrozada, se levantó de un  salto de la silla, y salió corriendo, se dirigió a la carretera, iba  completamente ciega de dolor, sus lagrimas brotaban con tanta intensidad que  sus ojos no veían, se cruzó a la carretera, sin pensar en las consecuencias que  le podía acarrear aquella carrera desenfrenada; en ese momento era tan grande  la pena que sentía que solo pensaba en correr y huir, no sabía a dónde, ahora  sólo era el momento de correr.
 La noche oscura, no dejó ver aquella figura  que se cruzó como un relámpago en la carretera, el coche que venía conducido  por una mujer joven, no pudo frenar totalmente y golpeó el cuerpo de aquella  persona enloquecida, trasladándola al otro laso de la carretera. La mujer se  bajó inmediatamente del vehículo, para atender a la mujer que se le había  cruzado en la carretera.
 -Dios mío, es una mujer, y parece que está  muerta - y a continuación gritó-: ¡Socorro, socorro! ¡Ayudarme, ayudarme, hay  una mujer muerta!
 En aquel momento salieron algunas personas  del restaurante, entre ellas estaba Alfredo, que se acercó de inmediato.
 -No, no está muerta, sólo está herida, hay  que llamar inmediatamente a una ambulancia.
 La ambulancia solo tardó unos minutos en  llegar, y Leonor fue trasladada al hospital, la acompaño su esposo. Este en la  ambulancia la miró, le cogió la mano y arrodillándose sobre ella, lloró desesperadamente:
 -Lo siento, lo siento, yo no quería  herirte, yo no quería…
 Por un momento, ella, aquella mujer que lo  amaba tanto, abrió los ojos, y de ellos cayeron unas lagrimas, al momento  perdió de nuevo la conciencia.
     CAPÍTULOII       El  médico diagnosticó traumatismo cráneo-encefálico, en estado severo. Su vida  estaba en peligro en las próximas cuarenta y ochos horas, podría producirse una  hemorragia interna en el cerebro. Las horas pasaban muy lentamente. Alfredo  telefoneó a Susana, la mujer que había ocupado recientemente su corazón. Le  contó lo ocurrido, y lo culpable que se sentía de haber ocasionado aquel  desastre. Ella lo consoló y le hizo ver que él no tenía la culpa de lo  ocurrido, culpabilizó en cierta medida a Leonor, por su actitud desenfrenada  ante la nueva situación. Mientras Leo estaba en el hospital, Alfredo  se quedó en casa cuidando a los hijos, contrató a una niñera que se ocupaba de  los pequeños mientras él trabajaba. Los niños estaban muy tristes, echaban  mucho de menos a su madre. El padre aprovechó la ocasión y a los días les dijo  a los hijos que se iba a separar de su madre, también les explico a los  pequeños que iba a compartir su vida con otra mujer. Esta confesión afectó muy  negativamente a los niños, cambiando de actitud con respecto a su padre; todo  ellos influyó en que los pequeños sufrieron de golpe la destrucción de su  hogar, casi habían perdido a su padre y la madre se debatía en un hospital  entre la vida y la muerte.
 Leonor estuvo casi un mes en coma, poco a  poco fue despertando, pero no recordaba nada de su vida anterior; no reconocía  a su esposo ni siquiera a sus pequeños. Su mente estaba vacía. Todos los días  iba a verla la joven que la había atropellado, era una joven muy alegre y  dicharachera;  Leonor le cogió mucho  cariño, se había acostumbrado a su compañía. Ella sonreía ante cualquier  estimulo, y se asustaba cuando la tarde caía y el sol se ocultaba, dando paso a  la noche. Su recuperación fue lenta, día a día su mente se iba aclarando y a los  seis meses del accidente se encontró con la cruda realidad.
 Alfredo se puso en contacto con los padres  de ella, y les comunicó que se iba de la casa, que había conocido a otra mujer  y había decidido abandonar a la que todavía era su esposa. Ellos no le  reprocharon nada, bastante tenían con la nueva situación que se les venía  encima. Decidieron trasladarse a la ciudad y vivir con su hija, hasta  tanto   esta no se recuperara definitivamente. Los  niños vivirían con su padre, hasta que la situación de Leonor  cambiara.
 Amparo, era el nombre de su nueva  amiga,  la joven que un día se cruzó en  su camino, y desde entonces, no se había separado de ella, al principio lo  hacía porque se sentía un poco culpable del accidente, pero día a día se había  encariñado con ella y con los pequeños, que ya consideraba  casi sobrinos suyos. Esta joven fue un puntal  muy importante en la recuperación de Leonor, aunque costó bastante trabajo  sacarla del hoyo donde estaba inmersa. Una vez que recobró la memoria se dejó  llevar por la apatía, le envolvía un estado depresivo y de abandono, no asumía  que él, la hubiera abandonado, y menos aún en el estado en el que se  encontraba; jamás le perdonaría su comportamiento hacía ella. Se había  aprovechado de su situación para llevarse a los hijos, eso jamás se lo  perdonaría.
 Ensimismada en sus recuerdos, Leonor se  sintió rota, jamás pensó que el hombre que había querido tanto, la dejara por  otra, irremediablemente nunca sería la mujer que un día fue, se miró al espejo  y no se reconoció, vio a una mujer fea, rota, amargada, sin ilusiones, sin  corazón y casi sin alma. Se horrorizó, se volvió a mirar; cogió un cigarrillo y  muy despacio lo encendió, dio una bocanada y lentamente echó el humo haciendo  redondeles, volvió a dar otra calada al cigarrillo, se puso delante del espejo  y lanzó rápidamente el humo, quedando envuelta en una nube. Se miró, y tras el  humo se vio sonriente, en ese momento se reconoció como otra mujer, distinta a  la mujer que había sido hasta ese instante; fue como una luz, un flas. A partir  de ahora, me debo a mis hijos y a mí misma, a partir de hoy renace una nueva  mujer, que nada tiene que ver con la que se quedó aquel día tirada en el asfalto  de una carretera- pensó. Las nauseas le siguieron, y no tuvo más remedio que  dirigirse al baño, se encontraba mal, de vez en cuando se mareaba, sobre todo  cuando pensaba en él, en aquel hombre que la había abandonado, aquel que ella  quiso tanto, el mismo que la había herido casi de muerte con su actitud, con su  abandono. Estaba vacía, la vida le había azotado fuertemente, y no se sentía  con fuerzas. En un arrebato de ira, levantó su mano y se desprendió de aquel  anillo de compromiso; el mismo que él le puso en el dedo el día de su boda.  Levantó la tapa del inodoro y con mucha fuerza lo tiró dentro, posteriormente  presionó el botón del depósito del agua; el anillo desapareció inmediatamente  delante de sus ojos. Se extrañó de su reacción, se dio cuenta en ese instante  noto su liberación, era como si le hubieran quitado un peso de encima, peso que  le oprimía el alma, y ahora se sentía casi como una pluma. Ahora es el momento  de cambiar, de vivir mi vida, ahora es el momento de alcanzar mi libertad- se  dijo.
 Los pequeños echaban mucho de menos a su  madre, y no se adaptaban a la nueva vida, ni a la mujer que convivía con su  padre. No era mala, pero ella no estaba dispuesta a sacrificarse por unos  pequeños que casi ni conocía. Esta situación, motivó que los críos quisieran  estar con su madre, pero no podían ir con ella hasta su recuperación.  Transcurrido un tiempo, y con la mejoría de  Leonor, los abuelos se volvieron a su localidad, los niños por fin volvieron  con ella; lo deseaban con todas sus fuerzas, ese día lo celebraron juntos, fue  un día muy especial, fue el día del  reencuentro.
 A la mañana siguiente se acercó al  teléfono, marco el número de Amparo.
 -Hola, Amparo, hoy he descubierto de nuevo  mi rostro en el espejo, sabes, y no estoy nada mal -dijo entre carcajadas-, estoy  dispuesta a aceptar la invitación que me hiciste en referencia a visitar el  rancho de tus padres, si te pareces podremos ir el próximo mes, aprovechando  las vacaciones de los niños.
 -Estupendo, me parece una buenísima idea,  mis padres se pondrán muy contentos de tenernos allí, verás cómo  te  gustará. ¡Ah!, así podrás conocer a  mi  hermano   Fran y  a mi hermana pequeña, son estupendos, seguro  que les caerá muy bien.
     CAPÍTULO III       Llegó el día de la marcha, los pequeños  casi no durmieron ese día, estaban muy nerviosos; nunca habían visitado un  rancho y solo la idea de montar a caballo les entusiasmaba. Leonor estaba  ocupada en hacer las maletas, y no sabía porque sentía una sensación extraña en  el estomago; tuvo un buen presentimiento, pero no sabía de que se trababa, sólo  tenía buenas sensaciones con respecto al viaje, estaba segura que lo pasaría  bien, ya era hora de tener días felices y ella estaba dispuesta a ello. El viaje duró casi ocho horas, los críos  estaban cansados, aunque gran parte del viaje lo hicieron dormidos, ya que la  noche anterior la habían pasado casi en vela debido al estado de excitación que  tenían. Ya eran las ocho de la noche cuando llegaron a la hacienda de los  padres de Amparo. En la entrada se encontraban dos personas mayores, que Leonor  supuso se trataría de los padres de su amiga, junto a ellos había una joven.
 -Papá, mamá, que alegría de estar con  vosotros, Lucía, dame un abrazo, ¡que guapa estás!, mirad os voy a presentar a  mi amiga Leonor y a sus pequeños, son unos niños preciosos y muy buenos.
 -Encantada de conocerte dijeron los padres  al unísono, si, realmente son unos niños preciosos.
 -¡Hola Leonor! -dijo la madre de amparo-, me  encanta que estéis aquí, la hacienda a veces se me hace aburrida, y ahora  estaré más distraída y contenta con vuestra compañía, sobre todo con estos  pequeños, que serán la alegría de la casa.
 -Niños saludar.
 -Buenas noches, muchas gracias por  recibirnos en vuestra casa -dijeron.
 -Ahora os enseñaré vuestras habitaciones,  seguidme -manifestó Amparo.
 Una vez en la habitación, Leonor abrazó a  sus hijos y dijo:
 -Hijos,   hoy empieza para nosotros una nueva vida, disfrutemos de la estancia en  esta hacienda y con esta familia tan acogedora, pasaremos un verano  inolvidable, deseo que disfrutéis junto a mí, ¿qué os parece?
 -Si, dijeron los niños emocionados con las  palabras de la madre, lo pasaremos muy bien, mamá.
 La cena fue muy agradable, los padres y  hermana de Amparo eran personas muy sencillas y cariñosas. Leonor se sintió muy  bien, y agradeció el acogimiento con el cual habían sido recibidos sus hijos y  ella. Cuando prácticamente estaban terminando de cenar, se abrió la puerta del  comedor y entró un hombre, el cual se acercó sonriendo y con voz fuerte dijo:
 -Querida hermana, estás de vuelta, me  alegro mucho, la estrechó en sus brazos y la aupó dos palmos del suelo. Bueno  preséntame  a tus amigos.
 - Fran, ella es mi amiga Leonor y sus dos  hijos, van a pasar el verano con nosotros.
 -Encantado Leonor de tenerte entre  nosotros, ¡ah!, vosotros pequeños, espero que disfrutéis aquí, mañana os  enseñaré los caballos, que seguros querréis conocer, ¿me equivoco?
 -Si, si, estaremos encantado de montar a  caballo -dijeron emocionados.
 A la mañana siguiente, cuando Leonor se  despertó se encontró en su habitación sobre un sillón, un traje de amazona de  color verde oscuro, se quedó recostada mirándolo y pensando la suerte que había  tenido aquel día horrible, porque le había dado la oportunidad de conocer a  Amparo y a su familia. Y ahora estaba pasando unos días de vacaciones entre  ellos, y estaba segura, no sabía  por  qué, que ella y los niños lo pasarían bien; esta familia era tan acogedora, que  se sentía como en su propia casa.
 Cuando estaba en esos pensamientos, sonó  unos golpecitos en la puerta. Era Amparo y Lucia que venían a despertarla.
 -¡Vamos a levantarnos ya que el día es  precioso! Los niños están desde hace rato con Fran, han ido a las cuadras a ver  unos caballos.
 -Sí, ya estoy despierta, ahora mismo me  preparo, me pondré ese precioso traje que me has traído.
 -Me alegro que te guste y que decidas venir  a montar a caballo.
 -Yo no sé montar, y me da un poco de miedo,  seguro que me caeré del caballo y me romperé algún hueso.
 -No te preocupes, mi hermano te enseñará a  montar. Verás cómo te gustará. Ahora voy a preparar el desayuno.
 Después de un suculento desayuno junto a la  familia, se dirigieron a las cuadras, allí estaban sus hijos.
 ¡Mamá, mamá! -gritaron al verla- es  emocionante montar a caballo, yo ya lo he intentado y no me ha tirado, casi ya  lo domino -dijo.
 Miró a sus hijos y se sintió orgullosa de  ellos, hizo un movimiento de cabeza,   desechando cualquier pensamiento inapropiado, no quería pensar nunca más  en el pasado, ahora tenía una nueva vida por delante con sus hijos y no pensaba  desaprovecharla, ahora era el momento de iniciarla. Ensimismada en sus  pensamientos, escuchó una voz detrás de ella.
 -¡Buenos días!, ¿has descansado bien? Te  sienta muy bien el traje de montar.
 -Si, gracias, he descansado muy bien, me  han despertado los trinos de los pájaros.
 El día fue maravilloso, ambos hermanos se  encargaron de que así  fuera; los niños  disfrutaron mucho y al final del día ya montaban solos a la grupa de los  caballos. Ella los  miró y  se sintió feliz, dio gracias a Dios de haber  encontrado a esta familia tan especial. Lucía era una joven maravillosa, estaba  totalmente volcada en ellos, se lo pasarían muy bien juntos.
   CAPÍTULO IV       El verano pasó muy deprisa, ya llegaba la  hora de ir recogiendo y preparar las maletas para la vuelta. Se sentía muy a  gusto entre aquellas personas, había congeniado mucho con Fran; se sentía muy  bien en su compañía. Cuando no lo veía en el desayuno se preocupaba, el corazón  se le encogía pensando que se hubiese ido a la ciudad por varios días, se había  acostumbrado a él y sólo pensar no volver a verlo la angustiaba.-Un dólar por tus pensamientos.
 -¡Hola!, no te había visto llegar.
 -Leonor, he pensado que esta noche  podríamos ir a cenar a la ciudad y después bailar un poco, ¿te gustaría  acompañarme? A mí me encantaría que aceptaras mi invitación.
 -No sé, los niños.
 -No digas más, si es por eso no te  preocupes, amparo y Lucia se quedará con ellos encantada.
 -Si es así, acepto encantada.
 -A las ocho te recojo, verás cómo lo  pasaremos bien.
 Leonor se sentía feliz, le encantaba la  idea de acompañar a la fiesta a este hombre, además de ser tan atractivo, le  atraía su forma de ser, era un ser extraordinario, todo lo hacía para que ella  se sintiera a gusto. ¿Sentiría algo por ella? Se preguntó.
 Delante del armario, Leonor rebuscaba entre  sus vestidos, quería estar atractiva esa noche para él; sacó uno de color negro  y la espalda descubierta, era un poco atrevido pero justo para la ocasión;  decididamente, ese sería el apropiado. Una vez decidido el traje, se tumbó en  la cama, y su imaginación voló, se vio envuelta en los brazos de Fran. Su  corazón se le aceleró tanto, que dé un salto se sentó en la cama -no quiero  hacerme ilusiones, pensó.
 Antes de arreglarse para salir, fue a la  habitación de sus hijos, estaban junto a Amparo jugando a un juego de mesa.
 -Hola mamá dijeron los niños.
 - Venir a abrazar a mamá, necesito vuestros  besos.
 Los pequeños corrieron a los brazos de su  madre, y ella los abrazó con tanta fuerza que protestaron.
 -Esta noche voy a salir con Fran, iremos a  cenar, ¿os parece bien? -preguntó.
 -Si, mamá, por nosotros no te preocupes,  estamos muy bien aquí.
 -De acuerdo, portaros bien, mañana  saldremos a dar un paseo a caballo.
 En su habitación, se sentó delante de la  ventana, encendió un cigarrillo e inhalando el humo pensó por un momento en su  anterior vida, le recorrió por todo el cuerpo una corriente eléctrica que le  erizó la piel. Se levantó de un salto y se dirigió al baño, se tenía que  preparar para su cita y no deseaba que aquel recuerdo le enturbiara la noche.
 Cuando deslizó el vestido por su cuerpo, se  dio cuenta que estaba bronceada, y su piel destacaba notablemente sobre aquel  escote atrevido, realmente le quedaba perfecto, perfilando una silueta propia  de una pasarela; se adornaría con unas perlas australianas que les dejó su  amiga especialmente para ese día;  les  iría perfectas para ese vestido.
 Salieron de la casa para dirigirse a un  buen restaurante de la ciudad, ambos estaban callados, el ambiente estaba un  poco tenso hasta que él dijo:
 -Leonor, dentro de dos días te marcharás y  eso me entristece, no sé cuando volveré a verte y me siento extraño por ello, me  he encariñado tanto con los niños.
 -¡Ah! Por los niños, dijo de forma jocosa.
 -Sí, los niños me han conquistado, pero la  realidad es que tú, me has embrujado, no te he dicho nada hasta hoy porque no  estaba seguro si me aceptarías, pero al ver que se acerca el día de la partida,  quiero que sepas mis sentimientos hacía ti. Leonor, me he enamorado como un  loco de ti, no quiero que te marches.
 -Fran, yo también siento algo especial por  ti, pero todavía no puedo tomar ninguna decisión, necesito tiempo, quiero poner  en orden mi vida, y dejar el pasado atrás una vez por todas,
 -Lo entiendo, dejaremos pasar el tiempo, sólo  quería tener la oportunidad de decírtelo antes de que te fueras; ahora vayamos  a cenar y a divertirnos, esta noche es nuestra.
 La  cena se desarrollo agradablemente, aunque Leonor ya lo veía de otra manera,  estaba un poco tensa, aunque quería disimularlo. Sonó en la sala una canción  muy romántica, Fran aprovechó la ocasión para cogerla de la mano, y dirigirla a  la sala de baile. El la rodeo por la cintura y se dejaron llevar por aquella  melodía, en la segunda canción, y casi sin darse cuenta, se vieron envuelto en  un beso, sus labios se unieron y el tiempo no contaba.
 A la hora de llegar a la casa y despedirse  en la escalera, él la envolvió entre sus brazos y ella se dejó llevar, la cogió  en brazos y se dirigió a su habitación, la puerta se cerró detrás de ellos.
     CAPÍTULO V       Leonor se despertó muy temprano y sintió el  cuerpo de aquel hombre, él todavía era casi un extraño para ella, recordó la  noche de pasión y se estremeció; se levantó de la cama muy despacio para no  despertarlo, se vistió y salió rápidamente de la habitación.Se tumbó en su cama y sumida en el último  acontecimiento se quedó dormida. Las voces de sus hijos la despertaron, saltó  como un rayo de la cama, se dirigió al baño, se preparó y bajó al encuentro de  los pequeños que ya estaban preparados con sus trajes de montar, estaban  deseosos de volver a montar aquellos caballos que ya eran tan familiares para  ellos.
 Mamá, mamá, hoy no puede venir Fran con  nosotros, se acaba de ir a la ciudad, se ha despedido de nosotros y nos ha  dicho que le despidamos de ti, que ha sido un placer haber pasado el verano con  nosotros. ¡Ah!, nos ha dicho que podemos volver siempre que queramos, que  estará encantado de recibirnos. Y si es posible, que volvamos en Navidad.
 -Mamá, ¿vendremos en Navidad? -Dijo el  pequeño-
 -Para ese día, aún queda mucho hijo, no sé  todavía que haremos, es pronto para saberlo.
 Al oír aquellas palabras de su hijo, creyó  que el mundo se le venía encima, no entendía porque se había ido de aquella  forma, sin despedirse, no podía creerlo. Se sintió mareada y desilusionada,  ella esperaba haberlo encontrado aquella mañana, haberlo mirado y que hubiera  descubierto en su rostro la complicidad de la noche de amor. Fue tal la  desilusión que le dijo a su amiga que no se encontraba bien aquella mañana, y  además debía  preparar el equipaje, ya  que se marcharían al día siguiente. Ante las preguntas de ella, de cómo lo  había pasado la noche anterior en la cena, solo contestó con monosílabos, no  tenía ganas de dar más explicaciones.
 Cuando entró en el dormitorio, vio un sobre  y una rosa roja sobre la cama, cogió el sobre lo abrió y se encontró una nota  que decía: «Mí querida Leonor: siento  mucho despedirme de ti de esta manera, pero no podría soportar verte marchar.  Quizás me he precipitado declarándote mi amor, quizás no estuvieras todavía  preparada para iniciar una nueva relación, y creo que lo he fastidiado todo. Sól  te pido que perdones mi torpeza, y si lo consideras, esperaré el tiempo que sea  necesario. Solamente te puedo decir que eres la mujer de mi vida, y contigo he  sentido la felicidad absoluta. Nuevamente te pido perdón por no haber tenido  valor de despedirme personalmente, después de haberte tenido en mis brazos, no  tengo fuerzas para dejarte marchar delante de mis narices.
             Te quiero, cuidaros mucho tú y los  niños. Fran.»       Leonor leyó la carta una y otra vez, por  sus mejillas se deslizaron unas lágrimas, se sentó en la cama y encendió un  cigarrillo. Pensó en Fran, sin darse cuenta se había enamorado de él, quería  que hubiera estado allí, y que le hubiera pedido que se quedara con él, ella le  habría dicho que si; ¡si!, ¡si!... por supuesto que lo habría aceptado, era el  hombre que quería, no lo había querido reconocer hasta ahora, pero ella en el  fondo de su corazón sabía que desde el primer día que lo vio, sintió algo  especial por él, y ese sentimiento se había ido acentuando al conocerlo tan  directamente, al comprobar la persona tan especial que era. Ahora se había  marchado y ella nuevamente se encontraba sola. Se tumbó en la cama, se tapó la  cara con la almohada y gritó, gritó con todas sus fuerzas.     CAPÍTULO VI       A la mañana siguiente estaban todos en la  puerta despidiendo a Leonor y a los niños, se dijeron palabras de  agradecimiento y nuevos ofrecimientos de visitar la hacienda. Amparo este año  no estaría con ella, porque viajaba a Europa por cuestión de trabajo. Se abrazaron  y emplazaron el encuentro para las navidades siguientes, en caso que ella  viajara de nuevo a casa. El vehículo que los llevaría al aeropuerto les  esperaba, se dieron el último adiós y se marcharon agitando las manos, el coche  se alejaba y en la puerta de la casa quedaron cuatro diminutas figuras  distorsionadas por la distancia. Los primeros días  fueron difíciles para ellos, en los últimos  meses habían disfrutado de la hacienda, del campo, de los caballos, pero sobre  todo de unos amigos fabulosos que ahora echaban en falta, y al menos por un  tiempo no volverían a ver. Leonor especialmente echaba mucho de menos a su  querida amiga a Amparo, que se había marchado a Europa, y no volvería en meses.
 Leonor cada día se preguntaba porque salió  corriendo ese día, porque se fue huyendo de él y de sus besos de despertar; se  había equivocado y no se lo perdonaba, que distinto hubiera sido si en vez de  huir lo hubiera abrazado demostrándole su amor.
 El otoño, les trajo tranquilidad, los niños  acudían a sus clases diariamente, y ella comenzó a trabajar de nuevo, los días  pasaban lentamente, en su vida no había demasiadas actividades lúdicas, estaba  dedicada exclusivamente a sus hijos. A veces soñaba como hubiera sido su vida  junto al hombre que amaba, sólo pudo entregarle su amor un solo día, y cada  noche soñaba despierta con él; lo añoraba, sus risas las llevaba gravadas en su  mente de tal manera, que cuando cerraba los ojos, parecía que él estaba a su  lado. Ahora se daba cuenta de lo equivocada que estaba con el amor que le había  profesado a su ex marido; ella pensaba que ese amor era único e insustituible,  sin embargo no se acordaba de él para nada, ni siquiera le guardaba rencor.  Estaba completamente enamorada de Fran, había veces que deseaba ir en su busca,  pero no se atrevía, ni siquiera sabía dónde estaba. Hacía un mes le había  comentado su amiga Amparo, que él, había viajado a Australia, por temas de  trabajo. Sólo de pensar lo lejos que podría estar, se estremeció.
 Fran se despertó aquel día, extendió la  mano para acariciarla y se encontró la cama vacía, se incorporó pensando que la  encontraría en la habitación, pero ella no estaba. Su desilusión fue tal, que  pensó que ella se marchó arrepentida de haber compartido con él su amor. Ese  pensamiento le hizo marcharse de inmediato del lugar, no podía encontrarse con  ella, y ver sus ojos de reproche, no podría soportarlo.
 Sabía que tenía que poner distancia, y  decidió marcharse a Australia; desde hacía tiempo tenía que ir a aquel país por  temas de negocio, y creyó oportuno ir en estos momentos, así pondría mar y  tierra por medio durante una temporada; había que dar tiempo a la situación que  se había creado entre él y Leonor. Procuraba estar todo el tiempo ocupado, así  pensaría menos en ella. Pasaban los días y no podía olvidarla, más de una vez  sintió el impulso de coger un avión e ir en su busca, pero al instante pensaba:  «¿Y si es demasiado pronto y le agobio -con este pensamiento dejaba pasar los  días-. Volveré para Navidad, ese día estaré con ellos, y será definitivo, y si  me acepta nos convertiremos en marido y mujer.»
    CAPÍTULO VII
       El padre de Leonor fue ingresado de  urgencia en el hospital, fue víctima de un infarto de miocardio severo, su  estado era crítico. La madre la llamó de inmediato y ella cogió el primer avión  para estar cerca de sus padres en estos momentos tan duros. Los pequeños se  quedaron con su padre.El tercer día, el padre mejoró  notablemente, y a la semana ya estaba trasladado a su domicilio, con un  tratamiento médico y unas recomendaciones que debería llevar a cabo, Leonor  marchó a casa, recogió a sus hijos y volvió al trabajo. Cuando los niños  estaban acostados, se sentó en la alfombra con las piernas cruzadas, encendió  un cigarrillo, cerró los ojos y dejo salir el humo lentamente, recreándose en  ese acto. ¿Dónde estará él? ¿Pensará en mí alguna vez? Como me gustaría estar a  su lado, sentirlo, ¡cómo me gustaría! –pensó.
 El chirrear del fuego en la chimenea la  despertó, tenía mala postura y las piernas se le quedaron entumecidas, se  levantó y se dio un leve masaje; miró el reloj y eran las tres de la madrugada,  ya debía ir a la cama, tenía que madrugar para ir a trabajar.
 Ya solo quedaban quince días para Navidad,  recibió una carta muy larga de su amiga; en ella le contaba que había conocido  a un abogado de prestigio en la ciudad donde residía, y se habían enamorado; él  le había pedido que se quedara para pasar las navidades y ella había aceptado  de buen grado, aunque eso impediría que este invierno se vieran. Le contó  muchas cosas de su vida en aquel país europeo; también le dijo que la echaba  mucho de menos y que sentía de corazón no poder estar junto a ella y los niños  en fechas tan señaladas.
 Al leer la carta, se sintió terriblemente  sola, la esperanza de volver a la hacienda se había esfumado de inmediato,  parte del tiempo lo pasaría sola, ya que los niños irían unos días con su  padre. Esta idea la entristeció, y pensó en lo sola que estaría; iría a pasar el  día de navidad con sus padres; sí, haría eso. Ahora no quería seguir pensando  en ello, ya tendría tiempo en el momento preciso.
 A la mañana siguiente, se levantó muy  temprano, tenía que rellenar unos cuestionarios para entregar en el colegio de  sus hijos. Cuando llegó la hora despertó a los pequeños, preparó el desayuno  para los tres y se marcharon cada uno a sus tareas. Este día se sentía  eufórica, iría de compras una vez que terminara de trabajar, así se distraería  y ocuparía el tiempo en ella misma, hacía tiempo que no lo hacía y ya era hora.
 Se compró unos vaqueros de color azul claro  y un par de camisas; se probó varios vestidos, eligió uno rojo muy escotado por  la espalda y otro color chocolate, ambos muy atrevidos y elegantes.
 Camino de casa, Leonor se paró en una  cafetería, pidió un café y encendió un cigarrillo, se sumergió de nuevo en sus  pensamientos, en ellos siempre aparecía él; recordaba aquella noche, donde  recibió más amor que en toda su vida de matrimonio. Solo de pensar en él se  estremecía. Se hacía la misma pregunta de siempre ¿Dónde estaría? ¿Habrá  encontrado otro amor?, esta idea la mortificaba. En el fondo de su corazón  tenía la esperanza de que se encontraría con él en Navidad, estaba casi segura  que vendría a buscarla.
 Leonor compró un gran árbol de navidad, lo  adornó junto a  sus hijos, éstos no irían  con su padre en navidad, les había llamado diciéndole que no podría estar con  los niños porque le habían ofrecido un viaje a Alemania, e iría con su nueva  esposa. Leonor en el fondo de su corazón le agradeció a su “ex” el que no se llevara a los niños, ella necesitaba tenerlos  cerca y más en esas fechas tan señaladas y familiares.
 El día de Navidad lo pasaron con su padres  y abuelos de los niños. Lo pasaron en familia en un ambiente muy entrañable, se  quedaron dos días más con ellos. Cuando volvieron a  casa, se encontraron con un mensaje de  correo, era de Amparo que les mandaba a los niños unos regalos y para ella un  abrigo precioso con el cuello de piel.
 Pasó la navidad y no tuvo noticias de Fran,  ella se desilusionó terriblemente, pero al final se resigno a no tener al  hombre al cual amaba con todas sus fuerzas. Me equivoqué -pensó-, jamás debí  abandonar aquel día la habitación.
     CAPÍTULO VIII   Australía quedaba tan lejos, él había  puesto mar y tierra por medio en contra de su voluntad, pero no le quedaba más  remedio; quería alejarse de ella, quería darle tiempo, ella tenía que pensar en  su nueva vida y definitivamente olvidar al que fue su marido. Estuvo a punto de  volver en navidad, pero creyó que no había pasado el suficiente tiempo y se  marchó a África, a un proyecto muy interesante que le habían propuesto. Estuvo  durante seis meses en aquel continente. Durante este tiempo no dejó de pensar  en ella, en aquella mujer de mirada triste que conoció en aquellos días. Cómo  estará ahora -se preguntaba-;  habrá  rehecho su vida; es tan bella, y sobre todo es una mujer especial, me siento  tan bien a su lado. Iré a visitarla cuando llegue- pensó
 Fran llego a finales de Junio a la hacienda,  allí estuvo durante el mes de Julio poniendo en orden todo lo relacionado con  la misma. Su hermana Amparo llegó a mitad de Julio, le acompañaba su novio. En  cuanto tuvo ocasión le preguntó por Leonor, y si tenía pensando venir algunos  días con los niños. La hermana le manifestó que Amparo se encontraba bien, y  que los niños se había ido a pasar parte del verano con su padre. Ella había  viajado a Francia aprovechando la ausencia de los niños, pasaría un par de  meses en aquel país.
 -Podrías facilitarme la dirección de  Leonor, tengo que viajar a Francia y podría ir a visitarle.
 -Por supuesto hermano, ella se alegrará de  verte, seguro que se alegrará; esta es la dirección.
 A los dos días Fran se levantó muy temprano,  se despidió de sus padres y hermanas, y se  marchó camino de Francia; iba a buscarla, ya no podía esperar más tiempo,  necesitaba saber de ella, decirle todo lo que la amaba.
 Llegó a Paris y buscó un hotel cerca del  apartamento donde ella estaba. Descansó un rato y a las ocho de la noche, salió  a la calle, compró una botella de champán y se dirigió hacia donde ella estaba.  Llamó a la puerta varias veces, pero no contestó nadie. Ella no estaba en ese  momento en el apartamento. Se sentó en la escalera, encendió un cigarrillo y se  quedó inmerso en sus pensamientos, dio varias cabezadas; lo despertó unas voces  femeninas que se despedían en la puerta. Sintió unos pasos en la escalera, y la  vio de espalda, estaba intentando meter la llave en la cerradura.
 -Me acepta una copa joven.
 Ella dio un respingo y se volvió asustada.
 ¡Oh! ¿Quién eres? ¿Qué quieres?
 -Qué pronto te has olvidado de mí.
 -¡Dios mío, Fran!, ¡qué susto me has dado!  ¡Qué haces aquí?
 -Tú qué crees, pues pasaba por aquí…
 -Anda tonto, dime, que haces aquí
 -Te cuento, aquí en este país hay una mujer  que me volvió loco cuando la conocí, y he venido  a buscarla, a ver si me cura esta locura de  amores.
 -Ah, ¿Si? Has venido a buscar a una mujer, y  crees que la podrás encontrar.
 -Bueno, eso depende de ti.
 -He deseado tantas veces este día, ya había  perdido la esperanza que algún día vinieras a buscarme. ¿Por qué no lo has  hecho antes? Ahora no sé qué pensar.
 -Hagamos una prueba, cierras los ojos y  déjate llevar, así comprobaras si deseas estar conmigo.
 Fran la acercó hacia él, la rodeo entre sus  brazos y la besó en la boca; ella se estremeció, le devolvió el beso con rabia  y poco a poco fue suavizando la presión hasta separarse de él.
 -Tengo miedo Fran, tengo miedo a que esto  no funcione.
 -No  pienses en eso, yo te quiero y deseo pasar el resto de mi vida compartiéndola  contigo y con tus hijos.
 -Me dejas pasar a tu apartamento, allí  podremos seguir hablando.
 -Claro, pasa
 Una vez dentro, Fran volvió a cogerla por  la cintura y abrazarla, le susurraba en el oído todo lo que sentía por ella.  Leonor se sentía tremendamente feliz, dejándose llevar por la pasión del  momento; ahora no quería pensar en nada, sólo en vivir su amor.
 A la mañana siguiente, ambos se despertaron  abrazados, se miraron a los ojos y se dijeron tantas cosas; ellos comprendieron  que jamás se separarían; el destino había querido que se encontraran y no  estaban dispuesto a desafiarlo.
 -Te quiero Leo.
 -Yo más, mi amor…
   
                    Ceuta,  10 de mayo de 2009.                 
                       Fini  Castillo sempere
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                                LA HIJA PERDIDA   Y como de contar historia se trata, hoy os  voy a contar una - me la contó mi Yaya:En un pueblecito de Alicante, en los años  veinte, una muchacha conoció a un forastero,- así llamaban a los que del pueblo  no eran-. Lo conoció una mañana de otoño, locamente de él se enamoró; a sus  padres ella les dijo que casarse quería con él.
 Los padres no lo querían, no se fiaban de  él. La niña ya no comía, las noches en vela pasaba suspirando por su amor  prohibido.
 Un día dijo la hija:
 -Padres queráis o no queráis, me voy a  casar con él. No poner impedimentos porque de él, un día fui. Su padre bajó la  cara sonrojado y con vergüenza, y dijo estas palabras: “María, abraza a tu hija  que ya nada se puede hacer, solo quererla y apoyarla y a nuestro nieto querer”.
 La madre abrazó a su hija, y el ajuar le  preparó; se casaron un buen día, con paz y mucha emoción.
 Aquel desdichado día el marido anunció: -a  mi tierra he de volver, al otro lado del mundo.
 - ¡Dios mío que lejos es! -Se dijeron los  padres desconsolados.
 Se  marcharon un día de mayo, los padres sin corazón quedaron con esa despiadada  partida; su hija del alma se iba, y quizás nunca más volvería; quizás ya nunca  la verían. Lágrimas, lágrimas y más lágrimas   los padres derramaron aquel fatídico día.
 El padre en la ventana miraba en la  lejanía, día a día, noche a noche, la hija nunca venía; con su pena se murió,  nunca más de la hija supo; ni una carta ni un adiós, solo tristezas y  añoranzas.
 La madre, sola envejeció, sentada siempre  en la silla en la puerta de su casa, igual que Amal, (personaje descrito por  Rabindranath  Tagore) esperando que el  cartero carta le trajera de su hija. A todos los que por allí pasaba, ella  gritando les decía:
 -¡Hoy voy a recibir una carta de mi hija!,  ¡y en ella me va a decir!: que me extraña y que me quiere y que pronto va a  venir, y conmigo se quedará, hasta el día de mi muerte.
 María como una vela se ha ido apagando,  esperando y sin respuesta las noticias de su hija, ¡María se está muriendo!, y  en su agonía ve  a su hija que la llama  y, de su boca salen estas palabras:
 - ¡Madre querida! ¡Madre del alma! no he  venido antes porque en el cielo yo estaba desde el día de mi partida. En el  barco que yo iba una roca nos hundió y desde ese día, desde el   cielo   os cuido y os protejo yo, esperando con ansias este día para abrazarte y  decirte todo lo que te quiero.
 La  madre se sonrió, lágrimas de gozo le brotaron al contemplar a su amor. A lo  lejos ve a su esposo; al que un día su corazón entregó, su niña lo acompaña,  si, allí juntos están los dos.
 - ¡Mis amores!- Exclamó María. Esperarme  que con vosotros yo me voy.
 Maria ya está contenta, María ya no está  triste, de su garganta salen canciones; canciones alegres y de contento porque  con su hija al fin se encuentra; el padre viene a la fiesta y, los tres juntos  cogidos de la mano vá a ese baile con orquesta   que les invita  la eternidad
   En ceuta, a 1 de Enero 2008  
  Fini Castillo Sempere     | 
    
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 LA PALOMA Y LA ESPANTAPAJAROS
 “El amor verdadero  hace lo imposible, posible”      Su paso era  lento, cada pisada retumbaba en su cerebro como si fuera el sonido de un  tambor, tocado por algún niño en su juego de ser el tamborilero de alguna banda  de cualquier pueblo. Pensaba en lo desgraciado que era; su vida casi no tenía  sentido. Fernando era un hombre de treinta y dos años, pensaba que no era muy  agraciado físicamente;  además su baja  estatura le había condicionado mucho en   la relación con el entorno. Cuando era pequeño, no lo notaba demasiado,  pero según iba cumpliendo años, veía que sus amigos le iban pasando en estatura  y él quedaba muy por debajo de ellos. Al  cumplir los catorce años, sus compañeros le daban de lado, e incluso se reían  de él. Ya tocaba ir detrás de las chicas, y ellos se veían tan altos… Sin  embargo Fernando no crecía, su estatura era casi siempre la misma. Esta  situación  no le afectaba todavía mucho,  porque en vez de ir en busca de las chicas, se quedaba jugando a la pelota con  los niños del barrio, aunque estos eran más pequeños en edad que él.
 Fernando  cada vez se iba alejando de sus compañeros de clase, cosa que a ellos no les  afectó en absoluto;  alguna que otra vez  se acercaban a él para gastarles alguna broma de mal gusto, siempre en relación  con su estatura. Él bajaba la cabeza y se retiraba sin decir nada, cada risa de  sus compañeros eran puñales que se clavaban en su triste corazón;  se sentía tan mal, tan poca cosa, que mil  veces deseó morir. Era tanto su dolor que las lágrimas le brotaban no solo de  sus ojos, sino del fondo de su alma, se sentía tan desgraciado; porque no sería  como los demás jóvenes -se preguntaba-, él necesitaba ser querido, quería  sentir, enamorarse, pero era tanta su amargura que sabía que era imposible;  incluso llegó a maldecir  a sus padres  por haberlo traído al mundo, a este mundo tan cruel donde había encontrado el  desprecio y la maldad de las personas cercanas a él.
 Una  tarde de otoño, cuando las primeras gotas de lluvia golpeaban su ventana,  Fernando se quedó ensimismado en el tac, tac que llegaba a sus oídos, su cabeza  giró hacía donde provenía el sonido y se percató que en el quicio de la ventana  había un pequeño bulto blanco, tan blanco que parecía una bola de nieve; no  puede ser -pensó-, todavía este año no ha nevado, sólo está lloviznando. De un  salto se levantó de la cama, abrió la ventana y se encontró con una paloma  aterida de frió y casi moribunda. La cogió entre sus manos, la alzó y comprobó  que aquella ave estaba casi muerta, su respiración era lenta y su cabeza  colgaba hacía un lado. Fernando con toda la rapidez que pudo la introdujo en la  habitación, buscó una caja de zapatos, la llenó de algodones, fue a la cocina y  calentó agua, la cual introdujo en una bolsa destinada a ese menester. Volvió  de inmediato donde estaba la pequeña paloma, introdujo la bolsa de agua  caliente en la caja donde descansaba el ave. Fue a buscar pan y lo mojó en agua  e intentó introducirlo en el pico, ésta, estaba tan extenuada que no quiso el  alimento; Fernando intentó por todos los medios que algo de aquel pan se  introdujera en el estomago de aquel desvalido animalillo.
 Ya  solo quedaba  esperar y ver si la calidez  del lugar que le había preparado a la pequeña paloma la haría volver al mundo,  a un mundo que ya estaba predestinado para ella. Esperando el milagro, Fernando  se quedó dormido y soñó que volaba a la espalda de una gran águila, y en ese  vuelo vio a lo lejos a la paloma, a aquel ser indefenso que dormitaba en una  caja de zapato en su casa. El águila al ver aquel manjar voló de inmediato  hacía ella, y al sospechar él lo que estaba pensando el rapaz, tiró con toda  sus fuerzas del cuello del ave, fue tanta la fuerza que hizo que el águila en un  movimiento brusco lo tirara por los aires, y él con avidez se agarró de una  garra para no caer; sus fuerzas ya no podían soportar el peso y calló al vacío.  Este sueño   lo despertó de forma brusca,  sintiendo la sensación de caer desde muy alto.
 El  sueño lo puso muy nervioso, miró de inmediato la pequeña cajita de zapatos y  allí estaba la blanca paloma, ahora tenía los ojos abiertos y movía las alas  muy lentamente, creyó ver caer una pequeña lágrima de los ojos de la inofensiva  paloma, pero esta idea se la quitó de la cabeza, pues pensó que las palomas no  lloraban. Se acercó a ella, la tomó suavemente en sus manos y acercándola a sus  labios la besó dulcemente; la paloma se quedó inmóvil durante un rato, hasta  que Fernando la volvió a dejar en la pequeña caja de cartón. A la mañana  siguiente al despertar notó en su hombro un suave peso, era la pequeña paloma.
 Pasaron  los días, y el joven se acostumbró a la compañía de la paloma que lo seguía  siempre a donde fuera, se posaba en su hombro y caminaban por el campo todos  los días. Él era un chico solitario; no tenía amigos ni quería volver a vivir  la experiencia tan negativa de sus primeros años de estudios, había salido muy  mal parado con los compañeros del colegio, había sufrido mucho. Cuando fue a la  Escuela Universitaria, su estatura había aumentado, aunque  seguía siendo inferior a la media; evitó por  todos los medios hacer amistades, no quería sufrir de nuevo las humillaciones  por su aspecto físico. Pensó que prefería vivir una vida en solitario, y no una  vida llena de humillaciones y burlas.
 Un  día de otoño, salió al bosque a inspirarse, era escritor de relatos infantiles  y todo el embrujo del bosque le daba tema para escribir bonitos cuentos de  princesas, hadas, duendecillos, delfos y brujas malvadas. Cuando llevaba un  rato caminando con su paloma al hombro, le dijo a la pequeña que la llamaba  Nieve:
 -Pequeña  princesa vuela alto y sube a las nubes, y tráeme un trocito de algodón de  aquella que está encima de nuestras cabezas, quiero sentir su tacto y oler su  aroma; paloma mía, amiga haz lo que te digo.
 La  paloma de un brinco subió y subió rápidamente hacía el cielo, subió tan alto  que Fernando no la veía, se asustó y la llamó:
 -Vuelve,  vuelve, sólo era una broma, es imposible que vueles tan alto y te perderás.  Dios mío como he podido hacer esa petición tan absurda-pensó‑, no podía  imaginar que Nieve hiciera caso a mi absurdo. Se sentó en el suelo con las  manos entre la cara y sollozando la pérdida de su querida amiga, cuando de  pronto sintió un silbido y las patitas de su paloma en sus hombros, en el pico  traía un trozo de nube; el joven quedó perplejo, era como lo había pensado, el  aspecto de la nube era algodón blanco y la textura de gran suavidad. Cuando  estaba en esta observación, se percató que había comenzado a llover de manera  muy brusca, miró al cielo y vio  como la  nube la  estaba derramando toda su agua,  al arrancar su amiga el pedacito, la nube se había sentido herida y lloraba  desesperadamente.
 -Por  favor paloma mía, vuelve al cielo y devuelve el trozo de nube, así dejará de  llorar y nosotros podremos volver a casa cuando deje de derramar sus lágrimas.
 De  inmediato la paloma obedeció a su dueño, subió al cielo, se disculpó con la  nube y volvió al hombro del joven. En ese instante dejo de llover y de nuevo  lució el sol. Fernando quedó anonadado con lo que había acabado de presenciar:  la paloma no solo lo entendía, sino que había hecho posible su petición; no  daba crédito a lo ocurrido. Tomó entre sus manos a su amiga, la acercó a sus  labios y la besó suavemente, esta acción la hacía cada noche, la quería tanto,  era su pequeña compañera desde hacía seis meses.
 Un  día Fernando decidió ir a la ciudad para llevar a la editorial sus nuevos  relatos, pensó si sería conveniente llevar consigo a la paloma, o quizás sería  mejor dejarla en casa, porque los ruidos de la gran ciudad podrían asustarla y  eso le preocupaba. Al fin decidió llevarla y como siempre se le posó al hombro  y así emprendieron el camino. Fernando tomó su bicicleta y comenzó el camino que  separaba el pueblo de la ciudad, nada menos que ocho kilómetros. Cuando  llegaron a la editorial, subió las escaleras, estaba ubicada en un segundo  piso, y al entrar todos los que allí estaban se quedaron sorprendidos al ver a  este joven con la paloma al hombro.
 -No os  extrañéis, esta es mi paloma, siempre va conmigo a donde quiera que voy, así  que os presento a mi pequeña amiga.
 -Qué bonita es  -dijeron todos.
 En un rincón  de la estancia había un gato, que miraba la escena, y de un brinco saltó al  hombro de Fernando y con la agilidad felina atrapó entre sus dientes a la  pequeña paloma y escapó a toda velocidad. Todos se quedaron paralizados al  contemplar la escena, al momento se oyeron gritos de horror pensando lo peor.  Fernando enloquecido salió detrás del gato que se subió en un tejado con su  festín. El joven logró trepar hasta el tejado y cuando el felino iba a dar un  zarpazo a la pobre paloma, él gritó, y con una escoba que había cogido de la  oficina, le propinó un escobazo en todo el centro de la cabeza; esta acción  hizo que el felino abriera la boca cayendo de sus fauces la pequeña ave.
 Fernando  la tomó en sus manos con sumo cuidado, la pequeña casi no respondía, su cabeza  pendía lacia hacía un lado del cuerpo.
 -No puedes  morir, no puedes morir, gritaba Fernando desesperadamente.
 La paloma  estaba casi inerte, la cogió, la alzó a los cielos y clamó piedad para la pobre  paloma; de pronto notó un movimiento en sus manos y era ella, la querida paloma  que se había erguido en sus manos, descansando nuevamente, su respiración era  agitada y los parpados seguían caído sobre sus ojos. Fernando emprendió el  camino hacia el pueblo con el animal en las manos, se introdujo en un campo de  girasoles, así cortaría camino y llegaría cuanto antes a casa. El sol le molestaba  y decidió descansar un rato debajo de un espantapájaros que había divisado a lo  lejos, este les brindaría sombra por un rato, y así intentaría dar de beber a  la paloma.
 -¡Hola señor  espantapájaros! Voy a tomar un poco de su sombra para recuperar a mi pequeña  paloma. –dijo.
 -¡Hola! –contestó-,  soy una chica espantapájaros
 Fernando creyó  oír hablar al muñeco, escuchó como le devolvía el saludo, y pensó que estaba  volviéndose loco.
 ¡Vaya estoy  perdiendo la cabeza!, será del susto que me he llevado con el dichoso gato y mi  querida amiga.
 Se  sentó en la pequeña sombra que proporcionaba el muñeco; era un palo vestido con  una casaca a cuadro de colores muy chillones y bastante grande, un pantalón  azul eléctrico, un sombrero de paja muy grande, también se adornaba con una  corbata de color amarillo chillón; del gorro salía una gran cabellera de paja  dándole al muñeco un aspecto femenino y divertido. Su cara era una calabaza, de  nariz una zanahoria y de ojos dos trozos de carbón; la boca estaba dibujada con  carmín rojo, de tal manera que la expresión de aquel rostro para nada daba  ningún miedo, reflejaba la imagen de una granjera alegre, seguro que ese no  sería el objetivo del dueño del campo que querría asustar a las aves para que  no destruyeran sus cosechas.
 El  joven intentó dar de beber a la paloma pero esta estaba mal trecha y casi  inconsciente, se la puso sobre su pecho y la acariciaba con tanta ternura que  la paloma abrió los ojos en varias ocasiones dedicándole unas miradas tan  especiales que Fernando no podía contener las lágrimas, las cuales le  caían  sobre su cuerpecito frágil, fueron  unos momentos de comunión entre ambos. Pasaron varias horas y Fernando entró en  un sopor profundo y se quedó dormido con el animal posado en su pecho.
 -Paloma,  Paloma -dijo el hada del campo, que había presenciado el amor sincero del joven  hacía aquel animalillo herido-, quiero hacer un trato contigo antes que te  vayas al más allá. Quisiera que regalaras tu alma a la muñeca espantapájaros,  así tú podrías permanecer viva, y si tu dueño quiere, permanecerás con él  siempre.
 -¡Oh, hada del  bosque harías eso por mí!
 -Sí, pero te  recuerdo que este joven está muy acomplejado con su estatura y sufre mucho por  ello, no quisiera que una vez que tú te veas con un cuerpo humano, dejaras de  quererlo. No permitiré que le hagas daño, nadie puede hacer daño a un ser tan  bondadoso y bueno como es él.
 -Jamás,  jamás,  no estoy enamorada de su cuerpo,  al contrario lo amo tanto, tanto porque me enamoró su interior, su yo, su ser,  en definitiva su alma, no podría estar ni un solo instante lejos de él,  ¡siempre será mi amor, siempre!, hasta la eternidad.
 -Si es así,  haré el milagro y tu alma se introducirá en la espantapájaros y esta recobrará  vida, pero recuerda que si dejas de amar algún día al joven, las cosas volverán  atrás y tu alma volará de inmediato al más allá, y la espantapájaros en ese  instante volverá a ser lo que era.
 -Dios mío, he  tenido un sueño tan raro,  a la vez tan  hermoso, he soñado que mi amiga se había convertido en una joven hermosa, con  un cabello color trigo, era tan bella…
 De inmediato  buscó a la paloma y no la encontró, se percató que alguien cantaba muy cerca y  al mirar a su alrededor vio a una joven que canturreaba una bonita canción, se  acercó a él y le dijo:
 -No ha sido un  sueño, es realidad, nuestras almas están predestinadas a estar juntas, desde el  mismo día que los vientos del bosque me llevaron a tu ventana. Yo era un hada  del bosque, envidiada por una amiga de mi madre. Su hija unos meses mayor que  yo, nació poco agraciada, y ella no pudo soportar esta situación, la envidia le  corroía las entrañas; un día hizo un conjuro y me convirtió en paloma. Los  vientos me llevaron lejos de mi hogar, pasé mucho miedo hasta que te encontré a  ti.
 -Creo que sigo  soñando -dijo Fernando-, esto no puede ser verdad, las hadas sólo existen en  los cuentos y relatos.
 -Entiendo tu  desconcierto, pero piensa lo que quieras, lo real y verdadero es el amor que te  proceso, y si tu quieres, estaré a tu lado para siempre. Cada noche cuando me besabas  me sentía feliz y a la vez  desgraciada  con solo  pensar que nunca podría  devolverte tus besos, pero el destino, las estrellas o las hadas buenas han  hecho posible que nuestros corazones conozcan el amor verdadero, la entrega, la  pasión. Estoy deseando emprender una vida junto a ti, junto al hombre que  quiero y querré siempre.
 Fernando la  miró y sintió una gran punzada en su corazón, era Cupido ese ángel que va por  el mundo atravesando corazones con sus flechas del amor, y a él se la había  clavado en lo más profundo del suyo; se sentía herido de amor, de un amor tan  intenso que le dolía, le dolía tanto que no pudo soportarlo y busco la medicina  en los labios de aquella mujer espantapájaros. Ella, que sabía del complejo de  Fernando, le tomó la mano y lo llevó a la orilla del río; luego, hizo que se  asomara en sus aguas; la imagen que se veía era de un joven bien parecido, él  se asombró porque no se reconoció y ella con su amor le hizo comprender que la  belleza está dentro de cada uno. Él estaba tan ofuscado en su  estatura que no se aceptaba, le hicieron  tanto daño sus compañeros con sus burlas, que su complejo era mayúsculo; ella,  con su amor incondicional le abrió los ojos, y desde ese día se acepto tal  cual, ya era capaz de mirarse al espejo y reconocerse;  en realidad su rostro era hermoso, sólo le  faltaba algunos centímetros de altura, pero a su amada no le afectaba unos  centímetros más o menos, estaba enamorada de la persona, con sus virtudes y  defectos; estaba enamorada del ser más maravilloso que había conocido. Y si  queréis saber si fueron felices, os diré que su amor fue duradero más allá de  las estrellas y por siempre.
   
                      Ceuta, 8 de Septiembre 2009       Fini Castillo Sempere.   | 
    
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                   SUEÑOS EN LAS ESTRELLAS
 “Un  cuento para soñar”
                  Cuantas  noches de insomnio una, dos, tres, no sabría contarlas, son tantas…Hoy es una  de ellas, y no voy a quedarme en la cama dando vueltas y vueltas, hasta que Morfeo  decida venir a visitarme y embriagarme con el sueño hasta perder la conciencia.  Hoy no estoy dispuesta a ello, por lo tanto he decidido subir a una estrella y  allí con ella, pasearme por el universo. Desde aquí arriba se ve todo  diferente, es grandioso, infinito, indescriptible, no tiene límites; predomina  el color azul eléctrico, entre azul claro y marino. Al mirar hacia abajo lo veo  todo tan pequeño; hay tanta distancia que asusta, pero es un miedo que deleita,  que embelesa, que abduce.  Me siento tan  a gusto  sentada en esta estrella, ella  me ha acogido muy bien, me irradia su calor;  me ha preguntado el motivo de haber subido a  visitarla, yo le he dicho que solo era curiosidad, quería observar la tierra  desde esta perspectiva, porque ya estaba cansada de verla desde abajo. También le  he explicado que estaba  cansada de estar  siempre en el mismo lugar, quería conocer a distintas  gentes, quería experiencias nuevas, algo  diferente. La estrella me sonríe y me invita a pasear con ella por el universo.¡Dios mío! Qué maravilla, estoy emocionada,  cuanta beldad, quiero ver aquella estrella, y la otra, y la que está más allá;  quiero verlas todas; son tan bonitas. La noche embriaga el firmamento, y yo me  sumo a esa sensación maravillosa. La luna curiosa pregunta a las estrellas  quien soy, ellas sonríen y les contestan que soy una terrícola que ha querido  venir a nuestro mundo, a nuestra noche; es solo una niña, es solo un sueño,  nada más. Con esa presentación me siento ofendida, ¿cómo que solo soy un sueño?,  les digo en tono de enfado. Las estrellas en su parpadear me dicen: «No te enfades pequeña, es solo un sueño,  porque mañana al alba, tu estarás en tu cama, y nosotras allá en la lejanía del  firmamento, y cada noche serás un sueño, solo tu sueño, solo tuyo.» ¡No! -dije  con energía-, me gusta este mundo de las estrellas, he volado, y ahora he  descubierto un  mundo nuevo, este mundo  me fascina, me envuelve, me ilusiona, quizás el que he dejado abajo ya no me  interese, quizás este sea mi camino.
 Reflexionó sobre el comentario, me siento  sobre la estrella, me cruzo de piernas, poso mis manos sobre las rodillas, me  siento libre  y pienso… Ya he decidido que  quiero disfrutar de este momento, estrellas contarme el misterio del  firmamento-les digo-, ellas nuevamente sonríen, y me dicen:  «Pequeña  este es tu sueño, suéñalo como tú quieras, este es nuestro regalo, vívelo como  tu desees vivirlo, suéñalo a tu capricho.» La pequeña niña se aferra a la  estrella, cierra los ojos y se imagina un cielo celeste, lleno de luz y color,  y ella baila descalza entre las estrellas, baila y baila a son de la música de  un vals, así pasa una hora, dos, y muchas más hasta caer extenuada; de pronto  mira a su alrededor y solo ve a las estrellas que se van recogiendo, en su retirada  cantan una balada al alba; se retiran a sus aposentos, a soñar con la noche, y  ellas generosas dejan paso al día.  Una a  una se van apagando y ella, la pequeña niña queda  allí, extenuada, casi derrotada de cansancio; se  encuentra sola, y grita a la estrella que la había acogido en su sueño,  pidiéndole que no la deje sola en la inmensidad del firmamento. La estrella  casi sin brillo la mira y sonríe y le dice:  «Niña vive tu sueño, es solo tuyo, vívelo a tu antojo.» Hoy se acabó  nuestro tiempo, mañana, quizás mañana…
 La niña llora desesperadamente, se siente  sola, tiene miedo, la soledad la abruma, ya no quiere estar en el cielo; allí  no están ellas, se han ido, la han dejado sola; el sentimiento de soledad la  abruma, la hace sentirse terriblemente desilusionada del mundo que deseo tanto.  Ahora quiere estar en su cama, en el calor de las sábanas; siente frío, miedo,  inseguridad, allí no hay amigos. Las estrellas con su esplendor y luminosidad  la han abandonado, ella que creía ser su amiga. Querido Morfeo, despiértame de  este sueño, no quiero vivirlo, quiero   estar en mi tierra, en mi casa,  no  quiero sueños y sí realidades; quiero mi mundo, el de siempre, a mis gentes que  las quiero con toda mi alma.
   ________   Moraleja:“No busques  en las estrellas lo que tienes delante, sólo tienes que mirar con atención, y  lo descubrirás”                                                                                                                                                                                      Ceuta 15 de octubre 2009 Fini Castillo Sempere                        | 
    
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 EL  ENCUENTRO
 “Una  historia inventada, pero puede ser tan real…”
       En  aquella calle oscura, me la encontré, ella no me reconoció o no quiso  reconocerme; la cuestión es que la vi abatida, desconcertada. Su aspecto era  lúgubre, su pelo largo tapaba gran parte de su rostro. Me acerqué a ella y la  llamé por su nombre, levanto la cara temerosa y descubrí que su rostro estaba  ensangrentado; los ojos casi no los podía abrir, y de su mejilla pendía un  hilillo de sangre que procedía de una herida poco profunda. Al levantarle la  cara, descubrí que en la frente había otra herida más grande, esta  ya no sangraba debido a la coagulación de la  sangre. Su aspecto era terrible, casi irreconocible, ella lloraba sin consuelo,  y a la vez me pedía que no dijera nada a sus padres, me lo rogaba una y otra vez.La  cogí del brazo y nos dirigimos a mi casa, allí le limpié la cara, y al intentar  quitarle el vestido que llevaba manchado de sangre, de su boca salió un  quejido, la ayudé y mi horror fue mayúsculo al descubrir su cuerpo lleno de  moratones. Nunca podré olvidar aquel cuerpo maltrecho, destrozado por los  golpes de aquel canalla que se decía su marido.
 Ella  en su desolación, me decía lo culpable que se sentía, que se lo tenía merecido  por haberlo disgustado; él que la quería tanto. No pude más que dar un grito de  rabia y de impotencia, ¿Cómo aquella mujer, mi amiga podía decir semejante  cosa? ¿Cómo era posible que no se revelara en contra de aquel salvaje? Mi amiga  aquella joven llena de ilusiones, aquella joven divertida,  amiga de sus amigas, aquella mujer que yo  quería tanto.
 Intenté  consolarla, pero sobre todo  le dije  que abriera los ojos y reconociera al  monstruo que tenía por compañero; la insté a que denunciara de inmediato aquel  hecho reprochable. Ella solo lloraba, su cara hinchada me producía tanta rabia,  mi intención fue llamar a ese ser despreciable y cantarle las cuarentas; no lo  hice porque ella me lo impidió, me rogó incansablemente que no lo hiciera,  porque las represalias serian mayores, me confesó que no estaba dispuesta a  abandonarlo, porque ella lo quería, y esta situación cambiaría, sí seguro que  cambiaria- me dijo.  Ella sabía que a mí  no me podía mentir, sus ojos me decían lo contrario que su boca, sus labios  temblaban al decirme aquella mentira, su mirada la dirigía al suelo, no se atrevía  a mirarme a la cara. No reconocía a mí querida amiga, en su lugar encontré a  una mujer desecha, hundida, sin fuerzas, Fue una sensación horrible, no tengo  palabras para describirlas, sentí unos sentimientos tan profundo de pérdida, es  como si aquella mujer fuera una extraña para mí, ¿que habían hecho con ella?
 Cogió  su abrigo y se dirigió a la puerta, se volvió, me dispenso una triste sonrisa y  salió, yo me quedé inmóvil, sentada en el suelo y por mi mente pasaron muchas  imágenes de nosotras cuando éramos unas jóvenes felices y reíamos con nuestros  juegos de adolescentes; recordé aquellas ilusiones cuando pensábamos en  nuestros futuros compañeros, en nuestros príncipes azules; que ingenuidad da la  juventud, porque por desgracia no sabíamos en aquellos días, que los príncipes  azules no existen, solo nos podremos encontrar con seres humanos buenos o  malos, y ella en su mala suerte se topo con un ser despreciable, un  maltratador, un cobarde, y mi amiga, aquella joven que un día soñó en ser  feliz, se despertó  de su sueño de niña con  su peor pesadilla.
 Me  sentía incapaz de reaccionar, me había impactado tanto aquellos verdugones en  sus brazos, en todo su cuerpo frágil,  aquella  cara desfigurada, pero lo que más me impacto fue la actitud de ella, yo diría que  me hirió profundamente. ¿Dónde había quedado la dignidad de aquella mujer  maltrecha? ¿Por qué permitía aquella situación tan degradante?, ¿por qué no  abandonaba a ese hombre? Me hacía tantas preguntas y a la vez recordaba su  cara, sus miedos…  Me revelaba, ella  tendrá que cambiar de actitud, no puede permitir que la maltraten, debe  reaccionar, intentaré por todos los medios asesorarla ante esta situación- me  dije incansablemente-
 La  impotencia me carcomía por dentro, quisiera salir corriendo y gritar al mundo  que existen personas capaces de maltratar, herir, destrozar a sus compañeras; que  existen hombres capaces de ejercer su fuerza física sobre un ser humano, solo  por el solo hecho de sentirse superiores; que equivocados están, estos que  ejercen esa fuerza bruta, carecen de humanidad, valentía, dignidad, únicamente  son seres cobardes, si, únicamente son “UNOS COBARDES”
 Mañana  seguiré pensando que hacer, como podré ayudarla, no sé como lo haré pero estoy  segura que ante esto no me voy a quedar cruzada de brazos; como ser humano no  puedo quedarme quieta ante este fenómeno atroz que sufre muchas  mujeres.
 Al  día siguiente, fui a desayunar como siempre a una cafetería que hay cerca de mi  trabajo, abrí la prensa, pasé algunas páginas, y en una de ella venía una  noticia de violencia de género, el titular era: “MUJER ASESINADA EN MANOS DE SU  MARIDO” como siempre, este tipo de noticias me encendía la sangre de  indignación, seguí leyendo y de pronto quedé petrificada, la mujer asesinada  era ella, “mi amiga”.
 A  partir de aquel día, algo se murió dentro de mí, mi lucha es incansable,  pertenezco a  una asociación de ayuda a  mujeres que sufren o han sufrido violencia de género, fundamentalmente nuestra  labor es ayudarlas a que tomen la decisión de denunciar al maltratador, y una  vez lo hayan hecho estar a su lado para que salgan de esa situación terrible.
 
  Ceuta, 15 de Noviembre 2009 
                                                                                 Fini  Castillo Sempere.    | 
    
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          CUENTO DE NAVIDAD      Carlota acababa de cumplir nueve años, su  tez blanca y cabello negro azabache, sus ojos  rasgados le daban a su rostro un aire oriental. Sus labios rojos y carnosos  conformaban un conjunto perfecto, era una niña preciosa; pero su mirada,  reflejaba que no era una niña feliz. Ella vivía con  su abuela Paula, anciana de carácter afable y  muy cariñoso. La  tristeza de Carlota, se debía a la pérdida de sus padres dos años antes, a consecuencia  de un accidente de tráfico. La niña quedó desolada y pérdida; ella los adoraba.  Un día del mes de Octubre, su padre tenía que ir a un viaje de trabajo e invito  a que su madre y ella les acompañaran. Viajaban en coche; en el trayecto, un  camión les invadió la carretera, ocasionando el terrible accidente, y allí en  el asfalto quedó sesgada la vida de ambos, Carlota no sufrió daño físico alguno,  pero fue testigo presencial de la muerte de sus padres. La niña, quedó  conmocionada psicológicamente durante mucho tiempo. Su abuela que vivía en otra  ciudad se hiso  cargo de ella.
 La  pequeña de solo siete años, se convirtió en una niña solitaria, soñadora, no se  relacionaba con los demás niños de su edad,; era tanto su dolor, que pasaba  horas y horas pensando en sus padres, incluso había veces que creía verlos en  cualquier lugar. La abuela estaba preocupada por la situación en que se  encontraba Carlota, y decidió pedir ayuda a un profesional. La niña visitó a un  psicólogo y tras varias sesiones llegaron a la conclusión que el tiempo sacaría  a la pequeña de esa situación de tristeza, por lo demás era una niña normal,  solo el tiempo podría curar el dolor tan intenso que sufría por la pérdida de  sus padres.
 Habían  pasado dos años desde el trágico accidente, Carlota seguía añorando las  caricias de su madre, añoraba todas las noches cuando venía a arroparla y el  beso de cada día a la hora de dormir
     -¿Porqué, porqué se han marchado? ¿Porqué  mis papas ya no están aquí conmigo?- Esas preguntas se las hacía continuamente,  es injusto pensó, yo quiero tener a mis papas conmigo, los necesito, todavía soy  una niña pequeña. Se quedó dormida y soñó que viajaba en un barco, y allí  tumbados tomando el sol estaban ellos, la miraron y les regalaron una sonrisa y  un saludo con las manos, de pronto, apareció una gran ola que invadió la  embarcación y arrastró mar adentro a sus padres. En ese momento, se despertó  entre sudores y llanto ¡Mamá, papá! Exclamó llorando. Estos sueños eran  habituales, y la pequeña sufría mucho. En  otro lugar de la ciudad vivía Susana, joven de 32 años, escritora de profesión.  Era una mujer preciosa; de cabellos castaño, su melena era larga y de grandes  bucles, sus ojos color miel; su boca coordinaba perfectamente en su rostro, su  imagen semejaba una diosa griega, realmente era bella. Susana estaba absorta en  sus libros, hacía dos años que había perdido a su esposo y a su pequeña de  cinco años. Ellos viajaban en un vuelo destino a Brasil, iban a pasar unos días  de vacaciones, pero la fortuna no les sonrió y el avión donde viajaban sufrió  un accidente y en él, perdieron la vida las dos personas que más quería. Desde  entonces Susana vivía en un infierno, se refugiaba en sus libros, y se había  convertido en una escritora famosa, pero esta circunstancia no la hacía feliz,  ella añoraba tanto a su esposo y a su pequeña.
 Se  acercaba Navidad, en el cielo estaban preparando a los Ángeles que debían bajar  a la tierra para hacer posible los milagros navideños.
 -Estáis preparados para bajar a  la tierra y hacer posible algún milagro a los de la tierra-preguntaron.
 -Si,  contestó un joven ángel, yo he elegido a una pequeña que quiere tener mamá  contestó.
 -Si,  -dijo otro- yo he elegido a una mamá que quiere tener una hija.
 -Bien  -dijo una voz- tenéis 24 horas para conseguir el milagro, esta será vuestra  prueba, si lo conseguís tendréis vuestras alas de ángeles.
 Era  el día 24 de Diciembre. La abuela de Carlota estaba haciendo los preparativos  de la cena Noche Buena, quería alegrar de alguna manera a su pequeña nietecita  y  le dijo:
 -Hijita,  hoy es un día muy importante, esta noche es Noche Buena, y tenemos que ir de  compras, hemos de preparar la cena para un día tan especial, hoy celebramos el  nacimiento del Niño Jesús, nuestro Redentor, que bajo de los Cielos y sufrió  por nosotros. Esta noche es la noche más grande del año para los cristianos, y  por eso en todas las casas católicas lo reciben   las familias unidas, con los mejores manjares. Nosotros también tenemos  que celebrarlo, como hacíamos cada año cuando tus papas vivían. Ellos desde el  cielo quieren verte contenta, sobre todo en un día tan especial y, por eso  vamos a ir a los grandes almacenes de la ciudad a comprar los regalos de  Navidad y los preparativos para la cena.
 -Abuelita,  yo preferiría quedarme en casa, para mí ya no tiene sentido celebrar nada, mis  papas no están y a mi no me apetece.
 -Como  es eso, no digas tonterías, hoy es un día muy especial y a tus padres les gustaría  verte feliz, hazlo por ellos y por mí, por favor- dijo la abuela.
 -Está  bien abuelita, lo haré por ti.
 -Estupendo,  ponte ese vestido verde tan bonito que te compré el otro día y que estás guapísima-
 Paula,  que así se llamaba la abuela, estaba contenta de la respuesta de su nieta,  parecía que estaba un poco mejor de ánimo y eso la alegraba mucho. Esa noche  prepararía algo muy especial para su nietecita. Ella rezaba mucho para que se  hiciera un milagro con respecto a su pequeña,  sabía que era muy mayor y su niña se quedaría  sola cuando ella faltase, esa idea la atormentaba y le pedía a Dios que  ocurriera un milagro para su tranquilidad con respecto a su nieta.
 En   otro lugar de la ciudad, en casa de  Susana, llamaron a la puerta, cuando Susana abrió se encontró con Raquel su  amiga, que dijo:
 -Aquí  estoy Susana para que me acompañes de compras, hoy es un día muy especial y  tengo que preparar la cena y buscar los regalos de Navidad, así que vengo a  pedirte   que me acompañes. Hoy no voy a permitir que  pases este día sola.
 -Te  lo agradezco Raquel, pero no me apetece salir hoy a la calle.
 -Como  es eso, a una amiga no se la deja en la estacada, así que vístete y salgamos a  la aventura de los grandes almacenes, no me puedes abandonar un día como hoy.
 -Bueno,  bueno iré si no me queda más remedio, prefiero eso que a enfrentarme a ti, -dijo  de manera cariñosa.
 Carlota  y su abuela se dirigían al mismo centro comercial que Susana y su amiga Raquel,  cuando entraron en él se respiraba un ambiente navideño, la gente iba y venían  comprando artículos y regalos para posteriormente dejarlos bajo el árbol de  Navidad
 -Pequeña  subamos al ascensor a la cuarta planta, necesito comprar un artículo allí,
 En  ese instante Susana decidió subir a la cuarta planta, necesitaba recoger unos  libros en aquella sección.
 En  el ascensor en ese momento subían la abuela de Carlota con su nieta, y detrás  de ellos había una joven de rizos dorados, también se encontraban en él Susana  y su amiga Raquel, y detrás de ellas había una niña de cabellos castaños, tanto  la joven como la niña, eran ángeles, por lo tanto no podían ser vistas por los  ocupantes del ascensor. Todos iban muy serios y callados, cuando de pronto, se  detiene el ascensor entre el piso segundo y tercero. Se hace la confusión y el  miedo invade a los allí presentes, menos la joven y  la pequeña de cabellos castaño  que se miran y se guiñan con complicidad.
 -Ahora  que hacemos- dijo el joven ángel
 -Un  milagro- contestó el pequeño ángel
 -¡Por  favor, por favor abrir las puertas! Grita la pequeña llorando.
 -No  tengas miedo -dijo Susana-, no pasará nada, dame la manita y respira  profundamente, dentro de nada se abrirán las puertas y  todo habrá acabado.
 -¡Tengo miedo, me asusta estar encerrada!
 -No  te pasará nada, ven conmigo, apóyate sobre mí y verás como no tienes miedo.
 -Cuéntame  cosas dijo Susana a la niña- para distraerla-
 La  pequeña empezó a hablar, le contó lo sola que estaba sin sus padres, y cuanto  los echaba de menos. También le hablo de su abuelita, y cuanto la quería, habló  y habló de todos sus sentimientos. En aquel ascensor algo raro pasaba, porque  el resto de las personas estaban petrificadas absorta en un profundo sueño.
 Susana  también habló de su pequeña y cuanto la echaba de menos, habló y habló sin  cesar, el tiempo no existía, parecía que se había quedado parado.
 -Sabes  una cosa Susana, eres como mi madre, me siento muy a gusto a tu lado, cierro  los ojos y tengo la sensación que estoy con ella, hacía mucho tiempo que no me  sentía feliz,- la pequeña estrechó entre sus brazos a Susana- y  cuando abrió los ojos vio la imagen de sus  padres que les sonreían. Ese fue el mejor regalo de Navidad que sus padres les  ofrecieron desde los cielos.
 -Pequeña,  pequeña eres tan frágil, eres como mi niña, ese angelito que está en el cielo y  que añoro tanto, al decir estas palabras, Susana descubrió a su pequeña que la  miraba y le sonreía, Ella, también recibió   su  regalo de Navidad, le había  devuelto la alegría con la niña que tenía entre sus brazos. En ese instante el  pequeño ángel desapareció, ella sabía que siempre llevaría a su hijita  en su corazón. ¡Gracias ángel mío, gracias  hija mía por este  milagro de Navidad!
 Cuando  el ascensor recobró vida, Susana tenía de la mano a la pequeña, su amiga  hablaba con la abuela como si se conocieran de toda la vida; hablaban de los  preparativos de la cena, ya que cenarían juntos, Susana se dirigió a la abuela  y le dijo:
 -Paula,  definitivamente hoy ha ocurrido un verdadero milagro de Navidad, tenemos la  sensación de que nos conocemos de toda la vida, está pequeña Dios me la ha  puesto en mi camino, y  ella, a partir de  este día -si tu lo quieres-, tendrá una madre, así que si todos lo deseamos, es  el momento hoy mismo de elegir los muebles de tu habitación, porque sin más  demora os venid a vivir conmigo, no quiero vivir ni un solo día más sin  Carlota, las dos estamos deseando compartir nuestras vidas, estoy segura que  seré una buena madre para ella; para mí ella es como si fuera mi hijita. Las  tres seremos una familia, la Navidad ha hecho realidad nuestro sueño.  Sin más preámbulos, se unieron en un abrazo-
 Allá  en el cielo, dos nuevos ángeles consiguieron sus alas, y en la tierra, a media  noche sonó el tintineo de las alitas de dos angelitos que estaba prendidos en  el árbol de navidad.
 La  Navidad, fecha muy significativa para los que creemos en los milagros,  solo hay que desear las cosas con todas las  fuerzas, con todos nuestros sentidos, y puede que allí en el cielo un día baje  un ángel  y se cumplan nuestros sueños,  solo hay que desearlo de todo corazón-
   
                      
                        ¡¡¡FELIZ NAVIDAD Y QUE SE CUMPLAN  VUESTROS DESEOS!!!       Ceuta, 8 de Diciembre 2008    
                      
                        
                           Fini Castillo Sempere.   | 
    
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                                                   ...  ..  .   LA BUENA ACCIÓN        Aquella noche llovía con rabia, el  cielo estaba totalmente oscuro, de vez en cuando se iluminaba  a causa de los relámpagos; a los pocos  segundos se oía  un ruido ensordecedor,  los truenos reflejaba el mal carácter   del cosmos  en ese momento. En la calle, había una niña de unos  doce años, le acompañaba un perro. Ella se asustó de las inclemencias del  tiempo, pero sobre todo porque tenía que ir al otro lado de la ciudad, y el  camino estaba imnundado a consecuencias de las lluvias torrenciales. Tenía que  conseguir la medicina que necesitaba su abuela, y luego, llegar sin más remedio  a su humilde casa, porque en ella, la aguardaba su enferma   abuela.
 Lola, que así se llamaba la niña,  vivia con su abuela en una cabaña que había a las afueras del pueblo. Eran muy  humildes, se alimentaban de un pequeño huerto que tenían, pero la abuela,-  llamada Rosalía-, había enfermado y ya no se podía hacer cargo de la labranza.  Lola, tuvo que dejar la escuela y enfrentarse a   las tareas domésticas, al huerto y al cuido de la abuela.
 Ese día, había ido a la ciudad en  busca de un medicamento para la anciana, el médico había ido a visitarla ante los  ruegos de la pequeña; éste accedió, aún sabiendo que no cobraría la visita, lo  hizo solo por humanidad. Una vez que atendió a la abuela le dijo a la niña:
 -Tu abuela está muy delicada, tiene pulmonía, y su estado de salud es  muy grave, necesita urgentemente esta medicina, coge estás monedas y ve a la  ciudad, allí la encontraras en esta dirección.
 La pequeña, sin pensarlo dos veces, cogío su raído abrigo, se colocó su  viejo sombrero verde y salio de la casa en busca de la medicina prescrita por  el médico. Sansón, su perro fue detrás de ella, ambos se dirigieron a la  ciudad. Cuando llegaron, era de noche y llovía con fuerza, se refugiaron debajo  de un puente, pero no habían pasado unos minutos, cuando el puente cedió a  consecuencia de las lluvias tan intensas, y ambos cayeron a un riachuelo. La  niña desapareció por un momento entres las aguas, y Sansón en un acto heroico,  se introdujo en la profundidad de las aguas y   agarrando a Lola por abrigo la  sacó  a la superficie, fue nadando con ella hasta la orilla del rió. La cría se  agarro con fuerza a su perro y le agradeció de corazón que la hubiera salvado  de una muerte segura.
 En el camino, vieron aparecer un coche, y ella con la manita, intentó  indicarle que se parara, pero este lo que hizo fue acelerar y enviarle en plena  cara un chorro de agua de un charco del camino. No se pararon a socorrer a la  pequeña, aun viendo en el estado que estaba y el mal tiempo que hacía.
 -No te preocupes Sansón- dijo- alguien nos ayudará, hay que tener fe.
 El perro ladró, como si entendiera lo que le estaba diciendo su dueña.  No habían andando más de un cuanto de hora, cuando descubrieron que el coche  que no les había parado, estaba volcado al lado de un terraplén y colgado de un  gran árbol; desde dentro pedían auxilio, la pequeña sin pensarlo dos veces,  trepó por el árbol, exponiendo su vida; el vehículo se movió de tal manera que parecía  que iba a caer definitivamente al vacío; pero no fue así, solo hizo balanza.  Dentro del vehículo, había un hombre  una  mujer y un niño de unos tres años, Lola cogío al pequeño lo izo y lo agarro a  su cuello, volvió a trepar por el árbol hasta ponerlo a salvo junto  a Sanson, que empezó a lamerlo de inmediato. De  nuevo volvió al coche y ayudó a la mujer a salir, dándole animo. Con mucho miedo  consiguió ayudarla, ésta trepó por el árbol quedando también a salvo.  Nuevamente Lola volvió al vehículo y en esta ocasión procuró despertar al  hombre, éste tenía un buen golpe en la cabeza; se movió de tal manera que el  coche volvió a balancearse, la pequeña dio un grito de terror, que hizo que él,  se despertara, y al ver la situación de peligro, se incorporó de inmediato,  ordenó a la pequeña a salir del vehículo. Una vez que Lola salió el caballero  la siguió, enganchándose al árbol; el coche se despeño, cayendo al fondo del  precipicio.
 Sansón daba saltos de alegría al ver a su dueña a salvo, él se había  quedado cuidando al pequeñín mientras la niña como una heroína, salvaba al  matrimonia y al pequeño.Tanto la mujer como el marido les daba las gracias por  su acción heroica, a la vez se avergonzaban de la actitud que habían tenido con  ella minutos antes.
 -Perdónanos hija mía, por no haberte socorrido cuando nos pediste ayuda  en la carretera. ¿Qué hace una niña a estas horas por un lugar tan peligroso y con  este tiempo?-preguntaron. Te debemos la vida, y sobre todo la de nuestro hijo  pequeño.
 La niña, les contó el porque de estar por esos caminos, y la enfermedad  de su abuelita; tenía que conseguir la medicina para ella, sino podría morir y  era la única familia que tenía.
 -No te preocupes pequeña, conseguirás la medicina para tu abuela, y no  solo eso, tendrás toda nuestra ayuda a partir de ahora, nos ha salvado la vida,  y además nos has dado una lección de humanidad, que ya nunca olvidaremos. A  partir de ahora te consideraremos como parte de nuestra familia.
 Cuando llegaron a la ciudad, fueron directos a la casa de este  matrimonio, era una mansión muy lujosa. Abrió la puerta un mayordomo, el cual  les dio la bienvenida, aunque se quedó extrañado de ver a una niña tan mal  vestida y a un perro.
 -Zacarías, llama a la doncella, para que le facilite ropa a esta niña,  ropa limpia y seca. En el armario de Azucena podrás encontrar un vestido y un  abrigo, también facilítale unas botas.,
 -Señora ¿Quién es azucena?- preguntó la niña.
 -Es mi hija, ahora está estudiando en un internado; también tengo un  hijo, Eduardo, este tiene dieciséis años y está en un colegio. Si deseas los conocerás  en Navidad.
 -¡OH, si me encantará conocerlos! Pero ahora lo que deseo señora, es  conseguir la medicina de mi abuela, ella la necesita con urgencia.
 -Bien, ahora mismo iremos a comprarla, y seguidamente cogeremos el  coche e iremos a tu casa.
 Cuando llegaron a la casa de la niña, descubrieron a la abuela que  estaba muy enferma, tenía mucha fiebre, y deliraba. De inmediato le dieron las  medicinas, y se quedaron toda la noche en su cabecera, poniéndoles paños de  agua fría en la frente para bajarle la temperatura. A la mañana siguiente,  todavía tenía fiebre, así estuvo tres días y sus noches; al cuarto día, Rosalía  mejoró, se incorporé en la cama, y Lola se abrazó a ella llorando.
 -Abuela,  abuelita, ya estás mejor, que susto me has dado, pensabas que te morías y me  dejabas sola.
 -No, hija mía, todavía no ha llegado  mi hora, y gracia a estas buenas personas, he mejorado, y dentro de poco ya  estaré bien del todo.
 El matrimonio, al ver la casa tan  humilde de la pequeña y su abuela, les ofrecieron que se trasladaran con ellos,  al menos hasta que ella se recuperara del todo; ésta al principio mostró  resistencia, hasta que Lola la convenció. La abuela no entendía el porque  querían ayudarles, Lola le explicó todos los hechos acontecidos, y lo agradecida  que estaba esta familia por haberles salvado de una muerte segura. Al fin lo  comprendió y acepto de buen grado el traslado a la mansión de los señores  González, que así se  llamaban.
 No veían el día de volver a su casa,  porque este matrimonio no quería que lo hicieran, se habían encariñado mucho  con Lola y con Rosalía, y el pequeñín adoraba a Sansón, el perro que se había  hecho inseparable del benjamin. Ellos les decían que se podían quedar todo el  tiempo que quisieran; y si lo decidían así, de manera permanente. En cierta  manera la abuela agradeció que su nieta hubiera encontrado una familia  sustitutoría, así ella se podría marchar al otro mundo con la tranquilidad de  no dejarla sola.
 A primero de diciembre, empezaron a  adornar la casa, la estaban preparando para celebrar la Navidad. Pusieron un  Belén precioso, con cantidad de figuritas de barro, el pesebre con el niño  Jesús recién nacido, El buey, el asno, y por supuesto San José y la Virgen  María. También pusieron un gran árbol de Navidad en el salón de la casa, éste  quedó perfectamente adornado con los motivos navideños.
 -Lola estoy muy contenta que estéis  este año aquí con nosotros, mañana vendrán mis hijos y tendréis tiempo de  conocerlos, me gustaría que os llevarais. Son unos chicos maravillosos, y nos  daría mucha vergüenza que supieran la verdad de lo que ocurrió, cada día nos  sentimos más miserables por la mala acción que tuvimos contigo y con tu perro,  y tu siendo una niña nos diste una lección que nunca olvidaremos, ¡estamos tan  arrepentidos! –manifestó la señora.
 -Inés-así se llamaba la señora- en  la vida algunas veces nos equivocamos, pero lo importante es saber y reconocer  que nos equivocamos, somos humanos y como tales a veces hacemos cosas que no  son correctas, pero como he dicho antes, el arrepentimiento y el pedir perdón  es lo que engrandece a las personas, y vosotros lo habéis hecho, por tanto no  solo tenéis mi reconocimiento, sino el perdón de Dios, y eso ya es bastante. Yo  os quiero mucho, y creo que todo tuvo que pasar así para que nuestros caminos  se encontraran.
 Inés abrazó a la pequeña y lloraron  juntas, ese momento hizo que sus corazones se unieran para siempre, ella ya la  sentía como si de una hija se tratara, Sansón que estaba presente en esta  escena, movió el rabo como si diera su aprobación.
 -¡Gracias Dios mío!  Exclamo la  niña, por regalarme una familia en estas navidades, es el mejor de los regalos  que se me ha podido conceder.
 Unos días antes de navidad, llegaron los hijos: Ana y Eduardo, después  de las presentaciones y el relato de cómo se habían conocido, fueron intimando  día a día, hasta convertirse en verdaderos amigos, y años tras años, se fueron  reuniendo en ocasiones, para festejar las fiestas así como las vacaciones de  verano. Sin darse cuenta fueron creciendo y Lola se convirtió en una linda  joven, muy hermosa y atractiva, y también sin darse cuenta, Eduardo y ella  pasaban juntos todas las horas que podían, y cuando no estaban juntos se escribían  casi a diario. Un día de Navidad, Eduardo llego a la mansión muy contento,  había acabado su carrera universitaria; ya era arquitecto, estaba muy contento  y eufórico. Ese día en la comida, los padres, le dijeron que ya era hora de  elegir novia y formar un hogar.
 -Padres tenéis razón, ya es hora que piense en formar mi propio hogar,  además estoy enamorado desde hace tiempo de una bella joven, y me gustaría que  fuera mi esposa.
 Al oír aquellas palabras, Lola creyó morir, ¡Dios mío! Como puede ser  que Eduardo ame a otra mujer, voy a morir, ¡si, moriré de amor por él!                                                                              -Estupendo  exclamaron los padres, nos tienes que decir quién es ella, a que familia  pertenece, y muchas cosas más, queremos conocerla lo antes posible.
 -Todo a su tiempo, todo  a su tiempo.
 Lola quedó muy triste, ella llevaba  tiempo amando en secreto a Eduardo, no se lo había dicho a nadie, ella  sospechaba que  él también sentiría algo  por ella, pero ahora se había dado cuenta que solo era amor casi de hermano, ya  que estaba enamorado de otra mujer.
 -Te noto triste, Lola, ¿Qué te  pasa?-le preguntaba Eduardo.
 - Nada, no me pasa nada contestaba  ella con una sonrisa.
 Llegó el  día de Navidad, era el reparto de regalos,  Lola quería disimular su tristeza, pero su pena se reflejaba en su cara, todos  estaban preocupados por ella. Bajo el árbol estaban los regalos que tendrían  que repartirse, Lola, le había puesto un paquete a  que contenía  un jerséis que había tejido ella misma. Cuando  él lo abrió y  lo vio, le dio un abrazo y  la levantó del suelo, girando con ella.
 -Es precioso- dijo- ahora abre el  mío; ella con parsimonia, cogio un paquete rojo bastante grande que él, le ofreció,  lo abrió,  había otra caja envuelta, así,  hasta cinco veces, cada vez la cajita era más pequeña, también había un  pergamino abrazado por un lacito rojo. Abrió la cajita y se encontró en ella,  un anillo; un brillante, era un anillo de pedida.
 -Lee el pergamino, indicó Eduardo,  por favor en voz alta, quiero hacer participe a toda la familia de mi regalo de  navidad, si tu aceptas.
 -Lola perpleja leyó:  Hoy día de Navidad, como aquel en el que te vi, por primera vez, quiero que  sepas, que desde ese día que te conocí, quedé prendado de tu belleza, pero  sobre todo quedé prendado de tu alma, pura y limpia, y hoy en estas Navidades,  quiero pedirte delante de mi familia, de nuestra familia, que seas mi esposa,  porque eres la razón de mi vida, te amo y te amaré para siempre. Eduardo.-  ¿Qué contestas?- Dijo impaciente-
 -¡Gracias  Dios mío! Exclamo la joven, por regalarme una familia y especialmente a un  futuro esposo que amo con toda mi alma.  Estas navidades, me ha traído el  mejor de los regalos que una persona puede  desear, ¡gracias Dios mío! ¡Sí, quiero ser tu esposa! ¡Te amo, te amo! desde el  día que te conocí, siendo todavía una niña.
 Ambos se fundieron en un abrazo, y  la familia sonrió encantada de esta unión. Formalizaron la boda y en seis meses  se convirtieron en marido y mujer para siempre.
 MORALEJA: las  buenas acciones siempre serán recompensadas, y las malas cuando hay  arrepentimiento de corazón también se perdonan.                                      Ceuta, 10 de  Noviembre 2008
 
 
                        
                          Fini Castillo  Sempere.   | 
    
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 TRISTEZA
 “Por ser  imaginaria esta historia, no deja de ser posible…”
       Mi  amiga hoy estaba triste, su cara reflejaba su estado de ánimos, sus ojos  vidriosos descubrían que no hacía mucho rato habían estado llenos de lágrimas.  Me preocupó verla tan desolada y no pude evitar preguntarle que le pasaba.  Levantó la cara y con una mueca sonriente me dijo: “nada, no me pasa nada” fue  en ese momento cuando me confirmó que realmente estaba triste, algo le había  ocurrido y no quería decírmelo. Me pregunté si sería oportuno insistirle, me  producía preocupación que ella estuviera sufriendo por algo que yo no sabía;  tendría que descubrirlo para poder ayudarla  en la medida de mis posibilidades, es duro sentirse triste y no poder confiar a  nadie los sentimientos. La soledad y la tristeza van tan unidas que a veces da  como resultado la desolación y tal vez la desesperanza de no confiar en la  amistad.La noche se sumió en su sueño, pero mi  amiga no dormía, una parte de ella no entendía los comportamientos humanos,  pero aún menos la ingratitud. En esos momentos entendí que ella sufría el  desencanto de la amistad, se dio cuenta que encontrar una amistad verdadera, es  tan difícil como encontrar una aguja en un pajar; si realmente es difícil.  Muchas veces te dicen: amiga, eres mi amiga, pero realmente esa frase no tiene  contenido, es tan difícil encontrar una amistad desinteresada, si, es realmente  difícil. Hay veces que la amistad nace del puro interés y por supuesto cuando  se consigue el objetivo a conseguir, ya la amistad sobra, ya deja de ser  amistad; por lo tanto nunca existió.
 Querida amiga, ya sé porque estás  desilusionada y triste, no te has dado cuenta todavía, con tus años y  experiencia  de la verdad de la vida; lo  que antes era bonito, hoy ya no lo es, lo que antes era admiración, hoy ya deja  de serlo, lo que antes era cariño, hoy es frialdad, lo que antes era amistad,  hoy ya no sé lo que es.  Hoy  estás   triste, porque de nuevo has confiado, y al final, pasa lo de siempre, al  final tienes que dar la razón a quien no quieres, al final te convences que no  vale la pena, pero aún así conociéndote, tu corazón siempre estará abierto  aunque te equivoques, quizás algún día puede que tu corazón albergue la  verdadera amistad, la amistad verdadera. Amiga no estés triste, la vida es así,  está llena de vicisitudes, de hechos y acciones, y en ellas nos definiremos uno  a uno, así es, convéncete.
 No sufras por lo que no merece la pena  amiga, sigue tu camino y sigue quitando las piedras que en él puedas  encontrarte, algunas pueden ser invisibles, pero están; eso sí,  procura no tropezar muchas veces en la misma  piedra, ve con los ojos abierto y aprende a abrir el corazón solo a los que  merezcan estar en él, porque los que entran sin merecerlo pueden dañarlo, y una  herida en el corazón siempre deja cicatriz; toma nota de lo que te digo, y  aprende amiga, aprende de la vida que ya es hora, pero no pierdas nunca tu  esencia, porque sino dejarías de ser tu misma, y ello sería un error. Amiga  sigue tu camino, y haz de tu caminar tu guía, no estés tristes porque mañana de  nuevo renacerá un nuevo día, y el sol como cada mañana a ti, te dará la vida.
     Ceuta, a 6 de Febrero de 2010                  
                      
                         Fini Castillo Sempere   | 
    
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 PECADOS CAPITALES
 “Mirad en  vuestros corazones, allí está el secreto”
 
 
     Cuantas veces nos hacemos preguntas que no  encontramos respuesta, especialmente cuando se refieren a comportamientos humanos;  esas acciones que demuestran desgraciadamente que el ser humano es tan imperfecto;  sobre todo porque nos damos cuenta que los pecados capitales existen,  desgraciadamente existen, y el peor de ellos   para mí es la envidia, siguiéndole la soberbia. La envidia mueve el mundo en negativo, a una persona envidiosa es mejor  tenerla lejos, muy lejos, porque nunca se sabe hasta dónde puede llegar, además  de no ser feliz porque siempre desea lo que es de otro.  Os cuento una historia.
 Una vez, no recuerdo en qué lugar, vivía  una mujer con su hija; la pequeña era hermosa, tan hermosa que su madre temía  por ella, pensaba  que alguien la pudiera  raptar para llevarla a la corte del rey que siempre quería poseer a las más  bellas mujeres del reino. Ella cuidaba con esmero a su bella hija, y procuraba  que su rostro no se viera tapándolo con un velo.
 En el mismo poblado vivía otra mujer con su  hija, esta no era tan agraciada, motivo que hacía desgraciada a la progenitora,  ella quería que su hija fuera la más bella del reino, no le importaba que el  rey la llevara a la corte y que la hiciera su concubina.
 Pasaron los años y la pequeña bella, que se  llamaba Belinda, creció y se hizo tan hermosa, que su belleza se dejaba  traslucir a través del velo. La vecina siempre sospechaba de la belleza de  Belinda y un día que se la encontró en la fuente de la plaza, sin ningún pudor  le descubrió el rostro quedando impresionada de su belleza.
 Desde ese día, aquella mujer no paraba de pensar en el rostro bello de  Belinda, le carcomía la envidia, ella miraba a su hija y reconocía que carecía  de belleza, produciéndole una desagradable sensación que no la dejaba vivir en  paz. Día a día le daba vueltas a la cabeza y no sabía cómo hacer daño a aquella  joven. Trazó un plan perverso, y se relamió los labios a sabiendas el daño que  le produciría a la joven si lograba su objetivo, si el rey la tomaba a la  fuerza ella moriría de pena.
 La envidiosa mujer corrió la voz de que  había una joven bellísima en aquel lugar para que el rey la violentara; y así  fue, mando a su ejército  para que le  trajeran aquella joven. Cuando el rey la vio comprobó su belleza quedando  realmente impresionado, ella alzo sus grandes ojos negros clavándole  al rey   la mirada hasta lo más profundo de   su ser, quedando  este  petrificado.
 El rey no pudo hacerle ningún mal a aquella  joven, porque se enamoró de ella perdidamente, había encontrado el amor, ya no  quería tener concubinas, solo ansiaba que Belinda lo amara. Él le ofreció que  compartiera su reinado, y la joven lo rechazó. El rey la dejó marchar de nuevo  con su familia, quedando  muy triste.
 Cuando volvió a su casa, la malvada mujer  que la había querido hacer tanto daño, la envidio doblemente; no podía soportar  verla de nuevo en aquel lugar, ella quería   que desapareciera para que su hija brillara. Belinda comprendió que la  envidia que le procesaba aquella mujer no la dejaría vivir, y tarde o temprano  le haría la vida imposible.
 La malvada mujer  se introdujo una noche en casa de Belinda y  le robó uno de sus vestidos, vistió a su hija con él, la peinó igual que a su  joven vecina, le puso un velo en el rostro y la trasladó a la corte con la idea  de engañar al rey y tomara como esposa a su hija, era tanto la ambición y  envidia que no midió las consecuencias del engaño.
 El rey al ver a la joven, se puso muy  contento y no le dio importancia al hecho de que llevara el rostro tapado con  un pañuelo. Se celebró la boda rápidamente, el rey rebozaba felicidad y dispuso  todo para la noche de bodas. Cuando llegó el momento de consumar el matrimonio  le descubrió el rostro, y al ver el engaño fue tan grande su furia que mandó  ejecutar a la joven, y llevar ante él a la artífice de la trama. La madre  desesperada recurrió a la joven bella, y le pidió clemencia y que fuera a ver  al rey para evitar la ejecución de su hija. Belinda no lo dudó, se puso de  inmediato en camino para ver al rey y pedir clemencia. El rey no pudo negar la  petición de la joven y perdonó a la madre y   a la hija.
 Belinda quedó agradecida al rey, aceptando  las invitaciones que le hacía a la corte, poco a poco se fue enamorando de él,  y aceptó con agrado ser su esposa cuando se lo pidió.
 La madre y la hija volvieron a su casa,  pero siempre fueron infelices porque la envidia les corroía el alma, era más  fuerte ese sentimiento negativo que el agradecimiento de que Belinda les  hubiera salvado la vida. Sin embargo la joven bella fue inmensamente feliz con  su amado esposo, que desde el día que se casaron solo tenía ojos para ella, era  tanto su amor por ella que jamás volvió a molestar a ninguna joven del reino.
 
 MORALEJA: La envidia es un sentimiento negativo que corroe el alma  de quien la padece. Si alguna vez sentís ese sentimiento, desterrarlo, porque  todos tenemos hermosas cualidades, solo hay que descubrirlas. Unos tienen una  bonita voz, otros tienen sensatez, otros un rostro bello, otros inteligencias,  otros voluntad, otros generosidad… Así sucesivamente, todos y cada uno de  nosotros valemos por nuestras acciones, pensad en ello.
 
 
 Ceuta, 25 de Junio 2010
 
 Fini Castillo sempere.
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 LA MUJER DEL CAMINO
 “Lo  más importante en la vida es el amor,   amar al                                                                             prójimo y a sí mismo, amor y más amor...”
 
 
     Cuenta una leyenda que una mujer  se sentó un día en una gran piedra que  encontró en el camino,  y cuando paso una  hora se preguntó qué hacía allí sentada, algo le contesto en su interior y le  dijo:-Mujer será que quieres saber quién eres.
 Esa respuesta hizo que la mujer pensara  quien era de verdad, y se dio cuenta que no tenía nombre, porque lo había  olvidado totalmente; con total  tranquilidad  pensó: me llamaré María, como la madre de Dios. No sabía quién era y de donde  venía, su mente estaba en blanco. Trascurrida otra hora, de nuevo su interior  le formuló otra pregunta-
 -Mujer ¿porque estás sentada en esa piedra  en el camino?
 La mujer se miró y comprobó que sus ropas  estaban intactas, y de sus orejas pendían unos largos zarcillos  de unas piedras preciosas, sus manos y  muñecas portaban anillos y pulseras de gran valor. Miró hacía el suelo y  comprobó que sus pies calzaban unos zapatos de fina piel; muy cerca de ella  estacionado se encontraba un vehículo de alta gama y entre sus manos tenía  las llaves.
 -No sé quién soy, pero mi indumentaria  denota que mi situación económica es buena.
 Nuevamente algo en su interior volvía a  preguntar:
 -Mujer ¿quién eres?
 -No soy nadie, no tengo recuerdos, ni  amigos, ni hijos, ni madre ni padre, ni un perro que me lama la mano; sólo sé  que tengo dinero, por lo tanto, no soy nada, porque cuando muera no llevaré  nada en mi corazón; no llevaré una sonrisa de mis amigos, ni una caricia de mi  esposo, ni un arrumaco de mis padres, y lo material no vale para nada en el más  allá. Soy una mujer sin nombre, sin alma, no soy nadie, no soy nada.
 De un sobresalto la mujer despertó y se  encontró en el lecho junto a su marido, y en un extremo de la cama había una  cunita donde dormía plácidamente su pequeño hijo.  En la mesita de noche a su vera el retrato de  sus padres ya ancianos.
 Solo ha sido un mal sueño, sólo eso.  Desde ese día aquella mujer valoró todo el amor que tenía a su alrededor y que  antes no apreciaba.
 
 
     Ceuta,  4 de octubre 2010                                                                       Fini  Castillo Sempere.
 
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  “EL HORROR DE LA VIOLENCIA”
 “A  todos aquellos que han sufrido la desesperanza en el                                                            alma, y la tristeza en el  corazón al mirar a un maltratador”
 
 
 Se estremeció, sintió  un golpe seco, después vinieron otros, y casi  un gemido imperceptible. Se asustó como cada noche cuando él venía a altas horas  de la madrugada. El miedo lo paralizaba y en su alma sentía como un puñal clavado  la desesperanza de su madre y su propia cobardía, quería gritar y decirle con  todas sus fuerzas que parara, pero se sentía incapaz de hacerlo.
 Día tras día se repetían las mismas  situaciones: un hombre cruel se aprovechaba de una mujer, humillándola en lo  más profundo de su ser, ella un ser hermoso y bueno se convirtió en las garras  del maltrato en una persona sin voluntad, como hoja de  árbol frente a una tempestad; sus ojos tristes  irradiaban compasión, y su mirada de terror la llevaría siempre clavada en su  alma, ella era su madre, la persona que más amaba.
 Algún día que otro, su padre aparecía  con una gran bandeja de pasteles y un ramo de rosas amarillas, abrazaba a su madre  y le decía cuanto la amaba; ella con una crispa de brillo en sus rajados ojos  pestañeaba y sonreía con una mueca gélida, mostrando un rostro bien parecido a  las máscaras venecianas. Algunas de esas noches en la lejanía del largo pasillo  oían unos imperceptibles gemidos que en el silencio de la noche le  atormentaban, en aquellos instantes solo podía tapar su cabeza con la almohada  y gritar sin voz un lamento.
 Fue creciendo, y en su corazón nació  un sentimiento de venganza, algún día le cobraría el sufrimiento de su madre,  algún día se acabaría todo, y a  ese ser  que se denominaba padre le quitaría la careta y todos sabrían que clase de  persona era.
 Era noviembre, estaba jugando con su  madre, era el momento que disfrutaba de ella, sin miedos ni tensiones, cuando  de pronto escucharon abrirse la puerta; ese día había  llegado temprano, su madre con una actitud  dócil le pregunto que deseaba cenar, y él casi sin mirarla le contestó que daba  igual lo que le pusiera, porque como siempre la comida sería una porquería;  ella no quería disgustarlo y se fue a la cocina a preparar la cena de esa  noche. La siguió, le agarró del brazo y la empujo hacía la pared, su cabeza chocó  fuertemente contra el muro blanco;  el  estruendo fue grande y lo que mis oídos percibieron fue espantoso, era  como  si una gran sandía hubiera caído de  gran altura y se hubiera reventado contra el suelo. Él gritaba, de su garganta  salían insultos, ella como una muñeca rota se tambaleaba sin mediar palabra; el  silencio lo enfurecía más y seguía pegándole con toda la rabia  de un cobarde. Cuando se cansó de ejercer su  fuerza, la lanzó sobre el piso, quedando   inerte en el suelo.
 Corrió  al lado de su madre, la tocó y no respondía,  en su corta edad comprendió que lo había abandonado, que lo había dejado solo ante  aquel infierno, que ya no lo protegería de aquel ser repugnante que se hacía  llamar  padre. Abrazó a su querida mamá y  gritó con una melodía desgarradora.
 ¡Asesino, asesino! Mi padre es un  asesino, asesinó a mi madre y mis ilusiones de niño. Hoy después de muchos  años, sigue gritando sin pronunciar palabra el mismo calificativo “¡Asesino,  asesino! Y  hoy también en la oscuridad  de la noche se siento como aquél niño perdido   y asustado que quedó marcado para siempre, marcado por la violencia  ejercida por el progenitor que debía protegerlo y que debía cuidar a la mujer que  le entregó su amor; sin embargo él sesgo la vida de su madre y mató su corazón.
 Y con un grito ahogado en la garganta pronunció estas  palabras:
 Madre  me arrepiento, me arrepiento de no haberte defendido cuando estaba en tu  vientre; me arrepiento de no haber cuidado de ti, cuando cumplí un año; me  arrepiento de no haber estado a tu lado recibiendo los golpes a los dos años;  me arrepiento de no haber gritado al mundo que mi padre era un maltratador a  los tres años; me arrepiento de haberme escondido a los cuatro años, cuando te  insultaba; madre, me arrepiento de no haberme enfrentado  con el   violento a los cinco años; madre, me arrepiento   de ser  hijo de un hombre cruel; madre, me arrepiento a los siete años de no haber  evitado tu muerte.
 ¡Madre! Siempre me sentiré  culpable, culpable de tus golpes, de tus llantos, de tu sufrimiento. Hubiera  querido poder defenderte, hubiera querido no temer a mi padre, hubiera querido  haber nacido en una familia feliz, sin gritos, ni violencia, sin golpes, hubiera  querido que tu, hubieras sonreído a la vida, hubiera deseado madre, cuidarte a  tus ochenta años, hubiera querido madre tantos deseos bueno para ti…
 ¡Madre, madre, madre! Aquí me  quedo solo, marcado para siempre por el odio, el rencor y el miedo. Madre, me  preguntaré siempre ¿lo hubiéramos podido haber evitado?
 
 Mensaje: un maltratador, no solo maltrata a su pareja, sino  que a la vez maltrata a los hijos, que aún sin maltratarlos físicamente, el  maltrato psicológico a que pueden estar sujetos les marcará  negativamente para siempre. Todos y cada uno  de los integrantes de la sociedad debemos evitar que ocurran estos hechos, a  los violentos hay de quitarle la máscara, hay que desenmascararlos.
 
 Ceuta, 2 de Abril  de 2011
 
 Fini Castillo Sempere
 
 
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