Sueños y Relatos

 

-1.La calumnia -2.Cuento del Dragón -3.La noche de San Juan - 4.La superación - 6.La margarita - 7.Una historia de mi padre - 8.La Polinesia - 9. Fantasia - 10.Amor incondicional -

-11.La sensibilidad - 12.El verdadero amor - 13.La hija perdida - 14. La paloma y la espantapájaros - 15. Sueños en las estrellas - 16. El encuentro - 17.Cuento de Navidad - 18. La buena acción -

- 19. Tristeza - 20. Pecados Capitales - 21. La mujer del camino - 22. El horror de la violencia -

 

 

LA CALUMNIA

 

    Me contaba mi abuela, en esas largas noches de invierno algunas historias, que ella había escuchado de sus padres. Había una que me dejó muy impresionada, y hoy todavía la recuerdo, y cada vez que pienso en ella, comprendo que esta historia se repite y se repetirá, mientras existan personas enloquecidas por la maldad.
         Había una mujer que vivía en un pequeño pueblecito pesquero de la costa levantina. Tenía una familia maravillosa, su esposo, patrón de un barco de pesca, pasaba muchos días del año navegando y buscando las mejores zonas de África para pescar. Eran padres de dos hijos: Una niña y un niño de 3 y 5 años. Dolores, que así se llamaba esta mujer, pasaba mucho tiempo sola, debido al trabajo de su esposo. Ella quería con locura a su familia, y solo vivía para cuidarlos y atenderlos.
         Dolores, era una gran mujer, pasaba parte del día  remendando redes, esa era una tarea muy habitual en aquella época y por aquella zona. Este menester lo realizaba junto a otras mujeres del pueblo, sirviéndole también de distracción. En el grupo había una mujer, llamada Silvina, que le tenía muchos celos; la envidiaba y no soportaba la simpatía que despertaba en el pueblo. No sabía como perjudicarla y hacerle daño, siempre que podía la criticaba con el resto de las amigas, intentando hacerla quedar mal delante de los demás. ¡Dolores!, -le dijo un día una señora del pueblo- ten cuidado con Silvina, que siempre que puede, mete cizaña en tu contra. No te preocupes mujer- contestó Dolores- ella es así, no tengo nada que ocultar, y no le hago nada malo a nadie, ¿Qué puedo temer de ella? Yo solo te aviso- contestó la vecina.
         Un día de tormenta, llamaron a la puerta de Dolores, era un señor, un forastero que había llegado al pueblo y debido a la lluvia, no pudo continuar el camino, estaba empapado y parecía que no se encontraba bien de salud. Cuando Dolores abrió la puerta y se encontró a este hombre en esta situación lo introdujo en su casa, le ofreció ropa seca y le preparó un tazó de sopa caliente. El aspecto  no era bueno, percatándose Dolores que estaba ardiendo de fiebre, así que le ofreció su lecho para que descansara y se recuperara de su estado febril. Este hombre, llamado Francisco, tardó tres días en recuperarse, y durante este tiempo Dolores lo cuido con esmero, esperando su restablecimiento. Al cuarto día, Francisco se dispuso a partir agradeciéndole  a su bienhechora, la gentileza y sus atenciones.
         Silvina, que había oído que en casa de Dolores había un hombre, no dudó en inventar una historia perversa, una historia con el único objeto de destruir a una buena mujer. Se inventó que Dolores y este forastero tenían un romance a espalda del marido. Esta historia rocambolesca la fue divulgando por todo el pueblo, no dejó un sitio libre de estos comentarios, desde el casino, mercados, plazas, parques. Y como ya se sabe, en los pueblos los chismes proliferan, por eso de conocerse todos, y creerse la gente con derecho a opinar de los demás, esta calumnia se instaló en las bocas de todos los lugareños de la zona.
         Dolores, no daba crédito a lo que estaba ocurriendo. Notó que todo el mundo le daba de lado, no había nadie que quisiera hablar con ella, le hicieron tal vació, que la pobre mujer cada día que pasaba enfermaba de vergüenza, pero sobre todo de impotencia de ver como su vida se estaba destruyendo y no podía hacer nada para impedirlo. Incluso le hicieron vació a los hijos, ya nadie quería relación con ellos. Estaban marcados por la injusticia de una lengua viperina. Fue tan grande la pena que sintió; que el corazón se le rompió, no podía con este peso injusto.
         La mujer malvada que monto esta calumnia, estaba disfrutando el momento. Reía y reía contando a las gentes del lugar la vida alegre de Dolores. No tenía compasión ni siquiera de los pequeños, realmente se regocijaba en la pena de la pobre mujer calumniada. ¡Es una cualquiera! ¡Es una cualquiera! Decía sin cesar, no se merece el respeto de su esposo, el cual la debe de repudiar por indigna. Estas manifestaciones eran constantes. ¡Al fin había conseguido su objetivo! Destruir la reputación de una decente y honrada mujer.
         Cuando el marido volvió de faenar por los mares del norte de África, se encontró a una mujer moribunda, la pena la invadía, estaba en una situación agónica. A los tres días de la llegada de su esposo, Dolores murió. Fue tan intenso el dolor que sintió el esposo, no solo por la muerte de su amada, sino por la duda que los comentarios le habían producido. Él sintió que el alma se le rompía en mil pedazos. Cuando se disponía a enterrar el cuerpo de su mujer en solitario, porque nadie del pueblo acudió al entierro; apareció por la entrada del pueblo un gran coche de caballos, seguido por tres coches más. Francisco quedó parado al comprobar que de ese coche majestuoso se bajaba un caballero, y dirigiéndose a él le dijo: Perdone señor, vengo a visitar a una señora llamada Dolores, y creo que usted es su marido, esta señora me mostró una foto en la cual estaba usted, y ella me dijo que era su esposo. Francisco quedo atónito y preguntó: ¿para que quiere usted visitar a mi esposa? Vengo desde la ciudad donde vivo, expresamente con mi mujer mi familia y mis empleados, para que la conozcan. Ella es una señora, ¡si una señora!, en mayúscula. Debido a un gran temporal mi coche cayó por un precipicio y yo como pude llegué a la puerta de su casa, y ella viéndome en tal estado, me cuido y curó mis heridas hasta que me restablecí, Ahora en agradecimiento a que me salvó la vida vengo a ofreceros mi gratitud y una fortuna para que nunca os falte nada a ustedes y a sus hijos. Especialmente he querido traer a mi familia, para que conozcan a esta gran mujer, que cuidó a un desconocido sin pedir nada a cambio. También quería conocerlo a Usted para decirle la suerte que tiene de tener como esposa a una mujer tan desinteresada y buena, que quiere tanto a sus hijos y a su marido, no hacía más que hablar de usted y de todo el amor que le procesaba,¡verdaderamente tiene usted suerte!.
                   Al escuchar estas palabras, Francisco se echo a llorar y se abrazó al ataúd que se había quedado al lado del camino. El caballero quedo extrañado de esta actitud, y preguntó: ¿Buen hombre que le pasa? ¿Por qué llora? ¡Dios mío, dios mío! ¡que le han hecho a mi mujer! Señor, señor, ellos con sus malas lenguas la han matado; ella ha muerto de pena, no ha podido soportar la injusticia, la calumnia; ¡¡ellos la han matado!
 Cada vez se iban congregando gente y más gentes alrededor de la escena, los cuales comprendieron lo que estaba pasando, y ante la situación fueron en busca de la mujer que había levantado semejante calumnia. Esta, estaba asomada a la ventana cuando vio aparecer a tantas personas en su busca, sin saber lo que ocurría salio a su encuentro, pero cuando vio las caras de pocos amigos de los allí presente, preguntó que pasaba y estos les dijeron: mala mujer, calumniadora, por tu culpa una mujer buena y honrada ha muerto, y ha dejado a su marido y a sus hijos sin esposa y madre, desde este día, no te queremos en el pueblo.¡Vete, vete recoge tus cosas, y no vuelvas por aquí! Tan grande era la maldad de esta mujer, que intentó  aun después de muerta, seguir manchando el nombre de Dolores. En esta ocasión no se lo consintieron, la agarraron en volandas y la echaron del pueblo. Silvina chillaba y chillaba, pero ya nada se podía remediar, ella estaba fuera del pueblo y maldita a causa de su lengua viperina. Dolores la mujer buena, ya no podría tener nunca más una noche de amor con su amado esposo, ni podría disfrutar de los arrumacos de sus hijos.
         Después del entierro, el gobernador con su familia, pasaron por la casa de Francisco para darles sus condolencias, y para ofrecerle su apoyo y respeto, también le hicieron entrega de una gran fortuna en agradecimiento a su esposa fallecida. Francisco aceptó en nombre de sus hijos, para que estos tuvieran la vida resulta.
Él nunca más conoció el amor de otra mujer, en él siguió vivo el amor a su esposa. Cuando los niños tuvieron edad de desenvolverse por si mismo, el tomó la decisión de coger los hábitos, y se encerró por vida en un monasterio de la zona. Hoy la leyenda cuenta, que entre los montes de aquel lugar se escuchan los sollozos del monje, llorando por su esposa pérdida a consecuencia de una infamia. También se cuenta que se ve por aquellos bosques una sombra maligna que va errante sin saber donde, es la sombra de la calumnia. 
MORALEJA: nunca se debe hablar de nadie y por supuesto nunca jamás levantar una calumnia. Las personas que hacen eso, todo el mal que puedan producir  a la persona calumniada, le caerá a ella o a él como una loza. La calumnia es un delito muy grave, y nunca quedará impune. Antes de abrir la boca para hablar de alguien mal, se debe uno mirar el ombligo, contar hasta mil, cerrar bien la boca y pensar: ¿con que objeto quiero hacer mal a alguien? ¿Esa persona me ha hecho a mí algún daño? ¿Porqué soy tan dañina con los demás? ¡Piensa, piensa! No lo hagas, no hagas sufrir gratuitamente, y si lo haces atente a las consecuencias

 

Una historia para pensar…

 

En Ceuta,  a 27 de junio de 2008

Fini Castillo Sempere

 

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CUENTOS PARA LEER


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princesa --Laprincesa y el dragón—dragon

 

       Había una vez, una ciudad, la cual estaba situada en la falda de una gran montaña, era tal su belleza, que los lugareños no quería que llegaran forasteros, por miedo a ver invadidos, y que destruyeran la belleza que caracterizaba aquel lugar. Por tal motivo hicieron un trato con un mago muy malvado que vivía en una colina cercana, el trato consistía en convertir en estatua de hielo a todos los que se atrevían a ir a aquel lugar.
       La historia de esta ciudad, llegó a oídos de un rey muy avaro, que vivía muy lejos de aquellas tierras, pero era tan grande su obsesión por conseguir riquezas, y sospechando que allí encontraría grandes tesoros, no dudo en organizar un largo viaje, en contra de todos sus súbditos que le aconsejaban que no fuera a esa ciudad fantasmagórica, ya que temían que si emprendía esa aventura, jamás volvería a su reino.
    -Padre, no vayas a ese lugar, es peligroso y nosotros tenemos muchas riquezas y no necesitamos más. -le dijo su hija Yasmín.
    Ante esta petición el padre contestó:
    -soy  un rey poderoso y como tal, todos los de ese lugar caerán a mis pies rendidos y me apoderaré de sus tesoros.
    -¡Si! Padre debes ir, -dijo  su hija pequeña- que era tan avara como su padre.
    -Yo quiero el mejor collar de perlas que consigas,¡padre!, quiero adornar mi lindo cuello y también quiero la mejor diadema de brillantes y los mejores pendientes de esmeraldas.
    Y así continuó diciéndole a su padre todo lo que quería que le trajese de aquella ciudad misteriosa.
    - ¿Y tú que quiere que te traiga Yasmín? -le dijo el rey a su hija mayor
    - ¡Nada! -contestó-, sólo quiero que no vayas, y no pongas tu vida en peligro…
    -¡Tonterías! -exclamó el rey-, a ti te traeré el hijo del rey de aquellas tierras para que te cases con él, así mi reino no tendrá comparación con otros, ¡ja ja ja…!, -rió el rey.
       La princesa Yasmín, se quedo muy triste pensando en los peligros con los que se enfrenaría su padre, solo por la ambición de tener más riquezas. A ella no le importaba nada, las cosas materiales, se conformaba con lo que tenía, a diferencia de su hermana pequeña, joven de extraordinaria belleza, pero con un corazón tan duro como el acero y tan frío como el hielo. Recordó el día que un joven se cruzó con su hermana, quedando prendado de tan extraordinaria belleza, y está por solo el hecho de haberla mirado -según ella- con descaro, lo mandó a azotar sin compasión. A Yasmín la sola idea de imaginar la escena le removió el estómago.
       Yasmín, tenía diecisiete años, era bella, no tanto como su hermana, pero ella desprendía ráfagas de alegría, siempre sonreía, y estaba dispuesta a ayudar a sus semejantes, aunque lo tuviera que hacer a escondidas, porque no le permitían hablar con la servidumbre, y con personas que estuvieran en un rango diferente al suyo. Su pelo era negro azabache, cayéndole como una cascada sobre los hombros, los ojos negros y rasgados le daban una chispa de rasgos asiáticos. Realmente era hermosa, pero lo que más se podría destacar de ella era su carácter dulce y embriagador. Su hermana llamada Silfis, era rubia como el trigo, sus cabellos tenían reflejos de oro y con los rayos de sol, parecía una diosa, sus ojos eran dos esmeraldas, su belleza no tenía rival, aunque   su gesto agrio congelaba el aire, era avariciosa y malvada, y aun siendo más bella que su hermana, la envidiaba con toda su alma.
       Una tarde, cuando Yasmín estaba en el jardín de palacio ensimismada en sus pensamientos, escuchó un gran alboroto, al preguntar que ocurría, descubrió que uno de los caballeros que escoltaban a su padre, el rey, estaba tendido en el suelo de palacio, casi sin resuello; cuando se recuperó habló y dijo:
    -A su majestad, el rey, lo han apresado y  toda la expedición había sido muy mal recibida por el rey de la ciudad fantasma, y todos habían quedado en el camino, convertidos en estatua de hielo, excepto el rey que estaba cautivo en las mazmorra del castillo, a la espera de que una de las hijas del rey se intercambiara por él.
    -¡Que horror! -manifestó Yasmín, llorando desesperada-.
    Las dos hermanas se reunieron, y Silfis dijo de inmediato:
    -Yasmín, yo soy la pequeña, por tanto te corresponde a ti sacrificarte y canjearte por nuestro padre.
    -No lo dudes -contesto Yasmín-, yo iré a librar a nuestro padre, ¡el rey!  y el volverá a casa, cueste lo que cueste.
    Dicho esto, Yasmin preparó la partida y a la mañana siguiente, con los primeros rayos del sol, emprendió la marca, junto con sus jinetes y caballeros que la protegerían del tortuoso viaje a lo desconocido. Cuando llevaban días de viaje, descansaron en un lugar precioso, donde había un gran lago de aguas tranquilas y azules, donde el cielo se reflejaba. Yasmín decidió darse un baño en esas aguas apetecibles, Cuando estaba disfrutando del baño, notó que debajo de ella algo se movía y ante de darse cuenta, apareció ante ella un gran animal verde, éste, lanzaba un chorro de fuego por la boca.
    -No te asustes, no te asustes, -exclamó- no tengas miedo que no te voy a hacer ningún daño, sólo he venido a verte y hablar contigo.     -Vaya susto me has dado -dijo la princesa-. ¿Qué haces por estas tierras? ¿Quién eres?
    -Soy un dragón, y muy pequeño, sólo tengo  cuatro años, mis padres hace tiempo que están cautivos por un rey muy malvado que hay por estas tierras, mis padres me escondieron para que no me encontraran, y desde entonces estoy solo.
    -¡Qué pena!- dijo la princesa-, si quieres seremos amigos.
    -¡Si!, ¡si! Seremos amigos –dijo el dragón.
    La princesita le contó a su nuevo amigo toda su historia, y este sin pensarlo dos veces se ofreció a ayudarla en la aventura de rescatar al rey.
    -¿Cómo lo haremos para que no nos descubran?, yo no me quiero quedar como rehén, pero si no hay más remedio, estoy dispuesta a sacrificarme por mi padre, para que vuelva a nuestro reino, ¡Él es el rey! y tiene que estar con su pueblo.
     -Tienes toda la razón Yasmín- dijo el Dragón- vamos a pensar como podemos adentrarnos en el Castillo del rey malvado. Ahora vamos a descansar un poco, y después ya veremos.
    La princesa no podía dormir y decidió bañarse en el lago que habían encontrado en el camino. Cuando estaba dentro del agua, se percató de que alguien la estaba observando, y cuando miró a la dirección de esa mirada, se encontró con un joven, ella quedó petrificada, él se acerco y le tendió el manto que Yasmín había dejado en la orilla.
    -¿Quién eres?- pregunto la princesa?
    -Soy Rodolfo,el hijo del rey.
    -Y tú, ¿que haces por estas tierras de mi pertenencia? ¿quién eres y como te llamas?
     Ante el descubrimiento de que era el hijo del rey, no se atrevió a decir que era la princesa, la hija del rey cautivo por su padre. Yasmín se echo a llorar desconsolada, en ese momento el dragón que se había despertado por los sollozos de la princesa, salió a su defensa, y cogiendo al príncipe de los calzones reales, lo levantó del suelo a gran velocidad. El Príncipe saco su espada para defenderse, pero nada pudo hacer, el dragón tenía ventaja.
    -¡No!, no le hagas daño, es el príncipe de estas tierras.
    - Con más motivo -dijo el dragón, ‘¡no, no, por favor, bájalo!
    El dragón acató el ruego de la princesa y lo puso en el suelo.
    Se me ocurre una idea -dijo el dragón-, vamos a proponerle al rey el intercambio de rehenes.
     -Buena idea, buena idea, buena idea, aplaudió la princesa.
     El joven no entendía nada, no sabía de lo que estaban hablando.
     -¡Explicarme, que está pasando aquí! -dijo el rehén-, y soltadme, que yo no he hecho nada malo.
    -La princesa se conmovió y le dijo al dragón que lo soltara, y esté aunque no quedó muy convencido, lo soltó.
    -Quiero una explicación de los hechos -volvió a exigir el príncipe.
    -Sí, creo que tienes derecho a saber el porque de nuestro comportamiento.
    La princesa invitó al joven a sentarse y empezó a contarle la historia de su padre, el rey, y todo lo acontecido hasta el momento. El joven escuchó con mucha atención y después habló.
    -Es verdad parte de la historia, pero no toda. En el camino hasta llegar al castillo, existe un sendero, donde hay estatuas de hielo, esas estatuas eran unos malvados, unos hombres sin entrañas, que solo hacían el mal: raptaban a jóvenes del reino y los vendían como esclavos, robaban a las gentes humildes, extorsionaban y hacían miles de crueldades, ante esta situación, mi padre, el rey, no sabía como actuar, hasta que un mago amigo suyo, le dio la solución: convertir a estos bandidos en estatua de hielo, no para siempre, sino hasta el momento que fueran arrepintiéndose, y a medida de su arrepentimiento el corazón de estos bandidos irían cogiendo calor hasta llegar a derretirse el hielo que los envolvía, y una vez convertidos otra vez en personas, dejarían atrás las maldades, ya que por ellos mismos habían decidido a través de su arrepentimiento encontrarse nuevamente con el bien. Esa es la historia, mi padre es un rey bueno y justo.
     -¿Y entonces porque tiene prisionero a mi padre?
     -No lo sé – dijo el príncipe- eso es lo que ahora vamos a descubrir. Te invito, junto con tu amigo “el dragón” que por cierto ¿como se llama?
    -¡Raimundo!-contestó el dragón, muy contento, ¿me llevareis con vosotros?- preguntó.
    -¡Claro que sí! -Dijo la princesa-, a partir de ahora tú serás mi fiel amigo.
       Emprendieron el viaje hacia el castillo, el paisaje era fantástico, de tal colorido, que parecía casi irreal, las flores adornaban con su belleza cada parte del camino, y la fragancia de mil olores envolvía el ambiente, ¡que belleza exclamó la princesa! No había visto nunca nada igual. Los animalitos del bosque corrían y saltaban a su paso dándoles la bienvenida. Llegaron a un camino, donde el colorido quedó atrás, la princesa sintió un escalofrió, e inmediatamente se dio cuenta de donde estaba, “en el camino de los malvados”
    -¡Si princesa, este es el camino de los malvados!- dijo el joven príncipe.
    También apreciaron que en el camino había varios charcos de agua en el suelo, y eso era señal que algunos de aquellos hombres, habían decidido cambiar y volver al reino para nunca más llevar a cabo ninguna maldad. A estos malvados el mago les daba la oportunidad de arrepentirse, y si lo hacían su corazón se volvía cálido, lo que provocaba que el hielo se derritiera, así quedaban libres de la coraza de hielo y podía volver, la vida les brindaba otra oportunidad.  Todos los que retornaban al reino después de esa experiencia, no solo no volvían a hacer  maldades, sino que se convertían en ciudadanos ejemplares.
    ¡Mirad! -dijo ella-, en el fondo las personas son buenas, y todo el mundo se merece una segunda oportunidad.
       El joven príncipe, estaba prendado de  Yasmín, la miraba de reojo, para que ella no se percatara, pero se estaba enamorando locamente de ella, de su figura, de su cara, pero sobretodo de su dulzura, su voz lo embriagaba de tal forma, que creía enloquecer cuando ella se le acercaba. ¡Dios mío, que bella es!, se decía. Si ella me aceptara como esposo, sería el hombre más feliz de la tierra.
      
       El príncipe, decidió ir a ver al rey-su padre- y contarle la historia de la princesa Yasmín, y sin pensarlo dos veces. Emprendieron el camino hacía el reino del rey generoso. Llegaron al castillo a son de trompetas, a recibirlos salio el rey; y al ver a su hijo y a la joven que le acompañaba, se quedó extrañado, pero más aún al ver al animal que les acompañaban- un dragón-. ¡Hijo mío! Que alegría me produce tu vuelta, ¿Quiénes son tus acompañantes?- preguntó. Después de acomodaros en vuestros aposentos, hablaremos de todo, ahora estaréis cansados del largo viaje, y tendréis ganas de descansar, ya habrá tiempo de explicaciones más tarde. La princesa quedó encantada de la generosidad del rey, y haciendo una reflexión comparó sin querer a su padre con el rey, dándose cuenta de la diferencia tan abismal que existía entre los dos monarca.
 ¡OH que alegría!, pensó el rey, mi hijo ya está de vuelta, seguro que habrá encontrado en ese largo viaje, a alguna princesa, ya era hora que su hijo  se casará, ya estoy mayor –pensó- y necesito herederos, quiero tener a mi alrededor, mocosos jugueteando entre mis rodillas. ¡Si! Eso quiero- se dijo
       Una vez acomodada, la princesa en su aposento, se tumbo en la cama, y al pensar en el joven, el corazón le dio un vuelco, su cara se encendió, cerró los ojos y soñó. Se vio vestida con un traje blanco adornados con diminutas estrellas plateadas, su pelo recogido con una gran diadema de flores silvestre, y en su mano llevaba un ramillete de margaritas amarillas y blancas, y sobre todo, lo más importante del sueño era que  de su brazo iba cogido ¡El príncipe!, ese joven que hacía dos lunas que había conocido, y que ya no podría vivir sin tenerlo cerca. Cundo su boca se iba a fundir en un largo beso de amor, llamaron a la puerta y el sueño lindo se desvaneció.- Princesa, el rey os espera-
Dándose toda la prisa que pudo, se vistió con un vestido color fresa, que le había proporcionado una doncella, al mirase al espejo, tuvo que reconocer que estaba realmente bella, cogió una flor que había en un jarrón, se la puso en el cabello y aún  se vio más bonita; se arreglo el vestido y salió corriendo por las escaleras hasta llegar al gran salón, donde la esperaba el rey junto a su hijo. El príncipe, al verla, comprendió que  indudablemente, ¡ella! era la mujer de sus sueños, ¡si!, era ella.- pensó- ella será mi esposa, sino moriré de amor. El rey la recibió con una sonrisa, diciéndole que se sintiera como en su casa, y que era bien recibida. Ante estas palabras de buena acogida, la princesa se sintió muy agradecida. Su majestad- dijo la princesa- le doy las gracias de corazón
Después del descanso y cuando se reunieron en el gran salón para cenar, el príncipe comenzó a hablar y dijo:         Padre, voy a contarte la historia de la princesa  más bella y dulce que he conocido. Así que inició  a contar  la historia de la princesa y de su padre, el mismo que  estaba prisionero en el castillo. ¡Vaya, vaya! El rey que tengo prisionero es tu padre, -comentó- ¡si!- contestó la princesa echándose a llorar. Pues tengo que confesarte, que tu padre quedó convertido en estatua de hielo, como cualquier bandido que viene a hacer maldades a mis tierras, solo dependerá de él su libertad. ¡Por favor, por favor, dejarme que vaya a verlo! Yo haré que mi padre se arrepienta de su avaricia, y cuando esto ocurra, nos iremos de imendiato a nuestro reino, y nunca más sabrás de nosotros. Al escuchar estas palabras el príncipe sintió una gran punzada de pérdida- eso no lo puedo consentir, se dijo para sí el príncipe.
Padre- tener compasión de la princesa y dale la oportunidad de ver a su padre, estoy seguro que él se arrepentirá de su avaricia. Padre, también te pido una cosa, que para mi es muy importante -dijo el príncipe. Habla, hijo mío- dijo el rey- quiero que le pidas al rey egoísta, la mano de su hija Yasmín,  estoy enamorado de ella y quiero que sea la madre de mis hijos, quiero convertirla en mi esposa...  El rey no se sorprendió de la petición de su hijo, porque ya había sospechado que estaba enamorado de la princesa por su forma de mirarla. Bien hijo mió, -contestó- así se hará, creo que es una buena persona y sabrá llevar bien la responsabilidad del reino junto a ti, cuando tu seas el rey. 
         La princesa, fue al sendero de las tinieblas, a visitar a su padre, allí estaba encerrado en una mazmorra, se colocó delante de la estatua de hielo, que ella reconoció, y arrodillándose delante de ella, comenzó a hablarle a su padre con tal cariño, que el corazón de este comenzó a calentase, y a su vez se iba derritiendo el hielo poco a poco, hasta quedar la figura del rey totalmente al descubierto.- Levántate del suelo hija- dijo el padre- has venido a salvarme y no solo has conseguido eso, sino que has hecho posible mi arrepentimiento, desde hoy seré un rey bueno y generoso con mi pueblo, se acabaron los días negros en mi reino a causa de mi egoísmo. Gracias hija mía, por ti he conocido la verdad de la vida, y los buenos sentimientos.
En ese momento llegó el rey con su cortejo, y el padre de Yasmín se inclinó ante él pidiéndole perdón. Te perdono- contestó, pero con una condición, y guiñándole el ojo a su hijo, continuó hablando; como condición a mi perdón quiero pediros una cosa: la mano de su hija Yasmín, claro en el supuesto que ella quiera casarse con mi hijo el príncipe. La princesa sorprendida no salía de su asombro- eso era lo que ella deseaba desde el mismo momento que lo conoció- se había enamorado locamente de él. ¡Si! Padre acepto- dijo la princesa, y dirigiéndose al rey generoso le dijo: me gustaría que me concedieras un deseo. – pide dijo el rey- quiero quedarme para mi, al dragón, quiero que sea mi mascota más querida.Tambien me gustaría que buscáramos a sus padres, que están prisionero en un castillo de la montaña de este reino, -Así se hará, tus deseos están   concedido- dijo el rey. El dragón que estaba cerca y escucho la petición de la princesa, y la concesión de los deseos, brincó y salto de alegría, ya había por fin encontrado su hogar- pensó.
Como en todos los cuentos de príncipes y princesas, esta historia acabó bien. Los príncipes se casaron y tuvieron muchos hijos, el dragón, formó una linda familia con una dragoncito que le regalaron al rey generoso, y este obsequió a La princesa Yasmín, con el objetivo de que se enamorara del dragón, y así ocurrió. Los padres fueron liberados y todos vivieron juntos en el castillo. El reino se vanagloriaba de sus lindos dragones.

El rey- padre de Yasmín, después de la celebración de la boda de su hija con el príncipe, emprendió el regreso  a su reino. Arrepentido de todo el mal que había hecho a su pueblo, y a la vez contento  de ver en las buenas manos que se había quedado su hija Yasmín. Después del largo viaje, llegó a su castillo. Allí le estaba esperando su hija Silfis, que nada más que verlo, se dirigió a él con su acostumbrada frialdad y le dijo: ¡Por fin padre, ya has vuelto! Creí que no volverías nunca. ¿Has conseguidos mis regalos? ¿Me has traído todo lo que te pedí?, ¡estoy impaciente por verlos! –Exigió- El rey al ver la aptitud de su hija, comprendió que era su vivo retrato de antaño, cuando él era una persona avara y cruel. ¡Dios mío!- se dijo- he creado un monstruo a mi imagen y semejanza. Y sin poder remediar el dolor tan profundo que sentía, se echó a llorar sin consuelo. La hija miraba a su padre sin dar crédito a lo que veía: un hombre bonachón y sensible. Este secándose las lagrimas, comenzó a hablar contándole  a su hija pequeña lo acontecido. Una vez terminada la historia, la princesa se quedó muy pensativa y le dijo a su padre: Padre necesito tres días para pensar en todo esto, sin en esos tres días me convences de que debo cambiar así lo haré.
El rey quedó muy pensativo, y se dijo: ¿Cómo voy a convencer a mi hija  que cambia de actitud en tres días?, ¡eso es imposible!, es demasiado avariciosa. En estos pensamientos estaba el rey, cuando de pronto en un riñón del aposento se hizo la luz y apareció el “alma del camino de las tinieblas”, en forma de hada. Su cuerpo lo envolvía un tul blanco que casi se difuminaba con el color blanquecino de su piel. ¡que deseáis- preguntó el rey- el hada contestó: por tu arrepentimiento y por haberte convertido en un soberano bueno y justo, vengo a ayudarte, le daremos a tu hija pequeña la oportunidad de arrepentirse de su maldad, y para esto voy a hacer que durante tres días, viva las peores pesadillas que se hayan soñado; si después de esto, no cambia de actitud estará condenada a convertirse en estatua de hielo, porque ella misma irá sin remisión al sendero de las tinieblas en busca de riquezas. Es la única posibilidad que tiene –dijo el hada- el rey muy afligido aceptó, con la esperanza de que su hija se salvara y que no fuera presa de su propio egoísmo.
Durante tres días, se oyeron en el reino los gritos más atroces que se habían oído jamás. Todos los que los oían quedaban aterrados de miedo. ¡Era la lucha cuerpo a cuerpo con el propio diablo! Durante este tiempo, el rey permaneció encerrado en sus habitaciones, sin querer ver a nadie, solo se consolaba con el hada del sendero de las tinieblas, aunque esta no le daba esperanza de que su hija desterrara de su cuerpo al demonio. La lucha entre el bien y el mal iba a ser muy dura; solo quedaba esperar.
En el último minuto del tercer día, se abrió una puerta y detrás de ella apareció una figura de mujer iluminada por una la luz  de color dorado intenso, luz que se confundía con la cascada de cabellos color trigo de esa mujer, que más parecía una diosa del olimpo, que un ser humano. El semblante fascinaba a todos los que la miraba, su gesto era angelical, y más parecía una niña que una mujer. ¡Hija mía, hija mía”!- dijo el rey. ¡Si! Padre, soy yo, Silfis, -dijo la princesa- no se que me ocurre padre, que todo lo veo de otro color, todo me parece más bonito, hasta ahora no me había dado cuenta del color de las flores, lo bellos que son los pájaros que revolotean por palacio, lo dóciles que son los perros cuando los miro, antes ladraban sin cesar a mi paso, sin embargo ahora vienen a mi y buscan  lamerme las manos. ¡OH padre! Todo es diferente y hermoso. Todo lo de mi alrededor me gusta, ¡que mujeres tan bellas hay en palacio! Padre a partir de ahora, quiero compartir toda la belleza del reino con el pueblo, que todos puedan pasear y disfrutar de este gran colorido, de la maravilla que Dios nos ha regalado con este paisaje, ¡si! Quiero ser amiga de mi pueblo. Ante este cambio y esta explosión de generosidad, el rey se arrodilló y mirando al cielo exclamó: ¡Gracias Dios mío, gracias! Y a ti hada de las tinieblas, jamás tendré como pagarte, desde este día este reino  también es tuyo, puedes disponer de todo lo que quieras y como quieras. ¡Gracias!- contestó el hada- mi mejor regalo es llevarme este recuerdo, el recuerdo de ver a la princesa como una diosa de generosidad, con eso me doy por satisfecha, esa era mi misión y afortunadamente la misión ha sido un éxito, a partir de este día reinará siempre la felicidad en tu reino y no tardarás mucho tiempo en tener entre tus rodillas a pequeños principitos, ¡no, no tardarás mucho!
De pronto, se escuchó un rechinar de caballos, y al momento apareció, un joven montando un corcel negro. ¡Rey de estos territorios!- dijo- soy el príncipe Alexis, y he venido en busca de una princesa que he visto en sueños,  en ese mismo sueño, he visto este castillo que he reconocido al pasar por estos caminos. No había terminado todavía de hablar, cuando miró hacia atrás y descubrió a una Diosa, -era la princesa Silfis-. Las miradas se entrecruzaron quedando prendidas en un amor eterno.
Como todo cuento tiene un final, estos reyes, príncipes y princesas, comieron muchas perdices y fueron infinitamente felices.

       FIN


En Ceuta,  21 de junio 2008.

Finí Castillo Sempere.

 

MORALEJA: Siempre triunfará el bien sobre el mal, y el que no lo tenga claro, sufrirá tarde o temprano. Hacer el mal solo traerá a la larga sufrimientos para el que lo hace. Sin embargo el que hace el bien y mira por su prójimo encontrará tarde o temprano la felicidad, y el reconocimiento de las personas de bien.

 

 

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LA NOCHE DE SAN JUAN


                                             

Sentada con las piernas recogidas y abrazándolas, como si tuviera miedo a salir corriendo, me encontraba en un rincón de una playa de la zona mediterránea. Se oían voces joviales que cantaban y bailaban alrededor de una gran fogata. Era el día señalado, se estaba celebrado el solsticio de verano; el almanaque señalaba el día 23 de Junio, día muy especial por esta zona, se celebraba  “La Noche de San Juan”.
            La noche era mágica, sobre la arena de la playa se había preparado una gran hoguera, a base de ramas, troncos, trozos de madera, muebles viejos, y todo lo que pudiera arder; de ese menester se ocupaban los pequeños del lugar, con el beneplácito de los mayores. Las mujeres, se encargaban de hacer el muñeco de tamaño igual al de un  hombre: rellenaban los pantalones y la chaqueta de serrín y trapos viejos, se finalizaba con unos zapatos viejos o alpargatas y una gorra, quedando el “Juan” listo para arder en la hoguera. Esa misma noche los jóvenes se ocupaban de colgarlo en lo más alto de la pira que posteriormente ardería. La tradición ancestral conmemora  esa noche muchas tradiciones: el fuego simbolizaba el poder del sol, no era un día cualquiera de la estación más esperada por muchos, es la noche  de “San Juan” y hay que celebrarlo. También es la noche mágica de las hadas y brujas; noche de pedir la fertilidad de la tierra por los campesinos; noche de renovación de energías. De todos es sabido que el fuego simboliza la purificación, es el momento de  romper los hechizos realizados por las brujas, hadas y deidades de la naturaleza. ¡Qué costumbre tan ancestral! El solsticio de verano, se celebra desde hace miles de años, y prácticamente no ha cambiado nada;  ahí están ellos: niños, jóvenes, mayores, saltando y brincando delante de ese fuego abrasador y chispeante. La locura del momento se trasmite a todos los allí presentes; vueltas y más vueltas alrededor de la hoguera, los chiquillos gritan, los más mayores pretenden saltar el fuego con la intención de renovar sus energías para el año venidero. También es costumbre en esa noche mágica, purificarse en el agua de la playa; después del calor sofocante, viene muy bien remojarse, a la vez que se pide un deseo ¡Es maravilloso sentir la frescura del agua rozando la piel acalorada! ¡Como me gustaría poder perderme entre ellos, saltar y brincar hasta caer extenuada! ¡Oh Dios mío, como me gustaría!
            El cielo está rojo, y la luna en todo su esplendor; parece bailar alrededor de las estrellas, participando de buen grado con el alboroto de la playa; en ese momento, cae una lluvia de estrella, haciendo la noche más mágica. Desde la distancia de mi rincón observo la escena, me parece todo tan irreal, que me siento fuera del contexto. ¡Como me gustaría poder disfrutar de ese momento! Cierro los ojos y me traslado a una noche similar de hace veinte años. Mi madre estaba bailando alrededor de la hoguera; parecía una diosa, con su vestido de grandes flores rojas, dejando ver de manera insinuante el inicio de sus pechos; sus cabellos negro azabache caía en una cascada de rizos recogidos con dos pasadores de pedrería, simulando unos brillantes; estos, desprendían unos rayos luminosos, que se mezclaban con la iluminación que irradiaban las chispas del fuego de la hoguera; su cara se iluminaba, dibujando una  boca de labios carnosos y sensuales. Ella, brincaba y brincaba sin pensar por un momento en el peligro de que sus ropas se pudieran prender con el fuego, estaba tan cerca  de las llamas, que tentaba sin ella darse cuenta a la suerte de no sufrir ningún daño.
            También recuerdo a un hombre que se le acercó y tomándola con fuerza, la atrajo hacía él, y con una locura desenfrenada la besó, ella no puso la menor resistencia, reía y reía devolviéndole los besos. El desconocido inició la marcha y ella se fue caminando detrás de él hasta desaparecer. No habían pasado unos minutos, cuando apareció mi padre y agarrándome con fuerza me pregunto por mi madre, yo sabía que algo no iba bien, y no me atreví a contestar, solo indiqué que no sabía donde estaba, levantando los hombros, con un gesto.  Estaba muy asustada, porque notaba a mi padre muy alterado, estaba realmente enfadado, y buscando con desesperación a mi madre; él también desapareció. Cogí a mi hermano pequeño que estaba sentado en una manta en el suelo, y me retiré de la hoguera a esperar que mis padres llegaran. Mi corazón de niña latía, como si de un caballo desbocado se tratara: sentía miedo, sabía en mi interior que algo muy desagradable iba a ocurrir, solo quedaba esperar y esa espera se me hizo una eternidad.
            La hoguera se consumía, el jaleo de la noche se iba difuminando, todos los que estaban allí se fueron despidiendo. Lentamente la playa quedó vacía, sólo estábamos mi hermano de apenas tres años y yo. Miguel que así se llamaba mi hermano, empezó a llorar, llamaba a mi madre, yo no sabía que hacer, porque hacía frío y estaba muy asustada, agarrándolo con fuerza, levanté la manta de la arena y nos tapamos los dos. No sé cuanto tiempo trascurrió hasta que empezó a clarear, abrí los ojos y encontré a mi pequeño ángel dormido sobre mi pecho, lo abracé con fuerza como si fuera la última vez que lo tendría entre mis brazos.
Creí haber tenido un sueño muy raro, vi a una mujer vestida de negro que me acercó su cara, aunque era bella, tenía una sonrisa malévola, se reía con carcajadas muy fuertes, y decía: esta es mi noche, esta es mi noche, y mi venganza ha recaído en la mujer más bella que se ha atrevido a venir a mi fiesta y ser más bonita que yo. Sus risas retumbaban en mis oídos hasta desaparecer. De igual manera se me vino otra imagen, de otra mujer; con una belleza suave y resplandeciente, su pelo de color fuego, le caía en grandes ondas sobre sus hombros y me decía:  pobre niña, la bruja de la noche de “San Juan” ha hecho un maleficio en contra de tu madre, yo no puedo hacer nada para evitarlo, pero si te digo que a lo largo de tu vida, ven a esta misma playa una noche de “San Juan” y aquí encontrarás las respuestas a muchas preguntas, y quizás encuentres tu felicidad, recuerda, te lo dice: “ La  Hada de la Noche de San Juan”. De pronto escuche unas voces, que me hicieron volver al mundo real, no sabía si lo que había vivido momentos antes había sido un sueño, o había sido fruto de mi imaginación. Miré hacia el lugar de donde provenían las voces, y vi a dos hombres vestidos de uniformes que venían en nuestra dirección. Me alegré de verlos, aunque en el fondo de mi corazón sabía que traían malas noticias.
    -Vosotros sois los hijos de Lola y Jacinto- me preguntaron
    -Si señor- respondí, ¿Dónde  está mi mamá y mi papá?-pregunté.
    -Ahora no es el momento de preguntas -contestó uno de los hombres.
    -Venir con nosotros que tenemos que hacer unas diligencias, ya os enterareis donde están vuestros padres en su momento.
     Mi hermano en ese instante se despertó, se puso a llorar sin consuelo; tenía hambre, el quería su vasito de leche con un trozo de pan migado, eso era el desayuno que todos los días le preparaba mi madre. Yo como una madrecita, le dije al señor que el niño tenía hambre y que le trajeran un poco de leche. Mi gesto hizo gracia a un guardia que había en las oficinas de la policía; éste  se levanto, cogió dos vasos y en ellos vertió un poco de leche, abrió un cajón y saco una pieza  de pan, lo partió por la mitad y me lo extendió con una sonrisa.
    -Muchas gracias, señor -le dije.
    Cogí el pan y una parte la desmenuce en uno de los vasos, cogí una cucharita que me ofreció el mismo hombre, y me puse a darle el alimento a mi hermano. Una vez hubo comido, me tomé yo el otro vaso de leche y el trozo de pan que me había ofrecido el señor tan amablemente. Aprovechando el buen humor del guardia que me había ofrecido la leche, me dirigí hacia él, pidiéndole por favor que me indicara donde estaba el Waters, tanto mi hermanito como yo, teníamos necesidad de usarlo. El pequeño estaba intranquilo, y yo tan asustada que me di cuenta en ese momento que algo muy grave había ocurrido; fue tanto el impacto de la sensación que sentí en ese momento, que empecé a llorar sin consuelo, abrazando a mi pequeño con todas mis fuerza; mi hermano a ver mi reacción también empezó a llorar.
    -Niña, ven aquí, ¿Cómo te llamas?- preguntó uno de los policías.
    -Candela, señor, me llamo Candela, y mi hermanito se llama Miguel.
    -bien, pequeña. Tus padres ya no van a venir, estamos investigando si tenéis algún familiar que se pueda hacer cargo de vosotros.
    -¿Donde están mis padres? ¿Dónde están mis padres?-grité
    -Pequeña, tus padres han sufrido un accidente y no pueden venir, ya nunca vendrán, porque están muerto.
    Esta afirmación del policía, me cayó como un mazazo, la vista se me nubló, y en ese momento crecí, crecí tanto que comprendí que mi mundo y el de mi hermano se había hundido, nos habíamos quedado sin padres, ¡solos, completamente solos! ¿Qué sería de nosotros ahora? ¿Qué les había ocurrido a mis padres?  Yo quería saberlo, ¡no, no podían estar muerto!
    -¡Papa, mamá! Llamaba a mis padres con desesperación, la única respuesta que tuve fue la del policía  amable que se acerco a mí, sacó un pañuelo de su bolsillo, me secó las lágrimas y acariciándome la mejilla, me dijo:
    -Hija, no te aflijas tanto, la vida te ha dado un golpe muy fuerte, eres muy pequeña para entenderlo, cuando seas mayor entenderás lo que ha pasado con tus padres, ahora no podemos explicarte nada, solo que ellos han muerto y ahora tu vida y la de tu hermano va a cambiar. Iréis a un colegio, hasta encontrar algún familiar que se haga cargo de vosotros; tienes que ser fuerte y saber que no hay otra solución. Allí estarás bien, te educaran y harán de ti una mujercita, ya verás como todo va a ir bien.
    Ahora, cuando pienso en ese buen hombre y en las palabras de aliento que me dedicó, recuerdo también como se humedecían sus ojos. Durante mucho tiempo en la penumbra de mi dormitorio del colegio, recordé esas palabras, esos ojos llorosos y  siempre agradecí haber encontrado a ese señor en aquel lugar tan horrible y frío, su sonrisa fue como un bálsamo a mi desdicha.
    Pasada varias horas, apareció por la oficina una mujer de unos cincuenta años aproximadamente, vestía un traje sastre de un gris oscuro, su cabello se recogía en un moño bajo, a la altura de la nuca; sus ojos enmarcados en unas gafas redondas, le daba una imagen sería, recordándome a un búho, dirigiéndose al policía amable dijo:
    -Estos son los niños, que hay que llevar al Hospicio.
    -Sí -contestó el policía.
    -¡Niños, niños, venid conmigo! -Dijo la señora. Tenéis que acompañarme, os llevaré a un internado, esa será a partir de ahora vuestra casa.
    -¿Dónde están mis padres? -pregunté sollozando.
    -Ese tema lo resolveremos más adelante, ahora obedecerme sin más.
     Cogiéndonos del brazo, salimos a la calle, donde nos esperaba un vehículo, subimos a él, y ella con esa voz ronca y desagradable, ordenó al conductor que nos llevara a algún lugar. Después de recorrer  la ciudad, llegamos a un edificio muy grande.
     Bajamos del coche y nos encontramos delante de una gran puerta de madera; hacía la mitad y en el centro había un picaporte dorado y reluciente, de grandes dimensiones. La señora con toda su energía, alzó la mano y cogiéndolo con fuerza  golpeo la puerta varias veces. Ésta se abrió y detrás de ella apareció una mujer regordeta, luciendo un uniforme negro, adornado con un delantal blanco con pasamanerías, en la cabeza llevaba una cofia también blanca.
    -¡Buenos días señorita Rosaura! Dijo la sirvienta.
-Déjese de cumplidos y disponga de la habitación de la niña.
    -¡Tu, niña!, despídete de tu hermano, él tiene que ir a la otra parte del internado, donde están los más pequeños y los varones.
    -¡No por favor, no se lleve a mi hermano!, es muy pequeño y quiere estar conmigo, ¡por favor, por favor! Gritaba sin parar.
    -¡Déjate de niñerías, como comprenderás esto es un internado y no puedes estar con tu hermano! -manifestó con tono de pocos amigos, y arrebatándole al crío de las manos se lo llevó a gran velocidad.
      Candela, quedó desconsolada, se extendió en la cama boca abajo, y extenuada se quedó dormida. Se despertó bruscamente al escuchar voces, eran otras niñas, que volvían a sus habitaciones a descansar, después de recibir las lecciones. La habitación la tendría que compartir con tres compañeras más, pues había en ella cuatro camitas y un pequeño armario, donde pondría sus pertenencias si algún día las tenía, porque en este momento no tenía nada más que lo puesto.
      La puerta de la habitación se abrió, y aparecieron tres niñas más o menos de su edad, Candela se frotó los ojos, le escocían de tanto llorar, estaba a la defensiva, no sabía que clase de niñas serían, se quedó mirándolas sin decir palabra.
     -¡Hola! Se adelantó a decir una de ellas, soy María, y esta es Lucía y esta Julia.
    -¡Hola! Dije tímidamente.
    -¿Porqué estás aquí? -preguntó.
    -Todavía no lo se, yo estaba en la playa con mis padres, y de pronto desaparecieron, ellos me han dicho que están muerto y por eso me han traído aquí, pero yo no me lo creo, mis padres vendrán pronto a recogerme a mi y a mi hermanito Miguel, es muy pequeño, sólo tiene tres añitos -dije.
    Las niñas se fueron acercando a la cama de Candela, ellas comprendían que lo que le había dicho la señorita Rosaura sería cierto, y sintieron por esta niña recién llegada mucha pena, porque sabían que una vez que entraban en el internado, sería muy difícil salir, ya que todas las que estaban allí, eran niñas abandonadas a su suerte, por cualquier motivo, y a esa edad era difícil conseguir una nueva familia; las personas que venía a adoptar  niños, los preferían recién nacidos o más pequeños.
    De pronto se abrió la puerta de la habitación, introduciéndose en ella la señorita Rosaura, detrás de ella como un perrito faldero apareció la sirvienta, la misma que abrió la puerta cuando llegaron, Las niñas se quedaron petrificada con la presencia de esa mujer, y eso era un indicador que la tal señora no se andaba por las ramas y con expresión dura y firme, como si de un cuartel se tratara dijo:
    -Niñas, esta es vuestra nueva compañera, se llama Candela, y está aquí porque no tiene padres que la cuiden, por tanto a partir de ahora ésta será su habitación y la compartirá con vosotras. No quiero peleas ni discusiones, sino, os la veréis conmigo, ¡entendido!
    -Si, señorita Rosaura -contestaron las tres niñas, con un tono cantarín.
    -Y tu Candela, ve con la sirvienta que te va a dar un baño, y te pondrá  un pijama, aquí tienes este uniforme, que será el que utilices a partir de ahora.
    -Señorita Rosaura- dije con timidez, quisiera saber como está mi hermano,
    -No te preocupes de tu hermano, él estará bien, ya está descansando, el domingo podrás verlo un rato -contestó.
    Las voces, de los muchachos y muchachas que bailaban alrededor de la hoguera, hizo que volviera al momento presente, noté como por mis mejillas caían dos ríos de lágrimas, eran lágrimas de dolor, un dolor intenso que partía mi alma cada vez que me trasladaba a los recuerdos de una infancia ingrata, una infancia que quedó allí, porque esa noche de “San Juan” de hacía veinte años, de un solo golpe me convertí en una niña adulta, en una niña que dejó su niñez delante de una hoguera de “San Juan!, por culpa, …¡Dios mío! ¿Quién tuvo la culpa de nuestra desgracia?, mi madre, o quizás mi padre, tal vez fue el destino que ya nos tenía predestiladado ese dolor, sin compadecerse de unos crios, de unos niños que no tenían culpa de nada, ni siquiera de haber nacido. Nosotros pagamos con el dolor de seguir viviendo y vosotros padres míos, pagasteis con vuestra vida.
    Inmersa en este pensamiento me encontraba cuando de repente alguien me cogió bruscamente de la mano y me inserta como si se tratara de una perla en un collar, en una rueda formada por gentes desconocidas embriagadas por el frenesí de las llamas de la hoguera de “San Juan”. Al principio, no me gustó la interrupción de ese desconocido, pero sin darme cuenta, estaba disfrutando de la algarabía y de la alegría contagiosa de esas personas, que en definitiva nada me unían a ellas. En uno de los brincos, dí un traspié, y el mismo joven que me había incorporado a la rueda, me tendió la mano ayudándome a levantarme.-
    -¿Te has hecho daño? -preguntó.
    -Un poco –contesté e intenté levantarme, tarea que me fue muy dificultosa, porque el pié había sufrido un esguince.
    -Vaya, parece que el pie no lo puedes apoyar, espera que traiga mi coche y te acerque al hospital más próximo.
    -No por favor, no te moleste -contesté.
    -No es molestia, aquí no te puedes quedar, ese pié habrá que inmovilizarlo seguramente.
    -Bueno, acepto tu amable oferta, me llamo Candela.
    -Eso está mejor, yo soy Jorge.
     Ambos se sonrieron, él la ayudó a levantarse cogiéndola del brazo, Candela como pudo se apoyo en su salvador y dando pasitos cortos intentaba andar con una sola pierna, Jorge sin pensarlo, la cogió en brazos y la llevó al vehículo que estaba aparcado en la entrada de la playa.
    Candela a sus veintisiete años era una joven muy atractiva, su pelo agraciado y negro le caía sobre los hombros, en ese momento descubiertos; su vestido de un rojo intenso contrastaba con su pelo y piel tostada por el sol. Su ojos negros y grandes estaban adornados por unas largas pestañas, ciertamente su cara se asemejaba a las bellezas andaluzas que pintores como Romero de Torres, reflejaban en sus lienzos. Su cuerpo estilizado y con formas, la hacia realmente bella.
    Jorge la ayudó a subir al coche, mientras iban camino del hospital, este le dijo: ya sabes como me llamo, pero para tu tranquilidad,  te diré que soy periodista, reportero gráfico, y he venido a ver a mis tíos que viven aquí, ellos me han criado desde que mis padres murieron en un accidente de aviación hace bastantes años. Ellos se hicieron cargo de mí, y ahora prácticamente los considero como si fueran mis padres, ¡ah! y mi hermanito que así le llamo, es su hijo, un joven conquistador de apenas veintidós años; es un chico estupendo, está en la universidad realizando los estudios de medicina, siempre ha querido ser médico, mis tíos están muy orgullosos de él.
    -Que bien, tener una familia, esa suerte no la he tenido yo, mis padres también murieron, y me quedé sola a los siete años, con mi hermanito que solo tenía tres.
    -Que triste parece tu historia Candela, ¿Qué pasó después?
    -Pasar, pasó de todo, desde llevarnos a un colegio de niños y niñas huérfanos, hasta dar en adopción a mi hermano. Él  fue adoptado al ser  todavía pequeño; además de ser un cielo, una preciosidad de niño, a mí me lo arrancaron a los pocos meses de entrar en ese colegio. Fue adoptado con premura, y yo me quedé sin corazón; ahí fue cuando me remataron de dolor. Recuerdo el momento en el que se llevaron a mi hermano, por segunda vez ( la primera vez no tuve esa opción, se lo llevaron sin más, y creí morir de pena)yo estaba detrás de la puerta que separaba nuestras habitaciones y el hall de la entrada al colegio; esa puerta tenía un gran cristal, por donde se podía ver todo lo que pasaba al otro lado, yo tenía apoyada mi carita de niña sobre el cristal; mis ojos eran dos manantiales, pero mi garganta seca no dejando que salieran las palabras que yo quería. Quería decirle a aquella mujer, que llevaba a mi hermano en brazos, que no se lo podía llevar porque era mi niño, mi hermano, y en caso que se lo llevara, que me adoptara a mi también, que no nos separara, que eso era un acto de crueldad. La señora al pasar cerca de la puerta y ver mi rostro, solo me regaló una sonrisa.
    La primera vez que fuimos con nuestros padres, a la playa a ver la Noche de San Juan  fue hace veinte años atrás, cuando ellos murieron, en extrañas circunstancias, una noche como la de hoy, aquí, en el mismo lugar donde me has conocido. Esta noche he tenido el valor de venir, y estar en el mismo escenario de aquella noche; quería pedirle a las hadas y brujas, que me  enseñaran el camino para descubrir la verdad de lo que pasó ese día nefasto a mi familia,; porque todavía no lo se, y eso me corroe el alma. Quiero saber la verdad de mi vida, mi vida ahora es un puzzle y quiero ir encajando todas las piezas, aunque sea eso lo único que haga en mi vida, ¡quiero descubrir donde está mi hermano! Tengo una deuda con él, quiero decirle  que no pude hacer nada para retenerlo a mi lado, que lo intenté pero no me dieron opción, era demasiado pequeña para luchar por él. Hasta que no descubra la verdad, no podré descansar y menos ser feliz.
    -Ya hemos llegado al Hospital, me gustaría que me siguieras contando la historia de tu vida, si me lo permites quizás yo pueda ayudarte, a descubrir junto a ti  la verdad de tu historia.
    -No quisiera aburrirte con mis cosas, ahora vamos a ver este pie.
    Cuando estaban en urgencias esperando el turno para ver al médico, apareció un joven y se fue directamente a saludar a Jorge, al verlo sentí algo especial, su cara y facciones me parecían familiares, ¡que joven tan guapo!  -pensé
    -Hola Jorge! – saludó, ¿que haces por aquí?
    -¡Que tal Michel! Estoy con una amiga, que ha tenido un percance en el pié; mira esta es Candela, y él Michel, mi primo.
    -Candela saludó al joven y al acercarse para darle un par de besos, sintió nuevamente una sensación inexplicable que le aturdió.
    -¡Hola, que tal! -contestó Candela.
    -Me toca hoy guardia en este hospital, ahora mismo pasaras a rayos a ver que tal está  este pié.
    -Inmediatamente apareció un enfermero con una silla de ruedas, le ofreció a la paciente que se sentara, y sin más desapareció pasillo adelante acompañada de mi primo.
    Pasada escasamente media hora, apareció nuevamente Candela y mi primo Michel, ambos venían sonriendo.
    -Todo solucionado, no ha sido nada grave, en unos días se encontrará bien, solo ha sido una torcedura, estará una semana en reposo, meterá el pié en baños de agua caliente dos veces al día y con unos antiinflamatorios, en nada estará curada.
    -¡Muchas gracias Michel! Ha sido un placer conocerte, y espero que en un futuro, cuando termine tu periodo de prácticas, te conviertas en un buen médico.
    -Si, eso espero, esta profesión es mi vida, desde pequeño he querido ser médico, y gracias a mis padres que me han apoyado siempre, ahora voy a ver mis sueños hechos realidad.
    Se despidieron de Michel, y se dirigieron hacía el coche, ella iba apoyada en unas muletas que le había proporcionado Michel. Una vez en el coche, Jorge le preguntó por la dirección de su casa, y esta le dijo, que no vivía en esta ciudad, que estaba alojada en un hotel, había venido expresamente a pasar la noche de “San Juan” en esta ciudad y en esta playa, para ver si iba encajando las piezas del puzzle de su vida, y el comienzo era esta noche y esa playa.
    -Candela, ahora tienes que pensar en recuperarte, deja pasar unos días, y cuando estés completamente restablecida, yo te ayudaré si quieres, sabes que soy periodista y me será más fácil investigar lo que tu desees, ¿te parece bien mi oferta?.
    -Casi ni me conoces, como puedes estar tan seguro que quieres ayudarme a encontrar mis raíces.
    -En la playa, llevaba un rato observándote, me dí cuenta que estabas absorta en tus pensamientos, allí parecías una diosa, en ese momento me embrujaste con tu misterio, por eso me acerqué a ti, solo deseaba conocerte, sabía que eras una persona especial, y ahora que estoy a tu lado lo corroboro. Candela, quiero conocerte, quiero que me dejes ayudarte, ¡por favor confía en mí! Ahora dime la dirección del Hotel, te llevaré para que descanses y mañana será otro día, mañana seguiremos hablando si te parece bien y así lo deseas.
    Se dirigieron al Hotel que ella le indicó, le ayudó a subir, y una vez que estuvo instalada, ella le ofreció una copa; copa que sirvió él, wiski con soda tomaron los dos. Permanecieron hablando un rato, ella le contó que se dedicaba al mundo de la moda, era diseñadora de una firma comercial de gran prestigio, pero que su vocación verdadera era escribir novelas; había escrito un par de ellas y estaba pensando  buscar un editor para que valorase su trabajo y si lo consideraban bueno, que se publicara. Le contó que había viajado mucho por el extranjero para documentarse y poder escribir con el mayor de los realismos. Jorge estaba entusiasmado con todo lo que le estaba contando y no pudo evitar hacerle la siguiente pregunta:
    -Candela, ¿porqué hasta ahora no has intentado saber la verdad de lo que pasó la noche de “San Juan” hace veinte años?
    -No lo sé, supongo que me daba miedo saber la verdad, sé que algo muy malo pasó y hasta el día de hoy no he estado preparada para afrontarlo; ahora quiero sin perdida de tiempo, descubrir la verdad, quiero saber quienes fueron mis padres y que les pasó esa fatídica noche de comienzo de verano; un verano que se tornó amargo como la hiel para mi, y también para mi hermano ¿Dios mío, que será de él?
    Jorge se dio cuenta que por esta noche tenian que dejar el tema, por eso se levantó de un salto, se acercó a ella y cogiéndole la mano le dijo:
    -Me marcho para que descanse, mañana vendré a verte por la mañana, ¡ah, del desayuno no te preocupes, je jeje, yo lo traeré! Mal empezamos esta relación ¡eh! Dijo entre risas, ¡yo sirviéndote el primer desayuno! Se le acerco y le dio un beso en la mejilla, ¡que descanses!
    Candela, quedó acostada en la cama, pero no podía dormir, quería pensar en su nuevo amigo, pensó en él; lo visualizó como un hombre atractivo, fuerte, sus brazos tenían fuerza, posiblemente iría a un gimnasio, así lo demostraba su musculatura. Su pelo negro y lacio, cortado ni poco ni mucho, enmarcaba su rostro dándole una belleza latina. Sus ojos rasgado y de un negro profundo, le daba cierto aire de misterio, ¡si, realmente era atractivo! ¿Podría enamorarme de ese hombre? -se preguntó- no sé, se dijo, el tiempo tiene la respuesta a todos los misterios de la vida, ¡si, quizás me enamore de él! Y con este pensamiento se quedó profundamente dormida. Soñó, que paseaba por un lago de aguas cristalina, y al fondo había una hoguera, y de ella salía una voz que la llamaba, no por su nombre, esa voz decía: ¡hermana, hermana! ¡Búscame, búscame que estoy aquí, muy cerquita de ti! ¡Hermana, hermana!............También soñó, con una mujer; la misma con la que soñó hace veinte años, cuando su madre desapareció en la playa. La vio acercarse y con una sonrisa le decía: pequeña, ya estas llegando a descubrir la verdad, sigue buscando y encontrarás la felicidad. El hechizo de la malvada bruja de la noche de “San Juan” tiene que desaparecer, pero eso depende solo de ti.
           A la mañana siguiente, cuando se despertó, miró el reloj, eran las diez de la mañana, Dios mío que tarde es, tengo que prepararme, inmediatamente se dio cuenta, que estaba un poco limitada y debía mantenerse en reposo según le había recomendado el médico. ¡Que fatalidad! Con la falta que me hace poder levantarme, tengo tanto que descubrir- pensó- de pronto llamaron a la puerta, era Jorge, que venía con una bolsa repleta de bollos y café caliente.
- ¿Qué tal se encuentra hoy la princesa? El día está esplendido, he traído una silla de ruedas para que puedas pasear, solo tienes que dejarte llevar por tu cuidador oficial, que soy yo.
- Está bien, me dejaré llevar y saldremos al mundo, hay muchas cosas que descubrir.
            Desayunaron tranquilamente, Candela se vistió con una falda larga de color azulón y una camisa blanca, se recogió el pelo en una coleta, se dio un toque de polvos, una pasada con la barra de carmín y ya estaba lista para empezar la odisea, tendría que buscar todo lo referente al mes de junio de hacía veinte años; lo primero sería  visitar una hemeroteca.
                        Candela, se paró un momento detrás de la puerta del baño, apoyó la espalda y la cabeza con fuerza, cerró los ojos y visualizó a Jorge, estuvo parte de la noche intentando recordar su cara y le fue casi imposible, y ahora lo tenía ahí, con las claras del día, trayéndole  unos bollos para desayunar, y ofreciéndole todas sus horas del día. No sabía que pensar, no sabía lo que sentía, pero era verdad que con él se sentía muy a gusto, y hacía a penas un día que lo conocía, ¡dios mío! ¿Como es posible? Además, sentía una atracción especial, se turbaba cuando lo tenía cerca, esa sensación era nueva para ella, y estaba desorientada. Antes de salir del baño, volvió a mirarse en el espejo, quería estar bonita para él.
                        Salieron del hotel, y se dirigieron a la calle principal, camino de una hemeroteca que había en esa zona, una vez allí entraron. Una señorita les atendió muy amablemente y les indico donde tenían que buscar. Empezaron por buscar el año y después el mes, no les costó mucho trabajo encontrar lo que buscaban. La noticia estaba en la primera página y decía.: “Una mujer y su amante son asesinados a tiros por el esposo celoso, posteriormente a estos hechos el homicida se suicida con un tiro en la sien” Después de leer esto, Candela se tambalea, Jorge la toma entre sus brazos para que no caiga al suelo.
            -No te encuentras bien Candela, dejemos por hoy  de buscar, seguiremos otro día.
-no, quiero seguir leyendo la noticia. Esta   decía:
            En la noche de San Juan y en la playa de las sirenas, se ha cometido un atroz asesinato, un hombre ha matado a tiros a su esposa y a su posible amante, al parecer cuando los amantes estaban juntos, apareció el homicida portando una pistola, haciendo varios disparos, resultando muertos la mujer, cuya identidad  era  Dolores Almanzor Fernández. Del hombre asesinado no se sabe por el momento su identidad. Al finalizar los disparos, el homicida se dispara un tiro en la  sien, muriendo en el acto; según lo ha dictaminado el juez que ha hecho los levantamientos de los cadáveres.
            Candela, lloraba sin consuelo, ella entendía ahora muchas cosas, tenía que seguir buscando en las noticias de los día siguientes, a ver si encontraba algo nuevo. No se equivocó, porque en la noticia de la semana siguiente a lo ocurrido, venía un reportaje en el que se decía:
                        El hombre asesinado a manos de un esposo celoso, era don José María Silva de Morejón, un actor argentino, que se encontraba en la ciudad por casualidad y quiso vivir la noche de “San Juan” quería descubrir por si mismo las tradiciones del lugar, encontró bailando a una bella mujer que no conocía de nada,  la tomó por la cintura y comenzó a bailar con ella, en la locura del momento, este caballero abrazó a la mujer y la besó. Unos conocidos llamaron al esposo alertándolo de lo que estaba ocurriendo, y este sin pensarlo cogió una pistola y en un ataque de celos les disparo a los dos, y cuando se dio cuenta de lo que había hecho, se pego un tiro quitándose la vida.
                        ¡Dios mío!, ¡Dios mío! ahora lo recuerdo, vi a ese hombre bailar con mi madre, fue la última vez que la vi, parecía una diosa, llevaba un vestido con flores rojas, ¡Oh Dios mío! ¡Papá porque lo hiciste!, ¿Por qué arruinantes nuestras vidas? ¡Porqué, porqué!
             Candela no tenía consuelo, estuvo más de una hora sin moverse del sitio, después levantó la cara y me dijo:
-Jorge, te agradecería que me dejaras en el hotel, necesito estar sola y pensar.
-Está bien, te dejaré en el hotel,  y mañana será otro día.
                        Una vez en el hotel, Candela se despidió de su amigo; le agradeció todo lo que estaba haciendo por ella, le besó en la mejilla dejándolo que se marchara sin más. Una vez estuvo acostada, se sintió muy cansada, cerró los ojos y se trasladó al internado; el día fatídico que apareció la señorita Rosaura diciendo:
            -Niña, despierta, que tienes que ir a despedirte de tu hermano, hoy será el último día que lo veas, porque una familia lo ha querido adoptar, no te preocupes por él, porque va a estar muy bien, mejor que en este colegio, tienes que estar contenta de su suerte. Esas palabras las tengo gravadas a fuego en mi cerebro, no hay un día que no las recuerde; nadie sabe lo que significaron para mí, fue como si una garra, de un solo golpe me arrancara el corazón, la sangre se heló en mis venas, mi respiración se detuvo, creí morir.
-¡no, no! Mi hermano, mi hermanito no se puede ir de aquí, aquí estoy yo y quiero tenerlo a mi lado.
-No seas necia, niña, dijo la señorita Rosaura, sin el menor sentimiento.
-¡no, no! Mi hermanito no se puede ir de aquí sin mi.
-¡basta ya niña estúpida! Y agradece que te vaya a permitir que te despidas de él, ¡agradécelo!
                        Me agarró de la mano y de un tirón me llevó a una salita donde estaba la sirvienta con mi hermano en brazos, lo cogí y lo abracé con todas mis fuerzas, y al oído le dije:
-Miguel, mi ángel, acuérdate que en el cuello llevas la medallita igual que la mía, que mamá y papá nos pusieron el día que nacimos, son iguales, solo las diferencia las iniciales, no permitas que nadie te la quite, esa será la única pista que tendré para buscarte el día que salga de aquí, ¿me has entendido? Miguel me sonreía y afirmaba con la cabeza. El sabia o intuía algo, porque me apretaba la mano con mucha fuerza, y cuando la señorita Rosaura, me indicó que lo dejara y me retirara, Miguel me echo los brazos y empezó a llorar desesperadamente. Yo lo abracé, lo abracé tan fuerte que por un momento creí que lo iba a asfixiar, lo dejé en el suelo y salí corriendo de esa habitación. Ese día quedaría marcado en mí como el día peor de mi vida, junto con la desaparición de mis padres.
            No había pasado una semana, cuando apareció aquella mujer odiosa, y dirigiéndose a mí me dijo:

  1. Tu hermano está de vuelta, la familia ha tenido un problema y no se puede hacer cargo de tu hermano, mañana podrás ir a visitarlo; ese pequeñajo no para de llorar día y noche. 

No podía creer lo que estaba oyendo, mi pequeño estaba de vuelta y podría  verlo al día siguiente. El niño de Dios había oído mis súplicas, ahora rezaría todos los días mucho más; no podría definir con palabras como me sentía de feliz. Esa felicidad, duró poco, porque a los meses, mi hermano fue nuevamente dado en adopción por las monjas que se habían hecho cargo del colegio, y desde ese día, perdí definitivamente la pista de él, en aquel instante,   mi corazón dejó de latir, metafóricamente hablando.
Al día siguiente visité a mi hermano, mi pequeño ángel. Cuando me vio llegar vino hacía mí como una bala; lo abracé con todas mis fuerzas, y deseaba que ese momento no pasara, no quería separarme de él, mi única familia.
             La pierna me dolía mucho, pero no tanto como el recuerdo de la última vez que estuve con  mi pequeño ¿Dónde estará Dios mío? ¿Qué habrá sido de él? Daría mi vida por saber donde está y si es feliz. Me levanté y fui a buscar un calmante, no tanto por el dolor de la pierna, sino para que su efecto me hiciera dormir y quitarme de la mente por unas horas el recuerdo de aquella despedida despiadada.
                      A la mañana siguiente, cuando llegó Jorge con el desayuno, ya estaba arreglada, me había levantado muy temprano, la noticia de la muerte de mis padres me había impresionado mucho, y lo mas  que podía era dormir más de cinco horas seguida. Ya sabía la tragedia  de mi vida, ahora lo que me quedaba para finalizar el puzzle era encontrar a mi hermano y no sabía como iniciar la búsqueda, tendría que ir pensando en la estrategia que seguiría para no ir dando palo de ciego.
                        Cuando estábamos desayunando, Jorge me preguntó por mi vida en el internado, quería saber como había sido mi estancia allí, en realidad quería saber muchas cosas mías; a mi también me venía bien hablar de todo eso, era como liberarme de una gran carga, ¡si! le contaría mi historia. Según iba contando, se reflejaba en su cara el sufrimiento que sentía de ver todo lo que había pasado una niña desde su tierna infancia. Le conté desde la noche del fuego, pasando por el internado, y lo malvada que era la señorita Rosaura, que disfrutaba haciéndole daño a las pequeñas huérfanas. También le conté lo alegre que nos pusimos, cuando se fue del Colegio, mejor dicho, se la llevaron presa, por haber golpeado a una niña con la mala suerte que le dio demasiado fuerte y la dejó en el suelo sin vida. La marcha de esta mujer -aunque fue un episodio muy triste para nosotras, porque perdimos a una compañera- fue como una brisa de aire fresco. Llegaron para hacerse cargo del  a colegio, unas  monjitas, verdaderamente todo cambió, aunque había normas y castigos para las niñas que no se portaban bien, también había recompensas y cariño.
    Recuerdo a la hermana Amparo; mujer regordeta, su cara redonda y adornada con dos círculos rojos en los mofletes,  siempre con una sonrisa casi permanente, era la cómplices de nuestras andadas, esto le trajo más que una regañeta de la madre superiora  Un día, mi compañera María y yo subimos al campanario, y sin pensarlo dos veces, cogí la cuerda y empecé a tirar con fuerza de ella, de inmediato empezaron a sonar las campana, así estuvimos casi dos minutos, después salimos corriendo escalera abajo para escondernos, allí estaba la hermana Amparo que nos escondió detrás de un armario, cuando la madre superiora llegó, seguida de cuatro hermanas muy enfadadas y con la intención de descubrir a las causantes del estropicio, la hermana Amparo dijo que no había visto nada; supongo que esa “mentirijilla piadosa” se la confesaría al día siguiente al padre Ignacio, que era el cura que ofrecía misa todos los días en la Capilla del colegio, y era el cura encargado de los pecados de las hermanas. Ese día salvamos la piel, gracias a la complicidad de la hermana Amparo, que después de cada faena, nos llamaba y con cara sería aguantando la risa nos decía:
    -Esta es la última vez que os cubro, sois unas bandidas, no, peor aún, unas bandoleras, me vais a buscar que me trasladen de aquí….
     No todo fue malo, en el colegio hice amigas muy entrañables, sobre todo a María, que para mí, se convirtió casi en una hermana; siempre estábamos juntas y nos contábamos nuestros secretos. Hoy vive en Barcelona, está casada y es madre de dos niñas, de tres y un año. Su esposo es un abogado afamado y ella es profesora en un instituto. Nos escribimos a menudo. Soy la ahijada de su hija Mayor, que en mi honor le pusieron mi nombre. El día que yo tenga un hijo, ella será su madrina.
    Las hermanas que nos cuidaban, nos dieron la oportunidad de ir a la universidad, mi amiga y yo, aprovechamos la ocasión y realizamos  estudios, y ahora les agradezco todo lo que hicieron por nosotras. El día que ellas llegaron al internado nuestras vidas dieron un gran cambio, dejamos de ser las víctimas de una mujer malvada. Un día leí en un periódico, que esa mujer, se había vuelto loca e intentó incendiar la prisión donde estaba encerrada. Ahora no sé que habrá sido de ella.
    -Pobre niña -dijo jorge-, cuanto habrás sufrido hasta convertirte en lo que eres ahora, la vida te debe premiar con algo bonito, ya has padecido bastante, ahora nos centraremos en buscar a tu hermano, y así podrás descansar. Vamos a hacer un paréntesis, y cuando estés recuperada de la torcedura del pié, empezaremos la búsqueda. Mi tía quiere conocerte, nos ha invitado esta noche a cenar, también ira mi primo Michel, ¿te apetece?
    -Que amable son tus tíos al invitarme, estaré encantada de compartir la cena con tu familia; sois tan acogedores, ¿ a qué hora me recoges?
    -Te parece bien a las ocho.
    -Sí, perfecto.
    Candela se quedó delante del armario, no sabía que vestido ponerse para esa noche tan especial, iba a conocer a la familia de Jorge y quería causar una buena impresión; ella no tenía familia, y  quería comprobar que se sentía en una cena familiar, aunque ella no perteneciera a esa familia quería sentir el calor y el amor que Jorge sentía por los suyos. Definitivamente, me pondré este vestido de color beis, adornado con pasamanería de color ocre. Este collar me sentará bien, quiero estar bella. Sin darse cuenta, pensó de una forma muy especial en Jorge, ¡si! quería estar bella para él.
    Se tumbó en la cama, cerró los ojos y empezó a imaginar, se veía en un barco muy grande, apoyada en la barandilla; la luna llena iluminaba la noche, las estrellas destellaban, lanzando ráfagas de luz como si quisieran mandarle un mensaje,  me sentía la reina del universo en ese instante; de pronto alguien me cogió por la cintura, me volvió hacía él, y me abrazó; cuando me separé de él le vi, era Jorge, me miraba con una sonrisa; se acercó a mí rozándome los labios suavemente, al sentir esa sensación, mil mariposillas me invadieron el estomago iniciando una carrera loca que yo no pude soportar, en ese momento di un salto de la cama, volviendo a la realidad. 
    Que tarde es- pensó-, tengo que prepararme para la cena en casa de los tíos de Jorge; se maquilló, el pelo lo dejo suelto, se puso el vestido con mucha parsimonia, se miró al espejo y la imagen que vio le devolvió un guiño, eso quería decir que se veía bonita; se retocó el carmín y salio muy despacito, apoyada en unas muletas; llevaba diez minutos de retraso.
    -Disculpa el retraso Jorge, me he quedado dormida, y con este pié no he podido correr más.
    -No te preocupes, has llegado a tiempo, ahora iremos a comprar unas flores para obsequiárselas a mi tía, ¿te parece bien?
    -Me parece perfecto.
    Cuando llegaron a la casa la familia de Jorge, la recibieron con mucho agrado. Candela, al ver a la señora, sintió una sensación extraña, como si la conociera de algo -pensó para sí-; sí, definitivamente me recuerda a alguien.  Se sentía cómoda hablando con ellos, eran unas personas encantadora, y se reflejaba el cariño que les tenian a su hijo y a su sobrino; se pasaron parte de la noche hablando de las correrías de ambos cuando eran pequeños. A Candela, le llamaba la atención que el primo Michel, le resultara tan familiar, los ojos le impresionaban, y no sabía por qué tenía esa sensación hacia  una persona que acababa de conocer, y por qué le  comunicaba esas sensaciones tan raras, era como si ya lo hubiera conocido antes. Lo habré conocido en mi otra vida - pensó bromeando-. Esa mirada, esos ojos, me trasladan a algún lugar, pero no se donde.
    Cuando estaban cenado, Michel manifestó que hacía mucho calor, y se desabrochó un par de botones de la camisa, dejando al descubierto parte de su pecho, en ese instante a Candela se le cayó la copa de vino de la mano, a consecuencia del efecto que le había causado descubrir en el pecho de Michel una medallita igual a la suya.
    -¿Que te ocurre, te sientes mal Candela?
    -No, no es nada ha sido un mareo, del calor se me ha debido bajar la tensión arterial.
    -Dejadme a mí, que soy casi médico -dijo Michel, quedando el pecho muy cerca de la cara de ella, pudiendo contemplar más de cerca la medalla que la había turbado tanto.
    Indiscutiblemente la medalla era la misma que la suya, podría ser casualidad, sólo le quedaba ver el reverso de la misma; así podría comprobar la inscripción que habría en ella, y descubrir en su caso porque Michel tenía esa medalla, que podría ser o no, de su hermano. Candela estaba muy nerviosa, intentó serenarse para que los familiares no se intranquilizaran por ella;
    -La cena ha estado estupenda, muchas gracias por recibirme con tanto cariño y tan amablemente, ahora me marcho al hotel porque no me encuentro muy bien, creo que estoy haciendo muchos esfuerzos y la lesión del pie se resiente.
-Ha sido un placer conocerte, cuando quieras puede venir a visitarnos, esta es tu casa, y nos agradaría mucho que volvieras.
    Cuando salieron a la calle, Candela se apoyó en el coche, y cogiéndole las manos a Jorge le dijo:
-Tu primo lleva al cuello la misma medalla que mi madre me puso a mi cuando nací, mi hermano tenía otra igual, ¿no te parece extraño?
    -No, ¿porque me va a parecer extraño? Muchos niños llevan ese tipo de medallas al cuello.
   -No, esa medalla son especiales, en ella lleva una inscripción que dice:
   “Yo soy  la Señora, María Madre, la Virgen de todos los pueblos”. También tiene las iniciales de su nombre y la fecha de nacimiento..
    -Jorge, tienes que hacerme un gran favor, tienes que descubrir el misterio de esa medalla, tiene que ver las inscripciones y si coinciden con lo que te he dicho, tendremos a través de tu primo una pista para encontrar a mi hermano. Tienes que ayudarme a encontrarlo, ¡por favor, ayúdame!
    -Por supuesto que te ayudaré, en esto estoy contigo, tú me importas mucho, tus problemas, tus alegrías quiero compartirlas contigo, Candela, quiero que sepas que estoy locamente enamorado de ti, quiero que lo sepas. No, ahora no me digas nada, tómate tu tiempo para responderme, yo sabré esperar todo el tiempo que necesites.
    -Muchas gracias Jorge, no sabes como te agradezco tu ayuda y sobre todo tu comprensión, si, yo también siento algo muy especial por ti, pero antes quiero encontrar a mi hermano, en eso tengo que dedicar ahora mi tiempo, después todo vendrá rodado, el destino ya está escrito; yo creo mucho en el destino y a ti te han puesto en mi camino una noche de “San Juan”; se que esta vez, no me pasará nada malo, porque me ha tocado con su varita mágica “ La Hada de la noche de San Juan”, me lo ha dicho en un sueño -dijo Candela sonriendo.
    -¡Que cosas tienes pequeña! Manifestó sonriendo Jorge. Ahora descansa y mañana será otro día.
    Cuando Jorge, la dejó descansando, se marchó a casa de sus tíos  y aprovechando que Michel no se encontraba en ese momento en la casa les preguntó:
    -Tíos, quiero preguntaros algo, Michel lleva al cuello una medallita, siempre me ha llamado la atención, pero ahora me gustaría saber la procedencia de ella,  y porque esa  Virgen en especial.
      No había acabado de hablar, cuando Jorge notó que a su tía se le cambió la cara.
    -Que pasa tía, hay algo que me quieras contar que yo no sepa, si es referente a la medallita dímelo, necesito saber la procedencia de ella. Es muy importante para mí, Candela está buscando a su hermano pequeño, él fue dado en adopción y la única pista que tiene es una medalla igual que la que posee Jorge; es igual a la suya, se las pusieron sus padres cuando eran muy pequeños. Ella se la ha visto a mi primo hoy, cuando él se ha desabrochado la camisa, se ha quedado muy impresionada y preguntándose si es casualidad o es la medalla de su hermano, y si es así, como está en poder de él.
    -Clara, ante esta situación, debemos decirle la verdad a nuestro sobrino, él tiene derecho a saberlo, además es justo que esta pobre muchacha descanse y descubra el paradero de su hermano -manifestó su tío.
    -Jorge, tu tío y yo nos casamos y nuestra ilusión era tener un hijo, pasaron siete años de nuestra unión y no venían los hijos, estábamos desesperados, porque queríamos ser padres y nuestro sueño no se hacia realidad. Un día fui a recoger unos dulces que hacían unas monjitas en un  colegio de la ciudad, allí hice amistad con la madre superiora del colegio. Una tarde como de costumbre, fui al colegio a visitar a mi amiga sor Ángeles, y hablando con ella, le conté lo apesadumbrados que nos sentíamos mi esposo y yo al no poder tener hijos; fue entonces cuando la reverenda madre me dijo la posibilidad de adoptar un niño, y que allí mismo había un niño precioso que hacía poco tiempo que se había quedado huérfano, y era darle una oportunidad de ser feliz a esa criatura; porque así tendría la posibilidad de tener una familia, y a la vez, se vería cumplido nuestro sueños de ser padres. La idea me gusto, y le dije a la monja que lo consultaría con mi esposo y le daría una respuesta. Al dirigirme a la puerta de salida, me encontré con una hermana que llevaba en brazos a un niño precioso, me miró con unos ojitos que me cautivaron, le pregunté como se  llamaba y me dijo:  Miguel, le acaricié el pelo y aquel ángel me echo los brazos, lo cogí y sentí su calor, verdaderamente me quedé prendada de él.
    Cuando llegué a casa, llame a tu tío enseguida y le conté todo lo que había pasado esa tarde, y que me gustaría mucho poder cuidar a ese niño, ser una verdadera madre para él. Tu tío me vio tan feliz y tan segura, que no dudó un momento en aceptar lo que le proponía y me dijo: si tú quieres seremos unos padres para ese niño. A partir de ahí ya sabes todo, tu te has criado con Miguel, tu primo, habéis sido como dos hermanos, y nosotros os queremos a los dos con locura, sois mis hijos -dijo la tía llorando.
             Para nosotros sería muy penoso que ahora le tengamos que descubrir la verdad a Michel, él se va a sentir muy mal sabiendo ahora la verdad, puede que nos reproche el no habérselo contado a su debido tiempo, si ahora lo descubre va a ser muy desgraciado.
    -Tíos, yo tengo la obligación de contárselo a Candela, creo que ella tiene todo el derecho del mundo de saberlo y poder abrazar a su hermano, ella decidirá lo más conveniente para todos.
    -Por supuesto que si, hijo mío, ella tiene ese derecho, y si Dios la ha puesto en nuestro camino, será por algo;  ella hará lo que tenga que hacer. Tanto tu tía como yo, sabremos aceptar lo que ella decida.
    -Gracias por vuestra comprensión, sabéis que Candela me importa mucho, creo que es la mujer de mi vida, y le voy a pedir que sea mi esposa, es lo que más deseo en estos momentos.
    -Bien hijo mío, nosotros deseamos tu felicidad, igual que la de Michel, y ella será para nosotros como una hija, si ella acepta seremos una familia.
    Jorge se despidió de sus tíos, que aún seguían abrumados por los acontecimientos de la noche, tendría que asimilar la noticia, y salir del enredo lo mejor que se pudiera. Ya en su habitación pensó: mañana será un día excitante para Candela, la noticia la va a alegrar mucho, le pediré que haga las cosas con prudencia para no herir innecesariamente a mi primo y a mis tíos; seguro que ella lo comprenderá y aceptará mi propuesta.
            Cuando fui a recogerla al hotel, la encontré en la cafetería, estaba desayunando, me saludó con la mano y yo me acerqué. No sabía como empezar a decirle lo que había descubierto, que dejara ya de buscar a su hermano, porque lo había encontrado; absorto en este pensamiento estaba cuando me dijo:
    -Jorge, sabes que he tenido un sueño maravilloso, he visto envuelta en una nube. “Al Hada de la noche de San Juan” y sonriendo me ha dicho: Candela, tu destino está escrito ya; yo me he encargado de escribirlo para que seas feliz, y encuentres lo que andas buscando. De ti depende, ver lo que tienes delante de los ojos y saber valorarlo, sólo depende de ti.  Tienes que ser humilde, y apreciar lo que la vida a partir de hoy te ofrecerá; valora a las personas que te quieren, y con ellas, sé feliz, no te dejes llevar por malos impulsos: si haces caso a lo que la vida te ofrece, a partir de hoy, tendrás días muy felices y, sobre todo una familia que te quiera de verdad. Si alguna vez tienes una hija, llámala Esperanza, es el nombre que define tu historia También tengo que decirte, que esa noche fatídica donde tus padres murieron, fue culpa de una bruja malvada que subió de lo más profundo de la tierra, surgió del fuego, pero del fuego maligno que a veces destruye a la tierra y todo lo que cae  en sus manos. Afortunadamente, yo estaba allí, y pude con un hechizo contrarrestar su maldad y me hice tu protectora  y de tu hermano. Él esta bien y muy cerca de ti, pronto lo encontraras y lo podrás abrazar, pero no le hagas daño, piensa mucho sobre lo que te estoy diciendo. También tengo otro mensaje: no busques el amor lejos, lo tienes muy cerca. Diciendo estas palabras desapareció.
    Jorge quedó maravillado de lo que le estaba contando, el no creía en brujas ni hadas, pero sin embargo ella, le estaba diciendo que había soñado lo que él prácticamente le iba a contar, o al menos parte, ¡Dios mío! que cosas pasan a veces tan inexplicables-
    -Candela tengo una noticia maravillosa para ti, he estado hablando con mis tíos, referente a la medallita de mi primo, y ellos me han confesado que mi primo fue adoptado, en el mismo colegio donde estabais, y que coincide las iniciales y la inscripción de la medallita con la de tu hermano; medallita que mis tíos respetaron siempre, y nunca se la quitaron del cuello, él, no se sabe porqué,  siempre la protegía y no permitía que se la quitaran del cuello, según me ha contado mi tía. Ellos han quedado muy sorprendido con la noticia, y que tú seas aquella niña que mi tía vio detrás de una puerta, ella no sabía que erais hermanos, sino te hubiera llevado a ti también; eso es lo que me ha manifestado.
    Candela quedó perpleja con la noticia, no tenía en ese momento capacidad de respuesta, solo decía: ¡!no es posible, ¡no es posible, algo me decía que esos ojos, esos ojos, me trasmitían algo especial, ¡Dios mío, Dios mío! se levantó de la silla y abrazó a Jorge con todas sus fuerzas.
    -¡Gracias, muchas gracias por tu ayuda! Sin ti nunca hubiera sido posible encontrar a mi hermano.
    -No seas injusta Candela, todo se lo debes “Al Hada de la noche de San Juan”, después de estas palabras, jorge se quedó pensativo, ¿por qué habría dicho eso si él no creía en esas cosas? Candela, sabes lo que significa esto para mis tíos, y para tu propio hermano, debes pensar en eso y si es conveniente descubrir la verdad, puede que eso le haga mucho daño a Michel, le reprocharía a sus padres el que no le hubieran dicho la verdad.
    -Sí, eso es verdad, tengo que pensar muy bien lo que debo hacer al respecto, lo que yo menos quiero es hacer daño a mi hermano y a tus tíos, tendré que pensar.
    -Bueno esta noticia merece  una buena cena, te propongo que esta noche vayamos a cenar a un restaurante que conozco y después a bailar, tengo que hacerte una proposición.- dijo Jorge.
    -Acepto encantada, hoy me dejaré llevar por ti, a ver si me sorprende de nuevo. Jorge, no se como agradecerte todo lo que has hecho por mi, eres increíble.
    Candela estaba muy nerviosa, las horas pasaban muy lentas, tenía ganas de estar de nuevo con Jorge, se había dado cuenta que lo necesitaba, quería estar con él todo el tiempo.
     -¡Dios mío, me he enamorado como una loca de él!  -pensó.
     Llenó la bañera y echo en el agua unas sales relajantes y perfumadas, se quedó más de medía hora sumergida hasta el cuello en la bañera, después se frotó el cuerpo con una crema hidratante muy perfumada, dejando un agradable olor en su piel.
    -Sí, seguro que mi piel le resultará atractiva esta noche a mi amor -se decía.
    A la hora de vestirse, eligió un vestido negro que -en honor a la verdad- le hacía una figura esbelta; recogió su pelo en un moño italiano, dándole un toque muy sensual y elegante. Sus zapatos de tacón y  charol negro, aún la hacían más esbelta. Se miró al espejo, y se vio realmente bella. Esta noche conquistaré definitivamente el corazón de mi amado, con este pensamiento, cogío el bolso y el chal  y se  dirigió a la calle.
    Allí estaba esperándole Jorge, que salio inmediatamente a su encuentro cuando la vio.
   -¡Jesús, que guapa estas, tesoro! Eres la más bella de las mujeres.
   -Gracias, eres muy amable conmigo Jorge.
    Se dirigieron al restaurante que había elegido especialmente para ella; el camarero los llevó a una mesa en un lugar reservado, era un rincón muy acogedor. Cenaron y bebieron champán francés, y con la copa en alto  Jorge dijo: brindemos por el feliz reencuentro con tu hermano  y a la vez, por haber tenido también la enorme fortuna de conocerte. De pronto Jorge sacó una pequeña cajita, la abrió de  ella sacó un anillo, un brillante y sentenció:
    -Mi amor, quiero ofrecerte este anillo, como muestra del amor que siento por ti; si tú me aceptas, quisiera que fueras mi esposa, es lo que más deseo en el mundo. Te amo locamente, desde el día que te vi en la playa.
    -¡Oh, Jorge! Yo también te quiero, y deseo con todas mis fuerzas ser tu esposa, ¡si! es lo que más deseo. En ese momento se levantaron de la mesa, él la llevó a la pista de baile y allí se fundieron en un abrazo de amor profundo; cuando cerró ella los ojos, se le apareció la imagen sonriente de “La Hada de la Noche de San Juan”, fue sólo un instante, pero se dio cuenta que  ella con esa sonrisa, aceptaba de buen grado mi decisión. ¡Gracias mi querida protectora, gracias de corazón por protegerme! –se dijo, desde el fondo de su corazón.
     Camino del hotel, Jorge le propuso que se casaran lo más pronto posible, y ella acepto de buen grado.
    -Mañana mismo empezaremos los preparativo de la boda, será una boda sencilla, y estarán todos nuestros amigos, definitivamente mañana mismo empezaremos a prepararla.
    Esa noche, Candela pensó en su hermano, tendría que decidir que haría, si decirle la verdad o dejar las cosas tal cual. De todas maneras ella se casaría con Jorge, y para él, Michel era como un hermano, por tanto yo sería también para él una hermana, y más sabiendo yo quién es él; si dejara así las cosas, seguro que ninguno sufriría y sería un gesto honorable de mi parte para  los tíos de Jorge. En ese momento recordé el sueño que tuve con “La Hada de la noche de San Juan”,  ella me envió un mensaje, diciendo: que no me moviera por impulso y pensara bien mis decisiones, para no herir a nadie. Definitivamente había tomado una decisión, Michel se convertiría en mi hermano, cuando me casara con Jorge, y así quedaría todo el puzzle perfecto y no se le haría daño gratuitamente a nadie. El puzzle de mi vida había encajado perfectamente, ahora podría descansar tranquila.
    Al día siguiente, fui a ver a los tíos de Jorge, hablé con ellos y le explique la decisión que había tomado. Ellos me abrazaron y agradecieron mi decisión, y me dijeron: “que a partir de ese momento, seriamos una familia, y yo para ellos sería como una hija.” Tanto Jorge como yo, les propusimos  que fueran los padrinos de nuestra boda y aceptaron encantados. Al momento llegó Michel con su habitual sonrisa, Candela se levantó de inmediato se dirigió hacía él, los abrazó y mientras lo hacía, visualizó las imágenes de sus padres que les sonreían del más allá, no se sabe porque fuerza extraña, Michel, su hermano, también se fundió en ese abrazo único, fue como si el tiempo se hubiera paralizado de repente para los hermanos.
    -¡Enhorabuena a los dos!, ya me he enterado de la noticia, y estoy encantado de tener a Candela como hermana, ahora lo que necesito son sobrinitos –dijo, con una gran carcajada.
    Al cabo de dos meses, nos casamos, fue una ceremonia muy bonita, donde estuvimos acompañados por nuestros amigos Mis amigas del colegio también vinieron, y María me recordó que del  primer hijo seria ella la madrina.
    -Por supuesto le dije, y mi primo Michel será el padrino.
    -Yo estaré encantado, prima Candela de ser el padrino.
    Me sentía la mujer más feliz del mundo, por haber encontrado a mi hermano, al hombre de mi vida, y a una familia extraordinaria. No había trascurrido el año, cuando dí a luz a una parejita: un niño moreno como su padre, y una niña de tez blanca, su pelo tirando a pelirrojo, me recordaba la imagen bella de “La Hada, de la Noche de San Juan”. Esa noche, abrí la ventana y bajo el cielo estrellado, cogí entre mis brazos a la niña, la alcé y dije:
    -Mi buena amiga y protectora, esta niña que tiene el color de tu pelo y en tu honor se llamará Esperanza. Repetí la acción con mi hijo y dije:
   -Este es mi hijo, tan parecido a su padre, se llamará Juan. ¡Protégemelos  a los dos, con todas tus fuerzas, querida amiga!
    En ese momento corrió una brisa suave que me rozó la mejilla y como si de un beso se tratará, cerré los ojos y sentí su calor…

 

 
    En Ceuta, a 17 de octubre de 2008

 

                                                                                      Fini  Castillo  Sempere


   

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La superacion            LA SUPERACIÓN

                                                                      

 

            Yo no pedí nacer, pero nací; lo hice un día de septiembre. Aparentemente, fui bien recibido por mi familia, aunque no fui un hijo buscado; más bien fui una equivocación. Mi padre procedía de una familia modesta y mi madre de una medía alta. Ellos se casaron dos años antes de mi nacimiento, se conocieron en la universidad cuando ambos estudiaban la carrera. Mi padre se licenció en ciencias empresariales y mi madre en historia.
            Como iba diciendo, en un principio, la noticia del embarazo de mi madre, fue acogida sin grandes espavientos.  Ellos hubieran preferido esperar algún año más antes de traer hijos al mundo, porque querían establecerse y tener una situación más desahogada, pero como las cosas surgieron de esta manera, no quedó más remedio que afrontarlo lo mejor que pudieron.
            Mi padre, encontró trabajo en una empresa de automóviles, mientras, mi madre preparaba unas oposiciones, quería conseguir una plaza en la administración. La economía no era mala, pero tampoco muy boyante, ya que mis padres se habían comprado un piso y estaban pagando una hipoteca.
            Mis abuelos maternos, no estaban contento con la elección de mi madre con respecto a la boda con mi padre; ellos querían para su hija un marido que tuviera un estatus familiar más acorde a su situación económica, por tanto las relaciones no eran del todo cordiales, se trataban pero no se tenían ningún cariño. Mi padre, nunca les perdonó el desprecio y las negativas que tuvieron con él desde el primer momento de la relación; esta situación trajo consigo una animadversión entre ellos que duró siempre.  A lo largo de mi infancia, comprobé este hecho. En algunas ocasiones, mis abuelos maternos nos visitaban, no eran bien recibidos por mi padre; esta hecho provocó situaciones violentas en muchas ocasiones entre  mis padres. Las visitas cada vez eran menos frecuentes, y fui creciendo con la ausencia de ellos.
            Mis abuelos paternos, vivían en un pueblecito del norte, entre montañas, eran humildes y tenían poca, por no decir ninguna relación con su hijo, éste, se avergonzaba de la condición humilde de sus progenitores, de vez en cuando les mandaba un giro de dinero, y así hacía descansar su conciencia.
            ¡Ah! Me voy a presentar: yo era un recién nacido como todos, mi peso fue de tres kilos ochocientos gramos, mi pelo era negro, al igual que mis ojos; como veis, todo normal como cualquier niño recién nacido, hasta que a los tres meses, y en una revisión médica, el doctor notó algo raro en mí, y después de hacerme varias pruebas, diagnostico una enfermedad rara, que afectaba a las extremidades inferiores. Una vez seguro el médico de la enfermedad; se lo comunicó a mis padres, estos quedaron muy afligidos y decidieron visitar a otros médicos para tener varias opiniones.
            Mis padres visitaron varios especialistas, incluso se trasladaron a otra ciudad en busca de solución y un diagnostico menos dramático, la respuesta fue la misma: -“vuestro hijo padece una enfermedad que afecta a las extremidades inferiores, no desarrollándose la musculatura de las piernas, vuestro hijo no podrá andar, tendrá que hacer uso de una silla de ruedas”.
            Esta situación desequilibró  la relación entre mis padres, les venía un problema que  les superaba, y yo me convertí para ellos en “un problema”y sobre todo en una carga. Fui creciendo y según pasaba el tiempo notaba en mis padres mucha crispación, casi no hablaban, y cuando lo hacían eran puros reproches. Yo me convertí en el protagonista, siempre reñían por el mismo tema, y por desgracia el asunto a tratar   era yo, discutían y discutían sobre quien tenia que cuidarme, ellos trabajaban y era un problema tener que dedicarme a mi tanto tiempo. Yo me quedaba en mi cuarto llorando, deseaba con todo mi corazón poder andar, ser como los demás niños que enorgullecían tanto a sus padres; me consideraba una verdadera carga para ellos. Cuando esta situación se daba y cada vez con más frecuencia, cerraba los ojos con fuerza y le pedía a la virgencita, que me llevara con ella al cielo, allí no importaría el estado de mis piernas. Sabía tanto de la existencia del cielo, porque una chica de servicio que se llamaba Esperanza, a veces se quedaba a cuidarme, era muy religiosa y me contaba cosas de la Virgen María, y de su Hijo Jesús, a mi me entusiasmaba estas historias. Me regaló una estampita de la Virgen y otra de Jesús, en la cual se veía en su pecho un corazón resplandeciente; a mí en un principio, “la estampita” me impresionó, pera ella me contó el significado del corazón y me quedé más tranquilo; desde ese día las llevo  conmigo, y cuando estoy triste las miro y me reconforta. Esperanza, dejó el trabajo a los pocos meses porque se casaba y marchaba a otra ciudad. Yo sentí mucho su marcha, porque ella con sus historias y su amabilidad llenaba horas de mi vida absurda.
            Un día mi padre se marchó de casa y no volvió, entonces yo tenía siete años; me hubiera gustado que al menos se hubiera despedido de mí, pero no lo hizo. Se fue a vivir con la mujer de un antiguo amigo suyo, se trasladaron de ciudad, y estuve varios años sin saber de él. No sé si ese día sentí tristeza o alivio; lo que es cierto es que, me equivoqué, pensé que con la marcha de mi padre, mi madre me dedicaría más tiempo,  pero fue lo contrario, ella se alejó para siempre de mí, en su interior me culpaba del fracaso de su relación y no tuvo piedad de mí, de eso me daría cuenta más tarde.
            Mi madre enloqueció de ira y rabia al saber la noticia, pero creo que fue más, porque la dejaba sola con “el problema” que por el amor que le profesaba. A partir de este momento tuvo que afrontar sola mi educación, y los cuidados especiales que necesitaba. Ella por sí de naturaleza, era una persona egoísta, solo pensaba en ella y poco en mí. Consiguió sacar una plaza en la administración, impartía clases de historia en un instituto de la ciudad; además se buscó otras actividades complementarias, así estaba el menos tiempo posible en casa. Buscó a una señora que me cuidara y esta mujer encantadora se convirtió en mi sombra, de ella recibía el cariño que mis padres siempre me negaron,  ellos me castigaron duramente por haber nacido con una discapacidad. ¿Qué culpa tenía yo de haber nacido?
Felisa, así se llamaba tenía cuarenta años, ella había sido madre soltera y su bebé se le murió a los ocho meses de nacido, este hecho le había marcado mucho; era una mujer muy sensible, era el cariño personificado, mi madre sin darse cuenta había acertado con ella al contratarla para mis cuidados; no solo cuidaba mis necesidades fisiológicas, sino también me calmaban la sed de cariño que necesitaba y nunca tuve de mis padres.
            ¡Oh madre! Cuanto hubiera dado yo por una caricia tuya, o un gesto de cariño, he deseado tanto ese beso de madre, ese beso de buenas noches, he soñado día tras día, con el arrumaco que nunca llegó. He llorado tantas veces en el silencio de la noche, mientras tú hablabas por teléfono al otro lado de tu dormitorio. He soñado tantas veces que venias a arroparme y a desearme buenas noches, ¡oh, madre!, no te reprocho nada madre, porque nada tienes en tu corazón, lo tienes completamente vacío, tu también eres una victima de tu propio egoísmo, me das pena madre, tienes sin saberlo una gran “discapacidad”, y esa no tiene cura; estás realmente enferma, tu enfermedad se llama “egoísmo” y es mortal porque mata el alma, lo seca, lo destruye, ¡pobre mamá! Te tengo lástima. He rezado tantas veces, para que Dios hiciera un milagro y te ablandara el corazón, ¡solo quería un beso madre!, un beso de tus labios eso era suficiente para mí, ¡y nunca lo tuve!
                        Un profesor venía a impartirme clases en mi propia casa, mi madre decía que no podía ir al colegio no quería -según ella- que fuera la burla de los demás niños; Yo le decía que no me importaba, que solo no me funcionaban las piernas, pero que de lo demás era completamente autónomo,  que yo me sabría defender  de los que quisieran, -si se daba el caso- burlarse de  mi discapacidad. Ella sin escucharme no cedía, pero creo que lo hacía más por ella que por mí, estoy seguro que se avergonzaba de mí. Me sentía como una figura de porcelana, que se cae al suelo y se rompe, quedando ya sin valor alguno, esa sensación de frustración que sentía se la debía a la persona que un día me parió y dejó de quererme cuando apreció que era diferente  a los demás niños. ¡Que dureza de corazón, que frialdad! Tampoco me olvido de   él, ¡mi padre! Que me abandonó como si fuera una “cosa inservible” ¡gracias padre!,¡gracias papá! En tu conciencia- si la tienes- queda. ¡Ah!, para no ser injusto, recuerdo que un día llegó a casa un paquete para mí, era de él, y contenía un libro y un portarretrato, en el cual había una fotografía de mi padre; él llevaba en brazos un bebé, había una nota que decía: Pablo, te mando el libro para que te distraigas, ya sé que pasas muchas horas en casa sin salir,  el libro te entretendrá; también te mando esta foto, te preguntaras quien es el niño que posa conmigo, es mi hijo, y tu hermano de padre, algún día te lo presentaré, es precioso y completamente sano,  se parece mucho a mí. Cuídate, muchos besos. Tu padre. Después de leer la nota, cayeron varias lágrimas por mis mejillas. Ese día odie también a mi padre, ¡como se atrevía a pasarme por la cara  mi incapacidad!, no sé si él, fue conciente del daño que me causó con aquella carta, fue como si me clavaran un puñal a traición; era como si me dijera: “a ti no te quiero, porque eres un ser inservible, aquí tengo otro hijo, por él merece la pena luchar”. Sin querer sentí rencor por aquella criatura, que no tenía nada que ver en esta historia. Mi madre, cuando llegó de trabajar entró en mi cuarto y al ver la fotografía sobre la mesita de noche, la cogió con rabia, la tiró al suelo y la pisó, haciéndose el cuadro mil añicos. La verdad que le agradecí ese gesto, que yo no fui capaz de hacer.
            -Una y otra vez le decía a mi madre:¡Mamá! No soy diferente, soy igual que los demás, solo no puedo andar, pero eso yo lo superaré, por favor mamá déjame ir con los demás niños, ¡quiero tener amigos! ¡Quiero jugar con ellos!
   -No puede ser Pablo, tu sabes que no puedes jugar con los demás niños, no puedes correr, ni saltar, ni brincar como los demás; estás impedido en esa silla, ¡no puedes!, no insistas más, por Dios, no insistas más.
     -Pero mamá, sé hacer otras cosas, puedo recitarles una poesía, puedo, puedo leerles los relatos que he escrito, puedo tocar la guitarra con ellos, puedo jugar a  juegos de mesa, puedo hacer tantas cosas, ¡sí, mamá! Puedo contarles mis sentimientos y ellos a mí, también me podrán contar los suyos,¡mamá, tengo tanto que decirles, y tanto que aprender de ellos!¡Por favor mamá, déjame ir al colegio, como los demás niños,!no quiero ser diferente!
          Año tras año, esta escena entre madre e hijo se repetía continuamente, hasta que un día Pablo se cansó y dejó de pedírselo a su madre, ésta sin más olvido el tema, y el profesor siguió acudiendo a la casa a impartir sus clases. Yo, cada día estaba más triste, me encerré en mi mundo casi no hablaba, digo casi, porque la única que me sacaba alguna palabra era Felisa; cada día a la hora de comer era una lucha con ella, yo no tenía apetito, y ella me obligaba a comer, y con toda la paciencia del mundo se quedaba delante mía hasta que terminaba la comida; ahora se lo agradezco porque si no hubiera sido por ella hubiera muerto de inanición.
            Mi madre, inició una relación con un compañero de trabajo y esto distanció mas nuestra relación, pasaba mucho tiempo fuera de casa, incluso viajaba muy a menudo, lo cual la veía con menos frecuencia. Un día llegó a decirme que me llevaría interno a un colegio, fue tan rápida mi respuesta que quedó consternada, la amenacé con tanta dureza, que ella creyó lo que le dije, no quería tener en su conciencia mi muerte, y por eso  accedió  a  que me quedara allí.  Ese día lo recordaré mientras viva, fue el día que sentí verdadero odio por ella y me dije:¡que nunca, nunca la perdonaría! me sentía como un verdadero “discapacitado”, “discapacitado en el amor” por ese único motivo me sentía diferente a las demás personas, ¡solo por ese único motivo! no por no poder mover mis piernas, ya tenía mi cerebro y sentimientos, con eso, si uno quería, se podían mover montañas; pero la falta de amor, es insustituible, y hace a las personas muy desgraciadas. Me faltaba lo más hermoso que un ser humano puede tener “el amor, cariño, dedicación de sus padres” Hubiera preferido morir, si morir en el parto, no por mi discapacidad, sino porque mis padres no me querían, ¡ellos, se avergonzaban de mí!, me consideraban un inútil, y eso no era verdad, yo tenía sentimientos, tenía necesidad de ser querido; solo era un niño y necesitaba ese amor que me negaron. Mi corazón se revelaba ante tanta injusticia, pero de mi boca no salía ningún reproche,¡cuanto daño se le puede hacer a un niño! Son tan vulnerables.
            Una de mis distracciones, era asomarme al bacón de mi casa, éste daba a una calle, y al fondo de la misma había una plazoleta, donde los niños jugaban a la pelota, a correr, y a todos los juegos propios de la calle. Realmente para llevar estos juegos a cabo, se necesitaban las piernas, y las mías no funcionaban, quizás mi madre tenga razón -me dije- con la idea de suavizar sus crueles palabras.            Desde mi balcón, contemplaba a los chiquillos de la calle, sentía mucha simpatía por ellos, y también, porque no decirlo, cierta envidia; pero no era una envidia maligna, todo lo contrario, solo soñaba con poder jugar con ellos y hasta me atrevía a poner en mis sueños unas piernas sanas, y poder correr con ellos hasta quedar extenuado. Los gritos de los niños, me devolvía de inmediato a mi realidad. Ya estaba acostumbrado a ver desde la distancia el alboroto infantil y a soñar y a escribir todos mis sentimientos. Sin darme cuenta, adquirí un dossier de todas mis vivencias, éstas estaban reflejadas en papel, ¡sí! Algún día las publicaré y puede que me haga famoso- pensé con una sonrisa.
            Un día de otoño estaba sentado en mi balcón como de costumbre, pintaba a acuarela un árbol que había en la plazoleta. Él, me contagia un sentimiento de tristeza; parte de sus hojas ya estaban en el suelo, formado una alfombra de hojas inservibles; ya han muerto-pensé- con la llegada del otoño; otras, en su agonía, se adivinaba que su vida estaba llegando a su fin. El árbol me trasmitió mucha tristeza y me compadecí de él; se me ocurrió la idea de pintarlo y le hice caso  a mi pensamiento, lo pintaría  en cada estación del año, así podría contemplar como caían y renacían las hojas en cada ciclo de la naturaleza. ¡Que suerte tienen los árboles, que nacen y mueren cada año!-pensé-
       Con tantos momentos de soledad, desarrolle unas aptitudes para la pintura y la escritura, ambas cosas me distraían y hacían que las largas horas en solitario las pasara sumido en estas dos actividades.  Ese día noté algo extraño, miré hacía un lado de la calle y allí en un rincón como escondida, vi a una niña que me miraba, su pelo estaba recogido en dos largas trenzas rubias, y al final de ellas lucía unos lazos de color rojo, a juego con su vestido. Me quedé mirándola y cuando ella se percató de mi mirada, retrocedió dando un respingo, un paso hacía atrás, queriéndose esconder de mí.
   -¡No te vayas, no te vallas!, Acércate por favor – le  dije,- quiero verte y hablar contigo
   -Vale, -contestó la niña.
    -¿Qué hacías mirando? Eres una niña muy curiosa.
   -No te enfades conmigo, yo solo quería ver que hacías te veo todos los días, ahí sentado y nunca vienes a jugar con nosotros, con los niños de la calle y me preguntaba por qué.
   -Niña, eres muy curiosa, no has pensado que quizá a mí me moleste que me espíen.
   -Perdona si te he molestado, pero no era esa mi intención, solo quería conocerte e invitarte a que vinieras a jugar con nosotros.
La niña, después de decir estas palabras, quedó muy azorada y se echo a llorar. Pablo se dio cuenta del mal momento que estaba pasando y le dijo:
   -Disculpa, no quería hacerte llorar, yo me llamo Pablo ¿y tú?
   -Mercedes, mi nombre es Mercedes pero me llaman Mercedita, y tengo casi diez años.
   -Yo tengo doce años, -dijo Pablo, y no puedo ir a jugar con vosotros porque estoy enfermo.
    -Si, ¿qué enfermedad tienes?
     -Mis piernas, no puedo andar ellas no me responden, es una enfermedad, nací con ella y así siempre será; nunca podré caminar como los demás niños, pero eso ya lo tengo asumido, estoy acostumbrado.
    -Aun así, eso no es motivo para no salir,  o pasear con tus padres por los jardines y calles de esta ciudad.
   -Si, tienes razón, pero mis padres no lo han creído conveniente, no me dejan ir ni siquiera al colegio, por eso  tengo un profesor que viene a casa a prepararme.
    -No me puedo creer que no sales nunca a la calle, ni a pasear, ¡pobrecito!, que vida más aburrida.
   -No te compadezca de mí, por favor, solo por tener las piernas sin movilidad, sé hacer otras cosas que igual tú no haces- dijo Pablo a la defensiva.
   -No, no lo haré, si quieres puedo venir otro día a hablar contigo, me gustaría ser tu amiga. ¿Me puedo acercar más al balcón? me gustaría ver lo que estás pintando.
      -Si, acércate, te enseñare mi cuadro.
   ¡Oh, que bonito! Es precioso, parece increíble que esa preciosidad lo hayas hecho tú.
       -¿Por qué, no me crees capacitado?
       -No, no es eso, es que es tan perfecto y tú todavía eres pequeño para hacer una obra de arte.
   -Ja, ja, - rió Pablo, para que veas que se pueden hacer muchas cosas, aunque no tenga piernas sanas como tu.
   -Ya me gustaría a mí pintar así, no me canso de mirar el cuadro, me enseñaras otro día algunos más que hayas hecho.
   -Por supuesto, cuando quieras puedes venir a visitarme, me encantará hablar contigo, serás mi primera amiga, también te dejaré que leas algunos relatos que he escrito, creo que te gustaran.
    Cuándo la niña se marchó, Pablo estaba pletórico, había conocido a una niña y quería ser su amiga, ¡Dios mío, que suerte!,-pensó- bueno mejor será esperar a ver si volvía otro día, o había sido solo un espejismo. Al día siguiente, Pablo estuvo pendiente de la calle, a través de la ventana, vio pasar  a varios chiquillos, pero la niña; su amiga, no dio señales. Se entristeció mucho, y cuando llegó Felisa con la intención de llevarlo al dormitorio, le pidió que lo dejara un poco más en el bacón, a ver si aparecía en cualquier momento.
   -Pablito, hijo, tienes que retirarte ya de esa ventana, hace frío y no quisiera que te resfriara, mañana será otro día y podrás volver a asomarte. Ahora tienes que descansar, ya es tarde y tienes que cenar para irte a la cama, mañana temprano viene el profesor y tienes que estar descansado para tus lecciones.
   -Esta bien Felisa, ya me retiro, ¿Ha venido mi madre?
   -No, hijo, no; ha llamado para decir que no preparara la cena para ella, que no vendría a dormir. Pobre niño, ¡que mujer más desnaturalizada!, no he conocido nunca una madre, con un corazón tan duro como el de ella –pensó- Lo que daría yo porque mi hijo viviera.
     Esa noche, cuando el niño se encontraba como siempre, en la soledad de su habitación, no estaba tan triste como de costumbre. Había conocido a una niña y era hermosa, se acordaba de sus largas trenzas rubia y sus ojos verdes, parecían dos esmeraldas; ¡si era muy linda!, y lo más importante era que se había acercado a su ventana para hablar con él. ¿Volvería?, se hacía esa pregunta una y otra vez. Con este pensamiento se quedó dormido, soñó que se encontraba en una pradera y en lo alto de una cima, estaba ella, con los brazos extendidos hacía él, ella pronunciaba su nombre y lo llamaba. Lo más curioso del sueño era que él, corría hacía ella, pero no fue capaz de ver las piernas, corría sin piernas pero corría hacía ella.
    A la mañana siguiente cuando se despertó, se quedó remoloneando en la cama, se subió la manta hasta el cuello, abrió los ojos y mirando a un punto en el techo pensó nuevamente en la niña del pelo dorado, vendrá otro día a hablar conmigo –se preguntó-- hoy voy a pintarla, si la pintaré tengo gravada su carita en mi cabeza.
   -Felisa tráeme un lienzo y mis pinturas, hoy voy a pintar un cuadro especial.
   -Bien, hijo me gusta verte contento y con ilusión, ahora mismo te las traigo.
   Pablo terminó el cuadro, la imagen era de una niña preciosa, su pelo se recogía en unas largas trenzas, realmente la pintura coincidía con la carita de su pequeña amiga. La espero durante varios días, pero ella no dio señales de vida, Pablo se entristeció y pensó que ella no vendría más, se aburriría de visitar a un niño que no pudiera ir a jugar como los demás niños.
    Habían pasado quince días, cuando una tarde, se oyó un tic, tic, en el cristal del balcón donde se sentaba Pablo, ese día lo tenía cerrado porque Felisa no le había permitido que lo abriera, manifestando que hacía mucho frío y que se podría resfriar . Abrí de inmediato la balconada y allí estaba ella, la niña de mis sueños, ¡mi amiga!
       -Hola Pablo, como estás –preguntó-
    -Hola Mercedita, creí que nunca más vendrías a visitarme.
    -No he podido venir porque he estado enferma, he tenido un catarro muy fuerte y he tenido que  permanecer en cama casi dos semanas.
-¿y ya te encuentras bien?
    -Si, el médico le ha dicho a mi mama que puedo salir e ir al colegio, hoy ha sido el primer día que he salido a la calle, y he venido a verte enseguida. Tenía muchas ganas de visitarte y hablar contigo, he pensado mucho en ti y en tus cuadros tan bonitos.
    -¡Ah! Hablando de cuadros, espera un momento. ¡Felisa, Felisa! Abre la puerta y deja pasar a la niña que esta fuera, al lado del balcón, dile que pase es mi amiga.
    -Bien pequeña, ven y pasa dentro, ahí fuera hace mucho frío, Pablo te espera.
    -Muchas gracias, señora.
    -Ven Mercedes, mira lo que he pintado para ti.
    -¡Esa soy yo, esa soy yo! Que cuadro más bonito, ¿como me has podido pintar tan exacta?
    -Sabes porqué, porque has sido la única persona que te has acercado a mi ventana a hablar conmigo, porque has sido la única que has querido ser mi amiga;  tu carita la he retenido en mi memoria, por eso la he podido pintar de esta forma tan exacta. No sabes lo que es sentirse solo, no tener una sonrisa ni una caricia de nadie, eso es muy doloroso. Bueno no puedo ser injusto, si es verdad que Felisa se preocupa por mí, si no hubiera sido por ella, no se que habría sido de mi.
    -¿Y tus padres?-  preguntó-
    -Mi padre, nos abandonó cuando yo era pequeño, y mi madre está muy ocupada como para preocuparse de un hijo invalido, más bien soy un estorbo para ella- manifestó con un gesto frío y gélido- Pero ya no importa, estoy acostumbrado a que nadie me tenga en cuenta, yo tengo mi propio mundo, y te aseguro que es inmensamente grande, porque me tengo a mi mismo, con mis temores, mis esperanzas e ilusiones, ¡ah! Y en ese mundo te puedo incluir a ti, si tú quieres; es bonito tener una amiga, una persona para poder hablar y confiarle los sentimientos. ¿Quieres ser mi amiga del alma?
    -Si, si quiero ser tu amiga, vendré todos los días a visitarte.
             Durante los tres años siguientes, los dos amigos se vieron prácticamente todos los días, Mercedes consiguió después de hablar con la madre de Pablo, y de la insistencia de este, que le permitiera sacarlo a la calle, tuvo un gesto y lo permitió.
            Pasaron días estupendos, paseaban por un jardín que había cerca de sus casas, disfrutaban muchos de esas horas de charlas y confesiones mutuas; se habían acostumbrado a pasar muchas horas juntos, eran inseparables. Esta situación provocó la risa de otros niños, que no entendían la dedicación que Mercedes le prodigaba a Pablo. Llegaron a reírse de ellos cuando ella lo llevaba a pasear en su silla de ruedas; un día cuando iba camino del parque, se encontraron con un grupo de niños, empezaron a rodearles y a burlarse de él de una forma despiadada. Mercedes, con toda su valentía se enfrentó a los chavales, diciéndoles:
-¡Es verdad, a él le fallan las piernas, pero para eso estoy yo!, pero a vosotros os falla el cerebro, y no tenéis corazón. Sin las piernas se puede vivir, pero sin corazón ¡no! Prefiero mil veces a mi amigo, que a cualquiera de vosotros, ¡realmente me dais pena!
Cuando los niños se marcharon, Mercedes apreció como a Pablo le caían lágrimas por las mejillas, él quiso disimular con una sonrisa de agradecimiento la defensa, pero vio la tristeza en el fondo de su corazón. Así será siempre- pensó Pablo- ella no se merece estar atada a mi, es una joven y tiene que disfrutar de la vida en toda su plenitud. Este pensamiento le dolía, le dolía tanto, que se dijo: “hoy no es el momento pero tengo que pensar sobre este asunto con más detenimiento, ella se merece algo mejor.”
                        Cuando Pablo tenía dieciséis años, Felisa sufrió un ataque cardiaco y murió. Pablo sufrió mucho la pérdida de la mujer que se había preocupado de su cuidado desde pequeño. Él sabía que su vida iba a dar un cambio radical, a los tres días del entierro, Elvira, que así se llamaba la madre dijo: Pablo, te he buscado un internado en un pueblo a 200 kilómetros, como ves, no hay mucha distancia de aquí, cuando pueda iré a visitarte. Pablo quedó petrificado, no podía articular palabras, miró a su madre de tal manera, que ésta no pudo soportar la presión de la mirada y dijo:
   -En el colegio, estarás muy bien allí podrás conocer a otros jóvenes, seguro que estarás bien. Yo no puedo ocuparme de ti, sabes que tengo mucho trabajo, además  tengo otra relación, ¡compréndelo, en este momento no puedo ocuparme de ti! Dentro de dos días te llevaré al colegio.
             Esa noche, Pablo no pudo dormir, odió a su madre con todas sus fuerzas, recordó todas las veces que le había pedido, cuando era pequeño que lo llevara al colegio; entonces a ella no le interesaba, sentía vergüenza de su propio hijo, y ahora, que él ya no quería porque había hecho su vida, en esa casa y ahí tenia su mundo, ella de un plumazo quería destruirlo; ¡eso no se lo perdonaría nunca!- se juró-
             Cuando pensó en su amiga, se le partió el corazón, que iba a hacer él ahora, ya no podría verla, ni hablarle ni contarles sus sentimientos .Esa idea le horrorizó y se puso a llorar sin consuelo, en ese instante se dio cuenta que no podría soportar la vida sin tener a su lado a Mercedes, ella se había convertido en la persona que le daba sentido a su vida, como podría vivir sin sus ojos color esmeralda, sin su sonrisa.¡Oh, Dios mío, como podré vivir sin tenerla cerca!
    Al día siguiente, cuando su amiga llegó como cada tarde, le notó que su cara estaba pálida y sería, muy sería, cuando le preguntó que le pasaba el contestó:
    Mercedes, mi madre ha decidido llevarme a un internado, sabes que ella no puede ocuparse de mí, y a mí me parece una buena idea, allí tendré la posibilidad de conocer a otros chicos   - mintió.
    -Bueno, si a ti te parece bien, pero sentiré mucho que te vayas, ¿a que colegio vas?
     -Está a doscientos kilómetros de aquí-
     -¡Está muy lejos! No podré verte en mucho tiempo.
    -Si, así será, pero nos escribiremos y nos contaremos nuestras cosas; así tiene que ser, mi madre lo ha decidido, y yo no puedo hacer otra cosa. Algún día, seré un pintor famoso, y entonces vendré a buscarte, porque no solo eres mi amiga, lo eres todo para mí .Te quiero, te quiero
Mercedes cuando escuchó esta declaración, se echo a sus brazos llorando.
    -Yo también te echaré mucho de menos y estaré esperando tu vuelta, solo contigo me encuentro feliz, y me gustaría estar siempre a tu lado, ser tu compañera, te escribiré todos los días, cuídate mucho, y sigue pintando, no dejes nunca de pintar,
Pablo, llegó al colegio sin mediar palabra con su madre, ella no quería alargar la despedida, y una vez estuvo instalado en la habitación, ella dirigiéndose hacía él,  acercó  su boca a la frente de su hijo y le dio un beso, Pablo, percibió el roce helado de los labios de su madre, y sin poder evitarlo –pensó- ¡El beso de Judas! Ella se dirigió rápidamente a la puerta, salió sin volver la cabeza; Pablo, sintió el golpe seco de la puerta al cerrarse. En ese momento, notó que no podía llorar, ya no le quedaban lágrimas, pensó en ese instante en la niña que había quedado doscientos Kilómetros atrás, y ahí se le partió el alma.
Después de muchas noches de insomnio, Pablo decidió no escribir a Mercedes, comprendió que ella merecía una vida mejor, que estar siempre cuidando a una persona como él. Ella tendría que ser libre y conocer otras cosas, la quería liberar  de las ataduras, no quería que ella se viera obligada a estar atada a él. Le daba miedo perderla, pero más miedo sentía el pensar que se viera atada a él por lástima, eso no lo soportaría; por esa razón decidió no escribirle.
Mercedes, esperó día a día las cartas de Pablo, estas nunca llegaron y ella padeció mucho este silencio; no entendía como se había olvidado de ella tan rápido. Buscó la dirección del colegio y le escribió durante unos meses casi todos los días, no recibió respuesta por parte de él. Al final del primer año, dejó de escribir se dio por vencida. Pensó que se había olvidado de ella al conocer a otras personas, Mercedes se sintió engañada y abandonada por su amigo, ella lo quería tanto y le había defraudado, le dolía, le dolía terriblemente.
Pablo, después de varios años en el colegio, su madre solo fue a visitarlo un año por Navidad, tuvo el detalle de sacarlo del colegio un día 25 de diciembre, lo llevó a comer a un restaurante, con su nueva pareja. Fue una comida fría y desagradable, sintió pena por aquella mujer, ¡sí! Era ese sentimiento, ya ni siquiera la odiaba, solo sentía pena por ella, para él era una extraña. No volvió a visitarlo y él lo agradeció.
Cuando creció lo suficiente y se pudo mantener por si mismo, con la venta de sus cuadros y  libros, le manifestó a su madre que no necesitaba ya su ayuda económica, sintió una gran liberación al no tener que depender  de su progenitora. Ahora era el momento de ordenar su vida, tenía que salir al mundo, y para su extrañeza, se dio cuenta que era lo que quería, quería volar como un pájaro y formar su propio nido, con su dinero, sin depender de nadie, y menos de su madre. Ahora se sentía completamente libre. En los años de internado había desarrollado sus músculos, sobre todo de los brazos, y se movía con mucha más facilidad que antes. Se trasladó a estados Unidos y allí, se puso en manos de unos especialistas que con un tratamiento y unas   férulas, consiguieron que pudiera caminar con unos bastones especiales, aunque no era lo ideal, si le daba cierta  movilidad, pudiendo dejar la silla de rueda.
Un día de Septiembre, recibió un telegrama del compañero de su madre, en el que decía que habían sufrido un grave accidente de automóvil y que su madre murió en el acto, y que el sepelio se llevaría a efecto al día siguiente. Cuando leyó el telegrama, se quedo durante un rato pensando en su madre, y lo desgraciada que había sido su vida, realmente había sido una víctima de su propio egoísmo, y ahora había llegado su final sin pena ni gloría. La vida no le había dado la oportunidad de arrepentirse de sus actos, indudablemente había sido una pobre mujer; sentí pena por ella, no la odiaba, era mi madre. Iría a su funeral.
            Al cabo de los años, Pablo realizó estudios de Bellas Artes, se consagró como un gran pintor, también era escritor y reconocido. Él se trasladó a Paris y allí desarrollo con mucho éxito su carrera. Preparaba una exposición, estaba eligiendo los cuadros y de pronto se encontró con el cuadro que había pintado a Mercedes ¡Dios mío!   ¡Es ella!, aquella niña de trenzas doradas. Este cuadro ella se lo devolvió  cuando él se marchó al internado, se lo dio con la idea que la recordara, ¡si! Allí estaba el cuadro, se topó con aquellos ojos color esmeraldas, y sintió un escalofrió que le recorrió todo su ser. Dios mío –pensó- ¿dónde estará ella?
El destino a veces hace su juego y pacta con las estrellas y se realiza un milagro. Mercedes estudió arqueología y en estos momentos habían viajado ella y una expedición de jóvenes arqueólogos a estudiar unas excavaciones  a Francia. Esa noche ella decidió salir a pasear sola, le hacía ilusión caminar por la “Ciudad del Amor” Ella no había superado la pérdida de Pablo, lo recordaba continuamente;  se preguntaba  el por qué de su silencio, esa pregunta la atormentaba, y nunca tenía respuesta.
            En el paseo, se encontró con algunos pintores callejeros, ella se paró a dialogar con ellos,  comentaban que cerca a dos manzanas había una exposición de un gran artista. Comentaban que valía la pena ir a verla, estos comentarios despertaron la curiosidad de Mercedes, y se dirigió a la dirección indicada. La puerta estaba semiabierta, la empujó y allí, a lo lejos vio un cuadro que le llamó la atención de inmediato; el corazón le dio un vuelco y la sangre se le heló; como un imán se dirigió directamente al cuadro, quedó inmóvil delante de él un buen rato, de pronto alguien le habló a su espalda: 
            -Señorita, le gusta el cuadro, ¿a qué es preciosa? Ese cuadro lo pinté a la edad de doce años y alguien me dijo que siguiera pintando, que algún día mi obra se expondría y ya ves, señorita, no se equivocó; este es mi cuadro preferido, ¡es mi obra maestra!
    -¿Qué precio tiene?-pregunto la joven.
    -No hay dinero en el mundo para pagar este cuadro, además tiene dueña, algún día se lo devolveré.
    -¿Y porqué no ahora? Se volvió y dejó ver sus ojos color esmeralda.
    -¡Dios mío, Dios mío! No puedes ser tú, no puede ser
Ella, se había convertido en una joven bellísima, su pelo rubio le caía sobre los hombros, y sus ojos eran indescriptiblemente  bonitos, él se  paralizó al verla. Ella cuando se volvió, se encontró a un hombre bien parecido, con mucha fortaleza y fuerza en su mirada; era él, ¡si! Mi amor, ¡oh Dios mío, era él! El mundo se paró, los dos se encontraron, no hubo reproches; se abrazaron, se besaron, los dos lloraron, no había palabras solo amor y comprensión. De la garganta de Mercedes solo salió un ruego:
-Mi amor, nunca, nunca más me dejes, tu eres mi vida, quiero compartir contigo todo, si tu lo quieres, me quedaré contigo para siempre.
-Te he querido siempre, he tenido miedo que ataras tu vida a una persona condenada a una silla de ruedas, por eso no te he buscado. Tú eres mi amor, y siempre lo serás, porque también eres mi vida, ¡te amo tanto!
El milagro se produjo, las estrellas se hicieron cómplices con el destino,  y de testigo el Sena, que junto con las estrellas presenciaron  el encuentro mágico en “la ciudad del amor” 
Ahora, con el paso del tiempo, reflexiono y miro a mis hijos; los veo crecer y me enorgullezco de ellos, me siento el padre más feliz del mundo. Mi hija Lucía, la primogénita es una preciosidad; se parece a mi físicamente aunque tiene los ojos  color   de esmeralda de su madre, y la mezcla de ambos ha dado como resultado una verdadera belleza,  es la dulzura personificada; es un calco de su madre en el carácter, su alma es blanca y transparente, Mis dos hijos gemelos, tienen una mezcla de nosotros dos, no sabría definir el parecido. Sus mundos son el arte y la música. José se dedica a  la música, y Andrés es pintor como yo, ambos son dos buenos hijos. Cuando nos reunimos toda la familia hablamos, nos reímos, nos queremos y  disfrutamos mucho juntos. Me aparto sin que se den cuenta, los miro, saco mis estampitas y les doy gracias por haberme dado lo que tanto ansié, una familia que me quisiera, una familia feliz; ahora puedo decir que soy un hombre pleno, ¡y porque no! ¡Un hombre inmensamente feliz!

 

En Ceuta, a 30  de octubre 2008

                                                                             Fini Castillo Sempere.

 

 

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                                           LA MARGARITA

Margarita
                                         En un país no muy lejano, vivía una Margarita, junto a sus padres y un ramillete de hermanos y hermanas. Un día ella pensó: que vida más aburrida llevo en este campo de flores silvestres; a mí me gustaría adornar, con mi belleza otros paisajes, además así no estaría bajo la vigilancia de mis padres; podría disfrutar de libertad y hacer lo que me viniera en ganas.                                                                                                            Una mañana, la Margarita se levantó muy temprano, se vistió con su mejor vestido blanco y adornándolo con un ancho cinturón amarillo, se miró en el río,  y cuando vio su figura reflejada, con gran coquetería pensó: con esta belleza voy a conquistar el mundo, es una pena desperdiciar mi hermosura en este valle, donde la vida es tan aburrida y monótona. Se irguió, se sacudió el vestido e inicio el camino hacía el mundo nuevo que quería descubrir por ella misma.
No  había pasado ni una hora, cuando de pronto la Margarita vio que venían hacía ella, una manada de cerdos, y en menos de un segundo se vio en medio de esos animalitos, que lo menos que quería eran ser sus amigos. Se escondió detrás de una gran piedra que por suerte del destino estaba cerca de ella. ¡Que susto!-pensó-  Se levantó con mucho cuidado, para ver si esos horribles animales se habían ido ya. -¡por fin se han marchado! pensó, se miro su vestido y vio que ya no era de color blanco, estaba sucio, - menos mal que mi madre no está aquí, si me viera el vestido de esta guisa, me regañaría- Ahora lo mejor será que retome el camino y a mis aventuras y sin pensarlo dos veces, se adentró en el bosque.                                                                                                                                                                   La Margarita, notó que el sol se iba escondiendo detrás de las montañas, y el día tan resplandeciente que le había acompañaba en su camino, se estaba apagando poco a poco. Sintió una punzada de miedo, miró al cielo y en la lejanía, descubrió que el sol le estaba dando pasó a la luna; estaban haciendo el relevo  como buenos compañeros: al sol le tocaba inaugurar el día con su luminosidad y resplandor, y a la luna le tocaba iniciar  la noche con su tenue luz. Margarita exclamo: ¡OH sol del día, no me dejes sola, no me dejes!, el sol, con un suspiro le contestó: mi vida hoy se acabó, no obstante, mañana con mi buen humor, abriré de nuevo el día, ¡hasta mañana pues!.      
          Desolada la Margarita, se sentó a descansar debajo de un árbol, se quedó dormida. Un gruñido la despertó, cuando abrió los ojos se horrorizó: estaba entre sombras, todo estaba oscuro y a su alrededor esas sombras la querían coger; miles de ojos penetrantes la miraban, se quedó inmóvil, su cuerpecito se estremecía y un helor le recorría todo su ser, esos ojos horribles, no dejaban de mirarla. ¡Dios mío! ¿Dónde estoy?- se preguntaba- De pronto una voz sonó muy fuerte y le dijo:
- ¿Tú no querías aventuras?, ¿te has parado a pensar, lo preocupados que estarán tus padres por tu ausencia?
- ¿Quién eres tú -le preguntó aterrada la Margarita-?, -Eso no importa le contestó la voz- Te diré, -hablaba la voz- que esto no es nada, ahora vendrá a buscarte el fantasma de la noche, te escondas donde te escondas, él te encontrará y te llevará a su castillo de tinieblas, y de ahí nunca saldrás, ahí habrán acabado tus aventuras. ¡Ja, ja, ja,! reía la voz .
          La Margarita, quedó exhausta del susto, por su cabeza pasaron mil historias de cuando estaba con sus padres y hermanos en su casita, en su hogar. ¡Dios mío, como me gustaría estar en mi casa! Al lado de mi mamá y mi papá y jugar con mis hermanos. De pronto la margarita, entre sudores y estertores  rompió a llorar desconsolada, llamando a sus padres: ¡papá, mamá! ¡Papá, mamá perdonarme, por favor, estoy muy arrepentida! En ese momento, se encendió la luz, y la mamá de la Margarita la abrazó, preguntándole que le pasaba, y ésta, aturdida abrazó a su madre diciéndole: mamá, os quiero mucho, quiero mucho a toda mi familia, y ¡nunca, nunca os dejaré!, mi vida está aquí con vosotros. La madre de la Margarita se quedó sorprendida de la actitud de su hija, la abrazó, la arropó y apagó la luz para que siguiera durmiendo. La Margarita en el silencio de la noche, comprendió que había sido un mal sueño, y pensó: Esta pesadilla, me ha servido para valorar a mi familia, y todo lo que me quieren ¡Nunca, jamás los abandonaré!, ¡este es mi sitio! Con este pensamiento la Margarita se volvió a dormir, y en su sueño se encontró en un prado verde, lleno de lindas flores y ella iba  vestida con el mejor traje blanco que tenía, y de complemento su siempre cinturón de color amarillo. El sol la envolvía, haciéndola más bella que nunca, ¡que orgullosa estaba de su tierra! Tierra que desde ese día le entregó su corazón y siempre, siempre adornaría sus campos, y los embriagaría al son del viento, con su perfume de flor.

 

 Ceuta, 10 de Mayo       

 

 Fini Castillo Sempere.

 

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UNA HISTORIA DE MI PADRE...

              

    Mi padre era un hombre de contar historias, a mi me gustaba mucho escucharlo, me quedaba embelesada y esta que voy a contar hoy especialmente me entristecía. Un día me dijo:
    -Hija mía, te voy a contar una historia que un día a mí, me contó mi padre; ya verás cuando la oigas, como te va a dejar un mal  sabor de boca. Esas fueron las palabras que utilizó; nunca se me olvidará la tristeza de su voz al comenzar su relato:
    Un buen día, Le dijo un hijo a su padre:
    -Padre, hoy vamos a salir a dar un largo paseo. El padre, emocionado de que su hijo quisiera dedicarle unas horas; se puso su chaqueta, descolgó su sombrero del perchero y cogiendo el bastón salio a la calle junto a su hijo. ¡Que orgulloso estaba!,- pensó. Su hijo querido lo acompañaba a dar un paseo. Caminaron y caminaron dejando el pueblo atrás. El padre extrañado preguntó:  
    -¿Hijo mío, nos estamos alejando mucho del pueblo?, ¿no será mejor volver?, el hijo lo miró y de esta manera respondió:
    -¡Padre!, ya no hay vuelta atrás- respondió. Descansa sobre esa piedra, que todavía queda camino por andar, 
    -¿Cómo es eso, hijo mío? Preguntó el padre.
    -El hijo contestó: ¡padre!, tu eres mayor y nosotros no podemos cuidarte, eso dice mi mujer, yo trabajo todo el día y tampoco te puedo atender; mis hijos no tienen tiempo y esclavos de ti no pueden ser, por eso no nos queda más remedio que ingresarte en un asilo; bastante tiempo has estado ya con nosotros, ¡allí vas a estar muy bien!
    -¡Hijo mío! no me hagas esto,- exclamó el padre- que yo vivir contigo quiero, ¡no me hagas esto hijo!, que sino de pena muero. 
    -La decisión está tomada, ¡en el asilo te quedarás!, algún día iré a verte para que me puedas contar esas historias que repites y que mis hijos  de ellas cansados ya están.
    El padre, sentase en esa piedra la vida ya le daba igual, descansó por un momento y se volvió a levantar.
    -¡Caminemos!, ¡hijo caminemos!  Y siguieron el sendero callado y triste el abuelo, hasta la puerta llegar, del asilo destinado  por un mandato real. Se despidió de su sangre, sin reproches ni lamentos y allí quedó solo el abuelo. Sus mejillas estaban humedad,  miró al cielo y exclamó:
    -¡Dios mío! no le tomes en cuenta esta infamia, desde ahora, ¡yo le perdono! y sólo quiero su bien; su mujer a mi no me quiere y aquí es donde debo permanecer y esperar;     eso si, ¡por Dios, cuanto antes  la muerte!
    El tiempo pasó y ese hijo tan cruel, con su hijo un día a pasear salió, vio la piedra donde a su padre invitó a sentar, el pánico le invadió y  a llorar al instante se echó.  
    -¿Por qué lloras padre?- El hijo le preguntó. Con la cabeza baja, este hombre contestó:
     -En esa misma piedra mi padre se sentó, el día que al asilo a la fuerza lo ingresé, lo dejé allí encerrado y, nunca  vivo  más lo vi. Me llamaron al poco tiempo, para el responso final; lo enterraron ese día y, entonces comprendí que alguna vez, eso mismo me pasaría a mi.  Ahora me tocará a mí sentarme, para que descanse y puedas después llevarme  al mismo sitio que yo, llevé a mi padre.
    El hijo muy pensativo mira al padre y le contesta:
      -¡No temas padre, no temas!, que aquí la historia se parte, no quiero que ningún día esa piedra me descanse, para emprender el camino donde ¡tú dejaste a tu padre! Quiero que todos mis hijos me quieran y me respeten, por el único motivo que yo soy su padre.
    Que historia tan triste me  contó mi padre. El me decía: esta historia me llena de tristeza y desasosiego, pero es una historia real para algunas personas. ¡Qué pena debió sentir ese padre!, cuando su propio hijo lo trató de esa manera. Seguro que se le partió el corazón en mil pedazos. Que grandeza de corazón tuvo el hijo del hijo, que no siguió el ejemplo de su padre; no quiso verse reflejado en el mismo espejo.
    Hay veces, que la vida obliga a llevar a cabo ciertas acciones, pero nunca hay que perder la delicadeza, el amor, las formas. Las cosas se pueden hacer y decir de muchas maneras para no herir los sentimientos de los demás. Es tan fácil ser amable, es tan sencillo tener una palabra de aliento para aquellas personas que lo requieran. ¿Tan difícil es ofrecer una flor en primavera?, ¿una caricia en el momento preciso?, ¿un soplo de aliento  cuando lo necesitan?
    ¡Atendamos a nuestros mayores como se merecen! Con amor, cariño, delicadeza, comprensión, esmero, paciencia y sobre todo con mucho respeto. ¡Sí, con todo el respeto que podamos entregarles!...

           
        Ceuta, 30 de Enero 2008-01-31

                       
                                                                           Fini Castillo Sempere.

 

 

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                               LA POLINESIA

 

  

 

Esa tarde hacía un calor sofocante y pegajoso.  Ella, se llamaba Hina en honor a la diosa de la mujer y de la luna. Sus largos cabellos negros y ondulados caían sobre su espalda casi desnuda. Su rostro de un tono bronce y bronceado desprendía luminosidad; sus ojos almendrados, negros y rajados le daban a su cara ese aire oriental propio de aquella zona. Sus labios carnosos y rojos hacían una combinación perfecta. Ella parecía realmente una diosa, era tal su belleza, que los nativos del poblado creían que era la propia diosa Hina, reencarnada en ella, de ahí venía  su nombre.

Hina, vivía junto a su padre y cinco hermanos en Mangareva, una isla de la Polinesia Francesa, en el pacífico sur. Su madre hacía cinco años que había muerto a consecuencia de una larga enfermedad, a partir de entonces ella se hizo cargo de la atención de su padre y de sus hermanos, más pequeños que ella.

La isla era preciosa, la naturaleza  exuberante y la tierra muy fértil, propicia para dar de sus entrañas,  árboles frutales; especialmente los naranjos, grandes plantaciones de café y sobre todo las flores silvestres. Las orquídeas se criaban por cualquier parte de la isla, ellas adornaban los cabellos de las nativas con exquisita gracia.

Una de las aficiones de los más jóvenes del lugar, era subir a los montes Duff y Mokote, con el objeto de contemplar la belleza que desde ahí se podía ver, la vista que desde allí se veía, era  increíble.  Ellos, competían con gran entusiasmo para ver quien llegaba ante a la cima de los montes, a veces el premio consistía en conseguir a la más bella de las bellas de la isla. Hina nunca se prestaba a ser el premio del ganador, ya habían otras, que cedían gustosas.

Una de las actividades más importante de aquella isla era el cultivo de las perlas negras. Esta actividad ofrecía ingresos importantes a los que se dedicaban a ello. Los hermanos de Hina, tenían dos pequeñas embarcaciones  para ir en busca de aquellos tesoros. Hina, desde muy pequeña, también salía a la búsqueda de las perlas negras, aunque no estaba bien visto esta actividad, en  las mujeres, a ella no le importaba, y discutía muy a menudo con su padre por esta cuestión, aunque éste ya, la había dejado por imposible.

El Padre de Hina de nombre Tairi, era una persona muy querida en la isla, era el  jefe.  Estaba siempre muy ocupado, dejando todos los asuntos de la casa en manos de la hija. Era una familia muy reconocida en la isla, el padre, hombre justo  en sus decisiones y en su gestión como responsable gubernamental. Todo el mundo lo respetaba y le pedía consejo. Tairi adoraba a su hija, le recordaba a su esposa,  era el vivo retrato de ella. Estaba un poco consentida por él y casi nunca le negaba nada. Él quería para ella lo mejor, por ese motivo, le dijo un día que tenía que ir a Taití a cursar estudios superiores, debía de ser una profesional y dejar de ir correteando la isla. Hina ya tenia casi dieciocho  años, y un sinfín de pretendientes. A ella le gustaba coquetear con los jóvenes, pero sin ninguna pretensión porque todavía no tenía pensado casarse, aunque ya muchas de sus amigas lo habían hecho con su edad. Su padre le decía continuamente que tenía que asentar la cabeza y pensar en formarse, para más adelante crear su propia familia. Esto lo decía con la boca chica, porque sentiría mucho el día que se fuera de su casa, y eso ocurriría cuando ella se marchara a estudiar y se casara.

La familia de Hina era católica, aunque sus antepasados eran politeístas, cuando los sacerdotes y pastores occidentales llegaron a la polinesia y enseñaron sus doctrinas; los nativos no ofrecieron mucha resistencia en abandonar a sus dioses y, practicar la nueva religión que se les brindaba, de igual manera los tabúes propios de religiones politeístas perdieron fuerza, aunque siempre quedaron algunos tan arraigados que era imposible erradicarlos.

Era el mes de Julio, en plena fiesta del Heiva, fiesta donde se rememora las costumbres ancestrales de aquellas islas. Cada año se lleva a cabo  un festival, donde se presenta todo el folclore polinesio: carreras de piraguas, pruebas de tiro al coco, y otras actividades propias del lugar. El espectáculo es increíble. Hina la noche del 10 de Julio iba a interpretar una danza con un grupo de jóvenes; ella sería la bailarina principal, le correspondía por rango.  Cuando se estaba preparando para el espectáculo, estaba nerviosa, lo primero que hizo fue ir a la playa y, nadar durante un rato en esas aguas cristalinas, eso la tranquilizaría. Dejó caer a la arena, la falda de colores que llevaba sujeta a la cintura, se quitó la tira de color verde que rodeaba sus pechos y se lanzó al mar; nadó durante un rato, al salir no se percató que al otro lado de la orilla había una sombra. Al salir del agua se quedó un rato parada esperando que su cuerpo escupiera las gotas de agua, se sacudió el cabello con mucha gracia, al levantar la cabeza  vio la luminosidad de un cigarrillo y emitió un grito.

-¿Quién anda ahí?- dijo.

- No te asustes, soy Fran,

-¿Se puede saber quien es Fran? Dijo irritada.

- Soy el invitado del Jefe, bueno soy el arquitecto que han contratado para llevar a cabo el proyecto del nuevo Hotel.

- Además se dedica usted a observar a jóvenes cuando se dan un baño en la playa.

- no, por dios, ha sido casualidad, he venido a dar un paseo, solo eso.

-Pues mire para otro lado, no ves que estoy desnuda.

- Si ya me he percatado de ello, lo siento, no ha sido mi intención ofenderla.

- Por cierto es Usted preciosa.

- Descarado.

- Nuevamente le digo que lo siento.

Fran se retiro de la playa y Hina pudo vestirse, de inmediato se dirigío al poblado. Sus pensamientos estaban en aquel extranjero atrevido. No puedo pensar en eso, me tengo que centrar en la danza- se dijo-

La joven se introdujo en su casa a toda prisa, entró en su habitación y encima de la cama estaba la falda hecha de cintas de colores y ramas verdes, era una prenda diminuta, una vez puesta dejaba ver sus largas piernas. En el torso, llevaba las mismas cintas y hojas verdes semejando un sujetador, que tapaba sus senos, el vientre totalmente descubierto hasta la altura de las caderas. El pelo lo adornaba con una diadema de flores; principalmente orquídeas, dejando un reguero de fragancia exquisita al son de sus movimientos. Salió de la casa y se incorporó a un grupo de jóvenes, ya era la hora de representar su baile, danzarían al compás de una rítmica música tocada por los jóvenes de la isla.

Hina, apareció de pronto entre los árboles, iba a representar un baile, inspirado en alguna leyenda de sus ancestros. Sus caderas con una sincronización perfecta, se movían con un ritmo enloquecido, era un espectáculo digno de verse. Allí estaba danzando aquella belleza, parecía salida de otro mundo, cada vez el ritmo era más rápido y poco a poco se iba suavizando para volver a brincar con más ímpetu  al son de los tambores de aquellos nativos, con casi todo el cuerpo tatuado. Cayó al suelo casi extenuada; de pronto aparecieron otras jóvenes danzando a su alrededor, hacían círculos,  dejándola a ella en el centro, giraban y giraban lentamente, más rápido y de pronto Hina, alza los brazos y como una gacela da un brinco, corre de un lado a otro, se para en el centro. Se paran los tambores, de pronto se hace de nuevo el sonido de los instrumentos enloquecidos y con ritmos percusivos. Ella danza y danza, mueve sus caderas con tanta gracia que deja enamorados a todos los  que observan el espectáculo; no importa la edad, ella y su belleza deja huella, esa noche de Julio en la Polinesia.

Este festival Heiva, se celebra cada año, y es ahí cuando los enamorados se atreven a pedir  a los familiares la mano de sus amadas. Después del baile enloquecido y sensual los jóvenes van a la playa a nadar bajo el manto de las estrellas, es un ritual que se hace de generación en generación. También se enorgullecen de sus cuerpos tatuados, con acciones de sus antiguos antepasados. Ellos se hacen los tatuajes sobre la piel, utilizan  espinas de pescados; hay en las islas nativos que se dedican a este menester, que se heredan de padres a hijos. Esta costumbre esta muy arraigada en aquellas islas de la Polinesia, realizando verdaderas obras de arte, sobre la piel  morena de los jóvenes.

Esa noche Hina después del espectáculo se dirigió a la playa lentamente. Observa  como otras jóvenes, van corriendo de la mano de sus amados; corren por la playa descalzos para zambullirse en el agua calida y cristalina, y así calmar de alguna manera los deseos carnales de una noche llena de magia. A la mañana siguiente, esos jóvenes tienen que demostrar su destreza en las carreras de canoas, por lo tanto  deben descansar y no poner en peligro su vigor en la esperada competición.

Los lugareños recibían a los extranjeros e invitados con bailes;  las bellas mujeres de largos cabellos, adornados con diademas de exquisitas  flores, les ofrecían collares hechos con sumo cuidado y ensartando  florecillas de vivos  colores... El día que Fran llegó a aquella isla, se sintió conmovido y halagado por el recibimiento que le ofrecieron aquellas personas encantadoras y agradables. Acto seguido un grupo de jóvenes les invitaron a nadar en aquel mar transparente, y posteriormente lo llevaron para que zambullera en una zona del mar, donde había    unas especies de tiburones, que al parecer, ellos comentaban que eran inofensivos,  le denominaban tiburones amarillos. Fran se asustó al verlos, pero no quiso demostrar el temor que le producían esos animales, y se lanzó como uno de ellos a esa aventura. Las mujeres, viendo el temor del joven se echaron a reír de manera disimulada, para que el invitado no se sintiera avergonzado. Pero él notaba la bufa, sintiéndose ridículo.

Antes de llegar a la playa Hina se sentó debajo de un cocotero; enciende un cigarrillo, y lentamente despide el humo. Está pensando en los jóvenes del lugar, no siente nada especial por ninguno, bueno hay uno que le gusta más que los demás, pero cree que no está enamorada. No siente esa sensación maravillosa, que describía un libro que estaba leyendo. El libro hablaba de sensaciones increíbles entre dos enamorados; entre un hombre y una mujer. Que pena -pensó- todavía no me he enamorado, quizás nunca me enamore. Estaba en esos pensamientos cuando de pronto escuchó cerca de ella:

- Un dólar por tus pensamientos.

-¿Quién es?- dijo.

- ¿no me conoces? Contestó.

- No tengo el gusto-respondió.

-pues yo a ti si, además en paños menores.

- no me lo puedo creer, eres el de esta tarde en la playa

- el mismo.

- Pues sigues igual de descarado

- no te enfades, soy Fran como te dije esta tarde.

- Bien yo me llamo Hina.

-Ya se quien eres, como para no saberlo, eres la chica más popular de la isla, además la hija de mi amigo Tairi. Puedo verte de cerca, así comprobaré todo lo que se dice de ti.

-Vuelves a ser muy descarado.

- ya lo sé, pero quiero conocerte, me has dejado extasiado con tu baile, eres maravillosa parecías una diosa, tienes un ritmo increíble.

- No tiene importancia, estos movimientos los da la tierra- dijo en tono jocoso.

- ¿Y esa belleza que tienes también la da la tierra? ¿O es culpa de tus progenitores? Preguntó.

- No es belleza lo que tú ves en mí, son rasgos distintos a los que estás acostumbrado- manifestó.

- Sea una cosa u otra, la única verdad es que eres la divinidad personificada, eres bellísima, preciosa, no se que más decirte. Ahora, me invitas a un cigarrillo- preguntó.

- Por supuesto, ven y siéntate a mi lado así también podré comprobar de cerca tu rostro para darte mi opinión- dijo de manera descarada-

Hina, se encontró con dos ojos color esmeraldas, enmarcados en unas pestañas larguisimas, una nariz recta y  unos labios carnosos. Su pelo era negro y peinado hacía atrás. Si, verdaderamente era atractivo; pero que diferente a los chicos de la isla.

-Si tu también eres preciosísimo -dijo de manera irónica- tendrás muchas novias, allá donde esté tu hogar. ¿De donde eres? Preguntó.

Soy de Alabama, en el sur profundo de Estados Unidos, soy de Birmingham, lugar de exquisitos músicos y donde está una de las mejores orquestas sinfónicas del mundo.

-Que interesante lugar, -exclamó Hina.

- Mis padres se fueron a ese estado hace muchos años, a trabajar en las minas de carbón. Desde entonces vivimos allí, bueno ellos, porque yo ando de aquí para allá, debido a mi profesión y a mi afición a recorrer mundo. Y sobre todo a conocer bellezas como tú, -dijo entre sonrisas-

- Mañana hay una gran fiesta, si quieres puedes venir, y así verás como pasan el tiempo los jóvenes del lugar.

- Acepto encantado, pero ya me había invitado tu padre a que almorzara con su familia, y por supuesto yo he aceptado.

- Bien, mañana es un día muy importante para la isla, habrá competición de piraguas y otras actividades. Fran, me dijiste que has venido a la isla a llevar a cabo el proyecto del nuevo hotel, ¿es cierto?

-Si, me han contratado para ello, y supongo que estaré aquí una buena temporada. Y tu a que te dedicas- preguntó.

- Bueno mi afición favorita es ir a la búsqueda de las perlas negras, pero mi padre se ha empeñado que vaya a la universidad, y de hacerlo, me gustaría estudiar medicina.

- Ah, bonita profesión, pero es totalmente vocacional.

- Si, quiero ser médico y ejercer aquí; en esta isla, estamos escasos de profesionales de la medicina.

Sin darse cuenta estuvieron un buen rato bajo el amparo de  las estrellas, hablando  de sus preferencias. Hina le preguntaba muchas cosas de los Estados unidos, quería conocer como se desarrollaba la vida en aquel país, que ella consideraba tan interesante. Había oído hablar mucho de América, siempre que venían invitados a la casa de su padre, preguntaba si conocían aquel país tan interesante, y poco a poco se fue creando una imagen de como sería. Algún día iré a visitarlo- pensó.-

Al día siguiente, se encontraron en la playa, al amanecer. Él no podía dormir y se fue a refrescarse con un baño en el mar, cuando de pronto vio una barquita a lo lejos y en ella, iba subida la muchacha más bella que jamás había visto; era ella, Hina, con un bikini floreado dejaba ver sus esbelta figura; sus movimientos eran felinos y elegantes. A él le recorrió una sensación extraña al verla, que se estremeció todo su cuerpo. ¡Que bella es, que bella! –pensó.

Durante varios días fueron inseparables, ella se dedicaba a enseñarle la isla, y él aceptaba encantado. Henin, un muchacho que estaba perdidamente enamorado de Hina, no veía de buen grado el acercamiento de Fran hacía la muchacha, y estaba tremendamente celoso. Se acercó a ambos y con malos modales, le dijo a Hina que fuera con él a dar un paseo, ésta le contestó que ahora no podía, y él la agarró del brazo intimidándola, esto hizo que Fran interviniera dándole un puñetazo en la mandíbula. La situación se violentó cuando empezaron a pelear. Se formó un alboroto, acudiendo muchas de las personas que estaban por los alrededores. En ese instante, apareció el padre de Hina, y alzando la voz para que lo escucharan y se parara la pelea manifestó:          -No permitiré ninguna pelea en esta isla, y menos con uno de mis invitados, nuestra costumbre es desde siempre, atender con mucha cortesía a los forasteros e invitados, y así seguirá siendo, al menos mientras yo viva- dijo enojado Tairi-

- El joven Henin se levantó del suelo, e inclinándose delante del jefe, se retiró de inmediato del lugar.

-Hina, ya me explicarás lo ocurrido más tarde en casa, ahora por favor, márchate y ayuda a organizar la comida, hoy tenemos invitados a comer.

- Pero padre, yo no he tenido la culpa de esta pelea, ha sido Henin el que ha empezado, dejándome en ridículo delante de Fran.

- Es cierto manifestó el arquitecto, él no ha tratado con respeto a su hija, y eso no lo puedo consentir.

- Bien, dejemos por hoy el tema zanjado- manifestó- Hoy está usted invitado a sentarse en nuestra mesa.

- Si, estaré en su casa a la hora indicada.  – y haciendo ademán de bajar la cabeza, se retiró.

Hina, se marchó muy malhumorada a su casa, como podía su padre dejarla en ridículo delante de tanta gente. Él tenía que haber recriminado a Henin, porque su actuación no estuvo bien, no entendía porque su padre había actuado de esa manera. No importa –pensó-, lo importante es que Fran me defendió, no consintió que ese estúpido se pasara conmigo, -que se había creído-, ni que yo fuera de su propiedad, o no pudiera ir con quien quisiera.

Esa noche, ella tenía planeado llevar a Fran a pasear en barca, le iba a enseñar la isla a la luz de la luna. Se pondría uno de sus trajes de colores, los típicos de la isla, que la hacían lucir tan bella; elegiría el mismo con el que bailó la noche que lo conoció, únicamente cambiaría la falda corta, por una larga color naranja, esta tenía una abertura muy grande, que le dejaba ver todas las piernas; con ella se veía muy estilizada, si realmente estaría esplendida –pensó-  Quería enamorarlo definitivamente, porque ella ya lo estaba; se había dado cuenta hacia días, que sentía una pasión desbordada por él; cada vez que lo veía, su corazón se agitaba locamente, como si una manada de caballos salvajes estuvieran dentro de su pecho.

Se preparó con sumo cuidado, quería que esa noche fuera especial. Sacó su maletín de maquillaje que se lo  habían mandado de Francia, unos amigos de su padre.  Domiquik, era una mujer encantadora y muy guapa. Me quedaba embelesada cuando la veía tan atractiva con sus maquillajes, pinturas de labios y los perfumes franceses que usaba. Ella al ver mi atracción  por la cosmética, me prometió que a la vuelta a Francia, me mandaría un lote con todos aquellos productos. Y así fue, al mes siguiente, recibió una caja, y dentro los productos de belleza que  deseaba. Se maquilló y se puso rojo de labios, realmente su belleza resaltaba aun más.

Pasearon un largo rato en barca, se acercaron a orilla de una extensa playa de arena muy fina, anduvieron paseando bajo la luz de las estrellas, la luna era testigo en toda su plenitud de luna llena, de aquel abrazo lleno de pasión que envolvió la noche, haciendo participes del momento a toda aquella naturaleza salvaje.

¡Que bella eres, mi nativa! – le dijo al oído- quisiera que este momento se quedara paralizado para siempre, eres tan joven, y tienes tantos proyectos. Algún día vendrás conmigo a donde quiera que yo vaya- le preguntó.

-Que preguntas me haces, mi extranjero- le contestó- pero ni siquiera me has dicho ni una sola vez que me quieres, como pretende que me vaya algún día contigo.

-Ah, no te lo he dicho, pues te lo digo ahora, te quiero, te quiero, y mil veces que naciera, te querría.  Si, Hina me he enamorado locamente de ti, de todo tu ser, eres una persona tan especial.

-¡Oh! Fran, mis sentimientos son idénticos a los tuyos, yo también te quiero, quiero estar contigo siempre, iré donde quiera que tu estés.

La noche los envolvió, y solo ella y los enamorados fueron testigo de lo que en la playa ocurrió, bajo el techo estrellado del firmamento.

Los enamorados, ya no fingieron su amor, Fran hablo con el jefe y le manifestó los sentimientos que tenia respecto a su hija. Le solicitó permiso para poder ser oficialmente el novio de Hina. El padre accedió, con la condición que tendrían que esperar que ella fuera a la Universidad y se preparara. Su hija había elegido ser médico y así debía de ser. Fran aceptó, porque comprendió que ella tenía derecho a cumplir sus sueños y llevar a cabo su vocación. Aunque a ella le costo trabajo acceder, porque si por ella hubiera sido, se hubiera casado de inmediato con él.

El verano llegó a su fin, y ella se Marchó a Taití a estudiar medicina, como estaba previsto. El día que se separaron lo hicieron con mucho dolor, y con muchas promesas. Se verían en Navidades, el cogería un vuelo desde Inglaterra, ya que le había salido un contrato por Europa, y no quería desaprovecharlo.

Se escribían muy a menudo, ella inició su carrera con mucha ilusión, pero con un gran vacío; necesitaba estar con él, sentirlo, tenerlo cerca, y sin embargo estaba a mucha distancia. Un par de veces a la semana recibía sus cartas, en ellas le decía todo lo que la quería, y lo difícil que se hacían los días sin estar a su lado. Necesitaba de sus besos y caricias. Verdaderamente se echaban mucho de menos, se querían y lo único que deseaban ambos, era estar juntos, el tiempo de la separación se les haría insoportable.

Un día de Noviembre, Fran estando tumbado en la cama, en actitud pensativa, pensaba en lo bonita que era su amada. La visualizaba riendo, y corriendo por la playa, echándole agua del mar, para después revolcarse en la arena jugando; estando en estos pensamientos, se levanto de un salto, se vistió y salió a la calle, iba a buscar el primer vuelo que saliera para Taití. No aguantaba ni un minuto más sin verla; quería estrecharla entre sus brazos y amarla, amarla con todas sus fuerzas, era lo que más deseaba en este mundo.

Volvió a la oficina, le comunico a su secretaria que iría a Taití, una semana. Le indicó que, si llamaba Hina, preguntando por él, que no le dijera nada, quería darle una sorpresa y no quería por nada del mundo que se le chafara. Fue a su apartamento, hizo su equipaje y salio a la calle, pero antes quería ir a una joyería, para comprarle una sortija, ese sería su regalo: el anillo de compromiso.

Una vez que llegó al aeropuerto, se dispuso de inmediato en la cola de embarque, ya solo quedaban treinta minutos para el despegue. Solo pensaba que en unas horas tendría entre sus brazos a la mujer que él amaba y que amaría siempre.

El avión salió desde el aeropuerto de Luton, a la hora en punto, tendría que hacer varias escalas hasta llegar a Taití; no importaba, solo quería que las horas pasaran rápidamente. Ya llevaba horas de vuelo, quedaría poco para ir divisando esas maravillosas islas del pacífico. Me acomodé en el asiento para intentar dormir un poco, pensando en los días maravillosos que pasaría junto a ella; con estos pensamientos me adormecí. Estaba entre sueños cuando de pronto noté una sacudida bastante grande, se oyeron gritos; los pasajeros estaban histéricos, las azafatas procuraban calmar a los pasajeros. De pronto se oyó una voz que procedía de la cabina, era el comandante de vuelo diciendo que estaban en alerta y tendrían que hacer un aterrizaje de emergencia, porque uno de los motores se había incendiado. Cundió el pánico, las personas chillaban sin cesar. Sentí mucho miedo, miedo a perder la vida en ese avión; por un instante visualice el rostro de Hina, y pensé que jamás la volvería a ver, fue entonces cuando sentí un pánico atroz, estaba seguro que mi vida al igual que la de los demás pasajeros había llegado a su fin. Se hizo la oscuridad.

Me sentía muy cansado y dolorido, abrí los ojos, y me descubrí rodeado de personas desconocidas, en una especie de casa de madera. Me encontraba tendido en el suelo en una estera confeccionada con hojas de palma; la habitación carecía de cosas superfluas, mi cuerpo estaba desnudo desde la cintura hacía arriba, lo cubrían con una manta de colores muy vivos. La cabeza me ardía, la habitación me daba vueltas, ésta despedía un olor dulce, sentí como el estomago se me encogía, y no pude evitar sentí  nauseas. El hombre que estaba a mi lado se percató de la situación y me acercó con una sonrisa un recipiente, que utilice de inmediato.

No sabía donde estaba, ni quien era, no recordaba nada. El nativo que estaba en el habitáculo desapareció. Al momento apareció de nuevo con varios hombres y dos mujeres, se acercaron a mí, y me preguntaron en un idioma que no entendí, como estaba y quien era, eso lo deduje por los ademanes que hacían con sus manos. Me sentía mal y desorientado, descansé mi cabeza en aquella dura estera, cerré los ojos, y mi mente se quedó de nuevo sumida en la oscuridad.

Llevaba varias semanas en aquella isla, que pertenecía al archipiélago polinesio, su nombre era Moorea, junto con Tahití y Bora Bora, presentaban un paisaje espectacular; sus playas eran de ensueño, y sus montañas reflejaban la propia naturaleza en su estado natural, allí se respiraba libertad. Las gentes de aquellos parajes, eran personas muy acogedoras, pero yo, no me sentía en mi ambiente, aún sin saber de donde era y a donde  pertenecía. Mi mente se volvía oscura cuando intentaba pensar y descubrir mi verdadera identidad.

Habían pasado ya seis meses desde mi llegada a la isla, ellos me dijeron que había sobrevivido milagrosamente a un accidente de avión. Solo habían sobrevivido tres personas más, que una vez recuperados, partieron a sus respectivos hogares. Fran sin embargo  al perder la memoria, no tenía hogar.  El caso de él era diferente, estuvo muy grave y decidieron mantenerlo allí, hasta que mejorara y recuperar la memoria. Un responsable de la compañía aérea, quiso llevarlo a Inglaterra, pero él no aceptó, prefería- no sabía porque motivo-, permanecer en aquella tierra.

Hina, llevaba varios días sin tener noticia de él, que raro –pensó- llamaré a su despacho para verificar el motivo de su silencio. Cuando habló con la secretaría, notó el nerviosismo de ella.

-Buenos días Magi, se puede poner Fran, hace días que no me llama.

La secretaría quedó petrificada, iría Fran en aquel vuelo, era raro que no hubiese llegado a su destino. Ella había oído lo del accidente, pero no lo relacionó al vuelo de su jefe. Ella pensaba que Fran estaría pasando unos días maravillosos junto a Hinan, y ahora, ella le llamaba para preguntarle por él. ¡Dios mío! – pensó-

-Contesta, Magi, que ocurre, donde está Fran. ¿Por qué   no responde?, ¡contesta!.

- Señorita, Hina, Fran se marchó hace días a Taití, fue a encontrarse contigo, no quería que te dijera nada para darte una sorpresa, se marchó y no he sabido nada de él.

- No, Magi, no puede ser, el no ha llegado aquí, estás segura que venía a mi encuentro- preguntó muy nerviosa-

- Si, estoy segura, pero también ese día hubo un accidente de avión, se estrelló un avión cerca de aquella zona, pero no se me pasó que él pudiera ir en él, porque su idea era salir de noche de Inglaterra, y ese avión salió hacía el medio día.

Lo que no sabía Magi  que, él, en su ansía de llegar cuanto antes, había cambiado los billetes para un vuelo que había casi ocho horas antes, y ese fue el vuelo donde tantas personas perdieron la vida, allá en la Polinesia.

Hina, dejó caer el teléfono, no podría ser verdad, él no podría estar muerto, no podía, no podía, se decía una y otra vez. Cayó al suelo y la desesperación la embargo de tal manera que perdió el conocimiento, fue una compañera del hospital quien la descubrió en el suelo; de inmediato dio la voz de alarma y al instante aparecieron dos enfermeras y un doctor, que la examinaron y dándoles unas palmaditas en la cara, intentaron reanimarla. Debe ser una lipotimia, dijo el doctor. En ese momento Hina se despertó y lanzando un grito de dolor rompió a llorar con desesperación. Los allí presenten no sabían lo que ocurría, hasta que ella explicó la situación y el temor de que su novio, hubiese muerto en el accidente de aviación de dos días atrás.

Todas las gestiones que Hina realizó, fueron infructuosas, nadie sabía nada de su paradero, dieron por hecho que esta persona, habría fallecido en el accidente y que su cuerpo hubiera quedado carbonizado y sin identificar. Ella pensó volverse loca de dolor y desesperación. Sus amigas fueron su único consuelo y gracias a ellas, pudo ir superando la pérdida poco a poco. Se volcó en sus estudios de medicina y así pasaron los seis años siguiente, viviendo, pero en el fondo de su corazón seguía recordando a Fran, y no había visto todavía el momento de volverse a enamorar, no por falta de pretendientes, porque era una mujer bellísima, sino porque su corazón todavía no estaba preparado para desocupar de él, a su querido Fran.

Habían pasado ya dos años desde el terrible accidente, Fran seguía viviendo en la misma isla, que aquel fatídico día le llevó a ella. Su cabeza estaba vacía de contenido, no recordaba nada de su vida anterior. Fue acogido por una familia hasta su recuperación, y después se facilitó una cabaña de madera; para evitar encontrarse en todo momento a Luiri, la hija mayor de esta familia, al parecer ella quería mantener una relación amorosa con él, pero  él todavía no estaba preparado para ello. Ella era una chica atractiva y muy simpática, pero él necesitaba saber algo de su vida anterior, eso no lo dejaba descansar y menos empezar una relación amorosa. Necesitaba descubrir cosas de su pasado, y hasta ese momento no podría hacer nada que después pudiera arrepentirse.

La casa, como casi todas las de la isla, sus  cimientos se enclavaban en el  mar, dejándolos al descubierto. El techo  estaba confeccionado con ramas de los árboles. Esa pequeña casa, que se dibujaba encima del mar, era espléndida. Por las mañanas cuando me asomaba a la pequeña terraza, podía ver como los peces, alborotaban debajo de aquel mar color azul turquesa. Estaba bien físicamente,  pero le faltaba algo, tenía la necesidad de saber quien era, y que hacía  en un lugar al cual no pertenecía, pero no sabía a donde ir, ni de donde venia, por eso había decidido estar allí de momento.

Los días pasaban, llevaba más de seis años en aquel lugar, necesitaba hacer algo, y empecé a dibujar, eso se me daba muy bien. Pintaba todo lo que se me ponía a tiro, aquellos atardeceres de ensueños, la puesta de sol, aquellos paisajes maravillosos.  Lo que más me llamaba la atención era que, cuando quería pintar a las nativas, a las mujeres, solo reflejaba una imagen, una nativa bellísima, que jamás había visto. Esta imagen la tenía siempre presente, hasta tal punto que pregunté a los del lugar si conocían a aquella mujer. La respuesta a esta pregunta siempre fue negativa, no la conocían.

Él llegó a pensar que solo estaría en su imaginación, pero no obstante pintó varios cuadros de ella, y el más bonito se lo regaló al jefe de la isla. Bari, que así se llamaba el representante gubernamental, lo visitó en su casa una mañana, había hecho amistad con él hacía tiempo, y al ver el cuadro se quedó extasiado. Llégatelo a tu casa, es tuyo- le dijo-.

Habían pasado seis años, Hina, ya había terminado la carrera de medicina, y llevaba un tiempo trabajando en el Hospital de Taití. Le gustaba mucho su profesión y pasaba muchas horas de consulta en consulta, sabía que hacía falta y su vocación estaba por encima de muchas cosas; también lo hacía para ocupar el tiempo, no dejaba de pensar en la felicidad truncada, y eso la hacía muy infeliz; ojalá algún día pueda rehacer mi vida- pensó.     Aquella mañana, su padre le llamó por teléfono y le pidió que viajara con él a Mooree, la isla donde estaba de jefe su gran amigo de la infancia. Le había invitado y quería que ella lo acompañara, para que la conociera, además el hijo estaba muy interesado en conocerla, según le contó le había llegado muy buenas referencias de mi hija.

-Pero papá exclamó Hima, como es eso, que quiere conocerme el hijo de tu amigo, ni que fuera una moneda de cambio. Uf…¡Que cosas tienes!

El padre emitió una gran carcajada, consiguió que su hija lo acompañara, saldrían al día siguiente, y pasarían la próxima semana, disfrutando de  la acogedora invitación de su amigo. También quería distraerla, porque la veía muy triste, y todavía no había olvidado a aquel extranjero que un día fue a su isla y le robo el corazón a su única hija. Aunque él hubiera preferido verla feliz, y tener algún que otro sietecito entre sus rodillas, además aquel joven le caía muy bien, fue una lástima su muerte- pensó-

Llegaron a la preciosa mansión, una vez se acomodaron, recibieron los honores del anfitrión de la casa que apareció acompañado de su hijo, un joven muy atractivo y simpático, pero no era mi tipo, sabia que con aquel joven nunca iniciaría una relación amorosa, por mucho que se empeñaran.

Irus, que así se llamaba el joven, la invitó a dar un paseo en lancha, y este sin más le confesó que su padre tenía mucho interés de que se conocieran, y él acepto encantado, y ahora más al verla y reconocer su extraordinaria belleza. Ella le dio las gracias por su sinceridad, y le dijo que la verdadera belleza estaba en los corazones de las personas, y no en su aspecto físico. También le dijo que su corazón estaba ocupado desde hacia muchos años, y de momento no había cabida para ningún nuevo amor. Y como quiso ser sincera con aquel muchacho de mirada tierna; le contó su historia con Fran, le contó de sus sufrimientos al perderlo en aquel accidente de avión, y también le confesó que por ahora, solo se quería centrar en su carrera, el tiempo marcaría el destino de cada persona.

Llego a la hora de la cena y de la recepción que habían preparado para ella y su padre. El salón de la mansión estaba repleto de colorido, las flores exóticas invadían la estancia, las mujeres vestían con trajes largos y su cuello lo adornaban con grandes collares de guirnaldas de distintos colores. El ambiente era muy agradable, la comida era abundante. Un grupo de nativos tocaban una música que a ella le contrajo el corazón, era la misma música, la misma que  ella bailó aquel día, aquella danza enloquecida; aquella noche, fue la noche mágica donde lo conoció. Estando en estos pensamientos, no se dio cuenta que su padre se acercaba a ella y le pidió que bailara. Ella, no estaba preparada para ello, pero por no desairar a su padre aceptó. Bailó sin fuerzas en un principio, pero según la música tocaba más fuerte, sus movimientos rítmicos se hacían más rápidos. Parecía una Diosa de la polinesia, su belleza en aquel baile desenfrenado era increíble. Cuando la música se paró, ella calló al suelo exhausta, levantándose salió corriendo en dirección a la playa. Pero esa noche él no estaba esperándola en la playa, como aquel día donde empezó su historia de amor. El no estaba, ¡está muerto! –gritó, echándose a llorar sobre la arena, y bajo el mismo cielo estrellado que había sido testigo de sus noches de amor.

Aunque Fran estaba invitado aquella noche a la fiesta de su amigo, no le apetecía ir; prefería pasear por la playa, aquellas fiestas le traían desasosiego, y no sabía porqué; esa noche decidió darse un baño a la luz de la luna, mirar las estrellas y, preguntarles por su pasado, pero no obtuvo respuesta alguna. Cogió una piragua, y se introdujo en el mar, necesitaba remar. La luma estaba esplendorosa iluminando la noche, él se echó sobre la piragua y se que dormido. El alba lo despertó, se incorporó recogió los remos y volvió a su casa sin más. El destino ese día le jugó una mala pasada.

Las estrellas en aquella ocasión no quisieron que Fran e Hina se encontraran, habían estado tan cerca, y sin embargo sus caminos no se unieron.  Hima junto a su padre emprendieron el camino de vuelta hacia sus casas. Agradecieron al amigo su hospitalidad, emplazándolo para a una visita a su isla.

Había pasado un año, y un día por la mañana, Fran despertó con un fuerte dolor de cabeza, fue en ese momento cuando comenzó a tener flases de su vida, se veía en un despacho, en otra ciudad, fue entonces cuando recordó su nombre y de donde precedía. Sin más premura preparó un viaje a Londres, allí podría buscar lo que andaba buscando.

Cuando llegó a Inglaterra, fue directamente a la dirección que recordaba, allí no había ningún despacho de arquitecto. Preguntó al  encargado del edificio, y este le comentó que hubo un despacho de un arquitecto, pero que había fallecido en un accidente de aviación, y desde entonces aquel despacho estaba cerrado. Fue hasta la puerta de su antiguo despacho, sacó una pequeña navaja que guardaba en el bolsillo, y violentó la cerradura. Una vez que entró, se encontró con su pasado, allí estaba su mesa, sus archivos, y sobre la mesa descubrió con gran sorpresa una foto, ¡Dios mío! – - se dijo- es la mujer, es ella; la mujer que llevo gravada en mi mente, la que sin querer pinto una y otra vez.

No sabía quien era aquella mujer, ni porque tenía la foto encima de su mesa, lo que si sabía era que cuando la miraba algo en su alma se movía, Tengo que averiguar quien es y donde está, hasta que no la encuentre mi mente no estará curada.

Fran, se puso en contacto con el colegio de arquitecto, y no tuvo problemas para conseguir nuevamente un trabajo. Habían pasado cuatro meses desde su llegada a Londres, y de pronto recibió un telegrama de su antiguo amigo Bari, en él decía que venia a Inglaterra por asuntos de negocio, y le gustaría mucho verlo. Fran le contestó que estaría encantado de recibirlo, y se ofrecía para ser su cicerón.

A la semana de recibir la misiva de su amigo, lo recibió en su despacho, después de varias horas de charla, Bari centró su atención en aquella foto, aquella mujer polinesia que estaba en el retrato era la misma mujer del cuadro que le había regalado un día su amigo. Que raro pensó- como es posible que Fran tuviera la foto de Hina, la hija de su amigo. En estos pensamientos estaba cuando Fran le preguntó:

-¿te gusta la foto, a que es una mujer bellísima?

- Si que lo es, ¿Cómo ha llegado esta foto a tu poder?- preguntó.

- Eso mismo quisiera saber yo, pero he descubierto que es la mujer de mis cuadros,

- Por supuesto, es la mujer del cuadro que me regalaste, y que con el tiempo descubrí quien era.

-¿Cómo, sabes quien es?

- Si, lo sé, es la hija de mi amigo Tairi, el jefe de Mangovera.

-Ellos vinieron a una fiesta que preparé en su honor, fiesta que tú estabas invitado, y no acudiste, dejándome a mí en mal lugar; pero lo entendí, debido a tus rarezas. Ahora que lo pienso, ella estaba muy afectada porque su novio había muerto en un accidente de aviación.

- Vaya que coincidencia, yo casi me mato en un accidente similar. Que pena no haber acudido a tu fiesta, me perdí la ocasión de conocer a semejante belleza, e incluso descubrir mi verdad.

- Fran, porque no viaja conmigo, así tendrás la posibilidad de conocer a esta mujer.

-Para que, ella debe estar casada, igual a su esposo no le parecería bien.

- No, no está casada, de estarlo su padre, mi amigo me hubiera invitado a la boda, es más; yo estaba interesado en que mi hijo la conquistara, pero ella le dijo que su corazón estaba ocupado todavía con su amor, el que falleció en el accidente. Eso es amor, digo yo, porque no es normal que una chica tan guapa, esté todavía sola.

- Pues, creo que acepto tu oferta, quiero descubrir porque esa imagen me persigue, no solo en los sueños, sino también cuando estoy despierto.

Cuando llegaron a la isla de su amigo, Fran se acomodo en una habitación del ala este, tenía una gran terraza que daba al mar; un mar que parecía sacado de un cuadro, su color era turquesa, su playa de una arena muy fina y de color casi dorada. ¡Que espectáculo tan divino, esas playas fascinarían a cualquiera! – Pensó- iré a darme un baño en esas aguas cristalina. Se cambió, se puso un traje de baño y saliendo desde la terraza camino de la playa, se zambulló de golpe  en aquellas aguas tan apetecibles.

En la cena, le dijo a su amigo, que al día siguiente iría a Taití, quería buscar a aquella mujer con premura, necesitaba saber que significaba en su vida, porque ese rostro lo atormentaba, deseaba en lo más profundo de su ser recordar su vida en la totalidad, no de forma parcial como ahora ocurría.

- No te preocupes, le dijo el amigo, podrás encontrarla en el Hospital Central de Taití, allí trabaja como médico., su nombre es Hina, recuérdalo.

A la mañana siguiente se marchó en busca de respuesta. A media tarde se encontraba de camino al Hospital, su estado era muy ansioso, sabía en el fondo de su alma, que aquella mujer sería la pieza de puzzle que necesitaba, para cerrar el episodio de su vida que no recordaba,- estaba seguro de ello-. Se dirigió a información del Hospital para informarse de donde podría encontrar al médico que estaba buscando. La señorita del mostrador le regaló una agradable sonrisa, indicándole  que la encontraría en la tercera planta, en pediatría.

La vio  a lo lejos, estaba echada sobre una camilla, en la cual había un niño, de su bracito delgado salía un cable que estaba enganchado a una botella,  sería suero y medicinas, el pequeño no hablaba, de su boca salía un leve quejido.

- No tengas miedo, campeón, le decía ella con todo amable y cariñoso.

Al verla sentí una punzada muy fina en el corazón, es ella me dije, es ella, la imagen que día a día me persigue. ¿Quien será esta mujer que me obsesiona?

No fue capaz de acercarse, se sentía muy abrumado, y se veía ridículo, no sabía que le podría decir, sin que ella pensara que estaba loco. Estuvo observándola, y en un momento se cruzaron por el pasillo; él se volvió, y ella no pudo verlo. Nuevamente se cruzaron, pero sus vidas estaban separadas. Fue a la cafetería, y se tomó un café. Más tarde salio por la puerta principal del hospital para caminar un poco, iba tan abstraído que al cruzar la calle no vio venir un automóvil que le embistió, dándole un fuerte golpe en la cabeza., dejándolo tumbado en el suelo inconsciente

En ese momento Hina salía del hospital, y presenció a lo lejos el accidente, corrió al lugar para socorrer al herido, cuando llegó al lugar quedó atónita, no podía ser,  aquel hombre era la viva imagen de Fran, sin poder evitarlo se desvaneció por unos instantes, hasta que nuevamente recobró la conciencia. Al lado de aquel hombre, había varias personas intentando socorrerlo, al momento llegó una ambulancia que lo traslado de inmediato al hospital.

Ella quedó allí, sentada sobre sus piernas, no podía ser él, estaba muerto desde hacía siete años. De pronto se levantó y se dirigió corriendo hacía el hospital, tenia que verlo nuevamente y descubrir la verdad. Cuando llegó entró directamente donde él estaba, todavía inconsciente en una camilla, ella se le acercó le cogió la mano y lo llamó por su nombre, en ese momento él abrió los ojos y le dijo:

Hina mi amor, he venido a darte una sorpresa, ya no podía estar ni un día más sin verte. En ese instante, ella se dio cuenta de la realidad, lo abrazó con todas sus fuerzas, era él, y lo amaba con todo su corazón, ya tendrían tiempo de poner las cosas en su sitio, tenían todo el tiempo del mundo.

2 de Febrero 2009 

             

Fini Castillo Sempere


                                                

 

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FANTASIAS

 

Cuando se es niño, se ven las cosas tan distintas. El mundo está envuelto en un hado de fantasías. Todo lo que  rodea a la niñez es juego y misterio, excepto  en los momentos de reprimendas, que imaginan a los represores -que bien pueden ser los padres, o los maestros o cualquier persona adulta que se crea con el derecho, y más diría yo, con la obligación de reñir cualquier conducta torcida,- como los malos, de cualquier cuento de su imaginación infantil.
Yo, era una niña muy fantasiosa, siempre me envolvía aquel misterio, o mejor diría, aquellas alegorías que se narraban en los cuentos. Mi imaginación volaba por los aires cuando me subía en aquella alfombra maravillosa de Aladín. Si, era fantástico cerrar los ojos y descubrir aquel mundo lleno de fantasías. Un día tuve un sueño, -no recuerdo si despierta o dormida- Me vi, en un gran bosque, la naturaleza era espléndida; flores de mil colores adornaban aquel entorno, que me parecía precioso. Los árboles en toda su plenitud, de sus ramas prendían pájaros que cantaban sin cesar; sus plumas eran el mejor adorno de su belleza. Al lado izquierdo, un riachuelo de agua cristalina daba de beber a los animalitos del bosque: ciervos, gacelas, conejos… Me llamó la atención una música muy alegre, caminé buscando la procedencia de aquella melodía y, me encontré con un grupo de ardillas que cantaban y bailaban al son de aquella notas musicales  tan alegre. Yo las observaba.  Una de ellas, llevaba unas gafas redondas y una batuta en la mano, se dirigió a mí y me dijo:

-Oye pequeña, que haces  en nuestro bosque, no sabes que los humanos no pueden venir aquí.

-Y yo, muy atrevida le pregunté ¿por qué?

-¡Ah! No lo sabes, niña atrevida, pues, porque aquí, vive un ogro muy perverso que se come a todos los humanos que vienen a este bosque. ¿Cómo te has atrevido a venir a este cuento?

Al oír estas palabras me puse a temblar como una hoja de papel sacudida por el viento. Dios mío, pensé, como podré salir de este bosque, sin que me vea el ogro.
-Ardilla, -le pregunté-, porqué no me dejas que os imite, y me agregue a vuestro grupo, como si fuera una de vosotras,  así el ogro, no se dará cuenta de mi presencia aquí.
-Eso es imposible, él te reconocerá por el olfato, huele a kilómetros de distancia la carne humana.
-Dios mío, que haré ahora. Estaba realmente  muy asustada y quería despertar del sueño, pero, no podía abrir los ojos, y abandonar aquella fantasía. De pronto escuché un ruido enorme; era el ogro que venía caminando hacía mi. Lo vi a lo lejos, y me horroricé. Era enorme, y tenía un solo ojo, en medio de una frente descomunal. Su gesto era de pocos amigos, y de su boca salía un colmillo gigantesco. En la mano llevaba un garrote tan grande como podría ser mi padre. Sentí tanto miedo que pensé desmayarme.
En ese momento, sentí como si me cayera a un gran vacío, dándome cuenta que, estaba sentada en mi  cama, mi cabellos los noté mojados de sudor. Todavía sentía el miedo  y  llamé a mi madre a gritos. –
-Otra vez las pesadillas- me dijo mi madre- anda bebe un poco de agua y vuélvete a dormir, que es muy temprano. Si no leyeras tantos cuentos, no tendrías tantas fantasías en la cabeza, además sabes que los monstruos no existen – dijo- intentando quitarme el miedo que sentía en aquellos momentos. Me arropó y dándome un beso, se alejó hacía su dormitorio. Yo cerré los ojos, y mi mente voló nuevamente, ahora no recuerdo a donde.
Como agradecí que mi madre viniera de nuevo a salvarme de aquel sueño desagradable, y sobre todo de aquel ogro, que posiblemente, de no haber sido por ella, hubiera sido su almuerzo de aquel día. Como siempre las madres nos defienden de todo, incluso de los malos sueños.
No siempre los sueños son agradables, aunque estén en el mundo de la fantasía. Nos asustamos mucho, cuando invaden nuestro descanso nocturno los ogros, demonios, brujas… Sin embargo nos encantan zambullirnos en  otros ya más agradables, como soñar con: princesas y príncipes azules, las hadas protectoras, los genios que regalan deseos, y un sinfín de buenos personajes. Todos ellos,  existen en las cabecitas de aquellos infantes, de aquellos niños que en su inocencia limpia y cristalina, sueñan con un mundo, donde siempre ganan los buenos.
Ese mundo de sueños fantásticos, los viví muy intensamente, y los disfruté tanto, que hoy con muchísimos años, de vez en cuando, entro en aquellos lugares fantásticos a través de mis sueños de niña. Siempre me gustaban los finales felices de los cuentos, y especialmente, aquellos bailes maravillosos, donde la princesa, junto al príncipe azul, sellaban su amor eterno. Eran geniales aquellos cuentos donde se decía: “Y fueron felices y comieron perdices” aunque aquello de las perdices, yo no lo entendía, pero tampoco me ocupaba demasiado.

 

         Ceuta 4 de Febrero 2009-02-04

 Fini Castillo Sempere.

 

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                    AMOR INCONDICIONAL

                       
               
 La calle se vestía silenciosa, las horas pasaban lentamente, desde la ventana del primer piso de aquel edificio enorme, se distinguía la silueta de una sombra de mujer. Ella cada noche miraba a las estrellas, como esperando una respuesta; esperaba el regreso de su amado esposo que un día salió un tanto misterioso y hasta la fecha, después de trascurrido dos años no había vuelto.
                No sabía que pensar ni que hacer, había ido a la policía a denunciar la desaparición de Eduardo; visitó consulado, agencia de viajes, aeropuertos  y nadie le dio ninguna pista del paradero de este hombre. Llamo a todas sus amistades para ver si ellos podrían  ayudarla a descifrar la incógnita de la desaparición tan misteriosa del hombre que amaba.
                Rosa, era una mujer bellísima, su cuerpo  casi perfecto, había sido envidiado por muchas de sus amigas. Su talante era agradable y su personalidad de un carisma muy especial, se destacaba por su sencillez y bondad. Se dedicaba al mundo de la moda, había sido modelo de alta costura, y ahora se dedicaba al diseño; hacía años que había dejado de pasar modelo. Le habían detestado una rara enfermedad; los riñones no le funcionaban bien y necesitaba urgentemente una operación de trasplante. Su vida estaba ahora sujeta a una máquina, y día a día sus fuerzas se iban desvaneciendo, estaba muy grave.
                Desde que  detestaron la enfermedad a su esposa, la vida de ambos cambió; ella necesitaba muchos cuidados, y Eduardo se pasaba las horas al lado de su mujer, su estado de ánimo había cambiado, aunque delante de ella se mostraba feliz, ella sabía que su enfermedad le había desbordado; lo sentía en la oscuridad de la noche rezar y pedirle a Dios por su recuperación, incluso lo sentía llorar de desesperación, aunque él en su presencia, intentaba disimular su estado de angustia; no podía soportar ver a su mujer sufrir de aquella manera.
                Eduardo había tomado una decisión, le donaría un riñón a su querida esposa, no podía soportar la espera, ¿y si no llegara a tiempo el trasplante?, él no podía arriesgarse a que eso ocurriera. También sabía que su esposa nunca aceptaría su donación, por lo cual decidió hacerlo a su espalda, ya habría tiempo de comunicárselo una vez todo hubiese terminado y los dos se encontraran en el hogar, para llevar una vida feliz y plena. Se sentó en su escritorio, y escribió:
                Mi querida Rosa, si lees esta carta será señal que todo habrá pasado y estarás curada. Mi intención era que todo saliera bien y haber podido estar a tu lado para siempre y que esta nota nunca llegara a tus manos, me hubiera gustado estar contigo y decirte personalmente todo lo acontecido, pero si no es así, no te aflijas, no ha podido ser. Recuerda   que eres el amor de mi vida, y sin ti, mi vida no tenía sentido, por eso te he ofrecido la posibilidad de que vivas. He tenido que intentarlo, sino,  me lo hubiera reprochado toda la vida. Solo te pido que nunca pienses en negativo, recuérdame siempre y guárdame en tu corazón. Rehaz tu vida, eres muy joven y mereces ser feliz, así yo también lo seré. ¡Te quiero!
                Esta carta la escribió para entregársela al doctor que le haría la operación, y en el caso que algo saliera mal,  la hiciera llegar  a la dirección que él había puesto en el sobre. Esto solo sucedería en el caso que él, no superara la operación de la extracción de un riñón.
                Eduardo, ingresó en el hospital con la ilusión de poder salvar la vida de la mujer que amaba, iba a ofrecerle parte de él para que viviera, así ambos podrían vivir muchos años si todo salía bien; con un solo riñón vivían muchas personas. Tenía que salvarla, y lo haría, a consta de cualquier cosa.
                Ella no entendía porque su esposo, que le había demostrado un gran amor, la había abandonado en aquellos duros momentos, cuando más lo necesitaba. Él sabía que ella estaba a la espera de recibir un donante para poder trasplantarse, y lo necesitaba a su lado. Él la abandonó en el peor momento, no tuvo compasión de ella. Rosa pensaba continuamente  ¿Cómo es posible que me haya hecho esto? Esta idea la carcomía, sufría intensamente el abandono de su marido, al cual había querido tanto, y aun amaba a sabiendas del comportamiento que había tenido de cobarde, al abandonarla en el peor de los momentos.
                El le dijo, que tenía que resolver un asunto de trabajo y estaría alguna semana fuera del país, y que volvería lo más rápido posible, y en caso de que la llamaran del hospital porque se presentara un trasplante, que no dudara en acudir al hospital, y él volvería de inmediato. Ella dijo que no aceptaría hasta que el no estuviera presente. –
-De ninguna de las maneras -manifestó el esposo – no se puede perder la posibilidad de salvar tu vida, porque yo no me encuentre presente en ese momento. Prométeme que aceptarás si te llaman del hospital. Él se puso tan insistente, que Rosa acepto a regañadientes.
                Al día siguiente Rosa recibió del hospital una llamada urgente, donde la citaban para posible trasplante. Ella aturdida llamó al móvil de su marido, y este se encontraba apagado. Ella supuso que estaría volando al país de destino. Confiando en su amiga, le dejó el recado que se pusiera en contacto con Eduardo y le explicara en la situación en que se encontraba. También le dejo un mensaje en el contestador el cual decía: “mi amor, siento no tenerte a mi lado en este instante tan duro para mí, se que aunque no estés presente, tu corazón está conmigo, así lo siento, cuando vuelvas ya seré una mujer nueva, y jamás nos separaremos, ¡te quiero!”.
                La vida o quizás la suerte, tal vez la casualidad, juegan malas pasadas, Eduardo fue intervenido, y su donación se acopló perfectamente a la receptora prevista.  Él tuvo una complicación en la mesa de operaciones y no despertó, murió ese mismo día. El equipo de quirófano, sintió mucho aquella muerte, porque fue un hombre que murió por una causa, que para él era más que suficiente: salvar a su amada esposa de una muerte segura. El doctor hizo el siguiente comentario: “que hombre más valeroso, hoy he aprendido una lección magistral con su comportamiento, ha muerto por una causa que él consideraba justa, intentar salvar una vida, aún exponiendo la suya.” Hoy mismo mandaré la carta que le prometí entregar en caso que le sucediera, lo que por desgracia ha ocurrido.
                Cuando el cartero llevó la carta, no había nadie en la casa, y la devolvió, quedando olvidada en la sección de cartas devueltas.
                Rosa, cada noche a la luz de la luna, lloraba su soledad, su  abandono, lloraba a su amor perdido, lloraba por ella misma, por su dolor y desesperación. Esa noche cansada de mirar a las estrellas y no encontrar respuesta, se quedó dormida y lo vio, allí, en el cielo, entre las estrellas de aquella noche de invierno, entre aquellas estrellas, a las cuales tantas veces les había preguntado por él. Lo vio sonriente, se acercó a ella, la cogió de la mano y le dijo: “vida mía, no estés triste, vive nuestra vida, en ti yo viviré siempre, porque sin ti, mi vida habría muerto, y ahora estoy vivo, y viviré para siempre en tu corazón. Sed feliz, ese es mi regalo, vive y yo viviré en ti, mi amor.”
                Ella abrió los ojos, se sentó de golpe en la cama y lo comprendió todo, él había expuesto su vida por ella. Por sus mejillas corrieron lágrimas de tristezas y agradecimiento y comprendió que era las más dichosas de las mujeres, porque había sido premiada con un amor verdadero, hasta el punto de entregar la vida por ella.
                Al día siguiente, Rosa, movida por alguna fuerza extraña, se personó a la sección de cartas devueltas, solicitó a la persona que la atendió que mirara si había alguna carta a su nombre y dirección. Después de casi una hora rebuscando entre muchas cartas, apareció un sobre donde venía su nombre, lo retiró, lo cogió con fuerza y se dirigió a una iglesia cercana a su casa, entró, se arrodilló y abrió la carta, en ella pudo leer el testimonio más duro y a la vez más hermoso de su amado esposo. El corazón se le encogió y su rostro se humedeció, alzó los ojos y dijo:
                “Seré feliz por ti, mi amor, cada noche miraré al cielo y te veré en las estrellas, y tú sentirás mi ser, mi calor y mi sentir, en mí vivirás siempre, y algún día nos encontraremos y la eternidad será testigo de nuestro amor”.
               
       Ceuta, 18 de Marzo 2009                   
                                                                                                              Fini Castillo Sempere.

 

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             LA SENSIBILIDAD

                   

      El día  que Lucía nació, una noche de mayo; el cielo tenía un resplandor especial, millones de estrellas con su luz parpadeante iluminaba el firmamento; la luna rebosante en su plenitud irradiaba rayos de misterios para todos aquellos que creen en brujas; la  intensidad era tal, que todos los habitantes de la tierra que la contemplaron quedaron anonadados con tal fenómeno. Corría el año 1955, un año muy especial, sobre todo para la familia de esta criatura, nacida en el mes de las flores.
          Lucia, era morena, sus ojos parecían dos luceros, profundos y negros, se dibujaban en su cara de forma rasgada dándole una pizca de rasgos asiáticos. Su belleza resaltaba dado el grado de exotismo que desprendía, no había nadie que al mirarla, no sintiera una atracción especial hacía ella.
Cuando Lucía cumplió cuatro años, sus padres empezaron a notar un cambio de actitud en ella. Por las noches, la escuchaban hablar, reír, cantar. Cuando iban a ver que pasaba, ella decía:
          -Mama estoy jugando con mi amiguito, él viene todas la noches a jugar conmigo, además me cuenta cuentos del más allá, se llama Eduardo
Al principio los padres no le dieron mucha importancia, pero al ver que esta situación se hacía de forma continuada, decidieron llevar a la niña al médico, para ver si tenía algún padecimiento, y a consecuencia de este, tuviera algunas alucinaciones.
          El reconocimiento del médico no dio luz a tal situación, ya que éste manifestó que la niña estaba perfectamente de salud, y en todo caso que le dieran un purgante, solución muy habitual de aquellos tiempos, cuando el médico no descubría ningún mal a los pacientes. 
          Lucía iba creciendo, su vida interior era fantástica, su amigo invisible cada día le ocupaba más tiempo, hasta llegar al punto que los padres no podían descansar, solo de ver en la situación tan extraña que se desarrollaba su pequeña. A veces Lucía lloraba, otras reían. Según contaba ella, su amigo se enfadaba mucho cuando tardaba en llegar a casa del colegio. Los padres la llevaron a varios psicólogos pero todos llegaban a la conclusión de que la niña tenia mucha imaginación y esta manía se le iría pasando con el tiempo.
A la edad de diez años, Lucía dejo de recibir visitas de su amigo invisible,  desde entonces se relacionaba más con las niñas de su edad, y empezó a ser feliz. Disfrutaba con el resto de sus compañeros de las actividades propias de su edad, aunque a veces recordaba a su amigo invisible con una mezcla de miedo y remordimiento, porque fue ella misma, quien le pidió que no volviera más, después de una gran discusión. A ella ya no le hacía ninguna gracia, tener que aguantar a ese joven malhumorado, que si bien era guapo, también era tétrico. Él  siempre estaba enfadado con ella, porque no quería que se relacionara con nadie, solo con  él. Lucia, al crecer, comprendió que esa situación no era normal, y en cierta manera quería quitarse al visitante nocturno de encima, por ese motivo, le pidió que se fuera y que no volviera más; ya no quería seguir siendo su amiga, incluso le confesó que le tenía miedo. A partir de ese día, el joven no volvió a molestarla.
          Llegó el día que esta pequeña creciera, y se convirtiéndose en una linda joven. El día que cumplió dieciocho años, las amigas y amigos le prepararon una gran fiesta de cumpleaños, fue en ese momento cuando conoció a Roberto, un joven emparentado de una de sus mejores amigas, este   fue invitado al evento al encontrarse pasando unos días en casa de sus tíos. Cuando los dos jóvenes se conocieron, salto una chispa entre los dos, y desde ese día empezaron a salir juntos, y entre ellos nació el amor.
          A partir de entonces, Lucía empezó a tener terribles dolores de cabeza, no podía conciliar el sueño, y cuando podía echar una cabezadita, se despertaba horrorizada de las terribles pesadillas que tenía. No sabía que le pasaba, pero lo cierto era que no se encontraba nada bien.
          Un día, al salir de la universidad iba a cruzar una calle, y de pronto como si alguien detrás de ella la empujara, cayó en la carretera quedando a unos milímetros del coche, que paró en seco delante  de ella
          -¡Que haces loca! ¡Que haces, he podido matarte! ¿Por qué te has tirado debajo de mi coche?, ¡estás loca, estas loca! Chillaba el hombre que estuvo a punto de atropellarla. La muchacha   estaba totalmente aturdida y dolorida.
          Al punto aparecieron algunos viandantes que pasaban en ese momento por ese lugar, y no solo tuvieron que atender a la muchacha, sino también al pobre conductor del vehículo, que estaba blanco como el papel ¡Dios mío, he podido matarla!- gritaba el conductor del vehículo-
          -No sé que me ha pasado manifestó Lucia, sin darme cuenta me he encontrado casi debajo de este coche, creo que me ha dado un mareo.
 Recogió su bolso, se puso los zapatos y muy aturdida emprendió el camino de su casa
Su madre al verla llegar en esas condiciones, se alarmó mucho y nerviosa le preguntó:
          -Hija mía ¿Qué te ha ocurrido, que vienes tan magullada?
          -Mamá, no te preocupes, solo ha sido un mareo, ya me encuentro bien; se preparó un baño relajante, y sin dejar de pensar en el accidente, se le cruzó una idea por la cabeza, empezó a recordar a su antiguo amigo invisible. El vello se le erizó con la evocación del joven.
          -Que raro, pensó, hace años que no me acordaba de él. En ese momento los tarritos que había en la repisa que estaba encima del lavabo, estallaron. Lucía quedó petrificada, sintió una punzada de miedo en su interior. Se levantó de la bañera, cogió una toalla y salio corriendo del cuanto de baño. Al entrar a su habitación, notó una ráfaga de aire frío, sintió como si le derramaran una jarra de agua helada sobre su espalda.
          -¡No!, no puedo tener miedo de nada, ya no soy una niña, tengo que racionalizar todo esto y pensar que lo de esta mañana ha sido un puro accidente y nada más. No había nadie detrás de mí, habrá sido un desvanecimiento, ahora que no me encuentro nada bien, igual estoy con un poco de anemia y esto me ha producido el mareo. En el fondo de su alma, ella temía lo peor, sabía que algo muy desagradable le estaba esperando, y no estaba preparada para ello.
          El fin de semana próximo tenía pensado pasarlo con  Roberto, iban a alquilar una casita al borde de un lago  precioso que había cerquita de su pueblo. Cuando emprendieron el viaje, todo iba perfecto, pararon en un “supermercado” de la zona y compraron viandas para los dos días que disfrutarían en ese maravilloso lago. Allí solos, tendrían la posibilidad de bañarse y pasárselo muy bien, los dos juntos, sería un fin de semana inolvidable.
          Cuando llegaron a la casa que habían alquilado, todo parecía perfecto; se cambiaron y fueron a bañarse en el lago. Sus risas se oían  a un kilómetro a la redonda, estaban felices. Lucia se distrajo un momento y miró hacía un árbol que había cerquita de ellos, y le pareció que alguien los observaba, se lo comentó a su acompañante, este fue enseguida a ver de que se trataba, pero no había nadie.
          Lucía, sintió otra punzada de miedo, y volvió a recordar a su antiguo amigo invisible.   -No sé por qué me acuerdo últimamente de él, se dijo para sí, y haciendo un movimiento de cabeza se lo quiso quitar de la mente. En ese momento Roberto la cogió en brazos y se dirigieron entre risas al agua cristalina del lago. Al alzar la cabeza, ella vio nuevamente una sombra amenazante, y volvió a sentir un escalofrió que le recorrió todo su ser.
          -Volvamos  a la casa, -dijo- prepararemos algo de comer, tengo hambre, entraron en la casa cogido de la mano y se encontraron  todas las bolsas que habían llevado, revueltas, como si alguien las hubiera trasteado.   
          -Que raro, dijo Lucia, todas mis cosas están revueltas y tiradas por el suelo, es como si hubiera estado alguien por aquí.
          -No te preocupes, dijo Roberto, ha debido  ser un perro que he visto vagabundeando por aquí hace un rato, he dejado la puerta abierta cuando hemos ido a nadar; ¡si! será eso, no hay otra explicación –manifestó-
          Lucia, ya no disfrutó del fin de semana, estaba muy tensa, pero no le dijo nada a su novio, no quería preocuparlo con esta historia. Ella tendría que solucionarlo sola, y lo solucionaría, de eso estaba segura; costase lo que costase, no estaba dispuesta a arruinar su vida, algo tendría que hacer y sin demora.
          Al marcharse de la casita del lago, miró a la ventana y descubrió en ella el rostro enfadado de su amigo invisible, sintió un desagradable sabor amargo en su boca, casi le produjo una arcada. ¡Dios mío ayúdame a terminar con esto!-se dijo.
           Cuando llegó a su casa, Lucia, entró en el baño para cambiarse de ropa, se lavó la cara y al asomarse al espejo, quedó petrificada, no era su imagen la que se veía, sino la de un muchacho, ¡si! Era la del amigo invisible. La muchacha se llevó un gran sobresalto.
          -¿Qué quieres de mí?, ¡ya te dije hace años que te fueras de mi vida, tu no entras dentro de mis planes, no quiero que vengas, quiero que me dejes tranquila!. Cuando ella estaba diciendo estas palabras, la cara del joven se distorsionó, y con una voz muy aguda dijo:
          -¡Jamás te dejaré! Tu me perteneces, ¡nunca, nunca te dejaré!
          -¡Yo no pertenezco a nadie, soy libre!, además pronto voy a casarme, con la persona que quiero, tú no entra dentro de mis planes, ¡quiero que me dejes en paz!
          -¡No! ¡No te dejaré! Grito enloquecido el fantasma, tu vida está ligada a la mía, ¡jamás estarás libre de mí! 
          Los padres de Lucia al escuchar los gritos de su hija, entraron en la habitación, encontrándola blanca como el papel  y temblando como una hoja  azotada por el viento.
¿Qué te pasa, hija mía? ¿Qué tienes, que no te deja descansar? -Preguntaron los padres.
          -¡Oh, papá, mamá! me pasa algo muy grave, tan grave que puede acabar con mi vida. Desde hace muchos años, me ha visitado un fantasma, un joven. Yo cuando era pequeña creí que era un amigo secreto, pero cuando he ido creciendo él, me ha acosado continuamente, y ahora que sabe que tengo novio no deja de asustarme. Estoy muy confundida y no se que hacer. ¿os acordáis que cuando era pequeña os decía que tenía un amiguito secreto? y vosotros pensabais que era cosa de la imaginación de una niña, pues no es así, es un fantasma que me acosa y me quiere destruir.
          - Hija mía, eso es imposible, los fantasmas no existen, seguro que estas un poco nerviosa y lo estás imaginado.
          -¡No!, ¡no! Sabéis que desde pequeña, habéis notado algo raro en mí, pero yo nunca os confesé lo que me pasaba, era como un secreto con mi amigo invisible, pero él quiere ahora que me vaya con él, y me dice que haga cosas horrible, quiere que me muera, para poder estar con él. Yo al principio me lo tomé a broma, pero ahora sé que es verdad, él quiere que muera y me vaya con él al más allá. ¡Mama! ¡Papa! Tengo mucho miedo.
          Los padres quedaron atónitos con la confesión de su hija, no sabían que hacer, ni siquiera si era cierto o si sería una alucinación de su hija. Lo cierto era que había un gran problema y no sabían como solucionarlo.
          En ese momento, sonó el timbre de la puerta, cuando abrieron descubrieron delante de la cancela a un amigo de Lucia con la cara entre las manos y entre sollozos dijo:
          -Lucía, ha pasado una desgracia horrible, Roberto se ha tirado a las vías del tren, estaba a mi lado, estábamos hablando y de repente, sin más, se lanzó delante del tren, del tren que en ese momento íbamos a coger para trasladarnos al centro de la ciudad. ¡Ha sido horrible! No entiendo nada. Al escuchar Lucía estas palabras se desplomó  y perdió el conocimiento a consecuencia del impacto.
          Al despertar, se dio cuenta que el amigo no mentía, era realidad, solo al ver su semblante abotargado de tanto llorar.
          -¡No puede ser verdad!, ¡no puede ser verdad! Gritaba Lucía. En ese momento se dio cuenta que una sombra la estaba mirando fijamente al otro lado de la habitación, también comprobó que ésta sonreía. El efecto de este espectro enloqueció a la muchacha, de tal manera, que tuvieron que trasladarla a una clínica sanitaria para tratar de calmarla. Lucía había perdido la razón, decía cosas incongruentes que nadie entendía; solo ella sabía que la desgracia que había ocurrido, era obra de su antiguo amigo invisible, de ese ser que ahora detestaba tanto.
Pasaron varios meses hasta que Lucia se recuperó de la crisis nerviosa que había sufrido. Ella decidió ir a ver a un médium y contarle todo lo ocurrido hasta el momento. Estuvo investigando para encontrar el mejor. Le hablaron de un médium que vivía en una zona montañosa bastante alejada de su ciudad, y sin pensarlo dos veces, se montó en su coche y se fue en su busca.
Llegó a un pueblecito llamado Peñíscala, allí preguntó por esta persona, y unos vecinos del lugar se ofrecieron a acompañarla ya que la casa estaba un poco apartada del centro del pueblo. Cuando llamó a la puerta,  salio un hombre de unos 35 años de edad, alto, de pelo moreno y rasgos muy marcado, era un hombre bastante atractivo Lucía quedó impresionada por su belleza.
         -Qué desea señorita?
          -¡Buenas tardes! Me llamo Lucía, y he venido a buscarlo porque me han hablado de usted, me han comentado que es un buen médium, y yo necesito que me haga un trabajo; es muy urgente, mejor diría yo, de vida o muerte. Lucia estaba muy nerviosa no sabía como convencer a este hombre de que aceptara su caso, estaba desesperada y necesitaba ayuda urgente.
          -Tranquilícese, señorita, yo ya no trabajo en esto, me he retirado, ahora me dedico a escribir; soy escritor. Esta actividad de médium me ha traído muchos quebraderos de  cabeza y por eso decidí dejarlo.
          Al escuchar estas palabras, Lucía se derrumbó, apoyó los brazos en la pared,  hundió en ello la cabeza y empezó a llorar desesperadamente mientras decía: ¡no puedo, no puedo tirar yo sola de esto!, ¡no puedo!
          -Tranquilícese, por favor señorita, pase usted dentro de la casa y tome un refresco, pero por Dios ¡tranquilícese!
          Lucia se dejo llevar por este hombre, y entró en la casa, se sentó en una butaca mientras le servia un refresco frío de la nevera.
          -Disculpe señorita, no me he presentado, me llamo Alfonso. Siento que haya venido hasta aquí para nada, pero es que ya le he comentado que no me dedico a esto desde hace un año. Tuve una mala experiencia y decidí no jugar más con fuego. Pero dígame, si le parece, cual es el motivo de su visita.
          Lucia, sin darse casi cuenta, le contó a este hombre toda la historia, verdaderamente al contarla se veía el sufrimiento que padecía desde muy pequeña. Aunque al principio no lo vivió así. Para ella, fue un juego, hasta el día que se dio cuenta que su vida no era solamente ese amigo secreto que la oprimía casi sin dejarla  respirar. Mientras contaba esta historia, Alfonso la observaba detenidamente, y pensó: pobre criatura lo que estará sufriendo por culpa de ese espectro, Tengo que hacer algo por ella, no puedo dejarla marchar así. También le pasaba por la mente lo bella que era, parecía una diosa de algún país exótico de cualquier parte del mundo;  se quedó fascinado de aquella mujer que temblaba como una hoja cuando le azota el viento
          -Lucia, después de contarme tu experiencia y ver todo lo que estas padeciendo, no puedo dejar de ayudarte; por eso vamos a intentar solucionarlo. Quiero que me digas todo lo que sepas de él, quienes fueron sus padres, a que edad murió, todo lo relacionado con su vida. Así que intenta hablar de nuevo con él, y sácale toda la información que puedas. Cuando tengas toda esa información que te he pedido vuelve, y entonces pensaré en una estrategia para que este ser misterioso descanse en paz.
             Lucia quedó muy agradecida a este hombre, que sin conocerla iba a hacer una excepción con ella e iba a ayudarla, como podía agradecérselo- pensó-  Se despidió de él, y se marcho a su casa para intentar recabar toda la información solicitada por aquel hombre que le pareció tan atractivo e interesante. Me alegro de volver a verlo, lo haré cuanto antes  -se dijo para si-
            Esa noche, lucia se preparó para recibir a su amigo secreto, lo invocó varias veces, pero este no aparecía. Estaba muy nerviosa, daba vueltas por toda la habitación, llegó a maldecirlo una y otra vez. Ahora que necesitaba que viniera no lo hacía, estaba harta de esta situación y quería acabar con ella de inmediato. Se fumó un par de cigarrillo y se tumbó en la cama; en ese instante, recordó a su nuevo conocido, Alfonso, y le dio un vuelco el corazón, sintió como si mariposas le revolotearan en su interior. ¡Que guapo y atractivo es!-pensó.
             Inmersa en este pensamiento se quedó dormida, y en el sueño se veía, paseando por un sendero lleno de flores, bajo un cielo celeste adornado por algunas nubes blancas; su pelo se balanceaba al son del viento agradable que soplaba acariciándole las mejillas. De pronto esa brisa se torno fría, y despertó de un sobresalto, encontrándose sobre su rostro unos labios fríos y gélidos.
            -Amor mío, Lucia, cuanto tiempo hacía que no me llamabas, aquí estoy para lo que quieras, ¿donde has estado hoy?  has tardado tanto en volver. Lucia levantó la cabeza, y allí estaba él, blanco como el hielo, casi transparente.
          -Te  vigilo, aunque tú no me veas, porque eres mi amor, eres mi vida, tarde o temprano te darás cuentas y querrás venirte conmigo, ¡ese es tu destino!
          -De acuerdo, algún día me iré contigo, pero antes me gustaría saber cosas de tu vida.
          -Eso me parece bien, ¿Qué quieres saber de mí?
          -Todo, quiero saber todo, cuantos años tienes, cual fue el motivo de tu marcha del mundo terrenal, quienes fueron tus padres, y cualquier cosa que me haga conocerte mejor.
          -Empezaré diciendo que yo era un joven muy feliz, mi edad era de diecinueve años, mis padres eran adorables, y yo tenía una vida llena de ilusiones. Un día conocí a una joven muy hermosa y me enamoré locamente de ella; nos comprometimos para casarnos. Habíamos decidido casarnos el día 3 de octubre de 1845, todo estaba listo para el enlace, solo quedaba un día. Recuerdo que ese día, fui a casa de mi prometida a verla y a llevarle un camafeo que le había comprado. Cuando llegué a su casa, la doncella me dijo que mis futuros suegros no estaban en ese momento, y que mi prometida había ido a montar a caballo a la casita del bosque, propiedad de la familia. Sin pensarlo dos veces cogí un caballo del establo y me dirigí a gran velocidad a la casa, pensando encontrarme allí con mi prometida. La puerta estaba semi abierta; entré despacito pensando darle una sorpresa. La sorpresa me la llevé yo, cuando descubrí que estaba ella, pero no sola, estaba revolcándose en el suelo con un hombre; estaban haciendo el amor. Me quedé frío, inmóvil, mis ojos no daban crédito a lo que estaba viendo;  pero lo peor de todo fue al descubrir la identidad del hombre ¡Era mi padre! Lancé un grito desesperado, en ese momento se volvieron hacía mí, ella lanzó un grito desgarrador pronunciando mi nombre.  Salí corriendo de la casa, subí al caballo obligándolo a que fuera a  gran velocidad; iba ciego por las lágrimas y la impotencia,  y no pude ver un árbol que se presento de pronto en mi camino. El golpe fue brutal, y allí quedé tendido en el suelo. Mi padre vino detrás de mí, él fue el que me recogió y llevó a mi casa, mi corazón se había parado, mi cuerpo no tenía vida.
           -Las desgracias se sucedieron, mi padre al comprobar mi muerte, y sentirse culpable, entró en el despacho y se disparó un tiro en la nuca. Mi madre no entendía lo que pasaba, pero tanto fue su dolor, que se dejó morir, no habían pasado dos meses de la tragedia cuando su corazón se paró y murió sola y abatida por el desconsuelo de la pérdida de sus dos amores: su marido y su hijo.
           -¿Y que fue de tu prometida pregunté?
           -¡Ah, esa zorra! Su vida fue un infierno, se trasladó a Francia, a casa de unos familiares, un día salió a dar un paseo en barca, y tanta fue su mala suerte, que su barca se volcó, y ella quedó en el fondo del lago para siempre, ja ja ja ja ja.
            -Los periódicos dijeron que posiblemente se tratara de un suicidio, porque el mar estaba completamente en calma, y no había motivos para que la barca zozobrara, además ella era una espléndida nadadora. ¡Ojala  se pudra en el infierno!
             - Ahora te he encontrado a ti, y no voy a permitir, que nada ni nadie te aleje de mí. No permitiré que seas de nadie, solo serás mía, lo entiendes ¡mía! 
              Dicho estás palabras, el espectro desapareció, quedando Lucía echada en la cama con la cara entre las manos, llorando de desesperación y de rabia de no poder controlar la situación. Mañana iré a ver al médium pensó, intentó dormir, pero una y otra vez se le venía a la memoria la conversación que había mantenido con Alfonso. ¡Sí! Definitivamente me gustaba, me parecía tan dulce y a la vez tan sensual, que cualquier mujer se podría enamorar de él locamente. Mañana será otro día e intentaré solucionar este problema se dijo así misma.
          Cuando amaneció el día, Lucía llevaba varias horas despierta en la cama, dándole vueltas a la situación que tendría que afrontar, sin pensarlo más, saltó de la cama, se ducho, arreglo y perfumó y se dirigió sin más en busca de Alfonso, para afrontar entre ambos el problema. Antes de salir de la casa, cogió unas margaritas de un jarrón de la entrada, se las colocó en el pelo y con una sonrisa se miró en el espejo, comprobando lo bonita que estaba, quería impresionar con su belleza al médium
             Al  llegar a la retirada casa del escritor, se alegró mucho de encontrarlo en el pequeño jardín. Allí estaba, parecía una estatua griega, ¡que guapo es!- pensó y sintió que le revoloteaban mariposas en el estómago.
           -¡Hola ¡ exclamó Lucía, saludándolo con la mano.
            -¡Hola! Contestó, se te ve muy bella esta mañana, ¿ya tienes noticias de tu amigo?
            -Sí, anoche me visitó y me amenazó, dice que soy suya y no puedo ser de otro. También me contó la historia de su pasado, que fue bien triste y desgraciada, ahora comprendo muchas cosas de su actitud. Él cree que yo soy su novia, y no va a dejar que sea de otro hombre. Tenemos que hacer  algo para que él se pueda retirar al más allá y descanse en paz, si no  yo no voy a tener posibilidad de vivir mi propia vida.
          Lucía, le contó todo lo acontecido la noche anterior con su amigo invisible, detalle a detalle, para ver si había posibilidad de llevar a cabo alguna estrategia, y   acabar para siempre con esta pesadilla. 
          -Sí, verdaderamente este ser, está aferrado a ti, él no quiere que se repita la infidelidad de su verdadera novia, y ha quedado su espíritu prendado a ti desde pequeña, el te ha visto crecer, y no va a permitir que ningún hombre se acerque a ti, además es peligroso, porque hará todo lo posible para destruirlo, incluso le puede causar la muerte.
           -Si, de eso estoy segura, mi novio murió en extrañas circunstancias, y es muy posible que estuviera la mano de ese espectro que se ha convertido en un espíritu cruel y posesivo.
            -Mira Lucía, la próxima vez que te visite, le vas a invitar a que se case contigo, en una pequeña casa alejada del mundo, este será el lugar indicado, yo hablaré con un amigo mío, que tiene una especie de castillo. Y le pediré el favor que me lo preste, y ahí realizaremos una ceremonia nupcial, pero la que ira debajo del velo, no serás tú, será ella, su verdadera prometida, así una vez terminada la ceremonia se irán a descansar al más allá.
            -Ahora a mi me queda una tarea difícil, invocar a este espíritu que está penando su traición.
            Alfonso pasó a la habitación continua e intentó invocarla, ésta no apareció, solo se comunicó por la voz, e iba contestando todo lo que el médium le preguntaba. ¡Pobre muchacha! Cuanto sufrimiento ha padecido por culpa de un ser miserable.
            -Lucia, ya sé la historia de esta mujer, ha sufrido mucho, -te explico: 
Ella se hace responsable de la muerte de su amado y de su padre.  Se entregó a ese hombre porque la chantajeó con expropiar a toda la familia sino se le entregaba a él, antes de la boda. Como ves, la crueldad de este hombre era grande; no respetó ni a su propio hijo. Ella solo quiso con este gesto indecoroso proteger a su familia, por este motivo tiene derecho ella y tu amigo invisible a una segunda oportunidad de unir sus almas en el más allá.
             - Lucía no daba crédito a lo que estaba oyendo, pero acepto sin más lo que le estaba proponiendo Alfonso, quedando emplazado a otra reunión, una vez que se hubiera puesto de acuerdo con la novia errante y esta cediera a la proposición.
              -Ella dijo: ¿porque no pasas el día aquí? Te puedo enseñar el pueblo, es precioso, podemos montar a caballo y  pasear por el valle, luego almorzaremos en un restaurante donde ponen unas carnes muy sabrosas.
               .-Sí, me encantará conocer estos lugares.-contestó
                -¡Ah! ¡Solo por conocer estos lugares? Pensé que también te gustaba mi compañía, dijo en tono jocoso.
                 Lucia sonrió sonrojándose.
                -Sí me gusta tu compañía, estoy muy a gusto contigo, -manifestó.
                Pasaron un día maravilloso, pasearon a caballo a lo largo de la mañana, se bañaron en un riachuelo, rieron y disfrutaron de una comida espléndida, luego fueron a casa y allí tomaron una copa, dejando en el olvido en esos momentos el problema que los había unido.
                -A ver si te gusta esta canción, dijo Alfonso.
                 Alfonso la cogió de la mano y estrechándola en sus brazos, comenzó a bailar con ella con un ritmo acompasado, ella sintió que todo le daba vueltas, y esas mariposillas ya no estaban  solo en su estómago, sino en cada palmo de su piel, se estremeció del placer que le producía el contacto de sus labios en su sien. Por un momento se dejó llevar, pero de inmediato, pensó en el espectro, sintió tanto miedo a que éste descubriera la atracción que tenía por Alfonso, y temió por su vida, eso la hizo reaccionar de inmediato, rompiendo muy a su pesar la magia del momento
           -Tengo que marcharme ya, he de ir hasta mi casa y hay un largo camino, además tienes que preparar cuanto antes la estrategia de mi liberación.
           -Tienes razón, cuanto antes hemos de acabar con esta situación, voy a intentar hoy mismo conectar con la dama.
             Esa noche, Alfonso invocó a la misteriosa novia. Ésta no acudió a la llamada. Así pasaron tres noches más. Desesperado Alfonso se retiró a su dormitorio a descansar. Cuando ya entrada la noche y en el primer sueño, se despertó de pronto al notar un frío en todo su cuerpo, al abrir los ojos, descubrió una imagen espectral que lo observaba. Esa imagen era el vivo retrato de Lucia, lo único que la diferenciaba era la palidez de su rostro, y sus lánguidos movimientos.
          -Que quieres  otra vez de mí, preguntó el espectro.
          Alfonso, con gran calma, le dijo:
          -Vengo encomendado por tu prometido,  él no ha podido venir a verte,  desea con todo su ser, que se celebre vuestra boda cuanto antes. Ya están todos los preparativos, y si lo deseas, mañana mismo se pueden celebrar los esponsales; todo estará listo. Mira en este armario y verás tu precioso traje de novia, está diseñado por el mejor modisto de la comarca, y es para ti, para que lo luzcas mañana. Déjalo todo de mi mano, y la ceremonia será preciosa.
            -¿Estás seguro que mi prometido quiere casarse conmigo? Creí que no lo quería hacer.
            -No mujer, no digas tonterías, él está loco de amor por ti, y es lo único que desea. Como te he dicho, tú déjate llevar, y seréis inmensamente felices.
             -¡Si! deseo con todas mis fuerzas casarme con Eduardo, ¡quiero ser su esposa!, mañana, será para mí, el día más feliz de mi vida.
             Dicho estas palabras, la imagen de Azucena, que así se llamaba, se desvaneció lentamente. Acto seguido, Alfonso llamó por teléfono a Lucia, contándole los hecho. –
             -Lucia, tienes que invocar a tu amigo, y hablarle de la boda, que se celebrará mañana en el castillo de mi amigo.  Mañana vendrás conmigo, e invocaremos a los dos espiritus para que allí se encuentren, fingiremos que corre el año 1843, y que es el día 3 de octubre; ese fue el día elegido para su boda  hace más de un siglo, y ese será el día que se unirán para siempre, si todo sale bien.
             -Bien,-dijo Lúcia- así lo haremos, rezaré para que todo salga bien. Mañana nos veremos pronto para iniciar todo el montaje, ahora descansa.
               A la mañana siguiente, Lúcia emprendió el camino hasta casa de Alfonso, y desde allí partieron al Castillo. Prepararon la pequeña capilla, así como la entrada y el camino por donde tenian que pasar los novios. Cuando todo estuvo preparado, cada uno desde una parte del castillo invocaron a la pareja de ultratumba. Trascurridos unos instantes apareció  la novia, su palidez era extrema, casi transparente.
              - Azucena, aquí está tu precioso vestido de novia, póntelo que queda poco tiempo para la ceremonia, y Roberto ya está impaciente por hacerte su esposa.
                Azucena obedeció de inmediato, se puso el precioso vestido que le habían conseguido de un anticuario, su pelo lo adornó con una diadema, imitación de brillantes, también conseguida en el mismo anticuario. El ramo de novia estaba hecho de margaritas silvestre que esa misma mañana habían cogido por el camino. Realmente estaba bella. ¡Dios mío que parecido tiene esta mujer con Lucía!,  esto es un misterio que tendré que descubrir- pensó.
           En la Capilla del castillo se encontraba un antiguo amigo de Alfonso, que se dedicaba a la parapsicología, éste le había explicado la situación y le había pedido su ayuda, lo cual el amigo aceptó de buen grado. Su compromiso  consistiría en  oficiar la supuesta ceremonia de los contrayentes, la farsa sería perfecta para el descanso de esas dos almas perdidas en el más allá.
           En la otra parte del castillo, se encontraba el novio, un tanto nervioso, de igual manera que a la novia, le habían buscado un traje de la época. Se vistió y preparó para la ceremonia.
           Alfonso que nerviosa estoy, manifestó Lucía.
            -Tranquilízate que ya está todo preparado, voy a poner la marcha nupcial para que entren en la capilla y por fin se den el si quiero.
             Acto seguido empezó a sonar la música, el novio ya estaba esperando en el altar, mirando hacía la entrada, esperando visualizar cuanto antes a la novia, De pronto apareció la novia, con el velo sobre el rostro, sus pasos eran muy lentos y con la languidez que la caracterizaba. Una  vez se encontraron en el altar, comenzó la ceremonia.
           -Eduardo de la Cruz ¿quiere tomar por esposa a Azucena de los Ciervos?
           -Sí quiero.
           -Azucena de los Ciervos ¿quieres por esposo a Eduardo de la Cruz?
            -Si quiero.
            -Por el poder que la Iglesia me ha otorgado os declaro marido y mujer….
            -Puede besar a la novia.
             Eduardo levantó el velo de la novia y se fundieron en un eterno beso, en ese instante, la capilla se ilumino a consecuencia de un relámpago, la lluvia golpeaba con fuerza los cristales y justo en el momento de escucharse un ensordecedor trueno, los eternos enamorados, ya por siempre, se desvanecieron. Solo quedaba esparcido  por el suelo  de la capilla, un traje de otra época, junto a otro traje de novia, un ramo de flores y una diadema imitación a brillante
          En ese momento, Alfonso y Lucía también se fundieron en un abrazo, ella lloraba por la emoción del momento y Alfonso la besaba, la estrechaba contra sí, y le decía al oído que todo había acabado, que a partir de ese momento se vería libre de espectro que la había atormentado casi toda su vida.
          Se despidieron del amigo médium, el cual había quedado muy impresionado por la historia, y sobre todo por el bonito desenlace. Alfonso y Lucía salieron del castillo en busca del vehículo que los trasladaría al pueblo. El invitó a Lucía a pasar la noche en su casa, debido a la hora tan avanzada de la noche y a la fuerte lluvia que había en ese momento.
          -Te agradezco tu invitación Alfonso, mañana regresaré a la ciudad, y pasado me marcharé un mes a Francia, quiero desconectar de todo y poner mi cabeza en orden.
           - Bien –dijo Alfonso- solo te pido que desde Francia me mandes una postal, eso será señal que te acuerdas de mí-
            -Te la enviaré- dijo sonriendo.
             Cuando llegaron a la casa, Alfonso prendió el fuego en la chimenea, le trajo a Lúcia un batín de él para que se cambiara, estaba mojada a consecuencia de la lluvia tan intensa. Cenaron unos huevos revueltos con beicon que prepararon en un instante.
             Te apetece tomar una copa, le dijo a lucía, y esta con una sonrisa embaucadora le dijo que si.
             Alfonso preparó dos copas de güisqui con soda, y una se la ofreció a ella. Se sentaron delante del fuego de la chimenea y hablaron y hablaron de todo lo acontecido, ella estaba rebozante de alegria, solo de pensar que su pesadilla había acabado para siempre.
   -Gracias Alfonso, por ayudarme, sin ti nunca hubiera podido desprenderme de esta pesadilla, te lo debo y no se como pagártelo
 -Lo tienes muy fácil, Lucía, esta deuda se saldará con un beso, si a ti te parece bien.
           -Solo con un beso, de acuerdo, te daré un beso y otro de regalo ¿te parece bien?
            -Perfecto, dijo sonriendo Alfonso.
             Sin pensarlo dos veces, Alfonso la atrajo hacía él, y se fundieron en un largo beso, allí estuvieron abrazados toda la noche, disfrutando del embrujo del crepúsculo, con la compañía de la las estrellas y la luna como cómplices de ese amor que había nacido entre ellos.
          Lucía se marchó muy temprano, dejándole una nota en su escritorio que decía:

               Voy a estar fuera, en Europa, no sé el tiempo que voy a necesitar para poner en orden mis ideas; déjame un tiempo. Necesito reflexionar sobre mi vida, necesito pensar; creo que me estoy enamoranda de ti, y me da miedo no ser correspondida. Si tenemos claros nuestros sentimientos, nos emplazaremos dentro de un mes en la torre Eiffel, si nos encontramos allí, nuestras vidas estarán unidas, sino es así, nos diremos adiós para siempre.
Siempre te recordaré como mi salvador, y siempre te llevaré en el corazón, pase lo que pase. 
                                             Lucia.

           Alfonso quedó un poco desilusionado al leer la nota, le hubiera gustado despedirse de ella, y decirle que no se fuera, que no necesitaban distancia, quería decirle que estaba locamente enamorado de ella, no podría soportar ese mes  impuesto por ella. No tendría más remedio que esperar, y darle su tiempo y mientras tanto él iba a descubrir el parecido que tenía lucia con la dama espectral.
            Haciendo investigaciones, Alfonso descubrió la veracidad de los hechos que habían contado Azucena y Eduardo. Lo más interesante fue descubrir, que la dama había sido la tatarabuela de Lucía. Ahora comprendía el parecido. Alfonso decidió no contarle nada de este descubrimiento a Lucía, porque eso le haría daño; sufriría al saber todo lo que le había ocurrido a  su tatarabuela. También descubrió, que Azucena había tenido un hijo, fruto de la unión carnal con el padre de Alfonso, y este hijo, la familia lo hizo desaparecer una vez nacido, para que el nombre de la familia no se manchara. Lo entregaron a unas monjas para que lo criaran. Por este hecho se supone que Azucena una vez nacido el hijo, se quitó la vida, al no poder soportar ya tanto dolor.
            Trascurrido un mes, Alfonso se trasladó a Paris, en busca de su amor, los días se le hicieron interminables, no quería separarse ni un minuto más de ella. Estando el día antes en el Hotel, por la noche, salió a la terraza a fumar un cigarrillo, cuando de pronto, descubrió a una mujer en la terraza del piso de abajo, ¡es ella!  Y sin pensarlo dos veces, salió de la habitación, corrió escalera abajo, llegó a la puerta, se paró, respiró y llamó a la puerta. El tiempo se hizo interminable, de pronto se abrió la puerta y a pareció como una diosa la mujer que el quería. Ella se quedó perpleja por un instante, hasta que reaccionó echándose en sus brazos.
           -Lucía, estaba en mi terraza y te he visto, lo siento pero no he podido esperar hasta mañana, para decirte todo lo que te quiero y significas en mi vida, ¿te quieres casar conmigo?
            -Es lo que más deseo, contestó Lucia.
             Pasaron a la habitación y ambos se fundieron en un amor para siempre, esa noche también llovía, los relámpagos iluminaban la habitación, pero ellos ya no temían a nada ni a nadie, se pertenecían y eso era suficiente para ser felices.

     

          Ceuta, 20 septiembre 2008

                                                                                           Fini Castillo Sempere
                                

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EL VERDADERO AMOR

 

CAPÍTULO I

 

    La desolación reinaba en aquella estancia, ella, con un aspecto preocupante, se dejaba caer en la cama, su brazo le colgaba hasta el suelo, de pronto y de manera refleja, levantó la mano y la observo.  En el dedo  llevaba el anillo de bodas, que hacía trece años le puso su amado esposo, en una ceremonia preciosa. Ahora al mirarlo, el corazón se le partió, y no pudo evitar unas  arcadas, quizás provocadas por el exceso de bebida, o quizás por el propio dolor que experimentó en aquel momento.
    Leonor recuperó la memoria a los seis meses del accidente. Un día cuando paseaba por un jardín de la ciudad, vio a unos pequeños que correteaban por el parque, fue en ese momento como un flash le vino a su menoría la imagen de dos niños, sus hijos. De igual manera recordó aquella fatídica noche, aquel horrible restaurante de carretera.
    Hacía ya casi siete meses  que Leonor había recibido la noticia, su esposo la recogió aquella noche para ir a cenar a uno de los mejores restaurante de la zona. Llevaban varias semanas que las cosas no iban muy bien entre ellos. Él, últimamente llegaba a casa a altas horas de la madrugada, y ante los reproches de ella, él siempre justificaba la tardanza con la cantidad de trabajo que había en la oficina.  Alfredo era arquitecto y de renombre, tenía un estudio en la ciudad, y en él, trabajaban a su cargo un equipo de  profesionales. Hacía casi un año que se integró al equipo una joven arquitecto, y desde ese día las cosas cambiaron en su hogar.
    Leonor, al recibir la llamada telefónica de su esposo y la posterior invitación a una cena, pensó que le iba a pedir disculpas por su desatención en los últimos días. Si será eso- se dijo- lo voy a impresionar esta noche, me pondré el vestido negro que tanto le gusta, después iremos a bailar. ¡Dios mío, cuanto le quiero!-pensó-
Llamó a la canguro para que se quedara con sus hijos, María de once años, y Andrés de siete, los niños adoraban a su padre, si, realmente eran una familia feliz, y esa felicidad habría que mantenerla por los siglos de los siglos- pensó-  Esa noche, ella se encargaría de hacerla especial, le diría a su esposo que lo amaba con locura y que no quería seguir viviendo como los últimos días; lo quería demasiado, tanto que haría cualquier cosa para que su matrimonio se mantuviera como el primer día.
    Los pequeños, ya estaban preparados para irse a la cama, ella les dio un beso y les deseo un descanso feliz; los besó nuevamente y salió de la habitación dirigiéndose a su dormitorio; se arreglaría para la ocasión. Leonor era una mujer muy hermosa, sus cabellos negros y lacios, le caían en una melena que le rozaban los hombros. Sus ojos marrones y muy grandes, los enmarcaban unas largas pestañas, realmente era bonita. Medía uno setenta y su cuerpo era estilizado. Ella al mirarse al espejo guiñó un ojo, como dando por buena la imagen que se proyectaba en él.  Miró el reloj, y se dio cuenta que iba muy justa, su esposo la recogería en breves minutos, y seguro que se quedaría impresionado al verla tan atractiva, al menos ella lo había intentado.
    Sonó el claxon del vehículo  en la puerta de la casa, ella recogió su bolso y el chal, se dio la última mirada en el espejo que había en  el vestíbulo, y salió rápidamente en busca de su amado esposo. Cuando entró en el coche, ella le acercó la cara para darle un beso, y en ese instante notó algo extraño, notó un ambiente gélido que la asustó.
    -¿Qué ocurre mi amor? Estás tenso, y hoy quiero que volvamos a ser lo que siempre hemos sido, una pareja enamorada, con una familia entrañable, dejemos atrás los malos entendidos, sé que he sido muy exigente,  sólo quería estar contigo el máximo tiempo posible, y no he entendido tu dedicación al trabajo. Perdóname por mi incomprensión y por mi egoísmo.
    -Calla, no digas eso, no hables ahora, no puedo contestarte en estos momentos, espera que lleguemos al restaurante, y entonces hablaremos, ahora no, por favor.
    -Está bien, pero me asusta tu actitud.
    Leonor, calló, no entendía el comportamiento de su esposo, no lo reconocía, y sintió una punzada de miedo que le recorrió todo el cuerpo. Sus labios temblaban,  y sus manos empezaron a sudar, sintió un presentimiento, ¡Dios mío!, espero equivocarme- pensó-.
    El trayecto se hizo interminable, de pronto apareció un letrero luminoso, era el restaurante donde cenarían, ella se extrañó, ese no era el restaurante donde solían ir, aquel era uno de carretera un poco alejado de la ciudad. Cuando entraron había poca gente; él se dirigió a un camarero y éste indicó que les siguieran. Abrió una puerta y era una especie de reservado con una mesa redonda de ocho comensales.
    -Aquí estaremos bien- dijo Alfredo, por favor que no moleste nadie.
    -¿Qué ocurre Al? ¿Por qué hemos venido a este restaurante? ¿ y por qué
esta actitud hacia mí?  No entiendo nada, que pretendes, me estás asustando.
    Leo, ante todo quiero decirte que me perdones, te quiero muchísimo, pero he de decirte, y no sé  como ha ocurrido, que  me he enamorado de otra mujer y quiero empezar una nueva vida con ella. ¡Entiéndelo, por favor!, quiero el divorcio, no me lo pongas difícil, porque la decisión está tomada, y no hay vuelta atrás. Realmente no sé como ha ocurrido, porque yo te quería, bueno te quiero. Yo no quería que esto pasara, pero sin casi darme ha ocurrido,  me he enamorado  y quiero vivir con ella. ¡Por dios contesta, di algo! Por favor no me lo pongas difícil con mis hijos, ellos no tienen nada que ver en esto.
    -Es tu última palabra, es eso lo que quieres, dejarme sin más e irte con otra mujer, y me pides que no te lo ponga difícil. No sé qué decir, no tengo palabras en estos momentos; no puedo pensar, mi cerebro se ha quedado seco, no le llega la sangre. en estos momentos no puedo hablar porque estoy muerta, me has matado con tus palabras, no, no, no puedo pensar,
    -Sólo quiero despertar de esta pesadilla, dime, dime que esto es una pesadilla y voy a despertar, ¡dímelo! ¡dímelo!
    -¡Por dios Leonor, no te pongas así! ¡Entiéndeme! Necesito que me comprendas, estoy enamorado de otra mujer, ya no tiene sentido  seguir fingiendo, no quiero seguir contigo, quiero vivir otra vida y en ella ya no estás tú, ¡entiéndelo!
    Aquella mujer destrozada, se levantó de un salto de la silla, y salió corriendo, se dirigió a la carretera, iba completamente ciega de dolor, sus lagrimas brotaban con tanta intensidad que sus ojos no veían, se cruzó a la carretera, sin pensar en las consecuencias que le podía acarrear aquella carrera desenfrenada; en ese momento era tan grande la pena que sentía que solo pensaba en correr y huir, no sabía a dónde, ahora sólo era el momento de correr.
    La noche oscura, no dejó ver aquella figura que se cruzó como un relámpago en la carretera, el coche que venía conducido por una mujer joven, no pudo frenar totalmente y golpeó el cuerpo de aquella persona enloquecida, trasladándola al otro laso de la carretera. La mujer se bajó inmediatamente del vehículo, para atender a la mujer que se le había cruzado en la carretera.
    -Dios mío, es una mujer, y parece que está muerta - y a continuación gritó-: ¡Socorro, socorro! ¡Ayudarme, ayudarme, hay una mujer muerta!
    En aquel momento salieron algunas personas del restaurante, entre ellas estaba Alfredo, que se acercó de inmediato.
    -No, no está muerta, sólo está herida, hay que llamar inmediatamente a una ambulancia.
    La ambulancia solo tardó unos minutos en llegar, y Leonor fue trasladada al hospital, la acompaño su esposo. Este en la ambulancia la miró, le cogió la mano y arrodillándose sobre ella, lloró desesperadamente:
    -Lo siento, lo siento, yo no quería herirte, yo no quería…
    Por un momento, ella, aquella mujer que lo amaba tanto, abrió los ojos, y de ellos cayeron unas lagrimas, al momento perdió de nuevo la conciencia.

 

 

CAPÍTULOII

 

    El médico diagnosticó traumatismo cráneo-encefálico, en estado severo. Su vida estaba en peligro en las próximas cuarenta y ochos horas, podría producirse una hemorragia interna en el cerebro. Las horas pasaban muy lentamente. Alfredo telefoneó a Susana, la mujer que había ocupado recientemente su corazón. Le contó lo ocurrido, y lo culpable que se sentía de haber ocasionado aquel desastre. Ella lo consoló y le hizo ver que él no tenía la culpa de lo ocurrido, culpabilizó en cierta medida a Leonor, por su actitud desenfrenada ante la nueva situación.
    Mientras Leo estaba en el hospital, Alfredo se quedó en casa cuidando a los hijos, contrató a una niñera que se ocupaba de los pequeños mientras él trabajaba. Los niños estaban muy tristes, echaban mucho de menos a su madre. El padre aprovechó la ocasión y a los días les dijo a los hijos que se iba a separar de su madre, también les explico a los pequeños que iba a compartir su vida con otra mujer. Esta confesión afectó muy negativamente a los niños, cambiando de actitud con respecto a su padre; todo ellos influyó en que los pequeños sufrieron de golpe la destrucción de su hogar, casi habían perdido a su padre y la madre se debatía en un hospital entre la vida y la muerte.
    Leonor estuvo casi un mes en coma, poco a poco fue despertando, pero no recordaba nada de su vida anterior; no reconocía a su esposo ni siquiera a sus pequeños. Su mente estaba vacía. Todos los días iba a verla la joven que la había atropellado, era una joven muy alegre y dicharachera;  Leonor le cogió mucho cariño, se había acostumbrado a su compañía. Ella sonreía ante cualquier estimulo, y se asustaba cuando la tarde caía y el sol se ocultaba, dando paso a la noche. Su recuperación fue lenta, día a día su mente se iba aclarando y a los seis meses del accidente se encontró con la cruda realidad.
    Alfredo se puso en contacto con los padres de ella, y les comunicó que se iba de la casa, que había conocido a otra mujer y había decidido abandonar a la que todavía era su esposa. Ellos no le reprocharon nada, bastante tenían con la nueva situación que se les venía encima. Decidieron trasladarse a la ciudad y vivir con su hija, hasta tanto   esta no se recuperara definitivamente. Los niños vivirían con su padre, hasta que la situación de Leonor  cambiara.
    Amparo, era el nombre de su nueva amiga,  la joven que un día se cruzó en su camino, y desde entonces, no se había separado de ella, al principio lo hacía porque se sentía un poco culpable del accidente, pero día a día se había encariñado con ella y con los pequeños, que ya consideraba  casi sobrinos suyos. Esta joven fue un puntal muy importante en la recuperación de Leonor, aunque costó bastante trabajo sacarla del hoyo donde estaba inmersa. Una vez que recobró la memoria se dejó llevar por la apatía, le envolvía un estado depresivo y de abandono, no asumía que él, la hubiera abandonado, y menos aún en el estado en el que se encontraba; jamás le perdonaría su comportamiento hacía ella. Se había aprovechado de su situación para llevarse a los hijos, eso jamás se lo perdonaría.
    Ensimismada en sus recuerdos, Leonor se sintió rota, jamás pensó que el hombre que había querido tanto, la dejara por otra, irremediablemente nunca sería la mujer que un día fue, se miró al espejo y no se reconoció, vio a una mujer fea, rota, amargada, sin ilusiones, sin corazón y casi sin alma. Se horrorizó, se volvió a mirar; cogió un cigarrillo y muy despacio lo encendió, dio una bocanada y lentamente echó el humo haciendo redondeles, volvió a dar otra calada al cigarrillo, se puso delante del espejo y lanzó rápidamente el humo, quedando envuelta en una nube. Se miró, y tras el humo se vio sonriente, en ese momento se reconoció como otra mujer, distinta a la mujer que había sido hasta ese instante; fue como una luz, un flas. A partir de ahora, me debo a mis hijos y a mí misma, a partir de hoy renace una nueva mujer, que nada tiene que ver con la que se quedó aquel día tirada en el asfalto de una carretera- pensó. Las nauseas le siguieron, y no tuvo más remedio que dirigirse al baño, se encontraba mal, de vez en cuando se mareaba, sobre todo cuando pensaba en él, en aquel hombre que la había abandonado, aquel que ella quiso tanto, el mismo que la había herido casi de muerte con su actitud, con su abandono. Estaba vacía, la vida le había azotado fuertemente, y no se sentía con fuerzas. En un arrebato de ira, levantó su mano y se desprendió de aquel anillo de compromiso; el mismo que él le puso en el dedo el día de su boda. Levantó la tapa del inodoro y con mucha fuerza lo tiró dentro, posteriormente presionó el botón del depósito del agua; el anillo desapareció inmediatamente delante de sus ojos. Se extrañó de su reacción, se dio cuenta en ese instante noto su liberación, era como si le hubieran quitado un peso de encima, peso que le oprimía el alma, y ahora se sentía casi como una pluma. Ahora es el momento de cambiar, de vivir mi vida, ahora es el momento de alcanzar mi libertad- se dijo.
    Los pequeños echaban mucho de menos a su madre, y no se adaptaban a la nueva vida, ni a la mujer que convivía con su padre. No era mala, pero ella no estaba dispuesta a sacrificarse por unos pequeños que casi ni conocía. Esta situación, motivó que los críos quisieran estar con su madre, pero no podían ir con ella hasta su recuperación.  Transcurrido un tiempo, y con la mejoría de Leonor, los abuelos se volvieron a su localidad, los niños por fin volvieron con ella; lo deseaban con todas sus fuerzas, ese día lo celebraron juntos, fue  un día muy especial, fue el día del reencuentro.
    A la mañana siguiente se acercó al teléfono, marco el número de Amparo.
   -Hola, Amparo, hoy he descubierto de nuevo mi rostro en el espejo, sabes, y no estoy nada mal -dijo entre carcajadas-, estoy dispuesta a aceptar la invitación que me hiciste en referencia a visitar el rancho de tus padres, si te pareces podremos ir el próximo mes, aprovechando las vacaciones de los niños.
    -Estupendo, me parece una buenísima idea, mis padres se pondrán muy contentos de tenernos allí, verás cómo  te  gustará. ¡Ah!, así podrás conocer a  mi  hermano  Fran y  a mi hermana pequeña, son estupendos, seguro que les caerá muy bien.

 

 

CAPÍTULO III

 

    Llegó el día de la marcha, los pequeños casi no durmieron ese día, estaban muy nerviosos; nunca habían visitado un rancho y solo la idea de montar a caballo les entusiasmaba. Leonor estaba ocupada en hacer las maletas, y no sabía porque sentía una sensación extraña en el estomago; tuvo un buen presentimiento, pero no sabía de que se trababa, sólo tenía buenas sensaciones con respecto al viaje, estaba segura que lo pasaría bien, ya era hora de tener días felices y ella estaba dispuesta a ello.
    El viaje duró casi ocho horas, los críos estaban cansados, aunque gran parte del viaje lo hicieron dormidos, ya que la noche anterior la habían pasado casi en vela debido al estado de excitación que tenían. Ya eran las ocho de la noche cuando llegaron a la hacienda de los padres de Amparo. En la entrada se encontraban dos personas mayores, que Leonor supuso se trataría de los padres de su amiga, junto a ellos había una joven.
    -Papá, mamá, que alegría de estar con vosotros, Lucía, dame un abrazo, ¡que guapa estás!, mirad os voy a presentar a mi amiga Leonor y a sus pequeños, son unos niños preciosos y muy buenos.
    -Encantada de conocerte dijeron los padres al unísono, si, realmente son unos niños preciosos.
    -¡Hola Leonor! -dijo la madre de amparo-, me encanta que estéis aquí, la hacienda a veces se me hace aburrida, y ahora estaré más distraída y contenta con vuestra compañía, sobre todo con estos pequeños, que serán la alegría de la casa.
    -Niños saludar. 
    -Buenas noches, muchas gracias por recibirnos en vuestra casa -dijeron.
    -Ahora os enseñaré vuestras habitaciones, seguidme -manifestó Amparo.
    Una vez en la habitación, Leonor abrazó a sus hijos y dijo:
   -Hijos,  hoy empieza para nosotros una nueva vida, disfrutemos de la estancia en esta hacienda y con esta familia tan acogedora, pasaremos un verano inolvidable, deseo que disfrutéis junto a mí, ¿qué os parece?
   -Si, dijeron los niños emocionados con las palabras de la madre, lo pasaremos muy bien, mamá.
    La cena fue muy agradable, los padres y hermana de Amparo eran personas muy sencillas y cariñosas. Leonor se sintió muy bien, y agradeció el acogimiento con el cual habían sido recibidos sus hijos y ella. Cuando prácticamente estaban terminando de cenar, se abrió la puerta del comedor y entró un hombre, el cual se acercó sonriendo y con voz fuerte dijo:
    -Querida hermana, estás de vuelta, me alegro mucho, la estrechó en sus brazos y la aupó dos palmos del suelo. Bueno preséntame  a tus amigos.
    - Fran, ella es mi amiga Leonor y sus dos hijos, van a pasar el verano con nosotros.
    -Encantado Leonor de tenerte entre nosotros, ¡ah!, vosotros pequeños, espero que disfrutéis aquí, mañana os enseñaré los caballos, que seguros querréis conocer, ¿me equivoco?
    -Si, si, estaremos encantado de montar a caballo -dijeron emocionados.
    A la mañana siguiente, cuando Leonor se despertó se encontró en su habitación sobre un sillón, un traje de amazona de color verde oscuro, se quedó recostada mirándolo y pensando la suerte que había tenido aquel día horrible, porque le había dado la oportunidad de conocer a Amparo y a su familia. Y ahora estaba pasando unos días de vacaciones entre ellos, y estaba segura, no sabía  por qué, que ella y los niños lo pasarían bien; esta familia era tan acogedora, que se sentía como en su propia casa.
    Cuando estaba en esos pensamientos, sonó unos golpecitos en la puerta. Era Amparo y Lucia que venían a despertarla.
    -¡Vamos a levantarnos ya que el día es precioso! Los niños están desde hace rato con Fran, han ido a las cuadras a ver unos caballos.
    -Sí, ya estoy despierta, ahora mismo me preparo, me pondré ese precioso traje que me has traído.
    -Me alegro que te guste y que decidas venir a montar a caballo.
    -Yo no sé montar, y me da un poco de miedo, seguro que me caeré del caballo y me romperé algún hueso.
    -No te preocupes, mi hermano te enseñará a montar. Verás cómo te gustará. Ahora voy a preparar el desayuno.
    Después de un suculento desayuno junto a la familia, se dirigieron a las cuadras, allí estaban sus hijos.
    ¡Mamá, mamá! -gritaron al verla- es emocionante montar a caballo, yo ya lo he intentado y no me ha tirado, casi ya lo domino -dijo.
    Miró a sus hijos y se sintió orgullosa de ellos, hizo un movimiento de cabeza,  desechando cualquier pensamiento inapropiado, no quería pensar nunca más en el pasado, ahora tenía una nueva vida por delante con sus hijos y no pensaba desaprovecharla, ahora era el momento de iniciarla. Ensimismada en sus pensamientos, escuchó una voz detrás de ella.
    -¡Buenos días!, ¿has descansado bien? Te sienta muy bien el traje de montar.
    -Si, gracias, he descansado muy bien, me han despertado los trinos de los pájaros.
    El día fue maravilloso, ambos hermanos se encargaron de que así  fuera; los niños disfrutaron mucho y al final del día ya montaban solos a la grupa de los caballos. Ella los  miró y  se sintió feliz, dio gracias a Dios de haber encontrado a esta familia tan especial. Lucía era una joven maravillosa, estaba totalmente volcada en ellos, se lo pasarían muy bien juntos.

 

CAPÍTULO IV

 

    El verano pasó muy deprisa, ya llegaba la hora de ir recogiendo y preparar las maletas para la vuelta. Se sentía muy a gusto entre aquellas personas, había congeniado mucho con Fran; se sentía muy bien en su compañía. Cuando no lo veía en el desayuno se preocupaba, el corazón se le encogía pensando que se hubiese ido a la ciudad por varios días, se había acostumbrado a él y sólo pensar no volver a verlo la angustiaba.
    -Un dólar por tus pensamientos.
    -¡Hola!, no te había visto llegar.
    -Leonor, he pensado que esta noche podríamos ir a cenar a la ciudad y después bailar un poco, ¿te gustaría acompañarme? A mí me encantaría que aceptaras mi invitación.
    -No sé, los niños.
    -No digas más, si es por eso no te preocupes, amparo y Lucia se quedará con ellos encantada.
    -Si es así, acepto encantada.
    -A las ocho te recojo, verás cómo lo pasaremos bien.
    Leonor se sentía feliz, le encantaba la idea de acompañar a la fiesta a este hombre, además de ser tan atractivo, le atraía su forma de ser, era un ser extraordinario, todo lo hacía para que ella se sintiera a gusto. ¿Sentiría algo por ella? Se preguntó.
    Delante del armario, Leonor rebuscaba entre sus vestidos, quería estar atractiva esa noche para él; sacó uno de color negro y la espalda descubierta, era un poco atrevido pero justo para la ocasión; decididamente, ese sería el apropiado. Una vez decidido el traje, se tumbó en la cama, y su imaginación voló, se vio envuelta en los brazos de Fran. Su corazón se le aceleró tanto, que dé un salto se sentó en la cama -no quiero hacerme ilusiones, pensó.
    Antes de arreglarse para salir, fue a la habitación de sus hijos, estaban junto a Amparo jugando a un juego de mesa.
    -Hola mamá dijeron los niños.
    - Venir a abrazar a mamá, necesito vuestros besos.
    Los pequeños corrieron a los brazos de su madre, y ella los abrazó con tanta fuerza que protestaron.
    -Esta noche voy a salir con Fran, iremos a cenar, ¿os parece bien? -preguntó.
    -Si, mamá, por nosotros no te preocupes, estamos muy bien aquí.
    -De acuerdo, portaros bien, mañana saldremos a dar un paseo a caballo.
    En su habitación, se sentó delante de la ventana, encendió un cigarrillo e inhalando el humo pensó por un momento en su anterior vida, le recorrió por todo el cuerpo una corriente eléctrica que le erizó la piel. Se levantó de un salto y se dirigió al baño, se tenía que preparar para su cita y no deseaba que aquel recuerdo le enturbiara la noche.
    Cuando deslizó el vestido por su cuerpo, se dio cuenta que estaba bronceada, y su piel destacaba notablemente sobre aquel escote atrevido, realmente le quedaba perfecto, perfilando una silueta propia de una pasarela; se adornaría con unas perlas australianas que les dejó su amiga especialmente para ese día;  les iría perfectas para ese vestido.
    Salieron de la casa para dirigirse a un buen restaurante de la ciudad, ambos estaban callados, el ambiente estaba un poco tenso hasta que él dijo:
    -Leonor, dentro de dos días te marcharás y eso me entristece, no sé cuando volveré a verte y me siento extraño por ello, me he encariñado tanto con los niños.
    -¡Ah! Por los niños, dijo de forma jocosa.
    -Sí, los niños me han conquistado, pero la realidad es que tú, me has embrujado, no te he dicho nada hasta hoy porque no estaba seguro si me aceptarías, pero al ver que se acerca el día de la partida, quiero que sepas mis sentimientos hacía ti. Leonor, me he enamorado como un loco de ti, no quiero que te marches.
    -Fran, yo también siento algo especial por ti, pero todavía no puedo tomar ninguna decisión, necesito tiempo, quiero poner en orden mi vida, y dejar el pasado atrás una vez por todas,
    -Lo entiendo, dejaremos pasar el tiempo, sólo quería tener la oportunidad de decírtelo antes de que te fueras; ahora vayamos a cenar y a divertirnos, esta noche es nuestra.
La cena se desarrollo agradablemente, aunque Leonor ya lo veía de otra manera, estaba un poco tensa, aunque quería disimularlo. Sonó en la sala una canción muy romántica, Fran aprovechó la ocasión para cogerla de la mano, y dirigirla a la sala de baile. El la rodeo por la cintura y se dejaron llevar por aquella melodía, en la segunda canción, y casi sin darse cuenta, se vieron envuelto en un beso, sus labios se unieron y el tiempo no contaba.
    A la hora de llegar a la casa y despedirse en la escalera, él la envolvió entre sus brazos y ella se dejó llevar, la cogió en brazos y se dirigió a su habitación, la puerta se cerró detrás de ellos.

 

 

CAPÍTULO V

 

    Leonor se despertó muy temprano y sintió el cuerpo de aquel hombre, él todavía era casi un extraño para ella, recordó la noche de pasión y se estremeció; se levantó de la cama muy despacio para no despertarlo, se vistió y salió rápidamente de la habitación.
    Se tumbó en su cama y sumida en el último acontecimiento se quedó dormida. Las voces de sus hijos la despertaron, saltó como un rayo de la cama, se dirigió al baño, se preparó y bajó al encuentro de los pequeños que ya estaban preparados con sus trajes de montar, estaban deseosos de volver a montar aquellos caballos que ya eran tan familiares para ellos.
    Mamá, mamá, hoy no puede venir Fran con nosotros, se acaba de ir a la ciudad, se ha despedido de nosotros y nos ha dicho que le despidamos de ti, que ha sido un placer haber pasado el verano con nosotros. ¡Ah!, nos ha dicho que podemos volver siempre que queramos, que estará encantado de recibirnos. Y si es posible, que volvamos en Navidad.
    -Mamá, ¿vendremos en Navidad? -Dijo el pequeño-
    -Para ese día, aún queda mucho hijo, no sé todavía que haremos, es pronto para saberlo.
    Al oír aquellas palabras de su hijo, creyó que el mundo se le venía encima, no entendía porque se había ido de aquella forma, sin despedirse, no podía creerlo. Se sintió mareada y desilusionada, ella esperaba haberlo encontrado aquella mañana, haberlo mirado y que hubiera descubierto en su rostro la complicidad de la noche de amor. Fue tal la desilusión que le dijo a su amiga que no se encontraba bien aquella mañana, y además debía  preparar el equipaje, ya que se marcharían al día siguiente. Ante las preguntas de ella, de cómo lo había pasado la noche anterior en la cena, solo contestó con monosílabos, no tenía ganas de dar más explicaciones.
    Cuando entró en el dormitorio, vio un sobre y una rosa roja sobre la cama, cogió el sobre lo abrió y se encontró una nota que decía: «Mí querida Leonor: siento mucho despedirme de ti de esta manera, pero no podría soportar verte marchar. Quizás me he precipitado declarándote mi amor, quizás no estuvieras todavía preparada para iniciar una nueva relación, y creo que lo he fastidiado todo. Sól te pido que perdones mi torpeza, y si lo consideras, esperaré el tiempo que sea necesario. Solamente te puedo decir que eres la mujer de mi vida, y contigo he sentido la felicidad absoluta. Nuevamente te pido perdón por no haber tenido valor de despedirme personalmente, después de haberte tenido en mis brazos, no tengo fuerzas para dejarte marchar delante de mis narices.

            Te quiero, cuidaros mucho tú y los niños. Fran.»

 

    Leonor leyó la carta una y otra vez, por sus mejillas se deslizaron unas lágrimas, se sentó en la cama y encendió un cigarrillo. Pensó en Fran, sin darse cuenta se había enamorado de él, quería que hubiera estado allí, y que le hubiera pedido que se quedara con él, ella le habría dicho que si; ¡si!, ¡si!... por supuesto que lo habría aceptado, era el hombre que quería, no lo había querido reconocer hasta ahora, pero ella en el fondo de su corazón sabía que desde el primer día que lo vio, sintió algo especial por él, y ese sentimiento se había ido acentuando al conocerlo tan directamente, al comprobar la persona tan especial que era. Ahora se había marchado y ella nuevamente se encontraba sola. Se tumbó en la cama, se tapó la cara con la almohada y gritó, gritó con todas sus fuerzas.

 

 

CAPÍTULO VI

 

    A la mañana siguiente estaban todos en la puerta despidiendo a Leonor y a los niños, se dijeron palabras de agradecimiento y nuevos ofrecimientos de visitar la hacienda. Amparo este año no estaría con ella, porque viajaba a Europa por cuestión de trabajo. Se abrazaron y emplazaron el encuentro para las navidades siguientes, en caso que ella viajara de nuevo a casa. El vehículo que los llevaría al aeropuerto les esperaba, se dieron el último adiós y se marcharon agitando las manos, el coche se alejaba y en la puerta de la casa quedaron cuatro diminutas figuras distorsionadas por la distancia.
    Los primeros días  fueron difíciles para ellos, en los últimos meses habían disfrutado de la hacienda, del campo, de los caballos, pero sobre todo de unos amigos fabulosos que ahora echaban en falta, y al menos por un tiempo no volverían a ver. Leonor especialmente echaba mucho de menos a su querida amiga a Amparo, que se había marchado a Europa, y no volvería en meses.
    Leonor cada día se preguntaba porque salió corriendo ese día, porque se fue huyendo de él y de sus besos de despertar; se había equivocado y no se lo perdonaba, que distinto hubiera sido si en vez de huir lo hubiera abrazado demostrándole su amor.
    El otoño, les trajo tranquilidad, los niños acudían a sus clases diariamente, y ella comenzó a trabajar de nuevo, los días pasaban lentamente, en su vida no había demasiadas actividades lúdicas, estaba dedicada exclusivamente a sus hijos. A veces soñaba como hubiera sido su vida junto al hombre que amaba, sólo pudo entregarle su amor un solo día, y cada noche soñaba despierta con él; lo añoraba, sus risas las llevaba gravadas en su mente de tal manera, que cuando cerraba los ojos, parecía que él estaba a su lado. Ahora se daba cuenta de lo equivocada que estaba con el amor que le había profesado a su ex marido; ella pensaba que ese amor era único e insustituible, sin embargo no se acordaba de él para nada, ni siquiera le guardaba rencor. Estaba completamente enamorada de Fran, había veces que deseaba ir en su busca, pero no se atrevía, ni siquiera sabía dónde estaba. Hacía un mes le había comentado su amiga Amparo, que él, había viajado a Australia, por temas de trabajo. Sólo de pensar lo lejos que podría estar, se estremeció.
    Fran se despertó aquel día, extendió la mano para acariciarla y se encontró la cama vacía, se incorporó pensando que la encontraría en la habitación, pero ella no estaba. Su desilusión fue tal, que pensó que ella se marchó arrepentida de haber compartido con él su amor. Ese pensamiento le hizo marcharse de inmediato del lugar, no podía encontrarse con ella, y ver sus ojos de reproche, no podría soportarlo.
    Sabía que tenía que poner distancia, y decidió marcharse a Australia; desde hacía tiempo tenía que ir a aquel país por temas de negocio, y creyó oportuno ir en estos momentos, así pondría mar y tierra por medio durante una temporada; había que dar tiempo a la situación que se había creado entre él y Leonor. Procuraba estar todo el tiempo ocupado, así pensaría menos en ella. Pasaban los días y no podía olvidarla, más de una vez sintió el impulso de coger un avión e ir en su busca, pero al instante pensaba: «¿Y si es demasiado pronto y le agobio -con este pensamiento dejaba pasar los días-. Volveré para Navidad, ese día estaré con ellos, y será definitivo, y si me acepta nos convertiremos en marido y mujer.»

 

 
CAPÍTULO VII

 

    El padre de Leonor fue ingresado de urgencia en el hospital, fue víctima de un infarto de miocardio severo, su estado era crítico. La madre la llamó de inmediato y ella cogió el primer avión para estar cerca de sus padres en estos momentos tan duros. Los pequeños se quedaron con su padre.
    El tercer día, el padre mejoró notablemente, y a la semana ya estaba trasladado a su domicilio, con un tratamiento médico y unas recomendaciones que debería llevar a cabo, Leonor marchó a casa, recogió a sus hijos y volvió al trabajo. Cuando los niños estaban acostados, se sentó en la alfombra con las piernas cruzadas, encendió un cigarrillo, cerró los ojos y dejo salir el humo lentamente, recreándose en ese acto. ¿Dónde estará él? ¿Pensará en mí alguna vez? Como me gustaría estar a su lado, sentirlo, ¡cómo me gustaría! –pensó.
    El chirrear del fuego en la chimenea la despertó, tenía mala postura y las piernas se le quedaron entumecidas, se levantó y se dio un leve masaje; miró el reloj y eran las tres de la madrugada, ya debía ir a la cama, tenía que madrugar para ir a trabajar.
    Ya solo quedaban quince días para Navidad, recibió una carta muy larga de su amiga; en ella le contaba que había conocido a un abogado de prestigio en la ciudad donde residía, y se habían enamorado; él le había pedido que se quedara para pasar las navidades y ella había aceptado de buen grado, aunque eso impediría que este invierno se vieran. Le contó muchas cosas de su vida en aquel país europeo; también le dijo que la echaba mucho de menos y que sentía de corazón no poder estar junto a ella y los niños en fechas tan señaladas.
    Al leer la carta, se sintió terriblemente sola, la esperanza de volver a la hacienda se había esfumado de inmediato, parte del tiempo lo pasaría sola, ya que los niños irían unos días con su padre. Esta idea la entristeció, y pensó en lo sola que estaría; iría a pasar el día de navidad con sus padres; sí, haría eso. Ahora no quería seguir pensando en ello, ya tendría tiempo en el momento preciso.
    A la mañana siguiente, se levantó muy temprano, tenía que rellenar unos cuestionarios para entregar en el colegio de sus hijos. Cuando llegó la hora despertó a los pequeños, preparó el desayuno para los tres y se marcharon cada uno a sus tareas. Este día se sentía eufórica, iría de compras una vez que terminara de trabajar, así se distraería y ocuparía el tiempo en ella misma, hacía tiempo que no lo hacía y ya era hora.
    Se compró unos vaqueros de color azul claro y un par de camisas; se probó varios vestidos, eligió uno rojo muy escotado por la espalda y otro color chocolate, ambos muy atrevidos y elegantes.
    Camino de casa, Leonor se paró en una cafetería, pidió un café y encendió un cigarrillo, se sumergió de nuevo en sus pensamientos, en ellos siempre aparecía él; recordaba aquella noche, donde recibió más amor que en toda su vida de matrimonio. Solo de pensar en él se estremecía. Se hacía la misma pregunta de siempre ¿Dónde estaría? ¿Habrá encontrado otro amor?, esta idea la mortificaba. En el fondo de su corazón tenía la esperanza de que se encontraría con él en Navidad, estaba casi segura que vendría a buscarla.
    Leonor compró un gran árbol de navidad, lo adornó junto a  sus hijos, éstos no irían con su padre en navidad, les había llamado diciéndole que no podría estar con los niños porque le habían ofrecido un viaje a Alemania, e iría con su nueva esposa. Leonor en el fondo de su corazón le agradeció a su “ex” el que no se llevara a los niños, ella necesitaba tenerlos cerca y más en esas fechas tan señaladas y familiares.
    El día de Navidad lo pasaron con su padres y abuelos de los niños. Lo pasaron en familia en un ambiente muy entrañable, se quedaron dos días más con ellos. Cuando volvieron a  casa, se encontraron con un mensaje de correo, era de Amparo que les mandaba a los niños unos regalos y para ella un abrigo precioso con el cuello de piel.
    Pasó la navidad y no tuvo noticias de Fran, ella se desilusionó terriblemente, pero al final se resigno a no tener al hombre al cual amaba con todas sus fuerzas. Me equivoqué -pensó-, jamás debí abandonar aquel día la habitación.

 

 

CAPÍTULO VIII

 
    Australía quedaba tan lejos, él había puesto mar y tierra por medio en contra de su voluntad, pero no le quedaba más remedio; quería alejarse de ella, quería darle tiempo, ella tenía que pensar en su nueva vida y definitivamente olvidar al que fue su marido. Estuvo a punto de volver en navidad, pero creyó que no había pasado el suficiente tiempo y se marchó a África, a un proyecto muy interesante que le habían propuesto. Estuvo durante seis meses en aquel continente. Durante este tiempo no dejó de pensar en ella, en aquella mujer de mirada triste que conoció en aquellos días. Cómo estará ahora -se preguntaba-;  habrá rehecho su vida; es tan bella, y sobre todo es una mujer especial, me siento tan bien a su lado. Iré a visitarla cuando llegue- pensó
   Fran llego a finales de Junio a la hacienda, allí estuvo durante el mes de Julio poniendo en orden todo lo relacionado con la misma. Su hermana Amparo llegó a mitad de Julio, le acompañaba su novio. En cuanto tuvo ocasión le preguntó por Leonor, y si tenía pensando venir algunos días con los niños. La hermana le manifestó que Amparo se encontraba bien, y que los niños se había ido a pasar parte del verano con su padre. Ella había viajado a Francia aprovechando la ausencia de los niños, pasaría un par de meses en aquel país.
    -Podrías facilitarme la dirección de Leonor, tengo que viajar a Francia y podría ir a visitarle.
    -Por supuesto hermano, ella se alegrará de verte, seguro que se alegrará; esta es la dirección.
    A los dos días Fran se levantó muy temprano,  se despidió de sus padres y hermanas, y se marchó camino de Francia; iba a buscarla, ya no podía esperar más tiempo, necesitaba saber de ella, decirle todo lo que la amaba.
    Llegó a Paris y buscó un hotel cerca del apartamento donde ella estaba. Descansó un rato y a las ocho de la noche, salió a la calle, compró una botella de champán y se dirigió hacia donde ella estaba. Llamó a la puerta varias veces, pero no contestó nadie. Ella no estaba en ese momento en el apartamento. Se sentó en la escalera, encendió un cigarrillo y se quedó inmerso en sus pensamientos, dio varias cabezadas; lo despertó unas voces femeninas que se despedían en la puerta. Sintió unos pasos en la escalera, y la vio de espalda, estaba intentando meter la llave en la cerradura.
    -Me acepta una copa joven.
    Ella dio un respingo y se volvió asustada.
   ¡Oh! ¿Quién eres? ¿Qué quieres?
    -Qué pronto te has olvidado de mí.
    -¡Dios mío, Fran!, ¡qué susto me has dado! ¡Qué haces aquí?
    -Tú qué crees, pues pasaba por aquí…
    -Anda tonto, dime, que haces aquí
    -Te cuento, aquí en este país hay una mujer que me volvió loco cuando la conocí, y he venido  a buscarla, a ver si me cura esta locura de amores.
    -Ah, ¿Si? Has venido a buscar a una mujer, y crees que la podrás encontrar.
    -Bueno, eso depende de ti.
    -He deseado tantas veces este día, ya había perdido la esperanza que algún día vinieras a buscarme. ¿Por qué no lo has hecho antes? Ahora no sé qué pensar.
    -Hagamos una prueba, cierras los ojos y déjate llevar, así comprobaras si deseas estar conmigo.
    Fran la acercó hacia él, la rodeo entre sus brazos y la besó en la boca; ella se estremeció, le devolvió el beso con rabia y poco a poco fue suavizando la presión hasta separarse de él.
    -Tengo miedo Fran, tengo miedo a que esto no funcione.
    -No pienses en eso, yo te quiero y deseo pasar el resto de mi vida compartiéndola contigo y con tus hijos.
    -Me dejas pasar a tu apartamento, allí podremos seguir hablando.
    -Claro, pasa
    Una vez dentro, Fran volvió a cogerla por la cintura y abrazarla, le susurraba en el oído todo lo que sentía por ella. Leonor se sentía tremendamente feliz, dejándose llevar por la pasión del momento; ahora no quería pensar en nada, sólo en vivir su amor.
    A la mañana siguiente, ambos se despertaron abrazados, se miraron a los ojos y se dijeron tantas cosas; ellos comprendieron que jamás se separarían; el destino había querido que se encontraran y no estaban dispuesto a desafiarlo.
   -Te quiero Leo.
   -Yo más, mi amor…

 

Ceuta, 10 de mayo de 2009.                

 
Fini Castillo sempere

 

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LA HIJA PERDIDA

 

Y como de contar historia se trata, hoy os voy a contar una - me la contó mi Yaya:
En un pueblecito de Alicante, en los años veinte, una muchacha conoció a un forastero,- así llamaban a los que del pueblo no eran-. Lo conoció una mañana de otoño, locamente de él se enamoró; a sus padres ella les dijo que casarse quería con él.
Los padres no lo querían, no se fiaban de él. La niña ya no comía, las noches en vela pasaba suspirando por su amor prohibido.
Un día dijo la hija:
-Padres queráis o no queráis, me voy a casar con él. No poner impedimentos porque de él, un día fui. Su padre bajó la cara sonrojado y con vergüenza, y dijo estas palabras: “María, abraza a tu hija que ya nada se puede hacer, solo quererla y apoyarla y a nuestro nieto querer”.
La madre abrazó a su hija, y el ajuar le preparó; se casaron un buen día, con paz y mucha emoción.
Aquel desdichado día el marido anunció: -a mi tierra he de volver, al otro lado del mundo.
- ¡Dios mío que lejos es! -Se dijeron los padres desconsolados.
 Se marcharon un día de mayo, los padres sin corazón quedaron con esa despiadada partida; su hija del alma se iba, y quizás nunca más volvería; quizás ya nunca la verían. Lágrimas, lágrimas y más lágrimas  los padres derramaron aquel fatídico día.
El padre en la ventana miraba en la lejanía, día a día, noche a noche, la hija nunca venía; con su pena se murió, nunca más de la hija supo; ni una carta ni un adiós, solo tristezas y añoranzas.
La madre, sola envejeció, sentada siempre en la silla en la puerta de su casa, igual que Amal, (personaje descrito por Rabindranath  Tagore) esperando que el cartero carta le trajera de su hija. A todos los que por allí pasaba, ella gritando les decía:
-¡Hoy voy a recibir una carta de mi hija!, ¡y en ella me va a decir!: que me extraña y que me quiere y que pronto va a venir, y conmigo se quedará, hasta el día de mi muerte.
María como una vela se ha ido apagando, esperando y sin respuesta las noticias de su hija, ¡María se está muriendo!, y en su agonía ve  a su hija que la llama y, de su boca salen estas palabras:
- ¡Madre querida! ¡Madre del alma! no he venido antes porque en el cielo yo estaba desde el día de mi partida. En el barco que yo iba una roca nos hundió y desde ese día, desde el   cielo  os cuido y os protejo yo, esperando con ansias este día para abrazarte y decirte todo lo que te quiero.
 La madre se sonrió, lágrimas de gozo le brotaron al contemplar a su amor. A lo lejos ve a su esposo; al que un día su corazón entregó, su niña lo acompaña, si, allí juntos están los dos.
- ¡Mis amores!- Exclamó María. Esperarme que con vosotros yo me voy.
Maria ya está contenta, María ya no está triste, de su garganta salen canciones; canciones alegres y de contento porque con su hija al fin se encuentra; el padre viene a la fiesta y, los tres juntos cogidos de la mano vá a ese baile con orquesta  que les invita  la eternidad

 

En ceuta, a 1 de Enero 2008  
                            

 Fini Castillo Sempere

 

 

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LA PALOMA Y LA ESPANTAPAJAROS                              

“El amor verdadero hace lo imposible, posible”   

 

Su paso era lento, cada pisada retumbaba en su cerebro como si fuera el sonido de un tambor, tocado por algún niño en su juego de ser el tamborilero de alguna banda de cualquier pueblo. Pensaba en lo desgraciado que era; su vida casi no tenía sentido. Fernando era un hombre de treinta y dos años, pensaba que no era muy agraciado físicamente;  además su baja estatura le había condicionado mucho en  la relación con el entorno. Cuando era pequeño, no lo notaba demasiado, pero según iba cumpliendo años, veía que sus amigos le iban pasando en estatura y él quedaba muy por debajo de ellos.
            Al cumplir los catorce años, sus compañeros le daban de lado, e incluso se reían de él. Ya tocaba ir detrás de las chicas, y ellos se veían tan altos… Sin embargo Fernando no crecía, su estatura era casi siempre la misma. Esta situación  no le afectaba todavía mucho, porque en vez de ir en busca de las chicas, se quedaba jugando a la pelota con los niños del barrio, aunque estos eran más pequeños en edad que él.
            Fernando cada vez se iba alejando de sus compañeros de clase, cosa que a ellos no les afectó en absoluto;  alguna que otra vez se acercaban a él para gastarles alguna broma de mal gusto, siempre en relación con su estatura. Él bajaba la cabeza y se retiraba sin decir nada, cada risa de sus compañeros eran puñales que se clavaban en su triste corazón;  se sentía tan mal, tan poca cosa, que mil veces deseó morir. Era tanto su dolor que las lágrimas le brotaban no solo de sus ojos, sino del fondo de su alma, se sentía tan desgraciado; porque no sería como los demás jóvenes -se preguntaba-, él necesitaba ser querido, quería sentir, enamorarse, pero era tanta su amargura que sabía que era imposible; incluso llegó a maldecir  a sus padres por haberlo traído al mundo, a este mundo tan cruel donde había encontrado el desprecio y la maldad de las personas cercanas a él.
            Una tarde de otoño, cuando las primeras gotas de lluvia golpeaban su ventana, Fernando se quedó ensimismado en el tac, tac que llegaba a sus oídos, su cabeza giró hacía donde provenía el sonido y se percató que en el quicio de la ventana había un pequeño bulto blanco, tan blanco que parecía una bola de nieve; no puede ser -pensó-, todavía este año no ha nevado, sólo está lloviznando. De un salto se levantó de la cama, abrió la ventana y se encontró con una paloma aterida de frió y casi moribunda. La cogió entre sus manos, la alzó y comprobó que aquella ave estaba casi muerta, su respiración era lenta y su cabeza colgaba hacía un lado. Fernando con toda la rapidez que pudo la introdujo en la habitación, buscó una caja de zapatos, la llenó de algodones, fue a la cocina y calentó agua, la cual introdujo en una bolsa destinada a ese menester. Volvió de inmediato donde estaba la pequeña paloma, introdujo la bolsa de agua caliente en la caja donde descansaba el ave. Fue a buscar pan y lo mojó en agua e intentó introducirlo en el pico, ésta, estaba tan extenuada que no quiso el alimento; Fernando intentó por todos los medios que algo de aquel pan se introdujera en el estomago de aquel desvalido animalillo.
            Ya solo quedaba  esperar y ver si la calidez del lugar que le había preparado a la pequeña paloma la haría volver al mundo, a un mundo que ya estaba predestinado para ella. Esperando el milagro, Fernando se quedó dormido y soñó que volaba a la espalda de una gran águila, y en ese vuelo vio a lo lejos a la paloma, a aquel ser indefenso que dormitaba en una caja de zapato en su casa. El águila al ver aquel manjar voló de inmediato hacía ella, y al sospechar él lo que estaba pensando el rapaz, tiró con toda sus fuerzas del cuello del ave, fue tanta la fuerza que hizo que el águila en un movimiento brusco lo tirara por los aires, y él con avidez se agarró de una garra para no caer; sus fuerzas ya no podían soportar el peso y calló al vacío. Este sueño   lo despertó de forma brusca, sintiendo la sensación de caer desde muy alto.
            El sueño lo puso muy nervioso, miró de inmediato la pequeña cajita de zapatos y allí estaba la blanca paloma, ahora tenía los ojos abiertos y movía las alas muy lentamente, creyó ver caer una pequeña lágrima de los ojos de la inofensiva paloma, pero esta idea se la quitó de la cabeza, pues pensó que las palomas no lloraban. Se acercó a ella, la tomó suavemente en sus manos y acercándola a sus labios la besó dulcemente; la paloma se quedó inmóvil durante un rato, hasta que Fernando la volvió a dejar en la pequeña caja de cartón. A la mañana siguiente al despertar notó en su hombro un suave peso, era la pequeña paloma.
            Pasaron los días, y el joven se acostumbró a la compañía de la paloma que lo seguía siempre a donde fuera, se posaba en su hombro y caminaban por el campo todos los días. Él era un chico solitario; no tenía amigos ni quería volver a vivir la experiencia tan negativa de sus primeros años de estudios, había salido muy mal parado con los compañeros del colegio, había sufrido mucho. Cuando fue a la Escuela Universitaria, su estatura había aumentado, aunque  seguía siendo inferior a la media; evitó por todos los medios hacer amistades, no quería sufrir de nuevo las humillaciones por su aspecto físico. Pensó que prefería vivir una vida en solitario, y no una vida llena de humillaciones y burlas.
            Un día de otoño, salió al bosque a inspirarse, era escritor de relatos infantiles y todo el embrujo del bosque le daba tema para escribir bonitos cuentos de princesas, hadas, duendecillos, delfos y brujas malvadas. Cuando llevaba un rato caminando con su paloma al hombro, le dijo a la pequeña que la llamaba Nieve:
            -Pequeña princesa vuela alto y sube a las nubes, y tráeme un trocito de algodón de aquella que está encima de nuestras cabezas, quiero sentir su tacto y oler su aroma; paloma mía, amiga haz lo que te digo.
            La paloma de un brinco subió y subió rápidamente hacía el cielo, subió tan alto que Fernando no la veía, se asustó y la llamó:
            -Vuelve, vuelve, sólo era una broma, es imposible que vueles tan alto y te perderás. Dios mío como he podido hacer esa petición tan absurda-pensó‑, no podía imaginar que Nieve hiciera caso a mi absurdo. Se sentó en el suelo con las manos entre la cara y sollozando la pérdida de su querida amiga, cuando de pronto sintió un silbido y las patitas de su paloma en sus hombros, en el pico traía un trozo de nube; el joven quedó perplejo, era como lo había pensado, el aspecto de la nube era algodón blanco y la textura de gran suavidad. Cuando estaba en esta observación, se percató que había comenzado a llover de manera muy brusca, miró al cielo y vio  como la nube la  estaba derramando toda su agua, al arrancar su amiga el pedacito, la nube se había sentido herida y lloraba desesperadamente.
            -Por favor paloma mía, vuelve al cielo y devuelve el trozo de nube, así dejará de llorar y nosotros podremos volver a casa cuando deje de derramar sus lágrimas.
            De inmediato la paloma obedeció a su dueño, subió al cielo, se disculpó con la nube y volvió al hombro del joven. En ese instante dejo de llover y de nuevo lució el sol. Fernando quedó anonadado con lo que había acabado de presenciar: la paloma no solo lo entendía, sino que había hecho posible su petición; no daba crédito a lo ocurrido. Tomó entre sus manos a su amiga, la acercó a sus labios y la besó suavemente, esta acción la hacía cada noche, la quería tanto, era su pequeña compañera desde hacía seis meses.
            Un día Fernando decidió ir a la ciudad para llevar a la editorial sus nuevos relatos, pensó si sería conveniente llevar consigo a la paloma, o quizás sería mejor dejarla en casa, porque los ruidos de la gran ciudad podrían asustarla y eso le preocupaba. Al fin decidió llevarla y como siempre se le posó al hombro y así emprendieron el camino. Fernando tomó su bicicleta y comenzó el camino que separaba el pueblo de la ciudad, nada menos que ocho kilómetros. Cuando llegaron a la editorial, subió las escaleras, estaba ubicada en un segundo piso, y al entrar todos los que allí estaban se quedaron sorprendidos al ver a este joven con la paloma al hombro.
-No os extrañéis, esta es mi paloma, siempre va conmigo a donde quiera que voy, así que os presento a mi pequeña amiga.
-Qué bonita es -dijeron todos.
En un rincón de la estancia había un gato, que miraba la escena, y de un brinco saltó al hombro de Fernando y con la agilidad felina atrapó entre sus dientes a la pequeña paloma y escapó a toda velocidad. Todos se quedaron paralizados al contemplar la escena, al momento se oyeron gritos de horror pensando lo peor. Fernando enloquecido salió detrás del gato que se subió en un tejado con su festín. El joven logró trepar hasta el tejado y cuando el felino iba a dar un zarpazo a la pobre paloma, él gritó, y con una escoba que había cogido de la oficina, le propinó un escobazo en todo el centro de la cabeza; esta acción hizo que el felino abriera la boca cayendo de sus fauces la pequeña ave.
            Fernando la tomó en sus manos con sumo cuidado, la pequeña casi no respondía, su cabeza pendía lacia hacía un lado del cuerpo.
-No puedes morir, no puedes morir, gritaba Fernando desesperadamente.
La paloma estaba casi inerte, la cogió, la alzó a los cielos y clamó piedad para la pobre paloma; de pronto notó un movimiento en sus manos y era ella, la querida paloma que se había erguido en sus manos, descansando nuevamente, su respiración era agitada y los parpados seguían caído sobre sus ojos. Fernando emprendió el camino hacia el pueblo con el animal en las manos, se introdujo en un campo de girasoles, así cortaría camino y llegaría cuanto antes a casa. El sol le molestaba y decidió descansar un rato debajo de un espantapájaros que había divisado a lo lejos, este les brindaría sombra por un rato, y así intentaría dar de beber a la paloma. 
-¡Hola señor espantapájaros! Voy a tomar un poco de su sombra para recuperar a mi pequeña paloma. –dijo.
-¡Hola! –contestó-, soy una chica espantapájaros
Fernando creyó oír hablar al muñeco, escuchó como le devolvía el saludo, y pensó que estaba volviéndose loco.
¡Vaya estoy perdiendo la cabeza!, será del susto que me he llevado con el dichoso gato y mi querida amiga.
            Se sentó en la pequeña sombra que proporcionaba el muñeco; era un palo vestido con una casaca a cuadro de colores muy chillones y bastante grande, un pantalón azul eléctrico, un sombrero de paja muy grande, también se adornaba con una corbata de color amarillo chillón; del gorro salía una gran cabellera de paja dándole al muñeco un aspecto femenino y divertido. Su cara era una calabaza, de nariz una zanahoria y de ojos dos trozos de carbón; la boca estaba dibujada con carmín rojo, de tal manera que la expresión de aquel rostro para nada daba ningún miedo, reflejaba la imagen de una granjera alegre, seguro que ese no sería el objetivo del dueño del campo que querría asustar a las aves para que no destruyeran sus cosechas.
            El joven intentó dar de beber a la paloma pero esta estaba mal trecha y casi inconsciente, se la puso sobre su pecho y la acariciaba con tanta ternura que la paloma abrió los ojos en varias ocasiones dedicándole unas miradas tan especiales que Fernando no podía contener las lágrimas, las cuales le caían  sobre su cuerpecito frágil, fueron unos momentos de comunión entre ambos. Pasaron varias horas y Fernando entró en un sopor profundo y se quedó dormido con el animal posado en su pecho.
-Paloma, Paloma -dijo el hada del campo, que había presenciado el amor sincero del joven hacía aquel animalillo herido-, quiero hacer un trato contigo antes que te vayas al más allá. Quisiera que regalaras tu alma a la muñeca espantapájaros, así tú podrías permanecer viva, y si tu dueño quiere, permanecerás con él siempre.
-¡Oh, hada del bosque harías eso por mí!
-Sí, pero te recuerdo que este joven está muy acomplejado con su estatura y sufre mucho por ello, no quisiera que una vez que tú te veas con un cuerpo humano, dejaras de quererlo. No permitiré que le hagas daño, nadie puede hacer daño a un ser tan bondadoso y bueno como es él.
-Jamás, jamás,  no estoy enamorada de su cuerpo, al contrario lo amo tanto, tanto porque me enamoró su interior, su yo, su ser, en definitiva su alma, no podría estar ni un solo instante lejos de él, ¡siempre será mi amor, siempre!, hasta la eternidad.
-Si es así, haré el milagro y tu alma se introducirá en la espantapájaros y esta recobrará vida, pero recuerda que si dejas de amar algún día al joven, las cosas volverán atrás y tu alma volará de inmediato al más allá, y la espantapájaros en ese instante volverá a ser lo que era.
-Dios mío, he tenido un sueño tan raro,  a la vez tan hermoso, he soñado que mi amiga se había convertido en una joven hermosa, con un cabello color trigo, era tan bella…
De inmediato buscó a la paloma y no la encontró, se percató que alguien cantaba muy cerca y al mirar a su alrededor vio a una joven que canturreaba una bonita canción, se acercó a él y le dijo:
-No ha sido un sueño, es realidad, nuestras almas están predestinadas a estar juntas, desde el mismo día que los vientos del bosque me llevaron a tu ventana. Yo era un hada del bosque, envidiada por una amiga de mi madre. Su hija unos meses mayor que yo, nació poco agraciada, y ella no pudo soportar esta situación, la envidia le corroía las entrañas; un día hizo un conjuro y me convirtió en paloma. Los vientos me llevaron lejos de mi hogar, pasé mucho miedo hasta que te encontré a ti.
-Creo que sigo soñando -dijo Fernando-, esto no puede ser verdad, las hadas sólo existen en los cuentos y relatos.
-Entiendo tu desconcierto, pero piensa lo que quieras, lo real y verdadero es el amor que te proceso, y si tu quieres, estaré a tu lado para siempre. Cada noche cuando me besabas me sentía feliz y a la vez  desgraciada con solo  pensar que nunca podría devolverte tus besos, pero el destino, las estrellas o las hadas buenas han hecho posible que nuestros corazones conozcan el amor verdadero, la entrega, la pasión. Estoy deseando emprender una vida junto a ti, junto al hombre que quiero y querré siempre.
Fernando la miró y sintió una gran punzada en su corazón, era Cupido ese ángel que va por el mundo atravesando corazones con sus flechas del amor, y a él se la había clavado en lo más profundo del suyo; se sentía herido de amor, de un amor tan intenso que le dolía, le dolía tanto que no pudo soportarlo y busco la medicina en los labios de aquella mujer espantapájaros. Ella, que sabía del complejo de Fernando, le tomó la mano y lo llevó a la orilla del río; luego, hizo que se asomara en sus aguas; la imagen que se veía era de un joven bien parecido, él se asombró porque no se reconoció y ella con su amor le hizo comprender que la belleza está dentro de cada uno. Él estaba tan ofuscado en su  estatura que no se aceptaba, le hicieron tanto daño sus compañeros con sus burlas, que su complejo era mayúsculo; ella, con su amor incondicional le abrió los ojos, y desde ese día se acepto tal cual, ya era capaz de mirarse al espejo y reconocerse;  en realidad su rostro era hermoso, sólo le faltaba algunos centímetros de altura, pero a su amada no le afectaba unos centímetros más o menos, estaba enamorada de la persona, con sus virtudes y defectos; estaba enamorada del ser más maravilloso que había conocido. Y si queréis saber si fueron felices, os diré que su amor fue duradero más allá de las estrellas y por siempre.

 

Ceuta, 8 de Septiembre 2009   

 

Fini Castillo Sempere.

 

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SUEÑOS EN LAS ESTRELLAS
                            “Un cuento para soñar”

 

               Cuantas noches de insomnio una, dos, tres, no sabría contarlas, son tantas…Hoy es una de ellas, y no voy a quedarme en la cama dando vueltas y vueltas, hasta que Morfeo decida venir a visitarme y embriagarme con el sueño hasta perder la conciencia. Hoy no estoy dispuesta a ello, por lo tanto he decidido subir a una estrella y allí con ella, pasearme por el universo. Desde aquí arriba se ve todo diferente, es grandioso, infinito, indescriptible, no tiene límites; predomina el color azul eléctrico, entre azul claro y marino. Al mirar hacia abajo lo veo todo tan pequeño; hay tanta distancia que asusta, pero es un miedo que deleita, que embelesa, que abduce.  Me siento tan a gusto  sentada en esta estrella, ella me ha acogido muy bien, me irradia su calor;  me ha preguntado el motivo de haber subido a visitarla, yo le he dicho que solo era curiosidad, quería observar la tierra desde esta perspectiva, porque ya estaba cansada de verla desde abajo. También le he explicado que estaba  cansada de estar siempre en el mismo lugar, quería conocer a distintas  gentes, quería experiencias nuevas, algo diferente. La estrella me sonríe y me invita a pasear con ella por el universo.
    ¡Dios mío! Qué maravilla, estoy emocionada, cuanta beldad, quiero ver aquella estrella, y la otra, y la que está más allá; quiero verlas todas; son tan bonitas. La noche embriaga el firmamento, y yo me sumo a esa sensación maravillosa. La luna curiosa pregunta a las estrellas quien soy, ellas sonríen y les contestan que soy una terrícola que ha querido venir a nuestro mundo, a nuestra noche; es solo una niña, es solo un sueño, nada más. Con esa presentación me siento ofendida, ¿cómo que solo soy un sueño?, les digo en tono de enfado. Las estrellas en su parpadear me dicen: «No te enfades pequeña, es solo un sueño, porque mañana al alba, tu estarás en tu cama, y nosotras allá en la lejanía del firmamento, y cada noche serás un sueño, solo tu sueño, solo tuyo.» ¡No! -dije con energía-, me gusta este mundo de las estrellas, he volado, y ahora he descubierto un  mundo nuevo, este mundo me fascina, me envuelve, me ilusiona, quizás el que he dejado abajo ya no me interese, quizás este sea mi camino.
    Reflexionó sobre el comentario, me siento sobre la estrella, me cruzo de piernas, poso mis manos sobre las rodillas, me siento libre  y pienso… Ya he decidido que quiero disfrutar de este momento, estrellas contarme el misterio del firmamento-les digo-, ellas nuevamente sonríen, y me dicen:  «Pequeña este es tu sueño, suéñalo como tú quieras, este es nuestro regalo, vívelo como tu desees vivirlo, suéñalo a tu capricho.» La pequeña niña se aferra a la estrella, cierra los ojos y se imagina un cielo celeste, lleno de luz y color, y ella baila descalza entre las estrellas, baila y baila a son de la música de un vals, así pasa una hora, dos, y muchas más hasta caer extenuada; de pronto mira a su alrededor y solo ve a las estrellas que se van recogiendo, en su retirada cantan una balada al alba; se retiran a sus aposentos, a soñar con la noche, y ellas generosas dejan paso al día.  Una a una se van apagando y ella, la pequeña niña queda  allí, extenuada, casi derrotada de cansancio; se encuentra sola, y grita a la estrella que la había acogido en su sueño, pidiéndole que no la deje sola en la inmensidad del firmamento. La estrella casi sin brillo la mira y sonríe y le dice: «Niña vive tu sueño, es solo tuyo, vívelo a tu antojo.» Hoy se acabó nuestro tiempo, mañana, quizás mañana…
    La niña llora desesperadamente, se siente sola, tiene miedo, la soledad la abruma, ya no quiere estar en el cielo; allí no están ellas, se han ido, la han dejado sola; el sentimiento de soledad la abruma, la hace sentirse terriblemente desilusionada del mundo que deseo tanto. Ahora quiere estar en su cama, en el calor de las sábanas; siente frío, miedo, inseguridad, allí no hay amigos. Las estrellas con su esplendor y luminosidad la han abandonado, ella que creía ser su amiga. Querido Morfeo, despiértame de este sueño, no quiero vivirlo, quiero  estar en mi tierra, en mi casa,  no quiero sueños y sí realidades; quiero mi mundo, el de siempre, a mis gentes que las quiero con toda mi alma.

 

________  

Moraleja:“No busques en las estrellas lo que tienes delante, sólo tienes que mirar con atención, y lo descubrirás”                                                                                                                                                                                     

Ceuta 15 de octubre 2009

Fini Castillo Sempere                    

 

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                                    EL ENCUENTRO
                                                         “Una historia inventada, pero puede ser tan real…”    

 

    En aquella calle oscura, me la encontré, ella no me reconoció o no quiso reconocerme; la cuestión es que la vi abatida, desconcertada. Su aspecto era lúgubre, su pelo largo tapaba gran parte de su rostro. Me acerqué a ella y la llamé por su nombre, levanto la cara temerosa y descubrí que su rostro estaba ensangrentado; los ojos casi no los podía abrir, y de su mejilla pendía un hilillo de sangre que procedía de una herida poco profunda. Al levantarle la cara, descubrí que en la frente había otra herida más grande, esta  ya no sangraba debido a la coagulación de la sangre. Su aspecto era terrible, casi irreconocible, ella lloraba sin consuelo, y a la vez me pedía que no dijera nada a sus padres, me lo rogaba una y otra vez.
La cogí del brazo y nos dirigimos a mi casa, allí le limpié la cara, y al intentar quitarle el vestido que llevaba manchado de sangre, de su boca salió un quejido, la ayudé y mi horror fue mayúsculo al descubrir su cuerpo lleno de moratones. Nunca podré olvidar aquel cuerpo maltrecho, destrozado por los golpes de aquel canalla que se decía su marido.
    Ella en su desolación, me decía lo culpable que se sentía, que se lo tenía merecido por haberlo disgustado; él que la quería tanto. No pude más que dar un grito de rabia y de impotencia, ¿Cómo aquella mujer, mi amiga podía decir semejante cosa? ¿Cómo era posible que no se revelara en contra de aquel salvaje? Mi amiga aquella joven llena de ilusiones, aquella joven divertida,  amiga de sus amigas, aquella mujer que yo quería tanto.
    Intenté consolarla, pero sobre todo  le dije  que abriera los ojos y reconociera al monstruo que tenía por compañero; la insté a que denunciara de inmediato aquel hecho reprochable. Ella solo lloraba, su cara hinchada me producía tanta rabia, mi intención fue llamar a ese ser despreciable y cantarle las cuarentas; no lo hice porque ella me lo impidió, me rogó incansablemente que no lo hiciera, porque las represalias serian mayores, me confesó que no estaba dispuesta a abandonarlo, porque ella lo quería, y esta situación cambiaría, sí seguro que cambiaria- me dijo.  Ella sabía que a mí no me podía mentir, sus ojos me decían lo contrario que su boca, sus labios temblaban al decirme aquella mentira, su mirada la dirigía al suelo, no se atrevía a mirarme a la cara. No reconocía a mí querida amiga, en su lugar encontré a una mujer desecha, hundida, sin fuerzas, Fue una sensación horrible, no tengo palabras para describirlas, sentí unos sentimientos tan profundo de pérdida, es como si aquella mujer fuera una extraña para mí, ¿que habían hecho con ella?
    Cogió su abrigo y se dirigió a la puerta, se volvió, me dispenso una triste sonrisa y salió, yo me quedé inmóvil, sentada en el suelo y por mi mente pasaron muchas imágenes de nosotras cuando éramos unas jóvenes felices y reíamos con nuestros juegos de adolescentes; recordé aquellas ilusiones cuando pensábamos en nuestros futuros compañeros, en nuestros príncipes azules; que ingenuidad da la juventud, porque por desgracia no sabíamos en aquellos días, que los príncipes azules no existen, solo nos podremos encontrar con seres humanos buenos o malos, y ella en su mala suerte se topo con un ser despreciable, un maltratador, un cobarde, y mi amiga, aquella joven que un día soñó en ser feliz, se despertó  de su sueño de niña con su peor pesadilla.
    Me sentía incapaz de reaccionar, me había impactado tanto aquellos verdugones en sus brazos, en todo su cuerpo frágil,  aquella cara desfigurada, pero lo que más me impacto fue la actitud de ella, yo diría que me hirió profundamente. ¿Dónde había quedado la dignidad de aquella mujer maltrecha? ¿Por qué permitía aquella situación tan degradante?, ¿por qué no abandonaba a ese hombre? Me hacía tantas preguntas y a la vez recordaba su cara, sus miedos…  Me revelaba, ella tendrá que cambiar de actitud, no puede permitir que la maltraten, debe reaccionar, intentaré por todos los medios asesorarla ante esta situación- me dije incansablemente-
    La impotencia me carcomía por dentro, quisiera salir corriendo y gritar al mundo que existen personas capaces de maltratar, herir, destrozar a sus compañeras; que existen hombres capaces de ejercer su fuerza física sobre un ser humano, solo por el solo hecho de sentirse superiores; que equivocados están, estos que ejercen esa fuerza bruta, carecen de humanidad, valentía, dignidad, únicamente son seres cobardes, si, únicamente son “UNOS COBARDES”
    Mañana seguiré pensando que hacer, como podré ayudarla, no sé como lo haré pero estoy segura que ante esto no me voy a quedar cruzada de brazos; como ser humano no puedo quedarme quieta ante este fenómeno atroz que sufre muchas  mujeres.
    Al día siguiente, fui a desayunar como siempre a una cafetería que hay cerca de mi trabajo, abrí la prensa, pasé algunas páginas, y en una de ella venía una noticia de violencia de género, el titular era: “MUJER ASESINADA EN MANOS DE SU MARIDO” como siempre, este tipo de noticias me encendía la sangre de indignación, seguí leyendo y de pronto quedé petrificada, la mujer asesinada era ella, “mi amiga”.
    A partir de aquel día, algo se murió dentro de mí, mi lucha es incansable, pertenezco a  una asociación de ayuda a mujeres que sufren o han sufrido violencia de género, fundamentalmente nuestra labor es ayudarlas a que tomen la decisión de denunciar al maltratador, y una vez lo hayan hecho estar a su lado para que salgan de esa situación terrible.
            Ceuta, 15 de Noviembre 2009

                                                           Fini Castillo Sempere.

 

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CUENTO DE NAVIDAD

 

   Carlota acababa de cumplir nueve años, su  tez blanca y cabello negro azabache, sus ojos rasgados le daban a su rostro un aire oriental. Sus labios rojos y carnosos conformaban un conjunto perfecto, era una niña preciosa; pero su mirada, reflejaba que no era una niña feliz. Ella vivía con  su abuela Paula, anciana de carácter afable y muy cariñoso.
    La tristeza de Carlota, se debía a la pérdida de sus padres dos años antes, a consecuencia de un accidente de tráfico. La niña quedó desolada y pérdida; ella los adoraba. Un día del mes de Octubre, su padre tenía que ir a un viaje de trabajo e invito a que su madre y ella les acompañaran. Viajaban en coche; en el trayecto, un camión les invadió la carretera, ocasionando el terrible accidente, y allí en el asfalto quedó sesgada la vida de ambos, Carlota no sufrió daño físico alguno, pero fue testigo presencial de la muerte de sus padres. La niña, quedó conmocionada psicológicamente durante mucho tiempo. Su abuela que vivía en otra ciudad se hiso  cargo de ella.
    La pequeña de solo siete años, se convirtió en una niña solitaria, soñadora, no se relacionaba con los demás niños de su edad,; era tanto su dolor, que pasaba horas y horas pensando en sus padres, incluso había veces que creía verlos en cualquier lugar. La abuela estaba preocupada por la situación en que se encontraba Carlota, y decidió pedir ayuda a un profesional. La niña visitó a un psicólogo y tras varias sesiones llegaron a la conclusión que el tiempo sacaría a la pequeña de esa situación de tristeza, por lo demás era una niña normal, solo el tiempo podría curar el dolor tan intenso que sufría por la pérdida de sus padres.
   Habían pasado dos años desde el trágico accidente, Carlota seguía añorando las caricias de su madre, añoraba todas las noches cuando venía a arroparla y el beso de cada día a la hora de dormir

    -¿Porqué, porqué se han marchado? ¿Porqué mis papas ya no están aquí conmigo?- Esas preguntas se las hacía continuamente, es injusto pensó, yo quiero tener a mis papas conmigo, los necesito, todavía soy una niña pequeña. Se quedó dormida y soñó que viajaba en un barco, y allí tumbados tomando el sol estaban ellos, la miraron y les regalaron una sonrisa y un saludo con las manos, de pronto, apareció una gran ola que invadió la embarcación y arrastró mar adentro a sus padres. En ese momento, se despertó entre sudores y llanto ¡Mamá, papá! Exclamó llorando. Estos sueños eran habituales, y la pequeña sufría mucho.
   En otro lugar de la ciudad vivía Susana, joven de 32 años, escritora de profesión. Era una mujer preciosa; de cabellos castaño, su melena era larga y de grandes bucles, sus ojos color miel; su boca coordinaba perfectamente en su rostro, su imagen semejaba una diosa griega, realmente era bella. Susana estaba absorta en sus libros, hacía dos años que había perdido a su esposo y a su pequeña de cinco años. Ellos viajaban en un vuelo destino a Brasil, iban a pasar unos días de vacaciones, pero la fortuna no les sonrió y el avión donde viajaban sufrió un accidente y en él, perdieron la vida las dos personas que más quería. Desde entonces Susana vivía en un infierno, se refugiaba en sus libros, y se había convertido en una escritora famosa, pero esta circunstancia no la hacía feliz, ella añoraba tanto a su esposo y a su pequeña.
    Se acercaba Navidad, en el cielo estaban preparando a los Ángeles que debían bajar a la tierra para hacer posible los milagros navideños.
    -Estáis preparados para bajar a la tierra y hacer posible algún milagro a los de la tierra-preguntaron.
    -Si, contestó un joven ángel, yo he elegido a una pequeña que quiere tener mamá contestó.
    -Si, -dijo otro- yo he elegido a una mamá que quiere tener una hija.
   -Bien -dijo una voz- tenéis 24 horas para conseguir el milagro, esta será vuestra prueba, si lo conseguís tendréis vuestras alas de ángeles.
   Era el día 24 de Diciembre. La abuela de Carlota estaba haciendo los preparativos de la cena Noche Buena, quería alegrar de alguna manera a su pequeña nietecita y  le dijo:
   -Hijita, hoy es un día muy importante, esta noche es Noche Buena, y tenemos que ir de compras, hemos de preparar la cena para un día tan especial, hoy celebramos el nacimiento del Niño Jesús, nuestro Redentor, que bajo de los Cielos y sufrió por nosotros. Esta noche es la noche más grande del año para los cristianos, y por eso en todas las casas católicas lo reciben  las familias unidas, con los mejores manjares. Nosotros también tenemos que celebrarlo, como hacíamos cada año cuando tus papas vivían. Ellos desde el cielo quieren verte contenta, sobre todo en un día tan especial y, por eso vamos a ir a los grandes almacenes de la ciudad a comprar los regalos de Navidad y los preparativos para la cena.
   -Abuelita, yo preferiría quedarme en casa, para mí ya no tiene sentido celebrar nada, mis papas no están y a mi no me apetece.
   -Como es eso, no digas tonterías, hoy es un día muy especial y a tus padres les gustaría verte feliz, hazlo por ellos y por mí, por favor- dijo la abuela.
   -Está bien abuelita, lo haré por ti.
   -Estupendo, ponte ese vestido verde tan bonito que te compré el otro día y que estás guapísima-
   Paula, que así se llamaba la abuela, estaba contenta de la respuesta de su nieta, parecía que estaba un poco mejor de ánimo y eso la alegraba mucho. Esa noche prepararía algo muy especial para su nietecita. Ella rezaba mucho para que se hiciera un milagro con respecto a su pequeña,  sabía que era muy mayor y su niña se quedaría sola cuando ella faltase, esa idea la atormentaba y le pedía a Dios que ocurriera un milagro para su tranquilidad con respecto a su nieta.
     En  otro lugar de la ciudad, en casa de Susana, llamaron a la puerta, cuando Susana abrió se encontró con Raquel su amiga, que dijo:
     -Aquí estoy Susana para que me acompañes de compras, hoy es un día muy especial y tengo que preparar la cena y buscar los regalos de Navidad, así que vengo a pedirte   que me acompañes. Hoy no voy a permitir que pases este día sola.
     -Te lo agradezco Raquel, pero no me apetece salir hoy a la calle.
     -Como es eso, a una amiga no se la deja en la estacada, así que vístete y salgamos a la aventura de los grandes almacenes, no me puedes abandonar un día como hoy.
    -Bueno, bueno iré si no me queda más remedio, prefiero eso que a enfrentarme a ti, -dijo de manera cariñosa.
   Carlota y su abuela se dirigían al mismo centro comercial que Susana y su amiga Raquel, cuando entraron en él se respiraba un ambiente navideño, la gente iba y venían comprando artículos y regalos para posteriormente dejarlos bajo el árbol de Navidad        
   -Pequeña subamos al ascensor a la cuarta planta, necesito comprar un artículo allí,
   En ese instante Susana decidió subir a la cuarta planta, necesitaba recoger unos libros en aquella sección.
   En el ascensor en ese momento subían la abuela de Carlota con su nieta, y detrás de ellos había una joven de rizos dorados, también se encontraban en él Susana y su amiga Raquel, y detrás de ellas había una niña de cabellos castaños, tanto la joven como la niña, eran ángeles, por lo tanto no podían ser vistas por los ocupantes del ascensor. Todos iban muy serios y callados, cuando de pronto, se detiene el ascensor entre el piso segundo y tercero. Se hace la confusión y el miedo invade a los allí presentes, menos la joven y  la pequeña de cabellos castaño  que se miran y se guiñan con complicidad.
   -Ahora que hacemos- dijo el joven ángel  
   -Un milagro- contestó el pequeño ángel
   -¡Por favor, por favor abrir las puertas! Grita la pequeña llorando.
   -No tengas miedo -dijo Susana-, no pasará nada, dame la manita y respira profundamente, dentro de nada se abrirán las puertas y  todo habrá acabado.
    -¡Tengo miedo, me asusta estar encerrada!
    -No te pasará nada, ven conmigo, apóyate sobre mí y verás como no tienes miedo.
    -Cuéntame cosas dijo Susana a la niña- para distraerla-
    La pequeña empezó a hablar, le contó lo sola que estaba sin sus padres, y cuanto los echaba de menos. También le hablo de su abuelita, y cuanto la quería, habló y habló de todos sus sentimientos. En aquel ascensor algo raro pasaba, porque el resto de las personas estaban petrificadas absorta en un profundo sueño.
     Susana también habló de su pequeña y cuanto la echaba de menos, habló y habló sin cesar, el tiempo no existía, parecía que se había quedado parado.
     -Sabes una cosa Susana, eres como mi madre, me siento muy a gusto a tu lado, cierro los ojos y tengo la sensación que estoy con ella, hacía mucho tiempo que no me sentía feliz,- la pequeña estrechó entre sus brazos a Susana- y  cuando abrió los ojos vio la imagen de sus padres que les sonreían. Ese fue el mejor regalo de Navidad que sus padres les ofrecieron desde los cielos.
   -Pequeña, pequeña eres tan frágil, eres como mi niña, ese angelito que está en el cielo y que añoro tanto, al decir estas palabras, Susana descubrió a su pequeña que la miraba y le sonreía, Ella, también recibió  su  regalo de Navidad, le había devuelto la alegría con la niña que tenía entre sus brazos. En ese instante el pequeño ángel desapareció, ella sabía que siempre llevaría a su hijita  en su corazón. ¡Gracias ángel mío, gracias hija mía por este  milagro de Navidad!
   Cuando el ascensor recobró vida, Susana tenía de la mano a la pequeña, su amiga hablaba con la abuela como si se conocieran de toda la vida; hablaban de los preparativos de la cena, ya que cenarían juntos, Susana se dirigió a la abuela y le dijo:
   -Paula, definitivamente hoy ha ocurrido un verdadero milagro de Navidad, tenemos la sensación de que nos conocemos de toda la vida, está pequeña Dios me la ha puesto en mi camino, y  ella, a partir de este día -si tu lo quieres-, tendrá una madre, así que si todos lo deseamos, es el momento hoy mismo de elegir los muebles de tu habitación, porque sin más demora os venid a vivir conmigo, no quiero vivir ni un solo día más sin Carlota, las dos estamos deseando compartir nuestras vidas, estoy segura que seré una buena madre para ella; para mí ella es como si fuera mi hijita. Las tres seremos una familia, la Navidad ha hecho realidad nuestro sueño.  Sin más preámbulos, se unieron en un abrazo-
    Allá en el cielo, dos nuevos ángeles consiguieron sus alas, y en la tierra, a media noche sonó el tintineo de las alitas de dos angelitos que estaba prendidos en el árbol de navidad.
    La Navidad, fecha muy significativa para los que creemos en los milagros,  solo hay que desear las cosas con todas las fuerzas, con todos nuestros sentidos, y puede que allí en el cielo un día baje un ángel  y se cumplan nuestros sueños, solo hay que desearlo de todo corazón-

 

¡¡¡FELIZ NAVIDAD Y QUE SE CUMPLAN VUESTROS DESEOS!!!

 

    Ceuta, 8 de Diciembre 2008  

 Fini Castillo Sempere.

 

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                          ... ...

 

LA BUENA ACCIÓN

 

     Aquella noche llovía con rabia, el cielo estaba totalmente oscuro, de vez en cuando se iluminaba  a causa de los relámpagos; a los pocos segundos se oía  un ruido ensordecedor, los truenos reflejaba el mal carácter  del cosmos  en ese momento.
    En la calle, había una niña de unos doce años, le acompañaba un perro. Ella se asustó de las inclemencias del tiempo, pero sobre todo porque tenía que ir al otro lado de la ciudad, y el camino estaba imnundado a consecuencias de las lluvias torrenciales. Tenía que conseguir la medicina que necesitaba su abuela, y luego, llegar sin más remedio a su humilde casa, porque en ella, la aguardaba su enferma   abuela.
    Lola, que así se llamaba la niña, vivia con su abuela en una cabaña que había a las afueras del pueblo. Eran muy humildes, se alimentaban de un pequeño huerto que tenían, pero la abuela,- llamada Rosalía-, había enfermado y ya no se podía hacer cargo de la labranza. Lola, tuvo que dejar la escuela y enfrentarse a  las tareas domésticas, al huerto y al cuido de la abuela.
    Ese día, había ido a la ciudad en busca de un medicamento para la anciana, el médico había ido a visitarla ante los ruegos de la pequeña; éste accedió, aún sabiendo que no cobraría la visita, lo hizo solo por humanidad. Una vez que atendió a la abuela le dijo a la niña:
    -Tu abuela está muy delicada, tiene pulmonía, y su estado de salud es muy grave, necesita urgentemente esta medicina, coge estás monedas y ve a la ciudad, allí la encontraras en esta dirección.
    La pequeña, sin pensarlo dos veces, cogío su raído abrigo, se colocó su viejo sombrero verde y salio de la casa en busca de la medicina prescrita por el médico. Sansón, su perro fue detrás de ella, ambos se dirigieron a la ciudad. Cuando llegaron, era de noche y llovía con fuerza, se refugiaron debajo de un puente, pero no habían pasado unos minutos, cuando el puente cedió a consecuencia de las lluvias tan intensas, y ambos cayeron a un riachuelo. La niña desapareció por un momento entres las aguas, y Sansón en un acto heroico, se introdujo en la profundidad de las aguas y  agarrando a Lola por abrigo la  sacó a la superficie, fue nadando con ella hasta la orilla del rió. La cría se agarro con fuerza a su perro y le agradeció de corazón que la hubiera salvado de una muerte segura.
    En el camino, vieron aparecer un coche, y ella con la manita, intentó indicarle que se parara, pero este lo que hizo fue acelerar y enviarle en plena cara un chorro de agua de un charco del camino. No se pararon a socorrer a la pequeña, aun viendo en el estado que estaba y el mal tiempo que hacía.
    -No te preocupes Sansón- dijo- alguien nos ayudará, hay que tener fe.
    El perro ladró, como si entendiera lo que le estaba diciendo su dueña. No habían andando más de un cuanto de hora, cuando descubrieron que el coche que no les había parado, estaba volcado al lado de un terraplén y colgado de un gran árbol; desde dentro pedían auxilio, la pequeña sin pensarlo dos veces, trepó por el árbol, exponiendo su vida; el vehículo se movió de tal manera que parecía que iba a caer definitivamente al vacío; pero no fue así, solo hizo balanza. Dentro del vehículo, había un hombre  una mujer y un niño de unos tres años, Lola cogío al pequeño lo izo y lo agarro a su cuello, volvió a trepar por el árbol hasta ponerlo a salvo junto  a Sanson, que empezó a lamerlo de inmediato. De nuevo volvió al coche y ayudó a la mujer a salir, dándole animo. Con mucho miedo consiguió ayudarla, ésta trepó por el árbol quedando también a salvo. Nuevamente Lola volvió al vehículo y en esta ocasión procuró despertar al hombre, éste tenía un buen golpe en la cabeza; se movió de tal manera que el coche volvió a balancearse, la pequeña dio un grito de terror, que hizo que él, se despertara, y al ver la situación de peligro, se incorporó de inmediato, ordenó a la pequeña a salir del vehículo. Una vez que Lola salió el caballero la siguió, enganchándose al árbol; el coche se despeño, cayendo al fondo del precipicio.
    Sansón daba saltos de alegría al ver a su dueña a salvo, él se había quedado cuidando al pequeñín mientras la niña como una heroína, salvaba al matrimonia y al pequeño.Tanto la mujer como el marido les daba las gracias por su acción heroica, a la vez se avergonzaban de la actitud que habían tenido con ella minutos antes.
    -Perdónanos hija mía, por no haberte socorrido cuando nos pediste ayuda en la carretera. ¿Qué hace una niña a estas horas por un lugar tan peligroso y con este tiempo?-preguntaron. Te debemos la vida, y sobre todo la de nuestro hijo pequeño.
La niña, les contó el porque de estar por esos caminos, y la enfermedad de su abuelita; tenía que conseguir la medicina para ella, sino podría morir y era la única familia que tenía.
    -No te preocupes pequeña, conseguirás la medicina para tu abuela, y no solo eso, tendrás toda nuestra ayuda a partir de ahora, nos ha salvado la vida, y además nos has dado una lección de humanidad, que ya nunca olvidaremos. A partir de ahora te consideraremos como parte de nuestra familia.
    Cuando llegaron a la ciudad, fueron directos a la casa de este matrimonio, era una mansión muy lujosa. Abrió la puerta un mayordomo, el cual les dio la bienvenida, aunque se quedó extrañado de ver a una niña tan mal vestida y a un perro.
-Zacarías, llama a la doncella, para que le facilite ropa a esta niña, ropa limpia y seca. En el armario de Azucena podrás encontrar un vestido y un abrigo, también facilítale unas botas.,
    -Señora ¿Quién es azucena?- preguntó la niña.
    -Es mi hija, ahora está estudiando en un internado; también tengo un hijo, Eduardo, este tiene dieciséis años y está en un colegio. Si deseas los conocerás en Navidad.
    -¡OH, si me encantará conocerlos! Pero ahora lo que deseo señora, es conseguir la medicina de mi abuela, ella la necesita con urgencia.
    -Bien, ahora mismo iremos a comprarla, y seguidamente cogeremos el coche e iremos a tu casa.
    Cuando llegaron a la casa de la niña, descubrieron a la abuela que estaba muy enferma, tenía mucha fiebre, y deliraba. De inmediato le dieron las medicinas, y se quedaron toda la noche en su cabecera, poniéndoles paños de agua fría en la frente para bajarle la temperatura. A la mañana siguiente, todavía tenía fiebre, así estuvo tres días y sus noches; al cuarto día, Rosalía mejoró, se incorporé en la cama, y Lola se abrazó a ella llorando.
    -Abuela, abuelita, ya estás mejor, que susto me has dado, pensabas que te morías y me dejabas sola.
    -No, hija mía, todavía no ha llegado mi hora, y gracia a estas buenas personas, he mejorado, y dentro de poco ya estaré bien del todo.
    El matrimonio, al ver la casa tan humilde de la pequeña y su abuela, les ofrecieron que se trasladaran con ellos, al menos hasta que ella se recuperara del todo; ésta al principio mostró resistencia, hasta que Lola la convenció. La abuela no entendía el porque querían ayudarles, Lola le explicó todos los hechos acontecidos, y lo agradecida que estaba esta familia por haberles salvado de una muerte segura. Al fin lo comprendió y acepto de buen grado el traslado a la mansión de los señores González, que así se  llamaban.
    No veían el día de volver a su casa, porque este matrimonio no quería que lo hicieran, se habían encariñado mucho con Lola y con Rosalía, y el pequeñín adoraba a Sansón, el perro que se había hecho inseparable del benjamin. Ellos les decían que se podían quedar todo el tiempo que quisieran; y si lo decidían así, de manera permanente. En cierta manera la abuela agradeció que su nieta hubiera encontrado una familia sustitutoría, así ella se podría marchar al otro mundo con la tranquilidad de no dejarla sola.
    A primero de diciembre, empezaron a adornar la casa, la estaban preparando para celebrar la Navidad. Pusieron un Belén precioso, con cantidad de figuritas de barro, el pesebre con el niño Jesús recién nacido, El buey, el asno, y por supuesto San José y la Virgen María. También pusieron un gran árbol de Navidad en el salón de la casa, éste quedó perfectamente adornado con los motivos navideños.
   -Lola estoy muy contenta que estéis este año aquí con nosotros, mañana vendrán mis hijos y tendréis tiempo de conocerlos, me gustaría que os llevarais. Son unos chicos maravillosos, y nos daría mucha vergüenza que supieran la verdad de lo que ocurrió, cada día nos sentimos más miserables por la mala acción que tuvimos contigo y con tu perro, y tu siendo una niña nos diste una lección que nunca olvidaremos, ¡estamos tan arrepentidos! –manifestó la señora.
   -Inés-así se llamaba la señora- en la vida algunas veces nos equivocamos, pero lo importante es saber y reconocer que nos equivocamos, somos humanos y como tales a veces hacemos cosas que no son correctas, pero como he dicho antes, el arrepentimiento y el pedir perdón es lo que engrandece a las personas, y vosotros lo habéis hecho, por tanto no solo tenéis mi reconocimiento, sino el perdón de Dios, y eso ya es bastante. Yo os quiero mucho, y creo que todo tuvo que pasar así para que nuestros caminos se encontraran.
            Inés abrazó a la pequeña y lloraron juntas, ese momento hizo que sus corazones se unieran para siempre, ella ya la sentía como si de una hija se tratara, Sansón que estaba presente en esta escena, movió el rabo como si diera su aprobación.
-¡Gracias Dios mío!  Exclamo la niña, por regalarme una familia en estas navidades, es el mejor de los regalos que se me ha podido conceder.
Unos días antes de navidad, llegaron los hijos: Ana y Eduardo, después de las presentaciones y el relato de cómo se habían conocido, fueron intimando día a día, hasta convertirse en verdaderos amigos, y años tras años, se fueron reuniendo en ocasiones, para festejar las fiestas así como las vacaciones de verano. Sin darse cuenta fueron creciendo y Lola se convirtió en una linda joven, muy hermosa y atractiva, y también sin darse cuenta, Eduardo y ella pasaban juntos todas las horas que podían, y cuando no estaban juntos se escribían casi a diario. Un día de Navidad, Eduardo llego a la mansión muy contento, había acabado su carrera universitaria; ya era arquitecto, estaba muy contento y eufórico. Ese día en la comida, los padres, le dijeron que ya era hora de elegir novia y formar un hogar.
-Padres tenéis razón, ya es hora que piense en formar mi propio hogar, además estoy enamorado desde hace tiempo de una bella joven, y me gustaría que fuera mi esposa.
Al oír aquellas palabras, Lola creyó morir, ¡Dios mío! Como puede ser que Eduardo ame a otra mujer, voy a morir, ¡si, moriré de amor por él!                                                                              -Estupendo exclamaron los padres, nos tienes que decir quién es ella, a que familia pertenece, y muchas cosas más, queremos conocerla lo antes posible.
                        -Todo a su tiempo, todo a su tiempo.
            Lola quedó muy triste, ella llevaba tiempo amando en secreto a Eduardo, no se lo había dicho a nadie, ella sospechaba que  él también sentiría algo por ella, pero ahora se había dado cuenta que solo era amor casi de hermano, ya que estaba enamorado de otra mujer.
            -Te noto triste, Lola, ¿Qué te pasa?-le preguntaba Eduardo.
            - Nada, no me pasa nada contestaba ella con una sonrisa.
            Llegó el  día de Navidad, era el reparto de regalos, Lola quería disimular su tristeza, pero su pena se reflejaba en su cara, todos estaban preocupados por ella. Bajo el árbol estaban los regalos que tendrían que repartirse, Lola, le había puesto un paquete a  que contenía  un jerséis que había tejido ella misma. Cuando él lo abrió y  lo vio, le dio un abrazo y la levantó del suelo, girando con ella.      
   -Es precioso- dijo- ahora abre el mío; ella con parsimonia, cogio un paquete rojo bastante grande que él, le ofreció, lo abrió,  había otra caja envuelta, así, hasta cinco veces, cada vez la cajita era más pequeña, también había un pergamino abrazado por un lacito rojo. Abrió la cajita y se encontró en ella, un anillo; un brillante, era un anillo de pedida.
    -Lee el pergamino, indicó Eduardo, por favor en voz alta, quiero hacer participe a toda la familia de mi regalo de navidad, si tu aceptas.
    -Lola perpleja leyó: Hoy día de Navidad, como aquel en el que te vi, por primera vez, quiero que sepas, que desde ese día que te conocí, quedé prendado de tu belleza, pero sobre todo quedé prendado de tu alma, pura y limpia, y hoy en estas Navidades, quiero pedirte delante de mi familia, de nuestra familia, que seas mi esposa, porque eres la razón de mi vida, te amo y te amaré para siempre. Eduardo.- ¿Qué contestas?- Dijo impaciente-
    -¡Gracias Dios mío! Exclamo la joven, por regalarme una familia y especialmente a un  futuro esposo que amo con toda mi alma.  Estas navidades, me ha traído el  mejor de los regalos que una persona puede desear, ¡gracias Dios mío! ¡Sí, quiero ser tu esposa! ¡Te amo, te amo! desde el día que te conocí, siendo todavía una niña.
    Ambos se fundieron en un abrazo, y la familia sonrió encantada de esta unión. Formalizaron la boda y en seis meses se convirtieron en marido y mujer para siempre.

MORALEJA: las buenas acciones siempre serán recompensadas, y las malas cuando hay arrepentimiento de corazón también se perdonan.  

                                  
    Ceuta, 10 de Noviembre 2008
 

Fini Castillo Sempere.

 

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                                                        TRISTEZA   
                                                              “Por ser imaginaria esta historia, no deja de ser posible…”

 

    Mi amiga hoy estaba triste, su cara reflejaba su estado de ánimos, sus ojos vidriosos descubrían que no hacía mucho rato habían estado llenos de lágrimas. Me preocupó verla tan desolada y no pude evitar preguntarle que le pasaba. Levantó la cara y con una mueca sonriente me dijo: “nada, no me pasa nada” fue en ese momento cuando me confirmó que realmente estaba triste, algo le había ocurrido y no quería decírmelo. Me pregunté si sería oportuno insistirle, me producía preocupación que ella estuviera sufriendo por algo que yo no sabía;  tendría que descubrirlo para poder ayudarla en la medida de mis posibilidades, es duro sentirse triste y no poder confiar a nadie los sentimientos. La soledad y la tristeza van tan unidas que a veces da como resultado la desolación y tal vez la desesperanza de no confiar en la amistad.
    La noche se sumió en su sueño, pero mi amiga no dormía, una parte de ella no entendía los comportamientos humanos, pero aún menos la ingratitud. En esos momentos entendí que ella sufría el desencanto de la amistad, se dio cuenta que encontrar una amistad verdadera, es tan difícil como encontrar una aguja en un pajar; si realmente es difícil. Muchas veces te dicen: amiga, eres mi amiga, pero realmente esa frase no tiene contenido, es tan difícil encontrar una amistad desinteresada, si, es realmente difícil. Hay veces que la amistad nace del puro interés y por supuesto cuando se consigue el objetivo a conseguir, ya la amistad sobra, ya deja de ser amistad; por lo tanto nunca existió.
    Querida amiga, ya sé porque estás desilusionada y triste, no te has dado cuenta todavía, con tus años y experiencia  de la verdad de la vida; lo que antes era bonito, hoy ya no lo es, lo que antes era admiración, hoy ya deja de serlo, lo que antes era cariño, hoy es frialdad, lo que antes era amistad, hoy ya no sé lo que es.  Hoy  estás  triste, porque de nuevo has confiado, y al final, pasa lo de siempre, al final tienes que dar la razón a quien no quieres, al final te convences que no vale la pena, pero aún así conociéndote, tu corazón siempre estará abierto aunque te equivoques, quizás algún día puede que tu corazón albergue la verdadera amistad, la amistad verdadera. Amiga no estés triste, la vida es así, está llena de vicisitudes, de hechos y acciones, y en ellas nos definiremos uno a uno, así es, convéncete.
    No sufras por lo que no merece la pena amiga, sigue tu camino y sigue quitando las piedras que en él puedas encontrarte, algunas pueden ser invisibles, pero están; eso sí,  procura no tropezar muchas veces en la misma piedra, ve con los ojos abierto y aprende a abrir el corazón solo a los que merezcan estar en él, porque los que entran sin merecerlo pueden dañarlo, y una herida en el corazón siempre deja cicatriz; toma nota de lo que te digo, y aprende amiga, aprende de la vida que ya es hora, pero no pierdas nunca tu esencia, porque sino dejarías de ser tu misma, y ello sería un error. Amiga sigue tu camino, y haz de tu caminar tu guía, no estés tristes porque mañana de nuevo renacerá un nuevo día, y el sol como cada mañana a ti, te dará la vida.

    Ceuta, a 6 de Febrero de 2010                

 Fini Castillo Sempere

 

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                                       PECADOS CAPITALES
                                                                                             “Mirad en vuestros corazones, allí está el secreto”

    Cuantas veces nos hacemos preguntas que no encontramos respuesta, especialmente cuando se refieren a comportamientos humanos; esas acciones que demuestran desgraciadamente que el ser humano es tan imperfecto; sobre todo porque nos damos cuenta que los pecados capitales existen, desgraciadamente existen, y el peor de ellos  para mí es la envidia, siguiéndole la soberbia.
   La envidia mueve el mundo en negativo, a una persona envidiosa es mejor tenerla lejos, muy lejos, porque nunca se sabe hasta dónde puede llegar, además de no ser feliz porque siempre desea lo que es de otro.  Os cuento una historia.
    Una vez, no recuerdo en qué lugar, vivía una mujer con su hija; la pequeña era hermosa, tan hermosa que su madre temía por ella, pensaba  que alguien la pudiera raptar para llevarla a la corte del rey que siempre quería poseer a las más bellas mujeres del reino. Ella cuidaba con esmero a su bella hija, y procuraba que su rostro no se viera tapándolo con un velo.
    En el mismo poblado vivía otra mujer con su hija, esta no era tan agraciada, motivo que hacía desgraciada a la progenitora, ella quería que su hija fuera la más bella del reino, no le importaba que el rey la llevara a la corte y que la hiciera su concubina.
    Pasaron los años y la pequeña bella, que se llamaba Belinda, creció y se hizo tan hermosa, que su belleza se dejaba traslucir a través del velo. La vecina siempre sospechaba de la belleza de Belinda y un día que se la encontró en la fuente de la plaza, sin ningún pudor le descubrió el rostro quedando impresionada de su belleza.  
   Desde ese día, aquella mujer no paraba de pensar en el rostro bello de Belinda, le carcomía la envidia, ella miraba a su hija y reconocía que carecía de belleza, produciéndole una desagradable sensación que no la dejaba vivir en paz. Día a día le daba vueltas a la cabeza y no sabía cómo hacer daño a aquella joven. Trazó un plan perverso, y se relamió los labios a sabiendas el daño que le produciría a la joven si lograba su objetivo, si el rey la tomaba a la fuerza ella moriría de pena.
    La envidiosa mujer corrió la voz de que había una joven bellísima en aquel lugar para que el rey la violentara; y así fue, mando a su ejército  para que le trajeran aquella joven. Cuando el rey la vio comprobó su belleza quedando realmente impresionado, ella alzo sus grandes ojos negros clavándole  al rey  la mirada hasta lo más profundo de  su ser, quedando  este petrificado.
    El rey no pudo hacerle ningún mal a aquella joven, porque se enamoró de ella perdidamente, había encontrado el amor, ya no quería tener concubinas, solo ansiaba que Belinda lo amara. Él le ofreció que compartiera su reinado, y la joven lo rechazó. El rey la dejó marchar de nuevo con su familia, quedando  muy triste.
    Cuando volvió a su casa, la malvada mujer que la había querido hacer tanto daño, la envidio doblemente; no podía soportar verla de nuevo en aquel lugar, ella quería  que desapareciera para que su hija brillara. Belinda comprendió que la envidia que le procesaba aquella mujer no la dejaría vivir, y tarde o temprano le haría la vida imposible.
    La malvada mujer  se introdujo una noche en casa de Belinda y le robó uno de sus vestidos, vistió a su hija con él, la peinó igual que a su joven vecina, le puso un velo en el rostro y la trasladó a la corte con la idea de engañar al rey y tomara como esposa a su hija, era tanto la ambición y envidia que no midió las consecuencias del engaño.
    El rey al ver a la joven, se puso muy contento y no le dio importancia al hecho de que llevara el rostro tapado con un pañuelo. Se celebró la boda rápidamente, el rey rebozaba felicidad y dispuso todo para la noche de bodas. Cuando llegó el momento de consumar el matrimonio le descubrió el rostro, y al ver el engaño fue tan grande su furia que mandó ejecutar a la joven, y llevar ante él a la artífice de la trama. La madre desesperada recurrió a la joven bella, y le pidió clemencia y que fuera a ver al rey para evitar la ejecución de su hija. Belinda no lo dudó, se puso de inmediato en camino para ver al rey y pedir clemencia. El rey no pudo negar la petición de la joven y perdonó a la madre y  a la hija.
    Belinda quedó agradecida al rey, aceptando las invitaciones que le hacía a la corte, poco a poco se fue enamorando de él, y aceptó con agrado ser su esposa cuando se lo pidió.
    La madre y la hija volvieron a su casa, pero siempre fueron infelices porque la envidia les corroía el alma, era más fuerte ese sentimiento negativo que el agradecimiento de que Belinda les hubiera salvado la vida. Sin embargo la joven bella fue inmensamente feliz con su amado esposo, que desde el día que se casaron solo tenía ojos para ella, era tanto su amor por ella que jamás volvió a molestar a ninguna joven del reino.

    MORALEJA: La envidia es un sentimiento negativo que corroe el alma de quien la padece. Si alguna vez sentís ese sentimiento, desterrarlo, porque todos tenemos hermosas cualidades, solo hay que descubrirlas. Unos tienen una bonita voz, otros tienen sensatez, otros un rostro bello, otros inteligencias, otros voluntad, otros generosidad… Así sucesivamente, todos y cada uno de nosotros valemos por nuestras acciones, pensad en ello.
                                                

     Ceuta, 25 de Junio 2010

                                                                             Fini Castillo sempere.

 

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                                                    LA MUJER DEL CAMINO
                                                                          “Lo más importante en la vida es el amor,  amar al                                                                             prójimo y a sí mismo, amor y más amor...”


    Cuenta una leyenda que una mujer  se sentó un día en una gran piedra que encontró en el camino,  y cuando paso una hora se preguntó qué hacía allí sentada, algo le contesto en su interior y le dijo:
    -Mujer será que quieres saber quién eres.
    Esa respuesta hizo que la mujer pensara quien era de verdad, y se dio cuenta que no tenía nombre, porque lo había olvidado totalmente; con total  tranquilidad pensó: me llamaré María, como la madre de Dios. No sabía quién era y de donde venía, su mente estaba en blanco. Trascurrida otra hora, de nuevo su interior le formuló otra pregunta-
    -Mujer ¿porque estás sentada en esa piedra en el camino?
    La mujer se miró y comprobó que sus ropas estaban intactas, y de sus orejas pendían unos largos zarcillos  de unas piedras preciosas, sus manos y muñecas portaban anillos y pulseras de gran valor. Miró hacía el suelo y comprobó que sus pies calzaban unos zapatos de fina piel; muy cerca de ella estacionado se encontraba un vehículo de alta gama y entre sus manos tenía  las llaves.
     -No sé quién soy, pero mi indumentaria denota que mi situación económica es buena.
     Nuevamente algo en su interior volvía a preguntar:
     -Mujer ¿quién eres?
     -No soy nadie, no tengo recuerdos, ni amigos, ni hijos, ni madre ni padre, ni un perro que me lama la mano; sólo sé que tengo dinero, por lo tanto, no soy nada, porque cuando muera no llevaré nada en mi corazón; no llevaré una sonrisa de mis amigos, ni una caricia de mi esposo, ni un arrumaco de mis padres, y lo material no vale para nada en el más allá. Soy una mujer sin nombre, sin alma, no soy nadie, no soy nada.
      De un sobresalto la mujer despertó y se encontró en el lecho junto a su marido, y en un extremo de la cama había una cunita donde dormía plácidamente su pequeño hijo.  En la mesita de noche a su vera el retrato de sus padres ya ancianos.
      Solo ha sido un mal sueño, sólo eso. Desde ese día aquella mujer valoró todo el amor que tenía a su alrededor y que antes no apreciaba.

    Ceuta, 4 de octubre 2010

                                                                     Fini Castillo Sempere.

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                              “EL HORROR DE LA VIOLENCIA”
                                                    “A todos aquellos que han sufrido la desesperanza en el                                                            alma, y la tristeza en el corazón al mirar a un maltratador”


    Se estremeció, sintió  un golpe seco, después vinieron otros, y casi un gemido imperceptible. Se asustó como cada noche cuando él venía a altas horas de la madrugada. El miedo lo paralizaba y en su alma sentía como un puñal clavado la desesperanza de su madre y su propia cobardía, quería gritar y decirle con todas sus fuerzas que parara, pero se sentía incapaz de hacerlo.  
    Día tras día se repetían las mismas situaciones: un hombre cruel se aprovechaba de una mujer, humillándola en lo más profundo de su ser, ella un ser hermoso y bueno se convirtió en las garras del maltrato en una persona sin voluntad, como hoja de  árbol frente a una tempestad; sus ojos tristes irradiaban compasión, y su mirada de terror la llevaría siempre clavada en su alma, ella era su madre, la persona que más amaba.
    Algún día que otro, su padre aparecía con una gran bandeja de pasteles y un ramo de rosas amarillas, abrazaba a su madre y le decía cuanto la amaba; ella con una crispa de brillo en sus rajados ojos pestañeaba y sonreía con una mueca gélida, mostrando un rostro bien parecido a las máscaras venecianas. Algunas de esas noches en la lejanía del largo pasillo oían unos imperceptibles gemidos que en el silencio de la noche le atormentaban, en aquellos instantes solo podía tapar su cabeza con la almohada y gritar sin voz un lamento.
    Fue creciendo, y en su corazón nació un sentimiento de venganza, algún día le cobraría el sufrimiento de su madre, algún día se acabaría todo, y a  ese ser que se denominaba padre le quitaría la careta y todos sabrían que clase de persona era.
    Era noviembre, estaba jugando con su madre, era el momento que disfrutaba de ella, sin miedos ni tensiones, cuando de pronto escucharon abrirse la puerta; ese día había  llegado temprano, su madre con una actitud dócil le pregunto que deseaba cenar, y él casi sin mirarla le contestó que daba igual lo que le pusiera, porque como siempre la comida sería una porquería; ella no quería disgustarlo y se fue a la cocina a preparar la cena de esa noche. La siguió, le agarró del brazo y la empujo hacía la pared, su cabeza chocó fuertemente contra el muro blanco;  el estruendo fue grande y lo que mis oídos percibieron fue espantoso, era como  si una gran sandía hubiera caído de gran altura y se hubiera reventado contra el suelo. Él gritaba, de su garganta salían insultos, ella como una muñeca rota se tambaleaba sin mediar palabra; el silencio lo enfurecía más y seguía pegándole con toda la rabia  de un cobarde. Cuando se cansó de ejercer su fuerza, la lanzó sobre el piso, quedando  inerte en el suelo.
    Corrió  al lado de su madre, la tocó y no respondía, en su corta edad comprendió que lo había abandonado, que lo había dejado solo ante aquel infierno, que ya no lo protegería de aquel ser repugnante que se hacía llamar  padre. Abrazó a su querida mamá y gritó con una melodía desgarradora.
    ¡Asesino, asesino! Mi padre es un asesino, asesinó a mi madre y mis ilusiones de niño. Hoy después de muchos años, sigue gritando sin pronunciar palabra el mismo calificativo “¡Asesino, asesino! Y  hoy también en la oscuridad de la noche se siento como aquél niño perdido  y asustado que quedó marcado para siempre, marcado por la violencia ejercida por el progenitor que debía protegerlo y que debía cuidar a la mujer que le entregó su amor; sin embargo él sesgo la vida de su madre y mató su corazón.
Y con un grito ahogado en la garganta pronunció estas palabras:
    Madre me arrepiento, me arrepiento de no haberte defendido cuando estaba en tu vientre; me arrepiento de no haber cuidado de ti, cuando cumplí un año; me arrepiento de no haber estado a tu lado recibiendo los golpes a los dos años; me arrepiento de no haber gritado al mundo que mi padre era un maltratador a los tres años; me arrepiento de haberme escondido a los cuatro años, cuando te insultaba; madre, me arrepiento de no haberme enfrentado  con el  violento a los cinco años; madre, me arrepiento   de ser hijo de un hombre cruel; madre, me arrepiento a los siete años de no haber evitado tu muerte.
             ¡Madre! Siempre me sentiré culpable, culpable de tus golpes, de tus llantos, de tu sufrimiento. Hubiera querido poder defenderte, hubiera querido no temer a mi padre, hubiera querido haber nacido en una familia feliz, sin gritos, ni violencia, sin golpes, hubiera querido que tu, hubieras sonreído a la vida, hubiera deseado madre, cuidarte a tus ochenta años, hubiera querido madre tantos deseos bueno para ti…
  ¡Madre, madre, madre! Aquí me quedo solo, marcado para siempre por el odio, el rencor y el miedo. Madre, me preguntaré siempre ¿lo hubiéramos podido haber evitado?

    Mensaje: un maltratador, no solo maltrata a su pareja, sino que a la vez maltrata a los hijos, que aún sin maltratarlos físicamente, el maltrato psicológico a que pueden estar sujetos les marcará  negativamente para siempre. Todos y cada uno de los integrantes de la sociedad debemos evitar que ocurran estos hechos, a los violentos hay de quitarle la máscara, hay que desenmascararlos.
           
            Ceuta, 2 de Abril de 2011                      

                                                    Fini Castillo Sempere

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