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Andar y Pensar |
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ANDAR Y PENSAR
Andar y pensar, el arte de la parepateia de los filósofos griegos… A la caída de la tarde, a veces incluso anochecido, yo me adentro en la playa y voy caminando hasta perderme por la orilla… El mar me acompaña con su eterna canción de ida y vuelta: ora son los rumores de la resaca adentrándose con las olas hasta el límite donde la arena le permite su atrevimiento; ora son las luces de posición de algún barco buscando la boya de recalada de la canal de Cádiz; o quizás la luz roja de babor de otro mercante navegando a Levante en su rumbo firme al Estrecho.
El mar es Dios… El mar es Dios… El mar es inmenso, no tiene límites. El mar no se puede abarcar, no tiene fin. El mar, atiéndanme, es Dios… Nada puede ser tan semejante a Dios como el mar. Nada puede ser tan profundo y tan tenebroso como el mar; y sin embargo, nada puede estar tan lleno de vida y esperanza como el mar…Y, si comparamos, Dios también es profundo y tenebroso, y a la vez, está pleno de vida y esperanza…
A cada paso mis huellas se dibujan amplias, pero son efímeras, al momento el reflujo de la marea las hace desaparecer como si nunca hubiesen hollado la arena. Y este hacerse y deshacerse de las huellas no tiene un punto de encuentro, ni un tiempo para el reposo; a medida que se marca en la arena nuestros pies, el mar libera su tatuaje y la orilla recobra la virginidad primitiva… No hay duda, la vida te va apuntando su esencia: tejer y destejer; olvidar y recordar; tristezas y sonrisas; amor y desamor…Nada es casual, todos los acaecimientos están señalados en la clepsidra1, y sin embargo, al cabo, todo vuelve al punto de partida como si las horas no hubiesen transcurridos.
Los astros giran a lo lejos como en los versos de Neruda, y la constelación de Orión la más hermosa, titilea su luz como queriendo advertir su presencia. Betelgeuse y Rigel principian con destellos rojos y azules; más al norte refulge plateado Aldebarán, y al Sur, Sirio, se desnuda con la timidez de una novia; después, aquí y allá, todo es un encaje de planetas y de estrellas alumbrando como farolas las últimas calles de la noche... Silencio…Silencio…Silencio… La noche tiene sus susurros e incluso, si atiendes, al poco, puedes escuchar el roce de los astros girar en sus orbitas…Uno, dos, tres…giran y giran en una danza leve, callada, inmemorial, como si estuviesen ausentes y alejados de nosotros; sin embargo, su silencio va dejando paso a unas primeras notas de una partitura no escrita; luego sin saberse por qué, los instrumentos elevan su timbre y una sinfonía nueva y a la vez antigua, irrumpe en nuestro interior haciéndonos exclamar una pequeña oración:
¡Oh, Señor, oye nuestras palabras,
atiende nuestra soledad!…
En Cádiz, a las 5-58h. de 27 de febrero de 2009
Manuel Castillo Sempere
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1 Clepsidra: Reloj de agua empleado en la antigüedad.
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¿CREEN EN DIOS LOS NIÑOS?
«A los niños, en la esperanza… »
De pequeño, el mundo es tremendamente lógico, aunque no lo parezca, existe sólo y exclusivamente lo que se ve. Siempre decimos que el mundo de los niños está lleno de magia y de ilusiones. Pero yo digo que no, que el mundo de los niños verdaderamente están llenos de la más absoluta credulidad, y como Santo Tomas, para ellos únicamente existe lo que se ve.
Pero entonces, si seguimos los argumentos anteriores y me preguntaran:
-¿Los niños, por consiguiente, no creen en Dios cuándo rezan?, ¡porque es claro que a Dios no se ve!
Sí, ya lo sé, la pregunta esta llena de intención y seguramente con ella quede desconcertado, sin respuesta y en disposición de pedir disculpa por mi ingenuidad.
Pero sin embargo, yo os digo:
-Que si los niños rezan a Dios, tiene que ser indudablemente por una razón. A lo que seguidamente me preguntareis:
-¿Cuál puede ser esa razón?
Y yo, con una sonrisa que no podré disimular y lleno de socarronería, me mostraré amable y a continuación, dejando pasar una pausa, os contestaré:
-Si los niños rezan a Dios, es seguramente porque están sintiendo a Dios dentro de su corazón.
Porque los niños pueden ver y sentir cosas que la mayoría de los seres no pueden ver y sentir, y ellos que sólo ven lo que existe, como hemos dicho, podrán ver a Dios, en todas las cosas de su creación…
Así son los niños: ausentes y extraños… extraviados en otros diálogos cercanos a la sencillez y a la inocencia; pero sin embargo, indescifrables para nosotros, a menos que en un arrebato de locura, conscientes de nuestra insensatez, nos abandonemos en su corazón, anhelantes de su susurro…
En Cádiz, a las 2135h. del 12 de octubre de 2007
Manuel Castillo Sempere
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ÉL ES MI PADRE…
Cádiz, 17 de noviembre de 2007
Estimado Said, Side, Cid:
Damián, yo no estoy enfadado con Dios…yo soy muy pequeño, y Él, es tan grande que casi no cabe en ningún sitio. Sí, Damián, es tan grandote, que no se le puede llevar a ningún sitio; choca con todo los cacharos que encuentra a su paso y la gente me llama la atención cuando voy con Él. Yo lo quiero mucho, sabes, pero siempre me está dando problemas cada vez que, como dos amigos, salimos a pasear. Pero en fin, son cosas de la amistad, y yo soy amigo suyo desde siempre, sobre todo, desde que Él me creó en su corazón…
Ya ves, Damián, como no estoy enfadado con Él, es sólo, que a veces, tengo que decirle que se porte bien, y no me meta en ningún lío de los que acostumbra. Porque es verdad, Damián, a veces se porta mal y me mete en unos líos que me las veo moradas para salir airoso de ellos. Mira, te cuento, algunas veces se empeña en querer arreglar el mundo como si eso fuera tarea de una tarde, y claro, lo acaba de arreglar poniéndolo todo manga con hombro en un desbarajuste que no tiene pies ni cabeza. Un desastre, Damián, lo que yo te diga, un desastre….
Yo, a veces, me pregunto: ¿Pero si el Mundo lo ha creado Él, y a nosotros a Su Imagen y Semejanza, por qué está todo tan mal hecho y nadie está contento con lo que tiene? No sé Damián, pero cada vez que le pregunto, frunce el ceño, se le cambia la cara hasta ponérsele roja como el fuego y a continuación me dice: «Estoy arto y no tenia que haber hecho “na”; antes de los “siete días” vivía más tranquilo y en paz, ahora son todo preocupaciones y todo el mundo me hace responsable de todos los males que ocurren aquí abajo. Yo pensé que iban a estar agradecidos y viviendo una existencia placentera en armonía con la mejor Naturaleza que les pude encontrar, sin embargo, es todo lo contrario, siempre están descontentos; e incluso cuando les entrego alguna ley o algún mandamiento para que convivan mejor entre ellos, se enfadan sobre manera y me insultan y me fabrican imágenes en las que ni yo mismo me reconozco»
Damián, yo le digo que no se preocupe, que la vida es así, y que tiene que resignarse al comportamiento ingrato de sus hijos. Pero el no me hace caso, se desespera y no comprende que los tiempos en que nos ha tocado vivir las cosas son como son, y ni siquiera Él puede hacer nada por cambiar las cosas.
Damián, por las tardes, cuando sale a pasear por el camino de la playa, a veces le acompaño, para que no se sienta solo; Él me lo agradece, y me cuenta historias pretéritas que han pasado hace muchos años; yo las escucho con emoción, guardando sus palabras en mi corazón -se le ve ya tan mayor- cual si fuera un cofre donde guardar el mejor de los tesoros. Y que mejor tesoro que sus sentimientos…
Si, Damián, vamos el uno junto al otro, como dos amigos, camino de la playa, buscando el rumor azul del océano, buscando la paz insondable del mar…Y te puedo asegurar, que a algunas veces, después de oír las palabras de este venerable «Anciano», he quedado en silencio, y al levantar mi mirada buscando la suya, he visto como una, dos, tres…incontable lagrimas caían de sus ojos y luego rodaban por sus rostro arrugado por los años. Yo, impresionado, se me ha hecho un nudo en la garganta y entristecido me he quedado definitivamente callado. Él, adivinando mi tristeza, ha levantado su mano y ha detenido mis pasos, luego, solo, infinitamente solo, ha seguido la orilla de la playa, hasta que su entrañable imagen se ha perdido en la línea lejana del horizonte.
Él, Damián, es mi Padre, y yo, no he podido evitarle las lágrimas, ni tan siquiera acompañarle en su tristeza…
Paz y Bien, como decía Francisco… el de Asís. Manuel.
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¡ALVARO, JUVENTUD DIVINO TESORO!
Era agosto, pasado ya el filo del mediodía, y me encontraba subiendo la terrible e inacabable cuesta de Benzú al Mirador, cuando a lo lejos un muchacho sudoroso con un ritmo apresurado principiaba una de aquellas incontables curvas que la carretera serpentea en su ascensión. Y cuando apenas quedaban unos metros, el muchacho de ritmo apresurado resulto ser mi antiguo compañero de Magisterio, Álvaro.
-Adiós, Álvaro…-y el respondió:
-Adiós, Castillo…-que curioso, él siempre me llama por mi apellido, y yo en cambio, siempre le respondo por su nombre.
Otro día, llegando al faro de punta Almina, allá en la cumbre del Hacho, otro muchacho sudoroso y con el mismo ritmo apresurado que el anterior se me va acercando; pero mira por donde para mi sorpresa es Álvaro, el mismo compañero de Magisterio.
-Adiós, Álvaro…-y el respondió:
-Adiós, Castillo…-él siempre me responde por mi apellido.
Siempre que vuelvo a Ceuta, sé, de ante mano, que en algunos de los días me he de encontrar a Álvaro corriendo por alguna cuesta, cerro, colina, playa…o alguna curva perdida de nuestra ciudad. ¡Qué asombroso!, Álvaro, representa la eterna juventud; la pelea frente a frente por no dejarse dominar por los años; «mens sana in corpore sano» de los antiguos griegos. Álvaro tiene la filosofía del corredor de fondo, y parece que con su caminar, con su trote diario nos estuviese diciendo: «Venid, venid conmigo, que yo os enseñaré como rompe la mañana sus primeros rayos contra los acantilados que bajan al pie del faro. Venid, venid y mirad como ahora, llegada la tarde, las nubes se han puesto de rojo obscuro para besar los pechos de la Mujer Muerta… Venid, venid junto a mí, porque el mar desde la orilla hasta cabo Negro, ya no es mar, sino un lienzo morado de un trozo de cielo inalcanzable…Venid, venid, venid…
Pero la cosa no quedó ahí, porque verán ustedes, en otro momento, en otro día, tomándome tranquilamente un tinto de verano en la playa del Chorrillo con mi amigo Juan Antonio Vallejo -casualidades tiene la vida-, igual que en las anteriores ocasiones, otro muchacho sudoroso, también se me viene acercando con el mismo ritmo apresurado, y al llegar casi a mi altura, ¡sorpresa!, el muchacho no es otro que Álvaro, el mismo compañero de Magisterio de otras veces… Pero esta vez si que no me va a decir: «Adiós Castillo, y yo responderle: adiós Álvaro»; no, esta vez, le haré parar y no tendrá más remedio que ampliar el escaso repertorio de dos únicas palabras, a saber: ¡Adiós Castillo!
Sí, Álvaro se paró conmigo, y hablamos un rato -poco a decir verdad, porque ya sabemos que no puede abandonar su obligación de correr-, y yo le conté que estaba escribiendo un libro costumbrista sobre nuestra niñez y sobre la Ceuta de aquellos años; y también le pregunté de sus años pasados de maestro en Marruecos; y yo le quise preguntar…pero ya no hubo más tiempo, yo volví a coger mi vaso largo de tinto con casera, y al momento desapareció por la orilla, pisando, al ritmo apresurado de siempre, los guijarros grises, pulidos, redondos del Chorrillo…
Álvaro, yo voy a desvelar un secreto, perdóname, pero yo voy a desvelar que una tarde, en la vieja escuela de Magisterio, me trajiste un rollo de folios, lo abrí y allí estaban escritos más de una docena de poemas al cual más hermoso y llenos de una extraña sensibilidad y una frescura inigualable que llamaron sobremanera mi atención. Y recuerdo que uno de ellos decía algo así como: «Y echaré sobre tus pechos un ramillete de estrellas…» Y aquella frase se me quedó para siempre en mi memoria, y aun hoy, pasado más de treinta años la recuerdo como si fuera ayer: «… un ramillete de estrellas».
Álvaro, yo quisiera también decirte, que en agosto, por la Virgen de África, los niños que hace cincuenta años nacimos en el Callejón del Asilo Viejo, tenemos «un encuentro» y yo que se de tu sensibilidad por la memoria de nuestra ciudad, te invito por consiguiente a que nos acompañes y pases el día con nosotros.
Un abrazo Álvaro, y no pares nunca de correr, porque en el recuerdo de Miguel Hernández, «tu carrera nos hace libre y nos pone alas…»
En Cádiz, 12 de la noche del 2 de julio de 2008
Y Álvaro no acudió el seis de agosto a mi invitación que tuvimos en el Ayuntamiento, los niños del Callejón del Asilo… Quede claro que “apuntao” quedó en su “debe”; sin embargo, como ya he dicho anteriormente: «siempre que vuelvo a Ceuta, sé, de ante mano, que en algunos de los días me he de encontrar a Álvaro corriendo por alguna cuesta, cerro, colina, playa…o alguna curva perdida de nuestra ciudad». Y en esta ocasión, igual que en todas las anteriores ocasiones, como prisionero de una cita inquebrantable que estuviese más allá de nuestras voluntades, me di de bruces con Álvaro, en el paseo de la Marina, al filo de la bajada al recinto ferial…Y él sonriéndose, dijo:
-¡Hombre, Castillo!
-Yyo, también sonriendo, le apunté:
-¡Álvaro, juventud divino tesoro!...
En Cádiz, a 27 de febrero de 2009
Manuel Castillo Sempere
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ABANDONADO
«Abandonado como los muelles en el alba.
Es la hora de partir, ¡oh abandonado! »
Me siento abandonado, abandonado -como dice Neruda- como los muelles en el amanecer... ¿No habéis visto nunca los muelles en el amanecer?, cuando aún la luz es tenue y de un color violáceo que luego se va enrojeciendo hasta finalmente sangrar todo el horizonte. Solamente los trazos verticales de los palos y mástiles rompen el brochazo viejo del alba; y los buques, soñolientos, amarrados a los noráis, alargan sus sombras como fantasmas de la noche ya en retirada...
Me siento abandonado, como cuando al atardecer, al azar, apoyamos nuestros manos en la tapa de regala de cualquier embarcación, y dejando la mirada perdida en el horizonte azul de la nostalgia, soñamos con integrarnos en la totalidad suave e infinita del cosmos...
Me siento abandonado y no sé que hacer para evitarlo; quizás podría escribir una palabras o tal vez construir un poema lleno de lejanía y de tristeza, un poema perfecto que fuese buscando una rima, un verso para la palabra soledad...
Me siento abandonado, sin embargo no se puede hacer nada, es una cuestión de ausencias y de diálogos con tus sentimientos... Es la hora de la verdad, donde las horas te golpean hasta olvidar tu propio nombre. Es el tiempo inaplazable y único donde somos lo que no pudimos ser, y al mismo tiempo también somos lo que por fin deseamos ser, y la vida no dejó que fuésemos...
Me siento abandonado, sí, es cierto, no obstante, el camino elegido ya no tiene retorno y la colina tras el último recodo, elevará mi mirada a otro lugar dónde tal vez sea posible soñar aquellos sueños que aún, atado por el miedo de la costumbre, no pude alcanzar...
Me siento abandonado...
Cádiz, 6 de diciembre de 2008
Manuel Castillo Sempere
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YO QUISE SER MARINERO…
Cuando avanza la edad y la niñez y la juventud quedan allá en la lejanía de los años primeros, la añoranza a modo de tenaza te aprisiona el pecho causándote un dolor que a veces es insoportable… Yo pensé que podía vivir sin mis recuerdos, que el alma no me iba a pasar factura y me permitiría olvidarme de mis primeros veinte años. Sin embargo, no ha sido así; la nostalgia vino a visitarme y desde entonces me he convertido en un peregrino de esos primeros años…
Yo quise ser marinero y navegar de punta a punta los Océanos… Navegué, sí, es cierto, pero yo no estoy hecho para la soledad del mar. Bien es verdad, que cada tarde, cuando el sol cae por el cortinaje malva del horizonte, mis pasos se encaminan a la orilla del mar… Es algo atávico, insondable, profundo… llegada una hora tengo irremediablemente que ver y sentir el mar. Pero navegar es otra cosa; navegar es sentir la soledad del cosmos en tus entrañas, en tus sienes, en tu alma… Navegar es no tener patria, ni bandera, ni compañera a la que amar. Navegar es tener una novia en cada puerto -como dice el dicho popular- y no tener ninguna. Navegar es ser libre, sin ataduras, como las nubes que van hacia un lugar o hacia otro según las empuje la dirección del viento: ora van hacia Poniente, ora van hacia Levante; de pronto cambian y van hacia el Norte, luego van hacia el Sur. Para navegar es preferible borrar tu nombre de la «Fe de Bautismo» que anotó don Bernabé Perpén en la sacristía de la iglesia de África y abandonarte, como un apátrida, en la belleza virgen de los mares surcados, allí, donde tus sueños imposibles se confunden en la frontera de las realidades...
Navegar, navegar, navegar…
Navegar, ¿hacia dónde?: ¿hacía un puerto?, ¿hacía un rumbo a los días venideros?, ¿hacia una promesa, hacia una ilusión, hacia un deseo…? Navegar… Navegar aunque el rumbo que tracemos en la carta Náutica no nos lleve a ningún sitio… Ya hemos perdido nuestro nombre y se han borrado nuestras raíces; así que el timón marcará un rumbo y el destino será alcanzado sólo por el azar…Y que el azar con la libertad de una ruleta, gire y gire hasta que vencida su inercia señale la casilla de nuestro destino…
Yo quise ser marinero y navegar de punta a punta los Océanos…
En Cádiz, a 15 de marzo de 2009
Manuel Castillo Sempere
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ELEGÍA A FRANCISCO RAMOS TRUJILLO
“Temprano madrugó la madrugada…”
En agosto, por la Patrona de Ceuta, la Virgen de África, algunos de mis alumnos, que ya trabajaban en diferentes embarcaciones del puerto, habían ido a visitarme a la caseta de feria la “trabajadera”, al conocer que yo era uno de los organizadores de un “encuentro” de los niños que hace cincuenta años habitábamos el “Callejón del Asilo”. De tal manera que al día siguiente, acudieron al Ayuntamiento, como uno más de aquellos chillillos de antaño, dispuestos a acompañar a su viejo profesor, en el recuerdo de una niñez olvidada en un centenar de añejas fotografías en blanco y negro.
Francisco, fue uno de aquellos alumnos que quisieron estar conmigo en aquellos momentos tan entrañables para mí. Francisco era un patrón curtido en el mar, y era el patrón de la embarcación de Salvamento Marítimo en la zona del Estrecho; sin embargo, para mí, a pesar de su gran experiencia y a pesar de que su conocimiento del mar hacía tiempo que había superado al mío; todavía en mi corazón, él era el alumno al que yo le enseñaba Maniobras y Teoría del Buque en nuestra vieja Escuela de Náutica.
Ahora, mediado de septiembre, hace unos días que unos compañeros tuyos: Rosado y Aurelio, me dijeron que habías emprendido un viaje definitivo a un país lejano del que es imposible volver. Yo les dije que estaban equivocados, que hablaban de otra persona, que Francisco había quedado conmigo para reunirnos con los demás compañeros, como otros años, allá por el mes de diciembre, al filo de la Navidad. Pero ellos insistieron, y yo no tuve más remedio de aceptar lo inaceptable. Yo, con los ojos llenos de espanto, salí con ellos a la calle y nos encaminamos, llenos de tristeza, a tomarnos un café…
Francisco, yo no he podido despedirme de ti. Damián me llamó por teléfono para darme aviso de tu enfermedad, pero la fatalidad quiso que no lo atendiera; y la fatalidad también quiso que no supiera que el barquero había llegado a tu orilla para enrolarte en una navegación sin retorno. Yo, en la desolación de estas horas, se me viene a la memoria los versos de Miguel Hernández en su elegía a Ramón Sijé: “Quiero escarbar la tierra con los dientes… y desamordazarte y regresarte… compañero del alma, compañero…” Y yo, como él, también puedo decir: “Un manotazo duro, un golpe helado, un hachazo invisible y homicida, un empujón brutal te ha derribado”. Qué puedo yo decir, pescador de Barbate, que no sume más dolor a tu ausencia. Qué puedo yo escribir para aliviar la pena que como una dentellada feroz se agolpa interminable en tu recuerdo. Qué puedo yo sentir para olvidarme del hueco que ha dejado tu partida. No sé, verdaderamente, qué puedo yo decir, ni que decir, ni qué sentir…Tú ausencia tiene el sentido más profundo de la palabra, y como un eco se golpea de cumbre en cumbre; de valle a valle; de océano en océano; de piedra en piedra, su rumor inacabable: ¡ausencia!, ¡ausencia!, ¡ausencia!…
Un día te llamé y tú no estabas, y una niña tomó mi llamada; y yo pregunté ¿quién era?; y ella dijo que era Loli, su hija; y ella también me preguntó ¿quién era yo?, y yo le dije: soy su profesor de Cádiz. Y ella, curiosa -¿qué niño no es curioso?- quiso saber cómo era su padre en nuestra Escuela. Y yo, le dije: «¡Qué su padre era mi mejor alumno!...» –que podía yo decirle a una niña de su padre, que no fuera esta respuesta-. Y yo escuche su risa y adivine su sonrisa… Y esta sonrisa y esa risa se me antojaron azules, de cristal, como vuelos de campanas que redoblan locas, sin freno, traviesas, en su primera llamada a la oración matinal. Y esta sonrisa y esa risa, que no se apaguen nunca de la cara rosa de tu hija; porque son para ti, el mejor de tus recuerdos, tus besos, tus desvelos y tu postrera victoria.
Francisco, la mañana madrugo temprano para ti, y apenas te dejaron tiempo para acompañar a los tuyos… pero sin embargo, no estés tristes, porque tu pequeña Loli, alumbrará, como hacen los luceros en la amanecida, el firmamento amplio, ancho, infinito de tu recuerdo y de tu casa. No, no estés tristes, Francisco, porque Loli llevará tu existencia a la frontera donde la vida juega a su juego, y de sus sueños nacerá tu existencia renovada en otra vida nueva… No estés triste Francisco, y susúrrale a tu hija, los versos más delicados del mejor de los poemas. No, no estés triste Francisco, y dile a tu pequeña Loli, que tú estarás ahí, a su lado, en su alma, como un halito de esperanza, acompañándola en cada hora de sus días venideros. ¡No, no estés triste Francisco!...
¡Qué soledad!, verdad, y que ¡espanto! los días que navegaste río abajo, buscando la mar, hacia la muerte…Yo no supe enseñarte a navegar en esas aguas llenas de incertidumbres, de corrientes y de isleros desconocidos. Yo te enseñé a ganar barlovento, pero en ese último mar, el viento no tiene dirección y no se pueden arriar las velas. Yo no pude estrechar tus manos en las mías, ni cruzar mi mirada con la tuya, ni tan siquiera desearte “buena mar”, como hacemos los marinos en las despedidas…
Francisco, yo sé que allá donde estés, habrá un mar, transparente, azul, quizás verde, esmeralda, o turquesa… Y que al alba desamarraras los cabos de los noráis del muelle, y agarrado a la rueda del timón pondrás rumbo a poniente, o quizás al norte, en el último destello de la Polar… Y después navegaras una, dos, tres… infinitas horas, acariciado por el aliento de la brisa, esperando en calma, esperanzado, nuestra llegada...
En Cádiz, a las 00-30h. de 21 de septiembre de 2008
Manuel Castillo Sempere
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DISCORIDES...
Santiago, me había ido diciendo los principios activos de algunas plantas medicinales; yo le escuchaba lleno de asombro y curiosidad, toda su diatriba sobre la capacidad que pueden albergar en su interior algunas plantas para hacer sanar a los enfermos. Me apuntó que Discorides1, ya, en la antigua Grecia, curaba con plantas, y desde la Edad Media hasta prácticamente nuestros días, siempre ha habido remedios caseros para mitigar el dolor y la enfermedad. La verdad que esa tradición hacia tiempo que ya no estaba presente en nuestros hogares, sin embargo, yo aún recuerdo como mi Yaya, en unas talegas que situaba detrás de la puerta de la cocina, le sobresalían algunas ramas con flores azules de poleo, que luego echaba en un cazo con agua caliente, para más tarde colarlo y darlo a beber a alguno de nosotros que se quejaba de dolores de barriga.
Santiago, consiguió que sintiese a las plantas no sólo por la belleza que pudieran expresar sus múltiples formas y colores, sino también por la capacidad que están tienen de aliviar algunos de los males que a veces nos aquejan. Nunca me había podido imaginar que unas hojas y unas flores abiertas a la mañana al borde de un camino, en la oquedad de una roca, en la frescura de un ribazo o en la ladera de un soleado cerro, pudiesen albergar tras unos rasgos de delicada belleza, determinados principios que fuesen capaces de contrarrestar la acechanza de los males que silentes se apostan a nuestro alrededor.
Muchas tardes, acabado su magisterio, hemos recorrido las sierras y los ribazos empeñados en recolectar las diversas plantas medicinales que pudiésemos alcanzar a descubrir. Aquí y allá, a cada paso que dábamos, encontrábamos alguna muestra que estudiábamos con detenimiento, para luego apuntarle algún adjetivo que significara su belleza o sus propiedades curativas. Y la salvia, la borraja el romero, el tomillo, la algodonosa, la alhucema, el cantueso, el espliego, el mastranto, se nos mostraban silenciosas en sus tonos azules, como si quisiesen competir con los azules del cielo… Y el majoleto blanco, blanco como la cal, también deseaba competir con la nieve en aquella espesura de verdor suave. No podemos describir lo que se encuentra más allá de las palabras; podemos poner, pongamos por caso, azul y blanco, para darle un adjetivo a las corolas, pero cada flor es algo más que un adjetivo; cada flor es un destello de vida en la fragilidad infinita de esa misma vida; cada flor es un milagro de deseo, de aromas, de olvido de la realidad para adentrarse en los sueños; cada flor es el misterio de la existencia que el universo renueva cada mañana al apuntar al alba el primer rayo de sol…
Acabó aquella iniciación a un conocimiento que hundía sus raíces en la noche de los tiempos; acabó mis paseos con mi maestro entre los guijarros de aquel riachuelo que se pierde entre los alcornoques y que todas la tardes solíamos visitar; acabó alcanzar la cumbre de nuestro collado de pizarra gris, dónde, nosotros, como gaviotas, divisábamos la mancha azul, a veces verde obscuro, del Estrecho. Acabó, como dice el romancero: «aquellas sierras, madre, son altas de subir; corrían los caños, daban en un toronjil».
A los pocos días, embarqué en Tarragona en un paquebote, para atravesar todo el Mediterráneo de punta a punta y llegar a Braila, ocho horas arriba del río Danubio. Todo sucede de manera tan inesperada que apenas te queda tiempo para reflexionar; sin embargo, aquella noche, prendido del titileo de los astros;ñ fondeado en la margen izquierda del río Danubio, a medio camino entre Galati y Braila, yo recordaba el aprendizaje culminado con Santiago acerca de los efectos benefactores de las yerbas medicinales. Recordaba cada palabra y cada mirada suya en cada planta. Si; yo recordaba en la soledad de la noche, la mirada abierta, tremendamente generosa de Santiago…
En Cádiz, a las 1024h. de 25 de abril de 2009
Manuel Castillo Sempere
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1 Discórides: Médico griego del siglo I, que escribió un tratado titulado: Materia Médica, en seis libros, que comprende remedios de los tres reinos de la Naturaleza, tanto animales como minerales, y, principalmente, vegetales, de los cuales nos dio alrededor de 600 especies.
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A DONDE VAN LAS PERSONAS...
A dónde van las personas que nos dicen adiós definitivamente… Acaso se cuelgan de una nube y van tras el Poniente a dónde éste le lleve; acaso se cuelgan de la luna al llegar la noche, encienden su farol y esperan a alumbrarnos para reconocer a sus allegados que aún sienten su ausencias… Acaso se pierden en la espesura de un bosque donde el musgo y los brazos abiertos de los árboles ocultan las huellas dejadas tras los últimos pasos; acaso sueñan en nosotros y ya no desean ser despertados…
Nosotros, tú y yo, y el amigo y el familiar, e incluso los que apenas advertimos su presencia, todos, sin distinción, andamos entretenidos jugando a orillas del río de la vida. Y a ratos, cuando una ruleta invisible se para en una casilla, su jugador, se separa inconsciente de los demás, y se arroja suave a las aguas que fluyen de manera imperturbable en dirección al mar…Cada uno de nosotros siente en un instante único e intransferible, la llamada de ese murmullo de la corriente en su continuo bajar y bajar hasta que perdemos la mirada en el horizonte, o perdemos su cinta azul tras el último recodo. Nadie sabe cuando le va a llegar ese susurro que le hace oír lo que antes no oía; nadie lo sabe; y sin embargo, todos sabemos que otro día, quizás mañana, sentiremos esa llamada como una palabra que acariciara nuestro corazón y nos indicara veladamente, sin sufrimiento, el camino a sumergirnos en las aguas que fluyen al otro lado de la vida…
Todo es fluir, fluir, fluir… Nada permanece y todo se muda… La nube, es lluvia; después la lluvia, es lago, río y mar… Más tarde, el mar, en un milagro que Dios le concede, se eleva en el aire del mediodía hasta sentirse nube, lluvia, lago, río y finalmente otra vez mar… Y la rueda del agua fluye y fluyen en un giro interminable que se hunde en la noche de los tiempos. Todo fluye y fluye, y mi alma y la tuya, y la de todos… Nada se para; nada se detiene; nada se abstrae del movimiento; y nosotros giramos y giramos en un Tiovivo sin freno, sin que nadie atienda a parar nuestra inercia.
El alfa y el omega pareciera que nunca llegaran a encontrarse; pero no es cierto, se encuentran en nuestros deseos, en nuestro afán de perpetuarnos, en nuestra fragilidad; en nuestro temores; en nuestra búsqueda de nuestra identidad para saber ¿quiénes somos?; y en todo aquello que, por fin, nos alcance a sentirnos parte de una roca, de un arroyo, de un trozo de cielo azul tras el alféizar de una ventana, de un claro de luna… Sí; el alfa y el omega encontrado en la arcilla de una vasija a llenar en una torrentera; en una playa de guijarros; en un alcor rompiendo en jirones una nube atrevida, de hilo, ausente; en un camino de cipreses verdes y altos…; en una queja de un dolor propio y ajeno; en una mirada turbia, de auxilio; en un último sueño; en una última palabra, sin que acaso llegara a pronunciarse…
A dónde van las personas que nos dicen adiós definitivamente…
En Cádiz, a 30 de abril de 2009
Manuel Castillo Sempere
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EL CARTERO DEL REY
Paúl, me apuntó que Carmen se encontraba en el hospital convaleciente de una grave operación; así que decidimos ir a visitarla a la tarde y darle nuestro ánimo. Y qué ánimo podría yo darle a una persona que se encontraba en extrema debilidad y aún abrumada por la incertidumbre del resultado de la intervención. Pensé en llevarle un pequeño presente, un pequeño libro que hablara de las pequeñas cosas de la vida y que, sin embargo, cuando ella leyera esas pequeñas cosas… le hiciesen sentir la vida con la fuerza y la frescura de aquellos torrentes que nacen allá en el Norte, en las altas montañas del Pinsapar.
Me llegue a una librería, que yo sabía que aún existían colecciones antiguas; y allí en el estante, abandonado con otros libritos de la editorial Losada, se encontraba lleno de polvo, El cartero del Rey, de Rabindranath Tagore. Podía haber elegido los versos de “Las nanas de la cebolla” de Miguel Hernández, o los versos de Juan Ramón, o de Machado, o el Canto Espiritual de Juan de la Cruz, o… Sin embargo, elegí la semblanza literaria del pequeño Amal, para que le acompañara en los días de desasosiego que aún restaban por llegarle…
La vida es como la marea…va y viene; da y quita; se recuerda y se olvida…Y aquella historia del pequeño Amal, quedó embarrancada por la marea en la orilla de los recuerdos de Carmen. Y el flujo y el reflujo de estos recuerdos, como la resaca que el mar acerca a la playa, como un ir y venir constante de los sentimientos, le hace tomar la narración de Tagore entre sus manos, y adentrarse en el mundo mágico donde los sueños vuelan desde el corazón hasta los lugares donde se asientan los diálogos increíbles, tremendamente generosos de Amal. Quién después de leer lo diálogos del pequeño Amal, no ha sentido que la vida, transformada en un rosa única, se abre al alba y te muestra el milagro inenarrable, irrepetible, de la existencia…
Carmen, igual que la marea que antes hemos mencionado, se fue…pero al siguiente reflujo, pasados los años, volvió y dejó con mis recuerdos una carta… He ahí, transcrita, su carta:
A Carmen... Con el deseo de que seas tan libre como el pequeño Amal.
Manolo 10- Mayo- 1994-.
Esta es la dedicatoria que reza en el pequeño librito que sostengo entre mis manos.
Querido amigo:
Hoy en la distancia del tiempo, quiero que sepas cuanto me ayudó este libro que me regalaste en unos momentos muy difíciles en mi vida. Me ayudó, a no dejar que mi Alma de niña, envejeciera. En una sociedad donde tanto se valora el poder, el tener, la competitividad, es muy difícil vivir con la esencia de la niñez.
Este libro me ha llevado a a los mares más remotos. Con el he subido a las más altas montañas. He viajado a países lejanos. Me ha enseñado diferentes culturas, diferentes formas de pensar. Me ha enseñado que se puede envejecer el cuerpo, pero el Espíritu, si se tiene Alma de niño, jamás envejece....
Te cuento un pasaje de la historia del pequeño Amal:
-Madre, ¿de dónde venía yo cuando tú me encontraste? -preguntó el niño a su madre.
Ella, riendo y llorando, le respondió apretándolo contra su pecho.
-Tú estabas en mi corazón, como su ansia, amor mío. Tú estabas con las muñecas de juguetes de mi infancia; y cuando cada mañana hacia yo la imagen de mi Dios con barro, a ti te hacía y te y te deshacía.
Estabas en el altar con el Dios de nuestra casa; y al adorarlo a él te adoraba a ti.
Estabas en todas mis esperanzas y en todos mis cariños. Tú has vivido en mi vida y en la vida de mi madre.Tú fuiste viviendo, siglo tras siglo, en el seno del espíritu inmortal que rige el hogar nuestro.
Cuando yo era una muchacha y mi corazón abría sus hojas, tú flotabas en fragancia a mi alrededor. Tu tierna suavidad floreció antes en mis carnes juveniles, como el color en el oriente antes de salir el sol. Fuiste el primer amor del cielo, hermano gemelo de la luz del alba, bajaste al mundo en el río de la vida y al fin te paraste en mi corazón....
¡Qué embeleso me sobrecoge al mirarte a ti, hijo, que siéndolo todo te has hecho mío; y qué miedo de perderte!
Yo no te quiero porque seas bueno, sino porque eres mi hijo. ¡Así, bien apretado contra mi pecho! ¡Ay!, ¿qué poder mágico ha enredado el tesoro del mundo a mis débiles brazos?
!Si yo pudiera encontrar un rinconcito tranquilo en el mismo corazón del mundo de mi niño!
Cuando mi voz se calle con la muerte, mi canción le seguirá hablando en su corazón vivo...
A Todos los que tienen alma de niños y con la Literatura vuelan a donde quieren...
Besos para ti, Teli, y los niños.
En Cádiz, a 25 de julio de 2009
Manuel Castillo Sempere
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DICEN…
Dicen que la distancia hace el olvido, y el tiempo todo lo borra… incluso las raíces de nuestros mayores, que a fuerza de años, fueron hundiéndose en la fértil tierra de los aconteceres pasados. Sin embargo, no todo es olvido; y el tiempo no todo lo borra; pues hay veces que desde la profundidad que se llega de los bosques que habitan nuestras almas, resurgen antiguos recuerdos, que ni siquiera nosotros nos atrevimos a adivinar que existían. Son recuerdos que se adivinan, que se presienten y se sabe que están ahí, pero ya no nos pertenecen y llegan en un murmullo largo y continuo, como llegan las olas del mar al abrazar las orillas desnudas del litoral…
Celaya, Paco Torres, Manolo Villatoro, Gabriel León, Pepe Fortes… todos son aguas del pasado, y agua que pasa no mueve molino, pero fue tanto el tiempo que marco el ritmo de su giro, que aún conserva su inercia, aunque ya los cangilones de su noria no rebocen de agua…
Quiso la mañana que nos reuniésemos junto a unos de los locales de té de la antigua calle Misericordia, y fuéramos acompañando a la mañana desgranando pequeñas historias que ellos, entre risas, narraban, como si en verdad hubiesen sucedido ayer. Tiempo atrás, estos mismos hombres que estaban sentados placidamente en la Cafetería Rubí, corrían arriba y abajo por el Callejón del Asilo en dirección al Puente Almina o camino de la Plaza de África, donde exprimir la última carrera de la tarde; algunos, en la sacristía de la Iglesia, colgados en la percha o doblados en sus cajones, aún les aguardaba la ropa de monaguillo. Que de travesuras y pequeñas historias fueron contando unos y otros, o todos a la vez, interrumpiéndose continuamente sin dejarse entender; apenas comenzaba Celaya a narrar su relato, cuando ya Gabriel León empezaba a distraernos con otro; y no acababa éste, cuando Manolo Villatoro apuntaba un episodio que acaba de recordar; y en fin, al punto, Pepe Fortes o Paco Torres metían baza con sus únicas y extraordinarias pillerías, que más bien pudieran ser, por el ardor y la pasión con que eran referidas verdaderos Cantares de Gestas…
Todo en la vida es profundamente misterioso, y todo gira y da vueltas como aquellas norias gigantescas que de manera imperturbable sacaban en sus cántaros de arcilla, el agua necesaria para que continuase el latido sonoro de las cosas. Y del cántaro a los campos; y de los campos a las nubes; y de las nubes, con la lluvia, a los espejos azules de los ríos; y de los ríos, de nuevo, a los cantaros de la noria… Vueltas y giros…Agua que llega y agua que va…Y así una calle que fue: La Misericordia, El Callejón del Asilo. Y otra que se alza sobre aquella: La Gran Vía. Todo pasa y todo queda…en palabras de don Antonio. Y todo pasó y todo, sin embargo, ha quedado…
Todo ha quedado, y la repuesta, como diría la canción de Bob Dylan, Blowin’ in the wind1, esté en el viento; en el viento de la nostalgia, de la historia, de los momentos fugaces de otro tiempo que aún perduraran en nosotros, en Celaya, en Gabriel León, en Manolo Villatoro, en Paco Torres, en el Quini, en Servando, en los Mellizos, en Pepe Fortes…
Todo ha quedado, como ha quedado la roca gris, desnuda, de la Mujer Muerta, tras el paso del aguacero que las nubes de cenizas, en otoño o en primavera, nos traen con el furioso vendaval…
En Cádiz, a 14 de agosto de 2009
Manuel Castillo Sempere
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1 Sonando en el viento.
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LA REVELACIÓN
«A Fini, en su cumpleaños…»
Aquella tarde el Levante arreciaba con furia todo el contorno del arco de playa hasta más allá de Cortadura. La arena se levantaba en olas blancas; y luego, semejando un ave de cuchillos de punta acerada, avanzaba en su vuelo hasta caer derrotada al pie del mar. Y en ese vuelo, un vuelo de alas abiertas que ascendía y bajaba al compás de cada ráfaga de viento, te llegaba a cientos, a miles…la sílice de sus alas. La arenilla, como una mano agigantada, te zahería inmisericorde hasta hacerte detener el paso y cubrirte los ojos en espera que su fuerza fuera decayendo.
A golpe de tesón, a cada trecho, parándome y volviendo a caminar, fui acortando la distancia hasta llegar por fin al castillo de Cortadura; allí el Levante rugía aún con más furia si cabe. Toda la extensión de litoral hasta San Fernando y el castillo de Santi Petri se columbraba de ráfagas blanquecinas que, como una muralla elevada en el aire, impedía cualquier intención de continuar la andadura.
De vuelta, me vine al resguardo de la orilla, huyendo del arenal. Grava y Levante. Arena, sol, mar, cielo y Levante. Belleza y camino. Belleza y soledad, soledad en la tarde… Caminaba ausente, como si mis pensamientos se hubiesen marchado a otro lugar más apacible y lejos de este momento. Sí; caminaba ausente, solo, sin tiempo, atento a cada paso, atento a cada huella que dejaba en la arena… Solamente la huella en la arena era lo importante, pero al instante la marea la borraba como si nunca hubiese existido. El hollar y el deshollar de mis huellas iban significándome la advertencia de la propia Naturaleza: crear y destruir; nacer y morir; memoria y olvido; fluir y permanecer; amor y desamor…Y las huellas, con mi paso, volvían a marcarse; y la marea, como algo también inevitable, volvía a borrar mis huellas…
Y llegué al punto donde suelo hacer mi pequeña oración antes de abandonar mi paseo. Como siempre me sitúo hacía Poniente, hacia donde el sol hace su andadura cada día. Y allí entre nubes moradas, el sol, ardiendo en una bola de fuego, comenzaba a meterse en la agitada cinta azul, verde, del mar. Y en este instante, en este preciso instante, ocurrió algo inesperado, algo que ocurre algunas veces a la tarde: el Levante dejó para otro momento su soplo en el aire. La arena bajo sus alas hasta extenderlas abiertas, exangües, entregadas, a lo largo de la marina. El sol aún seguía con su cara de fuego en el horizonte. El son del mar daba su sonido de siempre. Y de pronto, todo, como a una orden, quedó sumido en un paréntesis de quietud profunda, inmensa, insondable…Todo quedó aparcado, en silencio, en soledad… Nada fluía, cesó el movimiento, la idea, la palabra. Y yo en ese instante, en ese momento, sin saber por qué, lo sentí…Y lo sentí dentro de mí, en lo más profundo, como cuando se arroja un cubo al fondo de un pozo y al poco retumba el eco del agua…Yo le sentía como una unidad en Él. Mi alma le pertenecía y era suya…Yo abrí mis brazos y se la entregué… La bola roja del sol, como una hoguera, se consumio abrazando al mar...
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En Cádiz, a 30 de mayo de 2009
Manuel Castillo Sempere
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CARTA A CARMEN
Cádiz, a 26 de diciembre de 2009
Estimada Carmen:
Ya ha nacido Jesús… Ya ha nacido el Hijo de Dios…Y los cristianos hemos celebrado la Navidad. Y sin embargo la melancolía empapa mi corazón como la lluvia moja los campos en estos días… Siempre la Navidad me trae recuerdos inalcanzables, ilusiones que se extraviaron en el recodo de algún camino…”Todo pasa y todo queda…, ”como diría don Antonio Machado, y como os dije en la carta que os dedique en el aniversario de nuestra Web; es verdaderamente una frase donde la melancolía alcanza su máximo esplendor. Todo en nosotros es trashumancia, efímero, breve, frágil…; yo diría, que todo en nosotros es apenas un soplo en las horas largas del tiempo…
Nada es nuestro, Carmen, ni la montaña, ni el río, ni los campos, ni los cielos; ni siquiera los hijos, y por no ser nuestra, tampoco nos queda la palabra, como pretendiera humildemente el poeta Blas de Otero. Todo en nosotros es prestado, y tan pronto nacemos ya caminamos en dirección a otro lugar desconocido…Todo cambia en este río de la vida, y nosotros vamos bajando en sus aguas hasta olvidarnos para siempre de nuestros nombres. Para qué saber quiénes fuimos, todo se muda, y nuestros nombres sólo fueron prestados para unas horas… Mejor es no tener nombre, y que el viento te arrastre y te lleve de una punta a otra hasta dejarte en la orilla de una playa; y allí, oteando la línea azul del horizonte, pensar lo que ya no piensas, y sentir lo que ya no sientes. Y que transcurrido el tiempo de bronce medido en algún campanario, el viento te llevara a otra playa, para que distraído, sin saber por qué lo haces, retornes una, dos, tres…incontables veces, a pensar lo que ya no piensas, y ha sentir lo que ya no sientes…
Que Jesús, el Cristo, el ungido, tu Señor, te reconforte el alma…
Manuel
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DÍA DE LLUVIA
Había quedado por la mañana con Pepe Sevilla, junto a la puerta del Ayuntamiento, para tomar un café y hablar de algunas fotos antiguas de nuestro barrio que había prometido entregarme. Llegué con Teli temprano y nos sentamos bajo los soportales en una cafetería para guarecernos de la lluvia, que comenzaba a caer de manera intensa. Viento de poniente, del océano, de detrás de la Mujer Muerta. Viento fresco, que empujan las borrascas que se forman en el Atlántico y barren la Península de Oeste a Este sin apenas tregua. Cada invierno es diferente, y el que ahora nos recorre, después de un otoño extremadamente seco, ha tenido a bien abrir las compuertas del cielo y anegar las secas tierras de España. La Naturaleza, a veces, como el amor de los enamorados, se desborda y no se aviene a medida alguna…Y el agua, tan deseada y deseante por los hombres, cae a cantaros, como si los millones de gotas almacenadas en las nubes, vencieran sus muros de algodón, y cayesen apresuradas, en tropel, sobre nuestros campos y ciudades… ¡Se ha abierto el cielo! -dice alguien-, efectivamente, se ha abierto el cielo, y no hay nadie que pueda venir a cerrarlo…
Pepe, ha llegado, medio oculto por un paraguas enorme de color verde obscuro, que a pesar de su amplitud no ha evitado que venga chorreando.
-¡Buenos días! –le digo, y el me mira un poco incrédulo a mi deseo.
-¡Buenos días de lluvia, dirás! -me dice.
-Bueno, claro, ¡Buenos días de lluvia! –le digo, sonriendo-
No lo puedo ocultar, estos días de lluvia me gustan. Me gusta la novedad del agua corriendo por las calles; la atmósfera limpia; la gente corriendo a resguardarse de la lluvia; el goteo constante de las palmeras y los árboles en las alamedas; las nubes plomizas, cambiantes del gris al blanco, que a veces dejan un claro entre el que se cuela un rayo de sol y el paño añil del cielo. No, no lo puedo ocultar, aprecio sobremanera, estos días de lluvia…
Pepe ha pedido un café, y placidamente, tomando con sus manos el calor que desprende la taza, va saboreándolo alejada su mirada en las altas araucarias y palmeras de la plaza de África… Me gusta apreciar esos pequeños instantes de la persona que está contigo, que ausente un momento, se deja ir hacia no sabemos dónde…Yo nunca les interrumpo con alguna palabra a destiempo, sino que callo y dejo que su mente vuele libre al lugar donde ha elegido posarse… Estos pequeños instantes, que sólo duran un momento, son mágicos, tanto, que yo os pediría, que si alguna vez notáis mi ausencia, no hagáis nada por acercarme al momento, sino que me dejéis abandonado en el lugar a donde elegí llegar…
Hemos andado la calle donde antaño estaba el “Callejón del Asilo”; hemos caminado por la Calle de la Muralla; hemos alcanzado la bajada del Muelle España; y allí, mirando una viejas fotografías, hemos sentido de nuevo la niñez como si una cabalgata de recuerdos nos atropellara con su nostalgia. El tiempo trascurre y nos va dejando su huella, una huella indeleble y duradera…Sin embargo, el tiempo no existe, todo está escrito en las estrellas, en las horas, en la historia. Sí, el tiempo no existe; por el contrario dormita en nosotros lo atemporal de nuestros sueños; lo intangible de nuestros sentimientos que principian en nuestras almas desde antes de nacer. Todo se muda, se transforma y pule como los cantos rodados, pero nosotros, permanecemos, como permanece, en cada renovación la nueva primavera…
Pepe, ha alzado la vista de las fotografías, y sin saberse por qué, ha vuelto la mirada hacia las cimas altas y grises del Atlas… La tristeza nos ha tocado con sus dedos delicados. Ya no ha hecho falta que pronunciáramos palabra alguna, de pequeños, en los días de poniente, en días como el de hoy, también alzábamos la mirada hasta rozar las cimas altas y grises del Atlas…
En Cádiz, a las 1012h. del 8 de enero de 2010
Manuel Castillo Sempere
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BAJABA DEL PRINCIPE…
Bajaba del Príncipe con Gabriel León siguiendo la procesión del Medinaceli, y al llegar a la altura del Cuartel de Automovilismo, donde se recogía EL Cautivo, Gabriel se paró y saludó a un pequeño grupo de personas, que asistían devotas al traslado del Cristo. Pasado un momento -sonriendose- me dijo:
-Pero ¿no los conoces? – por un mpmento permanecí un poco desconcertado, y Gabriel -ante mi azoramiento- me apunta: es el Quini y Mely -su mujer-, Mariano y Meme, la hermana del Torres.
Yo quedé verdaderamente estupefacto… Llevaba toda la vida escuchando a mi primo Pepe contar mil historias del Quini y de Mariano; y ahora, ahí mismo, sin proponérmelo los tenía delante como la cosa más natural del mundo.
Los niños siempre tenemos héroes; y Aquiles, Ulises, Hércules… están en nuestra mitología; pero, para mí, los verdaderos héroes de carne y hueso eran los amigos de mi primo Pepe y los Gaonas, aquellos mellizos que incendiaban mi imaginación con sus interminables historias… Pasamos a través de la vida sin saber que nosotros somos auténticos y definitivos héroes para las criaturas que se alargan detrás de nuestra estela; y sin embargo, estamos ausentes al roce y a la admiración que ellos nos prodigan. Yo admiraba a mi primo, al Quini, a Mariano, a los Mellizos, como si fueran los compañeros del Capitán Trueno y el Jabato. Si; yo los admiraba, y soñaba con ser como ellos; y soñaba con ir en la Ayola, henchida de vela latina, azuzando el Poniente, surcando un mar azul que no tenía límites, aun, en los labios azules del horizonte; y soñaba descubrir el mundo submarino de los peces: sus montañas de coral; sus abismos negros y helados; sus bosques de algas, que como manos delicadas deseaban acariciarte y ocultarte por unos instantes. Sí; yo les admiraba, porque voy a ocultarlo; y hubiese deseado nacer antes; y no ser yo, sino mi deseo, mi sueño, mi otro yo: el que jamás podemos alcanzar…
Quini, sólo fue un momento que estuve con vosotros, pero quiso la vida, en su inexpliclabe lectura, que tuviese una mayor relevancia de lo esperado por los tristes días que habían de llegar. A renglón seguido, sin apenas dar tiempo a despedirse, Antonio y Mely, partieron hacia otro país sin tiempo… Un país sin tiempo, pero un lugar en cambio, donde está ausente el malestar que hoy nos alberga y nos llena de desasosiego. Porque al fin, somos, lo que hemos soñado ser siempre…Y hemos soñado ser solamente eso: pequeños trozos del alma… del alma de Dios.
En Cádiz, a las 1215h. de 3 de mayo de 2009
Manuel Castillo Sempere
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DIOS ES DEVASTACIÓN…
Dios es devastación… Añadamos algo más: soledad… desierto… dolor… abandono… Sí, Dios es todo eso, y quizás, aún podamos añadir alguna palabra más… Dios, dicen que es la totalidad de todas las cosas creadas… Y entre todas esas cosas creadas, también existe la palabra ausencia, ausencia de Él. ¿Dónde se encuentra, entonces Dios, cuando en nuestro interior sólo sentimos su ausencia? Acaso está distraído en otros menesteres y no puede atender nuestra llamada? Acaso dejó de amarnos y sin que nos diésemos cuenta tenemos su carta de despedida debajo de nuestra almohada. Acaso olvidó nuestro nombre en su infinita memoria, y ya no puede nombrarnos. Acaso no existió nunca y es sólo un anhelo nuestro, para ahuyentar nuestra soledad. Acaso nos ama tanto que permite incluso la libertad de no atender su palabra. Acaso... ¡Oh, señor!, sólo sabemos, en nuestra ignorancia, en nuestra desesperación, gritar tu nombre en la desolación de la noche obscura…
Dios es compasión… Añadamos algo más: compañía… oasis…bálsamo… acogida… Y quizás, aún podamos añadir alguna palabra más…
En Cadiz, las 1026h. del 10 de enero de 2010
Manuel Castillo Sempere
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TE LLAMAN…
Hace unos días, alguien llamó a mi casa preguntando por mí, cuando cogí el teléfono, al principio, no reconocí aquella voz, luego, pasada la sorpresa, aquella voz anónima, desde la profundidad de los recuerdos, pronuncio tres palabras: «Soy Pepe Parodi». Efectivamente, al otro lado del hilo telefónico se encontraba mi amigo Pepe Parodi, al que hacía ya algunos años que desafortunadamente no nos habíamos encontrado y apenas conservábamos referencias de nuestras respectivas andaduras de nuestras vidas.
La verdad, que aquella llamada inesperada de Pepe, fue un motivo de alegría que por unos momentos me transportó a otros lugares y a otro tiempo donde nuestra convivencia se daba prácticamente a diario. Es curioso como una simple llamada de teléfono puede tener el alcance y la fuerza de tomarte en sus manos y retrotraerte a una época pretérita que ya se encontraba alejada del horizonte de tus recuerdos.
Y así, de pronto, como el estallido luminoso de un relámpago, Pepe, me hizo recordar todo el mundo perdido de la adolescencia. De aquella adolescencia que se fue y quedó olvidada en algún recodo de algunos de los caminos de nuestras vidas… Apenas le había preguntado las preguntas de rigor que solemos hacernos en estos menesteres, a saber: ¿Cómo estás, cómo está tu familia, como te va el trabajo…? Cuando él, para mi sorpresa me dijo:
-He puesto tu nombre en Internet, a ver si andabas por ahí…y efectivamente, apareció“, Ceuta en el corazón”, la página que tiene algunas cosas escritas por ti.
-¿Y las has leído? –le pregunté, curioso-
-Si, he leído algunas cosas –respondió-. Por eso he decidido llamarte, para comunicártelo y charlar un ratito contigo.
Verdaderamente, el mundo de Internet es sorprendente, y cada día me sorprende más, porque han sido diferentes amigos los que a través esta vía de comunicación, han tenido conocimiento de mí, y han decidido dar ese paso, a veces tan difícil, de descolgar el auricular y hacer una llamada a una persona, que representa la pequeña aventura de tender un puente a un lugar y a un tiempo del que ya sólo tiene cabida en el pasado. Y así que Pepe dio ese paso, y como no puede ser de otra forma, nos sumergimos durante unos minutos que duró nuestra conversación, en aquella Ceuta tan entrañable y tan nuestra.
Con Pepe he coincidido en el bachiller, en aquel año de Preu, e incluso en nuestros estudios de Náutica en Cádiz. Sin embargo, el recuerdo que tengo más entrañable de él, es aquel día, cursando quinto de bachiller, camino de las clases de don Manuel Morales, me lo encontré en el jardín de San Sebastián, rodeado de cinco o seis muchachitas inglesas que acababan de desembarcar del Trasatlántico “Nevasa”en viaje de estudios, y recorrían las calles de Ceuta. La verdad, no sé si fue por la necesidad a todas luces evidente, de que algún otro muchacho le ayudara en aquel menester, o por que realmente apreciaba mi compañía, pero el caso es que de inmediato olvidé mis clases de matemáticas y químicas con don Manuel Morales, y aposté por la agradable compañía de las jovencitas amigas de mi compañero de curso.
Pepe, en estas cuestiones era un experto, y tenía información detallada de la escala de los trasatlánticos en el puerto de Ceuta. Y muchos de nosotros, acudíamos a él, para tener noticias de la llegada de las colegialas británicas, en parecida actitud como acudían los helenos a consultar el futuro al oráculo de Delfos. He de decir que Parodi, en los asuntos reseñados se encontraba un escalón por encima nuestra; así como también en el gusto musical, que en este caso, la distancia aún era mayor. Siempre me he preguntado, como podía tener tanto conocimiento de música. Se sabía absolutamente todo. No había nada, de los diferentes grupos y de los diferentes estilos musicales que el no estuviese al tanto. Todo, absolutamente todo, en el ámbito de la música, se hallaba al alcance de su conocimiento. Era verdaderamente un misterio, que en aquella pequeña alcoba suya, dotada de un tocadiscos al uso, se respirase la misma música pop, folk, rock, jazz, soul o blues, en sus diferentes variantes y matices, que en Londres, en Liverpool, o en Los Ángeles… De tal manera que algunos grupos y cantantes, llámense: The Who, The Animals, The Cream- Eric Clapton-, Jimi Hendrix, The Doors The Beatles, The Byrds, Janis Joplin, The Beach Boys, Otis Redding, Bob Dylan, The Rolling Stones, Joan Baez, Joe Cocker, Chicago, Aretha Franklín, Santana, Donovan, The Equals, Led Zepellin, Simon and Garfunkel “Crosby-Still-Nash and Young”, James Brown, The Pink Fluid, Creedence Clearwater Revival, Stevie Wonder y algunos más que ahora no recuerdo -de seguro que en su prodigiosa memoria los recordará-, sonaban una y otra vez, transportándolo a él, y a algunos que alcanzábamos a tener la fortuna de traspasar aquella mágica alcoba, a los mismísimos estudios de grabación de EMI de la calle de Abeys Road, y al mismísimo paso de cebra donde están retratados Jhon Lennon, George Harrisosn, Paul McCartney y Ringo Star…
No parece creíble que sólo una llamada pueda provocar tal grado de evocación, que haga que el tiempo transcurrido retorne de nuevo, como si fuese un tiovivo girando y girando y a cada vuelta soltase a la memoria una estampa de antaño, preñada de sentimientos de aquella a primera juventud tan amada. No parece creíble, ¿verdad?, sin embargo, Pepe, tu llamada, a abierto las puertas de mi casa, a un tiempo tuyo y mío, que nos pertenece, y aunque ya no existe una estancia donde aprehenderlo, aún continua, en silencio, en el fondo de nuestras almas…
Ciertamente, durante un rato nos sumergimos en aquella Ceuta tan entrañable y tan nuestra, sin embargo nuestras opiniones no coincidieron; tú decías que Ceuta había mejorado en la estética de su paisaje urbano y había tomado el tren de la modernidad; yo, ojalá me equivoque, te apuntaba, que Ceuta había errado en el necesario trueque que la modernidad trae consigo; mas es claro, que a cada nueva época que la historia irremediablemente nos trae, hemos de evolucionar y adaptarnos a esos cambios, pero en esta tarea, no cabe, ni hemos de consentir impasibles, indolentes, a que se cambie el alma de las cosas, y la identidad y el nombre de lo que siempre hemos sido, y al cabo, deseamos seguir siendo…
En Cádiz, a las 1430 de 16 de enero de 2010
Manuel Castillo Sempere
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AQUELLAS COLEGIALAS INGLESAS
Corría el año 1968, el año mágico por excelencia del siglo XX. Habían matado ya al “Che”. La “Primavera de Praga”, todavía alcanzaba todo su esplendor, soñando con un comunismo de rostro humano que pudiese alternarse con las libertades que hoy albergan las constituciones de los países democráticos. La minifalda se imponía como una norma liberadora que rompía viejos conceptos en la moda de la mujer, y unos centímetros por encima de las rodillas pasaría a ser la nueva frontera que hubiera de permitirse dejarse ver. La Matanza de Tlatelolco en la Plaza de las Tres Culturas de Méjico. Massiel ganaba en Eurovisión con el “La, la, la”, y como contrapunto, Joan Manuel, acallaba su voz, camino del destierro. Arreciaban las protestas contra la guerra de Vietnam y el movimiento Hippie con sus alforjas de idealismo cubría de flores el mundo… ¡Flower Power! Los estudiantes comienzan a hacer oír sus protestas y Raimon canta en Madrid, Al Vent, en la Facultad de Económicas. El tiempo hacia la conquista de las libertades ha comenzado y la dictadura tiene los días contados…Y Janis Joplin, a medio camino entre la fragilidad y lo etéreo, susurra un blues, que más que una canción pareciera que son los acordes tristes, tristes, de un lamento…
Y al hilo de estos acontecimientos, en el verano del 68, pasado el “Mayo Francés - aquel episodio que hizo cambiar al mundo-, atracó en los muelles de poniente de nuestro puerto, el trasatlántico «Nevasa(1)». Y en el interior de este buque, llevando la carga más valiosa que pudiese transportarse, se encontraban colegios enteros de jóvenes ingleses que aprovechaban sus escalas para visitar y conocer las ciudades a las que arribaban.
Siempre que llegaba el «Nevasa», el «Uganda(2)», o algún otro barco con adolescentes británicos, el número de asistentes de las clases superiores del Instituto disminuían de manera alarmante, sin poderse hacer nada para refrenar aquel intempestivo absentismo estudiantil. La noticia de la escala de estos grandes buques de pasaje, corría como la pólvora(3), y a media mañana, después del recreo, a la hora del bocadillo, la rabona de innumerables alumnos era incontestable. Así, que en pequeños grupos, alegres, abandonado la empinada escalinata de la entrada, atravesando los jardines de “Las Puertas del Campo”, nos encaminábamos, como atraídos por la música de un nuevo mago Merlín, a los muelles del puerto, donde ya, en una formación multicolor se adivinaba el desembarque por la escala real de aquellos esperados turistas.
Resultaba curioso observar que muchos de aquellos adolescentes llevaban chaquetas(4) de color burdeos, azul, verde, rojo, celeste, amarillo… según el colegio al que pertenecieran. Los profesores iban al frente de los grupos, consultando las indicaciones que llevaban apuntadas, y nosotros en esos momentos que andaban distraídos, aprovechábamos para comenzar nuestras clases particulares de aprender ingles en unas horas… Para nosotros, acostumbrados a las rigideces de las normas establecidas en aquellos años para con las nativas, las colegialas inglesas representaban un sueño casi al alcance de la mano… Algunos, conseguían, gracias a su desparpajo y atrevimiento, lograr sus objetivos, y aquí, en la plaza de África; allí, en el jardín de San Sebastián, o acullá, en alguna esquina de cualquier plaza, la caricia y el beso tan deseado a tan larga espera… No muchas, porque mi atrevimiento no daba para más, pero en alguna ocasión puedo dar fe, después de desgastar los zapatos, de que alcancé algún que otro beso… Sin embargo, ahora desde el recuerdo tremendamente inocente de aquellos besos robados, puedo agradecer a aquellas muchachas, apenas unas niñas, que la felicidad, por unos momentos, tal vez sólo un soplo, tal vez nada, estuvo cerca de nosotros, rondándonos con sus dedos de ternura…
El tiempo ha jugado su partida(5), y las fichas e incluso el tablero donde jugar son ya otros… No se puede atrapar el tiempo con los recuerdos, ni siquiera con la nostalgia… Sin embargo, yo os digo, que os recordaré siempre, con vuestra sonrisas, con vuestro pelo de tonos claros, con vuestros rostros suaves y rosados, con aquellas minifaldas a cuadros escocesas; y al cabo, con aquel sempiterno “I´m sorry”(6), a mis interminables y de seguro torpes preguntas...
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1 NEVASA-1956.
20.527 toneladas de arqueo bruto, la longitud de 609ft x haz 78.1ft, de doble tornillo, velocidad de servicio 17 nudos. Alojamiento para 220-de 1 ª clase, 100-2 ª, 180-3 de 1.000 soldados. Crew 409. Creado por Barclay Curle & Co, de Londres y puesto en marcha para la La India británica Steam Navigation Co en Nov.1955 30. Jul.1956 emitido el 12 como transporte de tropas para el servicio entre el Reino Unido y sus posesiones de ultramar. El Ministerio de Transporte llevaba una parte del costo. Establecido en el Fal River en Oct.1962, el ITV, concluido el contrato de fletamento 15 años en 1963 y entregó el barco de vuelta a BISNCo utilizar a su antojo. Restaurado en 1964 / 5 a 20.746 toneladas de arqueo bruto con alojamiento para 307 pasajeros de cabina de pasajeros y 783 escolares en los dormitorios, que se utilizó como buque de cruceros educativos. Transferido a P & O Line en 1972 y desguazado en Taiwán en 1975.
2 UGANDA 1952-86.
Año de construcción, 1952; Empresa amadora, British India Line; País de construcción., Escocia; Constructor, Barclay, Curle & Co; Hull #, 720; GT, 14.430; Eslora, 539; Manga, 71; Velocidad, 19,3; Psgrs., 300; Estado, desguazado; Año fin de servicio, 1986
3 Ya se encargaba PepeParodi - Embajador y verdadero estratega del "Intercambio Cultural" con las estudiantes británicas, de hacerle comunicar hasta al último alumno, "el tiempo estimado de llegada" de los buques ingleses al puerto de Ceuta.
4 En el Instituto, a falta de chaquetas, nuestro uniforme era pantalón y jersey gris; y cada curso del bachiller, para su distinción, tenia asignado una corbata de diferente color, a saber: primero, amarillo; segundo, naranja; tercero, rojo; cuarto, verde; quinto, azul; sexto, burdeos
5 LA PRENSA PUBLICÓ EN DIFERENTES MEDIOS ESCRITOS, LAS ESCALAS DEL TRASATLÁNTICO “NEVASA” EN SU PERIPLO POR DIFERENTES PUERTOS, LLEVANDO A BORDO COLEGIALES INGLESES.
EL DESFILE DE LA VICTORIA.- Ceuta, martes30 de mayo de 1967.
En Ceuta, el desfile de “La Victoria”, fue presidido por el teniente general don José Muslera, Jefe del Ejercito del Norte de África y Gobernador General de los Territorios de Soberanía. Un millar de turistas que a bordo de trasatlántico “Nevasa”, de bandera inglesa se hallaban en el puerto, se sumaron a la población ceutí para presenciar la parada.
LLEGO A SANTA CRUZ DE TENERIFE UNA UNIVERSIDAD FLOTANTE Con 1.204 PASAJEROS. Domingo, 27 agosto de 1972. La Vanguardia Española.
Santa Cruz de Tenerife, 26. — Ha llegado al puerto de Santa Cruz de Tenerife el trasatlántico inglés «Nevasa» que, con 1.204 pasajeros, en su mayoría alumnos de enseñanza media y profesores de colegios ingleses, realiza un crucero especial de turismo. Esta universidad flotante llegó a Tenerife procedente d e Casablanca y Arrecife, y continuará viaje hacia Madeira, una vez que profesores y estudiantes hayan concluido sus visitas a la isla. — Agencia Europa Press.
MIL CUARENTA NIÑOS INGLESES LLEGAN A MENORCA Viernes, 19 de abril de 1968.
Ciudadela, (Menorca)-18- Mil cuarenta niños, escolares de todas la regiones de Gran Bretaña, llegaron a Mahón a bordo del trasatlántico “Nevasa”, procedente de Lisboa. Luego, viajaron por toda la isla en unos autobuses que lo esperaban en los muelles. Agencia Cifra
ESCALA DE YATES Y CRUCEROS EN EL PUERTO CORUÑES. - Jueves, 15 agosto 1986
La estrategia situación del puerto de la Coruña, en el chaflán noroeste de Iberia, derrotero obligado de navegaciones, y los encantos naturales y artísticos, que la provincia atesora, son motivos obligados de escalas de muy variada índole, El espigón, el Real Club Náutico, verbigracia, es constate amarradero de todas las banderas. Día hubo, y bien reciente, en que fueron nueve los que hicieron escala…
En la misma línea de atraque, pero lo que es el muelle de Méndez Núñez, amarran también, además de los cuatro correos marianos… los paquebotes extranjeros en cruceros de turismo. Así en lo que va de estación, el Estate Dam, el “Nevasa”, el “Stella Maris”, el “Oriana”, el “Carmania”, el “Avalon”, el “Uganda”… algunos en dos escalas. Todos, con sus abigarradas y despreocupadas columnas de desembarco, invasoras de terrazas, comercios y autocares.
6 Perdón, lo siento, excúseme.
Cádiz, a la 1902h. de 20 de enero de 2010
Manuel Castillo Sempere
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AQUELLAS VIEJAS FOTOGRAFIAS…
A veces, cuando miramos con detenimiento una vieja fotografía, nos produce la sensación de sumergirnos, de pronto, en el tiempo… Sí, es un golpe seco, que nos retumba como el eco de bronce de una campana cercana; luego durante unos momentos, la campana queda sumida en la reverberación del sonido; nosotros, vibrando, aún con la imagen de la fotografía, nos adentramos, con la melancolía prendida en los ojos y en las sienes, casi sin darnos cuenta, en otra estancia diferente a la que a diario habitamos. En un principio quedamos un poco abrumados por la sorpresa de la imagen que visionamos; más tarde esta misma imagen nos va llevando al tiempo pretérito en que fue realizada; y éste es precisamente el momento, en que como en un tobogán que bajásemos sin control, nos dejamos llevar suavemente, de manera placida, por la ladera nevada donde nuestros días han ido quedándose olvidados para siempre…
A cada paso que damos es conveniente mirar atrás, y observar como nuestras huellas ha quedado marcadas en el camino; bien es verdad que el polvo puede borrarlas, sin embargo, nosotros sabemos que están ahí, ayudándonos a que continuemos adelante. Nada puede iniciarse, si antes no contamos con nuestro bagaje. No podremos alcanzar la meta que nos hemos propuesto, si antes no hemos partido de un punto de salida que nos referencie y nos diga qué somos y a qué juego hemos venido a jugar. Todo tiene un principio, un alfa que nos marque, en el encerado de la existencia, nuestro nombre propio. Todo fluye en la corriente de la vida, mas nuestras almas desean saber quién es su dueño y a quién le pertenecemos. Pudiéramos, como el santo del poema «En una noche obscura*», afirmar que es del Amado; o, que ya no tienen dueño, y navegan solas, como los bajeles al pairo, que ya no obedecen al timón y arrumban a lo que la mar y el viento les dispongan.
Cada día que pasa nos hacemos más reflexivos y queremos saber los misterios con que la vida nos envuelve; sin embargo, todo es en vano, pues la reflexión, en su constante girar y girar, a modo de un tiovivo de infinitas vueltas, nunca nos responde a nuestras preguntas; y al cabo, a pesar de que a cada vuelta esperamos aprehender las respuestas que enciendan la luz de nuestro conocimiento, nos deja, a nuestro pesar, desorientados, y volvemos al principio, cuando iniciamos nuestra primera vuelta… ¡Oh, no es la reflexión el sendero que ha de llevarte a la verdad de las cosas…! No, no es el camino la reflexión…
Y es en este preciso instante, cuando llegamos al momento justo, en que sentimos que la reflexión no nos abarca del todo, es cuando comprendemos que existe otra sensibilidad, otra mirada -diría yo-, que nos hace sentirnos en comunión con otra realidad, que apenas si podemos oír el leve rumor que nos llega…
A veces, cuando miramos con detenimiento una vieja fotografía, nos produce la sensación de sumergirnos, de pronto, en el tiempo… ¡Ah, sumergirnos en el tiempo, y como un pez llegar a lo mas recóndito donde nuestras almas tejen los sueños! Sumergirnos en el tiempo, donde las horas, las horas, son ya nuestras...
Cádiz, a 7 de febrero de 2010
Manuel Castillo Sempere
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* San Juan de la Cruz.
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CARTA A CARMEN II
"Todo puede pasar..."
Cádiz, a 19 de febrero de 2010
Querida Carmen:
Mañana sábado pondré en tu apartado "Caleta", tu carta al Sr. Me ha parecido una carta llena de fe en Él; de devoción, de esperanza, de entrega incondicional a su palabra… No puedo decir nada a esa entrega, a ese arrebato, a ese enamoramiento… Sin embargo, yo no lo siento así…Yo ya casi no lo siento…Un día dejé de sentir su caricia, como cuando cesa el viento y se hace la calma en tu interior hasta que ya olvidas, incluso, tu nombre. Yo ya casi no lo siento, es verdad, ya no siento su llamada, ni su voz… Aquella voz que, a veces, cría sentir, a medio camino entre la tristeza y la desesperación. Aquella voz que al modo de la hojarasca en otoño, se arremolina y se eleva en el aire, para al poco dejarse caer rozando nuestras almas… La marea se llevó su aroma en un atardecer rojo de levante encendido, como en una herida que pareciera que sangrara su ausencia… La marea, quizás me lo devuelva cuando la furia del vendaval nos golpee con sus nubes de agua grises y blancas…Todo puede pasar, porque el vendaval a ratos llueve, y a ratos el sol aparece entre trozos de cielo azul. Todo puede pasar, y puede, ¿Por qué no?, que Su aroma, el aroma que exhala Su cuerpo, lo sienta en los pétalos abiertos de unas rosas, en la tristeza de un desamor, en la amargura infinita de las despedidas definitivas, en la soledad de la noches, o, llenándonos de esperanza, en la primera sonrisa que un niño nos trae al nacer.
Todo puede pasar, Carmen, todo puede pasar, ¿por qué, no?...
PD: Tu carta, al leerla, me trajo el recuerdo de otra carta, la carta que le escribió, el Santo de Asís al Crucificado, y que empieza así: «Señor, haz de mí un instrumento de paz. Allí donde haya odio, que yo ponga amor. Allí donde haya ofensa, ponga yo perdón…»
Manuel Castillo Sempere
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EL VIEJO PROFESOR
“A don José María Spiegelberg, en agradecimiento a su labor docente, durante tantos años, en la Escuela de Náutica de Cádiz"
Algunas mañanas el viejo profesor acude a mi despacho. Yo le atiendo, y después de ayudarle a bajar la escalinata, le acompaño a tomar un café. Lleva un bastón robusto en su mano derecha en el cual se apoya para dar pequeños pasos a lo largo de su paseo diario. A veces, se apoya también en mí, y así, paso tras paso, vamos camino de ese café…
En ese ratito que estamos juntos, sentados en la terraza, don José María, me cuenta muchas cosas; cosas entrañables que pueblan su larga memoria. Don José María ha sido un “lobo de mar” que ha atracado en cien riberas -parafraseando a Machado-, y ha navegado en los siete mares que circundan la tierra; poco le quedará por conocer del mar. Mar y cielo, y cielo y mar… Horas largas, interminables, descosidas del reloj para caer sin tiempo en los océanos… Horas que no pueden guardarse en las horas, ni en las manecillas de las esferas, ni en la arena que guarda cada cápsula de cristal, ni en una clepsidra de agua, ni siquiera en las altas y espirituales agujas de los campanarios… Horas de puente, de guardia, de ausencias…Si, horas donde el mar y el cielo caben en el espacio cóncavo de la mano, y el horizonte es sólo una línea azul en la lejanía. Horas cargadas de irrealidad, donde el pretérito, como una novia olvidada, se llega de nuevo para hacerse presente en cada amanecer…
Don José María, abandonó el mar y nos enseñó Inglés Náutico. Y como es natural, nos contaba algunos recuerdos de sus viajes y sus navegaciones; y entre ellos, el que siempre recuerdo con un hálito de seducción, yo diría de romanticismo -tan olvidado en estos tiempos que corren-, es aquel que hacía mención al gusto de algunas muchachas de Baranquilla, por ir a cantar boleros a las tripulaciones de los buques atracados en los soñolientos muelles del puerto. Boleros al son de la magia del Caribe. Boleros al son de la vida misma, como expresión más exultante de la propia existencia…
Durante muchos años, don José María, estuvo dedicado a este menester de la Pedagogía. Hasta capitán el fue nuestra referencia del idioma británico. No había escapatoria: desde alumno, pasando por piloto hasta llegar a capitán, su magisterio era necesario para obtener la titulación deseada. Un escollo que había que sortear empleando buen criterio y unas buenas cartas de navegación.
-Tell me about the holds of ships- me apuntó nada más comenzar el examen oral de capitán.
Y yo, a continuación después de una larga pausa que nunca tocaba a su fin, pronuncie:
-The holds are…
Y después de otra larga pausa –pensando, primero, la respuesta en castellano-, por fin pude ir hilvanando en tan noble idioma, alguna que otra frase que diera discernimiento a tan esotérico vocablo…
A continuación, vinieron mas preguntas; y como es de suponer más pausas, más frases en castellano prestas para traducirse, y como es de suponer más traducciones salidas en tropel dispuesta a convencer las dudas razonable de mi capacitación.
Y llego la última prueba práctica: “The Standard Marine Navigational Vocabulary”. Y he de decir que, aprendido de memoria –al igual que los monjes budistas-, a base de cientos y cientos de repeticiones, pude pronunciar de manera acertada la mayor parte de las frases que se reseñaban en el “Standard”.
Don José María, después de mirar un momento sus notas, pronunció:
-Parece, al menos, que el “Stándar” se lo sabe bien; anda, márchate, estás aprobado… pero cuida el inglés, que te será necesario…
El último escollo había conseguido sortearlo; a los pocos días, en Madrid, en la Subsecretaria, con el examen aprobado y los 900 días de navegación en la mano, me extendieron el titulo de Capitán de la Marina Mercante.
Don José María, de manera suave, a pequeños sorbos iba tomándose su descafeinado de maquina o tal vez de sobre; sin embargo, yo, a la vez que observaba sus pausados gestos, recordaba en un momento y quizás con algo de ternura, mi último examen de Náutica, que él, de manera generosa, me aprobó…
En Cádiz, a 4 de julio de 2010
Manuel Castillo Sempere
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AZUL DEL MAR...
"A Carmen, en su añoranza de Cadiz..."
Hace un rato he llegado de la playa… Y ya sabes, decir playa enCádiz, es decir azul de mar y azul de cielo…Y también blanco de espuma que llega hasta rozarte el pie en tu andadura hasta más allá del “Chato”… Decir playa en Cádiz, yo diría que, es decir vida…
Qué te puedo decir que tú no sepas... Si yo no pudiese nombrar a Cádiz, yo pronunciaría azul, azul, azul…y estaría diciendo lo mismo, ¿verdad? Cádiz, se viste de azul cada mañana, y lo hace sin remilgo, sin prudencia, sin limite…Cádiz, se viste de azul cada mañana “pa” que se besen a lo lejos, en el horizonte, el mar y el cielo… Luego, ahí, cerca, junto a la orilla, nosotros, también dejamos nuestro beso, ¡locos! de sabernos enamorados del mismo mar, del mismo cielo, y del mismo horizonte infinitamente, azul, azul, azul…
Hoy cuando mis huellas, tras el flujo de la marea, iban quedándose, apenas un momento, en la arena, se me vino a la memoria tu recuerdo, y me pregunté: ¿Estará ya Carmen en Cádiz? ¿Le habrá llegado en un rumor el frescor de esta brisa? ¿Sentirá su olor a salitre y a algas? Mirará, ausente, la mancha blanca de La Caleta. ¿Perderá la mirada tras la cinta ocre de Cortadura que alcanza la punta de “La Gallega”? Y por fin, ¿se bañará, como en un nuevo bautismo, en el espejo añil de este mar tan cercano a nuestros sentimientos?
Carmen, quizás aun no hayas llegado a Cádiz, sin embargo, tu presencia siempre estará vagando de punta a punta en esta marina, desde Cortadura a Torre Gorda; desde el desmayo de las olas en la orilla, hasta la infinitud del cielo en el horizonte.
Siempre, tu presencia permanecerá aquí. Si, junto al mar inaccesible y azul de Cádiz….
En Cádiz, a 10 de julio de 2010
Manuel Castillo Sempere
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LA CITA
“A aquellos, que aún buscan los años perdidos…
Todos los años, por agosto, en los días que paso en Ceuta, tengo una cita atávica con sus playas y con el mar. Todos los años, como un peregrino, vengo a bañarme en las aguas esmeraldas y azules del “Chorrillo”, la “Ribera”, la “Peña”, “Calamocarro”… Y todos los años tengo la misma cita, a saber: cruzar a nado la playa del “Chorrillo” de punta a punta hasta llegar a la Ribera, una vez dejada atrás las transparentes aguas de la “Corriente”.
Alguna veces me he preguntado: ¿Qué es lo que me hace regresar y, como un salmón, remontar la orilla del “Chorrillo” hasta caer agotado en la arena de guijarros grisáceos de la Ribera? Parece que la pregunta no tiene respuesta, que no tiene explicación racional, que no se ajusta a un comportamiento razonable, sin embargo, doy fe que el instinto –más fuerte, en este caso, que la razón-, lleva la “impronta” de la niñez atada a su naturaleza.
Y como no podía ser de otra manera, justo en la bajada de la última escollera, atareado en ceñirme el traje de neopreno, apareció -también como todos los años-, Álvaro, practicando su circuito de medio fondo, que para más señas, consiste en recorrerse, como quien va a regalarse un paseo matutino, todas la playas de Ceuta, desde el Tarajal hasta la puerta del “Abujero”.
-¡Adiós, Castillo…! -me dice.
Y yo, le contesto:
-¡Pero bueno, muchacho, para un momento y, al menos, vamos a saludarnos!
Y Álvaro, en un acto de amistad, paró su carrera y vino a estrecharme la mano.
-Ya sé, que no puedes parar, te lo agradezco.
Y a continuación, le apunté:
¿A qué no te atreves a nadar conmigo todo el “Chorrillo” hasta la Ribera?
Y él, riéndose, me declara:
-Ahora mismo, venga, me tiro al agua detrás de ti.
Pero es claro que sólo era una frase de cortesía, pues al poco, él trotaba de nuevo por los caminos de arena de la playa, y yo, me sumergía en las aguas turquesas e infinitamente transparentes, buscando un no sé qué antiguo, que en algún momento quedó olvidado en los primeros años de la vida…
Mi niñez, de alguna manera, permanece rezagada entre las peñas de los “Cien” y los “Cincuenta, y la corriente del “Foso”; y a pesar de los años transcurridos, cuando braceo en sus aguas, pareciera que el tiempo rompe su muro de horas y en un ¡milagro!, nos permitiera volver al pretérito.
¡Agua y sol! ¡Inocencia y arena! ¡Mar y frescor! ¡Juegos y risas! ¡Sentimientos y nostalgia!
Al cabo, el tiempo avanza inexorable y el tañer de sus campanas redoblan sin cesar, libres de ataduras, sin que pueda evitarse dejar de oírlas… Nada nos pertenece, ni siquiera los días que fueron hilo a hilo bordándose en el tejido tenue de nuestros sentimientos…
Nada nos pertenece, es verdad, sin embargo, con el tiempo, alguien, retornara a esa orilla, a sentir el frescor de sus incomparables aguas azules. Nada nos pertenece, es cierto, pero algún muchacho, cuando se sumerja en estas aguas, o recorra la playa de arena y guijarros del “Chorrillo”, estará, sin saberlo, rescatando del olvido la presencia de Álvaro y la mía…
En Cádiz, a las 1258h. del 13 de agosto de 2010
Manuel Castillo Sempere
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NIÑAS Y EL LEVANTE
La brisa del levante se adormecía en un suspiro largo y desvaído en la bahía y en la playa de la Victoria de Cádiz. El mar se copiaba, como un espejo, del celeste del cielo, pero le añadía un tono azul más intenso. Agosto se acostaba en la tarde dejando en el aire su naturaleza más clásica, sin dejarnos, apenas, un instante para defendernos de su dominio: sol, sol ardiente como una mano de fuego que te quemara hasta el aliento. Sol de abandono, de olvido… Sol de destellos, cuando en un descuido cruzas la mirada y los ojos se siegan de tanto luz…
Y de pronto, sin que sepamos por qué, la brisa se inflama como una vela y arrecia con fuerza rompiendo la indolencia de la tarde. Todo cambia, y el sosiego se torna premura, transito, movimiento; y la línea de agua azul, se desdibuja y se parte en mil pedazos de un color obscuro, de barro, casi irreconocible. Y el mar, antes azul, azul intenso, ahora, haciendo un guiño al horizonte, también se tiñe del mismo color de barro en cada extensión de mar que cada cabalgata de olas eleva presurosa, para luego caer rotas, vencidas de espumas, sobre la orilla…
El levante reina y es dueño del espacio y del tiempo, sin embargo, a pocos metros de mis pies, unas niñas, desatendiendo su autoridad, han emprendido una tarea ardua, yo diría, imposible. Ellas, con sus manitas, han ido, poco a poco, retirando la arena hasta realizar un agujero algo profundo, luego, con sus pequeños cubos los rebosan de agua y lo arrojan sobre el agujero, esperando que éste se anegue. Bien es verdad, que en los primeros instantes se colma, pero pasados estos instantes, el agua se filtra por la arena, dejando el pequeño pozo sin apenas agua. Y vuelta a empezar, más cubos y más agua para el pequeño pozo abierto; y como no puede ser menos, el agua traída con tanto empeño, busca de nuevo el ancho cauce del mar…
Este trajín de arena, cubo, agua y pozo, no es de hoy, ni tampoco de ayer, viene de más lejos, diríase que viene de antaño, que arrastra siglos de antigüedad; pongamos, por poner un ejemplo, a San Agustín, cuando al preguntarse por el misterio “Trinitario”, encontróse con un niño -luego se reveló un ángel- que pretendía meter en un pequeño pozo excavado en la arena la inmensidad del mar…. «Menester imposible», sentenció en un hilo de voz al niño; «pues si ello es imposible –le apuntaron-, también lo es, tratar de entender el misterio de la Santísima Trinidad en la brevedad de la vida que Dios nos entrega».
Y podríamos poner más ejemplos y contar algunas historias que nos han contado, o algunas vicisitudes que nos han acaecido; sin embargo, las niñas, sí, las niñas que estaban a mis pies, las niñas que han pasado algunas horas jugando a llenar con agua de mar un pequeño pozo, ya lo han abandonado y huyen por la ribera chapoteando entre las olas jugando, distraídas, a otro juego…
Ya no queda nada del pequeño pozo, ni del agua vertida, ni las niñas juegan a este juego imposible de llenar de mar los cubos; la marea en su reflujo ha ido borrando todas las huellas; ni siquiera nos queda el tiempo, las horas, en que hemos pretendido soñar, pretenciosos, el mismo sueño, quizás el mismo juego, de arena, cubo, agua y pozo… de esas niñas.
En Cádiz, a 21 de agosto de 2010
Manuel Castillo Sempere
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HE VUELTO A PISAR TUS CALLES…
He cruzado El Estrecho en uno de aquellos pausados transbordadores que nos hacían disfrutar del viaje antes de llegar al puerto. Y efectivamente, El Estrecho, esa cinta azul que nos separa de África, se columbraba majestuoso, profundo, pintado de tonos verdes y grises con reverberaciones azules que el poniente las devolvía de plata… La mole de Gibraltar y punta Europa iba quedando atrás; al punto el faro de Tarifa se adivinaba en lontananza; Tánger y Cabo Espartel apenas se dibujaban en una tenue celosía; en proa, hacia estribor, en una enfilación náutica se marcaba el Yebel Muza conspicuo y altivo, señalando, para las cartas de los navegantes, un punto de referencia en la costa.
El correo, de pronto, como un animal al acecho, arrumba al Oeste, y deja pasar un vapor que se acercaba por la banda de estribor; luego la proa fue cayendo a babor, hasta que la popa del buque queda libre y el compás de la magistral señalara de nuevo al Sur.
El monte Hacho, antes una mancha gris, sin apenas señalarse su verdor, comenzaba, ahora, a agrandarse su silueta hasta señalarse la cima de San Antonio y las piedras ocres de la fortaleza. Desde la vertiente opuesta, el Atlas descendía abandonado el rostro de “La Mujer Muerta”, Aldabe y el Monte del Renegado, cayendo sumiso hasta las playas de Benzú, Calamocarro y Benítez.
La bocana del puerto, de manera apresurada, se nos viene encima sin apenas tiempo para dar la última mirada a los bajos de Santa Catalina y San Amaro. La proa cae a Estribor y el buque se balacea dejando una escora y una estela curva de espuma blanca tan perfecta, que diríase trazada por un compás de arquitecto.
El Transbordador endereza el rumbo y enfila, abandonado a su propia inercia, los muelles de su atraque; antes, con lo telégrafos a poca maquina, aparecen, como en las secuencia de un cine antiguo, las torres de la Casa Trujillo, las cúpulas de la Catedral y el Ayuntamiento; las altas araucarias y el campanario de la plaza e iglesia de África, y las vetustas almenas del Foso…
Atracamos, abandonamos las cubiertas de la nave, abandonamos los muelles, abandonamos el cotidiano presente y tal vez el futuro, y de nuevo, como un ave migratoria que llevara grabada en su inteligencia el camino de vuelta a sus orígenes, vuelvo a pisar, emocionado, las calles que me vio nacer, las calles que llevo siempre conmigo, las calles de Ceuta…
A la tarde paseo por la calle Real, por la Marina y por la calle la Muralla; subo a la plaza de África, junto a la Iglesia; me detengo cerca de las esbeltas araucarias que semejan mástiles de pretéritos veleros; alzo la vista y las copas parecen querer tocar las bocas de carmín de las nubes en el cielo; ando unos pasos y me siento en los bancos de piedra frente al “Monumento de los caídos en la guerra de África”: soledad, silencio, calma…Y dejo que se asomen los sentimientos de otros instantes, de otros momentos en que nuestros sueños eran otros, y nuestras horas eran otras: soledad, silencio y calma…
Una campana, y otra y otra…me hace levantarme y caminar hacia la Catedral; la rodeo y paso frente al sillar donde el “Chache” José se sentaba a esperar al “Lobo” después de calar sus artes. Llego hasta “La Brecha”, reposo mi brazos en la balaustrada que circunda La Ribera; y allí, perdida la mirada en la ensenada que se abre infinita hasta cabo Negro, dejo que la nostalgia me devore el alma hasta que las horas se abandonen en las horas…Todo se concluye en nosotros; todo se extingue en la tarde; toda la hoguera del crepúsculo arde hasta consumirse en un leve rescoldo; todo el horizonte ora rojo, ora malva, se apaga hasta emborronar el lienzo obscuro del cielo.
Ya todo es soledad, silencio, calma… en la profunda alma de Ceuta.
Ceuta, a 13 de noviembre de 2010
Manuel Castillo Sempere
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MARE DE DEU, MARE DE DEU…
Cuando motivado por el deseo de alcanzar el conocimiento de algunas preguntas que ya quedaron prisioneras del olvido y, como consecuencia, no sabemos dónde se haya el camino que nos debe de conducir a su hallazgo, en ese preciso instante, como conducidos por la luz de la linterna de un faro, soltamos las amarras de nuestra embarcación y nos aprestamos a navegar en las oceánicas aguas donde principiamos a conocer los primeros sentimientos-palabras- que conforman nuestro acerbo cultural.
Y yo os puedo decir que ese primer fogonazo, ese primer destello, esa primera lumbre fue pronunciada en alicantino por mi Yaya: «Mare de Deu, Mare de Deu…» Y esas tres palabras repetidas una y otra vez, como un mantra de los versículos de la Bhágavad guitá, se grabaron a fuego en el lienzo desnudo del alma de aquel niño que apenas se había iniciado a la vida.
No tenemos elección, somos iniciados a la vida con palabras mágicas que al caer dentro de tu corazón estallan en mil pedazos, repitiendo su mensaje de manera inalterable mientras el milagro de la vida perdura en nosotros. No, no hay elección, mi Yaya me introdujo en el conocimiento esotérico de las palabras, y yo prisionero de ellas desde entonces, no me queda sino repetirlas cuando en la soledad terrible de las noches, nadie viene a acompañarme salvo el giro de los astros en sus orbitas.
Con el tiempo dudamos de Dios…Y pensamos que no existe, que todo es fruto de la casualidad, que todo aconteció de la nada, y que el orden gravitacional que devienen los astros en su baile cósmico no es producto de la amplia mano del Creador. Y continuamos afirmando que la precisión con que las leyes celestes se armonizan en una danza inmutable de millones de relojes puestos, todos a la vez, en hora, no se debe al cálculo exacto de una Inteligencia Superior, sino al Big Bang, que en su expansión fue otorgando espacio, lugar y orden a la naturaleza de las cosas creadas...
Y con el tiempo dudamos de dudar de Dios…Y al cabo no sabemos a que atenernos; y se nos obscurece el pensamiento; y el desasosiego nos invade el ánimo hasta sentirnos cautivos de la duda; y nos sentimos extranjeros en nuestra propia casa y extraños, terriblemente extraños, en el horizonte malva que alcanza nuestros ojos y que ayer, tan solo ayer, lo columbrábamos como nuestro…
Y con el tiempo no dudé más de Dios… Es cierto, ahora ya no dudo más de Dios; ya no tengo tiempo para dudar de Él; ya no me quedan horas en la mochila que pueda disponer para la confusión y la incertidumbre. Ahora, verdaderamente estoy solo ante su mirada y no me quedan palabras para alejarlo de mí; Ahora mi alma toca a la suya y mis limites se han disuelto, como un gota de agua, en el mar inabarcable de su existencia; ahora solamente me quedan aquellas primigenias palabras de mi Yaya, que me hicieron ser cristiano: «Mare de Deu, Mare de Deu…»
En Cádiz, a 7 de noviembre de 2010
Manuel Castillo Sempere
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RODEANDO EL FARO DE PUNTA ALMINA….
Despuntó el día con el cielo encapotado de abundantes nubes grises, nubes de agua…El tiempo era de vendaval, tiempo, como dicen los pescadores, de aguacielo… Tiempo de lluvia, de nubes, y de trozos de cielo añil, donde a veces, el sol, con haces de rayos místicos, se adivina traspasando el celaje que viene desde más allá de las cumbres vírgenes de la Mujer Muerta…
Hacia tiempo que deseaba llenarme de soledad rodeando el camino que sube hasta el faro de Punta Almina. Es cierto, no lo puedo negar, es un camino lleno de mitologías y de recuerdos. De niño, acompañaba a mi padre en este paseo, y él, en una charla hermosa, me iba desgranando algunas cosas de lo que la vida, en sus alforjas, debería depararme… Íbamos haciendo camino, en lo que los filósofos helenos han dado en llamar el arte de la “Parepateia”, o lo que es lo mismo: “el arte de andar y pensar”.
Y el cielo descargó su agua sobre los montes y sobre los desnudos acantilados… No había donde guarecerse. Toda la naturaleza se encerró en sí misma, ausente, alejada de las cosas… Sólo la lluvia dejaba oír su música de agua empapando las vaguadas, los cerros, las laderas que bajan hasta el Desnarigado, o las cuestas que se inclinan verdes y moradas en alcores atonelados, combados, rotundos, como si distraídas pensaran en otro momento de otro instante…
Llueve, llueve, llueve…Y busco el árbol que un día también nos resguardó de la lluvia; y ahí estaba: inhiesto, grave, erguido como un mástil, abandonado en los silencios de la mañana, y con la señal en su áspera corteza que marcó para siempre nuestro primer encuentro… Viejo árbol en el recuerdo de las cosas que no tienen nombre y no sabemos como llamarlas. Sin embargo, en la profundidad de nuestros sentimientos, allá en la lejana cordillera donde se rompen las normas al capricho de los hombres, yo, quizás le llamaría a este árbol, más que árbol, viejo amigo…
En una revuelta de la subida nos encaminamos a San Antonio. Algunos caminantes me saludan: ¡Buenos días! ¡Buenos días!... Llevan las cabezas chorreando y los ojos alegres, llenos de vida… Es verdad, la lluvia tiene esa magia de travesura infantil, que hace que se rompa la monotonía de lo cotidiano y todo se envuelva en una atmósfera de cristal…
La cancela de la ermita está cerrada a cal y canto, y no nos permite acercarnos a su puerta y columbrar por la mirilla la imagen del santo. No podemos ver a San Antonio. Y no podemos evitar sentir una pequeña desilusión. Nadie ha pensado en los anónimos peregrinos que suben hasta esta altura y buscan con su mirada la imagen del religioso. Sólo era una mirada, y tal vez, si cabe, rezar una pequeña oración. Una oración…
A poco, a unos pasos, El Estrecho se abre, como una cinta de azul ceniza, inabarcable, en el horizonte. Hacia poniente, la bruma cubre las cumbres más altas del Yebel Musa. Todo el paisaje es hosco y lleno de ausencias; yo diría que el paisaje, como una modelo desnuda, en estos momentos delicados, no desea que la pinten, sino que la amen y la enamoren…
Y luego, volvemos sobre nuestros pasos y nos dirigimos al faro. Camino aquí y allá, salpicado de charcos y fuentes que vienen de la montaña y, hacen sonar el eco de su agua clara, como el rumor de una canción eterna. Camino bordeado de jaras, zarzas, cañaverales y pinos; pinos que bajan en una mancha verde, exultante, ardiente, hasta los islotes de Santa Catalina.
Y rodeado el faro, vamos, ahora, descendiendo… Y lo hacemos con el convencimiento de que hemos cumplido con una cita atávica que no podemos dejar de acudir. No tenemos, desde luego, una explicación para las citas con el pretérito y con la nostalgia. Pero, a todas luces, que nos afectan como si fuesen cuestiones que se desarrollasen en el presente. Cada uno de nosotros tiene una cita, una llamada con su pasado, con su pequeña historia; y cada uno de nosotros no puede eludirla, por más que quiera convencerse que el pretérito no existe y es cosa sólo de nostálgicos…
Y vamos descendiendo hasta que la playa de San Amaro que, con el rumor de su resaca de olas, nos despierta del paseo por los acantilados desnudos del Hacho. Todo, ahora, es cercano, cotidiano, presente… La lluvia ha dejado de caer, un trozo de cielo añil aparece entre los pelotones de nubes, e incluso, de nuevo, el sol, nos hace llegar sus haces de rayos místicos…
En Cádiz, a 29 de abril de 2011
Manuel Castillo Sempere
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Málaga, 02-05-2011.
Querido Manolo: ¿Quién es capaz de explicar lo inefable? ¿Quién sentir el sublime pálpito de lo ignoto? Pero... ¿quién se atreve a traducir en palabras las mil y una esencias de la Madre Naturaleza?
¡Qué bello relato descriptivo recorriendo esos idílicos parajes de Punta Almina, en una mañana de abril en que la lluvia y el sol jugaban caprichosamente al escondite! Descender al encuentro de la memoria remota de las infancias, anclada en lo más profundo del corazón, para rescatarla y recrearla en un encuentro con el presente.
Decía el sabio y matemático Pitágoras que los astros tienen en sí una armonía interna que el denominó "Música de las Esferas". Y seguramente sea así; al menos, yo lo creo. Pero... ¿quién es capaz de traducir al pentagrama del alma tan bella melodía? Sólo, solamente algunos iluminados músicos del alma pueden lograr tan increible prodigio, en un mundo que desgraciadamente cada vez más se materializa alejándonos de tanta belleza. Y nosotros, el resto de los mortales, quedamos embelesados mientras deseamos disfrutar de tan mágicas palabras hechas espíritu.
Y tú, querido amigo, eres seguro un "Músico de las Esferas". Disfruta cuanto puedas de ese don divino y haznolo llegar por siempre.
Un abrazo, tu amigo
José Luis Pacheco Díaz
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MAR Y TIERRA DE CEUTA
He llegado a mi tierra…y a mi mar. He viajado, copiando, como hacen las cigüeñas y las golondrinas en su regreso a las espadañas y campanarios de las iglesias y catedrales… A volver mil veces mil, a donde abrí los ojos por primera vez. A ser prisionero de mi lugar primigenio; que al ser cárcel que el corazón ata, bien pudiéramos estar hablando, de la libertad conquistada en nuestra Arcadia soñada…
He tocado los espejos azules y fríos del litoral de la Peña, de Fuente Caballo, de la Ribera y del Chorrillo… He sentido el frescor del agua, hasta el extremo de sentirme mar, y yo diría, aún más, hasta sentirme Océano profundo e inabarcable… Yo ya no deseo tener medida, ni peso, ni substancia…Yo ya sólo deseo ser agua de ese Mar- Océano, justo donde termina la razón y los pensamientos, y principian los sentimientos que acaban de brotar de este lado del corazón…
Sí, hemos llegado a mi tierra… Y la mar, con sus brazos infinitos de zócalos grises, verdes y azules, nos anuda y nos arrebata como una mujer enamorada. Todo es pasión. Todo trasciende a la belleza de lo lejano, a lo que no puede cogerse, a lo que no tiene precio, ni puede en cualquiera de sus formas comprarse en un mercado… Todo es lujuria de los sentidos… Todo diríase acogido al pregón de los deseos, como exuberante se anuncia el árbol y el fruto de la higuera. Todo se aviene a nosotros, como soñando un sueño antiguo de otros lugares, en otros atardeceres… Todo son recuerdos de pertenecer hasta la desnudez del alma, a una ciudad acostada, dormida, entre las cimas agrestes, duras, del Atlas, y la extensión luminosa, a veces plateada, del Estrecho.
¿Qué podemos decir de lo que tantas veces se ha contado? Nada hay nuevo bajo el sol, y sin embargo, con el nuevo día, renacen las ilusiones -como el ave Fénix-, de sus cenizas y nos lanzamos a la conquista de estas nuevas horas, como si en ellas fuéramos a encontrar lo que anhelamos y llevamos tiempo buscando y, a nuestro pesar, aún no hemos encontrado… ¿Qué buscamos en este eterno regreso a nuestras calles, a nuestras plazas, a nuestros jardines… a nuestros bosques, a nuestros altos montes, a nuestros caminos, a nuestros amigos perdidos…? ¿Por qué, Señor, no cesa ya esta búsqueda, y quedamos sin gobierno, sin timón, como los barcos en el temporal? Arrumbando a lo que el azar y el viento nos quieran señalar. Libres de ataduras. Ausentes del tiempo y de las horas. Tal vez, como aquellos hombres, que un día, quisimos ser, y aún, como tenues rescoldos, sus voces suenan y perviven en nosotros.
Si, hemos llegado a mi tierra…Y no puedo callarme ni dejar de pronunciar las palabras que escribo… Todo es necesidad…Todo es abandono, como los puertos al alba -como dijera Neruda en su famoso poema-. Necesidad de ser nada más que polvo de mi tierra, y sal de mi mar… Necesidad de dejar el pensamiento libre en cualquier esquina, de cualquier calle y, olvidarte de tu nombre, y al cabo, cuando la existencia ya sólo sea un rumor alejado en la línea del horizonte de la vida, fundirte en la tarde, con la brisa del Poniente y la silueta deseada y deseante de Ceuta…
En Ceuta, a 11 de agosto de 2011
Manuel Castillo Sempere
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ANTONIO MIRA ¡UN HOMBRE DE MAR!
Antonio, ha cumplido 82 años; es alto y robusto y, permanece erguido, como los mástiles de aquellos viejos veleros que antaño cruzaban el mar; y aún mantiene un abundante pelo blanco que le da un cierto aire de dignidad, de rebeldía -diría yo-, ante los acaecimientos que la ciudad y el mundo nos trae cada día.
Todas las mañanas, con la exactitud y la monotonía de un ritual de liturgia, baja, desde el hogar de su hija, allá en Los Remedios, hasta el Puente Almina. Allí, en la terraza del “Puente” toma su primer café y su desayuno, aunque su hija prefiere que lo tome en casa –me dice él-. Toma la prensa y, va leyendo, sin prisas, como degustando, las colaboraciones y noticias que el periódico ha redactado. Es conmovedor observar la relación de este hombre con la lectura. José Martínez Ruiz, “Azorín”- nuestro admirado escritor y, amigo de describir lugares y personajes de las tierras de España-, de seguro que lo hubiese incluido, como un relato singular y preferente en su libro narrativo-costumbrista de “Tiempos y cosas”, o “Los Pueblos”, o España, hombres y paisajes, o por ejemplo, “Confesiones de un pequeño filósofo”.
Cuando el sol asciende buscando su cenit y su luz se hace más intensa, Antonio, da por terminado este primer café en el “Puente”, y busca refugio en las nuevas terrazas de la antigua calle Misericordia en compañía de otros tertulianos. Algunas veces, interrumpe esta situación de sosiego y charla, por otra más menesterosa que ocupe su curiosidad y avive su quehacer diario. Así, que cruza la calle y se da una vuelta por las pescaderías del mercado de abastos, “pa ve el pescao”… Este acto, en un hombre de mar, en un pescador, es casi un acto religioso, ineludible, consustancial, como una cita con su destino desde su niñez.
Más tarde, con la experiencia de tantos años de “copejear” y prender los peces en sus manos, adivina la calidad, mira los precios y elige lo mejor: unas pescadillas, unos boquerones…, o unos salmonetes de piedra o de fango, que él, os lo aseguro, por su diferente coloración, sabe distinguirlos y, lo que es más significativo, sabe diferenciar incluso sus sabores… Y una vez termina de elegir y hecha la compra, desanda lo que andó y sube el Rebellín y toda la Calle Real, más allá de Los Remedios, para entregar a su hija -con la que vive- el mejor de los bocados con la garantía de “fresco”.
Antonio, fue armador y patrón de algunos de sus barcos: El Mira, Miguel Moreno y Dorinda Dapena. Pescador de la traíña, de lo que se ha dado en llamar modalidad de “cerco”, a saber: “Faena a realizar por el bote cabecero, que lleva el puño de la red -de 14m/m de malla-, para una vez terminado de hacer el cerco, subirlo a bordo, para que la maquilla “jale” del cabo de la “jareta” y cierre elarte por el fondo. A continuación, los salabares recogen, entre el “espumerío” y las “argolas”, los peces que se han ido concentrando en el copo. Nada es comparable con este momento final, donde la mar pareciera una caldera hirviendo y, los peces, saltan una y mil veces, en una lucha desesperada por zafarse y ganar de nuevo el mar, tras la tralla de los corchos…” Así pescan las traíñas, si bien hay que añadir que cuando pescan con los botes luceros, sus luces inundan la mar atrayendo hacia ellas a los bancos de peces. Y muchas noches sin luna, “obscuros”- que es como se denomina en el argot marinero los periodos de pesca-, navegó a bordo de sus barcos Antonio escudriñando el “arda” fosforescente de los bancos de boquerones, sardinas, o, a partir de finales de agosto, las veloces y plateadas melvas de la Bahía Sur…
Antonio, también rigió durante algunos años, el destino de la Cofradía de Pescadores, y, como no podía ser de otra manera, puso todo el empeño y supo defender el aspecto social que las Cofradías llevan desde sus orígenes como “Positos de Pescadores” y se regulan en sus estatutos. No quedó familia de pescadores sin proteger, ni como él, bien dice: “faltara un regalo en la Noche de Reyes, a ningún hijo de pescador…”
Y que podemos decir más de este hombre…Podemos decir muchas cosas, y algunas más…Sin embargo, yo diría, que si ustedes quieren saber de la pesca en Ceuta, de cuando la pesca era una actividad importante en nuestra ciudad y daba trabajo a cientos de personas, bajen al Puente Almina alrededor de las 10:30h. de la mañana, y allí, sentado en una terraza, leyendo la prensa, o con la mirada perdida en sus lejanos recuerdos, lo encontraran… Siéntense y pregúntele, él, al paso, de manera pausada, de seguro que les relatará todo aquello que le aconteció; pero no le paguen el café, dejen que él lo haga, ¡faltaría más!, pues eso puede que le enfade y, es posible, que además, perdieran su amistad…
Ceuta esta en deuda con Antonio, hagámosle, pues el pequeño homenaje que se merece, pues el día que falte, el día que a las 10:30h. de la mañana no se encuentre sentado en la terraza del Puente Almina, una página importante de nuestra ciudad habrá concluido para siempre. Rescatemos, por tanto, del olvido a este hombre, y rescatemos del olvido a aquella flota de pesca y, lo que es más importante, rescatemos del olvido a aquellos ¡hombres de mar!, que como Antonio, dieron prestigio, honor y fama de laboriosidad a este pueblo de las Siete Colinas…
Ceuta, a 21 de agosto de 2011
Manuel Castillo Sempere
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LA VIDA TRANSCURRE…
La vida transcurre entre las horas del tiempo, como transcurre el arroyo entre las rocas del cauce cuando baja sonoro y violento de los cerros altos de las altas sierras…
¡Ah, la vida transcurre innombrada y callejera en nuestra juventud, para después volverse pausada y anónima en el tiempo en que maduran los frutos inalcanzables de nuestros sueños!…
Sí; la vida transcurre al ritmo en que los astros, en la soledad desolada de la noche, su orbitas giran perfectas en un mar cósmico, infinito, donde simulando un mecanismo exacto de relojería, nos hacen llegar el titileo de sus destellos a la tenue luz de nuestras almas ensombrecidas…
Nada podemos hacer para impedir que la vida transcurra… No podemos evitarlo, y las horas nos llevan de un lugar a otro y de una situación a otra… Abandonamos una ciudad y, al punto alcanzamos otra. Dejamos unos amigos y, pasado un rato, encontramos la amistad de otros… Nos enamoramos de una mujer, de una boca, de unos pechos y, pasado el amor, hallamos otra boca, otros pechos, en otra mujer… Leemos unos versos, son ya nuestros y, al poco, se nos van por otros que acabamos de leer, y son ya más nuestros…
Todo es efímero, nada nos pertenece…Todo comienza y, casi sin darte cuenta, todo acaba… Pudiera ser que lo nuestro es pasar, como dijera el poeta: haciendo caminos o estelas sobre la mar… Son versos de un poeta, versos…alguien dirá, pero tan necesario, alguien, también apuntará…
A los amigos, dejarles su espacio y su tempo… No tener prisa… Y aguardad al instante, al momento que golpeen al corazón… Pues no hay un antes, ni un después, llegan cuando tienen que llegar, a saber: a su hora y en el lugar preciso, donde el azar dispuso… Y si no llegan, no os preocupéis, mirad al corazón, y ahí estarán, al pie mismo de vuestros sentimientos, como un susurro, como una canción que se allega desde la lejanía de vuestros personales recuerdos…
La vida transcurre entre las horas del tiempo…Casi sin sentir, ausente, sin tan siquiera, decirnos adiós...
Cádiz, a las 22-39h. del 15 de enero de 2013
Manuel Castillo Sempere - www.ceutaenelcorazon.es
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LOS ABUELOS
De este niño de la fotografía, dicen que se parece a mí, a su abuelo… Sin embargo, yo no quiero que se parezca… Porque yo deseo que sea generoso, bueno y sencillo y libre como los gorriones… Qué no se venda al alpiste, como dice la canción de Joan Manuel… Qué no se le hiele el corazón una de las dos Españas, como sabemos que dijera don Antonio… Qué crezca en un nuevo mundo de solidaridad… Qué no tenga que buscar trabajo fuera, allende las fronteras de su patria, tal como ahora hacen mis hijos…
A este niño, mi nieto, lo quiero, como sólo pueden querer los Yayos a sus nietos… Como tú y él queréis a los vuestros, como todos nosotros queremos a los nuestros… ¡Ah!, nuestros nietos nacen a la vida, y no sabemos que serán, ¿verdad?, de ellos…Qué tristezas les acecharan y cuanto dolor les vendrá a buscar cualquier mañana de cualquier día de lo que le hayan de venir…
Nuestros nietos, ¡verdaderos jazmines de nuestras almas!, ¿soñaran en sus sueños con sus abuelos?, ¿querrán que les ayudemos a andar sus intrincados caminos de la vida?... ¡Ah!, mi abuelo, aún lo recuerdo, cuando paso a paso me enseñaba la primeras letras en su pequeño librito de “Frases y cuentos”, de la editorial Calleja. ¿Se acordaran nuestros nietos de nosotros cuando pase el tiempo y ya no estemos, cómo yo me acuerdo ahora de mi abuelo?...
No sé, si con el paso del tiempo, mí nietecito se acordará de mí y los vuestros de vosotros… Sin embargo, he ido a buscar en mi biblioteca el mismo librito con el que Joaquín me enseñaba a leer…Y aquí lo tengo junto a mí, presto para enseñarle las primeras letras en cuanto su madre lo traiga y aparezca por la puerta… Justo lo que Joaquín hacia -con su voz fuerte y grave, yo diría de ogro-, para llamar mi atención, nada más levantarse… Y yo, prisionero de su cariño, oía, sin rechistar, abrumado por su voz, las siguientes frases*:
El niño aplicado aprende mucho.
La niña dócil agrada a todos.
El niño holgazán disgusta a sus padres.
La niña humilde encanta a su maestra.
Un niño perezoso aprende poco.
Una niña juiciosa vale mucho.
Un niño obediente siempre gusta.
Una niña cariñosa es muy estimada.
El niño estudioso merece premios.
La niña religiosa es encantadora.
Los niños caritativos agradan a Dios.
Las niñas generosas parecen ángeles.
Los niños desobedientes disgustan a todos.
Los niños indóciles desagradan y molestan.
El ser bueno cuesta poco trabajo-
Los buenos viven siempre contentos y satisfechos.
Los malos tienen muchos disgustos y nadie les quiere.
¡Oh! aquellos tiempos pretéritos, dónde el primer maestro era el abuelo… Dónde decir ternura era verlos a ellos dos -al yayo y al nieto-, sumergidos en su mundo primigenio, casi una Arcadia perdida, donde se cuentan sus pequeñas aventuras… Unas que ya van tocando a su fin, y otras que nacen a la vida, como de abren las corolas en primavera…
En el mar, a 8 de agosto de 2013
Manuel Castillo Sempere
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* FRASES Y CUENTOS PARA NIÑOS.
EDITORIAL“SATURNINO CALLEJA” S.A. MADRID.
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NUESTRO GATO BLONDE . (El Faro de hoy domingo)
_____«A los niños -esos pequeños seres traviesos que nos llenan el alma y la vida-, con el deseo de que gocen con cuentos y leyendas de nuestros entrañables gatos amarillos a rayas blancas, o de cualquier otro color…»
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__Blonde era un gato callejero…Sí; sólo un gato callejero al uso, sin embargo podía aplicarse aquello que nos dijera Juan Ramón Jiménez(1) en su recordado libro en prosa poética «Platero y yo», a saber: «Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro” Es tierno y mimoso igual que un niño, que una niña…; pero fuerte y seco por dentro, como una piedra...» Así era Blonde(2)…
__Y, apuntamos, que dormía las noches al raso debajo de los coches. Y, por el día aguantaba estoicamente el frío, la lluvia o el tórrido sol del verano. Siempre gustaba ponerse al pie de las pescaderías, por si pescaba alguna que otra sardina, raspa o cabeza de pescado... Era noble y cariñoso, tanto, que a veces llegué a pensar si acaso tuviese alma... Si bien era un gato cualquiera de pelo a bandas amarillas y blancas, su falta de fiereza y su gusto por la caricia, diera la impresión que fuera uno más de nosotros...
__En ocasiones, lo molestaba adrede para hacerlo rabiar; sin embargo, nunca usaba sus afiladas garras, prefería cambiar de sitio y decir: «Ahí te quedas, nene...», vaya, piensa uno que pensaba él...
__Ya no está entre nosotros, quedó su cuerpo inerte en la operación que le practicó el veterinario. No la pudo superar... Y, ahora, se pregunta uno, ¿dónde estará su pequeña conciencia? ¿Habrá desaparecido en la nada cómo si nunca hubiera existido?; o, por el contrario, ¿estará llegando a su cielo para gatos, con su noche estrellada y su luna de marfil para maullar libre sobre algún tejado de tejas antiguas cubiertas de líquenes amarillos?...
__¡Oh, sí, Blonde, sin duda, estará en su cielo para gatos sobre un tejado de tejas antiguas cubiertas de líquenes amarillos, maullando por alguna sardina que llevarse a la boca, eternamente libre!
__Catalina, que sencillas tus palabras, pero que bonitas... Sí, es verdad lo que dices: «Ha sido una despedida muy emotiva y, además, también extendida a los amigos que andamos por estos caminos nuevos y procelosos que ha posibilitado las diferentes formas de comunicación de Internet.
__Todos tenemos muchos ejemplos de animales que han convivido con nosotros y se convierten al cabo del tiempo en especiales; porque, ya se transforman en parte de nuestro entorno familiar. Pues, éste es el caso de Blonde, que siendo un simple gato callejero, se había convertido por sus condiciones de docilidad en uno más de la familia.
__Y, seguramente, pensarás que exagero, pero puedo asegurarte que no; porque en casa también se encuentra con nosotros, Chispita(3) el otro gato criado desde el destete con nosotros y, sin embargo, el callejero era un animalito algo más especial. Tanto, que a veces, le decía sin que se enterara Araceli: «¡Anda, Blonde, vámonos a la cama!»; y, se venía conmigo y entre la manta y el cobertor se acurrucaba toda la noche sin que Dña. Araceli se enterara... Por la mañana, muy temprano, lo dejaba en el suelo, y comenzaba su ronda de la casa, que, entre las tareas a realizar se hallaba la de mantener a raya al huraño y siempre malhumorado Chispita...
__El mundo de los gatos se halla lleno de curiosidades y resulta a veces atractivo el contemplar como interpretan las leyes que abarcan los límites del espacio donde desarrollan su actividad felina. Y, en el caso que nos ocupa hemos de apuntar, que nos resulta verdaderamente interesante para el análisis científico y psicológico de estos animales, la valoración máxima que hacen de lo que consideran su territorio vital. Y, así, relatamos que nada más llegar el expósito Blonde a nuestra casa, Chispita, el hasta ahora rey y emperador de todas las estancias de su reino, se vio desterrado a una alcoba, donde en las exiguas medidas de una litera, quedó confinado su otrora extensas tierras… Para mi asombro -os diré-, que he podido columbrar que cierto día que me hallaba sentado en el sofá del salón acariciando entre mis manos a Blonde, tuvo a bien Chispita, adentrarse en el salón con un cierto aire ausente y chulesco con los allí presente; y, de un limpio brinco se posicionó en lo más alto de otro sofá, como reto a su cuestionada autoridad. Sin embargo, ese donaire altivo para con los antiguos y el nuevo inquilino, le perdió y fue la causa de su destronamiento como el señor de la casa. Pues a continuación de su exuberante paseo salonero y pirueta trapecista para alcanzar el otero más alto, Blonde, se me zafó de las manos en un enérgico y convulso agitamiento de su cuerpo, e inicio un salto que llegó hasta las inmediaciones donde se pavoneaba el otro gato de rancio pedigrí; que ante lo inesperado y la sorpresa del arqueado movimiento cirquense que cruzo el aire hasta el confín del otro sofá, Chispita, no tuvo más remedio que emprender una veloz huida, hasta refugiarse en lo más profundo de su último territorio que, como hemos mencionado anteriormente, sólo consistía en el pequeño espacio del cobertor de una litera.
_Y, cosas de este mundo gatuno, que uno nunca acaba de aprender... Resulta -como ya sabemos- que Chispita siempre se sintió el rey de la casa hasta la llegada de Blonde, y siempre estaba a la gresca con él como amigos irreconciliables; no obstante, ayer, se llevó todo el día cabizbajo y tristón, yendo de una habitación a otra buscando a su amigo-enemigo con el que había mantenido innumerables contiendas territoriales. Y, ahora que no estaba, que todo el territorio de la casa era suyo, lo echaba de menos como alma en pena…
_Son cosas, Catalina, de los gatos, del mundo gatuno, donde a mi memoria se me avienen aquellos gatos parduzcos, subido a los tejados de tejas cubiertas de líquenes amarillos de mi patio del Callejón del Asilo -junto al Ayuntamiento y la plaza de África-, donde pasé los años de mi añorada niñez, que es cómo decir: “Aquel tiempo donde las horas no se contaban en un reloj, sino en la horas incontable de nuestro juegos…
_Y, nosotros, prendados del cielo de Platero que Juan Ramón nos dijera, dejamos este pequeño poema, para que Blonde le apunte a su amigo universal -desde su alto tejado cubierto de estrellas y luceros de plata-, que también guarda unos versos que sus añorantes familiares humanos le han escrito, con el fin de que nunca se olvide del tiempo que convivieron en la misma casa, pues es claro, que nuestra casa fue también la suya…
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BLONDE
___ "Que juegues en tu cielo gatuno
_____a coger las madejas de lanas…”
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El cielo de los gatos
se ve azul, amarillo
o encarnado...
El cielo de los gatos
tiene árboles altos,
y colinas de plata
cerca de las estrellas
que alumbran la noche
cuando la luna, lunera,
se esconde en su alcoba
y nos alumbra su cara,
su cara de luz y de cera...
¡Ay, noche de estrellas,
y luna de oro, cascabelera!
Decidme si los gatos
sienten y sueñan
con la noche de estrellas,
con la luna, lunera,
con los árboles altos,
con las colinas de plata.
¡Ay, los cielos de los gatos
pintados siempre de azul,
amarillo o encarnado!
_____Manuel Castillo Sempere - www.ceutaenelcorazon.es
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(1) Juan Ramón Jiménez, describe en su primer capítulo de “Platero y yo”, magistralmente y de una manera lírica llena de ternura. A Platero, aquel burro -más bien un amigo- que le acompañaba por la campiña de Moguer, y con el que mantenía unos diálogos que hicieron de este libro, un canto universal al respeto y al amor por los animales, en un tiempo donde pareciera que los animales aún no tenían ningún derecho que los protegiera del maltrato y del abandono….
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(2) Nombre que le puso Yazmina, en ingles a su gato callejero, por su pelo amarillo y de bandas blanca; y, que al cabo dejó la calle, para evitarle tantas heridas que un día sí y otro también había que curarle de sus continuas peleas con otros gatos del vecindario…
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(3) Nombre que también le puso Yazmina a su primer gato, cuando en unas navidades los Reyes magos, le dejaron a la puerta una pelota peluda y grisácea, que de manera leve maullaba, y que no le quedó, por su pequeñez, que llamarlo “Chispita” en femenino, pues hasta pasado un buen tiempo no nos dimos cuenta que era un niño en vez de una niña…
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