EN EL RINCON DEL BOSQUE

 

 

 

HE DE CONTAROS...

 

     «Te diré, amigo Manuel,  que a  mi, personalmente, me gustaba ir mucho al monte a jugar, a  hacerme cabañas con cartones y palmeras, pero cuando se ponía a llover fuerte... tenia que salir corriendo porque entraba el agua por todas partes.
   Me acuerdo también de aquellos inviernos, cuando a la llegada del relente  de la tarde, los vecinos de las “Barraquillas” encendían  las candelas para hacer los braseros; y como puestos de acuerdo por una llamada interior, todos  nos agrupábamos  alrededor del fuego hasta que  quedaban sólo las ascuas;  enseguida, el vecino que había avivado aquella hoguera, nos decía: ¡Venga, chiquillos, a vuestras casas, que ya se acabó la lumbre!  Y nosotros en esas noches de invierno buscábamos, como polluelos  de gorriones que han perdido el calor de sus nidos, otra candela donde calentarnos. Y Así, de candela en candela, como en el juego de la oca, tiznados  y  rojos los ojos por el escozor que  nos producía el humo  caliente de las fogatas, disfrutábamos de aquellas noches tan frías, recorriendo de punta a punta toda la extensión que abarcaba las “Barraquillas…    
     Tengo muchos recuerdos de la “Puntilla, de los juegos al escondite, al piso, a los pinchos, a las bolas, a los cromos, a las comiditas, a las muñecas,  y a un sin fin de historias que otro día, sin duda, he de contaros…»  

 

En Algeciras, a 19 de septiembre de 2009

 

En el rincón del bosque-Amparo Paredes Agudo

laliach@hotmail.com

 

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        CHAOUEN

 

Chaouen, quieta en lo alto,
sueña que va soñado
la última  tristeza de la tarde.
Y Perfuman el ambiente
fragancias de oriente
que huelen a incienso y a miel.
Madreselvas y violetas
van engalanando los jardines
de mi infancia viajera.
Chaouen, quieta en lo alto,
traspasada de azul, de blanco…
sólo el rumor del agua cantando.
Aromas finos, sutiles,
de la canela y el laurel.
Aromas de especies
y de flores de menta.
Chaouen, quieta en lo alto,
como una mujer enamorada,
abierta, entregada a su amado.
Yo jugaba en una plaza,
junto a una iglesia y una fuente:
fuente de las ranitas
con sus surtidores de plata
y sus rumores de agua.
Chaouen, quieta en lo alto,
embriaga la dama de noche
el  recuerdo, el alma, los años…

 

Cerca de Chaouen... a 5 de octubre de 2009

 

En el rincón del bosque-Amparo Paredes Agudo

laliach@hotmail.com

 

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MI  NIÑEZ I. CHAOUEN

 

         Mi niñez transcurrió en África…Mis primeros recuerdos son de Chaouen., un pueblo pintado de azul y blanco entre las montañas. Un pueblo de calles empinadas y empedradas que ascendían hasta el cielo, hasta casi rozar las nubes…Yo recuerdo la tahona, donde hacían tortas y panecillos para desayunar; y el ultramarino donde mi abuela compraba los avios para cocinar y el tendero, un anciano venerable, me regalaba caramelos y regaliz. Aquellas calles en cuesta, daban vueltas y revueltas para luego de andar perdida un rato, principiar de nuevo bajo   portal de mi familia. Las callejuelas se adentraban, como en un laberinto labrado en un sueño, aún  en otras callejas más estrechas e incluso más desconocidas si cabe. Todas estas calles y callejones no tenían sus nombres rotulados en las esquinas; sus nombres, sus únicos y primigenios nombres, hacia siglos que estaban grabados en  la memoria de las gentes…
    Otras veces, corría y me ajetreaba  por la Plaza de España, de punta a punta y subiendo y bajando  por cada uno de los bancos que habían situado en  este –diría yo- precioso y mágico  lugar. Yo lo nombraba como    «el jardín de las ranitas», y efectivamente, unas ranitas  adornaban los bordes de la fuente que como un pequeño oasis se alzaba en el centro. ¡Oh!, esas ranitas siempre han estado en el recuerdo de mi infancia como unos juguetes inalcanzables; como unos hechizados príncipes que al romper su hechizo pudieran romper el correr de las horas  y, a la vez,  trasladarme de nuevo a un tiempo donde las horas no tuvieran relojes para quedar reflejadas.

    ¡Oh!, ¡sí!, vosotras pequeñas ranitas de bronce, sois el sedal que lanzado con fuerza me transporta a otro lugar donde sólo los niños están llamados a alcanzarlos; sólo los niños tienen la inocencia para hacer que su barca peine el mar de la imaginación y arribe a sus playas. Es verdad, dicen que sólo los niños  pueden  visitar este lugar donde la fantasía se abre como una rosa a la mañana; sin embargo, también dicen que aquellos que, aunque dormida, aún  conservan la inocencia en su corazón, tal vez, puedan alcanzar este lugar perdido de la niñez…

 

En Cádiz, a 22 de octubre de 2009

                                                                                                                                          

Amparo Paredes Agudo-Manuel Castillo Sempere.

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MI  NIÑEZ II. CEUTA

 

            Mi niñez transcurrió en África… Mis  primeros recuerdos son  de  Chaouen, un pueblo pintado  de  azul   y   blanco  entre   las  montañas…Y  los  años  se  emborronan,  se desdibujan   y vuelven otra vez a dibujarse en Ceuta, en un lugar rozando el mar del Estrecho, junto al saliente  de la Puntilla.  En este punto se hallaban  los pabellones amarillos de los obreros de la Junta, y pasado la carretera, bajo “El Monte” se encontraba “Las Barraquillas”, lugar donde por unos años sería  mi hogar. Todas las casitas fueron  edificadas  a golpes de riñón, de  sudor y de esfuerzo de los vecinos. Estos vecinos, gente sencilla y humilde, gente de este lado del corazón, construyeron  sus casas con cemento, ladrillos, madera y tejados de uralita y zinc…
    El lugar era delicadamente hermoso, todas las casitas se situaban debajo de un monte que en su pendiente hasta llegar a su atalaya -coronada por la residencia militar Galera-, trepaban pinos y arbustos de ricino;  y en su vertiente más a poniente, descendía el antiguo jardín de la Junta  jalonado con una serie de fuertes y erguidas palmeras que, al contraluz del cielo, conformaban un entorno mitológico, de ensueño… Hacia el Norte, una playita aplacerada, un peñasco solitario -la “Isla”-  unido por un extremo a la escollera de la alineación del dique de poniente, remataba  nuestro entorno.
    La infancia, no tiene patria, ni lugar, ni tiempo; la infancia, yo diría, que es  algo etéreo; algo que se presagia inexistente; algo que como las aves migratorias levantan el vuelo y arrumban a lugares recónditos más allá de nuestras miradas. Y sin embargo, cuando su recuerdo es ya meros trozos de olvido en nuestra frágil  memoria, regresan  al mismo lugar donde por primera vez abrieron sus ojos.
    Podría contar tantas cosas de esos años… Podría contar como las nubes bajaban hasta casi rozarnos, para después dejarnos la lluvia al pie de cada  casa, al pie de cada tejado, en cada camino, en cada árbol, en cada pétalo de aquellas flores… Sí, las nubes bajaban y nos dejaban su aguacero al pie mismo del “Monte”, del caño de agua del “Chorrillo”, al pie mismo de los vecinos…
    Podría contar como subía la cuesta  hasta las palmeras  y luego asida a una palma blanquecina, a modo de columpio, dejarme  ir  hasta que el cansancio no me permitía  por más tiempo continuar  apretando mis manos contra ellas. Luego trepaba a otra palma, y luego a otra, y a otra…Y finalmente, empapada con  las gotas de agua que la lluvia  había dejado en las palmas, me bajaba adonde jugaban mis amigas…

    Podría contar cómo saltábamos la comba; o cómo jugábamos al piso; o cómo se hacia saltar con la oquedad de las manos  los bonitos cromos de mil colores, para que luego cayesen del lado del envés; o cómo éramos las mejores mamás de nuestro bebes-muñecos…
    Podría contar  cómo en primavera, después de un chaparrón pasajero, todavía con los árboles y la yerba mojada por la  lluvia, nosotras, íbamos a recolectar, como hacen las laboriosas abejas, las mejores flores… Y recolectábamos campanitas amarillas de las vinagretas, los coloridos don diegos, las blancas y delicadas azucenas de la verja de la Hípica, las altas  espigas aún verdes,  las cárdenas malvas con su pequeña semilla de pan…e incluso alguna amapola  que se pintaba, como unos labios rojos, para nuestros ramos.   

    Y finalmente, guardad el secreto, os revelaré cómo, de una manera cuidada, sin apenas percibirse, dábamos a entender al niño de nuestra pasión, que nosotras éramos, sin lugar a dudas, la princesa que todas las noches, en sueños, él deseaba decirle que la amaba…


    Es verdad, podría contar* tantas cosas de esos años de mi niñez…      

 

_______

(*)   Amparo podría contar muchas cosas de esos años de niñez, sin embargo, yo les voy a contar una pequeña historia, que ella no se imagina que yo me acordara y que puedo dar testimonio, pues la presencie en más de una, de dos, de tres…ocasiones. Y he ahí, el pequeño apunte:
      En casa de los Bermúdez, a Amparo le decían la”Guapa”, no es que las demás desmerecieran, sino que Amparo llamaba la atención, porque  tenía la piel y los ojos claros, y el pelo rubio como el trigo maduro. En los demás niños  el pelo y los ojos eran obscuros, y la piel era morena, morena de tanto tostarse  al aire y al sol…
     Cuando después de ver Bonanza, Caravana, Bronco o el Virginiano… íbamos saliendo de  debajo de la mesa del comedor de casa Mariquita –nuestro cine de barrio-,  Bermúdez padre, siempre le apuntaba la misma sentencia  a Amparo: «Me gustaría saber pintar como los “grandes maestros” para pintarte en un cuadro  y dejarte ahí, pintada para siempre…
     Después de oír este piropo, Amparo no sabía que decir ni que  hacer… Ella se sonrojaba, y el encarnado de su cara le perduraba, aún, después de bajar del  corredor y las escaleras, e  incluso  después de estar un rato sentada, con las demás niñas,  en el poyete de la terraza…   

 

    En Cádiz, a 22 de octubre de 2009

  

  Amparo Paredes Agudo-Manuel Castillo Sempere.

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TORPEDO

 

    Manuel, he visto, que en una de las fotografías que has puesto en nuestra Web, haces alusión a un pequeño perro que está junto a mis pies. Bien, ese perro, era Torpedo, mi entrañable -por qué no decirlo-, amigo, y del que ahora paso a contarte su trágica y triste historia:


    Torpedo era un perro muy gracioso y juguetón, tenía manchas blancas y negras, no era de raza, ni tenía pedigrí, pero no nos importó y los Paredes lo  acogimos como un miembro más de la familia. El perrito crecía feliz y contento, jugaba con los niños al escondite, corría por el “Monte” tras las mariposas y gorriones, bebía agua del chorrillo y jugueteaba con los gusarapos que encontraba en la poza. Un día, mi hermano Fernando, se fue a jugar a los pabellones al “pilla, pilla”, Torpedo, como siempre, se iba detrás para jugar el también; pero el destino le iba a jugar una mala pasada, pues sólo la  mala suerte hizo, que el hermano de Loli, que vio jugar a mi hermano con más niños, se agregara  al juego y el perrito echándose  encima  le arañara sin querer el pecho La mama del niño, puso el grito en el cielo y después de liarla... puso una denuncia al perrito, la denuncia no se dejo esperar y al poco se presentó un empleado del ayuntamiento, se llamaba Pilotua, no sé si era apellido o apodo, lo único que sé, es que se llevó a Torpedo a la perrera para tenerlo en observación. Cuando yo vi por primera vez al señor Pilotua... me dio pánico, era bajito, delgado y con un estrabismo muy acentuado, me recordaba al jorobado de Notre-Dame, pero sin joroba. La perrera estaba más allá de San Amaro, teníamos que ir a llevarle la comida a Torpedo, allí nada más que le llenaban el balde de agua; cuando fui a llevarle la comida, vi que el perro estaba solo en la perrera y muy triste, en cuanto nos vio... se levantó y empezó a mover el rabito, sin  saber que había hecho para estar allí encerrado, pero el pobre estaba muerto de hambre y rebaño el recipiente hasta sacarle brillo. Los días pasaban y nosotros seguíamos llevándole comida, hasta que un día, el señor Pilotua  me dijo: «dentro de unos días tenéis que traer el dinero para sacar al perro de aquí, de no ser así... lo sacrificaremos». Llegué muy triste a mi casa y le comenté a mi madre lo que me había dicho este señor; mi madre se quedó pensando y aun recuerdo sus palabras: «no podemos hija, no tenemos ese dinero»; al oír esto, llore desconsoladamente, en esos instantes apareció mi hermano Luis que llegaba del trabajo y preguntó que pasaba, mi madre le explicó y mi hermano al verme tan triste, me dijo: «no llores más, toma el dinero y ve a por el perrito». Mi hermano me dio el único dinero que tenía para todo el mes para sus gastos, fue un gesto muy hermoso por su parte; pero como iba contando, fui a por Torpedo y me lo llevé a casa, cuando llegamos se volvió loco, corría monte arriba, monte abajo, salía y entraba de la casa y estaba súper feliz, así pasaron los días sin pensar que la desgracia se cebaría de nuevo con Torpedo, ya que fue denunciado y nuevamente volvió a la perrera.  
    Mi hermano Luis no quiso ya saber del tema y mis padres no podían hacer nada ya que el señor Pilotua, reclamaba otra cantidad de dinero, al saber esto, mi cuñado Alejandro se fue hablar con este señor, a quién conocia por haber ido más de una vez a la perrera municipal con su padre a recoger perros para la finca que tenían en el Monte Ingeniero. Alejandro, le dijo que daría parte de el al ayuntamiento por hacer chanchullos para su propio beneficio y éste, asustado, le dijo: «por favor no me denuncies que tengo una familia que mantener,  llévate al perro y todo olvidado». Alejandro llegó a mi casa y  comentó  a mis padres todo lo que había acontecido, a continuación les preguntó:  ¿qué hacia  con Torpedo...; ellos, algo confusos y con una cierta tristeza, dijeron: " Ya le hemos tomado cariño al animal, pero  es mejor, Alejandro, que no lo traigas de nuevo con nosotros,   porque podría volvería a morder, y esto nos acarrearía un terrible disgusto con los vecinos y con las autoridades municipales". A renglón seguido, mi padres, apostillaron: "Amparito, es mejor para todos que Alejandro se lleve a Torpedo a la finca que tienen sus padres en el Monte Ingeniero, pues allí tendrá comida y correra libre por la finca sin temor a que muerda a alguien".  Y así, de esta manera salomónica -justa para mis padres, pero con un deje de amargura para mí-, terminaron los días en que Torpedo, alegre, sin dejar de mover el rabo, acudía raudo a mi llamada...

    Si bien, es verdad que el llanto por su ausencia aún me duro unos días, quedé reconfortada pensando que el perrito estaría mejor en la libertad amplía de los montes... Sin embargo, hace dos días, llamé a mi hermano Fernando para preguntarle por el perro, ya que el se acuerda de más detalles por tener una gran memoria, y   mi hermano me contó cual fue el destino final  de Torpedo, a saber: el señor Pilotua  le dio un veneno y lo mató, al oír esto... sentí una angustia en mi pecho y no pude contener las lagrimas. Pobre perrito, pobre Torpedo, que corta fue tu vida y que largo son  tus recuerdos...

     Manuel, esta es una historia real del que fue mi perrito, mi pequeño amigo al  que siempre  recordaré con ternura y al que en algunos días en que la tristeza me embarga, aún, como si fuese ayer, me parece verlo aquí y allá, ahora sube, después baja, más tarde desaparece, un momento, por entre la alta yerba del “Monte”.... 

    Algunas veces, al recordarlo, quiero pensar que mi hermano -a pesar de su gran memoría- pudo interpretar mal la suerte de Torpedo; y que Alejandro, tomándolo en sus manos se lo llevó para que corriera libre entre las besanas y las zarzas que se adivinaban y crecían en su propiedad. Libre, he de recordarte siempre... Libre, sí, libre, he de recordarte, Torpedo, libre...

 

   En Cádiz, a 12 de octubre de 2009  

  Amparo Paredes Agudo

 

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EL ÁRBOL DE LOS DESEOS PUROS  

 

    Navego por el mar de la soledad, en busca del bosque de los sentimientos perdidos*, me acompañan los demonios de mi mente, no los he podido alejar, atormentan mis deseos, juegan con mi voluntad, profanan mi alma, hacen que pierda los sentidos... Sigo navegando por esos mares del olvido; cansada, sola, llena de vergüenzas... ¡La pena me ahoga! Invoco al espíritu del aire, que venga a traerme su aire fresco y limpio, que aleje los demonios que un día penetraron para dañar la paz de las personas buenas y humildes, que también otro  día me brindaron  su amistad. Por fin, mi nave se ha parado en el bosque de los sentimientos perdidos, me dijeron que allí moraba el hada de las lagrimas, ella siempre está oculta, subida en la copa del árbol más alto, sobre una hoja se ve brillar un puñado de lagrimas, sólo los pájaros saben que ella está ahí, compungida en llanto; oigo una dulce voz que me dice:
-¿Dónde vas alma perdida?
-Busco al hada de las lágrimas-
- ¿Para que busca al hada de las lagrimas?
-Me han dicho que ella quita las penas y amarguras, pone paz en las almas y dulzura en los corazones...
-Entra mujer, entra... aquí encontraras tus verdaderos sentimientos.
El hada enjugó mis lágrimas, las envolvió en hojas del árbol de los deseos puros, y  solicitó de la ayuda del espíritu del aire; más tarde,   este apareció llevándose las hojas doradas. En este momento,  le pregunté al hada, ¿hacia dónde viajarán  esas hojas, y en que lugar ignoto, para siempre jamás,  habitarán olvidadas… Y ella,  con una leve sonrisa  me anunció: « No aflijas más tu corazón, pues el espíritu del árbol de los sentimientos puros,  las lleva al universo, esparciendo a lo largo y ancho de sus infinitos espacios, todas las lágrimas que han derramado  personas como tú; y he de decirte, que las lágrimas se convierten en lluvia, y cada gotita de lluvia son lágrimas de hombres, mujeres y niños de la tierra  con sentimientos perdidos. Cuando llueva y te caigan esas gotitas de lluvia, piensa que cada gotita son las lágrimas de un alma que encontró sus verdaderos sentimientos y están felices por siempre...»
Apenas había terminado de hablar el hada, las lágrimas volvieron a mi ojos como vuelve el rocío a las hojas en la  mañana; sin embargo, esas lagrimas ya  no eran de tristeza;  no, no eran de tristeza; eran lágrimas, de amor, de consuelo, de esperanza… Por fin había comprendido, que el alma no tiene límites, y viaja libre, sin alforjas, sin ataduras, hacia los lugares  donde, como en un telar interminable, van construyéndose sus sueños…

 

    En Algeciras, a 10 de marzo de 2010

 

                                                                       Amparo Paredes Agudo 

                                                                         laliach@hotmail.com 


________

*   En el bosque de los sentimientos perdidos, se haya el árbol de los deseos puros.

 

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                                                                                    Algeciras, 8 de abril de 2010 

 

     Hola Castillo, ¿cómo te va?  Me encuentro  un poco triste, pero no llega la sangre al rió. Te he escrito una carta, pero ya sabes...a mi manera, como a mí me gusta escribir las cartas: llenas de fantasías, que hace del todo imposible discernir entre la magia que se esconde en el mundo de los sueños,  y las realidades que al romper el alba el día nos trae…   Creo que aún en mi árbol no han  madurado del todo sus frutos, y sin poderlo evitar, he quedado sumergida en esos montes verdes, esmeraldas, sin tiempo,  de nuestra infancia…. No te  iba a mandar esta carta, pero al final,  he vencido mi incertidumbre, y he querido compartir estos momentos y este puñado de versos contigo.  

                                                          Un  beso…  Amparo

     

            LOS MONTES VERDES, ESMERALDAS…  


 
    Tonalidades de color, matizados en  recuerdos de mi infancia…
Por el telar de mi vida, miles de luciérnagas danzan.
Iluminando mis senderos, va la luna con sus besos de plata.
En un país  evaporado, hay un castillo de nubes  escarlatas.
Caballeros de una corte en el aire, manejan bien sus espadas.
Luchan con los gigantes de una niña de ojos claros, verdes como el agua,
que quiere alcanzar  el arcoíris,  las estrellas y los luceros del alba.
Los montes  cristalinos, es sosiego de la chiquilla… son de color esmeralda,
por ellos corre libre, recogiendo flores amarillas y  panecillos de las malvas.
Se edifica un castillo de telas de terciopelos  y palmeras doradas;
dentro de su palacio la niña se siente tranquila y arropada;
se sumerge en sueños de quimeras y fantasías  de cuentos de hadas,
de ogros y enanitos, de  princesas encantadas y caballos alados en una país de la nada;
donde existen lagunas de caramelos, nenúfares de chocolate y garrapiñadas,
mariposas con violines y  ranitas parlanchinas con calcetines de lana.
Sueña con mares azules, de turquesas y zafiros con brillos de plata,
donde se bañan sirenas cantarinas que tejen estrofas en sus arpas.
Caracolas musicales les ondulan sus cabellos con corales y perlas de nácar,
de pronto el cielo se torna gris, lo nublan los dragones de las aguas…
Ellos la sacan de su sueños, le derrumban el castillo dejándola desconsolada.
La niña sale huyendo, los dragones las siguen y no logran alcanzarla.
Ella se refugia  en la realidad de su vida, al calor de su  tosca barraca.
Relámpagos y rayos centelleantes disparan los dragones del agua,
un ruido incesante se oye sobre el tejado, y  miles de cristales estallan.
Vencida al sueño, la chiquilla  se queda dormida, y al fin  los dragones se marchan…
Un nuevo día llega, nuevas ilusiones cargadas de fe y  esperanzas.
El sol  se asoma mandando destellos a través de la rendija de las ventanas.
Y ahora,  a la niña, le susurra, sobre sus cabellos dorados y sus ojos verdes agua:
«Levántate  niña de los sueños, ve a recoger flores amarillas y panecillos de las malvas.
Edifícate un nuevo castillo, sobre  los montes verdes esmeraldas.  
Tonalidades de color, matizados en recuerdos de mi infancia…»



      En Algeciras, a 8 de abril de 2010

                                                                       Amparo Paredes Agudo 

                                                                         laliach@hotmail.com 

 

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                                                          CARTA A UN AMIGO



Querido amigo:
                         En primer lugar quiero darte las gracias por tu cariñosa carta, por acordarte de mí, por echarme de menos... Disculpa mi retraso en contestarte, no fue por olvido, quizás si, un poco de dejadez y pereza, pero nunca me olvide de vosotros y de la Web. Las líneas que a continuación te escribo, son un alivio para mi alma, ya que ahora se encuentra en paz.
 
    Sin saber por qué, un día la tristeza me visitó, se hizo  ocupa de mi mente y me vi sumergida en un mundo extraño, mi vida no tenia sentido, me sentía vacía, sin ganas de salir a andar, de hacer nada, pero nadie lo notaba. Mi mal no daba la cara, solo me consumía por dentro. En mi soledad interior me sumergía en esos recuerdos, esa parte que guardamos en algún lugar muy especial de nuestro corazón y a los que recurrimos cuando la soledad y los sonidos del silencio solo dejan oír las penas del alma.

    En mi caso, me hizo darme cuenta, que no estaba sola, que tenia una familia y amigos que me quieren. Tal vez por eso, unos de los mayores sentimientos de desolación que pueda existir, es no sentirse sola, es saber que le importas a alguien, y sin embargo no poder hacer nada para romper el velo de silencio que te envuelve y dejar que los tuyos atiendan-tu-ausencia…
 
    Me vi perdida, quizás en el interior más obscuro del bosque y por eso no me visteis, solo decirte que ahora mis ojos son mas verdes, será de tanto mirar los montes de mi niñez, eso si, me di cuenta que dentro del iris, hay cristalitos de colores, azules y grises, que brillan a cada amanecer, con cada salida del sol. Por eso, la vida según como se mire, es de una manera u otra y hay que vivirla como viene, con su “ires y venires”, con sus cosas buenas y malas, pero la vida es bella, sólo debemos agradecer todo lo bueno y desechar lo malo.
 
Ahora, Amigo Manuel, pasada la tempestad regresa la calma, y te puedo decir que  estoy aquí, muy cerquita de vosotros…   No te preocupes si he estado ausente y  no me ves mucho por los bosques, ahora mi imaginación transita libre y sosegada,  subida  en los destellos suaves de alguna  estrella, tras los mares azules, infinitos,  de los cielos. Estoy feliz amigo. Gracias por ser tú, gracias por ser mi amigo. Besitos de luna para ti…

    
     Algeciras, a 15 de Mayo de 2010
                                                                              

En el rincón del bosque-Amparo Paredes Agudo

laliach@hotmail.com

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                                           CORAZONES BLANDOS



  Guarda silencio niña,  no uses  palabras corrientes, sencillas y mundanas, sella tus labios, quédate callandito, cambia de tema me tienes aburrido, solo cuando hables, di frases con sentido. Cállate niña, deja que hable el silencio que es mucho mas bonito…

       No digas niña que tienes un corazón blando, que sientes la naturaleza y que el planeta es grande y bonito. No sientas nada de eso, ¿no ves que el mundo sólo es un circo? Los humanos somos actores de este teatro que al nacer nos prestaron un solo vestido...
   No hables de sentimientos niña, ni de corazones blandos…

         No llores niña que esta prohibido, que a mi me da lo mismo tu llanto, que esos sentimientos, son mentiras de este mundo y que  por ello  no altera ni conmueve mi corazón frió.
     Deja de llorar, tus lagrimas son solo un mecanismo, no llores ni te alteres niña, que a mi me da lo mismo….

          No quiero guardar silencio, quiero ser corriente, mundana y sencilla, no quiero quedar callandito, quiero hablar con sentimientos de mi corazón blando…
      Quiero llorar de alegría, quiero llorar cuando me invada la tristeza que broten las lagrimas de mi corazón compungido por la pena; que no  me digan que llorar  que esta prohibido, nadie manda en mis lagrimas, porque llorando nacimos…

         Que nadie me diga que no sienta la naturaleza, con sus inmensos paisajes y sus colores infinitos, se mire por donde se mire, la tierra es un lugar bonito y nadie me quitara que sienta con mi corazón blando…


  En Algeciras, a 10 de marzo de 2010

                                                                       Amparo Paredes Agudo 

                                                                         laliach@hotmail.com 

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