Recuerdos

 

- Introducción - Los niños de la Puntilla - Mis fotografías más queridas -

                          

 

                                                          

LOS NIÑOS DE LA PUNTILLA 

"La vida de los niños que nacieron en la decáda de los 40 en la Junta"

 

    La verdad es que no sé como pudimos sobrevivir. Fuimos una generación especial, la generación de la post-guerra. Nos pasamos nuestra infancia y juventud esperando. Teníamos que esperar dos horas de “digestión” para (según nuestras madres) no morirnos en el agua, cuando ni hacíamos digestión porque apenas comíamos, esperar por si había “postre” (palabra moderna) y el “postre” siempre era traerle un cubo de agua del chorro de las barraquillas a tu pobre madre para fregar los platos en el barreño y lavar la ropa en la pila de piedra de la azotea. Nos dejaban en ayunas toda la mañana del domingo hasta la hora de la comunión, y los dolores se curaban esperando. Esperábamos a ser mayores para traer unas perras a casa y poder ayudar a comer todos los días, y lo que más esperábamos, tener suerte en la vida.
    Mirando atrás, es difícil creer que estemos vivos. Nosotros no teníamos vacaciones ni viajábamos, todo lo más nos montaban en el viejo autobús con asientos de madera para ir “al centro”, y no sufríamos lo que ahora está de moda “síndrome del turista”.
    No tuvimos una habitación para nosotros, ni cómodos colchones ni frascos de medicinas con tapa a prueba de niños. Algunos andábamos en bicicletas viejas sin freno y por supuesto sin casco. No había parques infantiles, los columpios lo hacíamos nosotros mismos y eran de madera astillada o de hierro con las esquinas en pico, jugábamos para ver quien era el más bruto, pasábamos horas construyendo carros con viejos rodamientos para bajar por la cuesta de Ibarrola y solo cuando nos dábamos el porrazo descubríamos que deberíamos haber puesto una suela de alpargata a modo de frenos.
    Jugábamos siempre en la calle, era lo normal, si llovía jugábamos en los charcos y tu madre te curaba los resfriados con una sopa caliente y a la cama con tres mantas, luego estabas una semana limpiándote los mocos con la manga de la camisa y no pasaba nada, nos deslizábamos monte abajo detrás de las barraquillas sobre un cartón o un trozo de tabla, salíamos de casa por la mañana, jugábamos y hacíamos gamberradas todo el día, y sólo volvíamos a casa cuando teníamos hambre o se hacía de noche, nadie podía localizarnos “gracias a Dios no había móviles”, nos rompíamos los pantalones por el tercer o cuarto remiendo que tenían y a veces los dientes y no había  culpables, nos habríamos la cabeza jugando a guerra de piedras y no pasaba nada, eran cosas de niños y se curaban con agua y algún que otro punto, nadie a quien culpar, sólo nosotros mismos. Tuvimos peleas y nos “esmorrábamos” unos con otros y aprendimos como superarlo, nunca supimos lo que era un psicólogo ni falta que nos hacía, si acaso el medico de casa de toda la vida y al temido practicante “Quintana” que hervía la jeringuilla antes de clavarnos sin ningún miramiento la aguja más grande que tenía.
    Comíamos dulces (pocos) pero no éramos obesos, (nadie es obeso pasando hambre), si acaso alguno era gordo y punto, compartíamos botellas de refrescos (kis) o lo que se pudiera beber y nadie se contagió de nada. Nos contábamos los piojos en el colegio y nuestras madres lo arreglaban lavándonos la cabeza con vinagre caliente.
    Quedábamos con la pandilla y salíamos, si acaso ni siquiera quedábamos, salíamos a la calle y allí nos encontrábamos, jugábamos a las chapas, al rescate, al pañuelo, las bolas, a los “boquetes” al fútbol “a pelote” en el llano de los chinos y en el de las yerbitas o en plena carretera con la pelota de Pepito al que le teníamos que hacer la “pelota” para no enfadarle porque se llevaba la pelota fastidiándonos el estreno de unas alpargatas nuevas a las que previamente le aviamos quitado los clavos que traía dentro sujetando la lona.  En fin tecnología punta.
    Nos “colábamos” hasta la cocina en cualquier casa para beber agua (sobre todo en casa de Mariquita) sin pedir permiso porque todo se hacía sin maldad.
Íbamos de cacería; lagartijas y pájaros, con trampas de alambre, sin ningún miedo y con la ilusión de los críos de entonces, también íbamos de pesca a la isla para coger lapas y cangrejos, algo teníamos que comer.
    En los juegos de la escuela, no todos participábamos en los equipos (los que no teníamos pantalón de deportes ni calzado apropiado) no lo hacíamos, tuvimos que aprender a lidiar con la decepción. Algunos estudiantes no eran tan espabilados como otros y repetían curso… ¡Qué horror, no se habían inventado los exámenes extra! no había primaría ni EGB ni profesor de apoyo, ni tonterías, solo la escuela con un maestro su “palmeta” y su disciplina cuartelera, si el maestro te calentaba era porque “algo habías hecho”, siempre tenía razón y si no la tenía tu padre se la daba terminando de calentarte, los colegios no solían tener recreos y eran de mañana y tarde, tu madre no te llevaba ni te recogía del colegio como ahora, tu hacías el recorrido solo, y de camino a casa soñando con el medio bollo de pan con aceite de la merienda, lo más corriente era llegar “descalabrao” porque te habías peleado con alguno del barrio de las latas, en fin que no teníamos ningún tipo de protección.
    Los veranos lo pasábamos en la playita que había detrás de los pabellones, llena de alquitrán, sin toallas, cremita protectora ni sombrillitas, unos en calzoncillos y otros desnudos, con lo que era normal coger una insolación y llenarte de ampollas.
Jugábamos con las chicas persiguiéndolas para tocarles el culo y no en un chat como ahora diciendo “: )” “:D” “:P”.
    Tuvimos libertad, ilusiones, sueños imposibles, amoríos juveniles, fracasos, muchas decepciones, algo de hambre, mucho respeto por nuestros mayores y más tarde mucha responsabilidad, tuvimos que trabajar duro desde niños y aprendimos a crecer con muchas carencias y ganas de comernos el mundo.
     Por todo esto, no te extrañe que ahora los niños súper protegidos, súper mimados y sobrealimentados salgan gilipollas. Si tú eres de los de antes…. ¡Enhorabuena! ahora que sabes que éramos supervivientes.

                                                                                      
   Ceuta, 10 de Septiembre de 2009

                                                                                  José Antonio Ramírez Ferrer

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Post-data: Fuimos felices, éramos como una gran familia.

 
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<---Mis padres, mis tíos y yo con dos meses en los preciosos jardines frente a la hípica

<--Mi primer automóvil -me lo hizo mi padre-, en el pasillo frente a mi casa.

Un día de cumpleaños, mi hermana Rosa cumplía dos años-->

 

 

Una foto foto bastante antigua, ya que la fecho en el año 1956. Es el primer equipo del club deportivo Puerto, (yo soy el de la flechita), lo formó Antonio Ramírez, mi padre, posteriormente se haría cargo del equipo Miguel, verdadero fundador del histórico Puerto.

Fernando, Negro, José Antonio, Sepúlveda, El nene, Roberto (Robert). Agachados: Rogelio (Leslo), Miguel (Miki), Pedro Melguizo ¿? y Alejandri.

En el campo del 54 o el 8, con el equipo de aficionados del C.B del Puerto. Pedro Maza (Perico), Antonio Bermúdez, José Antonio y Mariano

 
 

 

 

   

Tres amigos de siempre...

Angelín, JoséLuis y yo.

Senana Santa de 1962

Perico, Nico, José Antonio, Melero, Juan Ramón y Pepito

 

 

Otra foto antigua en los pabellones; esta la guardo con especial cariño, es mi primera foto con mi mono de trabajo, mis primeros días como ayudante de mecánico en los talleres de la "Casa Mercedes" ; uniforme que me acompañó durante toda mi vida; con el crecí y me forme, y con el saque adelante a mi familia de la que estoy  muy orgulloso.

Sentados debajo del antiguo jardín de la Junta. Por encima de nosotros -Manolo, Yo y Alejandro- se ven las palmeras doradas de nuestra infancia... Mas abajo de este prado de yerba verde, están las "Barraquillas.

 

El campo de fútbol del regimiento 54, también llamado 8.
De pie Miguel; y agachados: José Antonio, Fernandito, Pedro Melguizo, Miguelín y Mariano.

Algúnos año más tarde que la foto de arriba - se nota por las melenas-, en el mismo sitio, bajo las mismas palmeras del jardín de la Junta, poniendo a punto la moto...

 

Y llegó la "Mili", la Mili de aquella época, la Mili de entonces, no la de ahora, bueno, ahora es que ya, por no haber, no hay ni Mili...

      El mismo día de mi licencia “por fin”.

    Y llegó un día un día inolvidable, la jura de bandera en Campo Soto; corría 1968, cuando la "Revolución del Mayo Francés", ahí es "na"...

       
 

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